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Capítulo 6. Amigos

—¿Te confieso algo?

—¿Mmh? —giré la cabeza hacia Adam, quien estaba sentado a mi lado en el banco del piano. Llevaba ya un rato tecleando este sin prestarle realmente atención.

El pelinegro emitió una risita tímida, seguramente riéndose de mí por lo distraído que estaba. Ambos nos veíamos aquí para intercambiar canciones de vez en cuando desde esa vez que él me escuchó tocar, claro cuando Damon no veía, pues ninguno soportaba al otro como para verlo conmigo.

Y cada día lo veía con un golpe nuevo. Aunque algunos de estos eran más discretos, otros se escondían en su cuerpo que apenas se asomaban cuando se cambiaba la ropa de deportes. Me tocó verlo un par de veces en las clases de educación física cuando yo estaba en las gradas junto a Gwen.

Luego me saludaba y cuando sonreía mostraba una mueca de dolor, quise preguntar, pero no encontré la manera de intervenir sin que se sintiera fuera de lugar. Él apenas hablaba, sería difícil que me contara algo así.

Así que decidí escuchar lo único que a él le gustaba que escuchara: su música.

—No te lo dije antes porque no quise que pensaras que era un acosador —sus ojos miraban a todas partes excepto a mí—, pero desde que entraste al club comenzaron a correr chisme de ti.

Parpadeé confuso sin entender realmente a qué se refería, él entendió ese desconcierto y agregó:

—Algunos creen que no eres muy bueno y que tuviste suerte.

Abrí los ojos.

—¿Por qué dicen eso?

—Escuché que dejaste de tocar el piano por un tiempo. Me da curiosidad por qué lo dejaste.

Apretó los labios desviando la mirada.

—¿Tus padres ya no te dejaron o...

—Me sorprende que alguien lo sepa —me reí con una mano en mi frente y descansé por unos segundos la mirada en las teclas—. No te preocupes —volví la vista a él y le sonreí—, pronto lo olvidarás, como yo lo hice.

—Pero... —en sus ojos resplandecía una chispa que odié ser el culpable de apagar, pero debía hacerlo.

—Por favor olvídalo —susurré ahora esto último.

Entre menos supiera de mí él estaría a salvo. No volvió a tocar el tema, y de cierta manera creí que lo había alejado a pesar de que continuábamos reuniéndonos, pensé que debía disculparme, pero una disculpa estaba de más, ¿qué iba a decirle?, ¿lo siento por no querer ser tu amigo? Aunque era una buena forma de alejarlo, y aunque sabía que en algún momento tendría que hacerlo, quería que esto durara más, al menos por un poco.

—¿Por qué esa cara? —Gwen se cruzó en mi camino junto a mi casillero.

—¿Puedo cambiármela? —le contesté, y ella rió. Me di cuenta que incluso muy dentro de mí había una parte bromista.

—Sé lo que te animará —se apoyó en el casillero de a un lado—. ¿Por qué no vienes hoy a la pastelería de mi padre? Podemos hornear algo, o mejor, comer algo. Te enviaré la dirección por mensaje por si decides venir.

Una vez ella se alejó, apoyé mis manos en la puerta del casillero y recargué mi frente en esta, tratando de calmar los latidos acelerados de mi corazón, que saltaba inquieto, casi como si estuviera...alegre.

—Todos son amables conmigo —susurré—. Eso no existe de donde vengo...

La desconfianza se instalaba como un nudo en mi garganta cada vez que alguien intentaba acercarse, como si hubiera una alarma que se activaba en mi mente cada vez que alguien mostraba un interés genuino en conocerme.

Pero algo extraño sucedía aquí. No podía negar que cada conversación, cada sonrisa, dejaba una pizca de felicidad en mi interior. ¿Cómo era posible que alguien pudiera generar esa sensación en medio de mi constante desconfianza? Era como si una parte de mí, escondida bajo capas de precaución, estuviera anhelando la conexión humana sin atreverse a admitirlo.

—Ey, ¿estás besando el casillero?

Salté en mi lugar, me giré y ver la sonrisa burlona de Damon me alegró. Hoy se veía diferente a ayer, en realidad todos los días lo hacía, como esas personas que buscan su estilo y prueban distintos de estos. Algunos mechones sueltos caían en su frente a pesar del gel en su cabello.

—Sí, digamos que estaba practicando mis besos —bromeé.

—Hablando de besos. —Damon dio un paso hacia mí y sonrió de manera que no supe interpretar.

—¿Y esa cara qué significa?

—Hoy intenté besar a Sky, pero me apartó —frunció el ceño con un puchero en el labio inferior.

—¿Te lavaste los dientes? —pregunté.

—Dos veces.

—¿Y el perfume?

—Toda la botella

Me acerqué un poco y arrugué la nariz.

—Es demasiado, hombre.

—Ella tiene mal olfato —agregó.

—Bueno, algo debiste haber hecho mal. ¿Te aseguraste antes de que ella quisiera?

—¿Tengo que preguntar? —sus ojos azules brillaron con incredulidad.

—No, bueno, sí, es algo que se siente, supongo. Al menos yo no besaría a alguien que no me gusta.

—¿Estás diciendo que no le gusto? —Sus cejas oscuras se sumieron.

—¿Qué? No, ah —jadeé—. Damon, ¿por qué me preguntas a mí? Díselo a ella.

Cuando noté cómo inclinó la mirada me di cuenta que tal vez había sonado agresivo.

—Es complicado, ¿sabes? Mirar a la persona que te gusta sin despegar la mirada —esto último salió de sus labios en un susurro. Ahora estaba encogido de hombros mirándome con la cabeza ligeramente ladeada, el azul de sus ojos cobró un matiz frío y una fina capa cristalina parecía cubrirlos.

No me avergoncé ni nada, ¿pero por qué no dejaba de mirarme?

Di un paso hacia adelante, a punto de decir una tontería, pero rápidamente me arrepentí.

—Lo siento, yo...entiendo cómo te sientes —no pude mantener la mirada porque mentía al decir que lo entendía; jamás me había sentido de esa forma por alguien que me hiciera apartar la mirada.

—Oye, no tienes que sentirte mal por mí —de pronto una sonrisa se asomó en su rostro y me sacudió el cabello con una mano—. Siempre hay otras cosas por las qué alegrarse.

—Pero hace un rato...

—Está bien, Ethan. Además, podré no tener novia, pero tengo un muy buen amigo como tú —posó su mano en mi hombro mientras sonreía, y vaya que era lindo, así que decidí sonreírle de vuelta.

—Bueno, como sea. Debo irme, le prometí a una amiga que iría a verla —empecé a guardar mis libros en mi mochila.

—¿Así que ya hiciste amigos?

Es cierto. Ni siquiera me di cuenta que la había nombrado como tal.

—Bueno, sí, eso creo —me encogí de hombros—. ¿Qué define que dos personas son amigos?

—Mm —Damon apretó los labios—. Supongo que la confianza y la convivencia.

Pero yo no confiaba en ellos.

Me di cuenta que no podía tener amigos si no daba el primer paso, pero nunca fui bueno con los pasos; es como las notas musicales, a veces van arriba y luego abajo.

—¿Tú y yo somos amigos? —inquirí levantando una ceja y se llevó la mano al pecho casi ofendido, acto que me hizo reír.

—Claro que sí. ¿No piensas lo mismo?

Decir que no sería mentir, pero decir que sí tampoco era del todo cierto.

—Salté de una ventana por ti, ¿tú qué crees?

—Es verdad. ¿Todavía te duele el pie? Puedo cargarte —su entusiasmo fue notable con las idea.

—No, loco, estoy bien.

Damon se rió. Su risa era sonora, y eso me gustaba, sonaba como una linda pieza musical.

[...]

—¡Bienvenido a mi pastelería! —Gwen abrió los brazos mientras nos adentrábamos al enorme lugar, con una entrada de cristal y rodeado por ventanales que mostraban los deliciosos postres en los mostradores.

Había una gran barra en la esquina derecha y, al fondo, un horno de piedra junto a una puerta que seguramente conducía a la cocina.

—¿Pero qué demonios? ¿Huele a quemado? Ay no —una expresión de terror cruzó su rostro y corrió hacia la puerta trasera. Escuché algunos gritos ininteligibles antes de que regresara con una expresión de fastidio—. Ethan, te presento al peor repostero del mundo.

—¡Hey! El peor después de ti.

Mis labios se entreabrieron al ver a Damon con un delantal blanco y sacudiéndose la harina del mismo.

—Oh, ¿Ethan? —se sorprendió igual que yo al verme—. ¿Gwen es la amiga de la que me hablaste?

—Y tú eres...

—Mi primo —dijo ella—. Y parece que ustedes ya se conocen —intercambió miradas con ambos y seguido se estampó la mano en la cara—. Oh, Dios. Damon, no me digas que él es chico del que me hablaste que era...

Damon abrió los ojos grandes y le tapó la boca antes de que pudiera continuar, estallando en risas.

—No le hagas caso, le hablo de muchas personas, ella debe estar confundiéndote.

Sabía que Damon tenía muchos amigos. No había razón para que hablara de mí.

Gwen gruñó, frunciendo el ceño, claramente molesta.

—Amm, creo que yo iré por allí —me di la vuelta dispuesto a irme al ver que su discusión no terminaba, hasta que ambos gritaron "Espera".

Gwen me dijo que me enseñaría a hornear, pero la verdad es que ella hacía todo el trabajo mientras yo observaba, desde cómo hacía la masa, hasta al darle forma, ponerla en los moldes y meter las galletas en el horno. En eso llegaron un par de clientes y ella tuvo que atenderlos, así que acompañé a Damon para seguir preparando la masa.

Cuando aplicaba fuerza, sus venas se marcaban y sus músculos se tensaban.

—¿Quieres? —murmuró al tiempo que masticaba. Tal vez debió notar que lo observaba.

—No gra...

De pronto me metió el bocadillo a la boca, y sabía exquisito, pero no lo admitiría porque lo único que provocaría con ello sería que mi estómago pidiera por más. La verdad es que no acostumbraba a comer demasiados dulces.

De pronto la sonrisa en su rostro se desvaneció y sus movimientos se hicieron más lentos. Ladeé la cabeza, buscando una explicación para su cambio repentino de humor.

—¿En serio crees...que pueda gustarle a Sky? —me preguntó. Estaba muy insistente con ese tema, debía gustarle mucho.

—¿Por qué no?

—Es que...a veces siento que soy un poco tonto —enderezó su espalda, se llevó la mano al hombro y al notar que esta estaba sucia de harina la retiró, no pude evitar reírme por su acto—. No te rías, estoy hablando en serio.

Pero su comentario tuvo todo el efecto contrario, así que llevé mi mano a mis labios superficialmente para ser más discreto.

—Ethan...

—Ya, ya, perdón —hablé entre risas, y cuando estas cesaron le sonreí—. Pero yo también hablo en serio, y no creo que seas tonto, ¿por qué lo serías? Te esfuerzas demasiado para gustarle a una chica, eso no es tonto.

Damon sonrió.

—Gracias por estar aquí.

Abrí los ojos y luego incliné la cabeza con una sonrisa.

—Sabes, a veces pienso si estar con Sky es lo que realmente quiero —dijo de repente, haciéndome levantar la cabeza—. Bueno, es que en momentos como estos en los que estoy contigo, eso parece perder importancia.

Nuestras miradas se conectaron y él miró rápido el suelo con una sonrisa para después hacer contacto de nuevo. Se inclinó detenidamente y mis ojos viajaron a sus labios, quedándome completamente estático. ¡Ni siquiera sé por qué mis ojos estaban en ese sitio! ¿Damon estaba por hacer lo que yo creía? Sentí un gran temor invadir mi cuerpo, como si una pesadilla estuviese por tragarme; y él parecía alimentar aquel miedo. Cuando su rostro estuvo lo suficientemente cerca, desvié la cabeza.

—Elaine y yo somos novios, ¿sabes? —solté sin más. No tuve el valor de mirarlo—. No te lo había dicho porque era algo muy reciente, pero ella me gusta —espeté con trabajo esto último. Sentí un nudo formarse en mi garganta al hacerlo.

Él se apartó confundido, arrepintiéndose inmediatamente de cualquier cosa que fuera a hacer. Pareció perdido por un instante, pero después sus ojos se achinaron por la sonrisa en su rostro. Tal vez me había confundido respecto a su intención.

—¿De veras? Eso explica muchas cosas —miró a otro lado. Miró hacia arriba y se pasó la mano por el pelo—. Ella me agrada.

—Sí, a mí también —apreté los ojos, sacudiendo la cabeza por lo estúpido que había sido eso.

—Es genial, quiero decir. Me gustaría tener una relación así, como lo que ustedes tienen —inclinó la mirada en una expresión desanimada y pensé que se debía a que el asunto con Sky no le había salido bien hasta ahora—. Deberíamos terminar esto, o sino Gwen se enfadará conmigo.

—¿Más? —inquirí.

—Ah, créeme, lo de hace rato no fue nada —levantó las cejas—. Apenas está empezando.

Me reí y él volvió a enfocar su atención en la masa.

La verdad no sé si les está gustando la historia, aunque creo que si llegaron aquí es porque sí xdxdxd

En fin, qué esconderá Ethan como para que no quiera que nadie lo sepa? -.-

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