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𓆩Capítulo 03𓆪


Lo que no dicen en los libros antiguos es que cada transformación puede volverte en extremo violento o aumentar tu libido.

A Hunter le sucedió lo segundo. 

Su boca se movía sobre la mía con desesperación mientras me apretaba con más fuerza. Era una total locura que no podía parar o, más bien, no quería parar. 

Un suspiro se escapó de mis labios y eso me hizo regresar a la realidad. Bajé mis manos de su cuello a su espalda y sentí cómo, poco a poco, las alas se metían de nuevo, dejando un rastro de sangre que limpié con mis dedos. 

Había funcionado, el brebaje había funcionado y ya no existía peligro, sus alas estaban bajo control. 

Me separé de él y me quité su saliva de los labios. 

—¿¡Qué mierda acaba de pasar!? 

Hunter se tocó como loco la espalda y yo le tuve que hacer señas para que bajara el volumen de su voz. 

No encontraba las palabras adecuadas para explicarle lo que estaba pasando y deseé con todas mis fuerzas que mamá y papá llegaran rápido. 

—Te han convertido en un ser alado, debes saber que… 

—Mi espalda, ¡tengo dos gusanos dentro! 

—No son dos gusanos, son alas y si no te calmas, te van a desgarrar la espalda para poder salir. 

Su cara de horror me dio mucha risa que disimulé con una tos muy falsa.

—¿Tú me hiciste esto? 

—¿Qué? Claro que no. Escucha, debes mantener la calma mientras mis padres vienen… 

—No, necesito ir a un hospital. —Me empujó y buscó con desesperación su camisa.

No podía culparlo, era la menos indicada para hacerlo. Sin embargo, debía intentar que las cosas fueran un poco mejor y más comprensibles para él. 

Al ver que intentaba trepar por la pared del baño, todo rastro de amabilidad y mi sonrisa desaparecieron. 

—¡Ayuda! 

—Hunter, por favor. Siéntate y te lo explicaré todo —suspiré—. Deja de actuar como loco. 

—Tú eres la única loca, no te me acerques más. 

Dicho esto, salió del baño e intentó escaparse como siempre. Para nuestra mala suerte, las luces de afuera indicaban que alguien había llamado a una patrulla para controlar el alboroto de antes. 

—Ya no eres tan rudo si de estar en la cárcel se trata —dije riendo. 

—¿Quieres apostar? —Su mirada intimidante me dio risa—. Ahora quítate de mi camino… 

Hunter se tambaleó y corrí para sostenerlo y que no cayera al piso. 

Sus manos se aferraron a mi blusa y todo mi cuerpo sintió su corazón acelerado. Algo en su espalda se movía y pasé mis dedos con cuidado, mientras él lanzaba unos gruñidos de dolor. 

Estaba tan concentrada en él, que por poco y no escucho mi celular sonar. 

—¿Mamá? —contesté, sosteniendo aún a un delirante Hunter—. Estamos atrapados en el baño del mercadillo. La policía está afuera y el chico está a punto de convertirse de nuevo. 

—Nes, escúchame bien. —Quién hablaba era papá—. Salgan por la puerta de atrás, los estaré esperando allí. 

—Está bien —en ningún momento corté la llamada—. Hunter, debes caminar. 

Sus gruñidos comenzaron a inquietarme y más cuando sentí un hilo de sangre bajar por su espalda. 

—Duele… —dijo entre dientes. 

—Ya lo sé, pero debemos ir a mi casa por medicina. —Tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a verme—. Mis padres son los únicos que pueden ayudarte. 

Sus ojos se movían a todas partes y estaba sudando a chorros. A pesar de la confusión, asintió levemente y comenzó a caminar. 

Tuve que arrastrarlo para salir del baño y escabullirnos por la puerta de atrás. 

Enfrente, los policías hablaban con los idiotas con los que tuvimos la pelea anterior y estos señalaban al otro lado de la calle.

—¡Ayuda! —gritó Hunter y su voz sonó como la de una niñita por el dolor. 

—Silencio —susurré, tapando su boca con mi mano.

—Ayuda —repitió. 

Le di un golpe en la espalda como respuesta. 

Enseguida me arrepentí cuando se retorció de dolor y me vio con ojos de que me mataría. 

Después de su numerito de damisela esperando a ser rescatada, logramos salir sin ser vistos por la policía. 

—Está peor de lo que pensé —dijo papá y bajó del carro. 

Entre los dos lo metimos en el asiento de atrás y me preocupé al no ver a mamá en ningún lado. 

—Surgió otro problema —dijo papá al notar mi confusión—. Tu mamá se encarga de eso por ahora. 

—¿Qué?

Me subí al asiento del copiloto y papá arrancó. 

—Le pareció ver un presagio rondando por la casa. 

Eso tenía sentido, ese monstruo podía ser el responsable de lo que le estaba pasando a Hunter y de mis constantes transformaciones. 

—Ayuda… 

Volteé a ver a Hunter, quien seguía lanzando esos sus lamentos y gritos de auxilio. 

—¿Le hiciste algo? —preguntó papá mientras se pasaba un semáforo en rojo. 

—Ignóralo, piensa que lo secuestramos. 

—No está lejos de la realidad. 

No era para tanto. Mejor me aferré con más fuerza al asiento, ante las vueltas bruscas de papá y su excesiva velocidad. Hunter no corrió con la misma suerte, su cuerpo parecía un muñeco dando vueltas en el asiento de atrás. 

Cuando por fin el jardín de flores rojas de mi casa apareció en mi campo de visión, la cabeza me dolía y estaba a punto de vomitar.

Papá bajó a Hunter arrastrado y lo dejó en la puerta de la casa.

—Llévalo a tu habitación, ya sabes cómo curarlo.

—¿Qué? No, papá... —dije desesperada e intenté detenerlo.

—Nes, debo ir con tu mamá. No podrá ella sola.

Solté su brazo y dejé que subiera al carro de nuevo.

—Pídele ayuda a Rex —dijo antes de irse—. Volveremos pronto. Te amo, hija.

—Y yo a ti, papá.

El carro se alejó a toda velocidad y yo hice lo mismo. Regresé al lado de Hunter, quien se arrastraba para llegar a la carretera.

—No tan rápido, chico malo.

Lo tomé de los pies y lo arrastré al interior de la casa. Sus gruñidos y su tos alertaron enseguida a Rex. El pobre hombre llegó cojeando y me vio asustado.

—Ayúdame a llevarlo a mi habitación. La historia es larga, pero te la contaré después.

El hombre asintió y tomó a Hunter de los pies.

—¿Qué mierda? ¡La muerte en persona! —gritó Hunter.

—No, tonto. —Le di otro golpe en la barriga—. Es solo mi vecino.

El tonto ya no habló más y nos fue un poco fácil meterlo hasta la cocina. Me detuve por un momento para tomar un vaso con agua y ofrecerle uno a Rex.

—Estoy bien. —Se jugó sus esqueléticas manos—. ¿Estamos en peligro?

—No, descuida —mentí—. Él solo es un…

Dos golpes en la puerta nos alertaron. ¿Acaso mamá y papá habían olvidado sus llaves?

—Iré a ver quién es —dijo Rex y me lanzó una última mirada asustadiza.

Suspiré sin prestarle mucha atención y le pasé el agua a Hunter. Bebió torpemente y paró escupiendo todo en mi blusa.

Estaba acabando con mi paciencia, pero me esforcé por controlarme.

—Está bien. —Sonreí, aunque por dentro quería matarlo—. Espérame aquí, te pondré compresas frías en la espalda. Te vas a poner mejor.

Hunter ya no se molestaba en contestar. Sus ojos apenas y se mantenían abiertos, mientras que su cabeza caía sin fuerza sobre su hombro. Era un dramático.

—Dame más de esa cosa amarga…

—No. —Vi su espalda, estaba lisa y sin rastro de sus alas—. Solo funciona si tus alas quieren salir. Lo que tienes ahora es debilidad por…

—Señorita Agnes, hay un problema.

La voz de Rex en la entrada me hizo alejarme del tonto de Hunter.

—Espérame aquí.

Se negó a dejar que me fuera y su mano aferró con fuerza mi pantalón.

—No, no, iré contigo. No pienso quedarme solo en esta casa del siglo pasado.

Auch, no tenía por qué insultar los adornos.

—Hunter, basta. Debes descansar.

Iba a mandarlo al suelo de un empujón, pero los gritos insistentes de Rex me hicieron correr a la puerta, con el tonto de Hunter siguiéndome como perrito.

Al llegar, Rex nos daba la espalda, con sus piernas temblando como gallina con frío. Estaba parado frente a la puerta, por lo que tuve que tomarlo del hombro para que se diera la vuelta.

Era muy asustadizo y justo lo mismo había pasado meses atrás, cuando un enorme murciélago estaba cerca de la puerta.

Esta vez fue diferente.

Al apartarlo de la puerta, la que casi se orina en los pantalones esta vez fui yo.

Tenía mucha sangre en su camisa y, donde debía estar su corazón, no había más que un enorme agujero negro.

—Oh por Dios, oh por Dios. ¡¡¡Rex!!!

El pobre Rex se desplomó sin vida a mis pies.

En el umbral de la puerta descansaba una mujer de apariencia pordiosera. Su cabello largo y graso cubría gran parte de su cara y su ropa, que no era más que una tela blanca muy fina.

—Oye, regresó la sangre —Hunter me hizo a un lado y pudo ver lo que ocurría.

Lo ignoré.

El cabello en el rostro de la mujer se movió levemente, dejando ver parte de su sonrisa llena de sangre.

—Dime que es parte de tu familia —susurró Hunter abrazado a mí.

No respondí, solo cerré la puerta en la cara de la mujer y retrocedí un par de pasos.

—Mató… Mató a ese hombre…

Lo tomé de la mano y juntos subimos corriendo las escaleras. Una sombra negra se movía afuera de la casa y chocaba como loca contra las ventanas, buscando una oportunidad para entrar. Hasta que lo logró.

Lo último que vi fue cómo la mujer entraba por una ventana de la cocina, arrastrándose entre los vidrios y con sus ojos fijos en nosotros. Su cabeza giró de forma violenta y lanzó un grito estruendoso que casi desmayó a Hunter.

—¡Entra rápido! —grité.

Hunter me hizo caso y entró a mi habitación. Yo hice lo mismo mientras la mujer subía las escaleras a cuatro patas, como un animal. Cerré la puerta justo a tiempo y ella impactó contra la madera.

—Ayúdame a correr el escritorio —le pedí.

Entre los dos corrimos el pesado mueble para tapar la puerta, mientras la mujer daba golpes del otro lado y lanzaba esos mismos gruñidos de advertencia.

—Mierda, mierda, mierda —Hunter se llevó las manos a la cabeza y se sentó en mi cama—. Esto es una auténtica locura. No lo vas a creer pero... Esa mujer es la misma con la que me besé ayer en la discoteca.

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