
Epílogo
Mikhail miraba melancólico hacia la Catedral Roja. Se suponía que era el día de su boda y por eso tenía que estar a rebosar de gente, sin embargo el imponente edificio destacaba solo entre tanto blanco y azul.
—Venga, no te detengas, hermanito. Como padrino tuyo es mi obligación hacerte entrar en la catedral.
Nikolai le había arrastrado desde su cómoda cama hasta ahí, pero resulta que le daba mucho respeto entrar en un edificio sagrado y más el día de su supuesta boda después de todo lo que había pasado. De todas formas, con alguien tan pesado como Nikolai no tenía escapatoria. Persuadido, aceptó colocarse la guirnalda de flores sobre la cabeza y le puso a Nikolai otra.
La catedral parecía que se encontraba vacía, los pasos de los hermanos retumbaron por todo el edificio.
—¿Hola? —preguntó Mik—. Vaya, aquí no hay nadie. ¿Por qué iba a haberlo? Deberíamos irnos...
Unos acordes de piano empezaron a llenar toda la atmósfera sagrada, captando la curiosidad de los hermanos. Por las escaleras descendían Vasya y Katyenka , ambas con cientos de fragmentos de cristal Swarovsky adheridos a la piel. Katyenka sonrió ampliamente al ver a Nikolai tan guapo con el traje blanco que se había puesto. No había ya dejes de oscuridad en su misteriosa mirada, solo luz y calor.
—♪♫No dejes entrar al amor, no lo dejes. Sé una mujer de corazón de hielo me decían♪♫ —empezó a cantar Vas mostrando el látigo que llevaba.
—♪♫Tú no puedes ser una princesa, eres una vulgar campesina. Y con un campesino te casarás. Bueno, ya veo que se equivocaban. ♪♫
Katy chasqueó los dedos y con su magia ató a los hermanos con sogas irrompibles. Las dos mujeres habían llegado ante ellos y por las sonrisas pícaras que traían, tramaban algo.
—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí, Katy?
—Nos vamos a divertir mucho, chicos.
—Oh, ya lo creo.
Mikhail temblaba de excitación; Nikolai de preocupación ante lo que pudieran hacerles esas dos locas, aunque eran muy hermosas y únicas en su forma de ser... Los lectores estaréis felices de saber que toda esa preocupación se tornó en un enorme placer. Y cuando las mujeres acabaron con ellos, fueron los príncipes quienes tomaron el control llevándolas hasta el confesionario y solicitaron que les trajeran mucho shocolade.
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