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Postrado en aquella capilla, a la edad de diez años, presencié por primera vez a una divinidad.
Para mi suerte, la divinidad que presencié no provenía de ninguna de las imágenes de los santos del lugar; ni el dios que estaba en frente de mí, esta divinidad se encontraba al lado mío, y lo único que nos separaba era el intervalo entre las dos filas.
Este ser era un niño; probablemente de mi misma edad, cabello negro como la noche y tez palida como la nieve. Se encontraba haciendo lo mismo que los demás, estaba postrado, y mantenía sus manos juntas y sus ojos cerrados; su expresión era tan serena que llegué a creer por un momento que estaba dormido, nunca había visto a alguien tan bello como ese niño y se me era imposible dejar de verlo.
Fue gracias a mí madre que logre salir de mi transce; ya que esta al notar que no estaba rezando, llamó mi atención preguntando si todo estaba bien. Recuerdo que volteé mi vista hacía ella y asentí repetidas veces, esta me sonrió y acto seguido se puso de pie avisando que habia llegado la hora de retirarse. Antes de salir de aquel lugar, dirigí una última mirada hacía aquel niño que se encontraba en la misma posición, y sentí como mi corazón se apretaba; probablemente por el hecho de ya no poder seguir contemplandolo.
Esa misma noche; acostado en mi cama y viendo hacia el techo de mi habitación, pensaba en aquel azabache que rezaba en total calma. No había logrado sacar de mi mente su imagen desde que salimos de aquel lugar y solo lograba cuestionarme el hecho de que si lo que vi fue real.
Con mis padres, teníamos la costumbre de ir a misa de vez en cuándo, y casualmente ese domingo de la semana decidieron ir. Como todo niño, consideraba ese evento muy aburrido; a parte de que las estatuas e imágenes me daban miedo, y solo acompañaba a mis padres por que no me gustaba quedarme solo en casa; pero ese día mi motivo de ir cambio.
Ese día le presté más atención al azabache; que nuevamente volvía a estar a mi lado pero separados por el intervalo entre las dos filas, que a la misa. Me pasé babeando todo el culto viendo al de ojos azules; que mantuvo un semblante serio y miró hacía el frente todo el tiempo, ganandome varias llamadas de atención discretas de parte de mi padre por estar tan distraído.
Al finalizar la reunión quise acercarme a él, pero no logré hacerlo ya que se fue tan rápido como llegó.
No lograba entender por que no me había percatado de la presencia del azabache anteriormente, pero luego me enteré; gracias a las señoras chismosas que suelen ir a ese tipo de cosas, que era la primera vez después de mucho tiempo que la familia Saijo asistía a la reunión.
Sonará estúpido, pero luego de ese día la misa se volvió mi actividad favorita, seguido de acompañar a mi madre a rezar cada que podía, todo con la esperanza de encontrar al azabache; a veces tenía suerte y a veces no. Mis padres incluso se llegaron a asustar, ya que cada semana preguntaba sin falta si asistiríamos a la iglesia, e incluso me llegaba a enojar cuando ellos decidían no asistir o se levantaban tarde los domingos; cuando antes era yo el que hacía eso.
La familia del azabache estaba conformada por cuatro persona, aunque considero que contar a su padre; al que creo que era su padre, está demás, ya que la presencia de este no era muy continua, y normalmente el mayor de los tres solía llevar a los dos menores a las reuniones de la iglesia o a orar.
Aquel azabache no era muy social, siempre mantenía un semblante serio y distante, parecía un ser tan inalcanzable y su belleza solo atribuía a eso... Pero... Había algo que no estaba bien, ya que a veces, en su rostro habían golpes, golpes que eran cubiertos por gasas o curitas; alguno de sus ojos; alguna de sus mejillas; su barbilla; o todo lo anterior, llegaban a estar cubiertos por aquel objeto blanco, sus labios a veces estaban lastimados; y aunque no fuera notorio para los demás, lograba ver como tenía moretones en su cuello; estos siendo cubiertos por su ropa. Cada vez que el azabache se presentaba de esa forma, mi corazón se apretaba y me replicaba el no saber que era lo que le pasaba o como llegaba a estar tan golpeado.
No sabía nada de él, no sabía donde vivía, donde estudiaba, lo que hacía en sus día a día, que le gustaba... ni siquiera sabía su nombre. Si mí yo de ese tiempo hubiera sido como mí yo de ahora, estoy seguro que lo hubiera sabido todo de él, o incluso me hubiera vuelto alguien cercano a él; pero lamentablemente tenia otros métodos menos efectivos en ese entonces. Fueron varias las ocasiones en las que intente hablarle, pero siempre había algo que impedía mi cercanía con aquel ser divino, y sin darme cuenta, pasé cuatro años observando de lejos al niño que poco a poco iba creciendo y se iba volviendo más hermoso... lo miraba... anhelando que se fijara en mi existencia y me viera como yo le veía a él.
Cada que rezaba, solo pedía ser notado por el azabache, y gracias a mi persistencia, mis plegarias fueron escuchadas.
Un domingo cualquiera asistimos a la iglesia con mis padres, y como siempre, mi atención estaba fija en el azabache a centímetros de mí, parecía que iba a ser la misma rutina de la cual no me había percatado... Eso parecía... Pero por casualidad o suerte; en un dado momento cuando el sacerdote hablaba, el azabache vio de reojo hacía donde me encontraba, para luego mover su cabeza con cautela fijando su vista en mí, y manteniendo una expresión que reflejaba curiosidad, hizo que nuestras miradas se cruzaran.
A causa del mayor que estaba a su lado; el cuál al notar que su menor no estaba prestando atención al que estaba hablando; codeo el brazo del azabache haciendo que este diera un leve brinquito en su lugar y devolviera rápidamente la vista al frente, el momento fue algo efímero, pero bastó ese momento efímero para que mi corazón se descontrolada y sintiera mis mejillas arder. Al finalizar la reunión, no dude en ir tras el azabache, pero una vez más no logre alcanzarlo y lo perdí entre toda la gente que iba saliendo del lugar.
Fue tan frustante el no haber logrado alcanzarlo que metí mis manos a los bolsillos del pantalón para que nadie se diera cuenta que las estaba apretando del enojo, pero algo en mi bolsillo derecho hizo que sacara mi mano y viera el objeto que había dentro, era mi collar; el cuál no había alcanzado a ponerme en la mañana, vi el objeto con atención y unos segundos después lo dejé caer a causa de una persona ramdon que me había empujado. Inhalando profundo; a causa del grito de furia que quería dar, exhale y me acerqué a recoger lo que estaba en el suelo, pero alguien más lo levantó por mí y acto seguido me lo ofrecio.
De su boca había salido un simple "Se te cayó esto", pero yo había escuchado la voz de un ser celestial y sentia como mis oídos eran bendicidos; llámenme exagerado o lo que sea pero era la primera vez que escuchaba al azabache decir algo; y está demás mencionar mis sentimientos hacía él. Anonadado recibí el collar, y de seguro me escuché como un estúpido cuando le dí las gracias, ya que luego de que le agradeciera, este tuvo que aguantar las ganas de reírse. La voz de otra persona llamando a alguien se escucho haciendo que el azabache dirigiera su vista de donde había venido la voz, y sin más, realizó una pequeña reverencia hacía mí y se marchó.
Recuerdo que ese día andaba como idiota, incluso haciendo que mis padres me preguntaran que si todo estaba en orden; no se ni que les conteste pero de seguro no fue algo que una persona consciente contestaría. No fue hasta que llegué a mi casa y pude estar en mi habitación que reaccioné y asemeje todo lo que había pasado. Hubo un idiota que se emocionó tanto por el hecho de que al fin la persona que le gustaba lo notara y le hablara, que unas horas después rodó por todo el piso de su habitación mientras abrazaba un collar con fuerza, al punto de terminar golpeándose con la mesita de noche que tenía en el lugar, pero no les diré quien soy.
Ese día me sentí el ser más afortunado de todos y mi felicidad estaba al tope; pero como era demasiado bueno para ser verdad, mi felicidad desapareció rápidamente. Unos días después, estaba en un avión hacía España con destino a casa de mis abuelos.
Resulta ser que a mi padre le habían propuesto transferirlo por un tiempo a las oficinas que la empresa en donde trabaja tenía en España; y aprovechando el hecho de que mi madre tenía familia allá, este no dudo en aceptar. Era normal que durante las vacaciones fuera a visitar a mis abuelos, y por supuesto que en esos días extrañaba ver al azabache, pero sabía que solo era cuestión de tiempo para volver a verlo y no me preocupaba por ello... pero en ese momento... sabía que ese viaje ya no tenía boleto de regreso a Japón, mi corazón se apretaba y tenía un nudo en la garganta ¿Por qué justo cuando al fin me había notado? ¿Por qué justo cuando pude ver otra expresión en su rostro?
El tiempo pasaba y yo no lograba olvidar al azabache. Personas me conocían y halagaban mi buen parecido comparandome con un ángel; pero yo solo podía pensar en que mi tesoro era más bello, jovenes y señoritas declaraban sus sentimientos hacía mí; pero yo solo deseaba que ellos fueran aquel oji azul. Aquella persona llamada Saijo Takato se había adueñado de mi corazón sin haber hecho gran cosa, y yo estaba sufriendo por ello, pero era un sufrimiento con el que estaba dispuesto a vivir.
Y así; viendo al mundo monótono y cuidando un collar que se había vuelto algo preciado para mí, pasaron dos años; dos años hasta que pude regresar a Japón.
Ahora tengo dieciséis, y no fue hasta hace una semana que regresamos al país del sol naciente gracias a que mi padre volvió a ser transferido.
¿Dónde estoy? Pues me encuentro en la misma iglesia a la que asistía cuando era niño y en donde conocí a aquella divinidad. No fue mi idea venir, fue mi madre la que quería venir a rezar y la que me pidió que la acompañara... y no me arrepiento de haber aceptado.
A mi lado, separados por el intervalo entre las dos filas al igual que años atrás, se encontraba un hermoso joven azabache que rezaba en compañía de otras dos personas; joven que seguía provocando que mi corazón latiera con fuerza.
Aprovechare esta segunda oportunidad que se me esta consediendo, ya no perderé el tiempo, me encargaré de entrar en su mente así como él entró en la mia, no lo dejaré ir.
Conquistare tu corazón, mi tesoro.
Continuara~
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