Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2. Hermanos maleducados invaden propiedad privada y quedan malditos

—¿Qué tal si esta muerte tiene que ver con la casa maldita...? —aventuró Luana, mientras cerraba la ventana con cuidado de que no quedara ningún espacio. Esa noche no pensaba dejar lugar para que se colara ni siquiera un fantasma.

Renzo se cruzó de brazos.

—¿Por qué tendría que ver con eso? Es una casa abandonada. Y la persona que murió vivía a varias calles.

—Es que dijeron en el reportaje que el atacante no parecía humano, y...

La vergüenza le trabó la lengua. ¿Qué hacía repitiendo una bobada como esa?

—No me digas que ahora estás tomando en serio a Pamela Palacios —replicó Renzo—. Siempre dice cosas así. Como cuando hubo un choque múltiple y ella dijo que había sido por interferencia de extraterrestres.

Luana rio para sus adentros al recordarlo. En aquella ocasión, Pamela Palacios había entrevistado a personas que aseguraban haber visto ovnis justo antes del accidente. Tenían luces brillantes, cegadoras. De hecho, uno de los testigos que declaró se movía de una forma tan singular y hablaba con un acento tan imposible de identificar que un hombre se acercó y lo acusó de ser un extraterrestre en cámara. A eso le siguió una pelea de puños. Todavía recordaba el titular de la noticia: OVNIS PROVOCAN CHOQUE Y UN TESTIGO SE PELEA CON UN ALIEN.

En otras circunstancias, Luana habría estado de acuerdo con Renzo en que no se podía confiar en Canal Impacto.

—Pero esto es distinto. Y tú sabes que es distinto.

Acorralado por las palabras de Luana, Renzo desvió la vista. Ella no insistió cuando él le dio la espalda y murmuró algo sobre que se iba a bañar.

Claro que él no quería hablar de eso. Pero tal vez era hora de hacerlo en lugar de seguir huyendo del tema.

Esa noche, Luana se fue a la cama con la imagen de la casa rondándole la cabeza como un mosquito hambriento.

Estaba abandonada desde que ella tenía memoria. Los más ancianos de la zona recordaban a su último dueño, más de sesenta años atrás, una figura anormalmente alta y taciturna que solo salía cuando se escondía el sol y apenas saludaba con un ademán a algunos elegidos. Decían que recibía visitantes extraños, entre los que se contaban supuestas brujas, vampiros y otros personajes, hasta que un día todo movimiento se detuvo. De su antiguo esplendor solo quedaban restos. ¿Qué había de cierto y qué de irreal en la leyenda?

Luana había decidido averiguarlo más de una década atrás, cuando tenía diez años. Ese día iba armada con una vieja cámara de sus padres y el coraje infinito y descuidado de los niños. La acompañaba también Renzo, que había amenazado con delatarla si no le permitía unirse a su pequeña aventura.

—Es peligroso —explicó la pequeña Luana cuando llegaron al portón principal—. No es para bebés.

—No soy un bebé —protestó Renzo, haciendo un mohín.

—¿No?

Deleitándose en el hecho de que todavía era más alta que él, Luana lo miró de arriba abajo, con los ojos entrecerrados. En realidad, le alegraba tener compañía, aunque no estuviera dispuesta a admitirlo.

Quienes se proponían explorar la casa maldita nunca llegaban muy lejos. Decían que había algo dentro de ella que los seguía, ojos invisibles que espiaban desde las grietas de las paredes, miradas que brotaban desde lo profundo de la oscuridad, animales rabiosos que se materializaban desde los rincones para atacar a los invasores. La casa se despertaba cuando su intimidad se veía en peligro, y toda piedra, y hoja caída, y enredadera, y grieta, y vidrio roto conspiraba contra los intrusos.

Un alto portón de reja oxidado separaba el jardín de la calle.

—¿Te da miedo? —le preguntó Luana a Renzo, mientras examinaban el portón.

—¿A ti no? —retrucó él, mirándola fijo.

¡Ah, ese maldito!

—Claro que no —mintió ella—. Por algo soy la mayor.

La curiosidad era más fuerte que cualquier miedo.

Luana esperó a que la vereda estuviera desierta para treparse a ella, y Renzo la siguió. Una vez que estuvieron del lado interior, el mundo cambió. El sol brillaba perezoso aquel día de otoño. Los árboles que se levantaban alrededor de la casa hacían que la luz se volviera aún más débil. Sus copas se extendían hasta entrelazarse, y los rayos de sol tenían que esforzarse por pasar entre las ramas.

En el jardín, si así podía llamársele al terreno engullido por la vegetación, no se escuchaban pájaros, ni insectos, ni nada que no fuera su propia respiración. Avanzaron haciendo crujir las hojas bajo sus pies, entre el laberinto de plantas y espinas que intentaban mantenerlos a distancia de la entrada de la casa.
En el centro del patio abandonado yacían las ruinas de una fuente cubierta por enredaderas, rodeada por estatuas. Algunas retrataban a humanos. Otras no.

Luana señaló a una de ellas, que representaba a un querubín, y le dijo a Renzo:

—Mira. Tú.

—¿Qué? ¡Nada que ver!

—¡No grites!

—¡No estoy gritando!

La verdad era que los dos estaban haciéndolo, pero la discusión acabó de golpe cuando un ruido que vino del interior de la casa llamó su atención. De las ventanas colgaban los vestigios de viejas cortinas que impedían ver hacia adentro. La puerta de entrada, sin embargo, estaba entreabierta.

Dejando de lado su orgullo, Renzo se aferró al brazo de Luana.

—¿Y si nos vamos? —murmuró.

—Yo quiero ver adentro. Pero si te da miedo, quédate afuera. Bebé.

—¡No soy un bebé! —Renzo apretó los puños y toda su cara se volvió roja.

La provocación tuvo el efecto deseado. Luana no tendría que seguir su camino sola.

En puntas de pie, los hermanos atravesaron la puerta principal y se encontraron en el centro de un salón que daba hacia una gran escalera que se dividía en dos.

Los muebles del interior estaban cubiertos de tierra, hojas e incluso ramas de plantas que habían invadido la casa. Las pinturas, algunas colgadas en las paredes y otras caídas al suelo, mostraban escenas de épocas pasadas. Los estantes de vidrio, que protegían delicados adornos, se veían extrañamente intactos a pesar de los años. ¿Cómo es que nadie se los había robado?

No subieron las escaleras, que se abrían como la boca de un lobo ante ellos. En lugar de eso, avanzaron por un amplio pasillo que llevaba a un salón con una estufa a leña y un viejo piano.

No llegarían mucho más lejos, porque allí fue donde la vieron.

La cosa de la que Renzo no quería hablar en el presente, aunque hubieran pasado tantos años desde aquella aventura.

La cosa que se arrastraba.

No entendieron qué era, al principio. ¿Un animal que merodeaba? ¿Una bolsa arrastrada por el viento?

No.

Era demasiado grande.

Luana fue quien reparó en ella primero, y se detuvo en seco. Renzo se escondió detrás de ella, y dejó escapar algo a medio camino entre un gemido y un sollozo. Aunque temblando, Luana levantó la cámara que llevaba, apuntó y disparó.

Lo que se arrastraba hacia ellos era algo así como una persona. Quizás. Se movía hacia adelante utilizando sus brazos. Tenía el cuerpo entero cubierto por una costra negra que impedía ver su rostro. Luana dio unos pasos atrás y tropezó, llevándose consigo a su hermano, y desde el suelo pudo ver a aquella criatura que se acercaba a ellos con la lentitud de una babosa.

Luana tenía poca memoria de cómo consiguió levantarse y correr hacia afuera, arrastrando a Renzo, para escapar de las fauces de la cosa y de la casa. Recordaba lastimarse los brazos y las piernas al trepar y saltar las rejas que los separaban de la calle, y aterrizar del otro lado estrepitosamente. No le dolería sino hasta después.

Recordaba también a sus padres gritar, más tarde:

—¡Nunca vuelvan a hacer algo así! ¡Nunca vuelvan a esa casa!

No hacía falta que insistieran. Nadie quería volver.

Evitarla del todo, sin embargo, era imposible. Ella seguía en su lugar, impávida y desafiante.

Luana no le mencionó la cosa que se arrastraba a sus padres, a pesar de que la imagen la perseguía. Tampoco lo hizo Renzo, aunque esa noche y durante muchas noches subsiguientes, cuando las luces se apagaban, él buscaba a Luana para refugiarse en su abrazo. Ella, que en otro momento lo hubiera echado, se quedaba callada y lo apretaba contra sí, hasta que lo sentía aflojarse en sus brazos.

Los años pasaron.

La memoria de ese día se fue desvaneciendo a medida que Luana y Renzo dejaron de ser niños. Con el tiempo, se convencieron de haber imaginado a aquel monstruo. De recuerdo les había quedado un mechón blanco, que comenzó a crecer entre su pelo castaño poco después del incidente. Los dos lo tenían. Aunque quisieran ocultarlo peinándose distinto o escondiéndolo bajo tinta, siempre estaba ahí, igual que la casa.

En el presente, Luana se durmió con el recuerdo de su visita a aquel lugar maldito en la mente, y esa noche soñó que una luz se encendía en una de sus torres.

Despertó con la certeza de que no era un simple sueño. La casa había vuelto a la vida.

***

—¿Te caíste de la cama? —preguntó Renzo al ver a Luana emerger de su dormitorio cual oso recién salido de la hibernación. Él ya estaba vestido para empezar el día, mientras desayunaba un sándwich con café.

—Casi —respondió Luana, mientras intentaba peinar sus rulos con los dedos—. ¿Ya te vas al trabajo?

—En un rato.

—¿Puedo acompañarte?

Renzo se la quedó mirando con el sándwich en la mano, congelado a medio camino entre el plato y su boca.

—Para qué, ¿quieres ver si vuelve Pamela Palacios? —Renzo volvió a imitar el guiño, y esta vez agregó un beso en el aire que viajó desde su mano hasta Luana. Ella lo espantó como si fuera una mosca.

¿Así que así iba a ser la conversación? Perfecto. Sin querer quedarse atrás, Luana retrucó:

—¿No será que no quieres que vaya por si vuelve tu pretendiente de ayer y quieres estar a solas con él?

—¡No! —Renzo se sonrojó—. Pero, de hecho, me avisó mi jefa que sí va a estar.

—¡Ah, genial! Hablando en serio, es que la otra vez tu jefa me dijo que iba a querer contratarme para sacar nuevas fotos para redes, y en estos días estoy disponible.

Eso no era del todo mentira. Como fotógrafa, había trabajado para ella en más de una ocasión. También solía cubrir bodas, cumpleaños, publicidad. De niña soñaba con capturar imágenes de lugares desconocidos, animales salvajes, eventos históricos. Expediciones extrañas. Una parte de sí seguía ansiando aventuras.

—Quieres el chisme del muerto —dijo Renzo.

Luana se encogió de brazos. Eso también, claro.

—Me portaré bien —prometió.

Renzo le recordó esa promesa mientras caminaban hacia el trabajo un poco más tarde, él con su mejor traje y ella con ropa más informal: una blusa verde y una larga falda de un tono similar que le daba un aire a bruja del bosque, por el que quizás la habrían acusado de pertenecer al aquelarre de la casa maldita en el pasado.

La mañana soleada le hizo olvidar los sueños agitados de la noche, y más aún cuando se acercaron al edificio de la funeraria Venturini, en cuya puerta esperaba el joven de los lentes oscuros del día anterior. Como Renzo, él también vestía elegante, aunque no al punto de llevar una corbata. La chaqueta y el pantalón beige que tenía puestos, sin embargo, parecían hechos a medida. No había ni un solo pelo negro fuera de lugar en su cabeza.

—¡Ah, es nuestro amigo! —exclamó Luana.

Renzo apuró el paso, no sin antes decirle a Luana:

—No le hagas preguntas incómodas.

—¿Como si está soltero o si le gustan los chicos serios?

No hizo falta que Renzo respondiera. Sus ojos lo dijeron todo.

El joven que esperaba sonrió con reconocimiento al verlos acercarse, y de inmediato se quitó los lentes de sol para colocarlos sobre su cabeza. En vivo, el azul de sus ojos cobraba vida. Luana miró de reojo a su hermano y lo vio ajustarse la corbata antes de estrechar la mano del extraño, a modo de saludo.

—Buen día, perdón por la demora —dijo Renzo.

—¡No hay problema! Discúlpeme usted. Con todo el caos de ayer, no pude presentarme adecuadamente. Mi nombre es Dante.

Continuará.

Siguiente: próximo sábado.

¡Hola! Gracias por las lecturas, comentarios, votos y teorías ❤️ Y gracias por las mil vistas.

A partir de ahora, cada capítulo tendrá su placa especial amarillista de Canal Impacto, jajaja. He decidido que cada capítulo será como sería un titular de allí. 

La casa abandonada está inspirada en una casa que me llamaba mucho la atención cuando vivía en el barrio Prado de Montevideo. Allí hay muchas casas antiguas. No sé vos, pero yo soy chusma (no puedo evitar mirar los videos de inmobiliarias que alquilan casas solo por chusmerío, jajaja).

¿Cómo van las teorías? En el siguiente conoceremos un poco de Dante, ¿será que la placa será para él? 👀

Traje una plantilla de lectura, por si alguien aquí tiene Instagram y quiere usarla ❤️ Tanto mi Instagram como mi Tiktok es CarnavalDeMonstruos, me podés etiquetar si alguna vez la usas (nunca hice antes porque no sé si la gente usa, pero por las dudas):

Cumpleaños de la semana: ¡MiaSeemayer, feliz cumple! Me pueden avisar si cumplen en la próxima semana ❤️

¡Muchas gracias por estar, abrazos! Luego andaré respondiendo comentarios.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro