⊱𝔒𝔠𝔱𝔬⊰
Aquel ser oscuro lo había envuelto en una noche eterna donde los placeres banales de la vida eran los principales protagonistas. Bailes, comida, bebidas embriagantes, aromas dulces exudados directamente de la piel del demonio, eran como una adicción de la cual no deseaba ser curado. Jimin se sentía como en una nube extraña donde podía flotar aun sin tener los pies fuera del suelo. Las personas a su alrededor no existían a pesar de estar en constante contacto con él.
Algunas personas reían, conversaban de vez en cuando con el ángel sin darse cuenta de que habían mantenido un encuentro furtivo con un ser divino, le veían de manera esporádica y mientras todo eso sucedía, Jimin simplemente podía pensar en lo feliz que se sentía. Poco a poco sus recuerdos, siendo un ángel en la tierra de los hombres sin una misión por cumplir, lo invadieron, haciéndolo rememorar todas esas veces en las cuales escuchaba la música, los veía bailar y divertirse, llegando a hacer lo mismo desde una distancia prudente.
- Veo que te diviertes - susurró Yoongi mientras acercaba aún más el cuerpo del pequeño ángel que ya no tenía ni una sola gota de alcohol en su cuerpo, simplemente estaba lleno de euforia pura. Las manos del demonio pasearon por las curvas ajenas, haciéndolo danzar, disfrutando su toque, aunque no pudo evitar sobresaltarse al sentir que el tacto se inmiscuía por debajo de su camisa - ¿te lastimé?
- No, es solo que me sorprendió - la risa del demonio le erizó los vellos del cuello. Tan profunda, tan inexplicablemente atrayente.
- Hace unos instantes no parecías estar ofendido o sorprendido - Jimin le miró por sobre su hombro, girando en su propio eje para encararlo - te he tocado todo este tiempo y hasta este momento te das cuenta, ¿debo sentirme ofendido por no causar nada con mi tacto?
Las mejillas del ángel se pintaron de un tierno rosa, a su mente llegaron recuerdos de esa noche maravillosa donde las manos de Yoongi hicieron hogar permanente en su espalda, caderas, brazos, cintura y sus costillas. Toda su piel había sido casi profanada por un toque lascivo que no era brusco o aterrador, tampoco le lastimaba, por el contrario, Jimin agradecía que Yoongi tuviera consideración al usar guantes en sus manos para no causar molestia.
- No fue mi intención, es solo que me estaba divirtiendo demasiado que...
- ¿Debo asumir que fue tan liberador para ti esto que ni siquiera te diste cuenta de mis manos en tu cuerpo? - un leve asentimiento fue su respuesta, mas el demonio no le creía, se sentía engañado por el ángel ¿alguien podía fingir jadeos placenteros? ¿Quién podría decir que no tenía control en su cuerpo al tomar las manos ajenas para colocarlas él mismo en sitios específicos? - me niego a creer que eso sea verdad. ¿Acaso los ángeles tienen permitido mentir?
- Jamás... es solo que... Había olvidado lo bien que se siente el escuchar música y ser libre de ataduras - se alejó unos cuantos pasos del cuerpo contrario, solo fue una mínima distancia cuando sintió un leve tirón en su muñeca, dirigió su mirada hacia el lugar observando la mano de Yoongi aferrado a él - ¿señor Yoongi? ¿Todo está bien?
- Sí, es solo que pensé que debía recordarte las verdaderas ataduras que tienes ahora - su mirada se oscureció, mas no asustó al pequeño ángel, al contrario, le sonrió divertido como si una chispa en su interior se avivara - parece que te divierte lo que digo.
- Me gustan más estas ataduras que las anteriores - alzó su brazo dejando ver cómo la mano de Yoongi rodeaba completamente su muñeca, haciendo que el demonio le sonriera divertido.
- ¿Disfrutas lo que estamos haciendo? - Jimin murmuró una afirmación mientras seguía moviéndose lentamente, acercándose de nuevo a Yoongi quien lo recibió en brazos - ¿Ya habías estado en uno de estos sitios?
- No, nunca se me había permitido acercarme tanto a los hombres durante mi destierro, pasé muchos años viendo desde la distancia - no existía tristeza en sus palabras, mucho menos odio por haberlo reprimido por tanto tiempo simplemente estaba explicando lo que hacía todo el tiempo - en ocasiones me vi rodeado de tantos ángeles con propósitos que les tuve envidia, pero cuando eso sucedía podía llegar a percibir un aroma dulce.
- ¿Un aroma dulce?
- Sí, era como el aroma de las flores de la habitación.
Dulce y precioso momento en el que sus caminos estuvieron a casi nada de encontrarse, pues quizá en esos momentos Jimin aún no estaba consciente de su alrededor, así que no sería difícil pensar en las mil y una veces que se encontraron frente a frente y ninguno pudo reconocerse.
El rostro de un ángel es tan cambiante con el fin de pasar desapercibido, eso hasta que por fin son poseedores de una misión, algo que los obligue a tener un cuerpo físico estable. Agradecía que el ángel haya elegido seguir con aquella apariencia adorable, la cual ahora estaba grabada a fuego en su memoria.
El presentarse en su figura natural frente a Jimin era una declaración de autoridad, para que le reconociera y temiera, mas Yoongi solo podía pensar en querer que le viera tal y como era. ¿Cuál era la necesidad de ser aceptado por un ángel? No comprendía esa necesidad que nacía en su interior, como si estuviera desesperado por la aprobación de Jimin, como si esperara a que esos ojos le vieran de distinta forma.
El señor de las tinieblas, amo de todos los demonios, se acercó de nuevo al ángel, colocando su mano en la espalda baja de Jimin, sintiendo el fantasma de esas alas que irradiaban calor, de igual manera pudo percibir la marca de la luna latiendo fervientemente, marcándose cada tanto en relieves los cuales revelaban el propio sello de Yoongi. La luna sobre ellos comenzó a brillar de manera débil, anunciando que su eterna estaba empezando a terminar, poniendo fin a esos maravillosos momentos.
Jimin le observó con el reflejo de la luna, apenas haciendo hogar en esos bellos luceros celestes, esperando por escuchar la voz del demonio, anhelando saber qué más ocurriría con ellos en esa noche. Yoongi le tomó la mano, entrelazándola con la propia en un agarre más gentil. El ángel sonrió, sintiéndose plenamente libre, aun estando con el peor de los destinos, este se volvía el mejor de todos.
Yoongi mantenía una mirada cálida que hacía caer a Jimin en un estado de confort, uno que se vio interrumpido cuando el ángel pudo ver a una de las tantas personas con las que cruzó palabras notando como este mismo le observaba con curiosidad al reconocerlo una vez más, comenzó a sentirse nervioso, ocultándose en el cuerpo ajeno, divirtiendo al demonio.
- ¿Qué haces? - ladeó la cabeza al ver cómo se aferraba a su cuerpo, buscando casi fusionarse con él. Aquella idea le sacó una sonrisa, descartando cualquier contacto de esa clase de inmediato al notar que el ángel solo buscaba hacerse cada vez más pequeño - Jimin ¿por qué te ocultas?
- Hay una persona ahí - murmuró aun intentando ocultarse detrás de Yoongi quien dirigió su mirada hacia el lugar señalado - ¿la ves?
- Puedo hacerlo, pero no comprendo la razón para que actúes de esta manera. Hemos estado rodeados de muchas personas, ¿qué tiene de especial?
- Me reconocerá.
La risa socarrona del demonio desconcertó a Jimin quien por fin encaró al otro, frunciendo su ceño al no entender por qué estaba riendo como si la situación fuera divertida.
- ¿Por qué se ríe? - sus mejillas se inflaron, haciéndolo ver aún más adorable, con esos labios tentadores abultándose más para demostrar su molestia.
- Eres adorable - dijo sin más, sorprendiendo a Jimin por la repentina mención. Yoongi elevó su mano, llevándola hacia la mejilla del ángel, notando de inmediato el miedo en los ojos contrarios - ¿acaso piensas que te materializaría de una forma tan descuidada?
- ¿Uh?
- Jimin todas las personas que te han visto o siquiera cruzado una simple mirada contigo no podrán reconocerte, porque para cada uno de ellos te verás diferente.
Sonrió de lado al notar la confusión en ese bonito rostro, el cual no pudo evitar querer tocar nuevamente, sus manos con rastros oscuros por aquellas marcas se envolvieron en humo que se convirtió en guantes perfectamente ajustados a su piel, los cuales le permitieron tocar a Jimin. El ángel se sentía especial porque Yoongi había tomado la iniciativa de hacer ese tipo de cosas cuando le quería tocar.
- Ven, te enseñaré a lo que me refiero - susurró muy cerca de su rostro, distrayéndolo de las llamas que los envolvieron nuevamente, a las cuales Jimin aún temía cada vez que hacía eso.
Pronto se encontraron en una habitación oscura, rodeada por nueve cascadas cristalinas, todas y cada una comenzando a solidificarse ante sus presencias, convirtiéndose en espejos que reflejaban sus siluetas. Se veían muy diferentes en cada uno de ellos, como si procedieran de diferentes partes del mundo.
Rasgos, facciones, cuerpos, color de cabello e incluso la piel se veía tan distinta en cada una que incluso Jimin se asustaba al verse reflejado de diferentes formas y no ser capaz de reconocerse. Llevó su mano hacia su rostro para confirmar que aquel reflejo se trataba de él mismo, asustándose una vez se aseguró que era real lo que sus ojos veían.
Pronto la silueta de Yoongi se reflejó junto a la suya, y de igual manera, la imagen que presentaba a otras se veía muy distinta. A sus ojos era él, frente aquellos espejos era completamente diferente.
- Estas son unas pocas de las caras, cuerpos o color de piel con las que las personas nos han visto e incluso si alguien llegara a verte ahora tu rostro cambiaría si lo encuentras en otro lugar.
- Quiere decir que nunca me reconocerán.
- Nunca, mi bello ángel, ¿No es esa la libertad que tanto anhelabas? Pasar desapercibido frente a todos, aun estando entre ellos.
- Pero... ¿Esto es correcto?
- Mi adorable ángel, ¿crees que algo como eso me interesa? Solo te quiero para mí, que yo pueda ver tu verdadero rostro me hace sentirme dichoso porque no debo compartirte.
Las palabras de Yoongi eran tan gentiles como si verdaderamente lo estuviera convenciendo de que aquello era correcto y no estaba mal en ningún sentido. Jimin se dejó llevar de nuevo, tomando la mano del demonio para que le llevara a dónde quisiera, apareciendo entre la multitud de una fiesta.
La música los envolvió, Jimin sonrió bonito hacia Yoongi ya no importando que lo vieran fijamente, ante la mirada de todos pasaban como una pareja joven, feliz, sin preocupaciones, bailando o bien dejando que Jimin disfrutará del ritmo tomando las manos ajenas, moviéndose de manera delicada, rodeando el cuello del demonio.
Sin embargo, la mirada de las personas no eran las únicas que atraían, muchos ángeles ya habían puesto en alerta a los guardianes sobre cierto demonio cautivando a un ser celestial. No le reconocían gracias a los poderes de Yoongi, nadie podría interrumpir esos dotes oscuros y tampoco se atreverían a ir en su contra, mas las alertas estaban puestas en ellos, siendo vigilados constantemente.
Mientras tanto, los humanos eran ignorantes de que un ángel tan brillante, puro y enviado a las garras del propio demonio ahora se encontraba bailando tan a gusto entre ellos. Yoongi complacía cada pedido de su ángel, ya fuera conocer la comida del lugar, la bebida, llevarlo a las afueras para observar más de todo aquello que lo tenía maravillado.
Yoongi se desenvolvía con completa normalidad entre los humanos, parecía no tener dificultad para conversar, pedir lo que quería, interactuar con todos sin sentirse diferente. Jimin comprendió que esto no era algo esporádico, muy posiblemente lo hacía seguido, disfrutando los placeres de la vida humana, sin embargo, el ángel comenzaba a sentirse cansado. La noche en la que salieron seguía estando tan viva como en un inicio, parecía interminable.
Entre risas, bailes, alguno que otro toque curioso por parte de Jimin terminaron por alejarse de todos los ojos curiosos, Yoongi los llevó hasta lo más profundo de un bosque, donde la luna llena brillaba, dándole luz suficiente para no perder ni un solo rastro de las acciones contrarias. Era un momento tan espectacular e inolvidable que Jimin deseaba que todo eso no terminara.
- ¿Estás agotado? - Jimin murmuró una afirmación aun estando abrazado al cuerpo contrario - ¿Quieres volver?
Esa simple pregunta hizo que el ángel lo encarara, sorprendido por escuchar aquello, el roce delicado del tacto de Yoongi lo estaba adormeciendo. Enterraba sus dedos cubiertos entre las hebras rubias, no jalando o tomándolo de manera brusca. El ser menos pensado, o bien a quien jamás imaginó siendo tan gentil con él, ahora le estaba preguntando lo que quería.
- ¿Regresar? A dónde sería eso...
- Me es poco relevante eso, donde tú estés yo estaré.
El cielo se pintó de un bonito color púrpura, con algunos grises que auguraban la salida del sol con la luna dándole la bienvenida al gigante del día, Yoongi solo debía esperar un poco más para que con el alba la nueva marca en la espalda de su adorado ángel comenzara a notarse. Jimin, ignorante de lo que el demonio intentaba, sonrió, un tanto cansado, un tanto pleno, entreabrió sus labios y de sus labios salió un pequeño suspiro.
- Puedo ver de nuevo tu silueta, la verdadera - mencionó sin más, Yoongi le otorgó aquello de inmediato, tomando su forma natural - la mía también, por favor.
Pronto las alas blancas del ángel se extendieron en toda su gloriosa vista, mientras que las de Yoongi se mantenían plegadas, no mostrándose más de lo necesario. El ángel se apartó de la cercanía que mantenía, sintiendo el roce de las garras de Yoongi sobre su mano, dejando un ardor y dolor con el cual comenzaba a acostumbrarse.
Llevó su mano hacia su pecho con la piel cosquilleando en un calor ardiente, ese que aún mantenía el escozor por el tacto ajeno, intentando de esa manera eso adormeciera su mano desprotegida de la tela de su vestimenta.
- Por qué tan repentinamente te muestras así ante mí - cuestionó el demonio, esperando comprender por qué de pronto Jimin decidía mostrarse ante él, queriendo tocarlo sin ninguna barrera de por medio, cosa que no permitió - Jimin, te harás daño.
- Quería agradecer por esta noche, aunque no sabía muy bien de qué manera - su mano quedó a milímetros del rostro ajeno, siendo Yoongi el encargado de alejarlo, Jimin sonrió apenas, con las comisuras de sus labios temblando, temiendo el rechazo del demonio - todo esto ha sido como un sueño. Temía que esta salida sería tan dolorosa como la anterior, dude de usted, no creí que a cambio de todo esto no pidiera nada de mí.
- Mi adorable ángel, ¿qué te hace pensar que no quiero nada a cambio? - sonrió con cierta picardía, aun recordando el leve roce de sus labios con el cual había logrado sellar las marcas en Jimin, anhelando volver a sentir él mismo el escozor de las mismas en su espalda como látigos ardientes clavándose en su piel.
- ¿Me castigará?
Yoongi miró hacia arriba, buscando el cielo estrellado, el cual ya no parecía cubrirlos con su manto de oscuridad. Se estaba pintando de naranjas a la luz del alba, sonrió de lado cuando notó que era la hora perfecta, donde la noche decía adiós y la mañana se levantaba frente a ellos. Se acercó a Jimin, lo tomó del rostro, sacándole un jadeo entre doloroso y de sorpresa, no dudó un segundo más para nuevamente unir sus labios en un beso.
Las hojas de las copas de los árboles se movieron con la fresca brisa de la mañana, el viento hizo su trabajo de entrometerse entre el tacto doloroso, haciendo que el calor abrasador se sintiera frío, como si fuera una barrera protectora natural. Los rayos del sol le dieron un último reflejo de luz a la luna, la cual se plasmó perfectamente en la espalda del ángel. Yoongi seguía acariciando el rostro de Jimin no queriendo que escapara de su lado, mientras que el ángel buscaba más cercanía aún a costa de su propio sufrimiento.
Su espalda quemaba, como si sus alas comenzaran a arder en llamas, su piel ardía al punto de casi desprenderse de sus músculos, mas el dulce toque entre sus labios calmaba cualquier dolor. No importaba que sus propias alas los envolvían en un capullo, tampoco estaba al tanto de que las alas contreras se habían desplegado con tal de encerrarlos por completo, alimentando el calor de la marca de la luna, creando líneas rojas con relieves detallados.
Sus labios se encontraron una y otra vez, mientras que Yoongi intentaba intensificar el beso haciendo movimientos voraces, atrapando los labios ajenos entre los propios, llegando a rasgar la suave y delicada piel con sus colmillos, obteniendo un jadeo de Jimin. Anhelaba tener más de esos toques temblorosos, necesitaba sentir ese ardor del tacto siendo calmado por cada roce, ninguno quería terminar el momento.
Fue un instante mágico, donde el tiempo pareció detenerse para permitirles saborear cada suave roce y cada dulce suspiro.
Las manos de Jimin encontraron hogar entre las hebras largas y oscuras de Yoongi quien seguía estando perdido en profundizar cada roce, el encuentro entre sus belfos el cual dejaba un hilo anhelante de seguir, era como caer ante una nueva adicción, la obsesión de no dar fin a ese dolor que se convertía en placer.
Leves sonrisas escapan de los labios del demonio quien no podía evitar regocijarse en tener ese encuentro y con aquel primer rayo de sol que daba la bienvenida al día ambos se detuvieron en sus movimientos, no porque lo quisieran, al contrario, Yoongi quería más, pero disfrutaba está autotortura de anhelo y deseo por el ángel.
Asimilar el hecho que ahora existía una marca más era imposible de contener. El reflejo de llamas doradas rodearon al ángel, quien intentaba buscar continuamente volver a ese calor. Yoongi necesitaba palabras, pedía en súplicas silenciosas que su adorado ser celestial, por fin le mencionara algo que le asegurara que era suyo, todo suyo.
Jimin sintió temblar todo su cuerpo, las plumas de sus alas se esponjaron al sentir las garras ajenas rozándolas, causándole un estremecimiento. Las rodillas se le debilitaron, su mirada se perdió en la contraria, donde veía un absoluto abismo negro, no encontrando ni una sola constelación en ellos, no como en los propios, donde se reflejaban las estrellas que iluminaban la noche en la que nació.
Aquel demonio de mirada impasible no dejaba de observarlo, no porque buscará atemorizarlo, sino más bien porque amaba encontrar en los ojos ajenos la constelación estelar más bonita, la Corona Borealis era de sus favoritas, durante la creación fue de las menos importantes, insignificantes, tan olvidada e ignorada por su pequeño tamaño que la hacía perderse en el resto del manto lleno de estrellas.
Una definición perfecta para Jimin quien había pasado tan desapercibido por todos los ángeles, ignorado por el resto de seres dotados por gracia y dones, que nadie se tomaba el tiempo de observarlo a detalle, explorar cada espacio de su alma.
Las manos del ángel comenzaron a resbalar fuera del cabello ajeno, pasando por esos cuernos enormes que con su solo toque fueron borrados al ser envueltos en una llamarada. Todo era tan espontáneo, desde aquel gesto apasionado e inesperado, el hecho de que Yoongi cumpliera lo que él quisiera con tan solo mencionarlo, pronto sus mejillas se pintaron de un bonito rosado.
No era consciente que de sus alas comenzaban a caer sus plumas inferiores, esas de las cuales Yoongi fue capaz de borrar la oscuridad, mas ahora se veían tan marchitas como el pétalo de una flor, cayendo lentamente, volviéndose ceniza y polvo, no llegando a tocar el suelo. En las manos del señor de las tinieblas quedaron tres de aquellas plumas, las cuales empuñó, aguardando que se convirtieran en ese polvo gris.
- ¿Qué sucede con ese color en tu rostro? ¿De nuevo tienes fiebre? - el ángel negó, aun sintiéndose avergonzado, apartándole la mirada a Yoongi mientras que con pasos lentos se alejaba del agarre ajeno, girando en su sitio para así por fin cubrirle la vista de su rostro al demonio con sus alas, dejando a la vista la nueva marca roja - ¿Por qué tan tímido? Hace un momento parecías querer fundirte en mis labios.
- Eso fue, ¿malo?
- Diría que fue más que espléndido la manera en la que te rendiste a mí
- Eso es más de lo que yo hice - murmuró estando avergonzado, negándose a sí mismo en regresar la mirada hacia el demonio - me asusta el hecho de querer más...
Más. Más. Más.
Comenzaba a tomarle gusto a esa palabra. Su sonrisa ladina hizo espacio en sus labios, mientras que con el mayor de los cuidados, del interior de su pecho sacó el frasco con aquella esencia oscura perteneciente a Jimin. Aun estando cubierto de su propia sangre oscura, la cual no dejaba de gotear, combinó las cenizas con el líquido oscuro, abrió el recipiente y comenzó a verter en su interior la mezcla previamente hecha con las cenizas de las plumas.
El latido de un corazón se escuchó ni bien la sangre en el interior entró en contacto con la nueva esencia, el propio Jimin jadeó y sintió frío en su pecho. Yoongi guardó de inmediato el frasco en su lugar, justo a tiempo para que el ángel no se percatara de aquello en el momento que le dirigió la mirada nuevamente.
- Señor Yoongi, por qué hizo esto.
- ¿Salir contigo?
- No, el hecho de besarme de esa manera, cuando yo creía haber saldado mi deuda.
- De verdad me creíste capaz de estar al lado de algo tan bello, celestial y divino como tú, conformándome con simplemente bailar, disfrutar y obtener un tierno beso tuyo.
Le sonrió apenas, hipnotizando nuevamente al ángel, distrayéndolo al llevar sus dedos hacia el cabello delicado, bajando hasta dejar una caricia leve en la mejilla aún pintada de ese bonito color rosado.
- Yo... no... mi beso... - era casi imposible para él ordenar sus pensamientos de una manera en la cual sonara coherente sus acciones con sus palabras, con lo que finalmente diría.
Estaba perplejo, no había palabra que valiera para explicar todo lo ocurrido, mientras tanto Yoongi seguía estando divertido de notarlo tan contrariado, por una parte, sintiéndose feliz por el latido que acompañaba al propio en su interior. Era tan placentero saber que su cercanía causaba tanto en el ángel, podía percibir cada aceleración, cada golpe fuerte y la calidez de sus emociones.
- Jimin - murmuró, como un llamado que esperaba ser pronunciado desde siglos atrás - viniste a mí siendo tan inmaduro, tan perdido y confundido que no pude evitar sentir curiosidad por tu existencia.
- ¿La mía?
- Sí, eras tan molesto y poco entendido cuando te pedía alejarte de nosotros porque no tenías lo necesario para estar a mi lado en ese momento.
El ángel no podía salir de su estado de shock, le recordaba, el señor de las tinieblas, amo del infierno y de todas las atrocidades, castigos, sufrimientos tenía entre sus memorias los inicios de su existencia, posiblemente en ese entonces su forma física era tan cambiante que solo algunos rasgos de aquello o pequeños atisbos quedaban de él.
Yoongi no podía quitar sus ojos de encima de Jimin, no cuando era el propio ángel quien lo estaba aceptando en todas sus formas, tan despiadado, frío, desalmado e insensible, incluso en su faceta de tentado la cual por supuesto que Jimin fue una víctima más; sin embargo, el demonio pudo notar que aquellos encantos oscuros dejaron de funcionar en el momento en el que él mismo le mostró al ángel que no había nada por que temer.
Se sentía embelesado, mientras más tiempo pasaban juntos, más se sentía aferrado a la idea de conservar al ángel como suyo, apenas pasaban ciento cincuenta años, en los cuales muchos de los humanos con los que quizá se encontraron ya ni siquiera vivían. Sus vestimentas habían cambiado, el estilo, su peinado y demás, todo era diferente conforme a la época, ahora prefería estar un tanto alejado de los hombres, quienes poseían aparatos inteligentes, objetos que podían captar su existencia y delatarlos.
- Eres simplemente hermoso, ¿sabías eso?
- Eso no es verdad, yo no fui bendecido con ese don.
- Jimin, no necesitas un don de la belleza para captar mi atención, tampoco debes tener la cualidad de habla para hacerme aceptar tus peticiones - llevó su mano hacia el rostro ajeno, notando el nerviosismo de Jimin al lamer constantemente sus labios, se veía impaciente, como si anhelara algo que momentos antes le fue robado - este tiempo a tu lado me ha hecho sentirme nuevamente vivo. No puedo sacarte de mi cabeza. Solo quiero verte, reír, bailar, disfrutar, asombrarte por las cosas banales del mundo.
- ¿Usted siente todo eso por mí? - Yoongi asintió, aunque el dominio no podía estar menos confundido, pues la actitud de Jimin no parecía la más positiva - pero ¿eso es posible? Se nos ha dicho que no puede haber algo sentimental entre los demonios... ustedes son...
- ¿Sentimientos? ¿Quién habla de sentimientos cuando menciono muchas cosas que son completamente superficiales? Aun así, ¿Por qué te atreves a decir eso? Crees que porque somos distintos a ustedes no podemos tener ciertos gustos hacia otros - lo vio morderse el labio inferior, intentando ocultar cierto sonrojo travieso, ese brillo que le hacía saber que estaba cayendo ante sus encantos -. No olvides que, como tú, yo fui un ángel, mi nacimiento no es como el resto de habitantes del infierno.
- Quiere decir que...
- Yo también tengo un corazón - susurró tan bajo como si fuera un secreto, el cual no debía ser revelado a otro ser que no fuera Jimin - aunque ahora está completamente apagado, frío, inerte, sin una pizca de vida, pero tú me haces sentir diferente como si quisiera vivir nuevamente.
El ángel no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, nunca había pensado en eso, pues aunque Yoongi fuera el amo y señor de las tinieblas, él en sus inicios había sido un ángel y no cualquiera. Era la mano derecha del creador, ese que sería su segundo al mando, el más sabio, conocedor y poderoso; no existía ángel en el cielo o en la tierra que compartiera similitud alguna con el gran señor Lucifer, pues Dios había decidió que no se arriesgaría a que la tragedia se repitiera.
Ni siquiera aquel ser de carne y hueso, llamado su hijo, era igual de poderoso que él, al contrario, compartía muchas de las debilidades de los hombres, esas criaturas terrenales que no podían hacer nada contra los mandatos de su señor.
Yoongi por su parte, era libre de ir y venir por todo el vasto mundo, seguía siendo tan poderoso como una vez lo fue, aunque nunca tan poderoso como alguna vez lo deseó y, sin embargo, ahora se encontraba ahí mismo, acariciando su rostro con adoración, como si fuera un devoto a su simple imagen.
Un pobre ángel castigado y obligado a vagar por la tierra cuidando a hombres, educando a un inquieto ángel quien ni siquiera tenía su primer milenio de existencia; Jimin había sido sentenciado a pagar por las almas de hombres que ni siquiera se encontraban verdaderamente en el infierno, no al menos bajo el dominio de Yoongi, pues el purgatorio era un lugar de castigo eterno, donde el ser de las tinieblas ni siquiera se preocupaba por acudir.
- Jimin - susurró muy cerca del rostro ajeno, avergonzando aún más al ángel - crees que porque eres distinto a mí no pondría mis ojos en ti. Ahora soy un demonio, las normas y todo lo que rige tu existencia no van conmigo.
Lo estaba seduciendo de manera descarada, Yoongi disfrutaba la sensación en su pecho, el palpitar de aquel frasco, rebosando de vida con la esencia de Jimin, esa que ahora mostraba despertar en su interior, lo ahogaba de placer. Sentía calor, cada emoción del ángel podía percibirla en carne propia.
- Basta, no juegue conmigo de esta manera - pidió, desviando la mirada hacia otra parte, evitando mirarlo fijamente porque sabía, vaya si no estaba consciente de que algo de todo aquello removía sus sentidos - esto es muy cruel de su parte.
- ¿Cruel? ¿Por qué dices algo como eso cuando apenas acaricio tu cabello? ¿Cuál es la razón de esta blasfemia cuando no he hecho nada más que adorarte luego de caer en tus encantos?
Se negaba a caer en la tentación de esas palabras, de ese tacto, de esos ojos oscuros y profundos. No quería ser un objeto, ser el juego favorito de ese ser oscuro, el cual no tenía sentimientos, como él mismo había mencionado, a pesar de tener un corazón, estaba vacío, no debía existir ni un poco de piedad, mucho menos sentir algo parecido al amor, afecto, cariño o la devoción a otro que no fuera él mismo. El pensar que todo aquello era una vil mentira se le hacía muy fácil.
No era la primera vez que Jimin tenía un encuentro con un demonio, mas sus anteriores contactos se limitaban a peleas, riñas e incluso pequeñas discusiones, una que otra disputa por las almas a las cuales debía proteger, entre ellos incluido Jungkook. Era imposible que Yoongi hablar con la verdad, no quería dejarse llevar por lo que en su interior estaba floreciendo, multiplicándose como todas esas flores en los aposentos de Yoongi.
- Por favor, no me ignores - suplicó el señor de las tinieblas, con un tono de voz bastante cautivador, el cual sedujo al ángel - desde que me convertí en esto no he ganado nada más que desprecio por parte de mis semejantes, los que un día dijeron ser mis hermanos y fieles seguidores ahora solo me muestran hostilidad. Tú no por favor, solo mírame.
- No puedo - murmuró, mientras se alejaba de la cercanía de Yoongi, haciéndolo sentir de nuevo esa sensación helada en su pecho como si el fuego en su interior se apagara -, por favor, ya no quiero estar aquí. ¿Podemos irnos?
Jimin lo observó con desesperación, algo que Yoongi disfrutaría de ver, multiplicar e incluso potenciarla hasta el punto de volverla algo agonizante, sin embargo, quien estaba cayendo en el dolor de un rechazo era él mismo, quien se encontraba en el borde de la agonía total era el propio Diablo, quien por primera vez en muchos siglos no estaba disfrutando experimentar aquello.
A pesar de todo lo que estaba ocurriendo entre ellos, sin importar que el ángel solo deseara salir corriendo de ahí, no sabiendo muy bien por qué de pronto el señor oscuro quería acercarse tanto a él, lo vio sonreír. Un simple gesto que buscaba tranquilizar el alma doliente de Yoongi, algo que hizo que el propio Jimin sintiera un estremecimiento.
- Si eso es lo que deseas, se hará - mencionó sin más, aun sin quitar esa sonrisa a medias -, pero déjame hacerte una promesa aquí, ahora, en este lugar - Jimin respiró entrecortado, sin desviar la mirada, intentando mantenerse firme - si en algún momento cambias de opinión y tu deseo es repetir lo de esta noche interminable, solo ven a mí, estaré esperándote a que aceptes.
Su garganta de pronto se sintió seca, el nudo en ella se acentuó hasta estrujarle, como una presión fuerte en su pecho, comprimiendo todo lo que estaba sintiendo, era como volver a meter todo el caos dentro de esa pequeña caja hasta hacer que doliera, sus latidos eran lentos, pero fuertes como lo que comenzaba a sentir por Yoongi, no esperaba caer ante él, se negaba a aceptar que tan siquiera eso estaba ocurriendo.
No respondió a aquella promesa que le estaba siendo hecha en ese momento, tampoco sabía muy bien cómo responder a algo como eso, ¿quién era él para recibir semejante palabrería? Nadie, no era absolutamente nadie, mas ahí estaba su error, porque para aquel que parecía tenerlo todo, ahora lo estaba considerando como su único objeto de atención.
La satisfacción llegó a Yoongi al notar cierta duda, un poco de remordimiento y quizá una pizca de anhelo por algo. Todo había sucedido de manera repentina, ya que ninguno estaba cuidando sus propias palabras, pero no podían dejar de pensar en las contrarias. Yoongi podía ser hábil para engañar, enredar y confundir hasta el alma más retorcida, mas sus palabras para con Jimin estaban cargadas de verdad y muy poca falsedad.
Aunque no lo admitiera, aunque nadie se lo imaginara, el señor de las tinieblas también poseía un corazón, uno marchito, el cual había pasado demasiado tiempo dormido y que por las circunstancias, las causas y efectos de sus propios actos ahora se encontraba volviendo de su sueño eterno. El ritmo de su palpitar se unía con el apagado, pero latente corazón de Jimin, ese que se encontraba dividido, con una pequeña porción en el frasco que resguardaba en su pecho.
- Señor... Lucifer... - sus palabras se arrastraban como si el miedo fueran grilletes pesados que impedían que saliera nada más que aquel simple llamado.
- Es hora de descansar mi pequeño ángel.
Y con aquella última frase, Yoongi le hizo caer en un sueño profundo, uno parecido en el que lo puso la primera vez, dejándole la libertad de soñar con lo que él quisiera, dándole paso libre para que quizá y solo quizá le diera rienda suelta a pensar en sus palabras para así darle una oportunidad de poder aceptarlo. Quería adueñarse de ese ser celestial que le había sido entregado y aun así no era suyo, no era de nadie.
Jimin no pertenecía al cielo, pues ante los ojos de todos y de Dios era un desterrado, pero tampoco era parte del infierno porque no era un alma libre para ser castigada.
El cuerpo delicado del ángel cayó en los brazos de Yoongi quien no dejó de admirar la belleza de ese ser celestial, tan puro y al mismo tiempo lleno de corrupción gracias a sus vivencias ¿Qué pasaría si decidía quedarse a su lado? ¿Aceptaría aquella esencia oscura como propia o lo rechazaría? Nunca algo fue tan suyo y al mismo tiempo tan ajeno.
- Será mejor que regresemos - murmuró solo como un pensamiento en voz alta, aferrando su agarre en el cuerpo ajeno - mientras me sigas perteneciendo no desistiré.
Alzó la mirada hacia el cielo, sonrió de lado siendo consciente de que alguien los vigilaba, a pesar de estar haciendo aquellas demostraciones, el Dios de millones de estrellas y galaxias no hacía nada por interrumpir aquello ¿Por qué? ¿Cuál era el fin de dejarlo hacer todo eso?
- En vez de vigilar mis movimientos, deberías ver a tus amados hijos... esos sí que están completamente ocultos de tu vista.
Yoongi sabía, gracias a murmuraciones, que Namjoon no le había molestado porque estaba lo suficientemente distraído con Seokjin, ese arcángel que parecía ser tan inocente, pero lleno de pecado carnal. Era un secreto a voces que ese bello y poderoso arcángel había sido seducido por las costumbres de los hombres para demostrarse amor.
El ser oscuro, amo y señor de los infiernos no comprendía ni un poco la curiosidad de aquellos que buscaban calmar de cierta forma los deseos de la carne, no encontraba razón para hacerlo, sin embargo, teniendo a Jimin tan dispuesto y a su merced comenzaba a entender que el deseo nacía de la cercanía, del querer obtener algo.
Una puerta hacia el infierno se abrió ante Yoongi quien a paso lento comenzó a andar, sintiendo el propio fantasma de sus alas, la calidez de las impropias, las cuales se arrastraban por el suelo infernal, sacándole un puchero entre sueños a Jimin.
Sería algo tan fácil como usar sus poderes para hacer flotar el cuerpo y hacer que le siguiera o bien utilizar sus llamas azules para ocultar las alas de Jimin, pero Yoongi comenzaba a encontrar cierto gusto por verlo con aquellas enormes y estorbosas plumas blancas. Sabía que eran una extensión del ser del ángel, así que hasta el más mínimo tacto podía ser percibido.
Hizo lo que pudo por hacer que las alas se plegaran al cuerpo delgado, y una vez se aseguró de eso, siguió avanzando, todo bajo la atenta mirada de miles de demonios que con asombro y otros con admiración le veían adentrarse a su reino.
A ojos pecaminosos, su amo y señor estaba castigando a un ángel, pero la realidad era que lo estaba cuidando a su manera, tan celoso que alguien más posará su mirada sobre él.
- Yoongi - la voz de Hoseok lo detuvo a mitad de uno de los pasillos del palacio oscuro - ¿Dónde estaban? ¿Acaso logró escapar?
- Por el contrario, jamás se separó de mi lado - sonrió de lado, aunque era un gesto amargo, algo que Hoseok no veía desde hacía mucho tiempo, pues no era molestia, tampoco repudio ante el ángel, mas bien se trataba de una especie de decepción - lo llevaré a mis aposentos, para que descanse, se encuentra completamente agotado.
- ¿Qué está ocurriendo?
- Nada.
- ¿Nada? - cuestionó con ironía para luego adelantarse en el camino de Yoongi, encarándolo - te fuiste por cincuenta años hombre y regresas con el ángel en brazos diciendo que está agotado ¿Qué sucedió?
- Hazte a un lado Hoseok.
- No - frunció su ceño, aun sin darle paso a dejar la conversación - pareces aprensivo al ángel, ¿Acaso...?
- Deja de hablar tonterías, simplemente salimos para tentarlo en las banalidades de los hombres - Yoongi dio un paso hacia delante, evitando el cuerpo ajeno que le veía de cierta manera confusa - saca cualquier idea tonta de tu cabeza. Él solo está para cobrar una deuda.
- Y harás eso con todos los ángeles que envíe él para salvar otras...
- ¿!Quién dijo que permitiría algo como eso!?
- Por favor no pienses que Jimin será el único enviado, hiciste un trato de devolver 1000 almas por un ángel, sé que si todo sale como quiere, él tratará de convencerte de seguir con este extraño pacto.
- No lo hará, no lo permitiré... Esto no es un pacto que repetiré, tener rondando por aquí estúpidos ángeles nos convertiría en una especie de alojamiento de paso o bien puede que el propio Miguel decida hacerlo parte de un entrenamiento extraño. Me niego esto, no se repetirá.
- Me alegro, por un segundo pensé que serías más piadoso en devolver las almas.
- No me importan las almas de esos hombres - mencionó mientras pasaba a un lado de su fiel y leal compañero - si llegas a pensar de nuevo en algo como eso, solo diré que Jimin es el único, así como Lilith fue y será la única protegida, esto jamás se volverá a repetir.
Hoseok dejó que avanzará en su camino, sin quitarle la mirada de encima a esos dos, Yoongi no era el mismo que salió del palacio, y ese ángel tampoco parecía ser el mismo, algo había cambiado entre ellos. Su amo nunca se habría preocupado por alzar a Jimin para que sus alas no se lastimaran con el fuego del suelo, mucho menos se esforzaría por casi flotar para que nada le hiciera daño.
El diablo en todos sus milenios y siglos de existencia nunca había sido el más piadoso, tampoco alguien fácil de manipular, sin embargo, estaba cayendo nuevamente por ese ángel, ese que le cuestionó hasta el cansancio todo lo que hacía no porque quisiera contradecirlo, al contrario, era porque Jimin tenía sed de aprender. Yoongi estaba más que cautivado con esa actitud del ángel, pero el simple hecho de distraerse con juegos era completamente inaceptable.
Ahora, habían pasado tantas cosas, la rebelión fracasó, él fue castigado durante mucho tiempo, aceptando su pecado como propio, haciendo temer al mismo Dios con el simple pensamiento que quizá algún día volvería a reclamar el reino celestial.
Realmente Yoongi nunca quiso eso, no anhelaba el reino, deseaba el poder que conllevaba, no quería que todos le admiraran, le amaran, idolatraran o adoraran. No pedía obediencia absoluta a menos que fuera estrictamente necesario para cumplir algún mandato. Solo quería ser libre, huir con todo el poder del universo. Existir siendo el dueño de todo, sin rendirle cuentas a nadie, sin ser contrariado ni siquiera por las mismas estrellas en el cielo.
- Señor Yoongi - murmuró entre sueños el ángel, obteniendo la mirada de Yoongi. ¿Lo había despertado?
- ¿Qué ocurre? - mencionó al notar el rostro arrugado de Jimin - aun estando en sueños felices, tienes preocupaciones. Creí que si te liberaba del cuidado de tu adorado protegido serías feliz aquí conmigo, pensé... ¿Por qué no puedes ser libre conmigo?
Yoongi quería ser libre, sentirse tan vivo como lo fue con el ángel durante todos esos años, que sin importar todo el daño que hizo, las lágrimas que había derramado, la sangre que brotó de alguna herida, aun así, por primera vez en mucho tiempo experimentó la anhelada libertad estando atado a un ángel de cabellos rubios, ojos turquesas como el mismo mar Mediterráneo, con alas llenas de plumas blancas, tan puras y angelicales.
- Por favor, ¿acaso es mucho pedir? - susurró mientras colocaba el cuerpo del ángel sobre aquel lecho de plumas oscuras. Lo vio encogerse en su sitio, cubriéndose a sí mismo con sus alas como si se protegiera de la maldad que le rodeaba, sin embargo, su rostro había dejado de tener esas feas arrugas, dándole una imagen de completa paz - tan solo si me permitieras...
Alzó su mano, llevándola hacia el rostro de Jimin donde apenas tocó la piel, no tardando en lastimarla. Era inútil intentar algo con el ángel, sus manos estaban condenadas a solamente lastimar, él mismo se encargó de hacer que su cuerpo fuera completamente destructivo. Su sangre era tóxica, su piel era como el veneno más puro y letal, sus garras eran tan afiladas que bastaba con un roce para abrir llagas profundas...
El recuerdo de los ojos del ángel, conteniendo miles de lágrimas lo hizo estremecer, sabía que estaba soportando todo el dolor que simbolizaba el siquiera estar cerca de él, aun con todo ese sufrimiento Jimin fue capaz de darle un beso y posteriormente se dejó ser víctima de aquel robo en sus labios, donde ambos los consumía el deseo, ninguno queriendo separarse del otro.
Más. Más. Más.
¿Por qué una simple palabra lo tenía que seguir torturando? ¿Es que acaso era una maldición el simple hecho de no tener suficiente de algo? Comprendió que la sed del Creador al querer más era quizá lo mismo que él estaba experimentando. En el pasado creyó llegar a sentirlo cuando quiso robar el poder absoluto, pero ahora... estaba enloqueciendo por no tener eso que quería, aun estando tan cerca de obtenerlo, pues no sabía cómo saciar su hambre voraz.
Jimin aún descansaba en el propio sueño que él le indujo, se veía tan tranquilo, sin que nada perturbara su existencia. Desesperado por no encontrar una respuesta, se puso de pie, alejándose del ángel, miró alrededor de la habitación donde todas las flores infernales seguían tan vivas como en el primer instante.
Su mirada se posó sobre aquel pequeño cauce de agua que corría alrededor del lugar donde estaba descansando el ángel y sus ojos fueron los principales espectadores del maravilloso poder de la vida, uno que en mucho tiempo no apreciaba, pues aunque Dios fuera el principio y el fin de algo, verdaderamente quien estaba a cargo del final de todas las almas era Yoongi. Todo a su paso desaparecía, perecía o simplemente dejaba de existir en cualquier plano posible.
- ¿Eres tú acaso quien provoca todo esto?
Parecía que el ángel aún en sueños podía ser capaz de responderle, pues de aquellos ojos que permanecían cerrados logró escaparse una traviesa lágrima, la cual rodó lentamente por la mejilla de Jimin, creando un recorrido que fue observado por Yoongi, hasta que cayó al arroyo, convirtiéndose en un precioso diamante. Tan brillante, puro y poderoso, pues solo eso bastó para que todo el campo de flores a su alrededor floreciera nuevamente, haciendo nacer más de esas creaciones infernales.
- Tus lágrimas son capaces de darle vida a lo que una vez cree y fue rechazado - una sonrisa de lado surcó sus labios, no se pudo contener en acariciar lentamente el cabello ajeno - es curioso que mientras tú das vida yo, la quito.
El pequeño diamante brilló en el pequeño fondo del cauce y Yoongi no dudó en meter su mano en ese río, el cual sabía muy bien que le haría sufrir. No se equivocó. Ni bien la punta de sus dedos tocaron el agua, su piel comenzó a arder, aunque así, tomó la lágrima convertida en una gema preciosa, alzándola para poder observarla mejor, siendo testigo de cómo esta comenzaba a rajarse y romperse entre sus garras hasta volverse polvo.
Destrucción, dolor y soledad.
Palabras que estaban marcadas como el único camino de Yoongi, destinado a vivir destruyendo todo a su paso, condenado a sentir el dolor de todos como propio y a vivir en completa soledad, sin nadie con quien compartir, sin nadie a quien poder corresponder en un sentimiento banal como lo era el amor.
Buenas buenas personitas bellas, estamos de vuelta, jeje extrañaba subir esta historia, la verdad por un momento olvidé el porqué o de donde salió la inspiración. Espero estén disfrutando el rumbo que toma la historia porque se vienen cositas.
Por cierto hace poco hice una mini dinámica con un spoiler de la historia, prometí etiquetar a las personitas bellas que encontraran la referencia en el spoiler... por supuesto que no era un spoiler cercano, jejeje tendrán que seguir leyendo para saber dónde estará.
No olviden mantenerse saludables personitas bellas, pronto será el cumpleaños de nuestro señor gatito, alias lucifer, los extraño tanto de verdad que me hacen falta. En fin, cuídense, coman rico, tomen agüita, duerman sus horas y no olvide que se les quiere mucho Purple hearts
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