Capítulo 6
Nos adentramos en la ciudad. Pude observar las calles de Mondstadt llenas de vida, niños jugando con pequeños molinos de viento de juguete, varias mujeres reunidas en el mercado, la forja, a mano izquierda nada más entrar y el pasillo central, que daba a una amplia plaza con bonita fuente y unas escaleras, que al seguirlas, podías llegar a la Academia de los Caballeros de Favonius, protectores de la ciudad, y más allá, la preciosa catedral de Mondstadt junto a la estatua del Arconte Anemo.
Cuando llegamos, ya era hora de comer, así que, tal y como le había prometido a Paimon, nuestra primera parada fue en el restaurante de Sara, porque le debía una invitación.
- ¡Amelia, Paimon! ¡Habéis vuelto! -. Sara se alegró al vernos. Lo cierto es que no conocíamos de mucho a Sara, pero normalmente siempre comíamos en su restaurante y de vez en cuando también le hacíamos algunos recados llevando comida a alguno de sus clientes de fuera, así que era una relación de mutuo aprecio, además, ella cocina muy bien. - ¿Qué tal el viaje a Liyue? -. Nos preguntó.
- Muy bien, Sara. Liyue es preciosa, hemos hecho muchas amistades allí. Él es Zhongli, un hombre muy reconocido en la ciudad y buen amigo nuestro -. Sara le dedicó un amable saludo, al cual Zhongli respondió también con la misma amabilidad - Hemos vuelto pero dentro de unas pocas semanas volveremos a irnos. Zhongli tenía unos asuntos pendientes y yo he aprovechado para visitaros a todos antes de intentar partir a Inazuma -. Ella mostró un gesto de preocupación ante mis palabras.
- Tened cuidado, Inazuma está cerrada ahora mismo, además, por algún motivo se han puesto estrictos sobre el tema de las visiones y no dejan entrar a nadie que tenga una sin arrebatársela -. Asentí
- Lo sé, no te preocupes. Tendremos cuidado…-. Paimon cortó nuestra conversación.
- Oye, basta de cháchara. ¡Paimon tiene hambre! Sara, hazme tu especialidad, echo mucho de menos tu cocina -. Ella sonrió y empezó a preparar
- Marchando una tostada del pescador -. Dijo, mientras nos sentamos en una de las mesas del restaurante.
Observé la ciudad sentada en aquella silla, vi algunas caras conocidas, como Katherine, la encargada del Gremio de Aventureros, que me saludó con una sonrisa desde su puesto. Lisa, la bibliotecaria de la ciudad se pasó a darme un abrazo muy fuerte que casi me deja sin aliento por un momento, también se presentó a Zhongli y se fue rápidamente a seguir con su trabajo. Kaeya atravesó la plaza, pero no nos vió. Finalmente pude ver a Amber, que, al verme, hizo una gran sonrisa.
- ¡Amelia! ¿Ya has vuelto de Liyue? ¿Vas a quedarte aquí? -. Me preguntó la muchacha. Amber fue la primera persona que conocí cuando llegué a este mundo, después de Paimon, por supuesto. Ella debía tener unos veinte años. Era una chica bastante enérgica y de pelo castaño. Muchas veces cuando he trabajado en misiones tendía a no dar con las soluciones muy rápidamente, pero siempre está dispuesta a ayudar y eso la honra como miembro de los Caballeros de Favonius.
- Sí, he vuelto, pero solo un par de semanas, no me voy a quedar. De hecho, uno de los motivos por los que estoy aquí es porque pronto partiré a Inazuma y no sé cuándo podré volver a Mondstadt -. Le expliqué. Su rostro pareció ensombrecerse ante la idea de que me fuese tanto tiempo.
- Vaya…espero que te vaya bien, igualmente. Te echaremos de menos por aquí, ya lo sabes. Espero que puedas volver cuando termines ese viaje también. -. Se quedó entonces observando a Zhongli. Es normal que llame la atención, es peculiar, no la culpo. - ¿Y tú eres? -.
- Puedes llamarme Zhongli, señorita…-.
- Amber, encantada, Zhongli -. Le tendió la mano, segura – Bueno, pues me marcho, no quiero molestaros que parece que Sara ha terminado vuestro pedido. Como estarás aquí un par de semanas, tendremos más tiempo de vernos. Si necesitas cualquier cosa, sabes dónde encontrarme -. La muchacha se fue, despidiéndose con la mano y efectivamente, segundos después, Sara nos sirvió una gran cantidad de comida. Paimon no cabía en sí de gozo
- A esta invita la casa. Porque has vuelto para vernos -. Sara me guiñó un ojo. Lo cierto es que sí me hacen sentir como en casa en esta ciudad.
Comimos muy gustosamente, sin demasiada conversación de por medio. Por fin podía relajarme, porque habíamos llegado a la ciudad y no corríamos peligro de sufrir ataques ni emboscadas de nadie. Suspiré tranquila. Ahora solo debíamos ir a los Caballeros de Favonius para dejar las cosas en mi habitación. Había dos camas, así que yo podía dormir con Paimon sin problemas.
Nos despedimos de Sara y nos dirigimos a la academia, saludé a los guardias de la puerta y nos adentramos en el lugar. Eché un vistazo al despacho de Jean, la Gran Maestra Intendente de los Caballeros de Favonius, la encontré, como siempre, con la cabeza metida entre muchísimo papeleo y llena de tareas. No quise molestarla, pero ella alzó la cabeza al notar la presencia de alguien y al verme, relajó la cara al instante para luego levantarse y venir hacia mí, visiblemente contenta.
- Amelia…cuánto tiempo. Pensaba que debías seguir con la búsqueda de tu hermano. ¿Estás bien? ¿Qué te trae por aquí? - Me preguntó, en un tono casi maternal.
- Estoy bien, Jean. No te preocupes. Solo he venido un par de semanas, es el tiempo que debo esperar hasta conseguir un transporte a Inazuma. Así que he decidido esperar ese tiempo aquí, para veros. Además, mi amigo tiene algún asunto pendiente aquí -. Jean llevaba observando a Zhongli un rato, inquieta
- Tu compañero de viaje parece bastante fuerte -. Dijo, pude notar cierta desconfianza en sus palabras
- Lo es. -. Expliqué – No te preocupes. Es un buen amigo mío, Jean. Es un noble reconocido en Liyue, uno de los propietarios de la única funeraria de la ciudad -. Siento tener que mentirte así, Jean.
- Un placer, soy Zhongli. Usted también parece ser muy fuerte, señorita Jean -. Se presentó Zhongli. Pude ver que Jean se relajaba un poco, ella le hizo una sonrisa.
- Gracias, señor Zhongli. -. Se fijó en que aún llevábamos nuestro equipaje - ¿Vais a quedaros en tu habitación? -. Preguntó y yo asentí – Perfecto, pues si necesitáis cualquier cosa, podéis decírmelo, estaré encantada de ayudar a un viajero y amigo de Amelia -. Nos despedimos de ella.
Era normal que Jean se preocupase por la gente que traía conmigo. Al fin y al cabo, el peso de la ciudad de Mondstadt está sobre sus hombros. Todo el mundo confía en los Caballeros de Favonius, pero, sobre todo, en Jean. Es lo que tiene que venga del clan más prestigioso y antiguo de la ciudad. Su título ha pasado de generación en generación en su familia, desde los tiempos de la guerra de los Arcontes, en la que lucharon Venti y el mismo Zhongli. Jean era una chica de cabellos rubios y ojos azules, debía tener una edad cercana ya a los 30 años, aunque tal vez su madurez y templanza me engañaban. Era perfecta en sus modales. Para ella, más que lo que debía hacer una dama, por delante estaba lo que debía hacer un caballero y siempre estaba dispuesta a hacer lo que fuera por ayudar, siempre me ha gustado definirla como un ser de luz. Llevaba el lema de su linaje por bandera “Por Mondstadt, como siempre.”
Tras dejar las cosas en la habitación, me senté en la cama, cansada. Le indiqué a Paimon que se quedase también conmigo en esa cama. Era suficientemente grande para las dos. Mientras, Zhongli se sentó frente a nosotras en la otra cama, se me quedó observando fijamente y no pude evitar mirarle de vuelta al notar su mirada penetrante. Hubo un gran silencio.
- Ahora entiendo por qué me dijiste que te gustaba más Mondstadt cuando hablamos aquella vez -. Recordé aquel momento y sonreí – Mondstadt es como un hogar para ti. Todo el mundo te aprecia aquí. – Esbozó una sonrisa – Bueno, no es de extrañar. Eres un ser muy especial, querida Amelia. Cada día me lo demuestras más -. Sonreí, tímida. – Esta ciudad ha cambiado mucho y al igual que Liyue, sus gentes han evolucionado, ya no necesitan de la protección de ningún Arconte para sobrevivir. Aunque con lo despreocupado que ha sido siempre Barbatos, casi me sorprende que la pobre gente de Mondstadt haya sobrevivido -. No pude evitar reír un poco. Si es cierto que, en comparación con Zhongli, Venti prefería dedicarse a beber y tocar, lo suyo nunca fue llevar una ciudad. Vi a Paimon también divertida ante las palabras de Zhongli.
- Bueno, supongo que Barbatos nunca reinó aquí, pero los vientos de sus alas llegaron al corazón de toda la gente de Mondstadt. También tengo entendido que Venti sí protegió a los habitantes de esta ciudad. De buena mano lo sé. Supongo que cada Arconte tiene sus formas de proceder en eso…-. Paimon asintió ante mis palabras, mostrando su acuerdo conmigo.
- He venido aquí porque un día me dijo que cuando dejase de vivir en la esclavitud de ser un Dios y terminase mis deberes como deidad, volviese a verlo y bebiésemos como solíamos hacerlo antes los Arcontes. Aunque ya no vengan los Arcontes, ni sean los mismos vinos -. Suspiró, melancólico. – Bueno, también me debe algunas cosas, pero eso prefiero tratarlo directamente con él. Es cierto que me gustaría dar una vuelta por Mondstadt, pero ¿Tienes idea de donde podemos encontrar a ese bardo? -. Reí levemente.
- Tranquilo, ten por seguro que tenemos tiempo para ver Mondstadt y buscarle. Aún deben ser las 5 de la tarde…hasta la noche no creo que lo encontremos. Estará en la taberna del señor Diluc. -. Zhongli resopló, incrédulo,
- Este Bárbatos es incorregible… - Suspiró, mientras se levantaba – Bueno, pues muéstrame tus grandes talentos de aventurera y guía. Vayamos a dar una vuelta por Mondstadt -.
- ¿Eh? Jo, Paimon no quiere ir a ver la ciudad. Ya la tiene muy vista…-. Empezó a abrir mi alforja – Me temo que tendré que cogerte algo de mora e ir por mi cuenta - Rió con malicia – Espero que lo paséis bien – El hada se fue sin que pudiese reprocharle nada, yo suspiré.
- No te preocupes, vayamos solos – Me dijo Zhongli, así que accedí a salir. Cuando atravesamos la puerta de la academia me sonrió – Te agradezco que accedieses a mi petición de acompañarme a esta ciudad, es interesarte ver cómo te relacionas con la gente. Creo que es así como se conoce a las personas. -.
- De nada, siempre es un placer viajar contigo -. Nos sonreímos, mientras caminábamos por la bella ciudad de la libertad, iluminada por el atardecer. Fue así como terminé haciéndole una ruta turística al Arconte Geo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro