Capítulo 24. Enséñame a tocar
No recuerdo el momento exacto en que empecé a tocar el piano. Mi familia era demasiado pobre para costear clases de música o incluso para comprar un instrumento, pero tenía la radio. Escuchaba música instrumental por las tardes en mi estación favorita: FVB, antes de que Spotify o Youtube se pusieran de moda.
No recuerdo cómo aprendí a tocar, solo sé que siempre me gustó seguir el ritmo de una canción. Aunque mi vida no era como un musical, al menos tenía sonido y color.
Crecí pensando que vivir como un ladrón era normal, fue lo que mi padre me enseñó. No podía pensar diferente, ya que no tenía otro punto de comparación, hasta que lo conocí a él.
No recuerdo mucho de ese niño; el color azul de sus ojos se mezcla con el mar en mis recuerdos, por lo que no puedo asegurar si eran realmente sus ojos o solo el reflejo del mar.
Él me enseñó muchas cosas. Fue un breve lapso en mi vida, pero dicen que lo bueno dura poco.
Reí roncamente al pensar en Damon y en la sensación de familiaridad y calidez que me daba, como debería sentir un hogar.
Me sentí como un tonto sonriendo al casillero. Pero cuando escuché unos pasos acercarse, mi sonrisa desapareció al ver que no era Damon quien estaba a mi lado; era Levie, con una mirada amarga y un gesto compungido
—Hoy te ves feliz —apenas logró articular.
—¿Qué haces aquí? —cuestioné.
—También estudio aquí, ¿lo olvidaste?
—Ya...sé, pero creí que te irías.
—Sí, eso haría, pero esperaba que vinieras conmigo.
Mis cejas se alzaron confundidas, luego se fruncieron.
—Pensé que había quedado claro que no tengo nada que ver contigo —dije, mostrando la distancia que quería mantener.
—Eso no se trata solo de nosotros —respondió—, y lo sabes. No estás pensando con claridad, Ethan. ¿Desde cuándo tus sentimientos nublan tu juicio?
Sus palabras me enfurecieron, y estallé, enfrentándolo.
—¿Y qué si me quiero morir aquí? Prefiero haber vivido mis últimos años como quise en lugar de huir el resto de mi vida.
—¿Eres idiota o qué? —dio un paso hacia mí y sujetó mis brazos—. ¿En serio crees que te dejaría morir por...esto? Tal vez ahora estés feliz, pero la gente te traiciona, ¿lo olvidas?
—¿Y qué hay de ti? ¿No haces lo mismo?
Levie chistó irritado y apretó mi muñeca con fuerza, causándome dolor. Me arrastró con él mientras salíamos del instituto hacia el campo bajo las gradas. Le di un puñetazo en la cara, haciendo que se tambaleara y me soltara.
—¿Por qué no te vas y me dejas en paz? —grité—. ¿No te cansas de fingir que te importo? Me dejaste en ese maldito lugar pudriéndome como los demás. Eras lo único que tenía y aún así te fuiste, no volviste. ¿Por qué no lo haces de nuevo?
Levie se limpió la sangre de su labio, parecía perdido, pero rápidamente se recuperó.
—Apenas salí con vida de ahí, ¿cómo podría haber vuelto inmediatamente? —ambos comenzábamos a alzar el tono de voz.
—Una mierda lo que tengas para decir, no me interesa —me di la vuelta dispuesto a irme. Escuché el pasto moverse, pero no fui lo suficientemente rápido cuando se abalanzó sobre mí. Mis pies resbalaron y caí al suelo, soltando un quejido por el dolor en mi espalda que provocó el impacto.
Iba a moverme y golpearlo, pero él agarró mis muñecas a ambos lados de mi cabeza.
—¿Por primera vez en tu maldita vida puedes escuchar? —dijo con furia, y me esforcé por liberarme—. Ya sé que no te importo, pero tú a mí sí. ¿Realmente crees que no lo intenté?, ¿que no descansé hasta que se me rompieron los huesos? Entrené tanto para ser más fuerte para ti, para poder salvarte de lo que eras, para que dejaras de temerte a ti mismo. Pero fui el único que lo intentó, siempre fui yo. Nunca pensaste en mí; siempre fui solo un compañero para ti. Si nos enfrentábamos, me habrías matado sin dudarlo. Pero lo peor es que yo habría dejado que me mataras, porque te amaba, siempre te amé, y para ti nunca significó nada. No pedía reciprocidad, solo quería ser un poco importante para ti, que al menos fingieras querer protegerme, a pesar de que podía cuidarme solo. Pero solo obtuve desprecio —de repente sentí una lágrima recorrer mi mejilla. Leviev tenía los párpados apretados mientras las lágrimas seguían cayendo—. Se supone que debería odiarte, pero más me odio a mí por no hacerlo.
La bruma de la confusión y la rabia se disipó, y en el eco de ese momento con Levie, sentí el peso de mis acciones. Aunque mi corazón siempre albergó desdén hacia él, verlo de esa manera, con esa mezcla de tristeza y determinación, removió algo en mí. Me pregunté si, en medio de toda nuestra disputa, con mis palabras hirientes y su desesperación, pudo haber habido un atisbo de afecto. No sé si fue amor, amistad o simplemente lazos que no supe reconocer.
—Nunca me buscaste... —susurró con un hilo de voz.
Abrí la boca, jadeante.
—Lo...—apreté los labios, esas palabras parecían vacías.
Levie me soltó, se levantó y emitió un gruñido.
—Ahora lo entiendo. A partir de aquí nuestros caminos se separan —me miró desde arriba con el rostro ensombrecido, y la nostalgia se apoderó de mí. Ahora comprendía su importancia en mi vida, pero lo dejaría ir sin que él lo supiera—. Cuídate, Ethan —fueron sus últimas palabras antes de alejarse y perderse entre los árboles, hasta que dejé de oír el sonido de sus pasos.
En su ausencia, sentí la pérdida de algo que nunca supe que tenía: un amigo, un compañero, alguien que, de una manera inesperada, se ha convertido en un vacío en mi vida. Y ahora, con un sabor amargo de arrepentimiento, lamenté haberme comportado con él como lo hice.
Miré al cielo, era tan azul, tan brillante, casi... cegador.
«¡Ethan, ven a comer!»
¿Mamá?
Solo quiero volver a casa.
«Será mejor que vayas a la cama, un niño de tu edad debe dormir bien»
Sí, quiero dormir.
De pronto me sentí cansado.
—¡Ethan! —alguien me llamaba, pero su voz se perdía en el silencio del espacio—. ¡Ethan! —repitió, cada segundo más claro.
Mis párpados se despegaron de mis ojos con pesadez. Todo lo que veían era luz, demasiado brillante, me deslumbraba. Había una figura frente a mí, difusa e indistinguible entre los rayos del Sol.
—¡Ethan! —gritó de nuevo, y el espacio se aclaró, revelando a Damon con una expresión preocupada en su rostro.
—¿Qué...? —mencioné, apenas teniendo aliento y sintiendo la boca seca.
—¡Ethan! —Damon se conmocionó—. ¿Estás bien? —una ligera sonrisa de alivio se asomó en sus labios.
—¿Qué...pasó? —pregunté con voz monótona, apenas adaptándome de nuevo al ambiente.
—Los chicos y yo salimos a practicar y te vimos aquí —habló demasiado rápido, sorprendiéndome por su velocidad para hacerlo sin respirar—. Al principio pensamos que solo dormías, pero al ver que no te movías me asusté, y...y no dejabas de decir cosas extrañas que yo no entendía, entonces...
Lo sujeté de la mano y lo jalé hacia mí, abrazándolo.
—Gracias...por cuidar de mí —susurré. Sentía su cuerpo cálido, transmitiéndome alivio y paz. Estar con él era como respirar aire fresco.
¿Cómo podría despertarme sin mi Sol de todas las mañanas?
Damon separó los labios ligeramente, sus labios empezaron a temblar. Luego me sostuvo entre sus brazos y apoyó su rostro en mi pecho.
—No hagas eso, haces que me preocupe —me reprendió. Me sentí mal por ello, pero la sonrisa vacilante en mi rostro persistió.
[...]
Damon y yo salimos juntos de la escuela; él cargaba mi mochila, preocupado por mí aunque mi dolor no fuese físico. Acepté sin discutir, hoy no me sentía con ánimo y él lo respetó, no hizo bromas ni intentó hablar.
Increíble cómo después de terminar las cosas con Levie pensé que él dejaría de ser una preocupación, pero sus palabras me hicieron sentir culpable. Lo que le dije fue un impulso, algo que ni yo sabía que sentía. Pensé que no me importaba, pero me equivoqué, guardaba cierto resentimiento.
—Hoy vi a Theo —de repente mencionó Damon, lo cual me hizo detener el paso.
—¿Qué?
—No se veía bien. Me pregunté si tenía que ver contigo —continuó, evitando mi mirada—. Se acercó y dijo cosas que no entendí, pero noté algo diferente en él al despedirse.
Entreabrí los labios.
—Su nombre real es Leviev —no sé por qué lo solté, pero Damon me miró confundido—. Lo conozco desde hace más tiempo del que crees —no podía retroceder, pero tampoco sabía hasta dónde llegar.
—¿Ustedes...ya se conocían? —dio un paso hacia atrás y asentí.
—Solíamos vivir en el mismo barrio, y luego fuimos a un lugar donde... —apreté los labios—, digamos que era una especie de escuela.
—Pensé que no habías ido a la escuela antes —comentó.
—Sí, bueno, no era una escuela como tal. Pero el punto es... —exhalé, pasándome la mano por el pelo—. Solo quiero que lo sepas, que no creas todo lo que te digan. No significa que no confíe en ti, es solo...que no puedo contártelo todo.
—Ey, Ethan —tomó mis manos—. Nunca te exigiría o te obligaría a decir algo que no quieres. Con esto es suficiente, ¿está bien?
Pareció notar lo mucho que se me dificultaba seguir.
—Está bien... —bajé la mirada, pero pronto sonreí—. ¿Entonces, quieres ir a casa?
—¿Están tus padres? —se mostró alarmado.
Me reí.
—No lo sé, tendremos que averiguarlo.
[...]
—¿Quieres ayudarme? Quiero practicar una última vez antes de mañana —me senté en el banco, con Damon tomando asiento a mi lado.
—¿Cómo podría ayudarte? Tú eres el experto aquí —me dijo y le lancé una mirada furtiva.
Coloqué mis dedos sobre las teclas y en segundos el piano empezó a emitir una melodía. Damon balanceó suavemente la cabeza al compás de la canción, y yo profundicé en las notas agudas. Apreté el abdomen y contuve la respiración cuando sentí la mano de Damon deslizarse por mi espalda baja, trayendo a mi mente los recuerdos de anoche. Sin darme cuenta, rompí el espacio entre nosotros, su respiración chocaba contra mi cuello.
Mis movimientos se ralentizaron y la música se desvaneció gradualmente, hasta que cesó por completo.
Solté un jadeo cuando depositó un beso en mi cuello y rodeó mi cintura con ambas manos.
—Enséñame a tocar —me susurró al oído, llevando escalofríos a mi espina dorsal.
—Creí que ya habíamos terminado con eso —hice el esfuerzo por no tartamudear.
—Mmm, sí, pero creí que te dije que era una buena excusa para estar contigo —se apartó ligeramente, deslizando las palmas por sus muslos.
—No necesitas excusas para estar conmigo —acuné su rostro con ambas manos, una acción que se sintió extraña, diferente, pero provocó una sonrisa en Damon, lo cual fue bueno.
—¿Por qué empezaste a tocar? —preguntó, y retiré mis manos de su rostro.
—No lo sé... un día simplemente encontré una forma de canalizar mi energía en la música. Cuando era pequeño... tenía mucho resentimiento en mi corazón. ¿Y tú? ¿Por qué tocas?
—Mmm, bueno, me da un poco de pena decirlo —apretó sus labios en una sonrisa—, pero...Una vez conocí a alguien que le gustaba tocar, pero no lo volví a ver, así que me prometí que si volvía a encontrarme con él, aprendería.
—¿Entonces tocas para alguien?
—Sí, bueno...sé que es tonto hacer algo por alguien más, pero...
—Es genial —lo interrumpí—. Que alguien te genere un gusto por algo que no creíste que te gustaría...¿Cómo se llama? —me incliné hacia delante en mi asiento—. ¿O lo conozco? No me digas que es Adam —abrí más los ojos.
Damon se mofó.
—Eso quisiera él. En realidad...
—¿Por qué está la puerta cerrada? —Elijah asomó la cabeza por la entrada.
—¿Por qué la dejaría abierta? —pregunté.
—Ethan, ya sabes lo que piensa tu mamá sobre esto. Ella permite que estén juntos, pero la puerta debe estar abierta, ¿de acuerdo?
Era extraño escucharlo decir eso, casi sonaba...como un padre.
—Está bien —respondí.
Él guiñó un ojo y se marchó.
Damon pareció perderse en mi mirada, y sonrió.
—Amo tocar contigo —susurró.
Supe de inmediato que era una forma indirecta de decirme lo mucho que me quería, y así como entendía su lenguaje, él comprendía mi música.
[...]
El suave susurro de Elaine en mi oído resonó como una nota discordante en medio del bullicio de la escuela.
—Ethan —su voz apenas audible, me hizo girar hacia ella con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Elaine? ¿Qué haces?
—Tranquilo, solo necesito decirte algo —dijo con una nota de ansiedad en su tono.
—Claro, adelante. Dímelo —insté, intentando contener la creciente intriga.
—Pero prométeme que no te alterarás —insistió.
—Te lo prometo —aseguré con solemnidad.
—Está bien, es solo que me pareció...ver a tu hermana llorando en el baño.
Un nudo se formó en mi estómago mientras mis músculos se tensaban involuntariamente.
—¿Ella sigue ahí? —inquirí.
—Um...creo que sí.
Comencé a caminar en dirección al baño.
Sin importarme, atravesé la puerta del baño de chicas. Algunas chicas salieron al verme, pero Ellie no estaba ahí. Me asomé debajo de los cubículos, identificando los característicos zapatos de charol que solía usar.
Suspiré profundamente, apoyándome contra la puerta.
—Ellie, ¿qué pasa?
Escuché un sollozo.
—Es el baño de chicas —dijo, sorbiéndose la nariz.
—Para mí es lo mismo. Todos tenemos necesidades —intenté tranquilizarla, pero su risa amarga resonó en el lugar.
—¿Por qué no me dijiste que te molestaban? —pregunté, sintiendo un ligero pellizco en mi corazón.
—Es la primera vez que vengo a la escuela, no quería que mamá se arrepintiera de permitirlo.
—No, pero pude haber hecho algo —repliqué, deseando haber dado cuenta antes.
—Siempre haces cosas por mí —contrarrestó—. Quería hacer esto por mí misma.
—A veces necesitamos ayuda, Ellie.
—No es verdad. Tú estuviste solo durante mucho tiempo.
—No del todo —respondí—. ¿Sabes? En los días más difíciles, cuando me sentía cansado, la esperanza de volver a verte era lo que me daba fuerzas para seguir adelante
Un breve silencio siguió mis palabras
—Pero no estuve ahí para ti —susurró.
—Y no era necesario. A veces podemos ayudar a las personas con solo saber que están en alguna parte con nosotros.
Después, escuché el pestillo de la puerta y me aparté de esta. Ellie salió, limpiándose los ojos.
—¿Recuerdas a las chicas que me invitaron a su casa? —preguntó y asentí con cautela—. Pensé que querían ser mis amigas, pero me equivoqué. Solo querían tener a alguien a quien molestar.
—Bien. Hablaré con ellas —dije de inmediato, notando la sorpresa en sus ojos.
—No, si lo haces, seguro no me dejarán hasta que termine la escuela —advirtió con ansiedad palpable.
—Confía en mí, me aseguraré de que eso no suceda.
Sonreí cómplice y ella correspondió mi gesto.
—Bueno, ahora sal del baño de chicas, porque esto se está poniendo raro.
[...]
Aprovechando la hora del descanso, me lancé en una búsqueda frenética por el patio, escudriñando entre los rostros a esa chica que Elie mencionó. Conocía su rostro, pues la vi cuando Ellie había entrado a su casa días atrás.
—Oye, Ethan —Elai me alcanzó, trotando hacia atrás—. ¿A dónde vas con tanta prisa?
—Tengo que hacer algo —respondí, con la determinación vibrando en mi voz.
—¿Mmh? ¿Y por qué esa mirada tan seria? ¿Todo bien?
—Pronto lo estará —aseguré, y él se apresuró a seguirme mientras aumentaba mi ritmo.
En medio del bullicio del pasillo, divisé a una chica de un cabello pelirrojo teñido, hablando con otras dos, quienes se reían a carcajadas.
Elai levantó una ceja, sin entender del todo la situación.
—¿No son algo menores?
Me acerqué silenciosamente a la chica en cuestión, y sus amigas voltearon hacia mí, provocando que ella girara para encontrarse con mi mirada. Sus ojos se deslizaron de arriba abajo, levantando las cejas con cierta altivez.
—¿Ustedes fueron quienes molestaron a mi hermana? —mi voz resonó, fría y firme.
Las tres chicas intercambiaron miradas burlonas, desafiándome con su actitud despectiva.
—¿Y tú eres? —cuestionó la principal entre ellas,
Me coloqué frente a ella con determinación.
—Soy Ethan Ackerman, y Ellie es mi hermana.
Una risa sarcástica escapó de sus labios.
—Ahh, ¿esa Ellie? Woah, nunca mencionó que tuviera un hermano. Eres lindo.
Mi semblante se endureció aún más.
—Más vale que te tomes esto en serio.
La sonrisa de la chica se desvaneció gradualmente, su confianza tambaleándose.
—¿O sino qué? —respondió con arrogancia.
—Te lo diré una vez: Aléjate de mi hermana, o me encargaré yo mismo de que te arrepientas el resto de tu vida.
Sus amigas se volvieron hacia ella, esperando una reacción.
—Eso es intimidación —se defendió, pero su tono titubeante traicionaba su confianza anterior.
—¿Y qué? Tú hiciste lo mismo con Ellie. ¿Solo porque eres mujer cambia lo que hiciste?
—Si te metes, mi hermano vendrá —tartamudeó.
—Adelante, si eso es lo quieres, dile que lo estaré esperando.
Hubo un destello de inseguridad en sus ojos. Se alejó con sus amigas con un ligero temblor en las piernas.
—Vaya, Ethan, no sabía que dieras tanto miedo. Recuérdame no meterme contigo —mencionó Elai.
¿Doy miedo?
Damon llegó corriendo a la escena agitado.
—¿Qué ocurrió? —preguntó, alternando los ojos entre ambos.
—Ethan les dio una lección a los chicos que molestaban a su hermana. Deberías haberlo visto —Elai se rió.
Sentí su mirada en mi espalda, pero me negué a voltear. No quería que me viera así. Me quedé pasmado con las palabras de Elai resonando en mi cabeza.
Noté su mano acercándose a mi hombro y, cuando me giré hacia él, forcé una sonrisa.
—Nada, todo está bien.
Comencé a alejarme sin quedarme a ver su expresión. Mientras caminaba, mis manos se convirtieron en puños, y finalmente, abracé mi propio cuerpo, apretando los párpados
Lamento tardar tanto en actualizar, sí terminaré la historia, por si tenían dudas jejeje, mientras les dejo este capítulo
El próximo se viene con mucha tragedia :)
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