Capítulo 2. No es romántico
—¿Cómo fue la escuela? —preguntó mamá al verme cruzar la puerta.
¿Debía decirle que por poco me castigan el primer día?
Sonreí, recordando a Damon.
—Estuvo bien —subí las escaleras, yendo directo a mi cuarto.
Me senté en la silla del escritorio y abrí mi libreta, dejando ir la pluma sobre las páginas. Después de mucho tiempo, finalmente sentí algo más que una sensación de vacío, y mi única forma de expresarlo siempre fue escribiendo canciones que luego tocaba, pero era peligroso. Así que aventando la pluma, cerré el cuaderno y lo dejé a un lado.
La mañana siguiente a ese día, no me costó tanto trabajo como la primera vez acostumbrarme al ruido y movimiento en los pasillos. Damon pasó con un par de chicos alrededor , con quienes se reía escandalosamente; su risa se convirtió en una sonrisa cuando me vio.
De inmediato me vi huyendo de la escena, lleno de remordimiento por haber accedido a su petición. Me preguntaba qué diablos había estado pensando en ese momento. Claramente, no lo estaba haciendo. Creo que me emocioné demasiado con la idea de conocer a alguien de manera convencional y olvidé por qué no confiaba en la gente. No es que Damon pareciera alguien capaz de dañar a otra persona, pero si llegara a importarme aunque sea un poco, tendría el arma más poderosa para lastimarme.
Cuando pensé que estaba lo suficientemente lejos de mí, pasó a mi lado, tomando mi mano en el proceso. Me arrastró hasta la sala de música.
—Oye, ven aquí.
—De hecho iba...
—Está bien, solo escucha. Ayer estuve trabajando en algo, así que quería tu opinión.
Asentí y él sonriendo, comenzó a tocar, algo que sonó mejor que lo de ayer. La atmósfera me absorbió como un mar de recuerdos. Esa canción me resultaba familiar. Seguramente la toqué en algún momento.
—¿Qué opinas? En realidad no es mía, pero le hice algunos ajustes.
—Creo que es mejor que ayer —me encogí de hombros, desencadenando sus risas.
—Rayos, eres muy sincero. Si no fueras tú, me molestaría incluso lo que dices.
—¿Yo?
—Bueno, seguro eres muy bueno tocando, no lo aceptaría de alguien que no sabe. De hecho, ¿por qué no tocas ahora?
Tragué saliva, y gracias a que alguien entró, me salvé de hacerlo.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente al ver aquella cara familiar. Su cabello caía despeinado sobre la cara y sus ojos grandes color miel orbitaban a mi alrededor como si estuvieran estudiando la escena.
—¿La conoces? —le susurré a Damon, incapaz de apartar la mirada.
—Claro que la conozco. Es la encargada del club de música.
—¿Ethan? —inquirió ella, dando un paso vacilante.
—¿Qué?
—¿Eres...eres Ethan?
—¿Elaine?
Antes de que pudiera articular otra palabra, ella corrió hacia mí y me abrazó con tanta fuerza que incluso Damon se apartó.
—Dios, estás bien, pensé que jamás volvería a verte —sentí el calor de su aliento en mi hombro. Un sentimiento de familiaridad invadió mi semblante, pero no supe si era algo exactamente bueno.
Me reí. Ella se alejó y me agarró de los hombros.
—¿Pero qué haces aquí? —me sacudió.
—Esperen. Ustedes dos...¿se conocen?
Giramos la cabeza hacia Damon y Elaine se reincorporó.
—Sí, bueno...éramos amigos donde vivíamos, pero luego Ethan se mudó, y no supe más de él.
Elaine fue lo más cercano a lo que pude llamar una amiga. Ya no lucía como la niña tímida e indefensa que alguna vez conocí; ahora parecía ser alguien más segura y feliz. Nos hicimos amigos debido a unos chicos que solían molestarla en la escuela, y desde que comenzamos a juntarnos, no se volvieron a meter con ella.
—Creí...Cuando te fuiste pensé que no volvería a verte. Las señoras chismosas decían que te habían raptado —hizo una pared en su boca con su mano y una sonrisa divertida surgió en sus labios.
—Eso es...estúpido.
—Fue lo que les dije —asintió—. Cómo odiaba a esas señoras —musitó, mirando a otra parte con recelo—. Por suerte ahora vivo aquí. Mi padre consiguió un buen empleo y nos mudamos a una linda casa por el vecindario. ¿Qué hay de ti?
—Ah, sí. Mi madre se casó de nuevo y nos va bien.
—Woaahh, parece que al fin tuvimos suerte, ¿eh?
Damon frunció el ceño ante ese comentario. Me puse de pie, tomando a Elaine de los hombros.
—Oye, sería bueno ponernos al día, ¿por qué no hablamos después?
Ella asintió, sonriendo con los dientes, y se alejó hacia otra parte del salón. No quería profundizar sobre mi ausencia ni en las especulaciones, al menos no frente a Damon.
—¿Por qué no...hablas con ella? Seguiré practicando un poco —Damon no se veía muy cómodo al decir eso, pero le hice caso y me acerqué a ella mientras ordenaba los instrumentos.
—¿Y le enseñas a Damon o algo? —preguntó al sentir mi presencia detrás. Dirigimos la mirada a él, quien tecleaba las teclas como si fuera un niño, lo que nos hizo reír.
—Eso creo, pero no estoy seguro de que funcione.
—¿Por qué no? Si alguien puede lograr que él aprenda, ese eres tú.
—Sí, pero...no sé si realmente quiero hacerlo.
Ella sonrió.
—Veo que en eso no has cambiado. Sigues siendo el mismo Ethan que se aleja de las personas.
Nuestros ojos se encontraron.
—No lo hago, no me alejé de ti.
Sus labios se unieron en una sonrisa.
—Y no, porque no podías dejar a la niña frágil atrás, pero ya no tienes que hacerlo más —dio un paso hacia mí e incliné la mirada, ya que ella era más baja—. Ahora también puedo cuidarte.
Desvié la mirada. Permanecí a lado de Elaine porque siempre me recordó a mi hermana; todo lo malo que veía que le pasaba, era como pensar que a Ellie también podía ocurrirle, y no podía soportarlo.
—¿Y? ¿Piensas entrar al club de música? —cambió el tema al notar mi silencio—. Las audiciones son dentro de poco.
—No realmente —contesté.
—Es una pena. Habría sido lindo tenerte.
Estaba a punto de decir algo cuando sonó el timbre.
—Uy, nos vemos después. —me abrazó nuevamente y salió de la sala, saludando a Damon antes de irse. Cuando me volteé, él estaba mirándome, pero se giró bruscamente.
—Creo que debería irme también —sonrió, pareciendo incluso tímido, pues era más alto, pero estaba encogido de hombros—. Espero escucharte después.
Se fue corriendo, mientras me quedé ahí. Sabía que no podía evitarlo todo el tiempo; en algún momento tendría que decirle que en realidad no pensaba en volver hacerlo, pero romper su ilusión no sonaba muy emocionante.
Me dirigí a la clase de química por primera vez. Al encontrar el salón, todos estaban de pie platicando, así que me escabullí entre ellos. Miré a mi alrededor sin encontrar a Damon; parecía que él no estaba en esa clase.
Me senté junto a la ventana, mirando hacia afuera e ignorando lo que sucedía a mi alrededor. Afuera, los chicos del equipo de fútbol americano daban vueltas por el campo. Noté que uno de esos chicos era Damon. Al llegar al final de la recta, todos se detuvieron agotados mientras él reía y un chico pelirrojo se acercaba para darle unas palmadas en la espalda.
Me distraje cuando una chica chocó contra mi mesa.
—¡Ay! Lo siento, no te vi —se disculpó con una sonrisa resplandeciente, llevándose un mechón de cabello detrás de la oreja—. Es que este idiota me empujó —le dio un ligero golpe al chico de cabellos despeinados, cuyos ojos grises luego se posaron en mí.
—Oye, este idiota tiene nombre. Soy Kian —extendió la mano, sonriendo tanto que sus ojos se achicaron—. Y tú eres el nuevo, ¿no? —enarcó una ceja, y yo asentí, devolviendo el saludo.
—Soy Ethan.
—¿Por qué no te sientas con nosotros? Debe ser solitario ser el nuevo —comentó.
En realidad prefería estar solo, pero ni siquiera tuve el tiempo de negarme.
—Sí, siéntate con nosotros —la chica me hizo una seña con la mano y miré una última vez la ventana antes de seguirlos—. Este es el idiota que ya conoces —señaló a Kian—. Ella es Holly —indicó, y una chica de una cabellera pelirroja me sonrió, la cual me resultó contagiosa—. Y por supuesto su servidora: Gwen —se llevó una mano al pecho.
Los chicos resultaron ser bastante agradables, aunque Gwen y Kian aprovechaban cualquier ocasión para discutir. A pesar de ello, algo seguía molestándome.
Pasé las horas siguientes junto a ellos, por un lado me mantuve en silencio, y por el otro, Holly me explicó que esa era la dinámica habitual entre ellos y que ella siempre los escuchaba. Ahora, yo también lo haría.
Cuando la clase terminó, recogí mis cosas y noté que el llavero que llevaba en mi mochila no estaba. Probablemente lo había perdido en el salón de música. Al regresar allí, lo encontré tirado junto al piano. Mientras me agachaba para recogerlo, noté una puerta en el salón que antes no había visto.
Por curiosidad abrí la puerta, dando con el auditorio, que era alumbrado con pequeñas luces amarillas de brillo tenue. Un piano se destacaba en el escenario, y sin darme cuenta, me vi caminando hacia él, mientras mis pasos resonaban en las paredes del lugar.
Me senté y puse mis manos sobre las teclas. Mi pulso temblaba, así que solté un largo suspiro para relajarme. Traté de alejar los pensamientos negativos que nublaban mi juicio. Con dudas al principio, comencé lentamente a tocar la canción. Sentí cosquilleos en las yemas de mis dedos y una corriente electrizante recorrió mi cuerpo. Cada melodía parecía una conversación con mis propios miedos, cada nota una lucha interna entre el deseo de expresión y la ansiedad por el juicio. Al finalizar, me costó despegarme, lamentando haber dejado esto atrás. De no ser por Damon, probablemente nunca me habría atrevido a intentarlo de nuevo.
Tomé mis cosas dispuesto a retirarme, y para cuando me di la vuelta, un chico de anteojos estaba parado allí, observándome.
—Ah, lo siento —me rasqué la nuca apenado—. No vi que estabas ahí. Yo...yo ya me iba —caminé, pasando a su lado, hasta que sus palabras me detuvieron.
—¿Puedo escucharte de nuevo? —preguntó repentinamente, elevando un poco la voz, lo que me desconcertó.
—¿Cómo dices?
—¿Que si puedes volver a tocar? —inquirió, esta vez más tímido, bajando la mirada.
Mis ojos se abrieron más, pero luego sonreí, pues su gesto me resultó tierno, con las mejillas levemente sonrosadas, lo que lo hacía aún más adorable.
Pensé en lo de hace un momento. Quizás me equivocaba, o no, pero acepté que volver a la música no significaba eliminar completamente mis dudas.
No sé si sería tan bueno como antes, ni siquiera si habría alguien escuchándome, pero eso ya no tenía importancia. Lo que importaba es que estoy aquí, con el corazón abierto y las manos dispuestas a redescubrir ese mundo y sonidos que alguna vez abandoné por temor.
La música siempre había sido mi refugio, mi forma de expresar lo que tanto me costaba hacer con palabras. Y hoy, después de tanto tiempo, volvía a abrazarla, dispuesto a enfrentar cada nota, listo para dejar que la melodía curara las grietas de mis inseguridades.
—Claro, estaré en las audiciones para el club de música.
[...]
No sé cómo pude convencerme de que sería capaz de tocar; la primera vez fue pura suerte y algo de inspiración, pero había olvidado lo difícil que era tocar una canción, incluso si esta ya existía. Sí, es verdad que dije que trataría de entrar a ese tonto club, pero no significa que fuera realmente cierto. Ni siquiera tenía idea si lograría estar listo para entonces. Gruñí, exasperado, rindiéndome demasiado pronto.
—Ey, ¿vienes a tocar? —me giré rápidamente a Damon que estaba en el marco de la puerta sonriendo.
—No, solo vine por algo que olvidé —mentí, no quería que la primera vez que me escuchara fuera tan desastrosa como mis intentos anteriores—. ¿Ibas a ocupar la sala?
—Ah, sí, yo... —al escuchar eso me dirigí a la puerta, hasta que él se interpuso—, p-pero podemos tocar algo juntos —no supe si se debía a su tono de piel, pero sus mejillas estaban más rosas de lo normal.
—¿No deberías estar en clase? —pregunté.
Ladeó la cabeza de un lado al otro de manera extraña, como si sus movimientos fueran mecánicos.
—Ahhh, sí, pero no tengo problema si llego tarde.
Estreché los ojos, porque seguramente estaba mintiendo, aun así, fingí creerle.
Me senté frente al piano y él imitó mi acción.
—Conoces los acordes básicos, ¿no? —pregunté.
Asintió.
—Okey, olvídalos.
Su sonrisa se desvaneció.
—Desde pequeño me enseñaron que para aprender algo, debes desaprender lo que ya sabes de ello. Escucha —me lamí los labios un tanto nervioso. Traté de disimular el temblor en mi mano, esperando que Damon no lo notara. Recé para mis adentros, deseando que mis manos no me traicionaran y las moví por las teclas. Sorprendentemente, no sonó tan mal—. ¿Qué fue lo que oíste?
Él se quedó pasmado como si no entendiera a lo que me refería.
—¿Música? —titubeó.
—Ah, sí...técnicamente. Pero no solo eso, cualquiera podría sentarse aquí, tocar las teclas y hacer ruido, ¿pero tendría significado?
—Eh...¿no?
—Sí —respondí—. Damon, cada quién tiene su percepción de las cosas, del sonido, la vista...Cuando te escuché a ti, no fue exactamente una melodía lo que percibí, pero tenía sentimiento, y es lo que mucha gente no tiene aunque toque la pieza más difícil del mundo.
—¿Eso es bueno o malo? —levantó una ceja.
—Eso tendremos que verlo —sonreí, y ambos colocamos las manos en el teclado. Comencé con los primeros acordes, observándolo; él sonrió al reconocer la pieza y se unió a mí. Era una canción animada, llena de matices. El ritmo era vertiginoso y apenas logramos mantener el compás, lo que nos llevó a estallar en risas cuando terminamos.
Nuestras risas cesaron al momento que nuestras manos se rozaron accidentalmente, sorprendiéndome el contacto, provocando que me apartara de inmediato.
—Debo irme —dije y salí del cuarto.
¿De qué escapaba realmente?
¿De la música o de Damon?
[...]
—¿Creen que si me salto una clase me castiguen? —Kian cruzó las manos, como si tramara un plan.
—Probablemente nadie lo note —dijo Gwen y él le lanzó una mirada fulminante.
—¿Qué tiene eso de divertido? —pregunté.
Los tres giraron hacia mí con los ojos bien abiertos.
—¿Qué tiene? ¡¿Que qué tiene?! —exclamó Gwen, apoyando las palmas sobre la mesa—. ¿Nunca has odiado tanto una clase que quieras saltar por la ventana?
—Ah, bueno... —me erguí en mi sitio— en realidad no había ido a la escuela antes.
Intercambiaron miradas sin entender.
Holly ladeó la cabeza.
—¿Cómo?
—Bueno, estudiaba en mi casa, así que...esta es la primera vez que vengo.
Se quedaron en silencio, lo que me hizo pensar que probablemente me consideraban la persona más extraña del mundo y que, después de esto, no querrían volver a hablar conmigo.
Gwen parpadeó.
—¡Entonces tienes que saltarte tu primera clase! —se levantó de golpe.
—Sí, grítalo, que todos se enteren —murmuró Kian.
—Ellos no son la mejor influencia —Holly puso una mano en mi hombro—, pero son buenos.
En cierto modo, me preocupaba no mantener un buen promedio, pero dudaba que faltar a una clase tuviera un gran impacto, ¿o sí?
Luego del final de las clases, salí para dirigirme a casa. Por suerte, mamá no había enviado el auto hoy, puesto que le dije que no me sentía cómodo yendo en él; al principio estaba reticente a la idea, pero dado a mi insistencia, por fin cedió.
De pronto algo chocó contra mi cabeza. Comencé a sentir el dolor propagarse, por lo que me llevé la mano a la cabeza, alcanzando a ver un balón de americano caer a mis pies.
—¡Lo siento! —escuché una voz a lo lejos cada vez más cerca—. ¿Estás bien? —un chico llegó corriendo hasta mí. Mi visión resultó difusa al tratar de enfocar su rostro, y a pesar de ello, algo en su rostro me resultó familiar.
—Estoy...estoy bien —arrastré las palabras, sintiéndome aturdido.
—¿Quieres ir a la enfermería? Yo... —sus manos me agarraron los hombros, sin saber muy bien qué hacer.
—No, estoy bien, en serio —traté de aclarar mi vista, disipando poco a poco el dolor.
—Idiota, ¿qué le hiciste a mi amigo? —se hizo presente la voz molesta de Damon y seguido sentí un brazo rodear mis hombros. ¿Cómo es que estaba aquí?
—Ah, solo le pegué, pero no fue mi intención —su voz tembló.
—Te voy a... —Damon levantó el puño dispuesto a pegarle.
—Está bien —interrumpí, levantando la cabeza para sonreírle.
Me miró no muy convencido, cuestionando mi juicio.
—Okey, pero te llevo a casa —dijo.
—No, no hace falta. Alguien viene por mí —otra vez estaba mintiendo.
—No sabemos cuándo lleguen, además, podría pasarte algo en el camino.
Su preocupación era incluso demasiado para mí, bueno...en general no me acostumbro a que alguien se preocupe por mí.
—Vamos.
Torcí mi rostro en una mueca. Tampoco estaba muy seguro de que a mamá le gustaría la idea de saber que regresé con alguien.
—Anda, Ethan.
Accedí por fin, sin poder despejar mi mente de aquellos pensamientos, pero cuando ponía esa cara era casi imposible negarme, lo cual no sé si me gusta o me asusta.
—Perdón que interrumpa, ¿pero... —el chico que olvidé estaba allí, nos señaló a ambos.
—Ah, sí, sí. Él es Ethan, el chico que me está enseñando a tocar —Damon respondió más rápido de lo que yo habría podido.
¿Él le había hablado de mí? Apenas llevamos como dos días de conocernos. No es que me moleste, pero...
—Espero que hagas un buen trabajo, porque ya no lo soporto —el pelirrojo puso los ojos en blanco, y no pude evitar reírme por la expresión seria que hizo Damon.
—Cállate, no tomo en cuenta opiniones que no sean de músicos. Además, él dice que no toco tan mal, ¿no? —Damon me miró emocionado, que odié ser el que terminara con esa ilusión, así que preferí quedarme callado.
—Sí, bueno, tan mal no es bueno —recalcó el otro, a lo que él le lanzó una mirada ceñuda.
—Tan mal es, puede mejorar. Al menos tiene arreglo —le dirigí una sutil sonrisa, y él se quedó en silencio mirándome como si sonriera con la mirada.
—Bueno, los dejo, porque tengo entrenamiento —el chico interrumpió, sacándome de esa burbuja en la que me había metido—. Nos vemos en casa, bueno, tú no Ethan, tú...
—Ya entendió —Damon volcó los ojos.
Mientras caminábamos, observé de soslayo a Damon, quien jugaba con sus dedos y se mantenía más callado de lo normal. Yo no era muy buen conversador, así que prefería cuando él iniciaba las conversaciones. Suele gustarme el silencio, pero cuando se trata de él, me gusta cuando habla.
—Y Elai y tú... ¿desde cuándo se conocen? —quise hacer la plática con lo más estúpido que se me ocurrió. Al darme cuenta de mi error apreté los párpados al recordar que antes de irnos el pelirrojo me gritó su nombre, y dijo que era su hermano, explicando el por qué se me hacía conocido, pues era idéntico a Damon, a diferencia que este tenía los ojos de un azul pálido y el cabello anaranjado.
—Emmm, ¿desde siempre? —Damon se rió—. ¿Tú tienes hermanos? —me preguntó.
—Sí, una hermana menor. Su nombre es Ellie. Es un poco más baja que yo, también tiene los ojos cafés, pero más grandes, y es muy, pero muy inteligente.
—Suena a una mini tú. ¿Es linda? —preguntó.
—Claro que lo es —contesté con obviedad. Acordarme de ella siempre era bueno para mejorar mi humor, más si se trataba de un mal día, pero en ocasiones, cruzaban por mi mente las partes no tan agradables—. Me gustaría presentártela, pero ella no habla mucho, así que...
Las palabras se atascaron en mi garganta y nunca salieron. Ellie padece de trastorno de ansiedad social desde que puedo recordar. Cuando volví a verla después de años, ella ya no era la misma; esto se debe a traumas que pueden ocurrir en la infancia, como abusos o maltrato. Dicho trastorno, se refiere a aquellas personas que sienten más que tímidez al relacionarse con desconocidos, es un temor real, les cuesta el habla y el contacto visual.
—¿Es tímida o algo? —levantó una ceja, inspeccionando mi repentino cambio de ánimo.
—No es eso. Ella no habla con nadie que no seamos yo o mis padres. Es... —solté un suspiro mezclado con un gruñido— complicado.
Damon se mordió la lengua, o al menos eso supuse por el bulto que se formó en su mejilla. Por un instante pareció que no sabía qué decir, pero después me puso una mano en el hombro.
—Si es aún más complicado hablarlo, entonces no lo hagamos.
Ahí estaba esa sonrisa de nuevo e imité su gesto.
Comenzaban a gustarme sus sonrisas, y sonreírle de vuelta.
—Bueno, debo irme —dije—. Si alguien me ve llegar contigo seguro me matan.
Damon enarcó una ceja.
—¿Y cuándo volveré a verte? Parece que es muy difícil encontrarte.
Mis labios se unieron en una sonrisa y dije antes de darme la vuelta:
—Nos veremos pronto, lo prometo.
Entré a la casa y Ellie me recibió con un fuerte abrazo, colgándose de mi cuello.
—¿Desde cuándo pesas tanto? —pregunté.
—Desde que crecí, hermano. Tal vez no lo notaste porque no estabas aquí.
Mi sonrisa disminuyó un poco ante el comentario, pero me recuperé.
—Tienes razón, ya eres una niña grande —le acaricié el cabello.
—Ethan, ve a cambiarte. Elijah llegará pronto con la comida —habló mamá desde el sillón en el que estaba sentada. Desde que volví, parece que el lugar junto a la ventana era su favorito.
—¿Por qué no vamos al restaurante? —propuse, haciendo que ella despegara los ojos de las páginas del libro que leía.
—Sabes que no podemos, Ethan. Además mira, la casa es muy acogedora.
Asentí, deshaciéndome de esos tontos pensamientos. Fui a mi habitación, quitándome la corbata para después aventarla sobre la cama. Me situé frente al espejo y comencé a desabrocharme los botones de la camisa, hasta que unos ruidos en la ventana me alarmaron, y me exalté al ver a Damon escalar por esta, haciéndome retroceder, apoyando una mano en el escritorio cuando mi cuerpo chocó en este.
—Pe-pero ¿qué estás haciendo? —mi cara debió lucir como todo un poema. ¿Que no esto solo pasaba en las películas? Además, pudo haberse caído o algo.
—Descubrí que hay muchas otras formas de entrar a una casa que no sea la puerta —miró la ventana de manera burlona. ¿Qué le sucede?, ¿acaso está loco?
—¿Por qué? —mi cara formó una mueca de consternación.
—Ah, dijiste que nos veríamos pronto —sonrió sin culpa.
—Pero este pronto es muy pronto —recalqué.
—Mmm —apretó los labios mientras estrechaba los ojos—. Creo que tenemos un concepto muy distinto del tiempo.
Dio unos pasos hacia mí.
—¿Quieres ir a una fiesta? —preguntó, cambiando el tema de repente.
—¿Qué? —parpadeé confundido.
—Habrá una en casa de Sky. No la conoces, pero pronto lo harás —una chispa cruzó sus ojos a su sola mención—. Por dios, esa chica es todo lo que está bien —se pasó la mano por el cabello y supe para dónde iba esto.
—¿Te gusta? —inquirí dudando.
—¿Qué si me gusta? —abrió los ojos—. Es mucho más que eso. Es un slash y push y boom —pero yo seguía sin entender, así que una sonrisa se formó en sus labios y desplazó sus ojos al piano—. Suena algo así, ¿puedo?
Asentí, y lo seguí con la mirada hasta el piano. Sus dedos apenas rosaron las teclas, y aunque al principio se veía un poco inseguro, emitió el primer sonido, oprimiendo con la mayor suavidad que pudo. Cuando la música alcanzó mis oídos, me fue inevitable despegarle la mirada. A pesar de que su tocar no era el más agradable al oído, tenía una chispa en cada estrofa, una que ni siquiera yo con años de práctica había conseguido.
Cuando la última nota se desvaneció, él miró las teclas con melancolía.
—Siempre he querido mostrarle esta canción, pero no la he terminado y no me atrevo a hacerlo, porque cuando lo haga significa que deberé decirle lo que siento.
Sonreí al comprender su situación y me senté a su lado.
—Parece muy grave —mencioné.
—Lo es, a este paso terminaré virgen y solo hasta los cuarenta.
Mis ojos se expandieron de la impresión, seguido por risas, aunque a él no le ocasionó la misma gracia, sin embargo, sonrió.
—Eso es demasiado —mencioné, acallando mis risas.
—Pero nadie quiere coger conmigo.
Casi me atraganto con mi propia saliva por lo directo que fue.
—Oh, lo siento. ¿Ese tema te incomoda? Porque si quieres podemos dejar de hablar de eso —agitó las manos.
—No es eso. En realidad, yo diría...que hay muchas chicas en mi clase que harían lo que fuera por estar contigo.
Y era cierto, desde que llegué no había parado de oír hablar a las chicas de lo guapo que era, o lo atlético o....Ajá, bueno, ya saben.
—¿Eso crees? —me miró sorprendido, como si no se diera cuenta de su propio atractivo—. Dime —se giró para tenerme de frente—. Si fueras una chica, ¿estarías conmigo?
—Hmm —ladee la cabeza, pensando en la respuesta—, no creo tener que ser una chica necesariamente para quererlo, pero sí, eso creo.
Con eso una sonrisa se dibujó en su rostro y se puso de pie decidido.
—¿Entonces vienes o no? —enarcó una ceja, y no supe qué responder.
Quería una vida de un adolescente normal; pero no sabía si esto era precisamente lo que quería, porque por más que lo intentara, e hiciera cosas de chicos, nunca sería normal.
Pero Damon me hacía sentir como si ser yo no fuera tan malo, aunque me asustaba en lo que me pudiera convertir estando a su lado.
Sin embargo, él volvió a sonreír, y yo volví a caer, más fuerte que antes.
Ahhhh, vengan las trincheras para el nuevo personaje! >0<
No, no cierto.
Puro amor y paz aquí :)
Perdonen los errores, porfas díganme cuando vean uno. El otro día escribí que Damon le agarró los huevos a Ethan
(T▽T)
O sea, sí, pero todavía no
En fin, cuídense porque la enfermedad anda fuerte
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