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Capítulo 3: Recuerdos En El Camino

Daegon despertó en una habitación pequeña y algo polvorienta mientras escuchaba a algunos pájaros afuera. La noche anterior había encontrado aquella posada tras varias horas de cabalgar por el camino del rey, y sin dudarlo pagó un plato de comida caliente, una habitación para 1 noche y desayuno para el día siguiente aparte de comida para su caballo. Sintiéndose libre del cansancio con el que había entrado la noche anterior a aquella habitación, se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Una vez vestido y habiéndose lavado el rostro con el agua que había en una jarra. Se dirigió hacia su espada la cual estaba apoyada contra la pared al lado de su cama, la posesión más preciada que tenia: Esa espada había pertenecido a su hermano Rhaegar toda su vida hasta que se la entregó a Daegon cuando se despidieron aquella noche cerca del Tridente, pero además de eso en la empuñadura la espada tenía engarzado un rubí rojo el cual brillaba a la menor luz. Ese rubí era ni más ni menos que el resultado de fundir y unir artificialmente, todos los rubíes que estaban en la armadura de su hermano cuando fue a luchar contra Robert Baratheon. 

Cuando Daegon tenía 15 años de edad, con el permiso de Mace Tyrell, luego de varios días de insistir y prometer que tendría cuidado, decidió ir hacia El Tridente para ver el lugar en el cual había sido la batalla y donde su hermano había perdido la vida. Para su seguridad Mace lo envió bajo la identidad de Axell Storm con una comitiva que llevaría un mensaje a un lord cercano y acamparía cerca de el lugar algunos días. Al estar cerca del lugar, una tarde, Daegon se escabulló del campamento hacia su caballo sin ser visto y luego de cabalgar durante un corto tiempo, llegó al descampado de El Tridente. 

Este estuvo un rato caminando, observando a su alrededor e intentando imaginarse lo que fue aquella batalla, la cual lamentablemente recordaba un poco por la visión de la muerte de su hermano. De improviso el viento soplo más fuerte de lo normal y hacia su rostro lo cual obligó al chico a darse vuelta para evitar que este le diera en los ojos, y al hacerlo percibió algunos destellos rojos en la tierra donde años atrás corría parte de el río. Al acercarse, notó sorprendido que se trataban de trozos de rubíes iguales a los que habian adornado los dragones de la armadura de Rhaegar, de algún modo habían permanecido impolutos bajo el río luego de la batalla, hasta que esa zona se secó y quedaron a la vista en la tierra. El chico permaneció en silencio varios minutos sin poder evitar derramar algunas lágrimas por lo que interpretó como una señal de su fallecido hermano mayor. Finalmente, se guardó los rubíes, montando su caballo regresó al campamento y 2 días después la comitiva regresó a Highgarden sin percatarse de el tesoro que Daegon llevaba consigo. 

Una vez allí le contó a un sorprendido Mace lo que había descubierto y le dijo que quería fundir los trozos de rubí en 1 solo y añadirlo a la empuñadura de su espada. Mace accedió, viendo cuanto significaba eso para el y dijo que el herrero de la fortaleza se encargaría de ello. Sin embargo, Daegon dijo que iría a ver al herrero él mismo y le pediría que le enseñara como hacerlo. Quería hacer el trabajo el mismo ya que de trataba de la espada de su hermano la cual fue su regalo de despedida. Aquel arduo trabajo le llevó 1 día entero pero cuando termino y observó el rubí brillando, Daegon finalmente pensó en un nombre para la espada. Un nombre simple pero tan lleno de significado que hasta ese momento le sigue sorprendiendo que hubiera tardado tanto en ocurrírsele: "Lekia", lo cual quiere decir "hermano mayor" en Alto Valyrio, el idioma ancestral de la casa Targaryen antes de llegar a poniente. Aquella espada es el símbolo de la unión con su hermano y en la empuñadura estaba lo que quedó de él en el campo de batalla. A Daegon le gustaba pensar que una parte de su hermano mayor se encontraba en aquella espada, acompañándolo, protegiéndolo y cumpliendo su promesa de que nunca lo abandonaría.

El Targaryen se sujetó la espada a la cintura como hacia siempre y repasando una última vez con la mirada la humilde habitación, abrió la puerta de madera y salió dirigiéndose escaleras abajo hacia la taberna. Una vez allí le pidió su desayuno a la hija del dueño la cual estaba trabajando, luego de unos minutos ella regreso con una bandeja con un plato de huevos cocidos, un trozo de tocino, una hogaza de pan y una jarra con agua. Daegon le dio las gracias, se dirigió hacia una mesa que se encontraba al fondo del lugar y comenzó a comer. Mientras comía en silencio sus pensamientos regresaron una vez más a lo que había sucedido hace 4 días en Winterfell. Había visto a gente a la que había odiado toda su vida, tantos rostros que no podría olvidar: No sólo Robert Baratheon sino también Jaime Lannister quien había asesinado por la espalda a su padre, otra muerte que Daegon nunca olvidaría:

FLASHBACK: 

Había llegado a Highgarden hacia 5 días. Apenas llegó al castillo fue conducido hacia un impactado Mace Tyrell. Luego de leer en privado la carta que Rhaegar le había escrito la arrojó al fuego enseguida y dirigiéndole una mirada de compasión y pena al chico le sonrió intentando demostrar tranquilidad y dijo que le prepararan un baño caliente y una habitación enseguida. Al tercer día de su llegada Mace llamó a sus abanderados y partió rumbo a Storm's End en donde se encontraba Stannis Baratheon con sus hombres, listos para la guerra, dejando a Daegon con su esposa Alerie y los pequeños Loras y Margaery Tyrell. 2 días después de eso, los 4 estaban en los aposentos de Loras los cuales eran los que estaban mejor iluminados por la disposición de las ventanas. Loras y Margaery estaban jugando en el suelo mientras que Daegon se encontraba algo apartado de ellos. Sin ánimos para jugar, estaba sentado al lado de la ventana y pasaba su mirada de ellos al exterior con nostalgia y tristeza. Aquella espera se le hacía similar a cuando estando en Dorne Rhaegar tenía que viajar por asuntos de la guerra y él permanecía esperando su regreso con preocupación. Alerie notó su tristeza, por lo que se sentó junto a él y le preguntó.


-¿Daegon, ocurre algo?- 

Este salió de sus pensamientos y dirige su mirada a Alerie con algo de duda. Aunque los Tyrell le habían dado la bienvenida al instante y lo habían tratado muy bien, aún no se acostumbraba a vivir con ellos en lugar de con su difunto hermano.

 -Nada, lady Alerie, solo me preguntaba cuando volverá Lord Mace, quiero que esta guerra termine.- 


Alerie suspiró y estiró una mano para acariciar el blanco cabello del chico, de forma maternal.

 -Ambos queremos eso cariño, pero no es tan simple. Hay unos cuantos días de viaje desde aquí hasta Storm's End y no sabemos con que se encontrará el allí. Pero ten fe en que el volverá sano y salvo, victorioso, mi esposo es un gran comandante y partió con un gran ejército, el mejor de El Dominio.-

 Hizo una pausa y al ver que Daegon mantenía su expresión de tristeza, decidió cambiar de tema de conversación, intentando animarlo.

 -Dijiste que ya te habían entrenado antes en el manejo de la espada, ¿cierto?.-

Daegon asintió con la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa mientras apartaba su mirada de la ventana, olvidando sus preocupaciones de momento.

-Si!, por mi hermano y Ser Arthur Dayne, los 2 mejores espadachines de todo el mundo!.-

Dijo con una alegría infantil y Alerie sonrió suavemente.

 -Bueno, entonces cuando Mace regrese hablaré con el para que te deje entrenar con el maestro de armas bajo su supervisión.- 

Al oír esto a Daegon le brillaron los ojos.

 -¿De verdad Lady Alerie?.-

Ella asintió y Daegon esbozó una gran sonrisa, se moría de ganas de manejar una espada nuevamente ya que desde Dorne que no lo hacía, Más animado, comenzó a repasar mentalmente lo que ya sabía de manejo de la espada, para ponerlo en práctica cuando el ejército volviera. Sin embargo su momento de calma y alegría no duró mucho. 

De pronto se  sintió mareado y comenzó a ver borroso, intentó apoyarse en la pared pero su mano solo encontró aire y cayó de rodillas al suelo al fallarle las piernas. Le comenzaron a zumbar los oídos y las voces de una alarmada Alerie y los 2 niños jugando se fueron sintiendo cada vez más distantes. 

Cuando pudo volver a ver estaba de pie frente al trono de hierro, este estaba oscuro y con un olor a cenizas en el aire. A pesar de no estar ahí desde los 4 años, el salón estaba muy distinto a como Daegon lo recordaba. No había terminado de apreciar sus alrededores cuando observó a un hombre de cabello dorado portando la capa blanca de la guardia real de pie frente a él con la espada desenfundada y con sangre goteando lentamente de ella. Daegon se encontró a si mismo gritando con una voz que no era la suya, sino la de su padre Aerys Targaryen.

 -Lannister!, soy tu rey y te ordenó que te detengas, arderás por esto!.- 

El hombre lo miró fijamente y sin mediar palabra avanzó lentamente hacia el con la espada en alto. Daegon se vio involuntariamente sacando de su cintura una daga de plata pero al observar hacia adelante no había nadie allí. De pronto percibió el destello de una tela blanca detrás de él, pero antes de poder voltearse sintió un intenso dolor en su espalda y luego en el pecho para luego observar que una espada lo estaba atravesando. El dolor seguía aumentando y segundos después vio como retiraban la espada de su cuerpo. La daga resbaló de su mano y cayó al suelo para momentos después caer el también, primero de rodillas pero luego le fallaron las manos para sostenerse y rodó sobre los escalones que conducían al trono para luego quedar tendido en el suelo sobre un charco de sangre que manaba de su pecho. Permaneció allí inmóvil y teniendo a aquel hombre de cabello dorado observándolo con una mirada inexpresiva. La vista se le volvió a oscurecer y Daegon regresó a la habitación encontrándose tendido en el suelo igual a como había estado hace unos segundos en el salón del trono. Sin embargo esta vez a su lado estaba Alerie observándolo con una mirada alarmada. 

-Daegon! ¿Que ocurre? Daegon!.-

La puerta se abrió y entró Ser Clefford, el comandante de la guardia Tyrell. Daegon tenía la frente sudorosa y temblaba. Aunque no tenía ninguna herida y su cuerpo estaba intacto, aún sentía el intenso dolor de la espada atravesando su pecho. Solo pudo balbucear con voz quebrada y lágrimas bañando sus mejillas.

 -Mi padre....el rey....está muerto.-

Para finalmente caer desmayado. Luego de eso Daegon estuvo 2 días en cama con fiebre y durmiendo la mayoría del tiempo, en los que tuvo sueños borrosos y confusos con gritos y llantos de niños. Días más tarde llego la noticia de que King'sLanding había sido saqueada por las tropas de Tywin Lannister y que el rey Aerys Targaryen había muerto junto con Elia Martell y los príncipes Aegon y Rhaenys Targaryen, sus sobrinos, con cuyas muertes asoció lo que había visto y escuchado durante sus sueños febriles. También se rumoraba de que el príncipe Daegon Targaryen se había suicidado al lanzarse desesperado por el acantilado de la Fortaleza Roja, aunque solo Daegon y los Tyrell sabían que esto no era cierto. Su familia entera había muerto y solo quedaba él, estaba solo en el mundo gracias a los Baratheon y los Lannister.

FIN DEL FLASHBACK:

Daegon terminó su comida, y luego de agradecerle al dueño de la posada salió del lugar y se dirigió hacia donde estaba su caballo el cual había sido alimentado temprano. Lo ensilló, montó en el y partió hacia el sur ya que esa tarde planeaba llegar a King'sLanding. Mientras cabalgaba por el camino del rey, no pudo evitar pensar una vez más sobre su extraña capacidad para percibir la muerte de su familia. Había ocurrido con su hermano Rhaegar, con su padre Aerys y sus sobrinos Aegon y Rhaenys mientras estaba en aquel sueño febril. Pero según Mace Tyrell, cuando Dragonstone fue atacada, los príncipes Viserys y Daenerys no estaban y habían rumores de que habían escapado rumbo a Essos. Daegon no había sentido la muerte de ninguno de ellos 2 por lo tanto o continuaban con vida o estaban demasiado lejos para que él los pudiera sentir con su extraña habilidad, no estaba seguro ya que no sabia nada sobre ella. Durante su adolescencia había investigado varias veces en la biblioteca de Highgarden pero no había encontrado ningún registro de que a alguien le hubiera ocurrido lo mismo en el pasado y eso lo tenia bastante desconcertado. A veces pensaba de que sería del destino de sus hermanos y se decía que si seguían vivos algún día el los encontraría, ya había perdido a todos los miembros de su familia uno por uno, no quería perderlos a ellos también. Sus pensamientos fueron interrumpidos al sentir el ruido de agua corriendo. Subiendo rápidamente una colina con su caballo observó un río corriendo hacia el sur el cual solo podía ser el Aguasnegras y a la distancia pudo vislumbrar unas murallas y torres de guardia desde lo que se podía divisar una gran ciudad. A pesar de no verla desde los 4 años de edad, Daegon reconoció ese paisaje al instante. Divisó el gran septo de Baelor y alzándose en la distancia vio la que había sido una vez su feliz hogar, la Fortaleza Roja y el acantilado donde se decía que él había muerto: Había llegado a la capital.

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