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Capítulo 48 - Noticias Inesperadas.



"¿Hale?"

"¿Qué?" – Respondió ella con un tono irritado, mientras caminaba rápidamente. "Camina, apúrate," – le pidió, sin voltear siquiera. Barry la miró con una mezcla de incredulidad y resignación, sosteniendo todas las bolsas que ella había llenado de decoraciones y regalos navideños. Sus manos apenas daban abasto, y el peso se sentía como un castigo en sus brazos.

"¿Podrías ayudarme un poco?" – preguntó, intentando no sonar tan molesto. Pero Hale simplemente negó, apresurándose hacia las escaleras sin mirarlo.

"Lo recordaré la próxima vez que me pidas ayuda," murmuró Barry, intentando cargar el peso y a la vez alcanzar el elevador.

"No te quejes," – respondió Hale en un tono seco, mientras mordisqueaba una galleta que sostenía en la mano. Era evidente que aquella mañana ella estaba de pésimo humor, y Barry no entendía por qué.

"Solo son unas cuantas cosas," añadió ella, sin detenerse. "Además, tenemos que pasar por el auto y luego recoger el anillo que te pidió Caitlin."

"¡Es verdad! El anillo..." recordó Barry, atrapado por el peso de una de las bolsas en la puerta del ascensor.

"Ni siquiera entiendo por qué te pidió eso," Hale murmuró desde fuera mientras él luchaba con la puerta. Finalmente, logró liberarse, tropezando hacia ella, que ya abría la cajuela del auto con una calma irritante.

"Claro, muchas gracias por la ayuda, hermanita," – bufó Barry, algo irónico.

Hale rodó los ojos. "Solo mete todas las bolsas."

"De nada, Hale, no es molestia para nada," murmuró molesto. Luego, suspiró y añadió, "Y deja de actuar como si fueras mi mamá; porque no lo eres."

Un silencio inesperado cayó entre los dos. Hale tragó duro, y Barry notó cómo un destello de emoción cruzaba su rostro. En ese instante, él se inclinó para recoger una bolsa caída cerca de sus pies. Hale intentó alcanzarla también, pero su avanzado embarazo de seis meses le dificultaba la tarea. Barry, con cuidado, le tocó el hombro y recogió la bolsa por ella.

"Lo sé," murmuró él, mirándola con suavidad.

"Es solo que... estoy embarazada, no soy inútil," dijo Hale en un tono frustrado, un brillo de lágrimas empezando a asomar en sus ojos.

"Lo sé," Barry repitió en voz baja. Hale suspiró, su expresión endureciéndose, y apoyó su cabeza en el hombro de Barry, con una tristeza vulnerable.

"Mañana son doce años, Barry," susurró ella, apenas conteniendo las lágrimas. "Doce años sin mamá."

Barry sintió que el peso en su pecho era mucho más que las bolsas. Abrazó a su hermana y sintió cómo ella se desmoronaba poco a poco.

"Es solo que... la extraño tanto," sollozó Hale, quebrándose por completo. "Y hay días, como hoy, en los que la recuerdo con tanta claridad, pero al mismo tiempo... siento que la estoy olvidando."

"Hale..." dijo Barry, acariciándole el cabello con ternura.

"No, Barry, no es igual. Las fotos no capturan cómo lucía al despertar, cómo olía, cómo sonaba su risa. No me ayudan a recordar la forma exacta en que me abrazaba cuando estaba triste." Hale se cubrió el rostro en el pecho de Barry, intentando ahogar sus lágrimas. "Siento que... que poco a poco se me está borrando todo."

Barry sintió el dolor de su hermana como si fuera propio. Entendía ese vacío, esa culpa de olvidar a alguien tan querido. Aunque él también la extrañaba con cada parte de su ser, sabía que encontraba algo de consuelo en los gestos de su hermana, en esa calidez y la forma en que ella cuidaba de él, como lo hacía su madre.

"Hale, escúchame," dijo Barry, tomando su rostro entre las manos y limpiándole las lágrimas que corrían por sus mejillas. "Mira," añadió, sacando de una de las bolsas un pequeño oso blanco de peluche que habían comprado para el bebé. Con un movimiento rápido, presionó la pata del oso, que emitió un ruidito cómico.

La risa que escapó de Hale fue breve, pero suficiente para iluminarle el rostro. "¿Ayudó?" preguntó Barry, sonriendo suavemente.

Ella asintió y sostuvo el osito con cariño, como si tuviera ocho años otra vez. "Sí... mucho," suspiró, mientras abrazaba el peluche.

"¿Mejor?" – preguntó Barry, notando cómo poco a poco la paz volvía a los ojos de su hermana.

Ella asintió de nuevo, sin palabras, y se acomodó a su lado, mientras él se preparaba para seguir cargando las bolsas.

"Me alegro," dijo él, acariciándole el cabello con una ternura cálida, la misma que alguna vez había recibido de su madre. "Porque todavía nos queda mucho por hacer."

***

"Y esta sección..." señaló Annie, con un gesto hacia la sala siguiente. "Es nuestra área médica," explicó, mostrando un cuarto pequeño con equipo básico y paredes que evidenciaban el paso del tiempo. "No es la mejor, pero es lo que tenemos," añadió con un leve encogimiento de hombros, como si con ese gesto desestimara la falta de recursos.

Henry observó el espacio en silencio, evaluando. "Podemos hacer algo con esto," comentó, con un tono firme que dejó claro que pensaba aprovechar cada rincón.

Annie asintió, pero su mirada ya estaba en Caitlin, que se apoyaba en la pared cercana, buscando recuperar el aliento. La línea de su boca estaba tensa y sus ojos entrecerrados; no cabía duda de que algo la incomodaba. "Sí... podríamos hacer algo," respondió ella, intentando no demostrar el dolor que le taladraba la cabeza.

"¿Eso es todo?" preguntó, buscando una salida al breve tour.

"Por ahora sí. Tenemos un descanso de media hora antes de la próxima reunión."

"Perfecto." Caitlin apenas murmuró la palabra antes de girarse y alejarse del grupo. Cruzó el pequeño pasillo hasta una ventana cercana, esperando que el aire fresco le aliviara el dolor. Apoyó una mano en el marco de la ventana mientras con la otra intentaba presionar su cabeza, buscando calmar la creciente presión.

"¿Caitlin?"

Henry, que la había seguido en silencio, notó que su postura flaqueaba. La línea de su espalda, normalmente recta, ahora temblaba ligeramente, y antes de que pudiera apartarse para sujetarse mejor, su cuerpo comenzó a caer, deslizándose hacia adelante.

Sin pensarlo, Henry se lanzó hacia ella, envolviendo su cintura con ambos brazos y sosteniéndola en el aire antes de que cayera al suelo. El peso de Caitlin se apoyó en él completamente, y sintió cómo su respiración se entrecortaba.

"¡Caitlin! ¿Me escuchas?" Henry la llamó con urgencia, intentando sostener su cabeza con cuidado mientras la recostaba en el suelo.

"¡Doctora Snow!" gritó Annie, acercándose con rapidez y poniéndose de rodillas junto a Caitlin. El ambiente se había llenado de tensión, y ambos observaban su rostro en busca de alguna señal de respuesta. Henry no quitaba la vista de ella, esperando con cada segundo que abriera los ojos.

(A few years ago)

"¿Doctora Snow? ¿Doctora Snow?" Una voz suave, aunque urgente, la llamó desde el final del pasillo. Caitlin levantó la mirada, sus ojos apenas acostumbrándose a la atmósfera tan fría y extraña de aquel hospital. Una enfermera se acercó con una sonrisa esforzada y le hizo un gesto para que la siguiera. "Esta es nuestra área médica," explicó, con una voz algo apagada. "Aquí tenemos a los pequeños pacientes en espera..." Se interrumpió, haciendo una pausa al ver que otras enfermeras cruzaban el área a toda prisa.

"Claire, ven ahora." La voz de otra enfermera la llamó desde una habitación cercana. Claire, quien estaba dando el tour a Caitlin, se detuvo, vacilante, y tras dedicarle una mirada de disculpa, se apresuró hacia la habitación, dejándola sola en medio de la estación de enfermería. Caitlin se quedó en pie, rodeada por el murmullo de voces apagadas y el frío incesante del aire acondicionado, que se sentía como una helada que se colaba en sus huesos.

"¿Ho-ola?"

Caitlin bajó la mirada y vio a una pequeña niña tirando suavemente de su pantalón. La niña, de apenas tres años, sostenía con fuerza un osito de peluche color caramelo, sus grandes ojos llenos de una tristeza inocente e incomprendida.

"Hola, pequeña..." Caitlin se arrodilló con cuidado para estar a su altura. La niña la miró con ojos profundos y cansados para alguien tan joven, y extendió sus bracitos, buscando el consuelo de un abrazo sin palabras.

"Arriba... arriba..." balbuceó la niña, y Caitlin la recogió en sus brazos con una ternura que no sabía que tenía. Mientras la pequeña se aferraba a su cuello, Caitlin sintió cómo sus pequeños brazos se envolvían con desesperación, como si Caitlin fuera el único refugio en un mundo que se desplomaba.

De pronto, el sonido de un monitor en flatline se hizo presente desde la habitación contigua. Caitlin vio por la puerta entreabierta cómo las enfermeras se apresuraban, sus rostros tensos, mientras trataban de estabilizar al paciente. Pero aquel pitido constante y sostenido era un sonido que Caitlin conocía demasiado bien, un recordatorio crudo y despiadado de que no todos los esfuerzos eran suficientes.

"N-no quiero oír..." susurró la niña, hundiendo su carita en el cuello de Caitlin.

"¿Qué cosa, pequeña?" preguntó Caitlin en voz baja, acariciándole el cabello, aun sin conocer el peso que aquellas palabras traerían.

"Mami... está llorando," respondió la niña en un susurro apenas audible. Un sollozo quedó atrapado en su pequeña garganta. "Papi... domidlo... no... despieta."

Las palabras de la niña la atravesaron como una daga, llenando el vacío de aquella sala con un dolor que parecía respirar en cada rincón. Caitlin, con los ojos ardiendo y el corazón encogido, apretó a la pequeña Cassie contra su pecho, sabiendo que no existía consuelo suficiente para aquella pérdida.

***

"Annie, pásame el alcohol, por favor," pidió Henry con voz firme, mientras observaba a Caitlin, quien seguía inconsciente sobre la cama. Annie, visiblemente nerviosa, le pasó una botella y un paño limpio, observando a Caitlin con preocupación. Henry se inclinó hacia ella, aplicando con cuidado el paño humedecido sobre su frente.

Los sonidos comenzaron a hacerse más claros en los oídos de Caitlin, un murmullo que iba tomando forma. Sus párpados temblaron un instante antes de abrirse lentamente.

"Oye, oye... despacio..." murmuró Henry, con una voz suave que contrastaba con la tensión en su rostro. Al notar su mirada desconcertada, colocó una mano sobre su brazo en un intento de tranquilizarla.

Caitlin parpadeó y observó alrededor, encontrándose nuevamente en su habitación, donde Henry estaba sentado junto a su cama y Annie esperaba al pie de ésta, mordiéndose el labio con ansiedad.

"Annie," dijo Henry, sin apartar la vista de Caitlin. "Déjanos solos por un momento."

Annie asintió, intentando disimular su preocupación. "Iré a buscar el suero," anunció antes de salir de la habitación, dejándolos en un silencio casi palpable.

"¿Qué... qué pasó?" susurró Caitlin, apenas recuperando el aliento.

"Qué bueno que despertaste," respondió Henry, acercándole un vaso de agua fría, que Caitlin bebió con gratitud mientras notaba lo seca que tenía la garganta. "Te desmayaste, probablemente por deshidratación y el calor."

Mientras hablaba, Henry tomó suavemente su muñeca para revisar su pulso. Sentía su pulso algo débil bajo sus dedos, y sus ojos la miraban con una mezcla de preocupación y algo más profundo, algo que le hizo bajar la vista de forma casi involuntaria.

"¿Un poco de agua y ya estoy bien?" intentó bromear, pero Henry negó lentamente, colocándole un paño frío en la frente.

"Uh-huh. Intenta un suero completo. Es por tu bien."

Caitlin intentó sonreír. "Debo haberle causado una buena molestia a los paramédicos..."

Henry negó, observándola con una expresión calmada y seria que la dejó sin palabras.

"¿Tú? Molestar?" Henry soltó una pequeña risa, y Caitlin sintió el calor regresar a sus mejillas al ver su mirada detenida en ella. El momento quedó suspendido en un silencio donde no hizo falta decir nada más.

"Gracias," susurró ella, su voz apenas un suspiro.

Henry respiró hondo, luego se aclaró la garganta y murmuró con cautela, casi temeroso de romper el momento. "Caitlin."

"¿Sí?" Ella lo miró, parpadeando con algo de sorpresa.

"¿Puedo preguntarte algo?"

"Claro."

Henry la miró con intensidad, como si buscara las palabras exactas que no la lastimaran. "¿Quién es... Cassie?"

El nombre, tan repentino en la atmósfera silenciosa de la habitación, cayó como una piedra en un estanque. Los ojos de Caitlin se ensombrecieron y, de inmediato, apartó la vista, sintiendo cómo algo dentro de ella se resquebrajaba, dejándola vulnerable de una manera que siempre intentaba evitar.

***

"Gracias," dijo Hale con una sonrisa pícara, arrebatándole el control a Barry, que la miró como un niño al que le acababan de quitar su juguete favorito. Cruzó los brazos y bufó, resignado a que habían cambiado su tan ansiado partido de básquet por una película romántica.

"Me encanta Ryan," comentó Hale, con una sonrisa soñadora mientras en la pantalla aparecía Ryan Gosling.

"Sí, pero donde realmente se luce es en The Notebook, no aquí," replicó Barry, todavía con los ojos puestos en el control remoto perdido.

"¡Estás loco!" exclamó Linda, balanceando un bol de palomitas sobre su barriga de embarazada. "Estamos hablando de Crazy, Stupid, Love. ¡Todos aman esta película!"

"Bueno, no todos," dijo Linda, lanzando una mirada de complicidad a Hale y llevándose un puñado de palomitas a la boca.

Barry, sintiéndose desplazado de la conversación, agarró su iPad y comenzó a revisar sus correos. Pero Hale no iba a dejar que se escapara tan fácil.

"Barrryy..." comenzó a llamarlo con voz infantil mientras le lanzaba palomitas, una a una.

"Barryyy..." continuó, cada vez más insistente. "Ba-Ba, Bar... Bar... Barryyyy..." lo pronunció al estilo del robot de Wall-E, tratando de aguantar la risa.

"Madura," gruñó Barry, quitándose las palomitas del cabello.

"No soy fruta," replicó Hale de inmediato, provocando las carcajadas de Linda.

"¡Oye!" protestó Barry cuando Hale decidió vaciar el resto del bol de palomitas sobre su cabeza, mientras Linda grababa la escena con su teléfono, soltando risitas al ver cómo Barry intentaba recuperar algo de dignidad.

"Dejen de molestarme," se quejó Barry, levantándose con los restos de orgullo que le quedaban, decidido a refugiarse en su despacho. Sin embargo, Hale se le adelantó y se plantó frente a él, bloqueando la salida.

"Hale, déjame pasar."

"Nope," respondió ella, arrebatándole el iPad de las manos y escaneando la pantalla con una mirada traviesa. "¿Con quién hablas?"

"Con nadie."

"¿Nadie? ¿O será... Iris West?" Hale alzó una ceja, disfrutando al máximo la situación.

"¡¿IRIS WEST?!" gritó Linda, poniéndose de pie de inmediato. "¿¡Le estás mandando mensajes a Iris West!?

"¡No! No es lo que parece. Hale, deja de inventar cosas..." Barry intentó recuperar su iPad, pero en ese momento el timbre sonó. Rápidamente, aprovechó la oportunidad para alejarse de las dos y fue a abrir la puerta con la esperanza de que, tal vez, Caitlin hubiera regresado de sorpresa para rescatarlo de esa situación.

Pero, en lugar de Caitlin, allí estaba Rose, su querida "nana", con una bolsa de comida en los brazos y una sonrisa acogedora.

"Hola, cariño," dijo Rose, entrando al departamento. "Traje comida. ¿Están hambrientos?"

"¡Nana!" exclamaron Hale y Linda al unísono, rodeándola con un abrazo y llevándola directo a la cocina.

"Sí, no se preocupen, yo cierro y limpio," murmuró Barry mientras cerraba la puerta, aunque su voz se ahogó bajo el alegre coro de "¡Gracias, Barry!" que le gritaron las tres desde la cocina.

"Típico," bufó Barry mientras se arrodillaba, resignado, para recoger las palomitas que Hale había derramado. Sin embargo, un sonido familiar lo hizo detenerse. Era su teléfono.

Al desbloquearlo, el mensaje apareció en la pantalla:

"Hey Barry, ¿Estás libre esta noche?"

I.W.

El corazón de Barry se detuvo un segundo, sus ojos clavados en esas iniciales.

All the love E. Xoxo 

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