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2.El baile

El banquete comenzó. Corría el vodka y el champagne como si se tratara de agua y los rusos aristócratas fuesen náufragos del desierto, pero Katyenka había decidido no beber mucho, todavía se le revolvían los pastelitos de vodka, lo que no ayudaba a que socializara. Se sentía un poco perdida entre la alta sociedad, pero la emoción por llevar un vestido tan caro y precioso como aquel hacía que se obstinase en no rendirse ni cesar de sonreír. Aún tenía las palabras del guardia presentes y no podía evitar mira a todos con desconfianza... Incluso a Vas que se acercó, sonriente como siempre. Ella llevaba un vestido azul cuajado de zafiros y un diamante violeta palpitaba en su más que atrevido escote.


—¡Katy! Estás radiante.

—Tú también... Oye, ¿qué guardia tiene un ojo azul y el otro negro?

—¿Guardia? Son los príncipes los que tienen esa particularidad, todo el mundo lo sabe.

—Oh...

Katy no pudo evitar mirar hacia donde estaban los dos hermanos y reconoció al instante al "guardia"


—¡¡¡Tú!!! —le gritó, muy enojada—. ¡Me has engañado, maldito!

Todo el mundo se quedó en silencio contemplando la escena. ¿Quién osaba a hablarle así a uno de los príncipes? Ah, la misteriosa campesina.

—No te he engañado, fuiste tú la que me confundiste por un guardia.

—¿Me he perdido algo, hermanito? —se inmiscuyó Mikhail, tan inoportunamente como de costumbre.

—No, nada interesante. Seguid con vuestros asuntos...

Katy se fijó esta vez en el otro hermano que la estaba observando descaradamente de arriba a abajo.

«Este tiene que ser el prometido de Vas»

—¿Seguro, hermanito? ¿Entonces qué hacías en su habitación mientras ella se estaba cambiando? ¿Y por qué le has dicho que no la queremos aquí? ¡Si es una monada!

Nikolai cerró los puños con furia, conteniéndose el pegar a su hermano en público.

—¿Y tú cómo sabes eso? ¡¿Estabas espiando también?!

—¿Yo? Qué va, qué va. Si estaba con Vas ayudándole a vestirse, ya sabes.

Las trompetas comenzaron a vibrar para anunciar la llegada de dos invitados muy importantes: la princesa Laika de Georgia y su primo Pavel. Laika estaba magnifica con su vestido rojo y una diadema de espinelas y granates sujetando sus cabellos rubios. A Katyenka no le pasó desapercibida la mirada lujuriosa que le dirigió a Nikolai y después, la glacial que le dedicó a ella.


—Bueno, hermanito. Me voy a atender a mi zarina, cuidado no te viole Laika que viene para acá... —Dicho esto le susurró a Katyenka al oído—: A las diez detrás de la estatua con forma de ángel, tengo una duda existencial que resolver.

Mikhail se despidió con una amplia sonrisa, se mesó la perilla y se fue con Vasya, quien estaba riéndose con sus hermanas. Katy se sintió mal por su nueva amiga... ¿Haría Mikhail eso a menudo? Pero ella siempre había deseado estar con un príncipe y parecía ser que Nikolai la odiaba. Se le ocurrió que podía acudir a la cita por su amiga, así descubriría cuán fiel le era y se lo podía demostrar a su amiga a tiempo de casarse con ese promiscuo.

En eso pensaba cuando Laika llegó junto a ellos.

—¡Mi adorado Nikolai!

—¡Lai! No sabes cuánto me alegro de verte... —pronunció con cierto sarcasmo— porque cierta loca me acaba de amenazar tirándome comida.

—Oh, no te preocupes, yo te limpio tu traje. —Y dicho esto, Laika se inclinó sobre él y le lamió el caviar que le había lanzado.

Mientras tanto, Pavel, el primo de Laika, aprovechó para presentarse a la joven.

—Hola, Katyenka, enka. Soy lord Pavel. Es un placer conocerla, pues me han dicho que las estrellas de su pelo son tan deslumbrantes como diamantes —dijo galantemente besándole la mano.

Katy se tocó el pelo por si tenía algo, pero comprobó aliviada que las "estrellas" eran imaginarias...

—Hola, ¿tú también eres un príncipe?

—Bueno, no...

—Oh, entonces no me interesas.

Pavel se quedó muy desilusionado.

—Pero cuando mi prima se case con el príncipe Nikolai...

Entonces lo que Vas le había contado era cierto. Bueno, Laika y Nikolai parecían muy compenetrados y por un motivo que desconocía, eso le hacía sentir triste y traicionada. Normalmente era ella quien le engañaba con otro y no al revés... No sabía de dónde había sacado estos pensamientos, pero no les dio más importancia.


—Oh, qué malos son mis modales —comentó de pronto Laika recordando que ella estaba presente—. Soy la Princesa Laika, tú debes de ser la que Nikolai rescató de morir congelada...

El orgullo de Katy se encendió como la chispa que aviva los rescoldos.

—Fueron Nikolai y su hermano Mikhail quienes me encontraron —el susodicho Nikolai no pudo evitar sentir una punzada de celos cuando ella mencionó a su hermano— y no fue un rescate propiamente dicho. ¡En realidad solo estaba entrenando para volverme más fuerte!

Nikolai puso los ojos en blanco. La conocía demasiado bien para saber que se estaba marcando un farol. Aun así decidió seguirle el juego, se le había ocurrido una idea maquiavélica. La profecía no podía cumplirse, además que por culpa de esa mujer siempre acababa enfadándose con su hermano, esta vez no sería así.

—Bien. Como no cabe duda de que eres una mujer muy fuerte e independiente, entonces te dejo sola.

Dicho eso, tomó a Laika de la mano y la sacó a bailar, llevándosela a una esquina apartada.

—Y dime, Nik: ¿cómo está tu perro?

—Escucha, Lai. ¿Todavía llevas contigo ese veneno de serpiente?

—Pues claro, tengo que defenderme de mis acosadores.

—Necesito unas gotas.

—¿A quién quieres envenenar? —preguntó con una curiosidad desatada.

En vez de responder con la voz, su cabeza señaló claramente a Katyenka que estaba intentando soportar uno de los chistes malos de Pavel.

—Es una traidora, quiere la corona para ella —mintió Nikolai, mas Laika le creyó, así que se quitó su magnífica diadema y arrancó sutilmente uno de los rubíes.

—Echa esto en el caviar rojo y asegúrate de que sea ella quien lo coma. —Cuando Nikolai extendió la mano, Laika retiró adrede la suya—. Pero quiero que me dejes sacar de paseo a Borsch.


En otra parte de la fiesta, Mikhail observaba cómo Katyenka bailaba con las hermanas pequeñas de Vas. Un torbellino de sentimientos contradictorios habían empezado a removerse bajo su pecho, descendiendo por el esófago y asentándose entre su pecho y estómago. Ahora que tan solo quedaban tres días para su boda... ¿Sería Vasya capaz de resolver la triste situación de Rusia? Necesitaban su dinero para recuperar al reino, pero solo la verdadera Zarina lograría salvar al mundo y había notado en Katyenka desde el principio algo especial. ¿Serían imaginaciones suyas o simplemente estaría nervioso por la boda inminente? Solo había una forma de saber la verdad: acercarse a la muchacha del vestido verde jade y comparar sensaciones. Su hermano no lo comprendería, pero al fin y al cabo llevaba veinticinco años sin comprender a Nikolai. Hablando de su hermano, se encontraba en una de las mesas redondas que había dispuestas por todo el salón. Mikhail tomó la decisión de acercarse a Katyenka otra vez.


—Ey, Katy, ¿te apetece probar el mejor caviar del mundo? —le ofreció a la joven.

—¡Claro! —Le encantaba que le ofrecieran comida. Últimamente se sentía mimada por todo el mundo de su alrededor, salvo por ese desagradable Nikolai.

Ahora que por fin le tenía cerca de ella, pudo darse el lujo de examinar al menor de los hermanos. El joven príncipe era un hombre muy atractivo; ambos habían salido a su madre como había podido ver en los grandes retratos que vestían las paredes del salón.

Mikhail cogió una bandeja llena de caviar y se la acercó. Los dedos de Katyenka bailaron emocionados. Finalmente escogió una pequeña rebanada de pan con forma de estrella, pero cuando iba a llevársela a la boca, escuchó una voz que le advirtió que no lo hiciera. Mikhail cogió otra para él haciendo caso omiso de los gritos de su hermano y se la llevó a la boca.


—¡¡NO!! —gritaba Nikolai, pero ya era demasiado tarde.

—¿Ocurre algo, hermano? ¿Desde cuándo puedes decirme qué deb...?

No terminó la frase porque cayó al suelo, inconsciente.

Vasya no podía creerse lo que sus ojos veían: su amado Mikhail se estaba muriendo derribado sobre el marmóreo suelo.

—¡Mik! ¡¡Tú!! ¡¡¡Haz algo!!! —ordenó cogiendo del cuello de la camisa a Pavel que era el que más cerca estaba y lo zarandeó sin miramientos—. ¡Succiona el veneno de sus labios!

—¡No pienso hacer algo así! —se rehusó Pavel, asqueado.

Unas lágrimas resbalaron por las mejillas de Vasya.

—¡Pues lo haré yo!

—¡No! —la detuvo Nikolai—. Lo haré yo. Soy su hermano y si algo malo te pasara y yo lo permitiese, Mikhail no me lo perdonaría nunca.

Lo cierto era que Nikolai se sentía culpable ya que era culpa suya el que su hermano hubiese acabado envenenado por error. Katyenka también se había llevado el caviar a la boca, pero lo había escupido en cuanto Mikhail comenzó a sentir los primeros síntomas.


Nikolai se inclinó sobre los labios de su hermano que habían adquirido una tonalidad purpúrea y presionó con fuerza, succionando el veneno tal y como le habían enseñado cuando fue un aborigen. Extrajo todo el veneno que pudo, pero no lo tragó, sino que lo escupió sobre una copa vacía que un criado se encargó de deshacerse de ella.

Todos estaban muy expectantes, sobre todo Vasya, y cuando Mikhail abrió al fin los ojos, gritos de alegría se extendieron por todo el Volga.

—¿A qué vienen esas caras tan largas? Vas, vaya escote te has puesto...

—Idiota. —Vasya le propinó una bofetada a su prometido, pero a la vez no pudo reprimir una carcajada y más lágrimas terminaron de estropear su maquillaje, pero esta vez eran de alivio. Vas no se pudo contener y se abalanzó sobre él, cubriéndole con su pasión en público.


Mikhail al final consiguió alejarse de Vas y el resto de la multitud alegando que necesitaba tomar el aire fresco después de su experiencia tan cercana a la muerte, pero en vez de salir a los jardines, se dirigió al lugar de la cita. Detrás de la estatua del ángel. Katyenka no había llegado aún y eso que él llegaba tarde. ¿Y si al final no se presentaba? Miró hacia los demás invitados. No había resto de los dos: ni de ella ni de Nikolai.




Ya casi daban las diez, por lo que Katyenka empezó a dirigirse hacia la estatua del ángel, sin embargo no se esperaba sufrir un inesperado accidente.


Borsch, el perro de Nikolai, apareció corriendo súbitamente y se la llevó por delante. Katyenka, que estaba en los jardines helados, resbaló y se adentró en el hielo que era apenas una fina capa de cristal. Katy no sabía cómo salir de allí; intentó ponerse en pie, pero resbaló y se cayó; sus zapatos de tacón y pedrería no estaban hechos para caminar por el hielo.

Nikolai lo había presenciado todo. Su perro no cesaba de ladrarle y de insistirle que la salvara. Él no tenía intención alguna de hacer algo así... Aunque con el jaleo que estaba armando el perro, alguien tenía que haberlo visto, ¿y qué sería de él cuándo la gente le acusara de haber dejado morir a esa joven? Exhaló un suspiro, resignado, y ordenó a un criado que le trajera unos patines de hielo.

El criado voló raudo y Nikolai estaba listo para salvar a Katyenka. Se deslizó elegantemente por la superficie helada y tomó a la chica entre sus brazos.

—¡No necesito que me salves! —protestó ella, indignada.

—Estate quieta o el hielo se romperá y moriremos los dos —la reprendió muy serio.

Katy no tuvo más remedio que desistir, dejándose deslizar por el hielo.


Una vez en tierra firme, Nikolai la soltó repentinamente y ella cayó de culo contra el suelo.

—¡Serás...! ¿Por qué me odias tanto?

—Si tú supieras... Podrías al menos darme un "gracias", he arriesgado mi vida por una taradita como tú.

—¡La culpa es de tu mascota! A ver si la tienes mejor vigilada...

—Borsch es un maldito desobediente, pero si tú supieras patinar sobre hielo yo no habría tenido que rescatarte, así que la culpa sigue siendo tuya.

Parecían dos niños pequeños peleando... Eso pensaba Borsch que los observaba moviendo el rabo muy feliz.

—Entonces enséñame a patinar.

—¿Qué?

—Lo dicho: enséñame a patinar ya que tanto presumes de ello...

Nikolai no quería pasar tiempo a solas con ella, ¡la odiaba! ...Pero vio en ello una buena oportunidad para matarla: se la llevaría lejos de ahí y dejaría que el hielo se quebrase bajo sus pies...

—De acuerdo, pero sólo si me suplicas —cedió.

Katy detestaba suplicar, pero no tuvo más remedio que poner una carita adorable y ojos de cachorrito, todo fuese por volverse más fuerte.


Las agujas del reloj habían avanzado varios minutos cuando los dos se encontraban deslizándose por el hielo nuevamente, esta vez con los pies de Katyenka acariciando el hielo con las cuchillas de unos patines, y no en volandas como antes. Nikolai la sujetaba tan ligeramente que parecía que estaba volando ella sola. Los dos reían con naturalidad hasta el punto de que Katyenka se relajó sobre el pecho de él que le rodeó la cintura con las manos para girar juntos, planteándose él subir más las manos y estrangularla. En ese momento, ambos se hicieron conscientes de cuán próximos estaban sus cuerpos. Siguieron deslizándose. Katyenka se ruborizó cuando tropezó tras intentar una complicada pirueta y él se tiró debajo de ella para evitarle el golpe. Katy cayó sobre él, su cuerpo y su corazón quedaron peligrosamente cerca del rostro de Nikolai. Este tuvo que hacer un gran esfuerzo por mantener sus manos alejadas de cualquier parte indecorosa de la chica... ¿Por qué la había salvado si él quería matarla? Aquella maldita mujer siempre lograba despertar esa clase de molestos sentimientos en él que le dejaban aturdido y confuso.

—No patino nada mal, ¿verdad? —se vanaglorió la joven.

Nikolai se resignó a aceptar las tonterías que el destino le enviaba. Sobre su cabeza las estrellas refulgían con más intensidad de lo habitual.

—¿Has visto que bonito está hoy el cielo? —le preguntó.

Katyenka miró hacia arriba, pero entonces se dio cuenta de lo tarde que era.

—¡Me temo que no tengo tiempo para cursilerías!

Dicho esto, se incorporó rápidamente, dejando al príncipe más confuso si cabía.



—¡Lo siento! ¡Lo siento! —se excusó Katyenka ante el hermano que ya estaba harto de esperar—. Es que el perro de Nikolai me derribó y...

—Has estado con Nikolai, ¿verdad?

—Él me rescató del hielo... Pero me odia, no te preocupes por eso.

—El caso es... ¿Tú le odias a él? —Mikhail había empleado un tono brusco y empujó a Katyenka contra la pared, acorralándola.

Esto le pilló de improvisto a la chica. Tenía a Mikhail sobre ella. Sus ojos brillaban con un fulgor especial. Su colonia olía tan bien... Y sus labios se curvaban tan sensualmente...

—Creo que deberías alejarte de mí...

Sus protestas resultaban fútiles, Mikhail la miraba como absorto. Sus pupilas se habían diluido y solo quedaban sus iris bicolor, cubiertos por un velo acuoso.

Mikhail asaltó sus labios. Ella quería apartarse, sin embargo su cuerpo se movía sin que ella se lo ordenase, instado por puro instinto rebelde y completamente absurdo. Los labios de Mikhail se movían seguros sobre los de ella y pronto descubrieron que necesitaban más. Giró la cabeza de forma que la postura favoreció que el beso se intensificara y sus lenguas se entrelazaron. Una chispa mística surgió de este encuentro y algo le decía que no era la primera vez que lo hacían, lo cuál no tenía mucho sentido porque era la primera vez que estaba con un príncipe...

Se separaron lentamente, Mikhail la acarició suavemente con su nariz.

—¿Qué ha sido eso? —Katyenka se sentía más confundida que nunca. Durante ese maravilloso beso, habían pasado como estrellas fugaces por dentro de sus párpados una serie de imágenes a velocidad vertiginosa. Imágenes tan nítidas como confusas en las que aparecían ellos desnudos y entrelazados en diferentes épocas.

—No lo sé... —Mikhail parecía tan confuso como ella. Sus ojos ya no estaba empañados y habían vuelto a la normalidad, salvo por un destello de pasión que había quedado atrapado en ellos como prueba del terrible pecado que acababan de cometer. Observando la escena junto a la estatua del ángel, estaba una lívida Vasya.


—Tú... Los dos... ¿Cómo habéis podido hacerme esto?

Vas estaba realmente herida y furiosa. No quería hacer una escena melodramática y no se sentía con fuerza de matarlos allí mismo, aunque ganas no le faltaban...

—Vas, podemos explicarlo...

—No quiero oír vuestras excusas.

Vas se marchó de allí, quería llorar pero no sabía a quién hacerlo... Debido a su increíble belleza y a su pasional forma de ser la gente solía temerla o envidiarla. Las lágrimas le impedían ver por dónde iba.

—¿Qué ocurre, Vas? —le preguntó Nikolai al verla así de afligida, temiéndose lo peor de lo peor.

Vas no respondió. La última vez que alguien la vio, ella se dirigía echa un flan de tristeza y rabia hacia su habitación. 

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