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El manto nocturno se pintó de un interesante e intenso magenta con tonalidades violetas para las partes más alejadas de los reflejos de la luna. El astro se había pintado de un rojo carmín, con halos naranjas, los cuales no provenían de los rayos del sol, no, estos efectos eran provocados por dos estrellas que parecían estar renovando su existencia, consumiéndose entre explosiones.

Ni un solo ángel tenía permitido la creación de nuevos astros en el manto celestial, había quedado prohibido desde siglos atrás, pues eso daba libertad a la expresión, era un pobre intento para evitar que nuevamente surgieran ideas revolucionarias poniendo en contra los mandatos sagrados.

La creación de nuevos cuerpos celestes fue lo que alertó a Miguel quien apenas estaba regresando a sus aposentos en el cielo, donde pudo observar los cambios bruscos y con agilidad se movió hasta el observatorio donde los eruditos que estudiaban las constelaciones de todos llevaban un registro de cualquier cambio.

Nadie podía existir sin pasar por las manos y la decisión de los arcángeles, ni un solo hombre pasaba desapercibido de la vista de Dios, pero aquel espectáculo estaba siendo algo inusual y jamás visto. O quizá para los nuevos ojos divinos aquello fue algo inaudito, mientras que el caos crecía en cada uno de los arcángeles temiendo otra rebelión.

- Señor - habló alarmado uno de los ángeles, acercándose al arcángel con miedo palpable, el cual brotaba de cada poro - ambas estrellas están teniendo reacciones extrañas, provocan un campo de atracción entre ellas.

- ¿Crees que no soy consciente de eso? - su ceño fruncido, su puño apretando el mango de su espada y el rostro bañado en ira hacía temblar al otro -. Lo que yo necesito y espero saber de ustedes, los grandes eruditos del cielo, es... ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué lo provoca? - señaló hacia la dirección donde se encontraban ambas estrellas.

- No estamos seguros - su mirada no pudo mantenerse ante la contraria, notando de inmediato la tensión en el cuerpo de su superior -. Lo único que podemos decir es que si siguen de esa manera, será cuestión de horas para que...

- ¿Qué? ¡Habla ya!

- Colisionarán y harán una enorme explosión.

- No es posible, ¿por qué...? - incrédulo ante lo que sus propios ojos admiraban, se giró hacia el otro ángel, con un semblante impasible, ocultando su ira lo mejor que pudo -. La estrella que cambiaba, ¿qué sabes de eso?

- Esa aún está activa. Tiene periodos en los que de nuevo genera explosiones, pero así como inicia se apaga. Es una constante como un ciclo cambiante.

- Eso quiere decir que no es el mismo - murmuró para sí mismo, confirmando sus sospechas al ver una negación, tensándose al tener al otro ángel a su lado.

- Mi señor, estas dos estrellas pertenecen a dos de nosotros - Miguel giró en su dirección, casi obligándolo a que siguiera hablando, notando perfectamente el miedo, deslumbrando sus ojos plateados - una es de un pequeño ángel guardián...

- ¿Y la otra? - alzó su ceja al no obtener una respuesta rápida, y notar que el ángel se detenía a sopesar lo que mencionaría - ¡habla! - demandó de inmediato, haciendo estremecer al contrario.

- Es la estrella de la mañana, mi señor.

- Lucifer...

Ni bien recibió un asentimiento lento, casi dudoso, pues aquel nombre era prohibido, nadie se atrevía a siquiera mencionarlo porque se asumía que podría levantar de nuevo un revuelo innecesario. No estaban seguros de quienes habían sido seguidores de uno de sus hermanos, para luego ocultarse detrás de una mentira, o bien al haberlo abandonado sin más, no confiando en la lealtad pura de muchos de los antiguos.

Miguel se abrió paso entre las puertas celestiales, esas que solo podían abrirse ante su propio llamado con el fin de encontrar al Creador del Universo. El arcángel siguió su camino, ignorando incluso a los molestos serafines, quienes buscaron sacarlo de nuevo de su territorio, pero el poderoso ángel se las arregló para hacerlos a un lado, al igual que encapsular las almas que flotaban en todo ese lugar.

Serafines de menor rango, almas que salían del purgatorio y recién fallecidos buscando una nueva vida en el reino de paz, ahora se encontraban en jaulas doradas que les impediría escuchar, y andar por ahí sin permiso.

- Mi señor - alzó la voz en cuanto entró a la última habitación del lugar, esa donde mantenían reuniones poco recurrentes - padre, necesito... una respuesta...

Sus ojos pasearon por todo su alrededor, donde columnas doradas se levantaban hacia lo alto, el calor se combinaba perfectamente con el frío, creando corrientes que se colaban entre las hebras castañas del cabello del arcángel. Un estremecimiento le hizo saber que ya no se encontraba solo, el leve peso posado en su hombro le hizo regresar la mirada hacia ese lugar, no encontrando nada.

- ¿Qué ocurre? - la voz invadió todo el espacio, sin dejarse ver, simplemente haciendo saber que su presencia estaba ahí - ¿por qué vienes aquí causando caos a tu paso?

- Padre, están ocurriendo cosas extrañas.

- Lo sé - habló sin más aquella voz profunda. Miguel tensó la mandíbula intentando contener sus palabras, pues lo había descolocado la forma en la que le respondía -. Lo que no entiendo es, ¿por qué pareces tan perturbado?

- No creo estar entendiendo. Mi señor se trata de las estrellas de...

- Lo sé - lo interrumpió nuevamente, provocando que el arcángel frunciera su ceño - nada pasa sin mi consentimiento, nada ocurre sin yo antes haberlo visto o premeditado.

- ¿Qué quiere decir eso?

- Digo, que estoy enterado que varios de mis más fieles seguidores han realizado actos prohibidos e incluso injustos.

Miguel se sintió señalado en cuanto esas palabras atravesaron sus oídos, siendo esto suficiente para hacerlo recordar todos sus actos violentos, de los cuales quería convencerse a sí mismo que habían sido con el fin de mantener el orden, cuidar a los suyos y los propios doctrinas establecidas.

El sonido de cadenas retumbó en sus oídos, el choque de su espada siendo alzada contra ángeles de menor rango; el tintineo de uno de sus castigos, infundado para mantener aún aquella atadura de cierto querubín que se había liberado de su castigo teniendo los eslabones cortados colgando de su cinturón con el fin de que en algún momento entre sus patrullajes poder encontrarlo y así el último eslabón atado a él lo atraería nuevamente. Todo eso lo había hecho con el fin de llevar a cabo sus tareas, a lo que se le había enviado.

- Padre, no comprendo a qué se refiere.

- ¿No?, es extraño que tú, siendo mi mano izquierda, el más fiel de todos, pueda observar lo malo que hace el resto, pero no tus propios defectos - lo estaba acusando de una forma un tanto agresiva -. Además, estás aquí para exponer el mal de otros, así que debo asumir que no te has cegado ante tus ideales.

- Mi señor, yo solo sigo tus mandatos.

- ¿Es así? - Miguel intentó buscar nuevamente con la mirada algo que le mostrara una imagen de Dios para poder mirar a los ojos, sin obtener nada -. Sigues buscando a pesar de saber que todo se encuentra frente a ti.

- No comprendo, ¿acaso quieres decir que esas dos estrellas no significan nada?

- Lo significan todo. Sabes lo obvio, Miguel, pero responde algo ¿sabe en dónde están?

- Yo... no - mencionó con disgusto al no tener una respuesta positiva - esperaba que me abriera los ojos para saber dónde empezar a buscar.

- No tengo la respuesta para esos misterios.

Miguel no pudo ocultar su asombro al escuchar que el único que tendría la última respuesta le mencionaba ser ignorante de aquello. Sus manos hicieron puños al sentirse más perdido de lo que ya se encontraba antes de siquiera entrar a esa habitación.

- Creo que Lucifer sabe muy bien cómo utilizar ese único poder que logró obtener - la mirada confusa de Miguel fue lo que hizo que Dios sacara una risa burlona - Veo que ignoras los dones de tu hermano

- Dejó de serlo en el momento que te falto el respeto queriendo igualarse a ti - le señaló con recelo y un toque de rabia bañando cada palabra -. ¿Cómo podría saber algo de ese ser desterrado si solo nos hemos concentrado en hacerlo a un lado? ¿Cuál es ese magnífico poder?

- El de ocultarse a plena vista, incluso en el lugar menos esperado o el que pensábamos que se encontraba en el olvido. Jamás puedes predecir dónde estará y eso es algo que ha sabido usar a su favor.

- Debemos encontrarlo, está haciendo algo con ese ángel...

- Déjalo.

- ¿Qué?

- Que haga lo que desee, al final nosotros le entregamos ese ángel para él. Las cosas no suceden sin una razón.

- Quiere decir que Lucifer ya tenía planeado lo de ese ángel, ¿sabía que sería él? - no hubo una respuesta, eso era algo que detestaba del Creador, jamás daba repuestas, solo les dejaba encontrar la respuesta por sí solos - no es posible, fue elegido al azar, cómo podría siquiera...

- Es ahí donde radica el misterio de la estrella de la mañana y su único compañero. Ya fui... lo suficientemente egoísta en el pasado en lo que respecta al amor y devoción.

Tan pronto como esas palabras resonaron en el lugar, la presencia desapareció, Miguel fue capaz de sentir la ausencia de Dios, para luego presenciar cómo los cielos se pintaban de nuevo de tonos naranjas. Sea lo que fuera que estaba haciendo Lucifer con ese ángel era muy malo, pues estaba incluso alterando el equilibrio en el cosmos.

Sus planes debían ser catastróficos, amenazando no solo a los hombres, sino también a todos ellos. Le parecía extraño que su padre no se alarmara ante aquello, aunque él siempre tenía esa actitud pacífica, jamás actuaba por impulso, lo había aprendido años atrás, de los errores que cometió y ahora era diferente.

Aunque Miguel no era Dios, él no era el todopoderoso, él no era alguien que se cuestionaría mil veces lo que estaba ocurriendo y mucho menos cuando se trataba de alguien tan poderoso como lo era Lucifer.

Fue el primer ángel desterrado y condenado al exilio junto a todos sus seguidores, fue tomado como ejemplo para que todos temieran al poder de Dios, ese que castiga e impone un orden a las cosas que buscan crear caos y desbalance de la propia naturaleza; sin embargo, aun con todo lo que padeció se supo levantar, reconoció su propia fuerza y se inclinó de cierta manera ante el poderío del Creador, quedando como una fuerza igual, poniéndose a la altura del otro.

La diferencia radicaba que en esta ocasión, Yoongi no buscaba ser un contrincante digno para un Dios que lo creo para ser su subordinado, tampoco estaba cumpliendo con su posición como líder del infierno, amo de los castigos, el dolor, la tortura y el pecado. Por esta vez, y esperaba que no fuera la última, el ángel caído buscaba solo complacer.

Era un nuevo terreno sin explorar, pues conocía un tipo de placer, pero no el que necesitaba saciar en ese instante, porque aunque sus garras lo hicieron deleitarse con los gritos de los hombres, esto no era lo que deseaba escuchar brotando de los labios de carnosos de Jimin.

En la penumbra de la noche adornada entre matices naranjas, iluminada intensamente por la luz de la luna que los deleitaba con el perfecto escenario, con las hojas de las copas de los árboles moviéndose lentamente, con el pasto crecido recibiendo ambos cuerpos que estaban necesitados, sus sentidos se encontraban urgentes de sentirse mutuamente, esperando todo y nada.

La mano de Yoongi paseó por el hombro desnudo de Jimin quien se dejó tocar abiertamente, disfrutando los choques cosquilleantes de esa nueva sensación, las descargas que recorrían su cuerpo no tenían fin, donde fuera tocado era el inicio de una nueva exposición en cadena. Su suave piel se convertía en un receptor adecuado para que las caricias ajenas encontraran un hogar.

- Mi Señor...

- Solo di mi nombre, Jimin, por favor te lo suplico, hazme sentir propio, que pertenezco a algo más, a alguien...

- Yoongi - un casi susurro, muy parecido a un jadeo, como si temiera el resultado detrás de mencionarlo, con un cosquilleo electrizante dándole pequeños pinchazos en la piel que lograba estar en contacto con la contraria - Yoongi - tomó más fuerza al sentir su respiración agitándose debido a ser despojado de sus vestimentas, todo bajo el toque del demonio, de una forma delicada.

Los ojos del ángel caído estaban encendidos en deseo, lujuria y quizá un elemento más escondido detrás de esa calidez y delicadeza con la cual lo manipulaba a su antojo. Se aproximó hacia el ángel que ya se encontraba más que derretido entre sus manos, su cuerpo se acopló al otro, cayendo lentamente, jadeando de manera entrecortada debido a la sensación del roce entre sus torsos desnudos.

Jimin arqueó su espalda por impulso, quizá algo inconsciente en su mente que le hacía buscar el placer del roce de sus pieles, una de sus manos se elevó con el fin de encontrar algo a lo cual sostenerse, obteniendo la seda fina de la vestidura ajena.

- Quítala si eso deseas - sus labios se acercaron hacia el cuello expuesto, donde comenzó a besar delicadamente, eran roces lentos que dejaban descargas eléctricas a su paso, como el suave toque de un pétalo, pero con el poder del propio infierno para calentar la sangre ajena y quizá dejar humedad a su paso -. Toca ángel mío, deléitate con lo que se está entregando.

- ¿Qué quiere decir? - Jimin tragó saliva, muy apenas, pues no era consciente de que su boca se hallaba seca debido a que todo ese tiempo la mantuvo entreabierta, esperando obtener nuevamente besos calientes, aspirar el mismo aire que exhalaba el contrario, sabiendo en la lengua a dulces recuerdos -. Soy yo quien me entrego ante usted.

- No mi precioso ser de luz, somos ambos - Yoongi tomó una de las manos del ángel, la cual estaba temblando, un tanto fría para el gusto del demonio; sin embargo, la llevó hacia su propio pecho el cual se encontraba ardiendo en llamas, con el corazón ajeno latiendo desenfrenado - no lo olvides, estás en mí - acercó sus labios a los ajenos dejando un espacio doloroso y asfixiante entre ambos - así como yo estoy en ti. Siénteme crecer en ti, escucha mi propio latido en ti.

Sus dientes mordieron el labio inferior del ángel, sacándole un gemido alto, permitiendo de esa manera que la lengua hábil de Yoongi se adentrara a la cavidad, explorando la humedad ajena, insistiendo en ser correspondido, logrando que entre movimientos tímidos la lengua ajena se aventurara a encontrarse con la propia.

El acto era sucio, deplorable, prohibido y excitante. Las manos de Yoongi recorrieron el contorno del cuerpo de su ángel, cada curva siendo establecida por nuevos movimientos, creando caminos angostos al llegar a la pelvis donde finalmente sus cuerpos encontraban una forma adecuada para unificarse, obteniendo un bulto creciente, latente y sensible; aquello quedó más que expuesto con el gemido ahogado de Jimin siendo este como el canto de un ángel devoto.

Su dedo apenas tocó la punta del miembro duro, obteniendo una sinfonía gloriosa de esos bonitos labios que interrumpió su beso apasionado por el éxtasis; sin embargo, bastaba con un simple toque, para que el encuentro entre sus labios regresara a ser lo de un inicio, un desenfreno de deseo y cargado de pasión. Las mordidas de Yoongi solo eran provocativas, mientras que sus manos recibían el cuerpo ajeno con cada movimiento.

Se estaban descubriendo mutuamente, pues Jimin, de una manera inconsciente, también comenzó a pasear sus manos por el cuerpo ajeno, descubriendo que sus reacciones causaban placer. El choque de realidad llegó a él en cuanto pudo percibir cómo unos colmillos se clavaron en sus labios y su primera acción fue apretar la carne fina entre su puño sacándole un gemido a Yoongi.

- Mierda... hazlo de nuevo - pidió de inmediato, moviéndose en un vaivén lento que provocaba roces entre ambas erecciones duras.

- ¿Qué cosa?

- Toca - era parecido a una orden que fue seguida de manos posesivas apretando los brazos ajenos, labios que recorrieron el cuello expuesto, colmillos filosos que gustosos se deleitaban con la carne fina - rasga y lastima todo lo que quieras.

La humedad invadió otra parte de Jimin, siendo sus pezones parte del jugueteo nuevo, los labios de Yoongi apretaban ese espacio haciendo que el ángel buscara de donde sostenerse, llevando sus manos hacia la espalda ajena donde apretó fuerte por el simple hecho de no saber cómo lidiar con tantas sensaciones, pero obteniendo la satisfacción ajena.

El eco de unos gritos siguieron rompiendo el apacible lugar, mas estos no eran de desespero, o quizá sí, pero no en un sentido doloroso, porque la realidad de aquello era que Jimin no tenía explicación alguna para el estremecimiento que lograba hacerlo sentir Yoongi cuando la lengua ajena se encargaba de humedecer perfectamente su pezón izquierdo, mientras que el derecho era apretado entre los dedos ajenos.

Los dedos de Jimin abandonaron la espalda de Yoongi para enredarse en el cabello largo y sedoso, apretando cada tanto, jalando de los mechones que se encontraban en sus puños en el segundo que sintió enloquecer. La mano del demonio había encontrado hogar cálido en ese miembro duro que comenzaba a escurrir líquido lubricante, perfecto para comenzar un vaivén.

La distancia entre sus cuerpos estremeció a Jimin gracias a la humedad repartida en toda su piel, sintiéndose como llamas brotando de sus poros, sus oídos retumbaban al ritmo del corazón ajeno en su pecho, el cual le hacía sentir en demasía. Pronto el ángel se vio necesitado de seguir siendo víctima del placer, paseó su mano por su propio torso desnudo, las yemas de sus dedos apenas tocaron sus pezones haciéndolo jadear.

- Mi travieso ángel - murmuró Yoongi contra la piel que estaba besando, sacándole un jadeo a Jimin en el segundo que mordió y raspó con sus colmillos - ¿tanto necesitas ser tocado? ¿Te gusta sentirte así?

- S-sí.

- Muéstrame cómo deseas que te toque, usa tus manos, imagina que son las mías las que te dan el placer que buscas.

Esas palabras cargadas de lujuria provocaron que el ángel recorriera lentamente su piel sin dejar de mirar esos ojos dorados, destellando como la estrella más brillante. El cosquilleo de la yema de sus dedos causó un efecto dominó al llegar hasta sus pezones nuevamente, donde apretó sacándose un jadeo, uno que se convirtió en un ruego por Yoongi, quien apretó su agarre en la extensión de Jimin.

- ¿Te gusta que los apriete? - una murmuración junto con un asentimiento fue la única respuesta -. Tira un poco más de ellos, pellizca de forma que te haga sentir cosquillas.

Era como si sus dedos obedecieran el mandato del otro, pues apretó con un poco más de fuerza, teniendo una reacción inmediata, aunque no con la misma intensidad que necesitada, que anhelaba. Aquel cosquilleo llegó a recordarle el cuerpo hasta instalarse en la punta de su erección, esa que también era estimulada por Yoongi quien estaba repartiendo besos, chupones y mordidas en sus piernas sin dejar de mover su mano lentamente. La imagen entre sus piernas le pareció excitante.

- ¿Por qué dejaste de tocarte, mi ángel? ¿No soportas hacerlo tú mismo?

- N-no, no es igual - se quejó el ángel, sacándole una sonrisa ladina a Yoongi quien se acercó al glande rosado y brillante por la lubricación, sacando su lengua para rozarla - mi señor.

- ¿Sí, mi ángel?

- Por favor...

- Dime... qué deseas - la confusión y lucha interna que tenía Jimin en cuanto a expresar sus necesidades se reflejaron en sus ojos, cosa que divirtió a Yoongi, quien metió lentamente la dureza ajena obligando a que el ángel arqueara su espalda, enredando sus dedos en el cabello largo - soporta un poco más, sé que eres capaz de lograrlo.

- Señor... - la succión en su dureza se sintió exquisita, llegando a incluso marearlo en el proceso, sus oídos se bloquearon, dejándolo sordo por unos segundos con el único ruido sordo del viento, su cuerpo buscó más contacto. Sus labios entreabiertos aspiraban aire, sus pulmones parecían no funcionar, su voz no parecía querer cooperar para mencionar algo más, fue así hasta que esa humedad abandonó su erección permitiendo finalmente hablar - Yoongi

- Puedo convertirme en un fiel devoto de tus labios pronunciando mi nombre. Jimin... eres precioso.

- Yoongi... y-yo necesito - no encontraba palabras para aquello que su cuerpo gritaba en silencio - te necesito, puedes... por favor apague este fuego en mí.

- Oh, mi ángel, dudo mucho que sea eso lo que quieras, porque una vez me funda en ti el fuego formará parte de cada fibra de tu cuerpo. Crearé un nuevo infierno al cual puedas regir. Bajaré los cielos solo para que te pertenezca. Pondré la puta tierra con toda sus creaciones a tus pies.

Sus labios se unieron en un beso profundo, donde la delicadeza se mezcló junto con el deseo, sus lenguas danzaban en una sinfonía de placer. Yoongi deslizó una de sus manos por el cuerpo ajeno, empezando un recorrido delineando desde el cuello, bajando lentamente por las costillas tan lentamente que parecía estar contando una a una con el pasar de sus dedos, mientras que su otra mano viajó por la espalda perfectamente curvada, arrancando suspiros que deleitaban, que delataban la satisfacción.

Jimin se despojó a sí mismo de sus alas, de todo aquello que lo ataba a algo más que no fueran esas manos que se encargaban de recorrer cada espacio de su piel como un efecto magnético del cual no quería despojarse. Sus movimientos lo obligaban a estar en un constante encuentro, arqueándose en búsqueda de mayor contacto, abrazándose a la espalda ajena, delineando las cicatrices que atravesaban ese espacio.

- Prometo ser cuidadoso - su voz aterciopelada era hipnótica, dejó un beso en las mejillas de Jimin quien apenas asintió ante las palabras ajenas -. Abre tus labios mi precioso ángel - lo vio obedecer, entreabriendo esos bonitos y rosados pétalos de flor carnosos. Con el hambre chispeando en sus ojos y su pulso disparado, rozó la punta de sus dedos en la cavidad húmeda - chúpalos - ordenó - hazlo lo suficiente para que sean lo más viscoso, húmedo y sucio posible.

Asintió de inmediato, perdido en las órdenes y esos ojos brillando en deseo. Los largos dedos se introdujeron profundo dentro de la boca del ángel, mientras que su lengua se enrollaba a su alrededor, lamiendo, succionando al sentir la acumulación de saliva que se derramaba por las comisuras de sus labios.

- No, no, no, si succionas no funcionará - se acercó a su oído como si estuviera a punto de revelar el mayor de los secretos - asegúrate de dejar la suficiente saliva en ellos, no los seques. Sé que eres capaz de hacerlo - el ángel aceptó aquello, manteniendo abundante saliva en su boca, parecía que brotaba a borbotones y era tan difícil mantenerla dentro cuando sintió un leve cosquilleo en su zona íntima - tan bueno... tan obediente.

- Ah, Yoongi.

- ¿Crees que esto es suficiente? - ronroneó cerca de su oído, dejando una lamida aún más húmeda, tomando con la punta de su lengua el hilo de saliva que escapó de la boca ajena - ¿quieres intentar con esta cantidad?

- ¿Qué hará?

- Solo disfruta.

El cuerpo del ser celestial tembló ante esas caricias expertas que quemaban su piel, unificando los hilos que conformaban cada parte de su cuerpo, descendía de manera lenta y tortuosa mientras dejaba a su paso estelas de calor, un embriagante y cálido fuego que lo invadía hasta hacerlo temblar. El tacto firme se instaló entre los muslos delgados, rasguñando la piel cálida, provocando gemidos, mientras que los largos dedos se abrían paso entre las piernas en un delicado intento por separarlas lo suficiente.

Se dejó tocar, era como arcilla suave, maleable, perfecta para moldearse al antojo del expertiz ajeno quien dirigió aquel pecado profanador entre las piernas de Jimin, para instalarse en esa entrada tímida, palpitante y sensible, pues ni bien el roce se hizo presente el cuerpo entero del ángel se tensó, arqueándose y moviéndose.

- Quédate quieto, no huyas de mis dedos. Deléitate de placer...

- ¿Dolerá? - el demonio sonrió de lado, mientras que sus dedos llenos de la sustancia viscosa hacía círculos en ese espacio sensible, obteniendo las manos de Jimin sosteniéndose de los hombros ajenos.

- ¿Te parece que lo hará? - se inclinó más hacia él sin dejar de pasear su tacto en esa entrada, ingresando apenas la punta de sus dígitos en ese lugar, creándose un espacio amplio para poder ingresar - dime si te lastimo ¿de acuerdo? También pídeme cuanto más o menos quieres que ingrese en ti.

- M-más - su voz tembló al sentirse invadido por corrientes de calor, con palpitaciones en lugares donde jamás lo había percibido.

El demonio se regocijó ante el pedido y retiró apenas el tacto insistente para poder complacer a su bello ángel. Yoongi cruzó sus dedos, creando una unión entre ambos para poder ingresar lentamente en ese lugar estrecho y cálido, logrando adentrar a la mitad, antes de que Jimin se quejara bajito, sin embargo, pudo notar que no pidió alejarse de aquello, simplemente contuvo la respiración.

- Relájate, precioso, respira lento - Jimin soltó lentamente el aire y mientras se relajaba lentamente, Yoongi ingresó de esa manera sus dedos hasta quedar por completo dentro para finalmente crea un pequeño gancho el cual tocó las paredes suaves, tiernas y húmedas sacándole un grito al ángel - tan lindo.

Lo estrecho del espacio, la humedad que se asemejaba a esas veces en las que sus garras se bañaban en sangre, tan cálido hasta hacerlos perder su calor, sin embargo, en esta ocasión entre más arremetía contra el interior el fuego se elevaba, las contracciones de las paredes abrazaban dulcemente sus dedos. Los gritos de sufrimientos que habían hecho hogar en su memoria ahora estaban siendo reemplazados por empalagosos jadeos hipnóticos que abrazaban su ser, uniéndolo pieza a pieza.

El cosmos se abrió paso mientras más arremetía en ese reducido espacio donde estaba tocando la gloria. Jimin se deshacía entre movimientos, buscando más tacto el cual estaba ejerciendo presión exquisita entre sus paredes interiores, la humedad mojó sus piernas, el calor era parte de su propio cuerpo donde todo palpitaba haciéndolo sentir en exceso, logrando conectar cada fibra de su ser con el mundo exterior.

Cada ser vivo, planta, animal o incluso hombre que había surgido de la tierra en la cual él ahora se dejaba fusionar, conformaba una nueva parte de sí mismo. Los labios de Yoongi envolvieron la extensión dura, la cual rebosaba en humedad gracias a las gotas cristalinas que salían de la punta como un llamado para saborear su recorrido, como si se trata del dulce elixir de vida, el cual necesitaba recoger con la punta de sus labios.

Comenzó chupando el glande con el fin de succionar el líquido, obteniendo jadeos y movimientos en respuesta, Jimin enredó sus dedos en el cabello largo, aferrando su agarre pidiendo entre sonidos poco audibles para que Yoongi siguiera en ese sitio, chupando, succionando, arremetiendo en su interior. La rugosidad poco a poco se había extendido lo suficiente para que los dos dedos que habían realizado un arduo trabajo ahora se encontraban separando perfectamente esa entrada goteante, recibiendo la lengua hábil.

- M-más profundo - suplicó al sentir que aquella lengua podía ir más allá de lo que los dedos lo hicieron. Un estremecimiento lo invadió al sentir cómo algo crecía y se alargaba en su interior hasta tocar lugares recónditos -. Sí, justo ahí.

Era como estar siendo devorado por el otro, Jimin se sentía en el éxtasis de las sensaciones que se arremolinaban en su piel, en su cabeza, en su vientre, mientras que la lengua contraria embestía, se movía y tocaba su interior. Deseaba ser el alimento del otro, ser destrozado parte por parte, consumirse en un solo suspiro de su brillante existencia para ser parte de él, ser uno para siempre.

Dejaría de ser suyo, para ser del otro, estar en el otro como él, teniendo a Yoongi como parte de su ser, nadie sabría quién era quién, y si llegaba a morir uno lo harían juntos porque el cuerpo no vive sin el alma y un cuerpo vacío es un simple cascarón; pero Jimin se sentía tan lleno, pleno, en especial en esos preciados segundos donde por fin estaba completo.

- Tanto escándalo y aún no me tienes dentro de ti.

- ¿Dentro? - susurró en un hilo de voz, teniendo la vista nublada, pero tan clara para captar cómo esa lengua salía lentamente, arrastrándose, dejando fantasmas que lo hacían temblar - ¿hay otra manera para que lo esté?

- Existen mil y un maneras - sus labios pasearon por la cálida piel de las piernas de Jimin, mordiendo sin delicadeza la carne, deteniéndose al escuchar leves quejas, lamiendo de manera lasciva el interior de los muslos - solo déjame poseerte.

- Le pertenezco, mi propia constelación de nacimiento es suya si así lo desea.

En la inmensidad del universo, habiendo tantas galaxias, constelaciones y estrellas, aun teniendo todas esas a sus pies, a su elección ninguna era comparable con la que tenía entre sus manos, esas que apretaban con fiereza la carne expuesta. Ninguna estrella brillaba tanto como lo hacía Jimin en ese instante, ni siquiera comparándolo con la representación de polvo estelar que se encontraba siendo absorbida por otra.

El roce de sus labios siguió un recorrido de deseo en todo el cuerpo, dejando a su paso anhelo, estremecimiento y lujuria, creciendo el interior caliente. Yoongi se tocó a sí mismo gimiendo contra la piel cálida de Jimin quien no entendía el porqué de cada gruñido, gemido o jadeo que surgía de esos labios lo encendía aún más, incluso provocando mayores sensaciones que el propio tacto.

Era una ilusión difícil de ignorar, las manos y los dedos tocaban puntos sensibles que le hacían cosquillear, la respiración ajena agregaba un toque de ansia previa hacía no saber qué vendría después, el roce de los labios le advertía que debía esperar al resultado final para ser profanando con el filo de esos colmillos o bien con la humedad delirante.

- Jimin - gimió el nombre del ángel, como un mantra nuevo, una invocación para sí mismo, para que su propia erección siguiera creciendo, previo a interrumpir en el interior ajeno - mi precioso ángel. Prometo ser cuidadoso y tan duro como me lo permitas.

Dichas aquellas palabras se alineó en la entrada vacía, palpitante, anhelante de Jimin, ingresando apenas la punta de su pene, sintiéndose en el mayor de los placeres, no tenía un punto de comparación el haberlo sentido con su lengua y mucho menos con sus insulsos dedos. El poder sentirlo en esa zona tan sensible lo enloqueció, aunque no lo suficiente para perder su autocontrol.

Ingresó despacio, saliendo un tanto más brusco, causando un sonido hipotónico, entre viscoso, vacío y lujurioso. Siguió repitiendo una y otra vez aquel proceso tortuoso, Jimin estaba seguro de que ningún castigo podría parecerse al que estaba siendo víctima en esos momentos porque él deseaba tenerlo dentro, sentirse completamente lleno, pues no era suficiente sentir el grosor abriéndose paso a la mitad de camino para luego salir bruscamente.

- Oh, Dios, por favor hágalo, ya - suplicó, despertando cierto enojo en Yoongi quien arremetió más profundo, llegando a chocar sus pelvis, sacándole un grito ahogado al ángel que se sostuvo de la espalda ajena.

- ¿Crees que él es quien te está tomando? ¿Crees que alguien tan egoísta como él te permitiría sentir lo que yo te estoy dando? - aquellas preguntas estaban cargadas de deseos, de ira, de celos. Todas sus palabras eran respaldadas con nuevos embistes, cada uno más duro que el anterior - ¿por qué lo mencionas a él? Dilo, ¿a quién le perteneces? ¿De quién eres?

- Yoongi...

- Sí, sí, sí... ese es el nombre que repetirás - otra embestida más fuerte golpeó el interior del ángel. Sus labios buscaron los ajenos, pero estos no parecían ni siquiera responder más que para gemir -. Vamos precioso, dime a quién perteneces.

- A usted...

- ¿Quién?

- A mi señor Lucifer.

Sus cuerpos comenzaron a moverse al unísono, sincronizados en una danza íntima y sensual, como si se reconocieran, sin perderse entre las curvas ajenas, recorriéndole perfectamente para unificarse. Todo se asemejaba a un encuentro anhelante, todo estando a su favor y bajo sus pies. Los susurros de deseo llenaban el aire, entremezclándose con el sonido de sus respiraciones aceleradas.

Yoongi dejó un rastro de besos ardientes por toda la extensión del cuello y hombros de Jimin, mientras sus manos exploraban cada rincón de su cuerpo, descubriendo los lugares que le hacían temblar de placer.

El ángel lo atrajo hacia sí, sus piernas tomaron vida propia, enredándose alrededor de la cadera de Yoongi, acercándolo aún más, sacándole una sonrisa al demonio, quien entre besos acarició la extensión de esas extremidades que lo aprisionaron, apretando todo a su paso. La espalda del ángel se arqueó con el fin de buscar más contacto y el demonio aprovechó ese momento para atrapar esa redondez entre sus manos, amasando la abundante carne, abriendo más ambas nalgas, obteniendo más espacio para moverse.

- Siga así - pidió el ángel entre jadeos y sollozos.

- ¿Así? - susurró, inclinándose de nuevo hacia el frente, buscando los labios ajenos, embistiendo aún más profundo, alcanzado una zona especial, donde Jimin tembló - te gusta, ¿cómo se siente?

- Sí.

- ¿Sí, qué?

- Me encanta. Por favor no se detenga.

- Ni aunque lo rogaras me detendría. Pídeme lo que quieras, déjame ser tan despiadado con el resto de seres insulsos para adorarte de la manera en la que te mereces en privado. Prometo arrodillar el mundo entero ante mí solo para provocar tu completo deleite, mientras que yo mismo me entrego a tus pies.

Cada palabra era acompañada de otra embestida, más profunda, más fuerte, más caliente, provocando éxtasis en el cuerpo de Jimin que temblaba, no teniendo mente para nada más que estar derretido y ahogado en un océano de sensaciones abrumadoras.

- ¿Me permites condenar a todo aquel que haya intentado u osado siquiera lastimarte? Aunque te parezcan brutales mis métodos, torturas y castigos, me encargaré de hacer pagar a todos en la tierra el cielo y el infierno. Te entrego a ti el poder de destrozarme, manejarme solo si tú te quedas a mi lado.

- Mi señor - aquella dulce voz logró su cometido, Yoongi le dirigió la mirada, conectando sus ojos, obteniendo estrellas reflejadas entre dos mares mediterráneos. Jimin acunó el rostro ajeno, jadeando por aire, sintiendo la humedad en su interior, lo apretado que se percibía abrazando el miembro en su interior, el cual se detuvo en sus movimientos -. No le perteneceré a nadie más, solo seré de usted, eternamente perteneciente a la estrella de la mañana que me vio nacer y proclamó de su propiedad. Hasta que este cuerpo se vuelva ceniza y mi corazón deje de latir.

- Quizá aún en ese instante, yo buscaré unirte nuevamente o morir a tu lado - el vaivén en sus caderas inició como un suave movimiento, Jimin apretó las mejillas ajenas, amplió sus ojos, jadeó por aire para luego morder su labio inferior - no dejes de mirarme o me sentiré perdido. Soporta sin quitar tu mirada, no cierres esos preciosos ojos. Me encanta verlos tan cristalinos y que sean producto de placer y no de dolor.

Sus movimientos eran lentos y deliberados, cada roce y caricia incrementando la tensión entre ellos. Sus gemidos se volvieron más intensos, un reflejo del deseo que crecía y se expandía entre los cuerpos sudorosos, mientras que los cielos colapsaban en una onda expansiva debido a la nueva unión de dos estrellas convertidas en dos agujeros negros que absorbieron todo a su paso hasta fusionarse perfectamente.

En ese momento, todo lo demás desapareció. El cielo al que ambos habían pertenecido no regía sobre ninguno, el infierno, el cual era gobernado por Yoongi se estremeció arrasando con todo a su paso. Los torturados por la eternidad fueron exterminados, los inocentes castigados injustamente fueron liberados para esperar la redención en el purgatorio de las almas, los demonios que se encontraban atrayendo más almas fueron detenidos por un poder más grande del que jamás habían experimentado.

"El exterminio para todo el que haya tenido culpa en el castigo a las almas destinadas a arder en el infierno de los cielos..."

Nadie comprendía aquellas palabras, pero la desaparición de demonios, ángeles y hombres fue instantáneo, sin consentimiento de nadie, ni guardar el equilibrio, tampoco tendrían opción a ser purgados, todos y cada uno fueron eliminados. Se rumoreaba entre los seres de ambos bandos que el mundo se detuvo y enmudeció hasta romperse en miles de fragmentos provocados por un grito de agonía.

En el jardín del Edén, en ese espacio que los resguardaba del mundo externo donde Yoongi liberó todo su poder arremetiendo contra todos, ahora se convertía nuevamente en el refugio de dos ángeles. Solo existían ellos dos, perdidos en la vorágine de sensaciones y emociones que simbolizaron la liberación de sus propias naturalezas. La pasión los envolvía, llevándolos a un clímax que los dejó temblando, sus cuerpos entrelazados, sus corazones latiendo al unísono.

- Eres tan exquisito mi precioso ángel - murmuró Yoongi aun sintiendo el latido del corazón ajeno, bombeando sangre a todas partes de su cuerpo, dejando besos delicados, dulces y tiernos en cada roce dejado en el rostro de Jimin -. Amo pertenecerte. Nadie ha logrado lo que tú.

Su recorrido de besos siguió por la mandíbula perfilada, bajando por la extensión del cuello, donde una vena saltada palpitaba el torrente sanguíneo combinado, aunque apenas perceptible los rastros oscuros de su propia esencia. Su boca se hizo agua al anhelar beber ese líquido de vida y sin esperar más mordió la sensible piel, haciendo presión para romperla y liberar finalmente el elixir de su existencia.

- Ahg- duele - se quejó Jimin, aunque mientras más sangre era succionada, mejor se sentía su cuerpo, pronto entendiendo que esa esencia de Yoongi se encontraba saliendo de él mismo - No. Yoongi, no por favor.

- Sabes delicioso, mi ángel, no puedo detenerme.

- No, si lo hace me dejará sin nada. Déjeme beber - fue la única manera de hacer que Yoongi saliera de ese espacio en el cuello ajeno, dejando ver la línea dorada manchada de negro corriendo por la comisura izquierda de su labio, esa que se alzó en una sonrisa pequeña.

- ¿Eso quieres?

Jimin asintió de inmediato, esperando pacientemente por una respuesta negativa, obteniendo todo lo contrario. La mano del demonio se alzó para dejar que uno de sus dedos se convirtiera en una perfecta garra filosa, oscura como el reflejo de lo que representaba el ser sobre él y que aún se mantenía en su interior, con la erección dura y sus paredes abrazándolo en cada jadeo. Yoongi pasó por su clavícula su garra, desgarrando todo a su paso con facilidad, dejando salir a borbotones el líquido oscuro.

Como si fuera un ser hambriento por alimento, Jimin llevó sus brazos alrededor del cuello del demonio para acercarlo nuevamente y así instalarse en esa herida, bebiendo con fervor, lamiendo cada gota que brotaba. Le sabía dulce, picante y dejaba una sensación caliente en su garganta cuando tragaba.

- Bebe, mi precioso ángel.

Las alas de ambos aparecieron nuevamente, envolviéndolos en un capullo perfecto donde se refugiaron aún más. Las plumas oscuras de Yoongi se revistieron de sangre manchando sus cuerpos, mientras que las de Jimin absorbían cada gota de sangre, como si se bebieran mutuamente, como si con eso ambos cuerpos terminaran de formar su imagen perfecta.

Finalmente, se quedaron en silencio, sus cuerpos relajados, sus corazones aun latiendo con fuerza. Se miraron a los ojos, sonriendo con la complicidad de quienes han compartido algo profundo e íntimo. El espacio reducido de su capullo, de plumas oscuras y blancas, estaba siendo bañado por la luz suave de la luna, la cual con el pasar de los segundos dejó de estar pintada de rojo. Se convirtió en su refugio, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y solo importaban ellos dos.

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