Final
Estaba listo. Se había preparado durante un largo tiempo. No quería mostrarse dudoso, no había querido verse débil, ni tampoco caer ante los recuerdos que su alma traía una y otra vez como una cinta repetitiva. No quería, de verdad, no lo quería.
Abría y cerraba su boca sin que nada saliese de ella. Su cuerpo, ni su corazón hacían caso a lo que su mente le ordenaba. Haz algo, pero estaba congelado en su lugar, di algo, su voz seguía muda, no llores, pero una lágrima se deslizaba por su mejilla con suavidad.
¿Qué tan difícil podría ser?, se había preguntado hace unos días, ¿que tan difícil es volver a ver al hombre que lo había conquistado, que le había amado, y que lo había destrozado?, se había cuestionado seguro de sí mismo.
Pero cada acción tranquila y desinteresada con la que había planeado esto, se escurrió como el agua entre sus dedos, quedándose inmóvil.
El primero en hacer un movimiento, fue el pelinegro de alas amenazantes. Fue despacio, lento, a tropezones atónitos, adentrándose al pequeño cuarto con sus redondos ojos negros llenos de aturdimiento y duda, dando pasos indecisos, vacilantes como si ese momento fuese de cristal, temiendo romperlo si daba un paso en falso.
—¿C-como?, ¿cómo es que...
Dongmin apretó sus puños, dejando salir un jadeo retenido de angustia, cuando suave, tan suavemente que le provocó escalofríos, Moonbin levanto su mano temblorosa, su dedo índice, tímidamente, tocó su nariz.
No es una ilusión, no lo es, susurró el alado en su mente con determinación, al sentir la piel cálida y no fría a la que había estado acostumbrado en sus pesadillas.
El toque se deslizó con dulzura, rozando sus labios, su barbilla, su mandíbula y volviendo a su mentón, alzando su rostro cabizbajo, Dongmin desvió la mirada al piso, áspero.
—Te-tenemos que hablar.— Cuestionó en un tartamudeo el humano, con una fingida seguridad que no tenía, no sentía, y definitivamente no reflejaba. Su cuerpo temblaba, a punto de quebrarse entero, su pecho se apretaba tan fuerte que se sentía detonar en pedazitos si murmuraba una palabra más, su garganta se oprimía en un nudo, torturándole. Un sentimiento frío se coló por su organismo, tal vez odio, tal vez cansancio, no supo identificarlo, por que eran tantas emociones pasadas, tantos sentimientos que luchó por enterrar en lo profundo de su alma, y corazón, y que ahora, salían a flote. Era una bomba cronometrada.
No logró luchar contra ese sentimiento dañino, cuando repentinamente, su cuerpo se estampó contra la figura frente a él. Brazos fuertes y tibios le rodearon con agresividad, Moonbin le apretó contra su pecho, abrazándole, y Dongmin no pudo soportarlo, los segundos se acabaron, sus ojos se humedecieron aún más, y simplemente estalló.
El primer sollozo salió de sus labios, furioso, levantó sus manos hechos puños, golpeando con violencia que retenía dentro suyo, al cuerpo que lo mantenía prisionero, no se detuvo, queriendo hacerle daño, que sufriera como él lo hizo, una y otra vez golpeó, tan duro como pudo, tan fuerte como su corazón roto lo pedía, tan firme como sus cicatrices dolían. Resentido, rencoroso, lastimado, desahogándose.
—¿Por qu-qué?... — Masculló entre gimoteos. — ¡¿Por qué?! — Gritó desgarrándose la voz — ¡¿Por qué, Moonbin?!
—No lo sé... — Susurró el arcángel con un nudo en su garganta, enterrando su rostro en el cuello del humano que había detenido sus golpes bruscamente. — No lo sé...
—¡Me dejaste solo!, ¡me prometiste que siempre estarías conmigo!, ¡que nunca me dejarías! ¡y te fuiste!, ¡me dejaste! — Reclamó con el rencor recorriendo sus venas, alzó levemente su cabeza para enfrentar los ojos culpables del alado que lucía como si alguien lo hubiese apuñalado en el corazón.
—¡Se supone que debes estar muerto!, ¡he vivido estos malditos cinco años en pesadillas!, ¡creyendo que estabas muerto! — Vociferó confundido, contemplando los ojos tristes que le observaban, preguntándose.
—¡Pues como ves estoy vivo!, ¡esa no es excusa para dejarme!, ¡me prometiste que me cuidarías, y a la primera, te fuiste! — Sollozó, pegando su mejilla al pecho, contradiciendo a sus ordenes. — ¡Te odio! — Mintió susurrante. — Te odio por no buscarme, te odio por irte, te odio, te odio...
—Lo siento, lo siento. — Suplicó, apretando aún más su agarre sobre el menudo cuerpo, queriendo tatuarlo en su piel, si esto fuese otro de sus sueños, rogaba por no despertar. — No me odies, Dongmin, perdóname, por favor...
—No fue justo, no lo fue, te necesitaba, y me abandonaste. — El humano masculló en un gimoteo lastimero.
—Perdóname...
—Estaba asustado, Bin, y no estabas conmigo para calmarme. — Siguió, su voz tan frágil que arañaba el alma.
—Perdóname...
—Estuve solo en el parto, nadie tomó mi mano, y tenía miedo.
—Perdóname...
—¿Por qué?, ¿por qué me dejaste? — Su voz fue tan baja, que pensó no haber sido escuchado, más el sonido triste que salió de la boca del arcángel que lucía destruido, supo que sí.
—¡Estaba asustado!, yo solo... — Murmuró, reteniendo las lágrimas que querían salir, cohibido, colocó su frente pegada a la otra, rozando sus narices dulcemente... —, en lo único que podía pensar era en que te perdía, y no... Y no pude soportarlo. — Una gota de agua cayó hasta su barbilla, dándose cuenta de que, finalmente, el llanto había ganado la batalla, levantando sus manos, tomo las mejillas de Dongmin con ternura temblorosa. —, soy un cobarde, un maldito cobarde que no pudo quedarse a tu lado por miedo, un idiota que pensó que sería mejor alejarse a verte morir, y solo...yo solo... Santo cielo, Dongmin, por favor, te lo suplico, p-perdóname, mi amor.
Dongmin negó con la cabeza con los ojos cerrados con fuerza, aún con sus pieles acariciándose, y con las palabras retenidas, tan solo sentía necesidad, abrumadora necesidad que le carcomía desde adentro.
—¿Sabes lo difícil que fue criar a un niño con alas?, ¿sabes lo difícil que fue hacerlo solo?, ¡¿sabes lo difícil que fue todo esto para mí?! — Acusó el castaño, jadeando con tortura.
Moonbin tan solo dejó salir un sonido agonizante, su pecho ardía en llamas, la culpabilidad palpitaba en cada latido de su corazón. Agonía, culpa, abatido. Cada sentimiento reflejándose en su rostro.
Un arcángel como él, no debía mostrar tal aspecto vulnerable a nadie, nunca, por la debilidad que significaba, pero ahí estaba, llorando como un niño, abrazando al amor de su vida, tan indefenso que sus enemigos se reirían de el. Y no le importaba, en ese momento, nada le importaba mas que buscar el perdón de aquel humano.
—Lo siento. — Sollozó. — lo siento...
—Me dañaste...
—¡No quise hacerlo!, ¡lo juro!, me dio terror perderte, y no, no pude pensar en otra cosa más que evitar verte... Morir, y no me puse a pensar que tú, que tú... Vivirías. — Confesó el arcángel, aún con sus manos sobre la piel caliente — Perdóname, te lo pido. — Rogó en un lamento.
Tal vez fue esa necesitad que palpitaba en su corazón, tal vez tan solo que sus emociones se habían acumulado al punto de no saber controlarlas, realmente no supo responder con precisión al por qué, no lo entendió correctamente, ni siquiera lo terminó de procesar por completo, fue un impulso hacerlo.
Tan solo pegó sus labios a la boca de Moonbin, posando sus manos sobre las del alado, que aún seguía tocándolo. Contradiciendo sus palabras, contradiciendo su mente, pero siguiendo lo que su alma pedía.
Fue una simple caricia, no tardo nada más que unos segundos, hasta que se separaron.
No se miraron, ni se hablaron, con los ojos cerrados fuertemente apretados, se permitieron calmarse silenciosamente, silenciando el llanto, tranquilizar las lágrimas, y siendo el sonido de los árboles moviéndose por el viento lo único que se escuchaba en la habitación. Eso, hasta que el sonido de alas sacudiéndose los despertaron de esa pequeña burbuja invisible donde se permitieron olvidar por unos segundos, lo que su realidad gritaba.
—¿Quién es él, papá?
Fue casi indescriptible la sensación que lo recorrió. Similar a un escalofrío, o tal vez al vértigo, como cuando te aterran las alturas y te paras sobre la orilla del edificio más alto de tu ciudad, ese estremecimiento que te recorre en el momento en el que bajas la mirada y ves la gran altura. Eso mismo fue lo que sintió Moonbin, en el momento en el que una voz aniñada sonó en la habitación, y que supo muy bien, que llevaba su sangre.
Myungjun se había sentado sobre el colchón mientras se tallaba adormilado los ojos, entendiendo lentamente lo que pasaba, estiró su huesos de la espalda e incluidos sus músculos emplumados, mirando con curiosidad y vacilación al enorme hombre que tenía atrapado a su papá entre sus monstruosas alas.
Alas, pensó, su cabeza despejándose pausadamente del sueño.
Sus redondos ojos tan parecidos a ese hombre se abrieron en grande, al identificar por completo al pelinegro.
¡Tenía alas!, ¡como yo!, ¡hay dos personas mas que son como yo!, con eso en mente, emocionado y tan despierto como nunca bajo del colchón acercándose al tipo, que lucía nervioso y pálido, junto a su papá, ignorante a lo que sus expresiones dolorosamente tristes relucían.
Se quedó estático cuando el hombre corrió sus alas guardándolas sobre su espalda repentinamente, y aún así, seguían mirándose tan intimidantes como lo eran, pero para el niño, era magnífico que sus pequeñas emplumadas se parecieran tanto a los del mayor. Podría ponerse a saltar de la euforia ahí mismo con tantas preguntas, si no fuera por su repentino ataque de timidez, y su padre al que amaba con todo su ser dio media vuelta, dando un paso hacía él y acariciándole sus cabellos negros, como los del hombre que no dejaba de observarlo. Se pregunto si era de las personas malas o de las buenas. El revoloteo en su pecho le decía que era bueno, pero no estaba seguro, era una sensación extraña.
Escondiéndose detrás de la pierna del castaño, levanto la mirada.
—¿Es bueno, o malo, papá? — Preguntó susurrante, por si acaso, sus ojos de bambi examinando al desconocido.
Dongmin observó a Moonbin, como este parecía ido sin quitarle los ojos del pequeño niño que curioseaba. Sus alas estaban rozando el piso, haciéndole verse demasiado frágil, completamente diferente a lo que siempre mostraba.
—Es bueno. — Le contestó, su mano aún revolviendo los mechones. — ¿Por qué no te presentas? — Sugirió, sonriendo con esfuerzo ante el asentimiento emocionado. Mas seguro, el niño se acerco al arcángel, extendiéndole la mano.
—Me llamo Myungjun, Lee Myungjun, tengo cinco años, y me gustan las donas, ¡ah!, ¡y los peluches!, ¡y el chocolate!, ¿cuál es tu nombre?
La mudez en el alado mayor seguía ahí, al igual que su respiración irregular, pero un poco mas recompuesto, Moonbin miró de manera breve a Dongmin, como si le pidiera permiso, y ante el asentimiento, habló tembloroso.
—Me ll-llamo... — Carraspeó. — Me llamo Bin, M-Moon Bin — Su mano se alzó, tomando la más pequeña. El nudo en su garganta hizo acto de presencia, más supo controlarlo, por el momento.
—¿Tú puedes volar? — Inocentemente preguntó, sus ojos llenos de esperanza le miraban, impaciente.
—Lo hago, sí.
—¡¿De verdad?!, ¡¿qué tan alto?!, ¡mi papá ya me deja volar hasta la punta de mi casa!, ¡¿y a ti?!, ¡¿qué tan alto vuelas?! — Tan emocionado estaba que no se dio cuenta de que se había acercado lo suficiente para divisar las alas similares a las suyas guardadas del mayor. — ¿Por qué se parecen a las mías? — Apuntó a la espalda del arcángel, fisgón.
Abriendo y cerrando la boca sin saber que responder, conmocionado, Dongmin se adelantó.
—Porque hay más ángeles con tus colores, Junnie. — Contestó agachándose a la altura del niño. — Ese color es poderoso, y singular.
—¿Lo es?
—Lo es. — Contestó esta vez con voz débil, el arcángel.
—¿Me enseñarás a volar, señor Bin?, ¿puedes? — La ilusión en los ojos del niño iluminaba el alma de cualquiera.
Las ganas de llorar aumentaron el doble, su mandíbula estaba temblorosa, como en los tiempos de invierno, pero esta vez, por el llanto que quería salir una vez más, un padre, siempre tiene que enseñar a sus hijos desde pequeños a volar, siempre, aquel fugas pensamiento lo golpeó, poniendo todo su autocontrol restante, luchó por no romperse y explotar frente al niño.
—Solo después de hablar, y que el señor Bin tenga tiempo, Junnie. — Suavemente, Dongmin le contestó a Myungjun, sacudiendo con sus dedos algunos rastros de suciedad de las plumas de su niño.
—¡Lo t-tengo! — Carraspeó nuevamente ante el tono eufórico, Moonbin balbuceó, aún sin ser capaz de creer, de que esto era real. — Lo tengo, t-te en-enseñaré, d-debo... Y quie-quiero... Myungjun.
—¡¿Lo harás?!, ¡papá, el señor Bin lo va hacer! — Emocionado como reflejaba, abrazó el torso del castaño, sus alas agitándose con entusiasmo.
Una cabeza rubia se asomó por la entrada, haciéndole gruñir en amenaza al arcángel, quien extendiendo como pudo en el pequeño espacio, cubrió con sus alas al humano y al niño, el desafío revelándose en sus ojos ante el desconocido, diciéndole entre miradas que si se atrevía a acercarse a lo que era suyo, le cortaría la cabeza.
Era real, lo era, y no iba a perderles de nuevo, esta vez no, y si tenía que matar, no lo dudaría.
—¿Sanha? — Reconociendo la voz, Dongmin trató de hacer a un lado los músculos abarrotados de plumas que impedían su visión, tocando con delicadeza la carne del ala izquierda, pero estos lucían y eran lo suficientemente fuertes para impedirle su paso. — Moonbin, lo conozco. — Murmuró en voz baja, mirándole con ojos aguados cuando la sensación familiar de las alas lo atacó.
Unos segundos inspeccionando que no había peligro, su sentido territorial y de defensa perforándole, el arcángel dudó, pero ante la mirada segura de su humano, gruñendo al intruso, se hizo a un lado, pero sin dejar a la vista al niño que se entretenía comparando las plumas de su enorme ala derecha con las más pequeñas, encontrándole sorprendente el parecido. Sin dejar de prestar atención a la conversación en susurros que mantenían el desconocido y su humano, Moonbin miraba fascinado al pequeño pelinegro.
—¿Por qué mi panza se siente rarito? — Myungjun preguntó, contemplándole, aún sin soltar sus plumas azules añil, muy suaves, pensó el menor.
Moonbin hizo una mueca parecida a una sonrisa, el temblor en su cuerpo nunca paró, y temiendo, alzó su mano para rozar los cabellos oscuros con timidez. Su pecho se oprimió.
—Porque tu sangre reconoce a tu progenitor angelical, quien te engendró, Myungjun — Masculló, vulnerable. Era suyo, su cría, su hijo, era suyo.
—Mmm, no estoy seguro de saber que es eso que dijiste, pero está bien, señor Bin, ¿cuándo iremos a volar tan alto que las tontas aves ya no se burlarán? — Curioseó.
Parpadeando cautivado, cuando terminó de asimilarlo, Moonbin contestó.
—En algún momento, cuando salgamos de este bosque, ¿te parece bien?
—¡Muy bien!
—¿Junnie? — Llamó Dongmin, desde la puerta, estirando su mano. — Ven, Sanha te necesita.
Inmediatamente, el ceño del arcángel se frunció, el sentimiento de protección se incrementó, tomando al niño de su hombro cuando este pasó por su lado, desconfiado del que pudo identificar como vampiro, sus ojos se volvieron plata líquida, amenazándole.
—Moonbin... — Suspiró el castaño, acercándose, y tan solo hizo falta tocar su pecho, para calmarlo. — No le hará daño.
—¿Cómo lo sabes?, no voy a dejar que les hagan daño, no ahora. — Sentenció.
—Bin, no le hará daño, él ha sido quien me a ayudado cuando más lo he necesitado. — Tan solo esas palabras, fueron suficientes para hacerle ceder, tragando el nudo que empezaba a formarse en su garganta nuevamente, el alado dejó ir al niño.
—¿Por qué es necesario que se vaya? — Suplicó, sus ojos aguados observando al pequeño salir de la habitación.
—Porque hice esto por una razón, y n-necesitamos hablar. — Murmuró, dando la vuelta, y tomando asiento en el colchón viejo.
Asintiendo, el arcángel se acercó, sentándose a un lado del humano, y sin dudarlo, extendió sus alas para cubrirlos y encerrarlos en una pequeña especie de cueva llena de plumas oscuras.
—¿Qu-qué ha-haces? — Preguntó aturdido Dongmin, más no puso resistencia cuando de nuevo Moonbin le abrazó, su alma se sintió tan cálida, que no quiso protestar, haciéndole olvidar lo que querría decir. Con su cabeza recargada en el fuerte pecho, se permitió dejar salir unas lagrimitas solitarias, esta vez no fue de furia, ni de rencor, ni de odio, no era nada más que de tristeza, y profundo alivio.
—No voy a irme, Dongmin, aunque me odies, voy a quedarme, porque, aunque pasaron años, te sigo amando, tanto que me asusta... — Confesó el de cabellos oscuros, besando la cabellera castaña bajo su cuello. — Cometí un error, y te seguiré pidiendo perdón, de rodillas si es necesario, pero te voy a cuidar, a ti, a Myungjun, porque son míos, porque les pertenezco, y voy a enseñarle cada cosa que sé, voy a enseñarle a emprender vuelo, voy a enseñarle tantas cosas, voy a enmendar lo que hice... Lo prometo, Dongmin.
Indefensos y sensibles como se encontraban, juntaron con delicadeza sus labios, recordándose con añoranza, amándose pese al tiempo, y jurándose sus vidas, mientras se miraban a los ojos, ojos donde encontraban el camino que tanto habían buscado.
El alma y el corazón del arcángel habían vuelto a él, y podría jurar por el cielo, que no volverían a irse.
FIN
Ajassss ahora sólo falta el epílogo :D
Muchas gracias por leer, si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro