capitulo 23
Capitulo 23
Lev:
Estaciono la moto frente a la lujosa joyería, y con el casco colgando de mi brazo, avanzo hacia la entrada, empujando por la ansiedad de ver lo que encargue, y que ya debe estar listo. Estoy demasiado ansioso por verlo y por ver la cara de Kat cuando lo vea.
Miro la hora en el reloj de mi muñeca y repiqueteo con mi dedo sobre el vidrio, sin dejar de sonreír como un idiota. «He esperado todo el día por este momento.»
Sigo caminando pero el sonido de mi celular me detiene a pasos de la entrada, y bufo, resoplando y saco el teléfono que me llevo al oído con molestia.
—¿¡Que!? —Casi ladro con frustración a quien me llama.
—Lo siento Sombra, pediste que te avisáramos si teníamos novedades sobre... ya sabes, ese asunto.
Aparto mi mano de la puerta y volteo enderezando la espalda.
—¿Lo tienen?
—Si, las cámaras han sido alteradas, y borraron la cinta del computador, pero el sistema es automático y no lograron hacerlo bien ya que la información se copio al sistema justo a tiempo, así que el Hacker se encargo y pudimos recuperar parte de las grabaciones, pero será mejor que vengas en persona.
«Me lleva el diablo, todo tengo que hacerlo yo.» Maldigo internamente y suspiro tomándome el puente de la nariz.
—Bien... voy para ahí.
Corto la llamada y le doy una mirada por encima del hombro a la tienda antes de suspirar y voltear nuevamente hacia la motocicleta, bufando por tener que posponer mis planes. Pero después de lo que pasó en casa de los Ivanov, ahora más que nunca me urge enterarme de quién diablos se ha metido a mi oficina.
Han pasado días y en las cintas parecía que no habían datos la noche que estuve en el club, y con lo que pasó luego con Yago y Kat, no pude ocuparme personalmente del asunto. Afortunadamente mi gente es bastante eficiente. «O al menos, casi todos lo son.» Tampoco he tenido novedades del paradero del maldito de Alexei. El Pakhan tiene a sus mejores hombres buscándolo y por mi parte, he puesto a mi propia gente de confianza a cazarlo. Me importa un carajo que sea mi sangre, ese bastardo tiene los días contados, desde el momento en que se convirtió en una amenaza para mí mujer.
«Mi mujer.» ¡Demonios! Si que suena bien. Porque eso es lo que será, mía, mi mujer.
Sonrío recordando la forma en la que me enfrento cuando ni yo mismo sabía que pensar, sus palabras me sacudieron y me dieron el valor para mandar todo al diablo y ceder. No quería volver a herirla y nunca habría aceptado casarse conmigo si no me sincera a con ella. Y admito que fue la mejor jodida decisión que he tomado en mi vida, aún no puedo borrar la imagen de su cuerpo tembloroso, y desnudo bajo el mío, mientras ambos nos hacíamos uno solo. Mi dulce e inocente Kat ha crecido y ahora se ha convertido en toda una mujer y una de armas tomar.
Aún no puedo creer que mi pequeña y dulce Bambi le haya disparado a mi tío. Las pocas personas que lograron verlo cuando huía, dijeron que se sostenía un hombro, y que su oreja chorreaba sangre, por lo que asumo que mi chica no ha perdido el toque para disparar. Pero me asombraría que fuese otro el caso, después de todo, Kat era muy buena con el arma, una aprendiz excepcional y rápida. Sasha y yo fuimos muy exigentes en eso. No queríamos presionarla, pero era necesario que supiera usar un arma desde muy joven por si acaso y claramente no estaba equivocado. Aunque admito que albergaba la esperanza de siempre estar yo allí para protegerla y evitar que me la dañasen. Afortunadamente no salió herida o me abría vuelto jodidamente loco.
Veinte minutos más tarde, detengo la moto junto a la entrada trasera del club Atenea y me quito el casco que dejo sobre el asiento. Todos aquí conocen mi Kawasaki ZX-6r, nadie es tan imbécil como para tocarla, así que, no me molesto en asegurarla. Asiento en señal de saludo hacia el hombre de pie en la entrada y este me devuelve el gesto, abriendo la pesada puerta blindada, para que pase.
Vuelvo a mirar la hora en mi reloj de muñeca y suspiro avanzando en dirección a la oficina. «Si me apresuro tal vez logre regresar a la joyería antes de que cierren.» Podría enviar a alguien a buscarlos pero en lo que respecta a lo mío, soy demasiado posesivo y no quiero que nadie meta sus narices en lo que no les importa. En especial cuando se trata de ella.
Sigo recorriendo los pasillos y subo unas escaleras que dan al área privada en donde tengo mi oficina. Uno de los hombres que trabajan para Yakov, está de pie en la entrada, esperando y junto el ceño al ver que no está Yakov por ningún lado, en cambio el chico que esta solo es mas joven y mientras mas lo observo, parece que luce mas nervioso.
Tiene una marca de lo que parece ser un corte reciente en la mejilla y su expresión irradia una mezcla entre miedo y enojo, pero no dice nada mientras me sigue dentro de la oficina cuando le hago un gesto con la cabeza para que pase y deje el portátil que sostiene bajo el brazo, encima de la mesa.
—No recuerdo haberte visto con frecuencia por aquí. ¿quien eres para que Yakov te deje en su lugar?—Digo sin molestarme en mirarlo, concentrando mi atención en la laptop que abro, mientras tomo asiento en mi silla.
—Mi nombre es Nicolai, señor. Fui ascendido por el señor Yakov y ahora soy el nuevo vigía, me encargo del cuarto de cámaras. —explica y lo miro por encima de la pantalla, viendo como pasa saliva.
—¿Así que tú fuiste el que la cago?— Murmuro mientras sigo tecleando en la computadora, adentrándome al sistema de vigilancia al cual solo se puede acceder desde el local.
—Lo siento mucho jefe, es mi primera semana aquí y la chica dijo que...
Mis dedos que tecleaban, se detienen se golpe y levanto la mirada hacia el hombre que se calla cuando me enderezo, recostando la espalda en mi asiento, jugando con la goma del cabello en mi muñeca. «eso siempre logra calmarme cuando empiezo a molestarme.»
—¿Chica? ¿Qué chica? —Pregunto y vuelve a tragar saliva antes de enderezarse y ponerse tan firme como un soldado.
—La chica de la limpieza. Ella fue quien tomó el dinero.
—¿Amara?— junto el ceño y asiente.
Es imposible, la chica nunca ha dado problemas, ni ha sido objeto de quejas, prácticamente es muda, e invisible. Y aunque... nadie sabe nada de ella, es imposible que se atreva a robarme o a meterse en mi oficina sin autorización.
Pero... ha decir verdad, ella tiene fácil acceso aquí, tampoco se mucho de ella, y eso evidentemente fue un error. La verdad es que solo llego un día pidiendo trabajo, se veía muy joven para trabajar aquí y aunque tenia dudas sobre si contratarla o no, la mirada desesperada en sus ojos, me recordó a mi mismo en el pasado, y me hizo pensar en cuanta maldad podría encontrarse en las calles si la dejaba marcharse con una negativa de mi parte, aún más siendo tan joven y visiblemente desesperada por conseguir dinero.
Parecía una chica inocente, y aunque no se canso de repetir una y otra vez que tenía dieciocho años, hasta el día de hoy, tengo mis dudas sobre si mintió o no. De todas formas la acomode en un puesto de limpieza, alejada de los clientes, y borrachos que pudiesen causar problemas. Pero tiene lógica, ella es la única en quien no pensé. Una de las pocas personas que puede entrar a mi despacho sin llamar la atención.
—Se lo que debe estar pensando jefe, parece una dulce e inocente chiquilla, pero no sé deje engañar. Su descaro es insultante, la atrapamos cuando se presentó al turno.— se señala el rostro arañado— la perra me hizo esto. No lo parece, pero es toda una fierecilla.
Estrecho los ojos mirando al idiota que se acaricia el labio pensando en quien sabe que mierdas y tamborileo con los dedos sobre el escritorio, antes de volver a jalar la goma para el cabello en mi muñeca, dejando que el elástico chasquee en mi piel.
—Explícame eso de que la atrapaste.— Muevo mi mano indicándole que hable.
—Lo hice jefe.—Asiente sonriendo. —Cuando descubrimos que fue ella, la espere y logre someterla, esta encerrada en una de las mazmorras del sótano.
«Someterla»
La palabra me remueve la bilis del estómago y la goma vuelve a azotar mi carne, esta vez con más fuerza, mientras lentamente, sin apartar los ojos del chico que me mira como si esperase un jodido premio, me pongo de pie.
—¿Sometiste y encerraste a una chica, de no más de cuarenta y cinco kilos, en una de mis mazmorras, en dónde torturo y asesino a criminales de alta gama?
De pronto la sonrisa desaparece y el rostro se le pone color papel, cuándo nota que no estoy complacido, e inmediatamente gotas de sudor, empiezan a correr a un lado de su frente, mientras lo encaro, haciendo que pase saliva y abra los ojos como platos.
Me valen mierda cincuenta mil dólares americanos, es solo dinero. Estaba molesto porque alguien había entrado a mi oficina, y tenía que fuera la gente de Yago y el mismo Alexei, mi furia no era por el faltante de dinero. Pero admito que es una falta grave el que violasen mi privacidad, y aunque la chica no me desagrada, toda acción tiene una reacción, por lo cual deben haber consecuencias.
—¿Dónde está Yakov?—Gruño sobre su cara y retrocede un paso, en cambio por mi parte, avanzo otro.
—El... tampoco estaba de acuerdo con encerrar a la chica, pero tuvo un asunto, ella dijo algo de un hermano adicto y que necesitaba el dinero para el, Yakov fue por el chico, y...
—¡Y tu debiste obedecer! ¡Es tu superior! Si te dice que no encierres a alguien, tu acatas la puta orden—Grazno molesto. —Ve por la chica y más te vale que no tenga un solo cabello fuera de lugar o quien conocerá en profundidad mis mazmorras serás tu.
No tengo que repetir las palabras, asiente, y voltea hacia la puerta que se abre por completo, cuando sale disparado en busca de la chica, mientras me quito la chaqueta que lanzo sobre el sofá de cuero, arremangándome las mangas de la camisa.
Es claro que no voy a llegar a tiempo a la joyería, así que saco el teléfono de mis pantalones y tecleo un mensaje avisando que ha surgido algo y que tardare. El joyero es un viejo amigo y por viejo no me refiero en sentido figurado, el hombre es una eminencia en diamantes, pero debe tener alrededor de cien años. No sé cómo aún se mantiene en pie, si es una destartalada bolsa de huesos andante.
—¡Adelante!—Digo, recostando la cadera en la mesa, y cruzando los brazos sobre mi pecho, cuando cinco minutos después, alguien golpea la madera de la puerta.
Nicolai entra sujetando el brazo de la pelirroja que llora y forcejea para soltarse. Y mis ojos se fijan en los del chico cuando la empuja haciéndola caer sobre sus huesudas rodillas, justo frente a mis pies.
Una punzada molesta me pincha en las costillas, cuando recuerdos oscuros intentan colarse en mi cabeza otra vez, obligándome a reprimirlos cuando Nicolai grita como si estuviese en su jodida casa.
—¡Levántate perra!— Le gruñe intentando acercarse, pero se detiene cuando levanto la mano.
—Jefe...
—Cierra la boca o yo lo haré. —Demando y al fin se calla.
«Esta empezando a hartarme y eso no le conviene.» Un hombre que no sabe acatar reglas y órdenes, no me sirve y Yakov no debió dejarlo a cargo de nada. Un paso en falso y aquí eres hombre muerto.
Me acerco a la chica que tiembla aún sobre sus rodillas y me acuclillo frente a ella, no me mira, ni se mueve, solo tiembla enérgicamente. Sabe porque está aquí y es evidente que me teme. Y no la culpo. Mi reputación me precede, mi nombre y mi don para matar, son como faros de neón, que resaltan sobre mi cabeza, día a día. Y no me quejo, así lo escogí cuando decidí convertirme en esto.
Observo a la chica que no me mira, e intento buscar las palabras para no atemorizarla demasiado, pese a que estoy realmente molesto. En especial porque esto es mi responsabilidad. «Eso me pasa por confiar en la gente.» Solo busco presionarla para que me diga la verdad. Tengo que asegurarme de que lo de su supuesto hermano no sean patrañas, y sea una traidora, que filtra información a mis enemigos.
Es joven, incluso tal vez uno o dos años menor que Kat, pero algo en ella se ve mal, es como si estuviera demasiado rota. «me recuerda a mi mismo en el pasado» Tal vez sea esa la razón por la cual la ayude aquella vez, o tal vez solo lo hice en un vago intento por obtener algo de redención por mía actos.
Vuelvo a mirar a la joven mujer y la recorro con la mirada, no se ve como una persona que acaba de robar cincuenta mil dólares, lleva unos viejos jeans gastados, y unas viejas zapatillas deportivas. Nadie saldría a darse grandes lujos o a llamar la atención despilfarrando dinero, eso seria muy tonto, y atraería la atención. Pero asumo que al menos habría cambiado sus viejas y rotas zapatillas. Por otro lado, ¿Quién roba y vuelve a la boca del lobo para dejarse atrapar? Definitivamente debe estar muy jodida, lo suficiente como para atreverse a robarle a alguien como yo y plantarse aquí fingiendo que nada ha pasado.
—Mírame Amara. —Ordeno y acata la orden de inmediato, clavando sus asustados y verdes ojos en mi.
Pasa saliva, pero con tenacidad me sostiene la mirada, «Pocos mortales pueden decir eso.» Y aún así, aunque sus ojos brillan con las lágrimas acumuladas, no me aparta la mirada.
—¿Voy a morir? —Pregunta casi resignada y Nicolai se ríe tras ella.
—¿Qué esperabas bruja? Le robas a la Bratva puta, agradece que no te hacen chuparle la polla a todos los guardias de aquí.— Gruñe y suspiro.
—¿Nicolai?— Lo llamo y cuando me mira, saco el arma del cinturón y le disparo en la cabeza sin mediar palabras.
El cuerpo del pervertido, azota sobre la alfombra y la chica se sobresalta soltando un grito que ahoga tapándose la boca con ambas manos.
—Si mueres o no, depende de ti y de tus siguientes palabras. —Señalo con el arma, hacia el cadáver del sujeto que mancha la alfombra, antes de volver a guardar mi Glock en mi cinturón —Así que escoge con cuidado, cada palabra que dirás a partir de ahora Amara.
—Señor... —Su voz se quiebra un momento —lo siento, yo realmente necesitaba el dinero...
—Te he abierto las puertas de mi club, te he dado acceso a todos los beneficios de trabajar para mí, lo he hecho como si fueras uno más de mis hombres, ¿y tú me pagas robándome?
—Lo siento. —Comienza a llorar —Lo siento, yo no quería pero...
Guarda silencio y estrecho la mirada observándola, si lo que dijo Nicolai es verdad, la chica robo para su hermano, lo que significa que no me lo dirá, no a mi.
—Ponte de pie Amara.
Rodeo el escritorio y me siento mientras ella suspira y se levanta del suelo. La cortina de cabello fuego le cubre parte del rostro y por un momento la observo viendo como tiembla y se aferra con ambas manos a sus delgados brazos.
—Se que me robaste para darle el dinero a tu hermano. —Levanta la cabeza de golpe y el pánico invade sus rasgos haciendo que su piel pálida resalte las pecas sobre sus mejillas, mientras sacude la cabeza en negación.
—No... no es...
—Es inútil mentir, Yakov ya fue por el.
Aterrada, retrocede un paso acercándose a la puerta, pero se detiene abruptamente cuando mi mano azota la madera del escritorio, logrando que me mire.
—No he terminado. —Se paraliza y la señalo con el dedo desde los pies a la cabeza.—No has gastado el dinero en ti, eso es obvio. Ahora dime... ¿Por qué lo hiciste? ¿En qué lío está metido tu hermano como para que tengas que traicionarme y dónde está mi dinero?
—Es... complicado. De verdad que no quería hacerlo—Niega y balbucea—Iban a matar a mi hermano y yo... no puedo dejarlo morir, el es todo lo que tengo.
Comienza a llorar y vuelvo a jalar la goma de mi muñeca, reprimiendo la incomodidad, obligándome a empujar mi lado humano, muy hacia mi interior. «No puedo darme el lujo de demostrar nada frente a extraños. Ni siquiera ante quien parece inofensivo.»
—Tengo entendido que no eres Rusa.—Me aclaro la garganta y la señalo.
—Soy medio rusa.—Titubea mirándome con recelo— Mi padre era Americano y mi madre Rusa.
Asiento y tamborileo con los dedos sobre la mesa, mis ojos viajan a cada nada al reloj deseando estar en otro lado y no aquí decidiendo el futuro de una niña, de no más de dieciocho años, la cual ha sido lo suficiente astuta como para robarme en mis narices.
—¿A quien le debe dinero tu hermano?
—Efraín Koslov.—Se quiebra en medio de un sollozo—Yo no quería robarle, lo juro. Estaba desesperada, mi hermano, el.. tiene problemas de drogas y con el juego. Debía mucho dinero y no teníamos como pagar, el hombre iba a matarlo y yo no supe que hacer, el sabía que trabajaba aquí y me dijo que consiguiera el dinero, que debía haber una caja fuerte por aquí, yo...
—Entonces... solo elegiste traicionar mi confianza.—Acuso manteniendo mi expresión neutra—Elegiste robarme, en lugar de acudir a mi.
—Pero... ese hombre...
—¡Koslov me hace los mandados!—protesto irascible.—Koslov te incitó a robarme. ¡A mi! ¡A la Bratva! Lo habría matado solo de haberlo sabido. —Gruño.
El maldito es un perro, nada relevante, ni aquí, ni para la Bratva. Solo es una escoria que saca provecho de chicos a los que mete en las drogas y luego los extorsiona para aprovecharse de ellos, haciendo que roben para el o en algunos casos hagan cosas mucho peores. ¿Porque pagar grande sumas de dinero para que hagan tu trabajo sucio, si puedes manipular a jóvenes dependientes de sustancias, para que lo hagan a cambio de un poco de basura blanca en polvo? Lastima para el que sea quien tiene mi dinero.
El sonido de los golpes de la puerta se llevan mi atención y un instante después aparece Yakov, sujetando de la chaqueta a un chico de cabello negro que clava sus ojos verdes y llorosos en mi y luego en su hermana que intenta acercarse pero es detenida por Yakov que pone el cañón del arma en la cabeza de su hermano.
—¡No! ¡Por favor! ¡Por favor!—Solloza Amara, que se deja caer sobre sus rodillas suplicando— no lo mates, haré lo que sea, pero no lo lastimes.
—Aparta el arma Yakov. —Pido y me mira pero obedece. —Y tu levántate Amara.
Mi hombre de confianza lanza al chico a los brazos de su hermana que se pone de pie de un salto y se apresura para revisarle el labio roto. Fuera de eso el chico parece estar entero, lo cual es bastante dado que Yakov es uno de los ejecutores mas letales de la Bratva. Aunque asumo que tiene algo que ver con que se sienta paternal con la niña.
Ambos se abrazan y el muchacho solo niega con la cabeza, pidiendo disculpas a la pelirroja que no deja de llorar. Tiene la ropa hecha un lío, las manos le tiemblan y pronunciadas ojeras se dibujan bajo sus ojos; y al igual que Amara, se ve extremadamente delgado.
Comparto una mirada con Yakov, que la mira con algo similar a la compasión destilando de sus ojos mientras desplaza la mirada desde los chicos hacia mi, a la espera de una orden.
La imagen de Kat llorando mientras acariciaba mis cicatrices, me invade y me pierdo un breve momento en mis propios recuerdos. Ella tiene esa capacidad de colarse en mi mente a cada nada, sin importar lo que esté haciendo, incluso en los instantes más inapropiados.
Vuelvo a mirar a los hermanos frente a mi y dejo salir un suspiro, mientras me acomodo en mi silla apoyando los brazos sobre la mesa jugueteando con la goma rosa en mi muñeca. Dejarlos ir sin más sería un acto que denotaría debilidad de mi parte. Cómo dije, toda acción tiene una reacción y robarle a la Bratva no es inteligente. «El precio es la muerte.»
Tras meditar conmigo mismo y mi maldita consciencia, dejo salir un suspiro y saco un fajo de dinero del cajón de mi escritorio, el cual coloco sobre la mesa, en tanto Yakov cierra la puerta con seguro, cuando capta lo que estoy a punto de hacer. Ambos chicos lo miran y veo como el chico que dudo llegue a la edad permitida para beber, trata de cubrir a su hermana de mi, como si temiera que le hiciéramos daño, y luego mira el dinero en la mesa.
Enarco una ceja y lo señalo con el mentón para que lo tome.
—Adelante. Es suyo.
Arruga el ceño y ambos me miran confundidos, pero el chico es el primero en reaccionar y negar con la cabeza.
—Se lo que intentas, no voy a dejar a mi hermana, somos pobres y te hemos robado, pero no estamos en venta. Lo que hizo, fue mi culpa y solo yo debo pagar por ello.
—Amadeo, no...
Su hermana interviene y aún repaso la insinuación que acaba de lanzarme y que me ofende, pero aún así reprimo el impulso de mandarlo al diablo, imaginando la clase de mierda que abran vivido, para creer que esas son mis intenciones.
—Amadeo... —Murmuro viendo el brillo desafiante en sus ojos. —No quiero comprar a tu hermana, no soy de ese tipo de hombre.
Bufa como si no me creyera y luego se ríe. El niño descarado se ríe en mi cara.
—No... solo asesinas por dinero. Muy honorable señor.
Estrecho los ojos y su hermana lo codea molesta.
—¡Cállate Amadeo! ¿Te has vuelto loco? —Lo reprende en un susurro. —¿Acaso sabes quién es?—Susurra asustada y me mira nerviosa.
Me llevo la mano a la espalda y saco el arma de mi cinturón, dejándola nuevamente sobre la mesa, junto con el dinero. Ambos se tensan y Amadeo, oculta a su hermana aún más detrás de el, sin quitarme los ojos de encima, pese a que evidentemente sabe quién soy.
—Cálmate muchacho.—Sacudo la cabeza y señalo el dinero y luego mi arma sobre la mesa.— Aquí nadie está forzando a nadie a nada, esto se trata de... decisiones.
—¿Decisiones?— Pregunta con obvia confusión.
Asiento lento en respuesta y vuelvo a empujar el dinero hacia ellos, mientras con la otra mano sujeto mi arma sin levantarla de la mesa.
—Amara ha sido una chica buena y nunca ha dado problemas, y aunque no me agrado lo que hizo, no quiero matarla, ni a ella ni a ti. Y dado que solo falto dinero, lo cual por mi parte, me importa un carajo, puede que encontremos una solución más, pacífica para terminar este asunto. —Explico— Como saben, la Bratva tiene una reputación que proteger y dejarlos ir sin un castigo, me expondría como una persona débil y daría lugar a críticas y... problemas innecesarios, así que, como tengo prisa, agilizare las cosas y por esta vez, les daré dos opciones. -Señalo y alza el mentón mirándome con el ceño fruncido.
Koslov es mi responsabilidad, debí acabar con ese bastardo cuando supe que estaba traficando pequeñas cantidades de sustancias cerca de nuestros territorios, pero lo deje pasar porque algunos de sus lacayos me eran útiles, trayendo información de las calles, cuando lo necesitaba, pero ya es hora de exterminar a ese pequeño problema, antes de que se haga más grande.
—Pueden tomar el dinero-Señalo los billetes— Y largarse a los Estados unidos, tengo entendido que su padre era de Nueva York.—Miro a Amara que asiente y se endereza apartándose un poco de su hermano para mirarme.
—¿Y... si no queremos irnos? —Pregunta trémula y una fingida sonrisa se dibuja en mis labios mientras desplazo la mirada al arma en la mesa y luego a su hermano.
—Lo entiendo. —Murmura ella—Si no nos marchamos... nos matarás.
—No mato mujeres, así que solo lo mataré a el. —Apunto con un gesto del mentón al chico a su lado y ahora me mira como todos los hacen, con horror.
«Bien... así está mejor.»
—Como mencione, no pueden quedarse, todos aquí saben que me han robado, y cuál es el castigo por ello, así que, o toman el dinero y Yakov amablemente los sube a un avión esta noche... o tendré que optar por una no tan amable y más sangrienta solución.
La chica parece dudar, mientras mira los diez mil dólares sobre la mesa y luego posa la mirada en mi. No es mucho, pero es lo suficiente para que se larguen. No quiero dañarlos, así que suspiro, negando con la cabeza mientras tomo el arma de la mesa, y reviso el cargador, luego quito el seguro y vuelvo a mirar a la chica que está vez se lanza sobre el dinero que toma y abraza con ambas manos, al percatarse de la amenaza.
—¡Está bien! Nos iremos. No volverás a vernos.
—¡No, Amara! ¿Estás loca? ¿A dónde vamos a ir?—Le recrimina su hermano.
—¡Cállate! Todo esto es por ti. Así que cierra la boca. Iremos a casa de la abuela en Nueva York. Podemos empezar otra vez allí, aquí ya no tenemos nada y lo sabes.
El chico aprieta la mandíbula y me dedica una mirada fulminante, que me importa un carajo, mientras me guardo el arma en el cinturón.
—Sácalos de aquí Yakov. —Ordeno y asiente volteando hacia la puerta y luego fija la mirada en el cadáver de Nicolai sobre la alfombra, el cual acaba de notar.
—Asumo que no paso la prueba. —Murmura mientras reviso la hora en mi reloj, listo para largarme por la sortija de compromiso de mi futura esposa.
—¿No vuelvas a dejar a un extraño a cargo de nada! Y...—señalo a los chicos— encárgate de que lleguen a su destino, con discreción. Me has fallado dos veces Yakov, será mejor que no haya una tercera. —Advierto, y se que no necesito recordarle de que estoy hablando.
Endereza la espalda, pasa saliva y asiente, antes de guiar a los muchachos hacia la salida. Ninguno me mira, hasta que Amara es quien voltea y me dedica una rápida mirada confusa, antes de atravesar el umbral de la puerta, mientas por mi parte me apresuro a marcar el número del joyero.
—Señor Sakharov... no se preocupe, lo estoy esperando aún.— Se ríe el anciano que responde al otro lado de la línea y me rasco la nuca con ansiedad.
—Lamento el inconveniente, ha sido un día jodido.— Explico y se ríe.
—¿Cuándo no lo es muchacho?
La respuesta casi me hace sonreír mientras, me a tomar las llaves de la moto y la chaqueta, con el teléfono pegado a la oreja.
—Dígame que lo tiene.— Pido sin contener el tono emocionado en mi voz.
—Como lo ordeno joven Sakharov, dos copias identificas.
—Bien en veinte minutos estaré ahí. —Anuncio, pero me retracto—No, en realidad creo que puedo llegar en diez.
Corto la llamada y salgo a toda prisa, mientras tecleo un mensaje para Kat, en tanto me dirijo hacia la salida.
Mensajes:
Yo: Hola amor, tengo una sorpresa para ti, iré por ti en una hora.
Mis niñas. ¿Cómo están? Espero que muy bien.
¿Notan que Lev es una persona con su pequeña Bambi, y otra con el resto del mundo? 🥹
Amo al Lev nervioso por ver el anillo de compromiso para Kat. 👀(o los anillos) 😂🫣
No olviden seguirme en Instagram: themorganking23 y en facebook: themorganking
Sin más, nos vemos el lunes, con el próximo capítulo. ¿Será que Kat aún acepta casarse con Lev?
Amara se va a Nueva York... 😏 ¿Teorías de quién es, o será Amara? ¿Quienes están en Nueva York? 👀 No sé pierdan mi post en Instagram para conocer quien es Amará. 😏
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