Capítulo 47 - Confusiones Inesperadas.
"Es un buen punto," —dijo Caitlin, con una sonrisa ligera y amistosa, cruzando su mirada con la de Henry. Un instante de conexión se estableció entre ellos, una sensación de incomodidad que ambos percibían, pero no querían reconocer abiertamente.
La fría brisa nocturna de Nueva York ayudó a suavizar el momento, y Caitlin volvió la vista hacia las luces de la ciudad, intentando disimular cualquier nerviosismo que pudiera sentir. La vista desde el balcón era hermosa, y se permitió disfrutarla por un instante, sintiéndose más tranquila.
"Pero..." —comenzó a decir Henry, rompiendo el silencio.
"No hay ningún 'pero' que mencionar," —lo interrumpió Caitlin con una sonrisa segura y cómplice. Henry asintió, devolviéndole una sonrisa tenue mientras sus ojos grises parecían brillar con un matiz de azul bajo la luz tenue del balcón. Caitlin se sorprendió al notar el detalle, desviando la mirada antes de que él se diera cuenta de que estaba fijándose en él.
Con una leve inclinación de cabeza, Henry notó su reacción, y rápidamente cambió de tema, apartando la mirada hacia el horizonte. "Te noto cansada," dijo suavemente, con un tono genuino.
"No es nada," —contestó Caitlin, enderezándose y aclarando su garganta para disimular su nerviosismo—. "Con tanto papeleo últimamente, es normal estar un poco agotada," bromeó, poniendo las manos sobre la servilleta que descansaba en su regazo.
"Lo digo en serio," insistió él, mirándola con preocupación. "Se nota que trabajas mucho."
"¿Tan mal me veo?" —respondió ella, intentando desviar el tema con una risa suave.
Henry negó con una sonrisa. "Para nada. Cansada, sí, pero aún así... luces increíblemente bien. Como siempre," agregó, sin darse cuenta de que el comentario era más intenso de lo que pretendía. Caitlin sintió el calor en sus mejillas y apartó la mirada, nerviosa.
"Bueno, creo que viene tu cena," —dijo rápidamente, agradecida de ver al camarero acercándose con un plato de lasaña en las manos.
El camarero, Frank, colocó el plato frente a Henry con una sonrisa. "Señor Evans, buenas noches," saludó cordialmente.
"Frank, ¿cómo te va?" —respondió Henry con familiaridad.
"Todo bien, no me puedo quejar," —respondió Frank, quien notó a Caitlin al otro lado de la mesa y le dedicó una sonrisa amable. "¿Y la señorita? ¿Qué le puedo traer a la novia del señor Evans?"
El comentario tomó a ambos por sorpresa. Caitlin abrió los ojos, mientras Henry se quedó inmóvil por un segundo.
"Ah... no, no," —se apresuró a aclarar Henry con una sonrisa incómoda—. "Solo somos compañeros de trabajo."
"Sí," —dijo Caitlin, sintiendo que sus mejillas ardían—. "Nada de novios, compañeros de trabajo, eso es todo."
Frank, ligeramente sonrojado también, se disculpó con una inclinación de cabeza. "Oh, perdonen, no era mi intención incomodarlos. Señorita, ¿qué le gustaría pedir entonces?"
"Una lasaña, por favor," —respondió ella rápidamente, evitando mirar a Henry para no hacer la situación aún más incómoda. Frank asintió y se retiró a traer su comida.
Cuando quedaron solos de nuevo, Henry soltó una risa baja y relajada. "Bueno... eso fue interesante," comentó, sin mirarla directamente.
Caitlin soltó una risita nerviosa. "Sí, creo que dimos una impresión equivocada," dijo, moviendo la servilleta entre las manos para distraerse.
Henry la miró de reojo, con una sonrisa divertida. "Supongo que sí. Aunque, si sirve de algo, no creo que nadie te confundiría conmigo si conociera tu... estilo tan meticuloso de trabajar," dijo en un tono bromista, aligerando el ambiente.
Ambos rieron, relajándose un poco más después del incómodo malentendido. Cuando Frank volvió con la lasaña de Caitlin, ella lo agradeció y lo vio retirarse, intentando concentrarse en el plato frente a ella en vez de la sensación de incomodidad que aún flotaba en el aire.
"No tienes que esperar a que termine mi comida," —dijo ella, notando que Henry todavía no había empezado a comer mucho—. "Tu plato se va a enfriar."
Henry asintió. "Genial, porque realmente tengo hambre," —respondió, tomando un bocado de su lasaña. Una vez más, el silencio cayó entre ellos, pero esta vez era más cómodo, como si ambos supieran que no hacía falta llenar cada segundo con palabras.
Después de unos minutos, Henry volvió a mirarla. "¿Todo bien?"
Ella asintió, aunque algo insegura. "Para ser honesta, la situación me hace sentir un poco... no sé, rara."
Henry sonrió, dejando su tenedor a un lado. "Bueno, entonces, tal vez deberíamos romper el hielo de una vez," dijo, recostándose ligeramente en la silla y apoyando el mentón en sus manos con una expresión juguetona. "¿Te cuento una anécdota?"
"¿Qué tienes en mente?" —preguntó Caitlin, algo intrigada, agradecida de que él tratara de aligerar el ambiente.
"La vez que no pude dejar de reír en un funeral," comenzó Henry, con una mezcla de vergüenza y diversión. "Mi hermano tuvo que sacarme de la sala porque simplemente no podía parar."
Caitlin apretó los labios, conteniendo la risa. "Eso debe haber sido vergonzoso," comentó, imaginando la escena.
"Lo fue, créeme," —respondió Henry, entre risas. "O tal vez la vez que derramé una copa de vino tinto en el traje blanco del presidente de Ghana," añadió, mirándola con una expresión avergonzada.
"¿Estás bromeando?" —preguntó Caitlin, riéndose sin poder evitarlo.
"Lo desearía," respondió él. "Eso casi arruina un trato importante. Fue hace tres meses... y lo peor es que él solo tenía que firmar un documento, pero casi no lo logramos."
Caitlin dejó escapar una carcajada. "¡Oh, pobre presidente! Pero bueno, te entiendo, esas cosas pasan. A veces las situaciones tensas son las que causan los accidentes más memorables."
Ambos rieron, dejándose llevar por la conversación, sintiéndose cada vez más cómodos el uno con el otro.
***
Barry, parpadeando pesadamente, oyó el ladrido de Jeff, su pequeño perro blanco, que tiraba de su pantalón y lo hacía volver a la realidad. El timbre de la puerta sonó otra vez, resonando por toda la casa silenciosa.
"¿Quién será a esta hora, amigo?" —le preguntó al perro, que salió disparado hacia las escaleras. Barry se levantó con pereza y siguió a su mascota hasta la planta baja, donde el timbre volvió a sonar.
"¿Barry? ¿Hijo?" —escuchó la voz de su padre, Henry, del otro lado. Al reconocerla, se apresuró a abrir la puerta.
"Papá, ¿todo bien?" —preguntó, algo extrañado.
Henry lo saludó con una sonrisa cálida. "¿Acaso un padre no puede visitar a su hijo sin razón?"
Barry sonrió, un poco incómodo. "No es eso... solo que últimamente no vienes por aquí. Sueles avisar antes."
Henry negó con una sonrisa. "Ya sé, ya sé. No quiero incomodar, ahora que vives con Caitlin." Barry sintió una punzada de nervios al oírla nombrar, y notó cómo su padre le ofrecía algo envuelto en una pequeña bolsa de terciopelo.
"Vine a darte esto," —dijo Henry, con la voz suave y la mirada fija en el objeto que le extendía. Barry lo tomó con curiosidad, abriendo la bolsa para sacar un pequeño portarretrato. En él, aparecían él mismo de niño, su hermana Hale y su mamá, Nora, en una de las pocas Navidades felices que tuvieron antes de que el cáncer le ganara la última batalla a Nora.
"Oh, mamá..." —susurró Barry, alzando la foto. Aunque habían pasado años, el dolor aún estaba presente, aunque ahora era más como una punzada silenciosa. Ver su rostro feliz junto a los suyos le removía el corazón. Apretó los labios, tratando de contener la emoción.
Henry miró a su hijo con una expresión comprensiva. "Han pasado doce años," murmuró, "y la extraño tanto como el primer día."
"Igual yo, papá," —dijo Barry, dejando la foto a un lado, aclarando su garganta para calmar los recuerdos que le abrumaban. "Había olvidado que su aniversario es en unos días."
"Sí, yo también," —admitió Henry—. "Rose me lo recordó. Encontró unas fotos guardadas y quiso que te las diera." Henry sacó otra foto y se la mostró. En esta, Nora sostenía a un bebé de ojos brillantes y cabello castaño: Barry a los cuatro meses. Nora sonreía, transmitiendo una alegría que parecía atravesar los años.
Barry miró a su padre sin saber qué decir. Henry suspiró, sus ojos brillando con nostalgia. "Sabes... a veces, cuando estoy solo en casa, casi puedo sentir sus pasos en el pasillo. La imagino apoyada en el marco de la puerta, mirándonos jugar. Mi corazón da un vuelco, como si fuera a verla de nuevo. Pero luego, la realidad vuelve... y solo queda el recuerdo."
Barry tocó el hombro de su padre, sintiendo la soledad de esos años, del peso de la ausencia de Nora. "Papá..."
"¿Sabes? Yo pensé que esa mirada tan llena de amor que ella tenía no la volvería a encontrar en nadie más," —confesó Henry, mirando a su hijo con un brillo de serenidad—. "Pero estaba equivocado."
"¿Equivocado?" —preguntó Barry, intrigado.
"Sí. Encuentro esa misma mirada en Hale, cuando mira a Matt." Henry sonrió, moviendo la cabeza. "A veces esa hermana tuya me vuelve loco, pero es imposible no verla y recordar cómo brillaban los ojos de tu mamá. Y luego... también veo algo de ella en Caitlin."
"¿En Cait?" —dijo Barry, sorprendido, sintiendo un calor en el pecho al escuchar el nombre de ella en boca de su padre. Era raro que hablaran de ella así, de forma tan profunda.
"Sí, hijo. Hay algo en ella que me recuerda a tu madre," —dijo Henry, con un tono suave y afectuoso—. "Tiene esa misma calidez, esa fuerza tranquila. Esa capacidad de dar paz a quienes están a su alrededor."
Barry se quedó pensativo. "Creo que tienes razón... Nunca lo había notado, pero Caitlin me da una sensación de seguridad. Es algo que no había sentido en mucho tiempo."
Henry lo miró con una sonrisa sincera y emocionada. "Entonces, ¿qué estás esperando?"
Barry parpadeó, algo confundido. "¿Esperando para qué?"
"Para dar el siguiente paso, hijo. No te estás volviendo más joven," —dijo Henry con una sonrisa pícara.
Barry sonrió y suspiró, nervioso. "Papá, no puedo creer que lo esté diciendo, pero... ya estoy un paso adelante." Al decir esto, Barry se giró, caminó hasta una pequeña gaveta en el mueble del recibidor y sacó una cajita de terciopelo azul. La miró un segundo antes de abrirla y mostrársela a su padre.
Dentro, relucía un anillo con un delicado zafiro en el centro y un diseño simple y elegante, justo como Caitlin había descrito una vez, en una conversación aparentemente casual. Barry la había escuchado decir cuánto le gustaba ese estilo, sencillo y profundo, y había recordado sus palabras hasta dar con un anillo idéntico.
Henry lo observó en silencio, maravillado, mientras sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y emoción. "Es... hermoso, Barry," dijo, con un tono que transmitía más de lo que las palabras podían expresar. "Justo el tipo de anillo que ella mencionó, ¿no?"
Barry asintió, un poco abrumado. "Sí... pensé que cuando el momento llegara, debía ser algo que ella realmente amara. Algo que le demostrara cuánto la escucho, cuánto... me importa."
Henry sonrió, palmeando el hombro de su hijo. "Barry, lo que estás haciendo, es exactamente lo que tu madre y yo compartimos. Cuidarse, entenderse... y hacer que el otro se sienta escuchado y valorado." Se le quebró la voz un poco al recordar, pero se recompuso, con orgullo en los ojos. "Ella se sentirá tan especial como tu madre me hizo sentir a mí."
Barry miró el anillo, sus pensamientos llenos de Caitlin. "Gracias, papá."
***
"No lo creo aún... solo mírate," —dijo Caitlin, mirándolo con una sonrisa divertida. Henry se llevó el vaso de agua a los labios, disfrutando del momento antes de responder.
"Pues es cierto. Mi hermana solía decir que tuve el mismo peso desde los trece hasta los veinte años, o sea, que era..." —dudó por un instante, buscando la palabra precisa.
"¿Obeso?" —bromeó Caitlin, provocándole una sonrisa.
"Más bien, obesidad mórbida," —sentenció Henry, riéndose también. Caitlin no pudo contener otra carcajada, y Henry se contagió de su risa, relajándose un poco más.
"Pero tú, sinceramente, no esperaba que me respondieras así," —añadió él, con una sonrisa cálida.
Caitlin rió y bajó la mirada hacia los documentos esparcidos en la mesa frente a ellos. Después de la cena, ambos se habían quedado en la terraza privada del hotel, trabajando en algunos informes. La noche era tranquila, y la brisa fría refrescaba el ambiente.
"Lo digo en serio, Henry. Yo era la nerd oficial de la clase," —admitió ella, riendo de sí misma—. "Pero gracias a eso me gradué dos años antes que el resto."
Henry la miró con una expresión pensativa. "Y... dijiste 'era'. ¿A qué te referías?"
"Oh, solo que la vida me cambió," —respondió Caitlin, devolviéndole la pregunta sin darse cuenta. "Dijiste que solías tener una hermana. ¿Qué pasó?"
La expresión de Henry se ensombreció ligeramente, y dejó el resaltador en la mesa. "Sí, murió hace tres años en un accidente de auto." Apoyó los codos en las rodillas y miró hacia el horizonte. "Venía a pasar la Navidad con nosotros, pero..."
Caitlin notó cómo su mirada se volvía distante y el brillo en sus ojos se apagaba. "Henry, lo siento mucho," —se disculpó con suavidad—. "No debí preguntar."
Henry negó con una sonrisa tranquila. "Está bien, Caitlin. Agradezco que te intereses," —dijo, cambiando de tema con una mirada hacia el collar que llevaba. "Bonito collar, por cierto."
Caitlin sonrió, tocando el dije. "Gracias, es un recuerdo."
"¿De quién? Si no es mucha intromisión."
"Mi padre me lo dio cuando cumplí dieciséis," —explicó ella, mirando el pequeño colgante y sujetando la taza de té para calentarse las manos, ya que la brisa de la noche se hacía sentir más fría.
Al ver su leve temblor, Henry se quitó la chaqueta y se la pasó con un gesto amable y seguro. "Toma, Caitlin. Al menos si no estás cansada, déjame abrigarte."
Ella dudó un momento, pero la amabilidad en su gesto la convenció. "Gracias, Henry," —dijo, envolviéndose en la chaqueta y sonriendo con sinceridad.
Un sonido de llamada de video interrumpió el momento. Caitlin frunció el ceño y deslizó el botón de aceptar.
"¡Tienes que ayudarme!" —dijo la voz de Cisco al otro lado.
"Hola para ti también, Cisco," —respondió ella, divertida.
Henry se recostó en su asiento, sonriendo al ver el rostro de sorpresa de Cisco en la pantalla. Caitlin, entre divertida y exasperada, le preguntó: "¿Qué hizo Linda esta vez? ¿La hiciste enojar?"
Cisco sacudió la cabeza rápidamente. "No, no es eso... es otra cosa. Verás, cuando estaba en la reunión... bueno, casualmente... perdí el anillo."
"¡Cisco!" —dijo Caitlin, regañándolo en tono de broma mientras miraba su expresión de desesperación. Era tan típico de él meterse en ese tipo de líos.
"No sé dónde lo dejé. He buscado en todo el cuarto del hotel, pero no aparece. Me encantaba el modelo, y estoy atrapado aquí... Caitlin, ¿podrías comprar uno igual por mí, por favor?"
"No puedo, Cisco. Estoy llena de trabajo estos días," —respondió ella, tratando de mantener la compostura.
Cisco suspiró, frunciendo el ceño. "¿Y podrías pedirle a Barry entonces? Por favor, Cait."
"Ya veré qué puedo hacer," —dijo Caitlin antes de terminar la llamada. Bajó el teléfono y se encontró con la mirada de Henry, quien la observaba con una mezcla de diversión y respeto mientras firmaba la cuenta para el mozo.
"Podría haber pagado yo," —comentó ella, algo apenada.
"Vamos, eso no sería correcto," —replicó Henry con un tono divertido—. "Dejarme invitarte a cenar es lo mínimo."
"¿Y cómo sabes que habrá una próxima vez?" —bromeó ella, arqueando una ceja.
Henry bajó la mirada, pensativo, y luego la miró con una leve sonrisa que transmitía más de lo que las palabras podían expresar. "Dejaré que la suerte decida," —respondió con una sonrisa cálida.
***
¡Hi lovelies!
Este capitulo tiene algo de contenido nuevo.
Porfis dígame que piensan en los comentarios.
Me encanta leer sus comentarios.
All the love E. Xoxo
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