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6

Los fines de semana son para descansar, pero algunas personas opinan diferente.

Mi madre aprovecho el hecho de que mi padre y yo estuvieramos en casa por ser día sábado, para realizar una limpieza profunda en el ático.

Recuerdo que la única vez que subí al ático fue cuando tenía siete años. Estaba jugando a las escondidas con mi papá y pensé que sería buena idea esconderme en ese lugar ¡Ja! Gran error, la puerta se atoró y casualmente el foco se había quemado un día antes, terminé llorando y con "áticofobia" severa. Después de ese suceso, ya no volví a subir a ese lugar del demonio... Hasta hoy, al menos ahora si me quedaba encerrado, no me quedaría solo.

Me asombraba ver la cantidad de cajas que habían, y la curiosidad por ver el contenido de cada una de ellas me estaba ganando. En algún dado momento no pude resistir más y empecé a abrir cada caja que me daban para que acomodara.

El pobre hombre que se hace llamar mi padre, llegó a hartarse por tanta pregunta que le hacia respecto al contenido de las cajas que abría, y sus ganas de tirarse por la puerta se miraban reflejadas en sus ojos.

-Si abres otra caja, te daré un buen escobaso –amenazó el de lentes, apretando la escoba en sus manos.

-N-no digas eso, papá –tartamudee, al ver que iba en serio–. Y-yo me voy a callar.

-Hm...

-Pero antes.

-¿Mn?

-¿Qué hay aquí? –pregunté curioso, señalando la caja a mis pies.

Mi papá apretó la escoba, y antes de que me cayera el escobaso en las pompis, mi mamá recalcó–: Bueno cariño, le dijiste que no abriera más cajas, pero no le dijiste que no preguntara por su contenido.

El lugar se quedó en silencio un buen rato, luego mi papá bajó la escoba lentamente, y girando sobre sus talones se dirigió a la puerta, mientras levantaba una de sus manos, exclamando–: ¡Renunció!

El de lentes bajo por las escaleras, desapareciendo del lugar, haciendo que mi mamá soltara una risita y negara con la cabeza, con ojos brillantes.

-Mamá –llamé.

La castaña con amor en su mirada, me prestó atención, y dijo–: ¿Si, Jun-Chan?

-¿Puedo abrirla? –pregunté, volviendo a señalar el objeto de cartón.

-¡Por supuesto que sí!

Con una sonrisa, me agache y empecé a abrir la caja, con el objetivo de ver su contenido. Quedé desconcertado al ver que dentro había ropa y lo que parecía ser un cuadro.

¿Me iban a meter un escobaso solo por esto?

Mire más atentamente el contenido de la caja, y mi curiosidad volvió al notar que la ropa era un uniforme. Sin dudarlo, saque aquellas prendas, las cuales consistían de un conjunto rojo oscuro, con bordados grises en la chaqueta. En la parte de la espalda, la chaqueta tenía un logo que parecían ser unas alas con una figura extraña en medio... ¿Una serpiente? Y en la parte derecha del pecho, se podía leer "Cien disparos, cien aciertos".

-Mamá –volví a llamar–. ¿Qué es esto?

La castaña se acercó a mí, y cureoseo lo que tenía en las manos, exclamando rápidamente–: ¡Ah! ¡Con qué aquí lo puso!

-¿De quién es?

-Jun-Chan, encontraste el antiguo uniforme de tu padre –Sonreía la castaña.

-¿Antiguo uniforme?

Manteniendo su sonrisa y su emoción, prosiguió–: Creo que no te lo hemos dicho, pero tu papá formó parte de una pandilla juvenil.

-... ¿¡Eh!?

-¡Yup! –asintió con su cabeza–. Este es su antiguo uniforme ¡Aw! Recuerdo lo guapo que se miraba –mencionó, posando sus manos en sus sonrojadas mejillas.

-Es broma ¿Verdad? –pregunté, con la esperanza de que me diera la razón.

-¿Qué es broma? –se escuchó la voz de mi papá. Este había regresado, y venía subiendo las escaleras con una bandeja en la que traía tres vasos y una jarra.

-¡Cariño, Jun-Chan encontró tu uniforme de Crimson Danger! –mencionó la castaña.

-¿Crimson Danger? –repetí, aún sin creerme lo que mi mamá me acababa de decir.

El inexpresivo rostro de mi papá, cambió de golpe al ver la chaqueta. Dejando la bandeja de lado, se acercó a nosotros y mi mamá no tardó en entregarle la prenda. Jamás había visto a mi papá tan sorprendido.

-Que cosas –se limitó a decir.

-Papá ¿Estuviste en una pandilla? –pregunté, intrigado.

El hombre me vio detenidamente, y acomodando sus lentes, aclaró su voz diciendo–: Si, pero...

-¡Sugoi! –exclamé–. ¿¡Por qué no me lo habías dicho!?

-No son cosas que un padre deba decirle a sus hijos.

-Pero ¡Es genial!.. Malo ¡Pero genial!

-Si, bueno. No es bueno que sepas estas cosas, te daría un mal ejemplo.

-Papá, me has dado un buen ejemplo toda mi vida, no importa que a estas alturas me cuentes que estuviste en un pandilla.

-No es nada del otro mundo.

-Ay, ajá –Soltó mi mamá–. Tu padre era el capitán de la primera división de la pandilla a la que pertenecía, y era uno de los más temidos. Recuerdo que todos en la escuela temblaban al verlo.

-¿Eras cercana a papá en aquel entonces?

¡Ay, Jun-Chan! Si supieras –exclamó, con ganas de reirse–. Ante todos, él era un tipo fuerte de temer y respetar, pero cada vez que quería hablar conmigo, siempre se quedaba paralizado cuando me volteaba y lo miraba ¡Era tan lindo! Para serte honesta, al principio pensé que era un retraso, pero luego un amigo de él me explicó que se paralizaba porque lo ponía nervioso ¿¡No es tierno!?

-Emi, ya –Pedía mi papá, con el sonrojo hasta las orejas.

-¡Ay! ¿¡Por qué!? ¡Si eras tan lindo! –prosiguió, haciendo que mi padre se pusiera aún más rojo y agachara la cabeza.

-¿Ya te gustaba mamá? –Pregunté.

-¡Hmn! –soltó, asintiendo con su cabeza.

-¡Kya! ¡Cariño! –chillo de emoción, sonrojandose y metiéndose de un lado al otro.

-Creo que no les he preguntado ¿Cómo se conocieron?

-Fue en el segundo año de secundaria, me salvo de unos tipos que me estaban molestando.

-Querras decir que yo los salve a ellos –murmuro.

-¿Mn? ¿De qué hablas? Yo estaba indefensa, y tú te interpusiste y los golpeaste.

-Pues indefensa que se diga indefensa no estabas, cariño. Al principio si tenía intenciones de evitar que te hicieran algo malo, pero al ver como noqueaste a uno de ellos de un mochilaso, decidí darles uno que otro golpe solo para evitar que alguien más saliera herido de gravedad –mencionó.

-¿Noqueaste a alguien con tu mochila? –exclamé sorprendido.

La castaña se sonrojo, y con nerviosismo, contestó–: Bueno... puede ser. Es que tenía mucho miedo, y cuando me gana el miedo me pongo demasíado nerviosa y dejo que mi instinto de supervivencia actúe por mí. Para ser honesta, no me di cuenta que lo noquee hasta unos meses después que tu padre me lo comentó.

-Diablos mamá.

-En fin, luego de eso, tu madre me seguía a todos lados, incluso en la pandilla ya la habían nombrado como "hermanita". Yo solía ignorarla porque me ponía nervioso, pero al final de cuentas siempre tenía que estarla vigilando porque en más de algún problema nos metía la tonta.

-Tonta tu mamá –bufó la castaña, sacándole la lengua.

-La tuya –respondió mi papá, imitando su gesto.

-¿Cuánto tiempo estuviste en la pandilla?

-Diez años.

-¿Y qué pasó?

-Decidimos terminar con ello –dijo, tomando el cuadro que estaba en la caja–. Cada uno tomo su propio camino.

Con curiosidad, me acerqué para ver el cuadro que mi papá miraba con tanta atención–: ¡Oh! ¿Eres tú?

‐Si.

-¿Quién es el que está contigo?

-Es un idiota que me arrastró en su loco intentó de formar una pandilla –comentó con humor–. Es un buen amigo mío, se llama Chihiro Akiro. Era la cabeza de la pandilla.

-Ya veo~ ¿Qué pasó con él?

-Según sé, tiene un taller de motos, sigue casado, y si no me equivoco, tiene un hijo. La última vez que lo ví fue el dia de su boda, así que no sé con exactitud como está.

-¿Por qué ya no se hablan?

-El tiempo –Se limitó a contestar.

-Eso es deprimente –balbucee.

-¿Verdad? –apoyo mi mamá–. ¿Cómo pudieron dejar de hablarse? ¡Eran como uña y mugre!

-Eso es exagerado.

-¿Exagerado? ¡Ja! ¡Parecían novios! ¡Me sentía una gata rompehogares cuando estaba con ustedes!

-¡Uch! No conocía ese lado tuyo, papá.

-Jun-Chan, cállate.

Con mi madre, nos limitamos a reír un poco, mientras que mi papá negaba con la cabeza, ocultando la pequeña sonrisa en su rostro.

Luego de encontrar más fotos del pasado oscuro de mi papá, y molestarlo un poco con ello, mi madre abusó de mi posición como hijo obediente para mandarme a comprar cosas que necesitaba para hacer la cena.

Odio que la tienda más cercana esté a unas cuadras de mi casa, siempre es molesto ir hasta allá solo porque quiero algún snack o porque mi mamá me manda a comprar cosas que necesita... o tal vez yo soy muy flojo en estas ocasiones.

Como sea, eso es lo de menos ya que ahora no puedo dejar de preguntarme como seria estar en una pandilla juvenil. Estoy seguro que mi padre me regañaria por estar pensando en eso, pero la curiosidad siempre a sido más fuerte que yo.

Andar en motocicleta, usar un uniforme especial, pelearse con otras pandillas, ser temido y respetado por todos, si quito lo de las peleas y golpes todo suena genial, aunque creo que no estoy calificado para estar en una, además, si me uno al camino de la delincuencia, mi mamá lloraría y no quiero hacerla llorar.

–¡Agh! ¿¡Por qué hace tanto calor!? –exclamé, bebiendo del juguito que había comprado con el dinero restante.

Si mi mamá pregunta, no me quedo vuelto.

Solo quiero llegar a mi casa y tirarme en el piso de la sala o tal vaya a caminar cerca de la iglesia para ver si Takato-San está por allí, si tengo suerte me lo encontraré. No lo he visto desde su cumpleaños hace ya unos días, y lo extraño.

Ya pasé dos años lejos de él, más que querer verlo, es una necesidad verlo.

–¡Quiero ver a Takato-San! –grite al cielo.

–Ahg, pero que mocoso más ruidoso –mascullo alguien.

No pude evitar llevar mi mirada a la dirección de donde provino la queja. Unos tipos con caras de pocos amigos estaban no muy lejos de mí, y no me miraban precisamente con felicidad.

¡Ni en madre, yo me largo!

Justo cuando volví a mirar al frente y me dispuse a seguir caminando, alguien me tomó del cuello de mi camisa y me jalo hacia atrás, haciendo que me pegara contra un muro.

¡Eso dolió!

–¿Te crees gran cosa para no pedir disculpas por tu escándalo? –mascullo el que se había quejado anteriormente.

Cuando este ya se había posicionado en frente de mí, no dudo en pisar la bolsa que había dejado caer a causa del golpe.

¡Joder! ¡Eso era para mi cena! ¡Mi mamá me va a matar!

–¿Esto era tuyo? –preguntó otro, viendo el jugo que también había dejado caer–. ¡Mn! No eres más que un mocoso –Sin dudarlo, piso la cajita sacándole todo el líquido que le quedaba.

¡No! ¡Mi jugó! ¡Eso no es justo! ¡Es demasiado, el jugo no hizo nada!

–¡El vuelto ha sido desperdiciado! –lloriquee más para mí mismo, que para los que estaban conmigo.

–Eso te pasa por no disculparte –se burló el tercer sujetó.

–¿Pedir disculpas? ¿Por qué debería hacer eso?

–La pregunta está de más. Hagamos esto, postrate y pide disculpas, si lo haces, te dejaremos ir tranquilo.

–¿Y si no lo hago?

–Pues, te enseñaremos modales –aclaró, tronandose los dedos de las manos.

Si me golpeaban me iba a dolor, pero se metieron con mi jugo y mi cena, eso es imperdonable... además, yo no hice nada–: Pudrete.

–¿Cómo dijiste? –mustió.

–No tengo que estarme disculpando por gritar en la calle, la calle no te pertenece ¡Cerdo! –alegué, para luego tirarle un escupitajo que mancho uno de sus zapatos.

–Aprieta la madibulo –mascullo, tomándome del cuello de la camisa, y levantando su puño.

Su mirada me lo decía todo, este será el fin para Azumaya Junta, son tres contra uno, así que ni al caso les puedo ganar.

Bueno, al menos voy a morir valientemente, solo me hubiera gustado ver a...

–¿Qué creen que están haciendo? –Se escuchó a otra persona.

Al igual que los otros tres, también vi hacía mi lado izquierdo... Esto debía ser una broma ¿No le caigo bien al cielo o le caigo demasiado bien?

–Takato-San~ –nombre, viendo al azabache que había aparecido de repente, quien analizaba el panorama.

–Metete en tus asunto, muñeca –Ordenó el que me tenía agarrado del cuello.

–... ¿Acabas de llamarme "muñeca"? –repitió, sin mostrar cambio en su tono de voz, pero si en su mirada, la cuál, estaba empezando a dar miedo.

–¿Qué? ¿Vas a llorar?

–Mn ¿Dónde lo he visto? –balbuceo uno de ellos.

–¿Qué pasa?

–Yo lo conozco, pero no recuerdo bien donde...

–Takato-San, vete –Pedí. Si llegan a hacerle algo por mi culpa, jamás me lo perdonaría–. Estoy bien, no te preocupes.

–¿No se sienten avergonzados de molestar a alguien indefenso? Dejenlo en paz.

–¿Quién te crees para darnos órdenes?

–Te diría que tu mamá, pero tal parece que ignora tu existencia –respondió.

Apretando más el cuello de mi camisa, el sujeto no tardó en soltarme, y dirigirse hacía donde estaba el azabache.

Joder, esto es malo.

–Felicidades, acabas de tomar el lugar de ese marica –Anunció el sujeto, volviendo a tronar sus dedos.

–Mejor yo que él –dijo, bajando su bolso.

–¡Te enseñare a no meterte en donde no te llaman, estúpida muñeca!

Al ver como levantó el puño en contra del azabache, no dude en salir corriendo hacía ellos para evitar que dañaran a mi persona amada, pero me vi detenido ante lo que pasó después.

El azabache esquivo el golpe con tanta facilidad. Este se agachó y el puño del sujeto pasó de largo, luego, sujetó los tobillos de su contrario e hizo que cayera de espaldas, sin dudarlo, se levantó y realizó su siguiente movimiento que fue pisar con fuerza el estómago del sujeto en el suelo y darle una patada en la cara.

Tanto yo, como los otros dos tipos a mi lado, estabamos desconcertados ante lo rápido que fue todo.

–¡Sugoi! –exclamé, viendo al azabache que sacudía el polvo de uno de sus brazos.

–¡Ahora verás! –gritó uno de los tipos.

Este corrió hacía donde estaba el azabache, dispuesto a vengar a su compañero, pero una patada de parte del bello oji-azul basto para mandarlo a volar.

–¿Quieres que lo remate con algún otro golpe? –me preguntó el azabache.

–¡Una cachetada! –exclamé.

–¿Una cachetada? –repitió confundido, para luego sonreír–. Que tierno eres.

Sentí mi cara arder no solo por el comentario, sino también, por la mirada y sonrisa seductora que el azabache me había mostrado.

¡Mierda, quisiera que me pegara a mí también!

Mi bella deidad se dirigió hacía donde estaba tirado el tipo, y lo sujeto del cuello de la camisa para darle una cachetada en cada mejilla, y luego lo soltó sin cuidado.

–¡¡Ah!! ¡¡Ya-ya me acordé!! –gritó el último que quedaba en pie, con noble pavor.

–Que dices Azumaya-Kun, puño limpio –El azabache se acercó al bolso que había dejado tirado, y de este saco un cinturon–. O le pegó con esto.

Luego de esas preguntas, dobló el cinturon para luego juntar las esquinas y separarlas repetidas veces, haciendo que el cinturon tronada, y provocando que tragada saliva y temblara de excitacion ante tal vista.

¿Y si le digo que mejor me pegue a mí en lugar de a ese tipo?

–C-cinturon –Solté.

–Cómo gustes –Dijo, con la misma expresión seductora, acompañado de un tono de voz igual de seductor.

¡Joder! ¡Me está seduciendo!

Si me sigue mirando y sonríendo de esa forma, va a hacer que me desmaye en el mejor de los casos.

–¡P-piedad! –Pidió el sujeto, rompiendo el muy bonito ambiente que había.

Este se tiro al suelo y se arrastró hacía donde estaba el azabache, postrandose al estar en frente de él.

–¿Piedad? No me jodas –respondió el azabache, con una expresión intimidante–. Creí habértelo dicho ya, pero veo que no entendiste ¿Acaso no te quedó claro que si te encontraba molestando a alguien más indefenso que tú, te iba a matar?

–¡Lo lamento! ¡Ya no volveré a hacerlo! ¡Juró que no fue idea mía! ¡Fue por el primero que te hizo frente! ¡No tenía planeado levantar mi mano contra el chico! –se escuchaba que el tipo estaba a punto de llorar.

–Pura mierda –mascullo el azabache–. Levanta la cara –Ordenó.

El lamentable sujetó levantó la cabeza, solo para recibir una patada en la cara de parte del azabache, haciendo que quedara tirado en el suelo.

Takato-San suspiró y rodó los ojos, para luego agacharse y guardar nuevamente el cinturon en su bolso.

Demonios~ Y yo que me iba a animar a pedirle que me diera unos cuantos golpes... no es que le entre al BDSM, pero si se trata de Takato-San...

–Vámonos de aquí, Azumaya-Kun –llamó el azabache.

Viendo la dulce sonrisa en su rostro, no dude en devolversela–: ¡Hai!

Me apresuré a llegar a su lado, y empezamos a caminar, abandonando a los tipos que antes me habían intentado pegar.

Ahora sé que quien intente hacerme algo la próxima vez, se las tendrá que ver con mi futuro esposo.

–¿Estás bien? –fue lo primero que me dijo mi acompañante.

–¡Hai! ¡Takato-San, eso fue increíble! –exclamé, sin contener mi emoción.

–Eh~ n-no fue para tanto.

–¡Claro que sí! ¡No sabía que Takato-San podía pelear!

–Son hechos sin importancia, no le des tanto asunto –se limitó a decir–. Dime ¿Cómo terminaste en ese lío?

–Nms, no hice nada malo –balbucee, sintiendo molestia–. Solo hablé en voz alta y a esos sujetos no les gustó.

–Ya veo. Que bueno que decidí pasar por aquí, sino, hubieran lastimado tu linda carta de ángel –Soltó, como si le estuviera hablando a un bebé.

–... ¿Takato-San?

Tal parece que se dio cuenta de lo que había dicho y el tono que había usado, así que escondiendo su sonrojo, corrigió–: Ten más cuidado, idiota. Tuviste suerte esta vez.

–Prometo tener cuidado –Sonreí.¡Takato-San es tan lindo cuando está avergonzado!–. Apropósito, perdona que sea entrometido, pero ¿De dónde vienes?

–De ayudarle a un amigo –aclaró–. Conoces a Usaka ¿No?

–¿El tipo de lentes cara de culo que tiene una moto?

–Si, ese mismo.

–Si –masculle.

–Estaba en la casa de él.

–Mn –Bufé.

–¿A qué se debe ese...

–¿Pasa algo, Takato-San? –Pregunté, al ver que se había quedado callado, mientras me miraba.

–¿Esos sujetos ya te habían golpeado? –Preguntó.

–Solo me arrojaron contra una pared –aclaré–. ¿Por qué la pre...

Sin avisar, el azabache tomó mi brazo y me acercó más a él–: Tienes lastimado el cuello –comentó, estando muy cerca de la parte nombrada.

–¿¡A-asi!? De-debio se por...

Me quedé callado al ver como el azabache sacó algodón y agua oxigenada de su bolso, y con esto limpió mi herida, no se que tan grande era, pero estoy seguro que no era pequeña si me ardió. A la velocidad de la luz, el azabache regresó el agua oxigenada y el algodón usado a su bolso y sacó una gasa, la cuál utilizo para tapar mi herida.

–Ya quedó –anunció–. Por el momento bastará con eso, luego te encargas tú.

–Que rápido –balbucee.

–Tengo experiencia –sé limitó a responder–. Las heridas se tienen que tratar rápido ¿Continuamos?

–¡Hai! –respondí, para empezar a caminar de nuevo–. Gracias.

–No fue nada.

–Takato-San.

–¿Dime?

–¿Dónde aprendiste a pelear?

Iba a preguntar el porqué cargaba esas cosas con él, pero prefiero preguntar algo más interesante, además, la mayoría de veces yo también cargo cosas randoms conmigo, así que entiendo

–Desde pequeño práctico Muay Thai –comentó.

–¿¡En verdad!? –exclamé sorprendido.

El azabache asintió con su cabeza, y prosiguió–: Aunque luego lo deje un poco de lado y empecé a practicar karate debido a Hideki-Kun.

–¿Por Hideki-Kun?

–Hideki-Kun también quería practicar Muay Thai, pero como ya imagino que sabrás, el Muay Thai es un arte marcial muy peligrosa, e Hideki-Kun pues... no era tan fuerte en aquel momento, así que nuestra madre decidió inscribirlo al karate, pero el mocoso hizo un gran berrinche diciendo que si yo no estaba con él, no quería entrenarse en ningún arte marcial, así que terminé a su lado en karate. Sigo practicando Muay Thai, pero gracias a Hideki-Kun me entrenó también en el karate.

–¡Sugoi! ¡Takato-San es increíble! –farfullo.

–Ya te dije que no es para tanto.

–Definitivamente eres una divinidad –Dije lo que pensé.

–... ¿Una divinidad?

–Eh~ quiero decir... me gusta la relación que tienes con Hideki-Kun.

–Gracias.

–¿A dónde vas ahora?

–A mi casa ¿Y tú?

–Yo también voy para mi casa –respondí.

–¿Por dónde vives?

–Yo... –Acabo de darme cuenta de algo–. Vivo para el otro lado.

Mi comentario hizo que nos detuvieramos en seco, y un silencio incómoso se presentó.

Que vergüenza (/T/^/T/)

–Baka –murmuro el azabache, haciendome sentir aún más avergonzado.

–Ehje.

–Lo mejor será que regresemos.

–¿Regresemos?

–Te voy a acompañar, podrías meterte en problemas de nuevo –informó.

–N-no es necesario, además... no creo que pueda llegar a mi casa.

–... ¿Por qué?

–Salí porque me mandaron a comprar cosas para la cena, y ya las había comprado, pero esos tipos... las echaron a perder –comenté.

Me sentí juzgado ante la mirada de mi divinidad. Este solo se rasco la cabeza, y suspiro–: Pedazo de... Baka*. Ven.

–¿A dónde? –pregunté, volviendo a seguirlo.

–Voy a comprarte lo que te mandaron a traer –informó– Debes agradecer que tengo dinero.

–¡N-no es necesario! ¡Takato-San! ¡N-no de-debes...

–Cállate mocoso, no lo hago por ti, lo hago por tu pobre madre que debe de soportarte cada día.

... cruel.

Se supone que yo debo conseguir lo que él quiere y necesita, no él debe conseguir lo que necesito.

¿Y si le pregunto porque ese tipo se postró y le pidió perdón tan asustado? La verdad tengo curiosidad, tal parece que ya se conocían ¿Podré desviar su atención si le pregunto eso?

–Takato-San.

–Cállate y camina.

... Creo que no voy a poder.

Continuara~

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