Capítulo 8
Zhongli y yo salimos a las calles de Mondstadt. Era totalmente de noche, el cielo estaba oscuro y solo alumbraban el camino las farolas de la ciudad. No había ni un alma en la calle y el silencio que reinaba era entre armonioso y algo tétrico, pero lo cierto es que yo no estaba en condiciones de apreciarlo.
Intentaba caminar en una línea recta, pero el cuerpo se me iba hacia los lados. Creo que he bebido demasiado...me voy a caer si sigo así. Al notarme caer, me paré en seco y me apoyé en uno de los muros de una casa.
- ¿Amelia? -. Me preguntó Zhongli, en un tono preocupado, pero su voz sonaba algo diferente. Él también estaba borracho - ¿Te encuentras bien? -. Asentí levemente, todo me daba vueltas.
- Creo que he bebido demasiado, necesito parar o me caeré -. Reí, aunque ni siquiera me hacía gracia la situación, solo estaba borracha, tenía un tono muy gracioso al hablar - Buah, estoy fatal -. Volví a reír, sin remedio.
Zhongli se me quedó mirando y también hizo una pequeña risa, supongo que debía estar agradecida de que no hubiera nadie por las calles, porque estaba dando un espectáculo.
Mientras me intentaba estabilizar, sentí que me alzaban en el aire y de repente me encontré entre los brazos de Zhongli, agarrada como una princesa de cuento.
- Espero que no te moleste, pero creo que puedo llevarnos a los dos hasta la cama, será más rápido. ¿Te parece? -. Negué con la cabeza.
- Está bien así... -. Le sonreí y me abracé a él, completamente deshinibida por el alcohol - Hueles bien... -. Le dije, encandilada por su perfume. Le vi reírse.
- Tu fragancia normalmente también es muy agradable, pero me temo que ahora mismo el alcohol no me deja distinguirla -. Reí, nerviosa.
- Gracias... -. En ese momento, él me miró, muy serio para el número de copas que había bebido.
- Amelia, quiero ir de aventura contigo. Quiero...quiero ayudarte a encontrar a tu hermano. Permíteme ir contigo. -. Esa propuesta me pilló desprevenida. Joder, estoy demasiado borracha para esto... Tal vez él también lo estaba y por eso me lo proponía. Medité unos segundos
- Como no sé qué decirte, vamos a hacer un contrato -. Él me miró, curioso - Si durante nuestra estancia en Mondstadt... -. Me paré unos segundos y me puse roja antes de decir la frase - Te enamoras de mí...no me importará que me acompañes en mi aventura hasta que demos con mi hermano -. Amelia, sé que te vas a arrepentir de esto mañana... pensé, pero continué mi "gran" discurso - Si no, volveremos a Liyue después de dos semanas y allí, te diré adiós y no me verás más el pelo -. El Arconte Geo se paró en seco, le vi tragar saliva y mirarme fijamente. La he fastidiado. Suspiró.
- Eres radical, querida Amelia. -. Me dijo y, a pesar del alcohol, esta vez sí sentí vergüenza - Me propones el contrato que finaliza todos los contratos... -.
Me apartó la mirada y siguió caminando. No sabía qué más decirle, pasamos los pocos minutos que quedaban hasta llegar a la Academia de los Caballeros de Favonius en silencio. Al llegar a la puerta de la habitación, antes de atravesarla, me dejó delicadamente en el suelo. Creía que se me iba a salir el corazón del pecho. Quise huir, así que llevé mi mano al pomo de la puerta para abrirla, pero él puso la suya encima y con su otra mano, giró delicadamente mi rostro hacia el suyo. ¿Me va a besar? ¿¡Qué está pasando!? En ese momento, rompió el eterno silencio mientras me miraba a los ojos.
- Acepto el contrato. -. Esbozó una sonrisa y acarició mi mejilla. - Buenas noches, querida Amelia... -.
A pesar de haberme dado las buenas noches, se quedó ahí, mirándome, por su mente parecían estar pasando muchos pensamientos. Yo tampoco sabía qué hacer.
En ese momento, en un arrebato de locura, me puse sobre las puntas de mis pies y besé su mejilla con delicadeza.
- Buenas noches, Zhongli -. Decidí, ahora sí, abrir la puerta e ir directamente hacia la cama donde se encontraba Paimon, ya dormida. Opté por cerrar los ojos haciéndome la dormida.
Durante varios minutos, le escuché moverse, abrí un poco uno de mis ojos y observé que se cambiaba de ropa. Tenía algunas partes del torso envueltas con vendas, tal vez por heridas de batalla y también una constitución fuerte, como se podía observar incluso por encima de la ropa.
Mientras, en cierto modo le espiaba, pude ver que, una vez se puso la camiseta, se sentaba en la cama y se quedaba mirando hacia mi dirección. Mierda. Cerré el ojo y me hice, de nuevo, la dormida. Noté durante un rato una mirada fija en mí, hasta que decidí abrir un ojo y lo encontré también tumbado. Parecía dormido, así que decidí dormir yo también, a pesar de los nervios, la borrachera ayudó a dormirme.
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