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Introducción


Paris, Francia. Año 1662.

ISLA

-Ya llegamos, cariño- el carruaje se detuvo, a la vez que el cochero abría la puerta de éste.

Mi padre acarició mi cabello con ternura y salió del carruaje, volteó y me tomó de la cintura hasta dejarme en el suelo. Sujetó mi mano y nos dirigimos al gran barco que estaba enfrente de nosotros.

Observaba como las personas se movían a todos lados y daban gritos entre ellos asegurándose de que todo estuviera en orden. Todo esto era nuevo para mi, éste era mi primer viaje en barco y quería aprovecharlo cada segundo de mi vida.
Estaba muy emocionada pero a la vez sentía cierto temor a subirme.

-Señor ya está todo listo. Cuando quiera partimos de inmediato- un hombre algo musculoso con una pequeña barba de días y con vestimenta de marinero se acercó a nosotros, fijó su vista en mi y sonrió simpaticamente volviendo su vista a mi padre.

-Bien, Johan ¿Ya cargaron las manufacturas y las telas?- preguntó mi padre sin dejar de sostener mi mano.

-Si, señor. Los muchachos se encargaron de subir todo el cargamento- puso sus manos detrás de su espalda con gesto serio.

Me reí de solo ver su rostro serio y neutro. Parecía un soldado acatando la orden de su general.
Al instante ambos voltearon a verme y deje de reír sonrojandome ante la vergüenza.

Papá me miró confundido y Johan me sonrió mostrando sus hoyuelos riendo levemente, comprendiendo el porque de mi risa.

Presentía que entablaria una linda amistad entre Johan y yo.

-Bien, dile a todos que partiremos de inmediato.

-Si, señor...y señorita. Con permiso- me dio una sonrisa cómplice y divertida para salir de nuestra vista.

Mi padre tiró de mi mano. Subimos por unas maderas que nos llevaban para entrar al barco y una vez allí, los marineros se encargaron de retirar junto con las cuerdas y cada uno se fue a su puesto.

Yo miraba todo fascinada y emocionada, a pesar de tener un olor a agua salada y pescado en el ambiente todo era impresionante para mí, no podía creer que éste fuera mi primer viaje junto a mi padre.

-¿Lista para tu primer viaje, Isla?- preguntó papá con una sonrisa tierna, yo solo lo miré y asenti repetidas veces.

-Bien, escuchame- se agachó a mi altura y acarició mi mejilla con calidez- en tu camarote dejaron tu equipaje, ve y desempaca- señaló al pasillo- luego te espero para que cenemos juntos ¿Te parece, princesa?

Le di una sonrisa y asenti, él se levantó y se fue a ayudar a los demás.

Dando pequeñas zancadas me dirigí al pasillo donde se encontraba el camarote de mi padre. Al llegar sólo tuve que ir a la puerta de la derecha y entré. Ésta sería mi habitación temporal, di un pequeño recorrido con la mirada y me senté en la cama al lado de mi equipaje haciendo un rechinido en los resortes de ésta.

Pude apreciar el color crema de las paredes y los muebles, como la mesa de luz a un lado de la cama y un escritorio con una silla en el otro extremo del cuarto. Además de los distintos y extraños cuadros que colgaban de las paredes y en un costado una pequeña y redonda ventana, me dirigí a abrirla y al instante pude sentir como el aire y el olor a mar entraba a la habitación junto con los rayos de sol que la iluminaban.

Luego prosegui a desempacar sacando y acomodando mis pequeños vestidos dentro del gran armario que estaba en el otro extremo de donde estaba el escritorio. Al fondo de la maleta se encontraban mis hojas y lápices de dibujo, los saqué y los dejé en el escritorio.

Por último me fijé que no hubiera nada más, pero quedaba una sola cosa; un dibujo echo por mí, en donde estaban mi padre y mi hermano abrazando a mi madre junto con mi perro Aquiles. Todos con enormes sonrisas posando justo mientras yo los dibujaba. Desde que nací tuve el don de poder dibujar y retratar rostros y paisajes, y desde que pude sostener un lápiz no deje de hacerlo.

Según mi madre, éste dibujo reflejaba la alegría en los ojos de todos y los felices y unidos que estabamos, así que decidió enmarcarlo para que se pudiera conservar por muchos años más y rememorar el momento en el que lo dibuje.

Con una sonrisa nostálgica dejé el dibujo en mi mesa de luz y me fui a cenar con papá.

Al salir pude apreciar el cielo estrellado, no me había dado cuenta en que momento había anochecido si para mi solo habían pasado unos minutos.

Cuando llegué vi a todos los marineros sentados alrededor de una gran mesa y a mi padre sentado al final de ésta con un lugar vacío a su lado derecho. Al entrar inmediatamente todos se callaron mirándome.

Con pequeños pasos me acerqué a mí padre sintiendo mis mejillas calientes por el nerviosismo y vergüenza que me daban sus miradas curiosas. Una vez a su lado, éste se levantó con una sonrisa y me abrazó por los hombros.

-Les quiero presentar a mi bella y pequeña hija, éste es su primer viaje así que necesito que la traten con respeto y amabilidad- me miró sonriendo- ¡Bienvenida a bordo, princesa!

El lugar se sumió en aplausos y silbidos felicitandome y dándome la bienvenida al lugar.

Yo era una de las pocas niñas que con tan solo diez años iba a dar su primer viaje en barco, ya que la mayoría viajaban ya mayores y no podían, especificamente, ser mujeres. Pero gracias a mi padre, el capitán del barco, podía darme ese privilegio.

Luego de ese espectáculo todos se sumieron en sus conversaciones y mi padre se dirigió detrás de mi silla corriendola para poder sentarme, le agradecí con una sonrisa que él devolvió y se sentó en su lugar.

Observe mi plato, tenía una carne en forma de aros y eran de color dorado. Probé un bocado temiendome de su sabor, pero mi paladar se deleitó con semejante manjar. Gemi por lo rico de la comida llamando la atención de mi padre, quien me miraba atento y curioso.

-Está riquísimo padre ¿Qué es este manjar?- hablé cuando terminé mi bocado tomando otro al instante haciendo reír a mi papá por mi desesperación.

-Esto pequeña, se llama rabas- asenti comprendiendo a la vez que seguía degustando la fabulosa comida- que lo mas fácil de comprender sería calamares fritos- al decir eso me atragante y comencé a toser, mi padre palmeó mi espalda con preocupación hasta que pude calmarme y respirar normal. No podía creer que lo que estaba comiendo fueran calamares...pero sabían tan bien que preferi no tomarle importancia. Ambos nos miramos y soltamos grandes carcajadas.

Me encantaban estos momentos con mi padre y no los cambiaría por nada del mundo. Él era mi mejor amigo y compañero de travesuras. Nunca me obligó a comportarme como una señorita y mentalmente se lo agradecí, era el mejor padre del mundo y yo era su pequeña princesita.

***

-Parece que hoy habrá tormenta ¿Tú qué dices Johan?- los tres miramos al cielo.

-Está nublado y he visto unos cuántos relámpagos señor, así que lo más probable es que se avecine una fuerte tormenta.

-Bien, dile a los demás que izen todas las velas, que guarden bien los alimentos en la gambuza y que estén listos en sus puestos hasta que logré pasar la tormenta- Johan asintió y se fue. Papá me miró suavizando su rostro- Pequeña ve a tu camarote y no salgas hasta que yo te diga. ¿Entendido?

-Si papá- seguido de eso fui a mi habitación y me quedé allí, abrí la pequeña ventana mirando al cielo nublado.

Escuchaba el ruido de los truenos y eso solo causaba más miedo en mí, así que me acobije en las sábanas de mi cama esperando a que todo pasara o hasta que mi padre viniera.

Ya llevaba unas cuántas semanas a bordo y poco a poco me he ido acostumbrando, en especial a las comidas. Además, los mareos disminuyeron hasta hacerce casi nulos y las náuseas desaparecieron completamente. Todo me era más fácil y tranquilo ya acostumbrada al barco.
Pero eso no quitaba el hecho de que temiera a las tormentas, en especial si estaba en un lugar tan cerca de ellas.

-Sólo es una tormenta, ya pasará- me susurraba a mi misma tratando de tranquilizarme.

Poco a poco el sueño me fue venciendo ya no siendo consciente de mi alrededor.

***

-¡Cuidado con la ola!- gritó un marinero despertandome.

-¡Desvien el barco hacía estribor! ¡Corran, corran!- escuché la voz desesperada de mi padre.

Abrí los ojos asustada y salí corriendo hacía afuera a ver que estaba sucediendo.

Al llegar pude ver todo el caos que se había armado. Los hombres corrían en todas direcciones acatando órdenes desesperados. Pero no podía ver a mi papá por ningún lado.

El barco comenzó a tambalearse y no tuve otra opción que sostenerme de la barandilla, el agua había empezado a entrar por el balanceo que tenía el barco. Además la lluvia no ayudaba y los rayos caían cerca empeorando la situación.

Estaba asustada y no sabía que hacer, lagrimas descendían de mis mejillas y mis manos temblaban, no lograba sostenerme en pie pero quería saber donde estaba mi padre.

-¡Isla, vete a tu camarote!- voltee desesperada en todas direcciones buscando la voz del susodicho hasta que lo encontré corriendo en dirección a mí.
Mi cuerpo se relajó notablemente al saber que seguía con vida.

Aún con el barco moviéndose me las arreglé para mantener el equilibrio y correr a mi papá. Cuando estuve a centímetros de distancia salté a sus brazos sujetandome de su cuello.

Él, por su parte, pasó sus brazos por mi espalda apretandome fuerte como si temiera que fuera a soltarme y a separarme de su lado.

-Pensé que te había perdido- susurró en mi oído soltando un suspiro de tranquilidad, relajandose en el acto- pasé por tu habitación y no estabas, me preocupaste mucho cuando no te vi- me alejó levemente sin soltarme para mirar mis ojos- No vuelvas a asustarme así pequeña, nunca más...- murmuró con los ojos cristalizados y volvió a abrazarme.

El barco volvió a moverse sacandonos de nuestra ensoñación y nos separamos al instante.

-No te separes de mí, Isla- sujetó firmemente mi mano.

Siguió dando órdenes, en eso pude ver a Johan atando unas cuerdas y al parecer él sintió mi mirada ya que volteó a mirarme. Estaba muy sudado y jadeaba cansado pero al verme me brindó una pequeña sonrisa y en sus labios pude leer que me decía "tranquila, pequeña". Eso me sorprendió, a pesar de todo el alboroto, él me habia sonreído para no preocuparme. Agradecí mentalmente ese gesto y miré a mi padre que habia visto lo mismo que yo susurrandole un "gracias" a Johan.

Se agachó y me agarró de los hombros con una sonrisa pero en sus ojos podía ver tristeza y miedo.

-Te amo, princesa- seguido de eso me abrazó.

No entendía porque lo dijo como si se despidiera, pero traté de ignorar el tono y centrarme en ese gesto.
Lo rodee hasta donde dieran mis brazos teniendo el presentimiento que este sería nuestro último abrazo.

Al levantar la vista para contestarle quedé horrorizada al ver lo que sé avecinaba.

-¡Papá!- grité.

Una gran ola se acercaba directo a hundirnos hasta el fondo del mar. De está no habia escapatoria y era seguro que todos moririamos.

Mi padre me volteó de espaldas a la ola para que no pudiera verla y me dio un gran y fuerte abrazo susurrandome al oído que todo estaría bien.

Aunque yo sabía que no lo estaría.

Al instante sentí un fuerte golpe en la espalda y el aire abandonó mis pulmones, sentí un ardor en la garganta y mí vista se nublo, no podía ver nada. Solo sabia que algo se aferraba firmemente a mí y al momento supe que se trataba de mi papá, yo también lo hice con todas mis fuerzas pero una corriente hizo que poco a poco nos fuéramos separando.

Sabía que si lo soltaba ya no podría volverlo a ver nunca más pero las fuerzas estaban abandonando mi cuerpo, y más con el hecho de que los brazos que me rodeaban se estaban soltando de a poco hasta llegar a no sentirlos, pero me negaba a dejarlo así que con la poca energía que me quedaba lo apreté lo más que pude, pero otra corriente terminó por separarnos llevándonos a lados contrarios.

A lo lejos divise una pequeña tabla, tratando de nadar todo lo que pude logré llegar y subir mi torso a ella. Miré en todas direcciones buscando a mi padre, pero sabía que la última vez que lo vi estaba inconciente y con éstas fuertes corrientes no saldría vivo de allí. Busqué a todos lados a ver si podía ver a otra persona pero no había nadie alrededor, estaba sola.

Otras olas más pequeñas me fueron arrastrando hasta que logré observar arena a pocos metros. Con pocas fuerzas agite mis brazos en el agua tratando de llegar.

Cuando llegué logré ver que se trataba de una gran isla llena de árboles.

Traté de levantarme pero caí en el primer intento y ahí recordé el momento en el que perdí a mi padre.

-También te amo, papá.

Lloré como nunca antes lo habia hecho. Estaba sola en una gigantesca isla. Mi papá, mi mejor amigo y compañero de travesuras ya no estaría conmigo. Ya no volvería a escuchar sus tontos pero sabios consejos y tampoco volvería a ver a mi madre, mi hermano, a Aquiles ni a Johan quién en tan poco tiempo se habia ganado mi corazón.

Estaría sola en este lugar hasta que la muerte me reclamará.
Sobre el tablón estaba el dibujo de mi familia roto por la mitad, lo apreté en mi pecho sin querer soltarlo.

Lo último que logré ver fue una silueta y al instante todo se volvió negro.

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¡¡Hola a todos!!
Aquí les traigo otra novela.

Espero que sea de su agrado y les guste tanto como a mi escribirla.

Si les interesa por favor no olviden votar y comentar que tal les parece.

Que la disfruten y si me equivoco en algún tema o palabra tengan en cuenta que escribo de lo que llego a saber de los marineros, que no es mucho. Pero estaría agradecida que me corrijan en lo que no sea de la época que estoy hablando.

Muchas gracias por leerme y nos vemos en el siguiente capítulo...

Milena🌸

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