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El cielo se encontraba en alerta, los arcángeles lo habían percibido y los querubines eran los más sensibles al sentir aquel despliegue de poder, algunos comenzaban a rumorear entre ellos que algo sucedía en la tierra, además del hecho que la conexión con uno de los suyos se perdió de un segundo a otro. Dios había mandado a llamar a su fiel seguidor. El arcángel no dudó en acudir a él, haciendo que su presencia intimidara a todos a su paso.

Miguel llevaba empuñada su espada como un viejo hábito arraigado en él, siempre preparado para atacar a cualquier ser que se atreviera a siquiera pensar en lastimar a los suyos nuevamente, o bien creerse capaz de luchar contra todos los ejércitos angelicales, no, eso no sería posible.

- Mi señor, los ángeles del observatorio mencionan que están ocurriendo anomalías en las constelaciones, así como uniones poco usuales - uno de sus subordinados se estaba encargando de informarle lo que estaba sucediendo, al menos hasta donde llegaban sus conocimientos.

- Asegúrense de que todos los guardianes permanezcan alertas a sus protegidos, ni un solo ángel o legión tiene permitido bajar a la tierra si no es necesario, debemos cuidar a todos aquí - ordenó de inmediato, obteniendo solo silencio por parte contraria, alzó una de sus cejas mientras que su cuello se tensó al no recibir una respuesta - ¿Entendiste? - el ángel asintió, un simple movimiento que no podía calificarse como digno de un subordinado de sus legiones.

- ¿Qué diremos si preguntan?

- ¿Acaso he dicho que esto es una opción para permitir cuestionamientos?

- No, señor - la reverencia que brindó el ángel estaba cargada de arrepentimiento, culpa e incluso impotencia al saber que sus palabras podía ser malinterpretadas e incluso castigadas - disculpe mi atrevimiento a desafiarlo.

- Retírate, estaré ocupado - el lugar al cual se dirigió le estaba dando la bienvenida, no importándole que el ángel a su lado pareciera sufrir por los gritos angustiosos que se escuchaban al otro lado - si obtienes más información asegúrate de reportarlo.

- Sí.

Las puertas doradas cubiertas por cúmulos de nubes se abrieron solo para él, pues entre todos los seres angelicales, los arcángeles era los únicos con el poder de atravesar ese lugar el cual recorrió con su mirada, dejando a la vista los miles de almas que estaban siendo juzgadas para obtener el perdón eterno, todas y cada una ellas eran custodiadas por los serafines quienes no eran especialmente afectos a ese tipo de encuentros con los arcángeles.

Esos seres sin forma eran los predilectos para acompañar a las almas del purgatorio y a quienes fallecieron en la gloria del cumplimiento de las doctrinas impuestas. La cantidad de serafines había disminuido luego de la rebelión causada por Lucifer, ya que fueron los primeros en ser atacados para consumir su poder. Además del hecho de que Dios decidió limitar la creación de más.

El creador era sabio, mantener a las masas controladas evitaría otra rebelión más, Miguel era fiel seguidor a esos pensamientos, los ángeles de menor rango también eran erradicados cada cierta cantidad de tiempo, la creación de más de ellos era limitada, ya que Dios elegía a unas pocas parejas para que formaran un vínculo y de esa misma unión hacer nacer un nuevo ser.

¿Qué hace aquí?

Solo traerá problemas...

- ¿A qué debemos la presencia de la mano izquierda del creador?

Miles de voces hablaron al mismo tiempo, pues los serafines eran conocidos por estar conectados los unos con los otros, se jactaban de ser mejores que los poderosos arcángeles y eso provocaba una disputa entre ambos seres celestiales. Las voces flotaban en el espacio, sin un emisor en concreto, Miguel detestaba aquel poder entre los Serafines para poder comunicarse entre ellos, todos sabían lo del otro, como una red conectada infinitamente.

- Detente ahí, mano izquierda - exigieron todos al mismo tiempo, alzando una barrera poco efectiva para detener los pasos de Miguel, quien no se inmutó ante aquello.

- El padre me ha llamado - acotó, simplemente, abriéndose paso entre todos.

- Te atreves a entrar en este lugar puro empuñando una espada, la cual ha arrebatado miles de vidas - el molesto eco hizo que el arcángel empuñara aún más su espada, lista para desenvainarla, buscando con la mirada a uno de los serafines.

La mirada de Miguel barrió con todo a su alrededor, intimidando a todas las pobres almas elevadas por los serafines, quienes se molestaron por el alboroto causado. Todos se mostraron frente al arcángel, haciéndolo sonreír de manera burlona mientras veía la barrera que lo rodeó para que todas las almas fueran escoltadas hacia un lugar seguro.

- Hemos dicho ¡Detente mano izquierda de Dios! - el sonido de la espada siendo desenvainada alarmó a todos, hizo un sonido estridente, las almas más temerosas se escondieron detrás de los serafines que los custodiaban y otras escaparon hacia espacios de nubes.

- Aléjense todos si no quieren que todas y cada una de estas almas sean enviada al purgatorio para pasar más años ahí.

- Alto - la imponente voz del creador se hizo presente, dispersando a los serafines, Miguel de inmediato se inclinó ante aquel llamado - por favor serafines sigan con su labor - recibió un sí unánime, dejando el lugar completamente vacío, dejando solo la presencia de Miguel quien aún se encontraba sobre su rodilla con un brazo cruzado en su pecho y la mirada baja - Miguel, ¿qué pretendes al entrar de esa manera en este lugar?

- Padre, lamento...

- Sin disculpas vacías, Miguel - el tono de voz hizo que el arcángel se atreviera a mirar hacia arriba, no encontrando a nadie frente a él -. No te he llamado aquí para fortalecer tu rivalidad con los serafines.

- Fueron ellos quienes empezaron - refutó aquello que sabía muy bien, se trataba de una reprimenda, sin embargo, la ira en él lo cegaba para ser irrespetuoso.

- Pero, ¿no te he dado a ti el poder sobre legiones de ángeles, mi gracia y la capacidad de discernir entre lo correcto y lo que no?

- Lo siento, Padre, no se repetirá. Admito mi pecado, me dejé tentar por la avaricia y la ira...

- Basta no hablemos más de eso, muestra arrepentimiento ante tus acciones, procura arreglar los lazos con tus semejantes - el arcángel asintió sin más, bajando la mirada para aceptar cualquier mandato del Creador -. Ahora bien, te llamé ante mi presencia para hacerte saber algo. Tal parece que las estrellas de ciertos seres están emitiendo un brillo muy particular.

- ¿Lucifer? - había cuestionado sin esperar que aquel nombre saliera de sus labios, retumbando como un eco, que provocó que las memorias del pasado flotaran entre sonidos de espadas y gritos de agonía

Todo se oscureció, el aroma a sangre derramada le invadió las fosas nasales causándole náuseas en el proceso y un sentimiento de impotencia al recordarse a él mismo en ese lugar donde Lucifer lo enfrentó, derrotándolo sin esfuerzo, para luego acercarse tanto a Dios que esté mismo no fue capaz de evitar salir herido en el proceso, pues aquel arcángel había obtenido parte del poder que deseaba robar.

- Abandona esos fantasmas del pasado que te atormentan Miguel - una luz iluminó la mente del arcángel, como una cura inmediata que borró todo lo ocurrido, como si todo lo que estaba pintado de negro se iluminara tanto que cegaba para ignorar que eso había pasado.

- Lamento, mi falta, padre... él... sigue teniendo toda la culpa.

- No te disculpes, a pesar de ser un alma descarriada sigue siendo tu hermano - la nostalgia estaba plasmada en aquellas palabras, sin embargo, Miguel no contenía algún afecto hacia ese hermano suyo el cual, a pesar de sus atrocidades, seguía teniendo cierta gracia de su señor -, para tu tranquilidad, esto no se trata de él. Parece ser que otro ser celestial ha madurado para cumplir su misión en la tierra, pero me preocupa que su estrella de nacimiento comenzará a tornarse roja.

Miguel fue llevado al observatorio de cuerpos celestes angelicales, donde frente a sus ojos estaba la constelación el lobo alfa, la Canis Maioris con su característica estrella más brillante estando pintada de un extravagante rojo intenso, como si estuviera en sus últimas explosiones de vida, pero era todo lo contrario, apenas se estaba desprendiendo de una capa externa, dejando ver rayos aún más brillantes.

La estrella llamada Sirio, una de las más brillantes en el manto celestial, brillaba de una forma particularmente extraña. Al mismo tiempo, Dios le mostró la posición de la luna nueva brillando hacia la tierra, a pesar de estar en su fase menos vistosa, ahora mostraba el reflejo del astro.

Recordaba que aquella constelación había permanecido bajo su cuidado, ya que representaba a un pequeño querubín quien poseía una de las almas más puras, el primero y único que había sido creado a partir de la existencia de otro ángel. Esperaban con ansias su despertar, pero esto era más que eso, era desconocido.

¿Por qué Sirio se prestaba para darle a la luna su brillo? ¿Por qué razón se estaba mirando de esa forma?

- ¿Qué significa esto?

- Es muy probable que haya tomado un alma a la cual proteger, pero no comprendo cómo es eso posible - pronto la imagen de Dios se hizo visible ante Miguel, haciéndolo tambalear, casi cayendo de espaldas - ¿Qué ocurre? ¿Acaso me temes?

- Padre - se hincó frente aquel ser que pocas o casi nunca mostraba una imagen física.

La reacción de su propia mano izquierda hizo que Dios recordara por qué había dejado de mostrarse ante el resto de ángeles, pues estos siempre se sorprendían o actuaban como si su sola presencia estuviera destinada para amedrentar a todo aquel que estuviera frente a él. Solo Yoongi era capaz de mantenerle la mirada, hablar con él como si se tratara de algo banal y no porque se encontraba frente a un ser más poderoso, el hecho de estar por sobre todos le hacía notar lo solo que podía estar.

La sensación de no ser comprendido por los hombres lo asimilaba mejor a las reacciones exageradas de sus semejantes. Debía admitir que la falta de castigo de Yoongi por pasearse en la tierra, andando y haciendo su voluntad, le daba un motivo para reencontrarse con ese ser que no le temía, le hablaba con convicción, seguro y tan cargado de razón que se le hacía divertido.

- Miguel, ponte de pie. Deja de poner la cara en el suelo, al cual piso, parece que nunca me has visto.

- Es muy extraño para mí poder verlo de nuevo, señor - el arcángel se puso de pie, intentando mantener la mirada en su padre, que lo veía impasible. Quizá en sus ojos podía llegar a reflejarse el propio sentir ajeno y de ahí la razón por la que él se sentía rechazado, insuficiente, poco útil y no digno de estar en su presencia -, ha pasado mucho tiempo.

- Lo sé. Creí necesario esto porque no me agrada lo que está ocurriendo. Dime Miguel, ¿qué sabes sobre el trato de los mil años?

- Bueno, estamos apenas en los inicios, la verdad es que no ha representado un peligro. No hemos tenido ataques, todo ha estado muy tranquilo, quizá por esta vez él sí cumpla con su palabra - habló con esperanza ante lo mencionado.

- No, Miguel, no ves más allá de la punta de tu espada - Dios se alejó de él solo un poco y le fue muy fácil llevarlos hacia la tierra, a las playas frías del mar rojo, donde la brisa salada les dio la bienvenida - no hemos tenido ni una sola aparición de Yoongi en todo este tiempo. Jimin... parece que se lo tragó la tierra... y ahora eso está en el cielo.

Miguel alzó su mirada para notar que la luna nuevamente se pintaba de un amarillo casi dorado reflejando más luz de la normal, la propia imagen de su padre comenzó a desvanecerse de su lado, dejándolo solo nuevamente.

- Averigua qué es esto, Miguel, busca a tus hermanos, encuentra la respuesta a esto, sin entrar en conflicto.

El arcángel volvió a empuñar su espada, mirando fijamente el astro celestial que acompañaba las noches de los hombres, esperaba encontrar a los causantes de todo aquello. Una explicación la cual debía buscar con pequeñas migajas esparcidas por el mundo. La luna y las estrellas cambiantes le hicieron tener una pista de dónde poder empezar, comenzando con aquel querubín que había sido recluido en el cielo por él mismo en el cielo.

Era de su conocimiento que se había escapado sin dejar rastro alguno, oculto bajo un manto poderoso. Su mano hizo puños en su cinturón donde se resguardaban las uniones con las cadenas divinas de todos esos ángeles castigados, siempre obteniendo nada al tocar la de ese querubín.

Sus alas se abrieron de manera majestuosa, alzando con facilidad su cuerpo, el cual en poco tiempo estuvo surcando los cielos, paseando entre las nubes, observando a todos los humanos haciendo sus vidas, ignorantes de lo que ocurría en sus propias narices. Quizá aquellos seres tan insignificantes no eran los únicos ciegos de la verdad, oculta a plena vista.

En la suave penumbra de la noche, la luna se alzaba como un testigo silencioso de los susurros románticos que flotaban en el cálido aire de los primeros meses de calor, donde las noches se volvían el perfecto escenario para conciertos naturales. Su resplandor plateado, delicadamente derramándose sobre la tierra, pintaba un lienzo celestial que parecía haber sido creado exclusivamente para los amantes.

Seokjin y Namjoon habían disfrutado de los placeres de una vida sin presiones, una donde los arcángeles pasaban embriagados entre afectos, caricias, besos dulces, alguno que otro roce insinuador. No estaban preocupados por sus tareas, las cumplían como individuos libres, con tiempo para ser ellos mismos, sin embargo, aquella nube de fantasía eterna dejó de ser su propia realidad cuando ante ellos el estruendoso aparecer de Miguel trajo consigo el peso de recordar quiénes eran verdaderamente.

- Hasta que los encuentro - habló a secas, casi escupiendo sus palabras hacia Namjoon quien le mantuvo la mirada como en todas las otras ocasiones, siempre retador - pensé que estarían haciendo sus tareas en el cielo.

- Podemos cumplirlas donde queramos - interrumpió Namjoon, obteniendo un agarre en su mano por parte de Seokjin, sabía que ese simple gesto representaba una súplica, pero le era imposible no estar a la defensiva frente a Miguel - ¿a qué has venido?

- Siempre tan altanero, Gabriel.

- Siempre tan prepotente, Miguel. ¿El tema de ser la mano izquierda del padre te sigue carcomiendo el alma?

- Tú no sabes lo que hablas - el arcángel se acercó a su hermano, quien no tenía la apariencia de un ser celestial, más bien se veía como un hombre, cosa que lo hizo detestar aún más su presencia -. Te atreves a dirigirme la palabra luciendo así, aunque por supuesto, qué puede saber un arcángel como tú. El casi traidor, el último en ser elegido para ser arcángel y a quien nuestro padre le encomendó dar el anuncio del nacimiento de un niño para redimir su pecado.

- Por favor, dejen de discutir - Seokjin se colocó en el medio de ambos, quienes parecían dos bestias peleándose por un trozo de carne, uno el cual ninguno podía tomar porque la gracia de su padre había caído tiempo atrás en otro de sus hermanos - esta discusión es absurda. Miguel, ¿qué estás haciendo aquí?

- Mi bello Chamuel - Miguel sonrió de lado, casi altanero, haciendo que Seokjin formara una mueca en su rostro por el desagrado que representaba el escuchar siquiera la voz contraria. El horror se reflejó en sus ojos cuando notó el acercamiento contrario, pudo leer sus pensamientos. Quería besarle la mejilla, tocarlo, tener contacto como en ocasiones anteriores.

La mano de Namjoon fue la que detuvo aquel acto desvergonzado de tocar o siquiera osar profanar la piel que él tanto adoraba, y que además por años fue él el único poseedor. Miguel quitó el agarre contrario, manteniendo su ceño fruncido, no comprendiendo el acto de rebeldía.

- ¿Qué significa esto?

- No te atrevas a tocarlo sin su consentimiento. Vienes aquí sin explicación aparente, nos atacas con tu presencia, pretendes tocar a ... - Namjoon mordió su labio al notar que su hermano le veía con asco - ¿a qué has venido Miguel?

- Parece ser que ustedes dos se han divertido mucho por aquí no es así, tanto que siquiera han notado los cambios en el cielo - la mirada confusa de ambos le hizo rabiar, quizá solos se trataba de la combinación entre la molestia de verlos juntos, del hecho de no poder acercarse a Seokjin, del hecho que este mismo se alejara o un conjunto de todo -. Me esperaba eso de Gabriel, siempre vagando por la tierra, desobedeciendo los mandatos para mantener protegidas las almas del señor, pero tú Chamuel.

- Seokjin - interrumpió a su hermano, colocando una mano frente al arcángel, quien alzó sus cejas, sorprendido por la actitud contraria, no esperando que saliera del cuidado de Namjoon quien casi suplicó de manera silenciosa que no lo enfrentara - aquí me gusta que me llamen por ese nombre. No estamos en presencia del Creador, Miguel, como para que me sigas hablando de mandatos, reglas y tareas por cumplir.

- ¿Cómo dices? Reniegas del propio nombre que te ha dado el padre, de los dones que debes usar...

- No reniego, pero no me representa. Siempre conlleva una gran responsabilidad, una imagen por mantener, en cambio, si me llaman Seokjin puedo cumplir con mis deberes, sin presiones, sintiéndome cómodo - Miguel observó de hito a hito, cada uno manteniendo un semblante diferente. Chamuel siempre con esa aura atrayente que hacía caer ante sus encantos. Gabriel, por otra parte, parecía querer degollar el cuello con la espada que tanto estaba empuñando.

Miguel se alejó de ellos solo para observarlos a detalle, dándose cuenta de las interacciones ocultas entre esos dos. Se buscaban constantemente, tomándose la mano, rozando la yema de sus dedos contra la piel que encontraban. La mano de Namjoon se colocó en la espalda de Seokjin, empuñando la tela del abrigo que traía puesto en ese instante, listo para tomar una posición defensiva, bastaría con un solo movimiento para ponerlo a salvo si Miguel decidía atacar de alguna forma.

Los tres arcángeles se habían embarcado en una batalla de miradas fulminantes, ninguno bajando la guardia, todo siguió así hasta que la tierra debajo de ellos se movió, haciendo que los tres se alzaran unos metros con la fuerza de sus alas. Miguel nunca había visto algo como aquello, las elevaciones constantes hicieron grietas por doquier, mientras que algunas se abrían dejando paso a pequeños rastros rojos.

Pronto la única presencia que nunca esperaron volver a encontrar, al menos Seokjin y Miguel, se hizo presente frente a ellos, con una sonrisa de labios, casi burlándose de ellos, mientras que a su paso hacía que la tierra húmeda se convirtiera en lava.

- Hermosa noche para reunirnos todos, ¿no es así? - habló Yoongi con cierto deje de ironía, pues jamás espero que aquella energía extraña se tratara de esos tres. Podía imaginarse a Taehyung jugueteando por ahí con cierto ángel, mas no a los tres arcángeles que una vez fueron llamados sus hermanos, con quienes compartía sus tareas en los cielos, unidos en un mismo sitio - parece que no fui invitado a la reunión. ¿Es porque soy la oveja negra de la familia?

- ¿Qué haces aquí, ser del averno? - interrumpió Miguel, desenvainando su espada, colocando la punta de esta frente a Yoongi quien lo vio con indiferencia, dirigiendo la mirada hacia Namjoon quien no se veía sorprendido de verle, aunque sí un tanto tenso al proteger a Seokjin.

- Aleja esa cosa de mí - con un simple movimiento, la hoja afilada se desvió hacia el otro lado, y con un chasquido de dedos fue muy fácil para él hacer que el objeto comenzara a arder hasta el punto de obligar a Miguel el soltarla - parece que no comprendes cuál es el lugar de cada uno en este plano.

- Hablas como si fueras amo y señor...

- Soy amo y señor de los infiernos. Creador de la destrucción, la rebelión, la desesperanza y el sufrimiento. ¿Tú qué eres? Aparte de un patético seguidor en busca de aprobación - el tono que había utilizado casi hizo perder los estribos a Miguel -. A ustedes dos no los había visto desde hace mucho tiempo, Seokjin y Namjoon - hizo una reverencia, demasiado profunda como para ser un simple saludo - parece que han estado viviendo momentos muy románticos, que por desgracia el amargado de la izquierda quiere arruinar.

Esa actitud prepotente siempre había sido la razón por la que Miguel mantenía una rivalidad con Yoongi a quien durante milenios solo había visto a distancia, nunca así de cerca como ahora, tampoco como que él mismo bajara a la tierra con regularidad, él sabía su lugar en el cielo, no necesitaba estar entre aquellas criaturas inferiores, sin embargo, llegaba a sentir cierta envidia de ver al resto de ángeles tan cómodos, paseando con ellos, algunos rompiendo la regla de no hablar con nadie. Los castigos que recibían no eran suficientes para hacerles entender que la curiosidad llevaba a la decadencia.

- Entonces, me dirán a qué debo que los tres merodeen una de las entradas al infierno o me harán obligarlos - una de sus manos se alzó apenas para mostrar sus garras afiladas, goteando líquido oscuro - porque si es así déjenme decirles que es de mis actividades favoritas.

- ¿Olvidaste tu lugar frente a nosotros? - le acusó Miguel, con altanería, intentando ocultar su molestia ante el desagrado de la mirada contraria -. ¿Crees que esto es tuyo?

- Lo es - declaró a secas, dejando a todos tan tensos por no saber muy bien cómo reaccionar. Namjoon conocía ese bosque, era uno de los pocos escondites que habían proclamado con Seokjin para ser su refugio.

- Esta no... - la mira de advertencia de Yoongi hizo callar a Namjoon, si bien ambos sabían que eso no era verdad, siempre el engañar a su favor era la mejor arma del ángel oscuro -, esto no te incumbe, a menos que tengas algo que ocultar.

- ¿Yo? ¿Qué podría ser eso tan importante por lo que tendrían que estar aquí? Si hablas del ángel que gané justamente, aún no se han cumplido los mil años de su condena.

- Y qué harás luego de eso - cuestionó Miguel con su ceño fruncido.

- No es obvio, liberar las almas de mil hombres.

- ¿Qué harás con el ángel?

- Si sobrevive, puede que considere enviarlo con ustedes, pero ¿Consideras que alguien que ha vivido en el medio de atrocidades no habrá visto o hecho cosas peores con tal de salvarse?

Supo que había plantado la semilla de la cizaña en el alma que los que un día fueron sus hermanos al notar que sus caras estaban llena de confusión, un tanto de molestia y otro poco de miedo por parte de Seokjin, pues él mismo había prometido a cierto querubín que su hermano mayor volvería sano y salvo como se le había prometido, ahora con esto ya no estaba del todo seguro.

Jungkook estaría devastado en el caso de que el ángel mayor no regresara, o bien en la peor de las situaciones, verdaderamente no soportara toda la condena eterna a la cual estaba siendo expuesto. Podía estar casi seguro que Yoongi se encargaría de hacer que su existencia fuera miserable, llevarlo al borde de la locura y la desesperanza con tal de burlarse de su padre.

- Prometiste que él regresaría - habló de inmediato Seokjin invadido por la ira,

obteniendo la mirada fría de Yoongi - no puedes faltar a tu palabra.

- No estaría faltando si es que el ángel termina siendo tan impuro como para pertenecer al mundo celestial, no olvidemos que él - señaló con desprecio hacia arriba, notando la luna pintándose de naranja, advirtiéndole de cierto cambio, se le terminaba el tiempo para contener a cierto ángel inquieto en el infierno -, las palabras de su señor fueron específicas, un trato de mil almas por un ángel. Jamás apeló ante el rescate del ser celestial, creo que está pecando de ingenuidad.

- ¿Te atreves a faltarle el respeto a nuestro Padre? - mencionó Miguel, bufando bajo después de mencionar aquella pregunta, notando con repudio la mirada burlesca de Yoongi.

- ¿Es mi culpa acaso que sea así de ególatra? Pide que todos se perdonen entre todos, pero él no sigue sus propias palabras.

- Él te habría perdonado si te arrepentías de tus acciones.

- Porque no me arrepiento de esas acciones es que lo considero un falso padre

amoroso. Acéptense los unos a los otros... - arrugó su ceño mientras escupía aquellas palabras, sintiendo su cuerpo arder - la falsedad más grande, es decir, que todos son merecedores de amor cuando ni siquiera entiende de razones al estar en contra de sus pensamientos.

- Lucifer, basta por favor - pidió Seokjin aun sin salir del refugio que representaba Namjoon frente a él, sosteniéndose de las vestiduras contrarias.

- El amor, respeto que él proclama no es el mismo para todos y lo sabes Seokjin - el arcángel hizo silencio cuando percibió cierta aura diferente en el que un día fue su hermano, bajándole la mirada al serle imposible mantener aquel contacto.

La tierra bajo sus pies se movió de nuevo, alzándose entre llamas, tres de ellos asumieron que todo se debía a la ira de Yoongi que sucedía todo aquello, mas el señor de los infiernos no era el provocador de esos desastres.

Todo era obra de Jimin quien últimamente, se daba a la libertad de pasearse por las tierras infestadas de demonios, sin tener ningún problema gracias la protección de su adorado señor Yoongi, pero traía consecuencias, el hecho de dejarlo libre, el hecho de que la segunda marca en su espalda estaba fuera de control; fue un problema el ocultarle al ángel los cambios de él mismo, mientras se acostumbraba, para su fortuna, el hecho de que esa noche la luna llena se alzara en cielos era la respuesta que tanto esperaba.

El sello de su tercera marca controlaría los otros dos, así evitaría que Jimin se pusiera a sí mismo en peligro. Solo debía esperar un poco más, solo un algo de nada para poder tener medianamente controlado a su preciado ángel, lo anhelaba tanto, esperaba que Jimin no se asustara.

- Yoongi, detén esto ahora mismo. Las personas se darán cuenta y...

- Los científicos pensarán que es un fenómeno extraño de la tierra y los fieles

comenzarán a decir ridiculeces sobre la ira de Dios contra ellos, es humillante que

incluso mis actos le son atribuidos.

Pronto la tierra humeante y en llamas cedió ante los poderes de Yoongi, bastaba con hacer que la marca en la espalda de Jimin ardiera un poco para que el ángel huyera de cualquier lugar en el que estuviera metido, exponiéndose al peligro. Le conocía, sabía que buscaría refugio en sus aposentos, lo encontraría sumergido entre el mullido nido de plumas oscuras, para luego tener consuelo de su ángel oscuro.

- Será mejor que se larguen de aquí, ¿acaso no saben las consecuencias de la presencia de estar todos juntos?

- Esto no pasaría si mantuvieras la promesa de no hacer nada en contra de nuestro padre - contraatacó Miguel, enfrentándose a las provocaciones de Yoongi.

- No me interesa lo que tu padre piense que está sucediendo en el infierno, yo no me entrometo entre sus asuntos, no entiendo el afán por vigilar mis acciones, ¿acaso él quiere captar mi atención? ¿No es suficiente tu presencia?

- Bueno, basta ustedes dos - Seokjin se interpuso entre ambos, logrando que Miguel retrocederá varios pasos, mientras que Yoongi se quedó en su sitio, nada más observando a detalle al ángel, encontrando varios rastros violáceos en su piel - por favor, esta pelea es absurda. Si Lucifer-... quiero decir si él dice que no ha hecho nada, entonces no busquemos hacerlo enojar, ¿de acuerdo? - Seokjin tomó la mano de Namjoon, dejando a más de uno sorprendido con su actuar - debemos irnos de aquí.

- Todos.

- No me iré de aquí hasta asegurarme de que ninguno de ustedes está implicado en ciertos acontecimientos extraños.

- ¿Extraños, como cuáles? - interrumpió Namjoon, esperando que esta vez Miguel por fin mencionara sus razones. El arcángel se limitó a mirarlo de manera despectiva, abrió levemente sus labios, esbozando una sonrisa a medias antes pronunciar aquellas palabras - encuentros prohibidos. Esos que no están permitidos porque traería consecuencias.

- Si hablas de cosas así, entonces eso no me incumbe, si esto solo se trata de tus emociones absurdas por el recelo que tienes ante el afecto entre Seokjin y Namjoon, entonces no tengo nada que hacer por aquí, ni ustedes tampoco - los señaló Yoongi, haciéndole entender a Namjoon que sacara de ese lugar a Seokjin, quizá por viejas costumbres, quizá por antiguas complicidades, o simplemente porque no le interesaba que esos tres siguieran ahí cuando Jimin estaba abriendo puertas del infierno a diestra y siniestra.

Yoongi dio unos pasos hacia atrás, comenzando a ser cubierto por llamas rojas, mismas que habían estado extendiéndose y creando grietas en el suelo, llevándose así todas esas consigo mismo, desapareciendo de la vista de los tres arcángeles.

Miguel, por su parte, decidió no prestar más atención a sus hermanos, en especial a Namjoon que parecía querer aferrarse al cuerpo contrario, como si buscara fundirse en él. Esa idea le hizo tener un presentimiento extraño, uno que le advirtió lo que podría estar sucediendo con la constelación y la luna.

Las uniones entre seres celestiales estaban medianamente bien vistas, no necesitaban una aprobación, simplemente con el consentimiento de ambos bastaba para que la unión fuera bien vista, estando condenados a no ser elegidos para la creación de nuevos seres celestiales, pues aquellos privilegios los otorgaba Dios, aun así muchos ángeles aceptaban su destino sin un solo reproche, pero ¿qué sucedería si fuera otro tipo de unión?

El arcángel alzó el vuelo, dejando atrás a sus hermanos, teniendo una sola idea en la cabeza de poder obtener respuesta de aquella supuesta relación prohibida que estaba muy seguro de que Yoongi era cómplice y escondía, ¿acaso se atrevería a tentar a un ángel para algo tan vil? ¿Con qué fin? ¿Qué ganaría? ¿Poder? Imposible, él no podía poseer el poder de un ser celestial y mucho menos alguien tan inferior como Jimin.

La semilla de la duda comenzaba a germinar no solo en la cabeza de Miguel, también en la de Namjoon y Seokjin quienes ni siquiera notaron el momento en el que Yoongi desapareció de su vista, el único indicio que tuvieron de su ausencia fue el frío helado que dejó a su paso, junto con aquel aroma a azufre tan característico que dejaba siempre a su paso.

- Creí que no volvería a ver a Lucifer, al menos no así de cerca - murmuró Seokjin una vez estuvieron a solas con Namjoon, quien de inmediato regresó su atención al arcángel que le robaba suspiros. Seokjin alzó la mirada hacia el cielo, notando aquella estrella pintada de un intenso color rojizo.

- Yo, debo admitir que no lo veía desde que nosotros dos... - el rubor en las mejillas de Namjoon hizo sonreír de lado a Seokjin quien se acercó lentamente, llevando su mano hacia las mejillas contrarias, acunando el rostro con demasiada delicadeza - me avergüenza admitir que extrañé ver su cara de limón agrio, aunque eso no me deja tranquilo.

- ¿Temes por algo Joonie?

- ¿Qué tal sea él la razón por la que...?

- No lo es - interrumpió de inmediato - esa constelación no le pertenece a Jimin o a él como para que sea el causante de ese cambio en la estrella - Namjoon ladeó la

cabeza al no comprender lo que mencionaba, pidiendo de manera silenciosa una

respuesta que solventara todas sus dudas -. Es la estrella del protegido de Jimin.

- ¿El querubín de nivel bajo?

- Joon, no deberías hacer de menos a los querubines, ¿acaso no sabes que su mayor cualidad es ser los más puros? Ni siquiera tienen permitido bajar a la tierra

porque su labor es estar cerca de nuestro padre.

- Entonces, ¿Qué tiene de especial Jungkook?

- Fue elegido por la constelación de su nacimiento para ser uno de los afortunados para tener libertad de escoger su misión.

Namjoon se quedó en silencio por algunos segundos, observando hacia la nada, mientras que en sus pensamientos aparecían todos los acontecimientos desde que Jimin fue condenado para cumplir la desdicha de la condena eterna llevada a cabo por Yoongi. La visión del ángel oscuro le hizo pensar que se encontraba demasiado diferente a años atrás, no estaba molesto, tampoco mantenía ese humor ácido para burlarse de ellos, tampoco actuó por impulsos, ni siquiera cuando fue amenazado por Miguel con la espada sagrada, simplemente se limitó a alejarla.

¿Aquello era obra de Jimin? ¿Algo estaba sucediendo entre esos dos? Quizá el pasar tanto tiempo con un ángel le estaba removiendo viejos recuerdos a Yoongi, quizá esto era mucho más que simples coincidencias que aunque no lo pareciera estaban más unidas. Si lo pensaba muy bien, sus mundos eran dos líneas paralelas en constante enfrentamiento, pero siempre alejadas una de la otra, la brecha entre ambas evitaba romper con el colapso del equilibrio universal.

- Mi hermoso guardián de armadura dorada - llamó Seokjin a su amado arcángel, quien se perdió en la mirada suplicante de quien por milenios y siglos robó más de un suspiro y ahora se encontraba a su lado sosteniendo su rostro - creo que tengo la culpa de lo que está ocurriendo.

- ¿Por qué dices eso?

- Años atrás, liberé a Jungkook de su castigo de permanecer en el cielo. Le otorgué un poco de mis poderes para que tuviera libertad de utilizarlos y así se ocultara de la vista de los nuestros.

- Seokjin, aun con tu gracia dada a ese ángel, es imposible que tenga ese tipo de poder como para hacer que su propia estrella de nacimiento muestre una parte de su muerte.

- A menos que - el arcángel jadeó, haciendo que Namjoon frunciera su ceño al no comprender qué estaba ocurriendo. La angustia bañó el bonito rostro de Seokjin quien se separó unos pasos - Namjoon debemos encontrarlo. Qué pasa si por fin está cumpliendo con su tarea a la que le han encomendado.

- ¿Cuál tarea?

- Encontrar a un alma para proteger - Namjoon amplió sus ojos al escuchar aquellas palabras, pues todos los ángeles eran enviados por el mismo Dios para cuidar de una persona, no, ellos decidiendo a quién cuidarían - si Jungkook ahora tiene un protegido, puede que sea esa la razón para usar sus poderes.

- Y si no fue un alma humana, la cual decidió proteger.

- ¿A qué te refieres?

- Él podía decidir a quién darle su protección, ¿no es así? - Seokjin asintió lentamente, sin cortar el contacto visual - ¿qué pasa si en vez de un hombre eligió otra cosa? Algo oscuro enviado por cierto hermano nuestro desterrado para así hacer que la profecía se cumpla.

- Entonces debemos buscarlo para asegurarnos de que no sea demasiado tarde.

- Quizá ya lo sea.

Namjoon no pudo evitar tomar las manos de su amado Seokjin, quien de inmediato trataba de encontrar una manera de buscar a Jungkook, solo debía usar su don para conocer lo que su corazón albergaba, ya fuera amor, odio, desconsuelo o tristeza al estar compartiendo con aquella alma a la que había tomado como su protegido, sintiéndose sorprendido al poder percibir eso.

- ¿Qué? ¿Lo encontraste?

- Es... extraño... es como si hubiera más de un corazón enlazado por algo más fuerte - Namjoon ladeó la cabeza al no comprender lo que estaba mencionando - Sé donde está.

- Entonces, ¿qué esperamos?

Sus alas se desplegaron perfectamente para poder alzar un vuelo hacia el cielo, tomando de la mano para buscar así a aquel ángel que por fin había encontrado esa alma a la cual proteger, sin embargo, Seokjin aún mantenía la duda en su cabeza, ¿quién podría ser ese segundo corazón latiendo y doliendo por una respuesta? Podía percibir perfectamente el corazón de Jungkook, latiendo fervientemente al compás de otro, el cual era verdaderamente extraño.

Los latidos eran al unísono, mas el segundo corazón parecía morir en el mismo segundo en el que la sangre bombeaba a través de las venas. Parecía que aquel ser moría al mismo tiempo que estaba vivo. No era como otra alma terrenal que estaba en sus últimas horas de vida, no, este ser al lado de Jungkook estaba muerto en vida y al mismo tiempo estaba tan lleno de vitalidad cambiante, que quizá...

- Seokjin...

- Andando, tenemos que encontrarlo.

Seokjin vio hacia la tierra que se extendía en todo su esplendor, temiendo que algo de lo que estaba pensando verdaderamente se estuviera dando, ¿qué ocurriría si llegaba a consumarse? ¿Jimin estaría a salvo si Yoongi se enteraba de esa unión? Tantas preguntas y pocas o nulas respuestas rodeaban al ángel, mismo que se encontraba sumido en un mundo muy distinto al cual una vez conoció, pero que ahora lo podía llamar hogar.

Calor, fuego y cenizas, era todo lo que podía percibir el curioso ángel en todo aquel palacio oscuro en el cual se le había permitido vagar con libertad luego de que Yoongi mismo le concediera salir de los aposentos donde había sido vigilado todo este tiempo. Se sintió tan pequeño en aquel vasto mundo, incluso era aún más intimidante que la propia tierra de los hombres, pues esta siempre fue gobernada por las dos fuerzas más poderosas, así que siempre se mantenía en un equilibrio, un ciclo constante de caídas y subidas.

El infierno se regía por sus propias reglas, con sus propios seguidores tan fieles y despiadados como solo ellos podían ser. Jimin tenía cierta envidia de esos seres oscuros que tenían libertad para actuar como les viniera en gana, podían interrumpir el curso natural de la vida, interponerse haciendo su propia voluntad, aun si aquello no estaba marcado en el alma humana.

Estaban hechos para corromper, destruir, torturar y desgarrar hasta el alma más pura mientras se dejara caer en sus sucias garras, pero aun con todo eso que llegaría a ser despreciable, seguían siendo libres. No existía nada que los detuviera, porque todos estaban guiados por una misma ideología.

Si tan solo ellos también lograran hacer lo mismo, quizá la vida de los hombres sería diferente, el libre albedrío estaba bien, pero siempre venía bien un poco de guía e intervención, ¿no? De pronto el comenzar a cuestionar sus propias doctrinas se sintió como cargar un enorme peso en su espalda. Un extraño y conocido ardor se instaló nuevamente en su espalda, le causaba comezón, era imposible de ignorar, tanto así que en ocasiones solo deseaba quizá arrancar sus propias alas para que todo aquello parara.

Jimin intentó rascar el lugar, haciendo que sus uñas terminaran lastimando su piel, las gotas de sangre no se hicieron esperar en el momento que una de sus plumas fue arrancada por sus propias manos, haciéndolo jadear. Jamás había quitado una de ellas, es más, todas o las pocas que se habían caído o arrancado había sido a manos ajenas.

Sostuvo el objeto liviano entre sus manos, sintiendo algo de temor cuando pudo notar lo oscura que era, tan negra como las propias alas de Yoongi ¿desde cuándo sus plumas se habían tornado así? ¿Era solo en ese lugar?

- Vaya, qué tenemos por aquí - la voz de Yoongi lo sorprendió, ocultando de inmediato la pluma en su puño, sintiendo el calor emanando de la misma -, estás disfrutando tu paseo por el palacio.

- Uhm - dudó por algunos segundo en responder porque verdaderamente lo único que había hecho todo ese tiempo era cuestionar, comparar y envidiar todo a su alrededor -. S-sí, lo he disfrutado.

- ¿Sí? - alzó una de sus cejas mientras se acercaba peligrosamente al ángel, inspeccionando todas sus reacciones, la tensión ajena no era natural, o al menos no la que era usual en Jimin - pareces inquieto, ¿ocurre algo?

- No.

La actitud del demonio era tan abrumadora, verdaderamente cada facción, cada gesto exudaba algo diferente que Jimin no podía descifrar. Nunca sabía si esas sonrisas de lado significaban que estaba divirtiéndose, burlándose o simplemente riendo sin la mayor de las gracias, planeando cómo poder torturar para sacarle gritos desgarradores con el único motivo de su propia diversión. En otras ocasiones parecía querer intimidarlo dando esas miradas profundas, en otras solo le observaba con adoración y el ángel juraba que aquello podía convertirse en su nuevo punto débil.

El señor de los infiernos era consciente de todas esas reacciones en Jimin, no importaba cuán pequeña fuera, todas eran provocadas por él, todas y cada una de ellas siendo como un presente dadas para él. Cómo deseaba que el ángel rogara por estar a su lado siempre, que no temiera en correr a su encuentro porque así haría las cosas más fáciles, pero cada vez que parecía estar más cerca de lograr que Jimin le rogara ser tomado en sus garras, el ser celestial se alejaba temeroso.

Era como vivir en una contradicción y aquello comenzaba a cansar a Yoongi, no quería ser agresivo con Jimin, de verdad estaba tratando de ser lo más gentil que le permitía su propia naturaleza, pero se lo ponía difícil, demasiado complicado para un ángel que al parecer recién descubría, por primera vez desde que puso un pie en el infierno que su propia aura estaba cambiando.

- Señor Yoongi, ¿por qué de pronto es tan bueno conmigo? - aquella pregunta cargada de inocencia sorprendió al demonio quien ladeó la cabeza, esperando a que las palabras que rondaban la cabeza del ángel comenzaran tomar un orden lógico. No hacía mucho que comenzó a poder leer los pensamientos de Jimin, pero cada vez que lo intentaba todo eso era un caos, así que prefería esperar de manera paciente a que él terminase de hablar - quiero decir ¿por qué hace todo esto?

Yoongi se acercó a él con intenciones de tocarlo, alzando su mano, la cual pudo sentir arder ante la anticipación por tocar al ángel, y a diferencia de otras ocasiones donde el mismo evitaba sentir el contacto, o bien solo aguardaba sentir el dolor de la piel quemando, cerrando sus ojos con demasiada fuerza, ahora se encontraba

completamente anhelante a que aquello ocurriera. Las garras del demonio se detuvieron a escasos milímetros del rostro ajeno, cerrándose en un puño el cual retiró de la cercanía del ángel.

- ¿Por qué preguntas algo, como eso? ¿Acaso debo tener una razón para hacer lo que hago?

- Bueno, debe haber algo para que de pronto... usted se muestra aún más paciente conmigo, me deja tener libertad y no se molesta cuando me alejo de su cuidado.

- Jimin, mi adorado ángel, acaso no te has dado cuenta de que el único motivo que me mueve a hacer lo que hago es porque me siento absurdamente obsesionado contigo - el ángel abrió los ojos en sorpresa al escuchar aquello - encuentro cierto encanto en saber que un ser tan puro como tú se atreve a retarme, aun teniendo el miedo plasmado en tu mirada, que seas gentil incluso en las peores circunstancias y aceptas todas las circunstancias... eres tan sumiso que duele el pensar que alguien además de mí se llegue a aprovechar de eso.

- Eso quiere decir que usted - los ojos de Yoongi brillaban en anticipación a sus

palabras, esperando que mencionara algo más. En el pecho del demonio latía

fuertemente, aquel frasco con la esencia de Jimin, apretando todo en él, causándole

sensaciones que esperaba fueran compartidas.

Se veía tan tímido estando a escasos centímetros que les separaban, tan asfixiantes como el propio humo de las llamas extinguiéndose, pero que con un leve soplo era capaz de revivir el más grande de los incendios, tan devastador que llegaría a ser capaz de destruir todo a su paso con tal de que aquello en el medio de ambos se consumara a la perfección.

Quizá para Yoongi era muy fácil mencionar que no debía ser tímido con él, pero Jimin era demasiado cauteloso porque no comprendía las razones del señor de los infiernos, ¿esto estaba bien? ¿Por qué mencionar algo como eso? ¿Sería parte de sus engaños?

El ángel mordió apenas su labio inferior, su respiración era pesada, podía sentir el calor invadiéndole el cuerpo, mas no era uno molesto, se trataba de algo cálido, como si le protegiera de cualquier cosa que intentara lastimarlo.

- ¿Acaso me tienes miedo, mi precioso ángel? - murmuró Yoongi al ver la incertidumbre en la mirada ajena, poniéndolo aún más nervioso. El ángel caído amaba ver esa reacción en Jimin, pues eso le daba esperanzas que en cualquier momento se abalanzaría en sus brazos admitiendo su destino, mas eso no ocurrió, por el contrario, el ángel, llevado por un impulso, posó su mano en el pecho ajeno - ¿Qué...?

- Repítalo - mencionó sin más, interrumpiendo cualquier reproche de su actuar, notando el ceño fruncido contrario - repita lo que dijo respecto a...

- ¿Repetir lo que es obvio? ¿Qué me obsesionas? ¿Qué me encuentro fascinado por la naturaleza de tu existencia? ¿Qué me parece una exquisitez cada vez que me encuentro a tu lado?

La voz profunda del demonio podía hacer temblar a cualquiera, en especial cuando usaba ese tono bajo con el cual siempre buscaba intimidar, hacer que quien estuviera presente frente a él, se sintiera tan minúsculo que su sola presencia llegase a molestar a sí mismo, mas no fue así para el ángel. Yoongi lo tomó de los brazos, acorralándolo contra la pared del palacio, sacándole un leve jadeo, viéndose encerrado entre el cuerpo ajeno, aun así no temió.

La imagen de ambos, su verdadera figura, comenzó a salir a la luz, dejando ver las preciosas alas de Jimin manchadas con negro, mientras que Yoongi no se inmutaba al hacer aparecer las propias, formadas con los huesos de sus costillas, recubriéndose de piel goteante de sangre, gotas que poco a poco se iban convirtiendo en plumas negras, tan oscuras como la noche reflejada en los ojos del demonio.

Jimin no se privó de mirarlo fijamente, como si con eso evitara ver el mundo arder a su alrededor, no necesitaba nada más que la visión que se encontraba justo frente a él. Era impresionante ver los cuernos afilados de Yoongi saliendo entre su cabello, aquellas garras que tantas veces lo lastimaron ahora le impedían salir corriendo del peligro. A pesar de todo, él seguiría ahí, porque ¿dónde más podría estar un ángel como él? Un rechazado, sin tener la gracia de Dios, sin privilegios, castigado y desterrado de los cielos solo por...

Tan pronto como intentó buscar una razón de sus sentimientos, algo latió muy fuerte dentro de él y parecía que Yoongi lo había percibido. Su mano seguía pegada al pecho del ángel caído y entre más afianzaba su agarre ahí, parecía ser que la piel cedía ante su tacto para volverse más suave y blanda, como si estuviera abriéndose paso. El demonio casi jadeó de gusto al sentir la mano fría del ángel, mientras que Jimin aún incrédulo de lo que ocurría, se negaba a alejarse un solo milímetro.

Se estaban tocando sin tener ninguna barrera entre sus pieles. La yema de los dedos del ángel acarició levemente las marcas oscuras en el pecho ajeno, la vestimenta de Yoongi le dejó a la vista todo el pecho desnudo, el cual contenía marcas y cicatrices de las lanzas que lo habían anclado al suelo del infierno.

- Puedes tocar si es lo que deseas. ¿Acaso buscas comprobar algo? ¿Necesitas saber si es real? - murmuró Yoongi al notar la incertidumbre del ángel, quien asintió apenas, respondiendo con una murmuración ante cada cuestionamiento, sintiendo contra la palma de su mano una calidez extraña, incluso hasta familiar - hazlo, sacia tu sed de saber.

- Yo...

- Dime, ¿qué es lo que quieres saber que no termina de convencerte de que soy real?

Jimin se sintió nervioso, comenzando a titubear, ¿aquello era recíproco? ¿Se estaría equivocando si pronunciaba aquellas palabras? ¿Estaría condenado a algo peor? Aunque para ese momento, ¿qué podría considerarse peor? Levantó la mirada lentamente, con ese brillo especial en sus ojos, ese que incluso invadió sus alas, sus plumas blancas no tardaron en deslumbrar al demonio, haciéndolo sonreír de lado al notar que incluso la pureza resaltaba entre la oscuridad de algunas plumas tintadas de negro.

Lo vio tomar un poco de aire, saborearlo en su boca como si con eso obtendría el valor de soltar todo aquello que pasaba por su mente, hasta de pronto los pensamientos quedaron en blanco, siéndole imposible a Yoongi el poder leerlos, todo estaba en calma y antes de él comenzar a sacar especulación un leve suspiro salió previo a que el sonido dulce de la voz de Jimin invadiera los oídos del demonio.

- Gracias - comenzó aquel discurso el cual descolocó un poco al demonio - le agradezco por ser sincero conmigo, en decir lo que verdaderamente siente - sus mejillas comenzaron a pintarse de un rojo intenso, Yoongi llegó a pensar que estaba enfermando nuevamente, mas el ángel continuó hablando -. Yo también... yo... he sentido que mis sentimientos hacia usted han crecido.

La sorpresa invadió a Yoongi, dejándolo en un estado de shock, alejándose apenas un paso, distancia que el mismo ángel acortó nuevamente para no sentirse rechazado, no soportaría la idea de ver la indiferencia en esos ojos fríos y duros. Para Jimin el que Yoongi lo considerara objeto de obsesión se le hacía de las cosas más imposibles, pero que él mismo sintiera que el sentimiento era casi recíproco, por no decir que se sentía intrigado, por no querer alejarse de él, era de las cosas más descabelladas que jamás había escuchado.

Un ángel y un demonio... sintiendo... ¿Qué era eso que verdaderamente sentían?

El gran señor de los infiernos, el que una vez fue el ángel más poderoso, quien poseía el don del conocimiento para otorgarlo a quien él quisiera, ahora estaba confundido sin saber o tener conocimiento de lo que estaba ocurriendo. Su pecho dolía por los latidos de ambos corazones en su interior, acompasando uno con el otro, bombeando a un mismo ritmo. ¿Jimin estaba obsesionado con él? No eso era imposible, ese pobre ángel tan puro no podía sentir una emoción tan aborrecible como aquella, mas la pureza de sus palabras, esos ojos celestes que reflejaban estrellas fugaces, le hicieron sentir más que bien ante aquella confesión.

Ante los ojos de Jimin se dio un bello acontecimiento, el más inesperado de todos, pues en aquella piel blanca, tan pálida que podía llegar a parecer grisácea, en las cumbres de las mejillas apenas pronunciadas de Yoongi comenzó a aparecer un leve sonrojo. Aquel demonio poderoso, había sido conmovido y en cierto punto seducido de la manera más tierna que no pudo evitar sonreírle a su adorado ángel.

- ¿Así que también te has obsesionado conmigo? - cuestionó mientras acariciaba con total libertad la mejilla contraria. Jimin disfrutó el tacto, quedándose lo más quieto que pudo, incluso no siendo brusco al negar de manera silenciosa para no alejar la mano de Yoongi - entonces ¿qué quisiste decir?

- Que me gusta - soltó sin más - señor Yoongi, usted me gusta.

- Ángel imprudente - le reprochó Yoongi aun siendo incrédulo de las palabras contrarias - acaso vas por ahí soltando ese tipo de palabras sin siquiera sentirlas.

Jimin tomó la mano que aún se posaba en su mejilla para colocarla sobre su pecho, justo en su corazón, para luego él hacer lo mismo el pecho contrario, mirando fijamente al demonio, quien esperaba una respuesta. De pronto el contacto entre ambos dolía, no de manera figurativa sino física, algo que había dejado de ocurrir, pero ahora se presentaba más intenso, como si el peso de sus palabras los obligara separarse de una u otra forma.

- No me veas así - suplicó Yoongi casi cayendo rendido ante el ángel quien aún callaba, mordiendo levemente su labio - si lo haces me obligarás a hacer lo que sea por ti más de lo que ya estoy dispuesto a arriesgar.

- Mi señor - ese simple llamado le causó un estremecimiento - no puedo no ser devoto a usted.

Una confesión demasiado tierna, dulce, pura y cargada de emociones a la cual le siguió el acto más anhelado por ambos. Rompiendo la distancia entre sus cuerpos, exhalando de manera pesada, con sus labios entreabiertos, esperando por los movimientos contrarios, aguardando por el permiso del otro. Jimin tomó la valentía de empuñar la su mano en la vestimenta contraria para así por fin romper con la asfixiante distancia, dando así el encuentro de sus labios.

Se sentía como si el calor de las llamas los cubriera por completo, tan solo para darles el ambiente propicio para que aquel acto no cesara hasta que ellos mismos se obligaran a detenerlo. Los colmillos de Yoongi raspaban y rompían la delicada piel, sacando hilos delgados de la sangre contraría, líquido glorioso que él mismo se encargaba de beber como el más puro de los elixires. Jimin buscó aferrarse cada vez más a él, encontrando placer al tocar el cuerpo ajeno, explorar con sus manos delicadas todo lo que tenía a su alcance.

Yoongi no se quedó atrás colocando una de sus manos en la mitad de la espalda de Jimin, sintiendo como aquella marca comenzaba a hacer lugar en espalda ajena, marcándose perfectamente, sellándose con la devoción del ángel hacia el demonio.

Los besos pasaron de ser lentos a voraces, el demonio abandonó esos carnosos belfos para pasearse por la mandíbula ajena, dejando mordidas leves que obligaban a Jimin a aferrarse más al cuerpo ajeno. La lengua de Yoongi hacía calentar la piel delicada, creando un recorrido hasta el cuello del ángel, quien casi sintió morirse en una extraña sensación cuando le besó ahí, en la unión de su cuello y hombro, chupando con ímpetu, mordiendo sin cesar.

Le dolía horrores cada vez que los colmillos se encajaban en un espacio de su piel, pero se sentía tan bien cuando la lengua ajena bebía de su sangre, sanando la herida en instantes para luego buscar otro espacio donde crear una nueva laceración. Yoongi era un completo misterio para Jimin, solo le impulsaba a querer saber más de él, estar con él, vivir con él, incluso llegar a pertenecerle.

Ese solo pensamiento lo remontó a milenios atrás, siglos de olvido y destierro, donde en algún pequeño espacio de su memoria, perfectamente almacenado, se encontraba el recuerdo de Yoongi, vestido de blanco, con una espada en su mano apuntando hacia él.

Por favor, mi señor... lléveme con usted... le seré devoto..., tome todo de mí...

Dolía tanto ver la mirada de Yoongi convertirse en tristeza eterna, notar como sus ojos marinos se iban apagando hasta dejar un vacío oscuro mientras que poco a poco enterraba la espada en el pecho de Jimin quien solo podía mirarlo fijamente esperando una respuesta, anhelando que él terminara con ese dolor.

Vuelve a mí cuando verdaderamente estés listo y acéptame, como yo lo he hecho contigo.

Aquella sustancia negra salió del interior de Jimin como si se tratara de un cauce de río corriendo por la espada, mientras que sus lágrimas no dejaban de rodar por sus mejillas.

Por favor mantente a salvo... que no se enteren... olvida todo y vuelve a mí para liberarme.

Sus miradas regresaron a encontrarse, Jimin podía notar ciertos reflejos de los que un día fueron esos preciosos ojos, ¿debía aceptarlo? ¿Acaso verdaderamente algo más ocurría? ¿Debía pedir el perdón eterno o...? No, jamás se disculparía por regresar a donde siempre perteneció y esta vez había sido entregado a manos de su señor, con completa libertad, estaba siendo rechazado constantemente porque su lugar estaba siendo al lado de Yoongi, quien por fin parecía estarse rindiendo a él, y Jimin, sintiéndose afortunado... aceptó.

- Mi señor, le pertenezco - susurró apenas en un leve jadeo.

Hemos vuelto personitas bellas, sé que me perdí mucho por estos lados pero ya hemos regresado a la programación habitual... Iba a hacerlo hace unas semanas pero me enfermé, así que mucho cuidado con las enfermedades que andan rondando por ahí personitas bellas son cosa seria y peligrosa.

Igualmente, quería agradecerles por la paciencia ante la espera de esta historia. No olviden dormir siempre sus horas, coman saludable, beban mucha agüita, hagan lo que les hace felices.... Purple hearts corderitos bellos

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