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O9

Estaba enfadado e indeciso. La dona de chocolate con cacahuate y la dona con azúcar parecían burlarse de él, justo enfrente suyo.

Pero es que realmente se le estaba haciendo difícil decidir. Myungjun podría jurar que esta era una de las decisiones más difíciles de su vida. ¿La dona de chocolate con cacahuate o la dona con azúcar?

Cada una tenía sus pros y sus contras. Ambas eran deliciosas, pero si elegía la dona de chocolate con cacahuate, estos terminarían pegados a sus muelas y odiaba la sensación, y la dona con azúcar sabía igual de deliciosa y no se le pegaría. El problema era el chocolate, él realmente amaba el chocolate, especialmente las barritas, pero su papá le había traído aquellos postres argumentando que se habían acabado en el súper, por lo que le trajo una caja repleta de donas de diferentes sabores. Hace días que se había acabado todas y solo le quedaban aquellas dos. Otro problema era elegir para que alcanzase a comer otra mañana, y era imposible.

Bien, esta decisión era complicada, y cuando las cosas se le complicaban al niño de cinco años, acudía a su papá, el siempre sabía que hacer.

Ladeó su rostro, mirando al peluche de conejo sin una oreja –causada por el niño, quien tras un berrinche infantil se había desquitado con su conejito y le había incendiado una oreja con aquel fuego azul que salía de sus manos–, que se encontraba sentado a un lado suyo. Sonrió.

—Señor bigotes, iré a buscar a papá, tú quédate aquí y cuida que el señor gato no se las coma, le he visto merodear por la mañana y me dijo que en cuanto me descuidara, se las comería, ese gato tonto.— Ordenando con su entrecejo fruncido, puso al peluche a un lado de la caja con las donas. Levantándose, caminó con sigilo hacia el exterior de su casa, por la parte de atrás.

Su padre innumerables de veces le había prohibido ir hacia la habitación exterior desde hace semanas donde solían guardar cosas de jardinería, o cosas viejas. Lo entendía, y como buen niño, había hecho caso durante ese tiempo. Excepto hoy.

La molestia de no poder elegir le hacía olvidar la orden, y siguió su camino en saltitos hasta que llegó a la puerta entre abierta. Se quedó parado, indeciso entre entrar o no, y encogiéndose de hombros, diciéndose a sí mismo que solo le preguntaría en menos de un minuto, asomó su cabeza, es más, ni siquiera iba entrar a pesar de que su curiosidad de niño le gritase que lo hiciera.

A punto de hablar, se quedó callado, observaba la habitación media oscura, siendo iluminado nada más que por la ventana que filtraba el tenue brillo del sol, una cama, un ropero y era todo. Oh, y el arma tirada a unos metros de el.

Sus ojos se abrieron en grande, mirando a un hombre situado sobre la cama, atado, y luego su papá y su tío Sanha discutiendo. Su presencia no era detectada justamente por el ropero a un lado de la puerta, desde su posición, incluso si su papá volteaba, solo vería la orilla del mueble que ocultaba la entrada.

—... demasiado tiempo, Dongmin.— Con una mano en su cuello tratando de desaparecer la sensación, Sanha murmuraba.— Yo... no sé si voy a poder seguir haciéndole esto a Minhyuk, no quiero que me odie.— La tristeza era evidente en su voz dulce.

—Sé que, creo que sé que no falta mucho, en cualquier momento M-Moonbin va a llegar y... entonces, todo terminará, ¿está bien?, Solo un poquito más, por favor Sanha, solo necesito saber que Myung estará bien, las pastillas se me están acabando, no me han servido de mucho, y... y, solo... solo hay que esperar.

—¡Jinyoung!, ¡Jinyoung!

El ángel llegó aterrizando sobre el asfalto dejando un rastro de tierra a su paso, mientras guardaba sus alas y corría los poquitos metros que quedaban para llegar al brujo, quien calmado y relajado, tomaba té, sentado sobre uno de sus sillones caros.

Recientemente había terminado de hacer un conjuro para uno de sus tantos clientes y le había dejado exhausto, por lo que se había tomado un descansito en el patio de su hogar, justo el que aquel tonto le estaba interrumpiendo. Jinyoung exhaló rendido, no es como si pudiera hacer algo, el ángel relucía tanto que no era capaz de detenerle.

—¿Qué es...?

—¡Tenemos que ir ahora mismo con el humano y con el niño, ahora!

—¡Cálmate y explícate! — Protestó el brujo, zarandeando al guardián, quien parecía desesperado. Respirando regularmente, Hyunjin se calmo después de un minuto.

—M-Moon Bin lo sabe, ya le dijeron donde se encontraba el vampiro y... ¡te-tenemos que ir con el humano, ya mismo, Jinyoung!, ¡probablemente ya esté mandando a sus hombres para pedirte permiso para adentrarse al bosque!, ¡¿qué estamos esperando?!

Jinyoung se quedó mudo, procesando las palabras. Dentro de su vieja y sabia mente, realmente había pensado que tardarían un poco más en encontrarle, pero como era obvio, había estado tan equivocado. Dejando salir un suspiro, supo que era la hora de actuar, y hacer cumplir aquel augurio por el que se había pasado cien años de su vida buscando al humano que traería al bebé que en un futuro, salvaría sus vidas y para su lamento, tomaría la vida de su propio padre.

Sacudiendo su cabeza, se puso en marcha. No estaba para pensar en sentimientos ajenos y mucho menos los suyos.

—Bien, esto se tendrá que adelantar.— Adentrándose a su casa, corrió hacia uno de los muebles, abrió la pequeña puerta y sacó unas hojas tan antiguas que llegaban a rebasar su edad por mucho, y gracias al hechizo que traía consigo, no se habían desintegrado.

Hyunjin que le había seguido por detrás, estiró la mano para tomarlos cuando el brujo se los extendió, ambos se miraron fijamente a los ojos.

—Tú vas a tener que explicárselo, ¿bien?, voy a quedarme a esperar a los hombres del arcángel para concederles el permiso y decirles la condición, ¿puedes con eso?— Le miró expectante, decidido a depositar su confianza en el guardian.

—S-sí, creo.— Cuando este afirmó con la cabeza algo dudoso, Jinyoung asintió.

—Bien, le dirás lo que ya sabemos, le darás esta hojas, le aclararás todo lo que tenga que saber, y estoy seguro de que el humano es lo suficientemente inteligente para entender que su vida debe ser tomada para evitar el caos.— Dando media vuelta, tomó un bonito collar con pequeños diamantes incrustados, y donde justo en el centro, posaba un precioso rubí, que se encontraba sobre el mismo mueble de donde había sacado los papeles, se lo tendió al ángel guardián, una vez más.— Este collar lo tiene que tener puesto el niño al momento de usar su propio fuego contra el humano, ¿entendido?

—Lo entiendo, hyung, ¡p-pero no sé si voy a ser capaz de decirle que su propio hijo lo matará!, ¿no es algo demasiado cruel para un niño?

—Está escrito, Hwang Hyunjin, una profecía es casi imposible de romper, y si llega a ser rota, sabes que los castigos de las Moiras son terriblemente despiadados para aquel que se atreva a desafiarlas, ¡se supone que debes estar preparado! — Argumentó, tomando la delgada mano del menor, puso el collar sobre la palma de la mano contraria.

—Aún no entiendo el sentido de que el humano capaz de soportar el peso angelical deba dar su vida, cuando se supone que fue creado... Fueron creados para salvaguardar nuestra raza, es simplemente ilógico...— Susurrando aquellas últimas palabras con voz rota, encerró en un puño el collar resplandeciente, antes de darse la vuelta, salir de la casa, y desplegar sus alas, elevándose.

Cuando la figura del ángel desapareció en los cielos, la expresión de Jinyoung decayó, tomando asiento en una silla cercana, suspiró, esperando.

—Más de un siglo buscando, y yo tampoco encuentro el sentido en aquella parte del augurio, Hyunjin.— Murmuró en voz baja, sus ojos sin despegarse de las nubes a través de su ventana.— Pero fue dicha, y tiene que ser cumplida.

Su mente recordó el texto de aquella profecía que había leído por mucho tiempo al punto de llegar a grabarla en su mente.

"Toda esta tierra será convertida en ruinas y el infierno mismo se escurrirá como serpientes hambrientas debajo del suelo duro,

el fuego les consumirá, quemándoles la carne por dentro hacia fuera,

y lo único que van a respirar día y noche, será el olor a carne humana podrida y quemada,

si el demonio hecho persona toma el poder que no le pertenece, aquella fantasía del espectro mismo será hecha realidad,

un humano doncel, de aquellos bendecidos para proteger a la raza angelical, con heridas cicatrizadas, portará el niño, hijo de un poderoso arcángel de alma rota, que detendrá el caos,

y la figura del dulce humano, tan valiente y real como se ve, tendrá que ser asesinada, por fuego celestial que le quemará las entrañas por el propio niño mestizo, hasta su muerte,

solo su muerte acabará con los deseos infernales, solo su muerte será la señal de tiempos tranquilos."

Sacudiendo la cabeza, Jinyoung volvió a pararse, saliendo hacia el patio delantero de su hogar, y sobre el césped, se dedicó a esperar. Era hora de que todo iniciara.

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