5. Millonario excéntrico revela sus escandalosas inclinaciones
Así que Dante tenía interés en comprar la casa maldita.
O el terreno, porque a esas alturas la casa en sí tenía que estar cayéndose a pedazos. ¿Cuántos años llevaba abandonada? ¿Cincuenta, sesenta, más? Renzo no tenía idea y no quería tenerla. Era un milagro que siguiera en pie. En el presente, las enredaderas habían engullido por completo las paredes. Las aberturas no eran más que los ojos entrecerrados de una bestia adormecida. ¿Hasta qué punto sería prudente despertarla?
A Dante claramente no le inquietaba, sentado en el sofá con una pierna cruzada sobre la otra, con el mismo aire despreocupado de un heredero millonario disfrutando de un atardecer en la costa italiana.
—Claro que es posible que no pueda rescatar la casa, es solo una opción —dijo Dante, entrecerrando los ojos—. Mi intención es llevar a alguien para que evalúe el estado en el que está. Si no se puede, me gustaría construir un edificio que reprodujera el original. Imagine usted que se convirtiera en un espacio cultural, un pequeño museo. ¿No sería increíble? Siempre me ha gustado la idea de patrocinar talentos, como los mecenas antiguos. Por eso estoy buscando propiedades con historia.
Renzo guardó silencio. La explicación parecía responder a sus pensamientos de momentos antes.
—¿Pero no te preocupa que esté embrujada...? —preguntó Luana, con su característica falta de formalidad—. Porque eso dicen las leyendas.
Dante rio por lo bajo. Su mirada dio un paseo perezoso entre Luana y Renzo, para detenerse en la señora Venturini, quien asintió.
—Yo le conté lo que dicen de esa casa —dijo ella, risueña—, pero él comparte mi filosofía. Luego de trabajar tanto tiempo en esta profesión, los fantasmas no me asustan, aunque puede que haya visto alguno que otro por los pasillos. El problema son los vivos, ¿o no?
La pregunta fue dirigida a Renzo, que se acomodó un poco en su lugar y respiró hondo.
Era verdad que, en su experiencia, los que creaban los problemas eran los vivos. Estaba seguro de haber visto sombras por el rabillo del ojo alguna noche de guardia en la que había tenido que recoger un cuerpo para traerlo la funeraria. Estaba seguro de haber escuchado algún susurro cuando estaban por cerrar por el día y las salas fúnebres quedaban vacías. Todo eso le bastaba para intuir la existencia de otros mundos más allá del palpable.
Pero esa casa era distinta. El recuerdo de lo que había visto en ella era una mancha que no podía borrar, y no estaba acompañado de la afable confusión de las sombras que a veces se aparecían en la funeraria y sus alrededores. Lo que sea que habitaba allí era violento, impredecible.
En su mente, Renzo vio la sala principal de la casa maldita, en ruinas, tal como la había visto de niño. Las pinturas caídas. El piano, las hojas secas, los muebles deteriorados. La imagen de la cosa que se arrastraba.
Dante lo miró a los ojos y frunció el ceño por un instante. ¿Qué habría visto en su rostro?
—Prometo tener cuidado. —Dante habló con amabilidad, y Renzo volvió a experimentar la curiosa impresión de que podía espiar sus pensamientos—. Está sangrando de nuevo —agregó, señalando la herida de la mano.
Era verdad. Del pequeño corte brotaba una gota carmesí. Renzo se movió para palpar el bolsillo de su saco, en busca de algún pañuelo, pero Dante se le adelantó, y con un gesto rápido le tomó la mano, tal como había hecho afuera. Tenía la piel tibia y suave.
El mundo se detuvo, como si estuviera conteniendo el aliento. Las formas de los muebles se desdibujaron a su alrededor. Renzo sabía que su hermana y su jefa estaban allí, pero no podía verlas ni escucharlas. A Dante, en cambio, lo veía con claridad, sentado frente a él mientras sostenía su mano, palma arriba.
—¿Qué está haciendo? —murmuró Renzo, o eso creía. No estaba seguro de haber movido los labios.
—¿Qué le gustaría que hiciera? —replicó Dante, y apretó con suavidad el dedo de la herida, lo suficiente como para hacer que un poco más de sangre brotara de ella. Luego, con sumo cuidado, acercó la mano de Renzo a su boca y preguntó—: ¿Me permite?
Claro que Renzo debió sentir asco. Debió sentir confusión. En lugar de eso, sintió una curiosidad avasallante. Quería saber qué pasaría a continuación. Lo deseaba. Con cada momento que pasaba, la sensación de haber tropezado y caído en una realidad alterna era más sofocante. La situación tenía la lógica rota de los sueños.
—Sí —susurró.
En respuesta, Dante llevó el dedo sangrante a su boca, lo envolvió en sus labios húmedos y usó la lengua para limpiar la herida, sin dejar de mirar a Renzo a los ojos, quien debió sentir asco, sí, y debió sentir confusión. En lugar de eso, sintió un placer distinto a cualquier otro que hubiera experimentado antes. Uno íntimo, una conexión que iba más allá de lo físico.
Una ola de calor lo sofocó, como si se tratara del efecto repentino de una bebida embriagadora creada partir de algún ingrediente ancestral, desconocido. Tuvo que cerrar los ojos para luchar contra un mareo que amenazó con hacerlo tambalear. Extrañamente, la sensación no era desagradable. Al contrario.
Cuando la ola de sensaciones se retiró, Renzo volvió a quedar solo consigo mismo. A lo lejos comenzó a escuchar el eco de voces familiares, entre ellas la de Luana y la de su jefa, que se abrían paso a través de la bruma que nublaba sus pensamientos.
La conversación era trivial.
—¡Esa maldita subió el video! —se quejaba Luana a toda voz.
—Pero ¿cómo? —preguntó la señora Venturini—. ¿Con la cámara rota y todo?
—Estaban transmitiendo en vivo, quedó grabado.
Renzo entreabrió los ojos y se encontró de vuelta en la realidad. Junto a él estaba Dante, que escuchaba la conversación entre Luana y su jefa con expresión interesada. ¿Acaso se lo había imaginado todo? Se miró la mano y vio que sostenía un pañuelo limpio que no recordaba cómo había llegado allí. No había sangre en la herida.
—Ah, puede quedarse con el pañuelo —le dijo Dante en tono casual.
Todavía desorientado, Renzo asintió. Entonces nada de aquello había sido real, por supuesto. ¿Sería posible que se hubiera quedado dormido por unos segundos, sin que nadie más lo notara? El calor de la vergüenza le hizo arder las mejillas. Tal vez sí necesitaba ese día libre.
—¿Será que podré denunciar el video para que lo bajen? —continuó Luana, mientras negaba la con la cabeza—. Encima el título dice: "Hippie desenfrenada y funebrero sexy atacan salvajemente a periodistas". ¡Eso no fue lo que pasó!
—¡Una falta de respeto! —exclamó la señora Venturini.
La discusión, por ridícula que fuera —o tal vez a causa de eso—, terminó por sacar a Renzo de su extraño sopor.
—Al menos en los comentarios hay unos defendiéndome. —Luana suspiró—. Uno pone que yo debería haberle dado más fuerte a Pamela. Pero acá hay alguien que dice que las que se pelean se aman. ¡¿Qué le pasa a la gente?! ¿Y otras preguntan si Renzo está soltero? ¿Cómo que IG del funebrero sexy?
—Bueno, no las culpo por preguntar eso —apuntó la señora Venturini, arqueando las cejas.
Dante sonrió un poco al escuchar esto último, y su mirada fue de vuelta hacia Renzo.
Un leve rastro de sangre coloreaba sus labios.
Continuará.
Siguiente: próximo sábado.
Holaaa ❤️ ¡Gracias por sus lecturas, votitos, comentarios y recomendaciones! Me motivan a seguir.
Bueeeeeno, esta semana vimos algo CLAVE sobre Dante 👀 Pero esto es solo una pequeña parte del puzzle. ¿Qué es lo que pasa con la casa y los crímenes? Ya veremos.
En este capítulo, Dante habla de los mecenas, que históricamente tomaban artistas bajo su ala y les pagaban. Si tuvieras un patrocinador que te mantuviera mientras haces cualquier tipo de cosa (escribir, pintar, música, lo que sea), ¿qué tipo de cosa te gustaría crear?
Esta semana no me avisaron de cumpleaños, pero si alguien cumple la próxima semana, me puede avisar aquí ❤️
¡Gracias por leer! Andaré respondiendo comentarios luego.
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