9. Pareja viral involucrada en muerte misteriosa
Las inmediaciones de la casa de Luana burbujeaban de curiosos. Algunos se asomaban por ventanas que fingían limpiar, otros salían convenientemente a regar plantas, y los más atrevidos se acercaban a la entrada del edificio, frente al que estaban detenidos varios vehículos de la policía.
Algo había pasado en el ínterin en que Luana había salido a hacer unas compras y su regreso.
—¿Qué es todo esto? —le preguntó Luana a uno de los curiosos, que sostenía una escoba con la que barría una y otra vez el mismo lugar.
—Alguien murió.
—Dicen que lo mataron —intervino otra persona.
Asaltada por un pensamiento ominoso, Luana tragó saliva. Ninguno de los que estaba en las inmediaciones sabía quién era el muerto.
Mientras caminaba entre la gente en busca de una respuesta, le mandó a un mensaje a su hermano, aunque sabía que lo más posible era que él estuviera demasiado ocupado con su cita que no era una cita como para responderle.
Ya más relajada, navegó entre los curiosos para llegar a la puerta del edificio, cerca de la cual vio un rostro familiar. Allí, impecable, Pamela Palacios le daba instrucciones a su gigantesco camarógrafo como si este fuera una mascota entrenada. Lo peor era que él obedecía con gusto, asintiendo con una sonrisa. Solo le faltaba mover la cola. ¿Habría algo entre esos dos? ¿Qué clase de dinámica era esa? ¿Y por qué le molestaba tanto, si no era su problema?
Se justificó a sí misma diciendo que sí era su problema, dado que esa era la entrada de su edificio, cuando recordó que si alguien sabía lo que había pasado era Pamela.
Con trabajo se tragó el orgullo, que le supo bien amargo, y caminó hacia ella con los puños apretados. Leo, el camarógrafo, fue el primero que la vio llegar. La sonrisa se le borró. De inmediato se corrió para quedar unos pasos detrás de Pamela, que arqueó las cejas al ver a Luana y dijo:
—¿Qué es esto, me estás siguiendo? No te culpo, admito que nuestro encuentro fue bastante divertido.
¡Atrevida! ¿Por dónde tenía el ego, que asumía que Luana era la que la estaba buscando?
—¿Eh? Yo vivo acá. Tú eres la que me está siguiendo a mí. Y no se te ocurra volver a filmarme.
Por primera vez, Pamela pareció quedarse sin palabras. Examinó a Luana de arriba abajo, como evaluando si creerle o no, y su mirada gatuna se suavizó un poco.
—¿En serio vives aquí? Interesante. Entonces imagino que conocías a la persona fallecida.
Luana tragó saliva. Sin querer, había terminado metida en un juego de tire y afloje en el que ninguna de las dos quería mostrarse demasiado interesada en la otra.
—Seguro que sí —dijo Luana, mientras revisaba su teléfono para ver si tenía algún otro mensaje de su hermano, y de paso aparentar que no se moría de ganas de saber más información—. O sea, si me dices quién es, no tengo dudas.
En realidad, claro que no conocía a todos los del edificio. Si Pamela mencionaba un nombre desconocido, Luana le diría que seguramente era un ermitaño o alguna excusa por el estilo. Resultó, sin embargo, que sí lo conocía:
—Se llamaba Benito Garrido. Un señor muy mayor.
Escuchar ese nombre le hizo dar un respingo. Había personas que llenaban el mundo de luz: que hacían reír a los otros, que los hacían sentir cómodos y abrigados aunque estuvieran lejos de sus casas en una noche fría. Ese tipo de gente dejaba una grieta imposible de reparar al partir, una herida que, incluso cicatrizada, siempre quedaba sensible y empezaba a doler en los momentos más impensados.
Benito Garrido era todo lo contrario. Él tenía el poder de enfriar el sol, de hacer llover en un día sin nubes. Cada vez que abría la boca, un hada perdía las alas. Con su actitud grosera le podía arruinar el día a alguien que acabara de ganar la lotería. Se lo había arruinado varias veces a ella, a su hermano y a incontables personas más. La teoría de Luana era que su longevidad era consecuencia de que se alimentaba de las lágrimas de la gente a la que insultaba.
—¡El viejo de al lado! —exclamó Luana, y su tono sonó más entusiasta de lo planeado—. ¿Qué le pasó?
—Ah, ¿o sea que sí lo conoces? Mis informantes dicen que fue un crimen bastante grotesco, igual que los otros dos. ¿Tenía algún enemigo?
La verdadera pregunta era si tenía algún amigo. Además de ser detestable, su reputación era la de haber sido violento cuando estaba en mejor forma. Si se ponían a investigar a la gente con la que había tenido problemas, todos terminarían siendo sospechosos, incluyendo a la propia Luana, que se había peleado con él el día anterior.
—¿Enemigos? Ni idea... —mintió Luana, ante la mirada desconfiada de Pamela.
—¡Luana! —dijo una voz detrás de ella.
Pertenecía a Renzo, que llegaba al trote.
—Volvió el Beatle y su mánager —murmuró Pamela, cruzándose de brazos.
Unos pasos más atrás de Renzo, caminando lento, venía también Dante, que llevaba puestos sus clásicos lentes oscuros. Sin que él tuviera que pedir permiso, la gente se apartaba para dejarle espacio de sobra, aunque no lo miraban. Su presencia era amplia, poderosa, y por eso era tan curioso que nadie se volviera a verlo ni se mostrara impresionado, con algunas excepciones: Leo, el camarógrafo de Pamela, retrocedió aun más al notar su presencia y bajó la cámara.
—¿Qué pasó? —preguntó Renzo.
—El viejo del lado murió —dijo Luana en voz baja—. Parece que alguien se cansó que rompiera los cocos y dijo basta. O sea, qué mal y todo eso. ¿Será que ahora van a empezar a decir que era un santo? Igual que en paz descanse, por supuesto.
—¿En serio...? ¿Cómo pasó?
—No sé, pero ¿no será por eso que escuchamos que había alguien afuera anoche?
Renzo se llevó un dedo a los labios para pedirle que se callara. A poca distancia, Pamela escuchaba con atención.
—Por favor —dijo Pamela—, no me traten como si yo fuera el cuco. Ahora mismo no estamos filmando, yo tengo códigos.
—¡¿Dónde los tienes?! —replicó Luana—. Pusiste un video mío sin permiso donde quedo como una estúpida.
Tenía miedo de revisar qué tan viral era a esas alturas, en especial después de que varias personas se la habían quedado viendo esa mañana mientras estaba de compras. Alguien incluso le había hecho un gesto con el dedo para arriba.
—Sí, y le fue muy bien. Podríamos hacer una segunda parte, esta vez pago de por medio, si te parece. Puedo contarte lo que sé de este caso. Nuestro público quedó entusiasmado con el tema, hasta nos pusieron un nombre de pareja, al parecer. —Pamela le mostró la sección de comentarios del último video, con varios que Luana no había llegado a ver—. Alguna gente propuso Lumela, pero yo creo que Pamana suena mejor.
—¿Qué? Los dos son ridículos —dijo Luana habló entre dientes. La discusión, además, no tenía sentido, porque Lumela era claramente superior.
Le sorprendía la falta de vergüenza de Pamela a la hora de proponerle una alianza después de lo ocurrido. Le sorprendía también que esta no le generara rechazo, sino una curiosidad irrefrenable. Tal vez...
—A nadie le interesan tus propuestas —intervino Renzo, cortante.
Luana lo interrumpió:
—A menos que no haya cámaras. Solo para intercambiar información.
—¡No puedes confiar en ella! —insistió Renzo.
—¡Claro que puede! —se defendió Pamela—. Entiendo, podemos hablarlo. Si no confías en mí, incluso puedes traer a tu Beatle y a tu guardaespaldas. Leo tuvo pesadillas sobre él anoche.
Los ojos de Pamela no fueron hacia Renzo, sino hacia Dante, que contemplaba la escena en silencio, a poca distancia. Luana agradeció que él estuviera de su lado. Su aura estaba embebida de un velo impalpable que helaba la sangre. Sí, podía imaginárselo colándose en las pesadillas de algún pobre desgraciado.
—¿Estás segura de que te conviene meterte con ella? —preguntó Renzo.
—No sé. Pero tiene información que me interesa. En serio creo que hay algo raro en la vuelta.
Renzo suspiró.
—Sí. Dante dice que estamos en peligro.
Continuará.
Siguiente: próximo sábado.
¡Hola! Gracias como siempre por leer, votar, comentar y recomendar ❤️
Volvieron Pamela, Luana y no olvidemos a LEO, EL CAMARÓGRAFO MÁS SUFRIDO.
¿Qué es mejor nombre de ship, Pamana, Lumela, o una tercera opción?
¿Han presenciado algún chisme jugoso en su barrio? En el mío ha habido unos cuantos, en especial porque hay un vecino que siempre está atento y sabe todo. Una vez volví a casa y en la puerta estaba el vecino sentado junto a un señor todo golpeado, que al parecer se había agarrado a las piñas porque le quisieron robar una plata. El vecino le dijo que descansara ahí un rato y luego se fuera a su casa con su esposa y el golpeado dijo: NO, SOY GAY (curioso momento para declararlo, pero bien por él, espero que haya sanado).
Cumpleaños de la semana: ¡Feliz cumple a Lisbeth14garcia! Si alguien cumple en estos días, que me avise y le deseo feliz cumpleaños la semana que viene ❤️
Luego andaré respondiendo comentarios aquí y en otros libros, un abrazoooo ❤️❤️
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