Sabía que no resultaría buena idea comerse esos pastelitos rellenos de vodka, pero se moría de hambre, era pobre y apenas poseía un rublo, por lo que cada vez que le ofrecían comida, no podía resistirse a aceptar. Ahora se encontraba atrapada en un abismo de hielo y oscuridad, sin saber cómo salir de él. Entonces el hielo empezó a derretirse y algo estaba echando a la oscuridad, arrancándola del paisaje de su mundo onírico... Y dejó de sentir frío para ser envuelta por una agradable calidez.
—Al fin despiertas. Bienvenida —le saludó la mujer pelirroja con una sonrisa que parecía genuina. Vasya solía ir vestida y maquillada con tonos intensos y en esos instantes nuestra protagonista, que se sentía muy aturdida y confundida, le pareció que estaba ante un ángel o alguna emperatriz.
—¿Dón... Dónde estoy? —logró cuestionar.
Había tenido muchísima suerte. El alcohol acelera el proceso de congelación, por eso se llevaron una gran sorpresa al ver que el aliento caldeado por el vodka había derretido la nieve y eso le había salvado la vida
—Shhh. Ya habrá tiempo para las explicaciones. Ahora tienes que recuperarte. Por cierto, soy Vasya, la prometida del príncipe Mikhail.
—¿Príncipe?
—Así es, nos casamos dentro de tres días. Hoy es 28 de febrero. Ahora que ya sabes casi todo sobre mí, ¿quién eres tú?
La verdad era que esa mujer estaba siendo muy amable con ella, por lo que la muchacha misteriosa no veía por qué no podía revelarle su identidad, al fin y al cabo no era más que una campesina normal y corriente, un poco loca decían las malas lenguas de las envidiosas de sus vecinas, pero eso no la hacía más especial y menos a ojos de un príncipe.
—Katy... Katyenka. Me desmayé de repente cuando iba camino a la pastelería de la Plaza Roja... ¿Cómo he acabado en el Palacio Real?
Resulta que Katyenka tenía un sueño desde muy pequeñita, desde que su madre le ayudaba a dormirse contándole cuentos muy variados. De todos ellos, los que más le fascinaban sin lugar a dudas eran los de príncipes y princesas. Por eso todavía no podía dar crédito a que se encontrara de verdad en el Palacio Real y sin embargo, el lujo la rodeaba: las estrellas de cristal refulgiendo en cada recoveco, los grandes cuadros en fastuosos marcos de oro, el platino incrustado en el mármol de las paredes y techo...
—Los dos hermanos herederos te encontraron en la nieve y te trajeron aquí. Considérate afortunada. ¡Vaya que si lo eres! ¿Quién no querría ser rescatada por dos príncipes tan sexys? —Y entonces la peculiar mujer se reclinó sobre ella y le susurró en el oído—: Que no me oiga mi prometido, pero una de mis fantasías es latiguearles a los dos juntos, juntos... Ya me entiendes. —Le guiñó un ojo de forma pícara.
Katy pestañeó un par de veces, perpleja. Esos dos príncipes debían de tener un gran corazón si se habían tomado tantas molestias por salvar a una campesina más.
—¿Y cuándo voy a conocer a mis salvadores? Para agradecerles y eso...
Los labios de Vasya esbozaron una cálida sonrisa, como todas las del repertorio que usaba con ella.
—En el baile de esta noche, pero antes tenemos que arreglar tu aspecto.
—¿Mi aspecto? ¿Qué pasa con él?
—¿Desde cuándo hace que no te depilas las cejas? ¿Y que no te desenredas bien el cabello? —Katyenka se sonrojó—. Además, necesitas un vestido en condiciones. Tienes un bonito cuerpo, pero oculto entre esas ropas tan bastas no lo luces bien.
Al fin el sueño de Katyenka se estaba haciendo realidad: iba a asistir a un baile con dos príncipes de verdad. Lo que ella no sabía es que detrás de una bella historia siempre hay complicaciones aguardado al momento oportuno para atacar.
Katyenka se encontraba de pie frente a un gran espejo. Estaba emocionada, pues uno de sus sueños había sido que muchos sirvientes cepillasen su cabello y la maquillaran y le pintaran las uñas. La propia Vasya se encargó de ello en persona.
—Llámame Vas —le dijo mientras comparaba exhaustivamente varios botes de laca para las uñas. Había de todos los colores y Katy se sentía tan indecisa como Vas—. Tu vestido va a ser de color verde jade, es el color preferido de Nikolai —decidió, guiñándole el ojo. Katy se emocionó por dentro, pero carraspeó para guardar las apariencias.
—¿Crees que el príncipe sentiría algún interés por mí? —se atrevió a preguntarle.
—Tú no has visto cómo te miraba cuando estabas dormida... Parecía un acosador... —¡Un momento, Katyenka había sentido a alguien muy cálido junto a ella! ¿Sería ese tal príncipe Nikolai?—. Esa mirada tan intensa... Toda mujer desearía que la abrasaran con esos ojos! Además... Te voy a confesar algo... —Vas miró hacia todos los lados y echó a todas las sirvientas. Cuando se aseguró de que estaban solas, cerró las cortinas y se acercó a Katyenka hasta que sus alientos se rozaron—. Nos harías un favor a todos y salvarías al país si consigues seducirlo. De lo contrario está esa Laika... Anda merodeándolo desde hace un tiempo, pero no me fío nada de esa mujer. —Dicho esto, Vasya volvió a erguirse y de nuevo adoptó su expresión alegre y desenfadada.
Finalmente Vas optó por un rosa nacarado y cuando terminó con las uñas, prosiguió con el rostro. A Katy le hacía cosquillas el pincel delineando sus rasgos. Cuando Vasya terminó satisfecha de su obra maestra, Katyenka levantó un ojo y luego otro, temerosa de lo que esa mujer podía haber hecho con ella, pero estaba bien, era un maquillaje sensual y elegante.
—¿Acaso no confiabas en mí o qué? —le dijo con cierta malicia—. En fin, yo tengo que irme a arreglar también, así que te dejo con las modistas. Una de ellas, Nadime, es la mejor de toda Europa. Deslúmbranos. —Añadió lo último acompañado de un gesto pícaro con las cejas que a Katy le hizo reír.
Ahora que Katyenka se había quedado sola en la gran habitación, sentía unas ganas inmensas de toquetearlo todo, pero sabía que con lo torpe que era algo se podía romper y no quería que se enfurecieran con ella. El armario estaba abierto y había muchos vestidos, se preguntaba cuál sería el suyo. Vas le había dicho que sería verde, pero había dos. Estaba harta de esperar en ropa interior, por lo que decidió que se los probaría ella.
Hacerlo no fue tan fácil como pensarlo, pues tuvo serias dificultades. Mientras luchaba contra el complicado traje, volvió a tener esa sensación de que estaba siendo observada. Miró a su alrededor, mas sólo vio a un guardia apostado en el balcón.
—Eh, tú. Ayúdame a ponerme el vestido —le ordenó. Ya se sentía como una princesa de toda la vida.
El guardia se quedó blanco ante su petición, pero decidió obedecer. Un escalofrío agradable le recorrió de arriba a abajo cuando sintió las manos del guardia anudando las cintas del corsé.
Katy se volvió para ver la cara del guardia y tuvo que admitir que el ruso no estaba nada mal. Le llamó la atención sus ojos, pues el ojo derecho lo tenía azul y el izquierdo, negro.
—¡Qué ojos más lindos!
Aunque había algo oscuro en ellos...
—Eh... Gracias...
—Oye, ahora que lo pienso tú no llevas uniforme de guardia...
—Eso es porque... Porque... ¡Porque estoy en mi hora de descanso!
—¿Y entonces qué hacías en mi habitación? ¡¿No serás un voyerista de ésos?!
El supuesto guardia se sonrojó hasta la coronilla.
—Bueno, yo solo venía a entregarle un mensaje. —Carraspeó para aclararse la voz y sonar más imponente—: "Aquí no eres bien recibida. Si no te marchas durante la fiesta, te arrepentirás toda la vida."
Katyenka se quedó perpleja.
—¿Quién te ha enviado a decirme algo tan feo?
—Es un mensaje general... Todos querían que te dijera esto.
—No te creo...
—¡Es la verdad!
—Quizás te creeré si me das eso que estás comiendo.
A Katyenka no le había pasado desapercibida la barrita marrón que el guardia degustaba disimuladamente.
—¿Esto? ¿Quieres shocolade?
—¡Por favor!
El "guardia" emitió un suspiro de resignación y se lo entregó.
—No has cambiado nada, ¿eh? Recuerdo cuando eras Katicoalt y yo Tezcanicoi, lo hiciste llamar "la comida de los dioses".
—¿Cómo dices?
—Nada, adiós.
Y el hombre misterioso desapareció. Katyenka se encogió de hombros y siguió comiendo su shocolade.
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