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𓆩Capítulo 02𓆪


Las vendas en mi espalda no me dejaban ni respirar.

No le había contado nada a mis padres sobre el pequeño accidente en la bodega. No quería el regaño que me darían al enterarse de que me había quedado sin provisiones del brebaje.

En fin, el día iba de mal en peor. Odiaba las mañanas lluviosas, en especial porque me sentía pesada y lenta. El sol siempre ayudaba a que el dolor fuera más llevadero, pero si no salía en toda la mañana, estaba perdida.

Cambié al instante mi expresión de dolor por una sonrisa al ver a mi amiga acercarse.

—Nes, buenos días —Julie llegó corriendo a mi lado—. ¿Me acompañas a comprar un pastel y un jugo? No he desayunado.

—¡Hola, hola, hola! Claro, solo si me invitas también a uno —respondí energética y la abracé.

Asintió con una risita. Estaba más feliz de lo normal y sabía bien el motivo. Ayer habíamos visto una película, era la adaptación de un libro que a ella le encantaba. Y desde que apareció el protagonista, no paraba de repetir que era idéntico a Hunter.

Sinceramente, yo no había visto la película. En lo que ella lloraba a mares sentada en el sillón, yo saqueaba su cocina. Preparé un helado gigante con todos los tipos de toppings que existen y le mandé varias fotos a Pau.

Claro que Julie me gritó que regresara al sillón para ver la aburrida película y yo no lo hice. Daba gracias al cielo por eso.

—Sus ojos son iguales, incluso el corte de pelo y esa forma en la que susurra es tan sexy. No sé qué pensar, se parece mucho a Hunter.

—Claro, lo que digas —dije mientras le daba me gusta a todas las publicaciones que aparecían en mi perfil de Instagram.

—Dicen que él fue quien pinchó la llanta de la maestra de educación física. Yo sí lo creo, es un chico malo.

Y así duró quince minutos mientras hacíamos la fila en la pastelería. Pronto me aburrí de ver publicaciones sin sentido y, sobre todo, de escuchar a Julie hablar sobre Hunter. La plaza y sus cinco locales cada vez se hacían más pequeños y parecían que daban vueltas. Estaba a punto de explotar. Si escuchaba una vez más el nombre de ese tonto…

—Oh, ahí está —dijo Julie, apretando mi brazo con fuerza—. ¡Vámonos! ¡Qué no me vea!

—Julie, llevamos quince minutos haciendo fila para comprar y no me pienso ir solo porque…

Una especie de luz blanca salía del cuerpo de Hunter y solté mi bolsa con dinero. Esa aura blanca que lo envolvía no era normal, era justo como la de mis padres.

Hunter me sorprendió viéndolo. Esta vez no me sonrió de forma descarada ni me guiñó un ojo. Más bien, su mirada era de terror y se frotó los ojos con la manga de su camisa.

No, ese fulano no podía ser uno de nosotros. ¿Qué demonios hacía en mi escuela? ¿Por qué no había visto esa aura en él ayer?

—¡Hola, princesas de mi corazón! —Benny apareció en la fila y abrazó a una incómoda Julie—. ¿Qué hacen?

—Esperando comprar algo para el desayuno, pero al parecer, Nes se quedó boba viendo a Hunter —dijo mi amiga con enojo.

Su conversación era muy lejana. Yo seguía en ese extraño trance, sin poder creer lo que veía. Ese tonto tenía el aura de un ángel. Imposible, ayer era un tipo totalmente normal.

—Es guapo el nuevo, ¿no? Hasta aquí veo cómo se te cae la baba por él —dijo Benny, tirando besos al aire.

—Claro que no. Deja de molestar.

Una chica saltó sobre Hunter y cortó esa extraña conexión de miradas que teníamos. Me sentí aliviada al salir de ese trance.

Jamás me había pasado algo igual. ¿Quién demonios era ese tipo?

La chica lo lanzó sobre una banca un poco escondida, se sentó sobre él y lo siguió besando. Vi claramente cómo dos bultos se asomaban en su espalda. El muy idiota estaba a punto de sacar sus alas frente a todos.

Sin pensarlo, salí de la fila de inmediato y corrí como loca hacia él. Debía detenerlo, nadie podía saber nuestro secreto, nadie podía saber la clase de monstruos que éramos.

—¡Hunter! —grité mientras le daba un manotazo en la cabeza.

El estúpido dejó de besar a la chica y después me vio de una forma que podría jurar que quería matarme.

—Vamos —ignoré la mirada de todos—, debemos hablar.

—No puede ser, ¡Nes está saliendo con Hunter! —comenzaron a corear los de la fila.

Hice una mueca de asco y me alejé un poco de él. Perfecto, esto no podía ser peor.

—No sabía que tenías novia —dijo la chica molesta y se alejó de nosotros.

—Debemos…

Julie no me dejó terminar. Me tomó del brazo y me arrastró lejos de él.

—¿Qué haces? —grité—. ¡Suéltame, debo hablar con él!

—Salvando tu dignidad, si es que te queda.

Le di un empujón y corrí de nuevo hacia Hunter. Ya no estaba.

—No lo entiendes, Julie. Debo encontrarlo…

—Genial tu forma de acercarte a él. Creí que no eras una resbalosa como las demás chicas de tu grupito.

—No, yo… Agh, olvídalo.

Suspiré y la dejé hablando sola. Estaba perdiendo el tiempo con ella. Necesitaba encontrar a Hunter, antes de que ese hombre lo hiciera.

Salí corriendo, pese a que Julie me gritaba para que regresara con ella.

El muy tonto de Hunter había desaparecido y necesitaba ayuda para encontrarlo. Era demasiado, estaba lidiando con la transformación y ahora con él, en definitiva, no podía sola.

Como un rayo de luz, vi su tonta chaqueta con una calavera colarse en la puerta de un mercadillo que estaba al lado de la pastelería. Lo seguí sin pensarlo y, para mi mala suerte, no lo encontré en ninguno de los cinco pasillos. Era una locura, parecía un tonto fantasma que se empeñaba en escapar de mí.

Sin saber qué más hacer, me encerré en uno de los baños y le marqué a mamá. Estúpido sonidito.

—Hola, cariño. ¿Está todo bien?

—Mamá, encontré a un chico y de su cuerpo sale una especie de niebla blanca como la de ustedes —susurré contra el celular.

—No puede ser…

—Es uno de nosotros.

—¿Dónde estás?

—En el mercadillo de la plaza, frente a la escuela.

Mamá no dijo nada más y colgó.

Perfecto, todo era un desastre.

La intenté llamar un par de veces más, pero fue en vano.

Suspiré cansada y salí del baño.

—Hola de nuevo, acosadora.

Mi teléfono se resbaló de mis manos y estuvo a punto de caer en la taza del baño.

—¿Hunter? ¿Estás loco? ¡Este es el baño de mujeres! ¡Sal de aquí, pervertido!

—La pervertida aquí eres tú. Este es el baño de hombres. 

Oh, ratas. Esto no podía ser peor.

—Por Dios, no es lo que piensas. Sé tu secreto.

—No eres la primera que hace eso. ¿Vas a inventar algo para chantajearme y que salga contigo a cambio de guardar el secreto?

—Por supuesto que no. ¿Quién te crees para que yo haga eso? Ni aunque fueras el último hombre del mundo.

Hablar con él era una pérdida de tiempo.

—Podríamos intentarlo, me gusta tu pelo blanco y esa mirada de cachorrito tierno.

—No quiero… —Le di un manotazo para que soltara el mechón de mi pelo—. Argh, olvídalo.

Salí del baño con un dolor de cabeza infernal. Era inútil hablar con él, mamá y papá debían encargarse, yo me rendía. No podía evitar que el fastidio saliera en cada una de mis palabras y eso podía arruinar las cosas.

—¿Quieres que crea que me seguiste al baño por nada?

—Pues ahora tú eres el que me sigue. —Puse mi mano en su pecho para alejarlo e ignoré esa extraña sensación, él pareció notarlo también.

—La verdad es que…

—¡No tan rápido, idiota! —Adam, el tonto que había robado mi puesto en el equipo de atletismo, se lanzó sobre Hunter y ambos cayeron al suelo—. Te enseñaré a no meterte con novias ajenas.

El alboroto llamó la atención de muchos que caminaban por el pasillo e hicieron una rueda mientras los alentaban.

—¿Qué te pasa, Adam? ¡Suéltalo! —Mis gritos se perdieron entre tanto caos.

Adam era bueno, pero no era rival para Hunter. Este último lo inmovilizó rápidamente y todo hubiera salido bien si los tontos amigos de Adam no se hubieran metido. Lo mismo pasó con dos guardias del mercadillo.

Hunter se escabulló como pudo y se quitó la chaqueta. Un rastro de sangre adornaba su camisa verde.

Eso terminó de confirmarme que él no controlaba sus alas o, bien, jamás se había transformado.

Tomé una de las carretillas del supermercado y la dejé caer sobre el amigo de Adam más alto.

El ruido paralizó a todos y aproveché esa distracción para sacar a Hunter de en medio de esa bola de tontos y lo llevé directo al baño de mujeres.

Sus pasos eran torpes y su sudor más notorio. No opuso resistencia cuando nos encerré en uno de los baños.

—¿Qué demonios haces?

—Silencio. —Busqué en mi mochila el frasco con el remedio, que está mañana sí me había asegurado de llevar, y se lo ofrecí.

Olía mal y el sabor era muchísimo peor, pero era la única solución que encontraba.

—Aléjate de mí. Ya me habían advertido sobre ti, no quiero ser parte de tu secta.

¿Qué? ¿Secta? ¿Lo decía por la casa en la que vivía con mis padres? Aparté esos pensamientos y me lancé sobre él para obligarlo a beber esa cosa.

Solo una gota cayó en su boca y la escupió enseguida. Con facilidad me sentó sobre él y me quitó el frasco, para después vaciarlo en el baño.

—¿Estás loco? ¡Eso era tu última oportunidad para no transformarte!

—No harás que me tome esa porquería. Ya te lo dije, no seré parte de tu secta. —Se inclinó más sobre mí y después se quitó la camisa de un tirón—. Me… Me siento mal, mi espalda arde…

Sus manos presionaban con fuerza mis caderas contra él, por lo que aproveché que estaba distraído por el dolor y levanté su cabeza, para dejar caer la última gota del brebaje en su boca.

Hizo una mueca y por fin tragó.

Suspiré aliviada y pegué un brinco ante su tacto. Una de sus manos pasó con rapidez de mi cadera a mi cuello y me atrajo hacia él.

No pude hacer nada cuando su boca impactó con la mía.

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