Capítulo 15
Nota de la autora: En este capítulo hay una escena de sexo. Si eres menor, por favor, no lo leas. Si aún así realizas la lectura, queda bajo tu responsabilidad. Espero que os guste, os dejo con el capítulo 15.
El día había llegado, debíamos volver a Liyue para que pudiera emprender mi viaje a Inazuma. Nos despertamos con algo de resaca, al menos yo. Paimon estaba cansada, pero acabó revoloteando a los 20 minutos con toda la energía que una niña pequeña e hiperactiva podría tener. Por mi parte, yo poco a poco conseguí reunir todas las cosas que necesitaba para emprender el viaje. Dejamos la habitación, con cierta pena y al salir, Lisa y Jean, que se encontraban en el despacho, salieron a despedirnos. Continuamos el camino hacia la salida de la ciudad.
Sara salió de la tienda cuando nos vio pasar, se acercó a darme un paquete con comida. Me dijo que era un regalo para el camino y que nos deseaba un buen viaje. Le dimos las gracias, finalmente salimos de la ciudad y nos encontramos finalmente a Venti, que le dio una bolsa con moras a Zhongli. Al parecer va a pagar parte de sus deudas... Zhongli le tendió la mano a Venti, pero este se la apartó y le dio un abrazo, los vi sonreír. Fue un momento muy bonito. Acto seguido, el Arconte Anemo también me abrazó a mí y se despidió de nosotros. Me gustaría quedarme a vivir en Mondstadt, si algún día encuentro a Aether y podemos vivir en algún lugar...
Mientras caminábamos, ya habiendo cruzado el puente de Mondstadt, hacia Liyue, solo era capaz de pensar en todas las cosas que habían sucedido durante tan solo dos semanas. Era increíble el lazo que había forjado con el que ahora caminaba junto a mí y lo mucho que, ahora, me sentía incapaz de irme lejos de su lado y sin embargo... Me siento tan lejos de él, finalmente no hablamos de nada y, ahora, tengo que irme a Inazuma...mucho me temo que nuestra despedida se dio ayer con aquel beso y no debo esperar más...
El camino hasta la Posada Wangshu, donde debíamos realizar nuestra primera parada, constaba de unas 6 horas, las cuales, en su mayoría, pasé en mis pensamientos. Paimon de vez en cuando se ponía delante de mí, notándome ausente. Me resultó algo molesto que Zhongli, con lo que adoraba comentar cosas sobre el paisaje y la historia de las cosas, no abrió la boca en ningún momento, más que para decir algún que otro monosílabo, contestando a las preguntas de Paimon.
La pobre Paimon parecía pasarlo mal, encontrándose entre una pareja de dos personas que no se querían ni mirar la una a la otra. Finalmente, optó por coger la comida que nos había dado Sara y empezar a comer, mientras caminaba en silencio con nosotros.
Las eternas seis horas de camino hacia la posada, llegaron a su fin. Ya era de noche, así que decidimos pedir dos habitaciones. Paimon y yo compartimos una habitación con una cama de matrimonio y Zhongli se fue a otra, que se encontraba en nuestra misma planta, a unas cuantas puertas. Bajamos a cenar y a pesar de que Paimon fue al cuarto de Zhongli para avisarle, mi compañera me dijo que nadie contestó al otro lado de la puerta. ¿En serio me está evitando de nuevo? La actitud que estaba llevando empezaba a molestarme mucho. Ni siquiera me importa si no me corresponde, pero podría dejar de evitarme de esta manera, al fin y al cabo, no vamos a volver a vernos en cuanto deje Liyue
Paimon estaba muy preocupada por mí y no era para menos, me había pasado todo el día callada y como en otra parte.
- Paimon cree que deberías hablar con él, Amelia... -. Me aconsejó mi amiga – Pronto partiremos a Inazuma y a Paimon no le gustaría verte así durante todo el viaje. No lo mereces, ¿no crees? -.
Asentí, ni siquiera le respondí, pero sabía que tenía razón. No merecía aquello y estaba dispuesta a demostrarle a aquel Dios de lo que esta mortal estaba hecha y lo que era la rabia de una humana. Me había cansado de amabilidad.
Terminamos de cenar, pero yo apenas había tocado el plato, lo cierto es que no tenía mucha hambre, solo quería hablar con Zhongli y que el día terminase lo más pronto posible para poder irme lejos. Aunque en el fondo, no quiera irme... Volvimos a la habitación y nos colocamos la ropa para dormir. Me acosté junto a Paimon y me quedé observando el techo, mientras pensaba en si dirigirme a su habitación, o no. Me quedé unos minutos dándole vueltas a aquella idea. Miré a Paimon, pero ya estaba dormida. Sonreí al ver su carita y le acaricié la mejila, con cuidado de no despertarla. En ese momento, suspiré. Vamos, Amelia. Me levanté de la cama y me dirigí directa a la habitación de él. Toqué la puerta., pero nadie contestó. Tras unos minutos esperando, volví a tocar. Sin respuesta...claro. Si a Paimon no le ha respondido, no sé qué me hace pensar que a mí me abriría. Está claro que no quiere hablar conmigo...
- ¿Amelia? -. Una voz me sacó de mis pensamientos. Me giré. El Arconte Geo se encontraba justo detrás de mí. No pude evitar sobresaltarme un poco ante lo inesperado de su llamada, pero él continuó - ¿Qué haces aquí? -. Me preguntó. Yo fruncí el ceño sin poder evitarlo. Él tenía mala cara, parecía que tampoco lo estaba pasando bien con esta situación.
- Tenemos que hablar -. Él me apartó la mirada y suspiró, entrando al cuarto y dejándome pasar tras él. Le indiqué que se sentara en la cama y sin sentarme a su lado, comencé a hablarle a la cara – Mira, no sé qué te pasa. Desde que sucedió aquello en Espinadragón, todo son caras largas, siempre me evitas y no existe tema de conversación alguno entre nosotros. Estoy cansada de tener que ir detrás de ti, estoy cansada de sentir esa frialdad tuya que me hace tener la sensación de que no te importo y, sobre todo, estoy cansada de tu amor a medias. ¿Por qué tenías que jugar conmigo así aquella noche? ¿Acaso crees que haber sido un Dios te da derecho a hacer lo que quieras conmigo? Pues ya te digo que no. No necesitaba tu amor en el momento en que hicimos el contrato y no lo necesito ahora, así que te pido que dejes de girarme la cara y de evitarme cada vez que quiero hablar contigo -. Le dije, en un tono algo elevado, estaba muy enfadada. Él no dijo nada, se quedó callado, mirando al suelo y escuchando mi sermón - ¿No me vas a decir nada? -. Reproché y le escuché suspirar. Tras un par de segundos esperando su respuesta, hice un profundo suspiro yo también – Muy bien, pues nada, que descanses, Zhongli -. Me giré, enfadada, totalmente dispuesta a salir, pero su mano agarró mi muñeca y tiró de ella hacia él. Su gesto fue fuerte, paró mis decididos pasos y terminé entre sus brazos.
- A-amelia...-. Me agarró con mucha fuerza, como si fuese lo más preciado que tenía en ese momento, como si no quisiera que me marchara nunca de allí. Miré su rostro, tenía lágrimas en los ojos – Amelia... -. Le escuché sollozar y me partió el corazón. Le miré, confusa, perdida – Por favor, Amelia, perdóname...no...no quiero perderte -. Toda la rabia que había en mi se evaporó en aquel preciso momento. Le quité las lágrimas de los ojos y esperé a que sus sollozos cesaran. – N-no me puedo permitir...perderte...así -. No sabía si aquello me lo decía a mí o se lo estaba diciendo a él mismo, intentando convencerse de ello, pero sus palabras sonaban sinceras, además, era la primera vez que veía llorar a Zhongli. Sus lágrimas habían roto mi corazón más que todo lo que estos días lo hicieron.
- Está bien... -. Le dije, dedicándole una pequeña sonrisa. Le besé en la mejilla con dulzura. Él parecía ahora más calmado y también me dedicó una sonrisa.
De repente, se hizo el silencio en la habitación. Era tarde, todo el mundo dormía y no se escuchaba más que el soplar del seco viento de Liyue. Zhongli aún tenía entre sus brazos, sentados sobre la cama. Esta vez sus ojos sí miraban a los míos. Aquel momento, en la intimidad, junto a él, solo me hacía desear besarle. Mordí mi labio inferior involuntariamente y mis ojos, comenzaron a observar sus labios. Una de las manos de Zhongli acarició mi mejilla, pasando su dedo sobre mis labios. Sosteniendo mi barbilla con cuidado, comenzó a acercar mis labios a los suyos. Mi respiración ya comenzaba a ser algo irregular. Él giró levemente la cabeza y miró una última vez a mis ojos, como pidiendo un permiso que ya tenía concedido, pero yo asentí para ver que tenía mi aprobación. Finalmente me besó con dulzura. Sin embargo, los siguientes besos fueron seguidos de una pasión abrumadora. Él introdujo su lengua en mi boca, nuestras lenguas comenzaron a juguetear entre ellas. Ambos suspiramos al dejar salir aquella tensión acumulada en nuestros cuerpos y también debido al placer. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo. Con suavidad, pero seguras, las introdujo bajo mi camiseta, acariciando mi espalda y pegando su cuerpo un poco más al mío. Yo también acaricié su cuerpo, lo cierto es que el cuerpo de Zhongli era digno de admirar, era musculoso, pero no demasiado y su espalda era muy ancha. Sus brazos eran fuertes y me rodeaban por completo, algo que haría sentir seguro a cualquiera. Sus labios comenzaron a bajar desde mi boca a mi cuello, cosa que hizo que mis suspiros comenzaran a aumentar su intensidad, inevitablemente. Retiró unos segundos su cabeza de mi cuello para quitarme con cuidado la camiseta. Miré sus ojos ámbar, que brillaban ahora con mayor intensidad que nunca, como los ojos de una bestia que se proponía devorar a su presa. Lo cierto es que no me disgustaba la idea de ser esa presa. Comencé a deshacer el nudo de su corbata y a desabrochar su camisa mientras le besaba, estando sentada sobre él, pude notar entre mis piernas que él deseaba tanto que llegara este momento como yo, o al menos la dureza de su entrepierna así me lo demostraba. Sentirle así me encendía todavía más. Deseaba que fuera mío y ser suya. Después de tanta frialdad entre nosotros, solo deseaba fundirme con él, tenerle más cerca que nunca. Mis caderas se movían estando encima suya, como jugando con él, provocando que su desesperación y deseo aumentaran. Desabroché el cierre de su pantalón y bajé su cremallera. Me levanté un momento para deshacerme también de mis pantalones, mientras él se quitaba los suyos y volví a sentarme sobre él. A pesar de nuestra ropa interior, podía sentir claramente su miembro en mi entrepierna. Poseída por la pasión, le tumbé sobre la cama y comencé a recorrer su cuello con mis besos. Los pequeños suspiros de Zhongli, que acababan por convertirse en gemidos me hacían enloquecer. Mordí el lóbulo de su oreja y comencé a realizar un camino de besos por su pecho y su vientre, finalmente, mi cara terminó junto a su miembro, el cual podía percibir perfectamente bajo su ropa interior, lo acaricié con cierta inseguridad sobre la ropa y pude ver que él tenía un pequeño sobresalto, mientras gemía.
- Ven...-. Me susurró, invitándome a tumbarme junto a él. Obedecí y me tumbé a su lado. Me besó, de nuevo con dulzura – Eres preciosa, Amelia... -. Me susurró al oído, mientras notaba su mano bajar por mi torso hasta mi vientre bajo. Al llegar a mi entrepierna, comenzó a besarme y acariciarla con suavidad sobre mi ropa interior. No podía evitar ahogar mis suspiros en sus besos.
Finalmente introdujo su mano bajo mi ropa interior, sus dedos jugaban en mi entrepierna, haciéndome perder la cordura. Mis piernas se abrían involuntariamente al movimiento de su mano. Optó por terminar quitándome la última prenda de ropa que me quedaba, para volver a poner su mano donde antes se encontraba y comenzar a besar mis pechos.
Decidí aventurar mi mano bajo su ropa interior y le vi ahogar un gemido en mis senos mientras dejaba los ojos en blanco durante unos segundos por el placer. Finalmente, él también se deshizo de su ropa interior. Pude verlo por fin en todo su esplendor, debo decir que imaginaba que Zhongli era perfecto, pero aquella imagen superaba todas mis expectativas. Él comenzó a besar de nuevo mi cuello y bajó por mi torso hasta encontrarse con mis partes. Abrió ligeramente mis piernas e introdujo su lengua en ellas. Tapé mi cara con vergüenza y también con el fin de ahogar mis gemidos en mis manos, que se me escapaban sin que pudiera evitarlo. El placer que me proporcionaba su lengua era demasiado, sentía que, si continuaba con ello, terminaría muy rápido.
- Z-zhongli...para -. Le supliqué – Para , por favor...no quiero...aún -. Él obedeció mis súplicas y se apartó con cuidado. Se acercó a mi oído.
- Necesito hacerte mía, Amelia... lo necesito -. Me susurró, mientras olisqueaba mi cuello, casi en un instinto animal. La pasión nos desbordaba. Entendía su necesidad perfectamente. Yo también lo necesitaba.
- Hazlo, por favor... -. No necesitó que más palabras salieran de mi boca. Entrelazó los dedos de sus manos con las mías y se puso encima de mí, mirando directamente a mis ojos.
- Amelia...te quiero... -. Susurrándome aquello y haciendo mi corazón volcar, se hizo uno conmigo.
Hubiese querido con todas mis fuerzas que aquella noche fuera eterna, pero como todo, después de estar un tiempo fundiéndonos el uno con el otro, terminamos, satisfechos. Caímos sobre la cama, exhaustos, intentando recuperar nuestra respiración, después de aquel acto. Él me abrazó de nuevo, como si fuera algo frágil y yo me dejé proteger entre sus brazos. Tras algunos pequeños besos y caricias, terminamos dormidos, abrazados el uno al otro.
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