Capítulo 9
Al día siguiente, los rayos del sol que atravesaban la ventana de la habitación me despertaron. Molesta, quise girarme para seguir durmiendo. Creo que me va a explotar la cabeza... Tenía resaca y no me extrañaba, con lo mucho que había bebido la noche anterior. Cuando intenté girarme, un pequeño peso en la barriga me lo impidió. Al mirar, descubrí a Paimon, sentada sobre mi estómago y con una cara de enfado con la que nunca la había visto.
- ¿Me puedes explicar a dónde narices fuisteis ayer hasta más de las 3 de la madrugada, Amelia? -. Me lo dijo con tal indignación con la que te la diría una madre - Apestas a alcohol. Dime, por favor, que no hiciste ninguna tontería ayer. -.
Cuando dijo aquella frase, empezaron a venir recuerdos borrosos a mi mente. Me quedé en silencio, mientras recordaba, ante la mirada atónita de ella, que me miraba como si fuese un bicho raro.
En ese momento se me abrieron los ojos. No puede ser. Miré hacia la cama de Zhongli. No está aquí. Recordé la vuelta a la habitación junto a Zhongli, lo borracha que iba, cómo me cogió en brazos y, lo peor de todo, el contrato que hicimos. Mierda, mierda. Mire a Paimon, con temor.
- ¿¡Dónde está Zhongli!? -. Paimon estaba aún enfadada, pero al ver mi reacción, su cara cambió a un gesto de preocupación
- Amelia... ¿estás bien? -. Me pregunto mi amiga.
- Paimon, ayer la fastidié muchísimo. Bebí mucho y le dije a Zhongli una estupidez. ¡No sé qué hacer! -. Mi respiración empezó a acelerarse, sintiendo una sensación de ansiedad en el pecho y una angustia muy grande. Paimon se acercó a mí y me puso una mano en el hombro.
- Zhongli esta mañana se fue muy temprano. Intenté hablarle, pero...se le veía más perdido en sus pensamientos de lo habitual. No me dijo mucho. Solo que iba a pasear por la ciudad. Desde entonces, no ha vuelto. -. Se encogió de hombros - ¿Qué fue lo que pasó ayer? -.
Ante la pregunta de la pequeña, empecé a contarle todo lo sucedido aquella noche. Nuestra cena, la reunión con Venti, las copas de más y lo más importante, la vuelta a casa.
- Cuando ya estábamos en la puerta aceptó ese estúpido contrato y yo le di un beso en la mejilla y me hice la dormida como una idiota -. Hablaba muy precipitadamente, a pesar de mi resaca y mi dolor de cabeza, por la ansiedad que estaba sintiendo. Ella se rascó la nuca, incómoda, sin saber que decirme.
- Amelia, de verdad...no puedo dejarte sola. - Suspiró - Tienes que hablar con Zhongli... -. Me aconsejó, intentando mantener la postura calmada que yo no estaba teniendo - Si le ves actuar raro contigo, intenta sacar el tema de una manera poco violenta, tal vez él ni siquiera lo recuerde, él también estaba borracho, ¿no? -. Me dijo, como intentando quitarle hierro al asunto.
- Hablamos de Zhongli, Paimon. Siempre se acuerda de todo... - Suspiré amargamente - Mira, por hoy me voy a quedar en la cama, tengo una resaca horrible - Paimon suspiró y se levantó de la cama
- Como quieras. Yo me voy con Amber. Pero te cogeré mora -. Me advirtió y yo asentí. El mora era algo que no me importaba en ese momento.
Cuando Paimon iba a salir por la puerta, de repente se abrió, dándole un golpe a Paimon y haciendo que volara hasta la cama de nuevo.
- ¡¡OYE, ESTÚPIDO!! ¡¡MÁS CUIDADO!! -. Pensaba que sería Zhongli, pero tuve una fuerte desilusión al encontrarme con Kaeya en la puerta.
- Uy, lo siento -. Rió el peliazul. En el fondo, no lo sentía. Sonrió al vernos - Me han dicho que estábais aquí y me preguntaba si me ayudaríais con un tema del Gremio... -. Se rascó la nuca.
- Pero...si hemos venido aquí de vacaciones -. Le replicó Paimon.
- Lo sé, lo sé. Pero es que no hay nadie más. Desde vuestra marcha las cosas con la Orden del Abismo se han puesto muy tensas y bueno...estamos desbordados. Me preguntaba si podríais ir a la aldea Aguaclara, dicen que se han llevado a Flora, la chica de la floristería y han visto movimientos sospechosos por los alrededores -. Nos hizo un gesto de súplica - Por favor... -.
Yo suspiré, moribunda y a duras penas, me levanté y asentí. Kaeya me dio un abrazo y me revolvió el pelo en agradecimiento. Después, salió de la habitación guiñándonos el ojo.
- Amelia, eres demasiado buena -. Me replicó Paimon y yo suspiré mientras comenzaba a cambiarme de ropa.
Mientras me vestía, Paimon fue a avisar a Amber de que nos íbamos de misión y cuando esta volvió a la habitación, procedimos al lugar que Kaeya nos había indicado con la finalidad de cumplir nuestra misión. ¿Para qué querría la Orden del Abismo llevarse a una niña? Me pregunté. Aguaclara se encontraba a unos 40 minutos de la ciudad, por lo que no tardamos demasiado en llegar. Tal vez no deberíamos haber venido solas, si nos sucede algo, Amber es la única persona que sabe que estamos aquí. Preguntamos a algunas personas de la aldea, en busca de alguna pista y fuimos a dar, gracias a las pistas y siguiendo el rastro elemental mediante mi visión, con una cueva. Muy típico de la Orden del Abismo...
Nos adentramos en la cueva, sin saber muy bien qué podríamos encontrar. Paimon iba unos pasos por detrás, vigilando mi espalda, por si nos tendían una emboscada. Había unos cuantos Hilichurs con arcos y porras que cargaron contra nosotras, pero pude deshacerme de ellos con facilidad. Al avanzar un poco más, en las profundidades de la cueva, escuchamos una voz.
- ¿¡Puede oírme alguien?! -. Sin duda, esa era la voz de una niña, concretamente, la de Flora.
- Silencio, niña estúpida. O no tendré piedad en acabar con tu vida -. Esa voz metálica era inconfundible, un Mago del Abismo estaba con ella. Me paré en seco y le susurré a Paimon.
- Tenemos que darnos prisa. -.
Comencé a correr hacia la dirección en la que escuché aquella pequeña conversación, pero de repente, una gran burbuja apareció frente a mí. Mierda, casi me atrapa. Escuché un grito de Paimon y al girarme vi a dos magos a mis espaldas. La burbuja comenzó a venir hacia mí, así que agarré a Paimon y la esquivé con dificultad. Mantuve a Paimon detrás de mí, en un intento de poder defenderla, pero me di cuenta pronto de que esto no serviría de nada. Uno de los magos, desapareció y volvió a aparecer en un segundo, teletransportándose detrás de mí. Un mago cryo y otro hydro...estamos en peligro. Miré a Paimon con preocupación, sentí miedo de lo que pudiera pasar. Empezaron a caer carámbanos de hielo, invocados por uno de los magos, al suelo. A duras penas, los intenté esquivar, pero en un momento de baja guardia, una de las burbujas me atrapó, cosa que me llenó de agua y me impidió moverme. Desde la burbuja, le indiqué a Paimon que huyese. Un carámbano de hielo cayó sobre mí y me congeló. Con sus báculos, los magos comenzaron a golpearme. Hasta ahora nunca había sentido la sensación de estar dentro de un bloque de hielo que alguien rompe. Duele como el infierno. Comencé a soltar gemidos de dolor, ante las risas metálicas de los magos. Uno de ellos se percató de que Paimon intentaba escapar y se teletransportó hacia donde estaba mi amiga, para asestarle un golpe en la cabeza que pareció mortal.
- ¡¡NOOOO!! -. Solté un grito desgarrador. Mi furia hizo a mi elemento geo reaccionar, rompiendo el hielo que impedía moverme, pero todo fue en vano. Recibí un golpe en la nuca que me derribó al suelo. Sentí que perdía la consciencia.
- Misión cumplida, señorita Flora. Tenemos a la aventurera. -. Escuché una de las voces metálicas de los magos. ¿Ha dicho...Flora? En ese momento, empecé a escuchar mucho barullo, pero no podría decir de qué se trataba. Perdí el conocimiento.
________________________________________________________________________________
Mientras tanto, en la taberna de Diluc...
- Diluc, ponme un refresco...-. Una de las muchachas que Amelia me había presentado el día que llegamos entró a la taberna. Amber, creo que era su nombre. El pelirrojo le sirvió la bebida.
- ¿Cómo tú por aquí? – Le preguntó el dueño de la taberna.
- Iba a quedar con Paimon, pero me ha dicho no sé qué de una misión, que si la Orden del Abismo...blablablá. Bueno, que se ha ido con Amelia y me ha dejado tirada -. Suspiró.
Miré a Barbatos, alarmado y nuestras miradas se cruzaron en ese instante. ¿Se ha ido sola a una misión? Estaba seguro de que, si no me había buscado, fue por lo que había sucedido la noche anterior entre nosotros. Tendría que haberme quedado a hablar con ella sobre ello... Sin embargo, sabía que no estaba preparado para aquella conversación. Sabía que había aceptado aquel contrato y que ambas partes de aquel contrato terminarían por dolerme. Por toda la tierra, ¿en qué momento pensé que sería una buena idea?... Barbatos me sacó de mis pensamientos.
- Morax, ¿estás oyendo? Dicen que esa niña lleva días desaparecida y que vieron a Magos del Abismo por los alrededores. Amelia está en peligro -. Ante esas palabras, me levanté de la mesa.
- ¿Dónde está ese lugar del que habláis? -. Me dirigí al tal Diluc y a la muchacha
- ¿Aguaclara? Está a unos 40 minutos de aquí. -. Me respondió el pelirrojo
- ¿Vas a ir? -. Me preguntó la muchacha
- Sí, me marcho -. Diluc suspiró, dejando la jarra que estaba limpiando y agarrando su gran espada.
- Voy contigo -. Me dijo, desafiante.
- Yo también -. Dijeron Barbatos y Amber a coro.
Siendo un equipo de cuatro personas, creímos ser los suficientes para marchar en busca de Amelia y Paimon. No sabía cómo iba a reaccionar al ver a Amelia, ni siquiera sabía por qué me decidía a ir tan rápidamente cuando lo más probable fuera que todo estuviera bien, pero algo en mí me incitaba a moverme e ir a buscarla. Si no se encontraba bien, necesitaba protegerla, no sabía si por mantener mi conciencia tranquila o si por tenerla cerca de mí.
- Creo que no debería haber dejado que se fueran solas...tengo un mal presentimiento -. Dijo Amber.
- Ya hablaremos sobre eso cuando veamos el panorama. Igualmente, si de verdad es la Orden del Abismo la que está detrás de esto, aún yendo las dos hubieseis corrido un gran peligro...-. Le contestó Diluc, con sabias palabras.
Cuando llegamos a la aldea, decidimos preguntar a la gente por una muchacha rubia que iba con un hada. Rápidamente nos indicaron la dirección en la que habían ido, así que nos dirigimos al lugar, para acabar encontrando, gracias al rastro de elementos, con nuestras visiones, una gran cueva.
- Es aquí -. Afirmó Diluc – Es típico de la Orden del Abismo -.
Tras estas palabras, nos adentramos en la cueva. Mientras avanzábamos, veíamos un rastro de Hilichurs sin vida en el camino, algunos atravesados, heridas de espada, otros aplastados por rocas creadas con elemento geo. Amelia ha estado aquí, definitivamente. Al avanzar un poco más, dimos con una escena que me hizo hervir la sangre. Paimon yacía en el suelo, inconsciente. Tomé su pulso. Aún respira... Yo también respiré pues, aliviado. Cargué en mis brazos a la pequeña hada. Mal asunto... Mis sospechas no fallaban. Pude ver, a unos metros más allá, a dos magos que noqueaban a Amelia, esta caía al suelo, también inconsciente. Sentí que se me paraba el corazón por un momento. Me invadió la ira. Por un momento recordé la guerra de los Arcontes, pues hacía milenios que no sentía esta emoción, que no me hervía la sangre así.
- ¡¡BASTARDOS!! -. Escuché la voz del pelirrojo que me acompañaba, furioso.
- Debemos huir...-. Dijeron aquellos desgraciados. Pero no tuvieron tiempo, iban a lamentar haber atacado así a la dulce Amelia
Diluc cargó contra el mago de cryo, rompiendo su escudo al invocar un gran pájaro de fuego que hizo caer al mago al suelo, aturdido. Venti creó un pequeño cúmulo de viento que Amber incendió con su flecha, creando una ventisca de fuego que rompió el escudo del otro mago. Al ver a aquellas dos sabandijas en el suelo, decidí acabar con sus miserables vidas, porque mi rabia no podía ser contenida de otra forma. Invoqué un meteorito que desde el cielo llegó para aplastar a ambos magos, que murieron sin poder, de ninguna manera, esquivar aquello. Amber y Diluc se apartaron, algo sorprendidos. Barbatos se giró a guiñarme el ojo, indicándome su aprobación. Dejé a la pequeña Paimon en los brazos de Amber, mientras me acerqué a Amelia.
La muchacha tenía muchas contusiones, algunas partes del cuerpo congeladas. Abracé su cuerpo contra el mío, en un intento de darle calor. Lo siento, Amelia... Sentía no haberla acompañado, aunque no supiera de su partida, sentía no haber hablado antes con ella y sentía no haber llegado antes.
- ¿Zhong...li? -. Escuché un murmuro en mi oído. Era ella. Sorprendido, la miré a los ojos.
- Amelia...no te muevas. Puedes tener algo roto...tranquila -. La muchacha me hizo una leve sonrisa y acarició mi rostro para después, perder nuevamente el conocimiento. Supongo que aún está sin fuerzas...
En ese momento, vi a Barbatos salir con una niña desde una parte de la cueva que estaba oculta. ¿Era esa la niña que había venido a buscar? Barbatos la trataba sin cuidado alguno, aun siendo una cría.
- Me parece que alguien merece un castigo de unos cuantos meses si quiere que volvamos a confiar en ella... -. La niña suplicaba que le perdonase – Estaba colaborando con ellos -. Suspiró
- Dámela, voy a atarle las manos. Se la llevaremos a Jean para que le dé un escarmiento. Flora, no sé qué motivos tendrías para ayudarles, pero si no es porque has sido ingenua y te has dejado engañar, no pienses en quedarte más en Mondstadt -. Le advirtió Diluc, tajante.
Agarré a Amelia y comencé a caminar con ella en mis brazos, indicando a mis compañeros de grupo que era hora de marchar. Volvíamos ahora siete personas a la ciudad, habiendo cumplido nuestra misión y también la de Amelia. Ya estás a salvo... Pensé, mirando el rostro angelical de la muchacha.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro