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11

Su corazón latía tan lentamente que le asustaba, sus ojos parecían cansados, las ojeras se remarcaban cada día más, muy apenas y podía sentir su pulso. Como si su reloj de vida estuviera descomponiéndose. O acabándose.

—O hacemos esto ahora, Dongmin o no lo hacemos nunca.— Sanha murmuró cruzado de brazos recargado en la pared.

El humano asintió de acuerdo a lo que su mejor amigo decía. Las cosas parecían querer irse de sus manos, y tenía que controlarlo. Puntos negros aparecieron en su visión, haciéndole abrir y cerrar sus ojos con fuerza para aclarar su vista, cosa que consiguió cinco segundos después.

—Lo-lo sé, vamos.— Contestó, parándose de la silla de madera en donde se encontraba, y tras dar un paso mas, un fuerte mareo le aturdió otros segundos mas. Ah, tan molesto, pensó, sosteniéndose del respaldo de la silla, trago saliva.

Los mareos, y los borrones en su vista se estaban volviendo cada vez más seguidos, sus días parecían haberse agotado, su aspecto enfermizo se notaba cada vez más e incluso Myungjun estaba empezando a verlo, y por si fuera poco, su plan de "si quiero encontrarlo, él me tiene que encontrar" era un total fracaso. Era hora de empezar un plan B que justamente ahora se acababan de inventar.

Había tardado cerca de viente minutos en despertar por la mañana, Sanha casi estuvo a punto de gritar si no fuera por su oído sobrenatural que le permitía escuchar su débil latido. Ambos estaban agobiados.

Su plan B preparado en tan solo dos minutos, consistía en dejar ir al vampiro que mantenía como prisionero para dar un mensaje al arcángel. Y si, lo sabía, un plan arriesgado donde había altas probabilidades de que terminara sin una gota de sangre, pero a situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Por supuesto, Dongmin había asegurado una vez más a su hijo en el sótano inventándole una excusa creíble para no asustarle.

Empezó a toser levemente, tapándose la boca, suspiró. Cuando sintió la palma de su mano escurrir, la alejó, las manchas de sangre reluciendo en su tan habitual piel canela, y que ahora, se encontraba pálida. Ya ni siquiera trató de evadir el miedo.

Sanha miraba con tristeza e impotencia cómo Dongmin se acercaba a él, con un pañuelo entre sus manos, el castaño le miró con una sonrisa claramente falsa.

—Solo... terminemos con esto, estoy cansado, yo.... — se interrumpió, avanzando fuera de la cabaña los cortos metros que quedaba hacia el cuarto donde solían guardar las cosas de jardinería con Sanha siguiéndole. Tomó la manilla y la abrió.

Un vampiro amarrado y amordazado les saludó en cuanto entraron, sus ojos miraban al techo y en cuanto se acercaron, les observó con enojo.

Sanha tomó el brazo de Dongmin con suavidad, ambos mirándose a los ojos, el castaño asintió.

Acercándose a Park, Sanha se sentó a un lado del colchón, retirando los cabellos negros de la frente del pálido.

—Voy a quitarte esto, ¿bien? — Masculló alzando su brazo, su mano quitando la mordaza que le impedía hablar al mayor.

Con la boca destapada, Minhyuk mostraba sus colmillos que sobresalían de sus labios, reflejando que estaba, realmente, molesto.

—Necesito... necesitamos que escuches. — Murmurando algo dudoso, el rubio juntó sus pequeñas manos, jugando con sus dedos. — Y de verdad, espero que lo entiendas, y que... nos ayudes.

Dongmin desde la puerta los observaba, la evidente furia del vampiro más viejo y el claro nerviosismo del vampiro más joven. Su corazón punzó, y sin que Sanha se diera cuenta, en su rostro se dibujó una mueca de dolor, su brazo se dobló y su mano oprimió su pecho. Aún no, aún no.

—¿Ayudarlos? — Minhyuk preguntó con sorna, sus ojos dirigiendo su mirada hacia sus tobillos amarrados y sus manos de igual forma.— Verás, ¿qué hay en tu mente que te hace pensar en esa remota idea sobre mí, ayudándolos?

—Minhyuk, es algo realmente im-importante para mí, pa-para Dongmin — Su voz se quebró, sus ojos se cristalizaron.

—¿Dongmin? Puras mentiras, él esta muerto. — Afirmó. — Ahórrate tus lágrimas, no sé que mierda ganan haciendo esto, pero te juro que en cuento logre salir de aquí, lo primero que haré es cortarle la cabeza a esa jodida bruja. — Gruñó con disgusto, sus dientes parecían volverse mas afilados.

—¡Ni siquiera se de que bruja hablas! — Vociferó, el rubio se limpió una lágrima traviesa que recorrió su mejilla. Maldita sensibilidad.

—Es una bruja extranjera. — Respondió Dongmin con voz débil, acercándose tan solo un poco. — Yoojung.

—¿Qué?, pe-pensé que tú no... — Sanha le miro, parpadeando con duda.

—La conocí cuando... — Dongmin se calló, pareció pensárselo, y siguió.... — Hace seis o siete años, ella es una bruja poderosa, de otro país, la recuerdo por que ella suele...  puede hacerse pasar por alguien mediante engaños. — Murmuró, abrazándose a sí mismo, su cuerpo sintiendo escalofríos. — Es una zorra.

Sanha abrió la boca levemente, procesando la información, y sorprendido. Ante la cara del rubio, Dongmin se apresuró a aclararlo.

—No, d-de verdad, es un-una zorra. — Argumentó, rascándose su ceja con incomodidad. — Su espíritu es de una zorra. Solo brujas o brujos con ese espíritu, son capaces de crear ilusiones. — Murmuró con disgusto. — Supongo que se ha hecho pasar por mí, pero realmente no quiero saber para qué. — Resoplando, hizo una mueca.

Sanha parpadeo, ladeo su cabeza, quedándose en silencio durante unos segundos y luego miro a Minhyuk.

—Creo que... creo que lo entiendo. — Masculló, su mirada yendo del castaño al vampiro. — T-tú piensas que Dongmin ahora, es... una ilusión, ¿no es así? — Le preguntó, pero este ni siquiera lo miro.

—Sé que lo es. — Murmuró con voz fría. — No puedes engañarme a mí, lo sabes.

Dongmin le observo con detenimiento, pensando.

—No lo es, Minhyuk, mierda. — Sanha restregó sus manos sobre su rostro, frustrado.

—Si demuestro que soy yo, ¿nos ayudarás? — Preguntó el humano, acercándose aún más, miro a Minhyuk con determinación.

Este solo le observo sin decir nada, el iris rojo escondiéndose entre su pupila negra que se expandía con lentitud, sus colmillos intimidando. Minhyuk asintió.

—Muérdeme.

—¿Qué? — Susurró el vampiro rubio, su entrecejo frunciéndose.

—La sangre no engaña, eso lo sabemos, así que... Muérdeme. — Afirmó, sin quitarle la mirada de encima.

—Primero tienes que desatarme. — Cuestionó con un gruñido, levantando sus manos cubiertas por cadenas plateadas.

—No. — Negó con rapidez el castaño. — No sin antes hacer un juramento de sangre, y entonces lo haré.

Ambos parecían tener una lucha de miradas, sin querer ceder, sin querer creer en las palabras del otro. Pero al final uno tenía que hacerlo. Un juramento de sangre no involucraba otra cosa más que cortar un poco piel y la sangre tiene que juntarse mientras articula el juramento, uno que no se puede romper, nunca.

—¿Cuál? — Abandonando la batalla de miradas, Minhyuk cedió.

—Jura que no nos harás daño, ni a mi, ni a Sanha, ni tampoco a mi hijo, y te soltaré —. Tan firme como podía, Dongmin contestó.

—Bien. — Asintiendo, extendió sus manos, el castaño repitió la acción, en dirección al rubio.

En silencio, Sanha tomo una cuchilla de su bota, primero corto el centro de la mano de Dongmin, y después de Minhyuk, dejando la cuchilla, junto sus manos, esperando. Después de que el vampiro mayor resitara las palabras, ambos se alejaron. Dongmin miró su propia mano que había sido cortada, la herida ya había cicatrizado confirmando que el juramento estaba hecho.

—Ahora suéltame. — Ordenó Minhyuk, sus ojos filosos mirando al humano, quien con un asentimiento hacia Sanha, este sacó una pequeña llave de su bolsillo, buscó el pequeño candado de las cadenas de plata, e introdujo la llave. Las cadenas cayeron al colchón. Levantándose, Sanha repitió el mismo procedimiento con las cadenas de los tobillos.

En ningún momento Dongmin soltó su propio cuchillo de sus manos, al punto de lastimarse, aún sin confiar.

Cuando Minhyuk quedó libre, no hizo nada, tan solo sobaba sus muñecas lastimadas, ni siquiera levanto la mirada.

Para cuando Dongmin quiso darse cuenta, pasmado dejó caer su cuchillo cuando en un parpadeo, ojos rojos le miraban a tan solo unos centímetros. Sin piedad y sin avisar, unas manos tomaron sus hombros y el vampiro hincó sus colmillos en el cuello humano. Sanha desvió su mirada al piso, más no dejó de estar alerta.

Unos segundos después, Dongmin se arrepintió de su propia idea cuando sintió un mareo atacarlo, incluyendo su débil estado, sinceramente no pensó que la succión de su sangre le afectaría más de lo que creyó.

—Basta. — Dándose cuenta, y con una molestia en su interior, Sanha trató de pararlo. — ¡Basta! — A punto de usar su cuchilla, el vampiro mayor se paró.

Retrocediendo varios pasos, Minhyuk parecía confundido.

—¿Satisfecho? — Se quejó el humano, sosteniéndose de la pared detrás de él, reguló su respiración enfermiza.

—Pero, c-como es que tu... ¿cómo? — Aún atónito, Minhyuk le miro de arriba abajo, con el entrecejo arrugado.

—Doncel, no es tan dificil de entender. — Susurrando con evidente irritación, Sanha se puso de pie. Minhyuk abrió los ojos en grande.

—En-entonces... t-tu... ¡joder!, ¡joder!, ¡joder! — Parecía un perro rabioso, yendo de aquí para allá, sostenía sus cabellos oscuros mientras sus ojos no dejaban de ir de un lado a otro, procesando la información de una manera molesta.

—Ahora, ¿nos dejarás explicarte, y nos ayudaras? — Preguntó Dongmin con seriedad, sintiéndose más relajado después de que el mundo parara de dar vueltas.

Mirándole aún aturdido, Park Minhyuk asintió.

Myungjun jugaba con el señor bigotes, quien luchaba contra las grandes fuerzas del malvado Dino, un dinosaurio verde que su papá le había regalado en su cumpleaños número tres, el juguete quería gobernar la ciudad de zanahorias para esclavizarlas, y por supuesto, el señor bigotes con su intimidante herida en una de sus orejas, luchaba para detenerlo.

—No lograrás ganar, malvado Dino, ¡yo no lo permitiré! — Con voz chillona, Myungjun hablaba haciéndose pasar por el peluche de conejo. — ¡Por supuesto que sí, señor bigotes!, ¡soy mas fuerte que tú!, ¡todo esto sera mío!, ¡Wuajajajajajaa! —Ahora era el dinosaurio quien hablaba. — ¡No si yo te detengo antes!, ¡ahhhh! — Alzando a su peluche, simulando una patada, aplastó al juguete de plástico.

Antes de que el malvado Dino pudiera recuperarse, unos maullidos interrumpieron su gran combate. Curioso, levantó su cabeza hacia arriba, reconociendo los sonidos que el señor gato emitía desde fuera.

Intruso, intruso. Myungjun escuchaba como maullaba el gato molesto.

Alerta ante aquello, el niño se levantó, caminando hacia las escaleras que le llevaban a la casa, resguardando sus alas. Su padre le había dicho que no saliera por ningún motivo, a menos que fuese necesario. Myungjun lo creyó necesario cuando chillidos asustados salieron del animal. Con rapidez y temeroso por el señor gato, le quitó el seguro y abrió la puerta.

—¿Papá? — Susurró dudoso, asomando su cabeza a través del marco, mirando a los costados, el silencio le contesto. — ¿Papá? — Intentó una vez más.

Agudizando su oído, escuchó la voz de su papá algo lejana, intuyendo que probablemente estaría en el cuarto del jardín, cerró la puerta del sótano detrás de el.

Caminó con suavidad a través de su hogar con su peluche en mano, pasando por su cuarto, se detuvo asustado cuando el sonido de una respiración que definitivamente no era suya, se filtró por su oído.

Mirando a la ventana abierta a unos metros de él, esperó ver al señor gato adentrarse, más sus maullidos ya no se habían escuchado desde hace unos minutos. Tensándose, sus alas color añil se sacudieron.

Entreabriendo la boca, estuvo a punto de volver a hablarle a su papá, pero el sonido de una pisada, tan sigilosa, retumbó en su audición, que si no fuera porque estuviese prestando atención, ni siquiera lo hubiera detectado. Esta vez, tembló asustado.

Como si se hubiera dado cuenta, las pisadas dejaron de escucharse, y Myungjun hacia todo lo posible para hacer retroceder el terror que se quería filtrar por sus venas. El era un niño fuerte, como el señor bigotes, quien no tenía miedo. Apretando el peluche entre su pecho, sus ojos abiertos y atentos, dejó salir un suspiro tranquilizador.

Aquello fue suficiente para el intruso.

Myungjun soltó el peluche, escuchando los pasos que corrían hacia él con furia pese a que no sabía de donde venían, sus manos se extendieron, y el fuego azul que activó su corazón ante las emociones fuertes, las rodearon.

—¡PAPÁ! — Sabiendo que el silencio ya no era necesario, gritó lo más fuerte que podía, sus manos se alzaron, y un cuerpo mucho mas grande que el propio impactó contra el suyo, lastimándole a él y a sus alas. Y fuese quien fuese, el fuego en sus palmas quemaron al intruso, un grito femenino de dolor retumbo las paredes de madera.

Sin siquiera esperar a ver a la intrusa, se levantó sin dejar de lanzar fuego inconscientemente a su alrededor, corrió hacia el patio trasero en dirección a su papá, no sin antes tomar a su peluche del piso y huir de las llamas azules que se alzaban poco a poco.

—¡Hijo de puta! ¡Te arrancaré la piel y te mataré!

Corriendo, miró detrás de él, el humo producto de la madera quemada le impedía ver con claridad, pero la figura de una mujer se asomó entre él, ojos negros por completo le miraban con odio, y entonces, se estrelló.

Asustado, estuvo apunto de utilizar su peligroso don una vez más, pero cuando levantó la vista, el rostro preocupado de su padre le hizo llorar. Ahora sí, sus llamas desaparecieron de sus manos y el niño de cinco años dejó que el miedo se reflejara, aferrándose a su papá llorando, sus alas lo rodearon como pudieron, sin ser consciente de lo que pasaba alrededor.

—¡Dongmin!, ¡vuelve a entrar!, ¡nosotros nos encargaremos! — Escuchó la voz de Sanha quien portaba un rifle. Dongmin, con cuidado de no lastimarlo, tomó a su hijo en brazos, este lloraba en su hombro, mientras volvía al cuarto donde hace unos segundos había estado.

Aún con el niño en sus brazos, con la mano libre levantó la cuchilla que había dejado caer del piso, caminó hacia el colchón, dejando que Myungjun se sentara en sus piernas, puso la cuchilla en su bota.

—¿Estás herido, bebé? — Dongmin acarició los cabellos negros, besando su frente, alerta. Cuando el niño negó, se permitió suspirar, escuchando fuertes ruidos de lucha y jadeos de dolor fuera del cuarto en el que se encontraban. —¿Qué fue lo que pasó, cielo? — Le preguntó angustiado, su mirada pasando de los ojos llorosos hacia la puerta. Le hubiese puesto seguro, si no fuera porque Sanha o Minhyuk podrían entrar.

—No, no l-lo se, papá, y-yo escuche al se-señor gato, y, y, y yo salí y, y esa mujer.... ¡tengo miedo, papá! — Susurró el niño aterrado, acurrucándose en el pecho de su padre, quien preocupado lo rodeó con fuerza.

—Esta bien, mi amor, todo va a... — se interrumpió a sí mismo tosiendo, ladeando su cabeza, su mano volvió a tapar su boca, cuando la alejó, una vez más la sangre relucía en su mano. Se apuró a limpiarlo en su pantalón antes de que Myungjun lo viera. — Todo va estar bien, cielo, tranquilo.

—¿Quién era esa mujer? — Preguntó el niño, tranquilizándose al sentir las caricias en su cabeza y tratando de bloquear los feos sonidos que emitía el exterior.

—Una mujer mala.— Fue lo único que respondió Dongmin, de repente, sintiéndose enfadado de que se hubiese atrevido a tocar algo suyo.

—¿Como el malvado Dino?

La respuesta del humano quedo en su boca cuando el grito de dolor de Sanha resonó. Mierda.

—¿E-eso fue el tío Sannie? — Ante la pregunta asustada de su hijo, Dongmin tomó su pequeño rostro en entre sus manos.

—Tengo que ayudarlos, cielo.— Habló tratando de no mostrar la desesperación que sentía, miró directamente los ojos redondos. — Tienes que esconderte, corazón, ¿puedes hacer eso por mí? — Ante la afirmativa de Myungjun, Dongmin se levantó, y al igual que el niño, se agachó. — Métete debajo de la cama, y por ningún motivo, ¿me oíste?, por ningún motivo salgas de ahí hasta que yo te diga, ¿está bien?, ¿puedes hacerlo por papá? — Con los ojos llorosos, el castaño besaba las mejillas regordetas del niño.

—Si, pu-puedo hacerlo por papá. — Un minuto después y se encontraba resguardado debajo de la cama, apretando al señor bigotes en su pecho, miró los pies de su padre salir del cuarto.

Dongmin sacó la cuchilla de su bota, avanzando por el pasto, los árboles se movían con fuerza a favor del viento. Ni Sanha, ni Minhyuk, ni la bruja se hallaban ahí, supuso que, puesto que parte de su cabaña se encontraba destruída, se habían alejado al patio delantero. Intentando no ponerse sentimental por el hecho de que su hogar ardía en llamas, rodeó la cabaña a pasos rápidos, siguiendo el ruido de gruñidos furiosos y dolorosos.

El vampiro mayor estaba peleando con la mujer que parecía fuera de control, con ojos negros, no dejaba de murmurar cosas inteligibles, haciendo que Minhyuk gruñera, más nunca la soltó. Mientras tanto, a unos largos metros, Sanha se encontraba en el suelo, recostado en un pequeño árbol, sostenía el rifle entre sus manos y en alto. Un charco de sangre rodeaba por debajo de su rodilla.

—Mierda, Sanha — Susurró acercándose y agachándose, observo la herida.

—¡¿Que haces aquí, Dongmin?!, ¡vete ahora!, ¡te esta buscando, joder!, ¡quiere matarte! — Vociferó, mirándole enojado.

—¡Estás herido!, ¡no puedo dejarte así! — Tanteando, encontró un hueso salido de la rodilla del rubio, soltó una grosería. —¡¿Por qué mierda no te curas?!

—Es una bruja, Dongmin, tan solo murmuró no se qué y no ha querido sanar. — Masculló molesto, jadeando cuando en un movimiento, le dolió. — Minhyuk lo aguanta más por que tiene más años que yo, y creo que sabe como desviar los hechizos, maldiciones, magia, qué se yo.

A lo lejos, su cabaña explotó, supuso que el fuego había llegado al tanque de gas. Pedazos de madera cayeron alrededor.

—¡Tengo que sacarte de aquí!, tengo que...

—¡Cuidado!

Fue tarde cuando trato de esquivarlo, una fuerza invisible lo tumbó a metros de Sanha, golpeándolo con fuerza, su cuchilla se resbalo de sus manos. Sangre escurrió de su nariz, levantando la mirada, una mujer que había conocido hace años le observaba con cólera. A lo lejos, miro a Minhyuk mirarlo, sin hacer nada, se limpiaba la sangre.

—No vas a quitarme lo que tanto trabajé para conseguir. — Terminando esas palabras, su idioma cambió, tal vez fue latín, el humano realmente no identificó el lenguaje, tan solo sintió un fuerte dolor en su pecho, como si se lo estuviesen arrancado, destrozándolo. Gritó.

Eso fue todo lo que su débil cuerpo pudo soportar.


Perdón por la tardanza

Si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme

Muchas gracias por leer

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