O8
"Tal vez era uno de los inviernos más fríos que había vivido, de esas mañanas cuando ni siquiera las miles de sabanas gruesas que te ponías encima podían detener el helado clima, e incluso si lo fuera, su cuerpo ni siquiera lo sentía.
Tal vez por que se había pasado toda la noche enjaulado entre fuertes brazos calientes que lo mantenían prisionero. Tampoco se quejaba. Estaba calientito y bien desayunadito como para querer levantarse. Y no se refería a la comida.
—Eres una preciosidad, ¿alguna vez te lo he dicho?— Preguntó el ser alado, inhalando el aroma a coco y sexo que desprendía el humano encerrado entre sus alas.
Un bostezo salió de sus labios, removiéndose y enterrando su rostro adormilado entre el cuello de Moonbin. Oh, Jesucristo.
—Todos los días, mi vida— Susurrando entre la realidad y el sueño, su nariz acarició en línea la piel de su cuello mientras se removía como un gatito mimado.
La suavidad de las plumas que le rozaban su espalda le hacían suspirar, pues al estar pecho a pecho con el arcángel, las alas azul añil le cubrían como una pequeña cueva donde solo ellos dos existían, acariciándole, y olvidando todos los problemas que la vida real llevaba.
Ah, dulce cielo.
Una mano empezó a acariciarle la espalda desnuda, disfrutándole.
—Algún día, mi amor, voy a llevarte al cielo y te haré el amor ahí mismo, entre las nubes.— Confesó el pelinegro, sus alas enroscándose aún más sobre el cuerpo humano, como si se lo quisiese tatuar, grabar, para nunca olvidar.
Dongmin sonrió, con los ojos entrecerrados, posó su labios en el cuello del ser angelical.
—Mmm...— Masculló.—, tentador, pero el voyeurismo no me termina de agradar del todo.— Confesó con gracia.
—Estaremos tan alto, tan alto, que ni siquiera las aves van a detectarnos.— Murmurando, el arcángel dejo unos sonoros besitos en los cabellos castaños.—, algún día, lo prometo."
Sus ojos se abrieron, su respiración irregular resonaba dentro de las paredes de la solitaria habitación. Su sueño aun prendado en su mente, claro, preciso, divino. Y cruel.
Levantándose con cuidado, levantó sus manos para restregar su rostro con ellas, dejando ir su aspecto adormilado y su cara hinchada.
Dongmin exhaló con fuerza, pudo sentir el mismo calor rodeándolo, como brazos fantasmas mimándolo, podía jurar que casi podía percibir la suavidad de las plumas cubriéndolo, y una vez más, no siendo nada más que una ilusión despiadada.
Oh, el tiempo había pasado y su corazón agrietado y lastimado seguía añorando aquella promesa, que sabía muy bien, en ningún momento sería cumplida.
—Quiero verlo.
Demandante como lo que su personalidad reflejaba, Park Minhyuk ordenó con frialdad, pese a que se encontraba con manos y pies atados fuertemente sobre el colchón desgastado y una pizca de plata líquida en su organismo que poco a poco disminuía, haciéndole sentir débil y sin fuerzas. Sintió la rechoncha mano del vampiro mas joven tomar su nuca e inclinarlo, acercando un vaso de vidrio a sus labios. Su garganta agradeció cuando sintió el tan familiar sabor a sangre acariciando su boca y llegando directamente a su estómago hambriento.
Cuando dejó de sentir el tacto, y su hambre fue saciado por el momento, el vampirito que le tenía loco y le había traicionado utilizó toda su fuerza para acomodarle de tal forma que quedó con la espalda sobre la cabezera de la cama, y dejó de sentirse como un tonto. Bien, esta vez, el rubio con carita de muñeco le tenía que escuchar.
Cuatro semanas y tres días, eran el tiempo que aquel par le había retenido en contra de su voluntad, atacándole el orgullo y el corazón, sobre todo su ego.
Había enfrentado vampiros del doble de su edad, enemigos despiadados, e incluso había luchado junto al arcángel en ataques mortales y en cada una de ellas, había ganado, saliendo solo con algún hueso roto o algún rasguño que poco le importaba.
Pero ahí estaba, derrotado, prisionero y solamente basto una boquita de cereza, nariz de botón y unos ojitos mieles para hacer lo que ningún otro de sus enemigos había logrado.
Y todo eso tenía un nombre. Yoon Sanha. Tan bonito como peligroso.
El mismo Yoon Sanha que le había engatusado y engañado, ahora parecía apunto de huir, como cada una de las veces que le exigía respuestas. Una respuesta que quedaba en el aire cuando le dejaba hablando solo.
Con ayuda de la sangre recientemente ingerida, obligó a su organismo a trabajar con un ritmo rápido para desaparecer cualquier rastro de la plata liquida que le inyectaban –pese a que le traían consecuencias en su instinto –, justo como la que en ese momento, el rubio estaba preparando con prisa.
Cuando la jeringa se llenó del líquido plateado hasta la mitad, Minhyuk ya había recuperando su habitual fuerza sobrehumana. Listo y preparado, se dijo a sí mismo que ya había esperado suficiente, habiendo dejado jugar a la ilusión y a su vampirito por un buen tiempo. Se había cansado.
Acercándose con el artefacto en mano, Sanha tomó la mandíbula afilada del vampiro que parecía odiarle con delicadeza, con la aguja a un par de centímetros, un segundo y de repente le habían estampado contra el piso.
—¿Pero q-qué?!— Gritó sorprendido sintiendo un dolor agudo perforar su espalda.
—Sus jugueteos me tienen cansado, o por las buenas me enseñan a ese niño que no sé de donde sacaron, o por las malas lo busco yo, y si lo hago por las malas, me lo llevaré.— Murmurándole al oído, amenazó con dientes apretados, su enorme y huesuda mano apretaba el cuello del joven vampiro, sus ojos reflejando lo molesto que se sentía.
Los ojos mieles de Sanha miraron hacia un lado, donde la jeringa había caído rompiéndose contra el piso, sus puños se apretaron, indeciso, su mirada volvió al mayor, asustado, abrió la boca dejando salir un jadeo de dolor, y entonces su salvador apareció.
—Lo sueltas por las buenas, o por las malas te reviento la cabeza.— Con un rifle vacío entre sus manos, Dongmin había entrado a la habitación donde su cautivo se encontraba, furioso, vio como su mejor amigo estaba siendo asfixiado por el vampiro mayor –por supuesto, aquello no le mataría, pero el desespero seguía haciendo el mismo –.
Que no se de cuenta que esta vacía, que no se de cuenta que esta vacía. Rezaba en su mente, enojado y tembloroso.
Como si sus plegarias hubiesen sido escuchadas, el viejo vampiro soltó a Sanha, y usando su habilidad de rapidez, y en mili-segundos, sin haberlo previsto, estaba frente a él, la punta del rifle justo en la frente pálida. Soltó un jadeo sorprendido.
—¿Vas a reventarme la cabeza con un jodido rifle vacío?, ¿ese es otro de tus brillantes planes, Yoojung?
Mientras sus neuronas humanas trabajaban para entender como le había llamado y los movimientos acelerados, Minhyuk ya le había quitado el rifle, volteado y estampado contra la pared gris, sus colmillos resplandecían contra su cuello, gruñendo y dejando salir su instinto salvaje sin darse cuenta. Todo eso sucediendo en tres segundos imposibles de notar para alguien tan humano como era Dongmin.
—¿Otra de tus putas ilusiones de mierda?, ¿crees que porque Moon cae a tus engaños yo también lo haré?— Agresivo como se sentía, su instinto vampiro relucía.—, he estado aguantándome las ganas de partirte el cuello, Yoojung, y ahora ni Moon va a detenerme, te lo has ganado, hija de puta.
Antes de lograr encajar sus colmillos de forma asesina, sintió un pinchazo en su propio cuello, el típico fuego recorriendo su organismo como lo venía haciendo desde hace unas semanas, identificando la plata líquida adentrándose en su sangre, pero muchísimo más potente, cayó al suelo.
Cuando la nueva jeringa cayó de sus manos, Sanha jaló a su amigo lejos del vampiro, abrazándole al verle asustando tanto como sí mismo, tomó su rostro entre sus manos.
—Tenemos que atarlo de nuevo, no tardará en despertarse, ¡Dongmin!— Exclamó desesperado, tan ido como se encontraba, el castaño parpadeó tratando de salir de su trance.
—¿P-por que m-me ha dicho Yoojung?— Preguntó confundido, sus ojos mirando el cuerpo del viejo vampiro que empezaba a removerse.
—¡Yo que sé!, ¡ayúdame a atarlo!, ¡vamos!
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