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Capítulo 5.


Desde que tenía memoria, nunca fue tratada de forma respetuosa. Cuando era una niña, su padre la apaleaba seguido, justificándose con cualquier excusa mínima y absurda; su madre prefería ignorar sus lloriqueos, era mejor que aquel hombre se desquitara con su pequeña hija a que lo hiciera con ella.

A pesar de su hermosura, creció con baja autoestima, por lo que sus compañeros de clases la molestaban. Además siempre procuraba usar ropa holgada y suéteres, aunque hiciera calor, para que no se notaran los moretones y marcas de golpes que tenía en las piernas o brazos, agregando el hecho que su familia no tenía dinero, así que tampoco podía usar perfumes ni cremas de marcas reconocidas, como las demás, por lo que su cabello lucía opaco y su rostro reseco.

Los chicos la señalaban con burla, diciendo frases como: «Ahí va tu novia», mientras los otros fingían arcadas y ponían muecas de asco. Ella trataba de ignorarlos, pero no podía evitar sentirse mal al oír comentarios tan despectivos hacia su persona.

Los profesores tampoco ayudaban mucho, de hecho algunos contribuían con las burlas. El acudir a la escuela era un suplicio, pero no tanto como quedarse en casa a escuchar peleas y recibir golpes.

A pesar de todo, disfrutaba algunas clases como biología, por lo que después de clases iba a la biblioteca a estudiar acerca de sus temas de interés. Algo que llamaba su atención eran las plantas, le era fascinante saber que algunas tenían beneficios curativos y que otras podían matarte.

Una tarde en que se encontraba leyendo un libro, cuando Kyle, el chico más guapo de su clase, se acercó a ella.

—¿Qué haces?

La joven se encogió en su lugar y trató de tapar el libro con sus brazos. Él nunca fue grosero con ella de forma directa, pero sus amigos sí, así que no le tenía confianza.

—Leyendo —respondió con obviedad. Kyle quiso asomarse para mirar el título pero ella no se lo permitió, pues se levantó con rapidez de su asiento, dejó el libro en un estante y caminó con rapidez hacia la salida.

—¡Espera! —El chico salió tras ella, por lo que apresuró el paso para perderlo de vista pero fue en vano, Kyle era un deportista nato, no tardó en alcanzarla. Se detuvo en seco y su acompañante hizo lo mismo.

—¿Qué quieres? —Masculló de mala gana. Él la miró sorprendido, de seguro esperó una reacción más amigable por parte de su compañera.

—Bueno, yo... Haré una fiesta el viernes en mi casa, sería genial que vinieras. —Le tendió un papel donde estaba apuntada su dirección. La chica miró con sospecha pero aun así lo tomó.

—¿Por qué me invitas? —Sospechaba el motivo, en el receso escuchó a sus idiotas amigos hablando entre ellos, diciendo que sería genial invitar a una rara como ella para tener de quién burlarse.

—Creo que eres genial. —Metió las manos en los bolsillos—. Ya sabes, no eres como las otras chicas, que hablan de maquillaje y esas cosas...

«Si no hablo de eso es porque no tengo dinero para comprarlo, animal» pensó. «Pero debe ser mejor pasar en su casa, aunque tenga que aguantar algunas burlas, a estar en la mía». Resistía mejor las palabras malintencionadas de sus compañeros, siempre podía fingir no escucharlos, pero no podía huir de los golpes de su padre.

—Está bien, iré —musitó. Kyle, que creyó que se encontraría con una negativa, la vio con asombro.

—¡Eso es genial, Julie! —Le guiñó el ojo—. Te veo mañana en clases.

—Claro, Kyle. —Sonrió con falsedad. El joven se alejó con paso lento y, segundos después, Julie se dio la media vuelta mientras que la idea de purgar a sus compañeros en la fiesta empezaba a rondar por su cabeza.


***


Julie se dio una ducha, lavó muy bien su cabello y se puso su mejor vestido, ese que llevaba a misa los domingos, que era blanco y largo, hasta debajo de las rodillas. Luego se cepilló con esmero, pensando que debía hacerse dos trenzas, pues se veía muy bien con ese peinado, pero en seguida descartó la idea. Si de por sí se burlaban de ella, al verla así la llamarían infantil.

Decidió dejar suelto cabello, pues gracias a un champú que compró con mucho sacrificio, lucía hermoso y con brillo. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió orgullosa de ser pelirroja, así que le sonrió a su reflejo en el espejo.

Antes de salir de casa se despidió de su madre, pues papá todavía no llegaba, y se puso en marcha a la casa de Kyle. Al llegar a su destino, se sorprendió de ver la mansión donde vivía su compañero, ¡era tan grande y elegante!

No pudo admirar más el lugar porque unas risitas la distrajeron. Volteó y notó que sus compañeras la señalaban con burla. Se veía bonita, pero era consciente de que ese vestido no era adecuado para la ocasión.

Caminó hacia la mesa de bocadillos, dispuesto a tomar algunos para guardarlos en su bolso con discreción, cuando Kyle la interceptó en el camino.

—¡Julie, qué bueno que viniste!

La pelirroja volteó hacia él con un gesto apático pero en seguida cambió su expresión.

—Sí, gracias por invitarme. —Su compañero la vio con detenimiento, logrando ponerla nerviosa—. ¿Qué?

—No lo había notado pero eres muy bonita.

—Sí, lo que sea. —Rodó los ojos. Iba a inventar una excusa para ir hacia los bocadillos pero Kyle le tendió la mano.

—¿Quieres acompañarme? —Estuvo a punto de negar con la cabeza, pero él la tomó del brazo y la arrastró hacia donde estaban los demás.

—Julie, vienes a una fiesta, no a tu Primera Comunión —se burló una compañera. La pelirroja rodó los ojos y le enseñó el dedo medio, logrando que la otra se molestara—. ¡Eres una mosquita muerta! Solo haces que esto sea más fácil. —Se volteó y agachó para tomar algo pero Julie no pudo notar qué era.

No tuvo tiempo de reaccionar, pues en ese momento las chicas empezaron a lanzarle huevos, atrayendo la atención de los demás. No se esperaba esa acción por parte de sus compañeras, así que empezó a gritar que se detuvieran, pero no funcionó, al contrario, le echaron más hasta que quedó cubierta. Una vez que terminaron, alzó el rostro con una mirada lastimera, logrando que brotaran risas burlonas.

Pronto los demás se unieron al coro de risas. En un momento, mientras limpiaba su rostro con la manga de su vestido, notó que Kyle también se carcajeaba con fuerza, agarrándose el estómago por tanto reír. «Te daré motivos para que hagas eso».

—¡Fue una genialidad invitar a esta idiota! —Rio uno de los chicos—. ¿De quién fue la idea? ¡Denle un premio!

—¡Es una ingenua! ¿Creía que sería bien recibida?

—Ni siquiera sabe vestir.

La chica se alejó del tumulto de personas y tomó algunos bocadillos de la mesa, guardándolos en su bolsa, logrando que rieran aún más.

—¡Mírenla! Es una muerta de hambre...

—¡No tiene vergüenza! ¡Yo que ella ya me habría largado!

—Yo que ella me suicidaba.

Nadie notó que, mientras guardaba la comida, sacó un brebaje que estaba en su bolsillo y lo echó en el ponche. «Disfruten su fiesta». No quiso perderse el espectáculo, así que salió al patio trasero, donde estaba un lavadero, y empezó a enjuagarse el cabello. Hizo tiempo pero no tuvo que esperar tanto, pues pronto escuchó las arcadas.

Una sonrisa maligna se posó en su rostro al notar que la mayoría de los invitados vomitaban. Los pocos que no, veían con asco el lugar, pues a pesar de ser una casa grande, no tenía baños suficientes para todos.

Julie no pudo evitar soltarse a las risas, pensando en lo divertida que se tornó la situación. Esa fue la primera vez que hizo uso de sus habilidades para derrotar a sus enemigos, pero no fue la última.


***


En ese momento Satoru, mejor conocido como Lobo, se encontraba besándola con devoción y Azalea no pudo evitar pensar que la situación era muy injusta. Era la primera vez que alguien la trataba con amor y respeto, y ella tenía que matarlo. Pensó si existía la posibilidad de retirarse del concurso pero no lo vio permisible, el señor O les dio la oportunidad en su momento, además la idea de heredar millones le nublaba el juicio, ella solo existía por y para el dinero, no necesitaba algo tan absurdo como el amor.

Lobo llenó su rostro de besos y bajó hasta su cuello, mientras empezaba a acariciar sus pechos por encima del vestido. Sin duda era más placentero intimar con él que con Cazador, a pesar de ser muy joven, sabía cómo complacer a una mujer. «Espero que no haya practicado con su hermana» pensó con cinismo.

Pronto se encontraba totalmente desnuda, montando a Lobo, mientras él hacía su cabeza hacia atrás por el placer. Azalea recordó que Cazador mencionó que era probable que los vigilaran con cámaras ocultas, pero no quiso darle vueltas al asunto. «De ser así, que disfruten el espectáculo».

La pelirroja no podía evitar gemir con cada estocada, Lobo era tan bueno amándola que volvió a reconsiderar huir de ese maldito lugar con él. «Pero si nos espían no será posible». Estaba a punto de culminar pero en una maniobra, el joven la detuvo.

—¿Qué...?

—Shhh... —Colocó sus dedos sobre sus labios y los entreabrió un poco. En un instinto, Azalea los lamió, llenándolos de saliva, mientras él retomaba el movimiento de sus caderas de manera suave. Pasaron algunos segundos, así la pelirroja se desesperó y soltó un quejido—. Tranquila, con esto lo disfrutarás más.

—Pero... —Lobo empezó a incrementar la velocidad de sus movimientos, logrando que ella soltara un chillido.

—¿Ves? —Rio él—. Te dije.

Se sincronizaron en sus movimientos y pronto llegaron al clímax al mismo tiempo. Azalea, que aún estaba encima de él, se recargó en su pecho mientras él besaba su cabeza con ternura. En un momento, tomó el rostro de la mujer y conectó sus labios con los de ella. Mientras jugueteaban con sus lenguas, la culpa vino a Azalea, por lo que se separó y se recostó en la cama.

Creyendo que el rechazo era por cansancio y no por dobles intenciones, él se colocó junto a ella, tomó su mano y la besó. Azalea le quitó su extremidad pero no pudo evitar acariciar la mejilla del joven frente a ella.

—¿Por qué te dicen Lobo? —Pidió saber.

Él le contó que, cuando su hermana y él eran pequeños, una amable ancianita que a veces les daba comida, solía contarles Caperucita Roja, por lo que se volvió el cuento preferido de ambos. Al terminar su relato, notó la mirada triste en la pelirroja y creyó adivinar el motivo de su sufrimiento, así que volvió a tomarla de las manos.

—No te preocupes, esta situación es horrible pero encontraré una manera de que salgamos de aquí; tú, yo y mi hermana —le aseguró—. Y no con las manos vacías, robaremos algo de valor y nos iremos.

—Claro, mi amor. —Le sonrió con tristeza—. Confío en ti.

—Te amo. —Se acercó para darle un beso en los labios.

—Y yo te amo a ti.

Pronto Lobo se quedó dormido y, con todo el dolor y la culpa que sentía, Azalea preparó una inyección especial para que él se fuera sin dolor. «Fue hermoso conocerte. Y lo lamento mucho. En otra vida pudimos ser felices» pensó mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.


:(

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