capitulo 6
Moscú, dos años más tarde:
Lev:
Estacionó estratégicamente la motocicleta tras un contenedor de basura, en la parte trasera de la vieja fábrica. La neblina blanca y espesa de la madrugada, se mezcla con la luz amarillenta de las farolas, que a duras penas iluminan el callejón. Reviso el reloj en mi muñeca el cual marca las dos treinta de la madrugada, y tras dar una rápida mirada a mi alrededor, me coloco el pasamontañas con rostro de calavera para cubrir mi cara.
Avanzo con sigilo hasta un viejo container de metal, por el cual subo hasta la parte más alta del alambrado que trepo, pasando mi pierna por encima. Y luego de un solo salto aterrizó de cuclillas al otro lado. Aun en esa posición y con dos dedos enguantados, apoyados en el concreto, recorro el perímetro asegurándome de que no hayan merodeadores cerca.
Mi trabajo en específico, exige discreción; cualquiera puede matar repartiendo disparos a diestra y siniestra, dejando una fila de cadáveres ensangrentados por ahí, pero ese no es mi estilo. En mi caso y si por algo me caracterizo, es por mi afición a la discreción. «Muertes rápidas, silenciosas y sobre todo, sin dejar rastro.»
Supongo que esa podría ser considerada, mi firma. De esa forma me he ganado el apodo de "La sombra de la Bratva" o simplemente "sombra". Porque créeme, ser invisible es mi más grande cualidad, siempre lo ha sido, y eso me ha salvado el cuello en muchas oportunidades, es por lo mismo que nunca me veras llegar y si lo haces, es porque ya tu hora ha llegado.
Avanzo hacia otro extremo de la construcción, recostando la espalda en el muro del edificio lateral; del suelo recojo un trozo de metal reflejante, el que utilizo como espejo para ver el área lindera de la construcción. Una furgoneta Mercedes Benz vieja está estacionada junto a una de las entradas y está vez asomo la mitad de mi rostro para asegurarme de ver bien a las figuras en su interior.
«Dos»
Me desahogo del trozo de metal y levanto la mirada a la reja en la ventana a pasos de mi, da un pequeño y destartalado peldaño, que lleva a una cornisa que rodea el edificio, así que empiezo a trepar.
Cuando logro llegar a la cima, rodeo la zona con la espalda pegada a la pared y la oscuridad de la noche como mi fiel aliada. Bajo la mirada y veo la camioneta debajo de mi; me deslizó escalando hacia abajo, sujetándome con una mano por los barrotes de una de las ventanas junto al desagüe y con la otra de los ladrillos sobresalidos del edificio hasta que a una distancia prudente, me dejó caer aterrizando, silenciosamente sobre mis pies, justo detrás de una pila de cartones.
De cuclillas, aseguro que mi arma este cargada, mientras coloco el silenciador en la punta. Mis ojos por un instante viajan a la goma rosa que dese hace dos años me rodea la muñeca, pero apartó los pensamientos de inmediato centrándome en el trabajo otra vez.
Con cuidado de no ser visto, me acerco desde atrás del vehículo estacionado y me asomo por la ventana del conductor. El imbécil ni me nota asi que apoyo el arma en el vidrio y le disparo en la cabeza. Su acompañante levanta la mirada pero tampoco llega a verme cuando jalo el gatillo liberando una segunda bala que le perfora el cráneo, haciendo que su cabeza rebote contra el vidrio de la puerta.
Coloco el TNT debajo de la furgoneta y emparejó el cronómetro de mi reloj con el detonador del explosivo.
«Diez minutos.»
Vuelvo mirar por encima de mi hombro y me muevo hacia la parte trasera de la fábrica, sigo avanzando escondido entre las sombras hasta unas escaleras que dan a una puerta metálica en el suelo. Jalo la palanca y comienzo a descender lento, sin dejar de apuntar al frente.
A medida que voy bajando escalón por escalón, un extraño olor a metal invade todo el lugar, pero me toma solo un instante distinguir que no es metal, «es olor a gas el que me hace arrugar la nariz.» O hay una fuga o estos imbéciles están a punto de volarse en pedazos a si mismos.
Conteniendo la toz saco el inhalador de mi bolsillo, presionándolo dos veces en mi boca, cuando el aire empieza a faltarme.
«Maldita mierda está porquería va a terminar matándome.»
Guardo mi arma al percatarme del olor a gas que se intensifica con cada paso que doy. «Un disparo accidental, o una leve chispa y toda esta mierda volará. Y si, quiero desaparecer este sitio, pero no conmigo dentro.»
Acabo por descender el último escalón, recorriendo los pasillos lento y sin bajar la guardia.
Un hombre de cabello largo y chaqueta de cuero teclea algo en el teléfono, de espaldas a mi. Recorro la zona con la mirada y a pasos lentos me acerco, la luz tenue, parpadea sobre su cabeza y levanta la mirada. Aprovecho el instante de descuido para cubrirle la boca desde atrás mientras deslizó la hoja del puñal que me saco del bolsillo rebanándole el garganta silenciosamente. Rodeo su cuello con mi brazo afirmándome para que no haga ruido y lo arrastró hacia atrás l, dejando el cuerpo detrás de una pila de cartones amontonados.
Agachado busco con la mirada el siguiente objetivo, el cual veo a través de una ventana al otro lado de la bodega, también lleva una chaqueta de cuero con el logo de espadas en la espalda. Limpio el cuchillo en mi pantalón mientras, veo al sujeto que maldice con el teléfono pegado al oído. Lleva las uñas pintadas de negro, la cola de caballo amarrada a la nuca y gafas de sol, pese a que estamos en un lugar cerrado y en medio de la madrugada.
Me pongo de pie y sigo limpiando la hoja del cuchillo en mi mano a medida que avanzo hacia mi último objetivo. «Al parecer nuestro informante si era de fiar después de todo» Mejor para el, así no tendré que ir por el también.
El sujeto de espaldas a mi, ni siquiera me ve llegar, cuando atravieso la puerta destartalada de lo que parece ser una oficina precaria y provisoria, en cambio sigue dándome la espalda, hablando por el aparato en su mano, mientras desplazo la mirada a la mesa, observando el gran bolso marrón sobre ella, del cual se pueden ver los billetes que sobresalen.
Recorro con la mirada la precaria habitación y estrecho los ojos cuando en un pequeño sofá destartalado al lado de la pared, veo a una chica castaña semi desnuda. La mujer tiembla y parece perdida ya que ni siquiera me nota, pese a tener los ojos abiertos. Y a juzgar por la cantidad de paquetes con droga sobre la mesa y las agujas en el suelo a su alrededor, diría que está demasiado drogada como para mirarme a mi o alguien más.
Pero lo que llama realmente mi atención es la inmensa cantidad de cicatrices de quemaduras de lo que a simple vista, reconozco como de cigarrillo, que marcan su piel al igual que los morados de dedos en sus brazos, los cuales rodea mientras tiembla con la cabeza apoyada en la respaldo del sofá. Vuelvo a mirar al bastardo que sigue de espaldas y una punzada me atraviesa las costillas de pronto con palabras y recuerdos que reprimo apretando el agarre del puñal en mi mano.
«Mátalo, toma el dinero y vete.»
La orden solo es matarlo rápido y largarme con el dinero, no puedo detenerme por una chica, pero ella es inocente, o eso parece. —Pienso a la vez que desplazo la mirada rápidamente por su cuerpo y las heridas en el—.
"—¡Entra ahí maldito mocoso! ¡Para que aprendas!"
Aprieto los puños y clavo mis ojos en el imbécil que sigue despotricando maldiciones por teléfono.
«Al carajo »
El imbécil y su patética pandilla de idiotas, se creyeron más listos que el Pakhan al intentar asaltar uno de los negocios, en dónde el Pakhan lava parte de su dinero. «Nadie toca lo de los Ivanov, ya deberían saberlo.» Pero al parecer estos imbéciles son nuevos en la ciudad, y por eso estoy yo aquí, en lugar de estar emborrachándome en mi departamento hasta desmayarme, como he hecho cada maldita noche desde hace dos años.
—Es insoportable, trae tu puto trasero aquí y lo arreglas. El olor es horrible y no podemos largarnos ahora, la Bratva nos está pisando los talones, no es seguro salir. —Hace una pausa y maldice antes de cortar la llamada y voltear hacia mi con el teléfono aún en la mano.
—Aquí tampoco es seguro. —Farfullo y el idiota voltea de golpe levantándose los lentes, y abriendo muy grande los ojos cuando doy el primer paso.
Usualmente no me tomo el trabajo de forma personal, pero al ver el estado de esta chica... temo que no podre evitarlo.
—¿Quién mierda eres y que haces aquí?
Intenta tomar un arma pero soy más rápido cuando tras una sola zancada, termino atravesándole la mano con la navaja que ahora le mantiene la carne clavada a la mesa con los cinco d dos estirados.
—¡Hijo de puta!—Gruñe y cuando intenta tomar el arma con la otra mano le entierro la punta del pisapapeles sobre el escritorio, dejando ambas manos inmovilizada en la madera.
—¡Mal nacido bastardo! ¿Sabes acaso quien soy? ¿Sabes a quien mierda le robas?
«¿Robar? Solo recupero lo que nos pertenece.»
Sigue ladrando cuando reviso el bolso con el dinero, el cual cierro y me cruzo tras la espalda aún sin responder.
El olor a gas sigue intensificándose y me volteo hacia el bastardo que me mira furioso. Ladeo la cabeza recorriéndolo con la mirada y pese a que no puede reconocerme ni ver mi rostro por la máscara que llevo puesta, sonrió y bajo la mirada a sus manos.
—¿Tu la golpeaste?
Ni siquiera tengo que señalarla, el hombre desvía la mirada a la chica semi inconsciente en el sofá y pasa saliva.
—¿Fuiste tu quien le hizo esas marcas y quemaduras?—Insisto sacando de la espalda el cuchillo de cazador que me obsequio Sash en navidad.
El terror se apodera de los ojos del infeliz mientras deslizó el filo por encima de una de sus manos, detallando la inscripción en la hoja "Vmeste do ada." «juntos hasta el infierno.» Desvió mi atención nuevamente al hombre que tiembla y gruñe maldiciones, que me importan una mierda, en cambio vuelvo a mirarlo recorriendo su cara, y con el filo del cuchillo acaricio uno de sus dedos.
No responde a mi pregunta por lo cual empuño mi arma y le entierro la hoja hasta el fondo en el muslo, retorciéndolo en círculo, hasta que la saco de un tirón.
—¡Hijo de perra!—Brama furioso—¡Si! Fui yo, yo lo hice, solo es una puta, ¿Cuál es el...
Las palabras quedan a medias cuando la sangre comienza a brotarle de la boca y de la garganta que acabo por desgarrarle, dejando sus dedos intactos, hasta que cae inerte y desplomado sobre ellos.
Guardo el cuchillo en el estuche tras mi espalda y dejo el cuerpo que yace tirado sobre la mesa. En cambio volteo o hacia la chica que pese a que acabo de asesinar a un hombre frente a ella, ni se inmuta, haciendo que junte el ceño cuando la veo inmóvil, con la cabeza recostada a la pared.
Acortó la distancia y con mi dedo enguantado en cuero, tomo su barbilla girándola para verla. El cabello le cubre parte de la cara, pero los ojos los mantiene abiertos. El azul de ellos es tan intenso que me hace pasar saliva cuando a mi mente viene la persona que nada tiene que hacer en un lugar como este, pero que mi mente la evoca como cada maldito día, en cada maldito lugar y cada vez que la busco en los ojos de cualquiera que se le parezca. «Si claro, como si existiera alguien capaz de ocupar su lugar.»
Reviso el pulso de la chica solo por si acaso, pero no hay que ser un sabio para darse cuenta de que está muy mal, y que posiblemente este al borde de sufrir una sobredosis.
Me pasó la mano por la cara y suspiro.
«No es asunto mío, pero es una inocente y no puedo dejarla aquí.»
No mato a inocentes y menos mujeres, yo no soy como ellos, no...
Vuelvo a mirarla y maldigo antes de voltear tomando el TNT del bolsillo de mis pantalones cargo, sigo el recorrido desde donde el olor a gas es más fuerte y me dispongo a buscar donde diablos está la fuga de gas. Cuando efectivamente encuentro el ducto que está perdiendo, coloco el explosivo en el lugar, ajusto el cronómetro, sincronizándolo con el de la furgoneta, el cual me confirma que tengo solo tres minutos para largarme, antes de que toda esta mierda estalle.
Vuelvo corriendo a dónde deje a la chica y me la tiró sobre el hombro dejándola caer amortiguada sobre el chaleco antibalas; con ella a cuestas y el dinero en mi otro hombro, me muevo en dirección a la salida, subiendo a toda prisa las escaleras por dónde entre.
El reloj suena en mi muñeca y esa es mi señal para correr cuando a penas logro poner un pie fuera del edificio. Sigo con la mujer a cuestas y me cubro detrás de un muro a unos cuarenta metros del lugar.
«Cinco... cuatro... tres... dos... uno.»
El estruendo del estallido toma toda la zona haciendo retumbar las ventanas de los edificios al otro lado del callejón y un segundo después otro estallido vuelve a sacudir las ventanas.
Me pongo de pie y con la mujer inconsciente que murmura algo que no entiendo, me apresuro hacia mi motocicleta, apresurado por dejar toda esta mierda atrás.
«La dejaré en algún hospital y luego me iré, allí alguien la atenderá.»
Tan pronto llegó a la motocicleta estacionada, dejo con suavidad a la chica en el suelo y apartó los cartones que cubren mi vehículo, volteo hacia la mujer para tomarla, pero me paralizó cuando veo sus ojos abiertos mirándome fíjate, me acerco acuclillándome frente ella y le reviso el pulso, pero al instante suspiro apartando mi mano.
Su piel está pálida, ojos abiertos de par en par, inexpresivos al igual que sus labios violetas, separados como quien acaba de tomar su último aliento de vida... No hay duda, ha fallecido. «Mierda» Detallo su rostro aniñado y no puedo evitar preguntarme cómo demonios una chica así acabo en un lugar como este.
—Lo lamento mucho chica.
Cierro mis ojos y suspiro. Se que dejarla aquí está mal, pero no hay nada más que pueda hacer por ella. Entonces cierro sus ojos con mis dedos y me pongo de pie.
El sonido de las sirenas policiales que se acercan me hacen retroceder y sin mas, subo a la motocicleta que ruge tan pronto enciendo el motor y aceleró para largarme.
***
Dejo el dinero sobre la madera del escritorio del Pakhan, que se voltea de golpe con el sonido del peso del bolso, haciendome juntar el ceño cuando veo que se ha puesto palido.
—¡Mierda Lev! Me asustaste muchacho.
Enarco una ceja, observando al hombre con la mano en el pecho, hasta que bajo la mirada a lo que sostiene en la mano, mientras observa por encima de mi hombro hacia la puerta y es ahí donde comprendo por qué se ha exaltado.
«Creía que a la señora Kiara no le gustaba que coma eso, debido a sus "problemas."»
—¡Ni una palabra a Kiara!—advierte alzando un dedo cuando nota que lo veo guardar en el cajón del escritorio, el paquete con chocolatinas.
Alzo ambas manos en respuesta y me acerco al bar de dónde tomo una botella de Vodka, llenando el vaso que me llevo a los labios antes de voltear dejando la espalda pegada a la mesa auxiliar.
—¿Lo tienes? Tardaste más de lo usual, ¿Todo en orden?—Carraspea el Pakhan señalando el bolso sobre la madera y asiento.
— Tuve un inconveniente, solo eso.
—¿inconveniente?¿Que inconveniente?—me observa de arriba abajo como si buscará alguna lesión o que se yo—¿Lo solucionaste?
Recuerdo los ojos apagados de la chica que murió prácticamente en mis brazos y cuando los ojos de Kat son los que vienen a mi mente, bebo otro trago de la bebida que quema mi garganta.
—¿Me necesita para algo más Jefe?
El hombre me observa en silencio por encima de sus gafas y luego desplaza la mirada al vaso en mi mano, vuelve a mirarme a los ojos y apartando la mano del dinero se acerca rodeando el escritorio, recostando la cadera en la madera y cruzándose de brazos, mientras me observa.
—De hecho, me gustaría hablar de algo contigo.—señala el vaso en mi mano y sigo el recorrido de sus ojos.
—Sabes... aún recuerdo cuando llegaste aquí. Eras tan solo un chiquillo asustadizo, con gafas enormes y tú fea camisa a cuadros. ¿Recuerdas?—Indaga sin dejar de mirarme y aparto la mirada, observando el gran espejo en la pared que me devuelve el reflejo de un ser sombrío y oscuro.
—Lo recuerdo. —Respondo apretando el vaso y volviendo a beber de el.
—Si... también yo. —el tono me hace juntar el ceño y mirarlo cuando guarda silencio.
—Mira Lev... no se que es lo que pasa realmente por tu cabeza, se que hay cosas que desconocemos de tu pasado, pero de un tiempo para acá, no has sido el mismo. No tengo idea que ha pasado, ni porque has cambiado tanto, pero no puedes seguir así.
Alzo el mentón y trago saliva escuchando con atención, aún en silencio. La forma en la que me observa no es con desprecio ni enojo. He aprendido a leer muy bien a las personas con el correr de los años y por su expresión, podría jurar que luce... preocupado.
—Lamento si mi actitud ha perjudicado o influido en mi trabajo, le prometo que...
—¡Net! «No»—me corta—No hablo de trabajo Lev, hablo de ti.—Me señala—Mírate, bebés hasta casi la inconsciencia, casi no vienes a la mansión, Sasha se casó y formó su familia, Kat aún no da señales de querer regresar, y ahora tu... Kiara te extraña, somos una familia, tu familia.
Trago el nudo que se forma en mi garganta y lento dejo el vaso sobre la encimera junto a mi, el ambiente se siente incomodo y repentinamente solo quiero largarme. El pecho me arde y la incomodidad se expande por todo mi cuerpo. Ellos son mi familia, así los siento, pero que el Pakhan me considere de esa forma es... diferente.
—Estoy bien, jefe.
—No lo parece y ya deja de llamarme jefe. —Me regaña juntando el ceño.
—Si no me necesita para nada mas... tengo que irme. —Murmuro tomando el casco de mi motocicleta, y tras observarme un instante y suspirar asiente.
Le devuelvo el gesto y volteo hacia la salida, pero me detengo a pasos de la puerta cuando vuelve a hablar.
—Escapar no ayudará. Lo que sea que te carcoma no desaparecerá por huir. Créeme muchacho.
«Muchacho»
Las palabras me detienen en mi sitio y aprieto en casco en mi mano cunado el recuerdo del pasado viene a mi mente.
"—¡Quítale la mano de encima al muchacho Sakharov!"
Aún recuerdo la palidez y la expresión aterrada en el rostro de mi tío, cuando el Pakhan lo obligó a firmar los papeles en donde le cedía mi tutela.
Claro que el no quería quedarse conmigo por amor a su único sobrino, quería el dinero que me había quedado de mi familia, tras la muerte de mis padres. Pero para su mala suerte, se equivocó creyendo que Ivanov era una mierda como ellos, y el que me abofeteara delante del Pakhan, y me arrastrará del brazo no lo favoreció, solo termino por ocasionar que el hombre sintiera lastima por mi y acabase haciéndose cargo como mi tutor legal.
—Lo se.—Respondo observándolo encima de mi hombro, -pero nadie tiene porque cargar con mi mierda. Eso no sería justo.
Ni siquiera se porque lo digo, tal vez se deba al momento casi fraternal que ha surgido, o porque en realidad necesitaba que alguien lo supiera. Que alguien me entendiera. Casi rio para mi mismo por mis propias ocurrencias. «Como si alguien pudiese entender realmente.» Lo único que queda del antiguo Lev es una carcasa vacía, nada más.
—Lev, muchacho...
Siento sus pasos acercándose y volteo encuadro la espalda y abriendo la puerta.
—Que tenga buena noche jefe.
—¡Que dejes de llamarme jefe demonios! —Lo escucho gritarme desde el otro lado de la madera cuando la puerta se cierra y dejo salir un suspiro.
Recorro con la mirada los pasillos de la mansión y en lugar de dirigirme a las escaleras para marcharme, volteo en dirección contraria, paso frente a la biblioteca y volteo en la primera esquina junto a una gran ventana que da a jardín lateral, a un lado la puerta rosa permanece cerrada y dudo cuando coloco mi mano en el pestillo, pero tras un instante creo a mis impulsos y abro la puerta adentrándome a la habitación.
El lugar aún huele a fresas, todo está perfectamente acomodado en su sitio, la cama arreglada, el librero repleto de libros, el empapelado rosa con líneas doradas, aún adorna las paredes y tras recorrer con la mirada el lugar me acerco a un rincón de la habitación en donde tomo asiento sobre la alfombra de felpa rosa.
Es el mismo sitio en donde estuve la última vez que me cole en su habitación, en busca de la paz y la calma que me brindaba su luz. Han pasado años muchos años de eso, pero aún así recuerdo la noche como si hubiese sido ayer. Cuando hirieron Sasha por mi maldito descuido y la culpa me agobiaba, torturándome hasta que llegue aquí, y con solo verla dormida y a salvo, pude volver a respirar.
Con los codos apoyados sobre mis rodillas, llevo una mano al bolsillo y saco el teléfono satelital, el cual impide que vean el numero de remitente. Marco el contacto que necesito y me llevo el aparato a la oreja, observando el reloj de pared, esperando que no sea demasiado tarde.
La línea suena y nadie responde, así que vuelvo a insistir, el sonido largo de la línea sigue y sigue sonando hasta que la dulce e inocente voz al otro lado me hace sonreír y cerrar los ojos recostando la parte trasera de mi cabeza a la pared.
—¿Hola? —La suave voz somnolienta responde al otro lado—¿Quién es? Mira acosador, si sigues llamando voy a denunciarte. ¿Me oyes?
Cómo cada maldita vez, no respondo. Solo guardo silencio y escucho el melodioso sonido de su voz. Un atisbo de luz, una pisca de aire que expande mia pulmones.
—¡Te escucho respirar idiota! Se que estás ahí, así que habla o deja de llamar.
Sonrió ampliamente escuchándola maldecir. Mi pequeña Bambi ha crecido, y al parecer también su mal genio, aunque admito que llamarla en medio de la madrugada no debe resultarle demasiado divertido.
—Bien...¡me harte! Piérdete imbécil.
La llamada se corta, la línea queda en silencio y su voz desaparece, al igual que mi sonrisa. Suspiro y vuelvo a recorrer con la mirada la habitación, luego deslizó mi dedo índice por la goma del cabello en mi muñeca y me pongo de pie saliendo de la habitación, en dirección a mi apartamento para embriagarme hasta dormirme como cada noche.
Mis niñas. ¿Cómo están? Bueno llegamos con un nuevo capítulo.
El Pakhan de la Bratva, el hombre frío temible, jefe de la organización mas peligrosa de Rusia, temiendo que su esposa (nuestra colombiana favorita) lo regañe por comer dulces y no cuidar su dieta.😅
Lev sufre niñas... Pero ¿Cómo estará nuestra Kat?
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