6. Denuncian pasteles por efectos alucinógenos y afrodisíacos
Cuando Luana se obligó a sí misma a levantar la vista del teléfono, se encontró con una bandeja de pastelitos de cereza que no estaba allí momentos antes. Después de estar tan enfrascada en el estúpido video de Pamela Palacios y sus comentarios, había perdido noción del tiempo, que parecía haber corrido de forma extraña y distinta para todos. Su hermano tenía la mirada perdida en algún lugar lejano, la señora Venturini se servía té de una tetera que Luana tampoco recordaba haber visto llegar, y Dante sonreía, recostado contra el respaldo del sofá con despreocupada elegancia. Sus labios estaban machados de algo rojo.
—Tienes algo ahí... —le dijo, señalando la mancha que tenía en la comisura de la boca.
Con expresión sorprendida, Dante se limpió la mancha con la mano de inmediato, para luego buscar una servilleta.
—¡Es verdad! Mil disculpas, tendría que haber sido más cuidadoso al comer —agregó, señalando la bandeja de dulces, donde faltaban algunos—. Es culpa de Rosa, por ofrecer siempre cosas tan deliciosas. Realmente no me puedo resistir.
La señora Venturini rio con deleite ante el halago y comentó:
—Sí, ten cuidado, la mermelada se veía como sangre.
—Es verdad —intervino Renzo, que habló con un tono adormilado—. Creí que era eso, qué idiota.
Aunque el día acabara de comenzar, se veía cansado, como si el incidente de la mañana le hubiera chupado toda la energía. Tal vez las noches sin dormir que a veces le exigía su trabajo le estaban pasando factura.
Luana se puso de pie y se agachó frente a él para preguntarle:
—¿Estás bien? —En otras circunstancias, tal vez habría aprovechado a tomarle un poco el pelo, pero verlo tan desanimado hizo que su lado responsable aflorara.
—Claro que sí, tonta —respondió él en voz baja—. Yo debería preguntarte a ti, tú eres la que terminó haciendo lucha libre. Y ni siquiera ganaste.
—¡Fue empate y me distrajo con tácticas sucias!
—¿Qué tácticas? —Renzo entrecerró los ojos de forma sugestiva—. Espero que te esfuerces más la próxima vez, por el honor de nuestra familia.
—Si sigues así, le voy a decir a todos esos fans que tienes en los comentarios del video cuál es tu cuenta.
—¡Te mato!
La pequeña discusión hizo que Renzo volviera a la normalidad, para el alivio secreto de Luana. Por fin estaba de vuelta, con los pies bien puestos en la tierra y las mejillas coloreadas de rojo.
—¿En serio estás bien o ese corte en el dedo fue demasiado para ti? —le preguntó cuando quedaron solos, aprovechando un momento en que la señora Venturini fue a hablar con otros empleados que llegaron para el turno de la mañana y Dante se excusó para realizar una llamada de negocios.
A pesar de la forma en que hacía la pregunta, Luana hablaba con sincera preocupación. Aunque verlo apagado le arrugara el pecho, tenía una reputación que mantener.
—Estoy bien —aseguró Renzo entre dientes, mientras estiraba la mano para recoger uno de los pastelitos de cereza y lo examinaba con cuidado—. Pero creo que sí necesito descansar, probablemente. La falta de sueño me está haciendo alucinar.
A Luana no le sorprendía. En las últimas semanas, su agenda había sido bastante irregular. Su jefa sabía que podía contar con él cuando otros fallaban, y eso no ayudaba.
—Sí, tienes que estar bien descansado para la cita que vas a tener con Dante.
—¿Qué cita? —Renzo lo preguntó con extraña sinceridad, como si creyera que era posible que hubiera pasado por alto una invitación real.
—No sé, me imagino que no va a tardar mucho en invitarte. Y si no, lo invitas tú.
Mientras Luana se reía de su propia ocurrencia, Renzo negó con la cabeza.
—Si sigues así, voy a comentar con mi cuenta en el video y voy a decir que te gusta la reportera.
—¡No me gusta, solo admito que se ve bien!
Luego de ese intercambio llegaron a una tregua silenciosa. Luana la aprovechó para servirse té y probar los pastelitos. Eran pequeñas tartaletas individuales con crema chantillí, bañadas con una salsa roja y coronadas con cerezas.
—Es verdad que se ve como sangre —comentó Renzo de pronto—. La mermelada.
El comentario era curioso, pero real. La salsa del pequeño pastel que Renzo sostenía en la mano brillaba con un intenso color escarlata y se escurría perezosamente hacia abajo.
A Luana se le puso la piel de gallina.
🍒🍒🍒
Quedaron en encontrarse con Dante por el asunto de la casa en otro momento.
—Surgió un inconveniente —les dijo al volver de su llamada. Los lentes oscuros no eran suficientes para ocultar la tensión que endurecía su rostro.
—No hay problema —se adelantó a responder Renzo.
—Prométame que tendrán cuidado de noche, por las dudas de que ese rumor sea real. Quédense en su casa, cierren todo bien.
Aunque el comentario iba acompañado de una sonrisa casi juguetona que Renzo le devolvió, Luana frunció el ceño. ¿Acaso Dante sabía algo que ellos no? ¿Qué tal si se trataba de un investigador encubierto? Palpó la tarjeta de Pamela Palacios, que guardaba en el bolsillo, y se preguntó qué tanto sabría ella del supuesto peligro. ¿Qué tan patético sería pedirle que le compartiera la información que tenía, luego de haberse revolcado en el suelo a los golpes con ella? Se la imaginó recibiendo su mensaje y relamiéndose los labios con la satisfacción de un gato que acaba de atrapar la presa y decidió que tenía que aguantarse.
—¿Deberíamos poner sal en las ventanas? —preguntó Luana.
En lugar de tomárselo a broma, Dante se llevó una mano al mentón y guardó silencio por unos momentos antes de responder. Al hacerlo, fue con seriedad:
—Tal vez.
No había rastro de Pamela Palacios a la salida de la funeraria, aunque sí se toparon con algunas personas en los alrededores que no parecían ser clientes. Separadas en pequeños grupos, rieron en voz baja al ver a Luana y Renzo salir. Un par de chicas intentaron disimular mirando a otro lado al verse descubiertas. Otras mantuvieron la mirada, incluso cuando Luana se detuvo al ver que una apuntaba el teléfono hacia ella.
—¿Están tomando fotos o qué? —preguntó Luana—. ¿Qué se creen que es esto, el zoológico? Y mi hermano no está disponible, así que bajen las revoluciones.
—¿Y tú sí estás disponible? —preguntó la chica con picardía.
—¿Eh, yo?
—¡Vamos! —Renzo tomó a Luana del brazo y la arrastró lejos.
El tumulto de la funeraria quedó lejos al fin.
Nadie más los molestó en el camino a su edificio, con una excepción que se dio cuando ya estaban en el pasillo que daba a la puerta de su departamento. Era su vecino, un hombre muy mayor, al que cada año se le llenaba más la lengua de espinas. Siempre tenía algo que criticar acerca de todo y todos.
Tenía el desgraciado talento de decir justo lo que cada persona no quería escuchar. Hacían lo posible por evitarlo, aunque Luana no tenía miedo de mandarlo a callar cuando tenían el infortunio de cruzárselo, a lo cual él respondía que en su época los jóvenes mostraban respeto por los mayores.
Renzo, por su parte, solía quedarse en blanco mientras el viejo le preguntaba, por ejemplo, si la razón por la que no llevaba barba y bigote, como cualquier hombre que se preciara, era que no quería o que era demasiado joven para que le creciera.
Esta vez, sin embargo, se lució.
—Hueles a muerto —le dijo a Renzo, cuando se vieron obligados a pasar a su lado.
—El que huele a muerto es usted, si nosotros también es seguro que se nos pegó por tener que vivir al lado —replicó Luana, mientras Renzo se apresuraba a abrir la puerta del departamento.
—¿En serio huelo a muerto? —le preguntó Renzo a Luana, una vez que estuvieron adentro—. Dime la verdad.
Tenía la voz y la mirada ensombrecida de preocupación.
La respuesta, por supuesto, era que no. Aun así, Luana se acercó para asegurarse. Lo rodeaba un tenue aroma a flores. Un poco anticuado, como los perfumes que le gustaba usar, pero agradable. Incluso le pareció oler a los dulces que habían estado comiendo, aunque tal vez fuera solo su imaginación.
—Nada que ver. —Luana le despeinó el pelo en una caricia agresiva—. No le creas a ese vejestorio.
Renzo sonrió, más relajado, e hizo lo posible por volver a poner cada mechón en su lugar.
Esa noche, por las dudas, Luana puso sal y otras protecciones en las rendijas de ventanas y puertas. Luego, ya en la cama, buscó información sobre la historia de la casa maldita en la que Dante tenía interés. No encontró demasiado, más allá de las leyendas, aunque sí le llamó la atención una noticia de un diario antiguo: hablaba de un ladrón que había intentado entrar, cuando ya estaba abandonada, y había muerto en el intento. Las causas eran desconocidas.
Fue con esa imagen de un pobre diablo en busca de tesoros abandonados solo para terminar en desgracia que Luana se fue a dormir.
En sueños, vio una silueta humanoide asomarse desde el borde de la torre de la casa, ahora iluminada, y bajar por el muro cual araña. La vio reptar por el patio abandonado y trepar la reja herrumbrada hasta llegar a la calle. La vio acercarse a su edificio y subir las escaleras entre las sombras.
La vio avanzar por el pasillo y detenerse frente a la puerta de su departamento.
Continuará.
Siguiente: próximo sábado.
¡Hola! Gracias por los votos, leídas, recomendaciones y comentarios ❤️
¿Qué tal? ¿Al final pensás que lo del capítulo anterior fue una alucinación o no? 👀
Tengo una pregunta importante. ¿Cómo le dicen a lo siguiente en tu país? Son chiquitas, como de 3 o 4 centímetros, y aquí se llaman MASITAS:
Pero sé que en otros países no, entonces siempre tengo problemas cuando las quiero mencionar. Son de panadería, ¿las conoces? Mis favoritas son las que son de chocolate o las trufitas. Aunque aquí menciono la cereza, no soy fan de ese gusto, jajaja.
Con respecto a la que menciono en este capítulo, aquí tenemos un ejemplo de cómo podría ser:
Cumple de la semana: feliz cumple a un_gat0_lector ❤️ Si alguien cumple en estos días y quiere un saludo la próxima semana, me puede avisar ❤️
Luego andaré respondiendo comentarios aquí y en otros libros, gracias por estar!!! Me motivan mucho 🥺❤️
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