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Capítulo 11

A la mañana siguiente, algunos dolores corporales hicieron que simplemente no pudiese dormir más, aunque me hubiese gustado dormir todo un día, debido al cansancio acumulado. Al mirar a mi alrededor, me encontré sola en la habitación. Zhongli debe haber salido... Decidí simplemente quedarme en la cama, porque tampoco podía cambiarme de ropa para salir y además Bárbara me había dicho que guardara reposo. Iré a ver cómo está Paimon por la tarde... Estuve durante un rato observando el techo de mi habitación. También recordé que Zhongli me había dicho justo la noche anterior que debíamos hablar sobre "aquello". Espero que no esté huyendo de mí. Por un momento, temí, pero antes de que mis pensamientos pudieran ir a más, vi la puerta abrirse. Era él.

- Vaya, ya has despertado -. Me sonrió – Había ido a la tienda de Sara a pedir algo para desayunar -. Me tendió la bolsa – Espero que no te importe que haya gastado tu dinero... -. Se llevó la mano a la nuca, avergonzado. Yo negué con la cabeza y le sonreí. Creo que es la primera vez que me traen el desayuno a la cama...

- Está bien, además estoy segura de que no has comido nada desde ayer -. Él me apartó la mirada. Sin decir más, decidí abrir la bolsa y tenderle uno de los panqueques. Eran esponjosos y deliciosos, pero con lo hambrienta que estaba, incluso una piedra me hubiese parecido buena. Cuando terminamos de desayunar, me dirigí a él.

- No pienso salir mucho hoy, a excepción de esta tarde, para visitar a Paimon, así que no tienes por qué quedarte aquí todo el rato -. Lo cierto es que me gustaba su compañía, pero no quería obligarle a estar ahí. Él negó con la cabeza

- Ayer ya pasé bastante tiempo fuera. Creo que Barbatos no me echará demasiado de menos si no le veo durante un par de días para cuidar de ti -. Le sonreí, tímida. Hubo un silencio en el que él pareció quedarse pensativo sobre sus siguientes palabras – Amelia... - Comenzó él, sentándose en su cama para continuar hablándome – Hace dos días te acepté un contrato, que no sé si podré cumplir. Sé que ahora no lo parece, pero he vivido demasiados años. Con el paso del tiempo, cada vez se me ha dado peor todo lo relacionado a los sentimientos. Llega un punto en que no te queda demasiada gente con la que compartir una intimidad. Hace muchos años que rehusé del amor -. Me explicó. Noté mucha pena y melancolía en sus palabras - No me malinterpretes...yo no me atrevería nunca a rechazarte, pero lo cierto es que no sé qué hacer... - Hizo un silencio, realmente le estaba costando decirme todo aquello – Solo sé que quiero tenerte cerca. Tu compañía es algo que hace mi vida más alegre. Pensar que en estos pocos años que me quedan, ahora que soy mortal, he tenido la suerte de conocer a alguien como tú, me hace pensar que hice lo correcto en abandonar la vida de deidad y vivir como una persona normal -. Suspiró, algo tenso – No sé qué puede pasar, Amelia, de veras, pero permaneceré a tu lado el tiempo que me esté permitido -.

Tras su discurso, ni siquiera sabía qué podía responder. Había dicho tantas cosas, que me había revuelto todas las emociones. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. ¿Cómo pretende que yo responda a todos estos sentimientos? Ni siquiera me salen las palabras. Me dolía el corazón verle sufrir, parecía perdido, una expresión que nunca había visto antes en él. Decidí levantarme de la cama e ir hacia él. Pareció sorprenderse al ver que me acercaba a él. Le abracé contra mi pecho y apoyé mi cabeza sobre la suya. Me quedé así durante unos segundos.

- Está bien, no sufras -. Le susurré. Él correspondió abrazando mi cintura con delicadeza – Intentemos pasar una bonita estancia en Mondstadt -.

- Gracias... -. Me susurró él.

En ese momento, vimos la puesta abrirse y pude ver a Venti, que se nos quedaba mirando con una mirada insinuante. Zhongli y yo nos separamos y yo le saludé. El bardo se dirigió a nosotros.

- Venía a ver cómo estaba Amelia, pero...si interrumpo algo, me voy -. Dijo, en tono burlón. Yo rodé los ojos ante sus burlas y Zhongli le echó una mala mirada, visiblemente molesto.

- Ya me encuentro bastante mejor, Venti. Gracias -. Me senté en la cama y le indiqué que se sentara a mi lado – Gracias por venir a rescatarme. No pensé encontrarme con dos magos del abismo en aquel lugar -. Suspiré – Por cierto... ¿Qué ha sido de Flora? -. Venti chasqueó la lengua

- Esa muchachita está teniendo el castigo que merece -. Sentenció – Se la llevamos a Jean y la interrogó...parece que la sobornaron y la muchacha aceptó porque se pensaba de verdad que no nos harían daño. Pero claro...era obvio que no iba a ser verdad. Jean la ha encerrado en el calabozo durante un mes, solo saldrá para realizar tareas para la ciudad, así aprenderá la lección. Los magos le dijeron a Flora que querían llevarte con ellos, pero estoy seguro de que querían tu cabeza. La utilizaron. -. Me explicó y un escalofrío me recorrió el cuerpo – No te preocupes, no volverán a enviarte a misiones relacionadas con la Hermandad del Abismo -. El bardo se sentó junto a mi y me puso la mano en el hombro – Creo que van tras tu poder, Amelia, debes tener mucho cuidado en tu aventura – Me advirtió Venti – No debes ir sola por ahí, Amelia, sé que tienes facilidad para encontrar a gente que te acompañe, pero debes tener mucho cuidado -.

- Está bien, Venti, intentaré tener cuidado...-. Le dediqué una sonrisa con intención de calmarle.

- No va a estar sola, Barbatos -. Zhongli le dijo eso a Venti, sin embargo, su mirada permaneció fija en mí, serio. ¿Acaba de mandarme una indirecta un dios? ¿O es que me estoy volviendo yo loca? Venti hizo una sonrisa burlona ante su comentario

- Ya, alguna idea me hago, pero bueno...-. Rió y esta vez Zhongli sí que cambió su mirada hacia al bardo, suspirando molesto – Yo solo digo -. Se levantó, como queriendo quitarle importancia al asunto – Bueno, ¿vamos a comer? Sería bueno que te diese un poco la luz del sol, muchacha -. Se dirigió de nuevo a mí el Arconte Anemo, yo medité un poco mi respuesta y finalmente acabé asintiendo. Supongo que así podré despejarme un poco antes de ver a Paimon... - Bueno, os espero allí "parejita" -.

- ¡Barbatos! -. Zhongli le regañó esta vez y escuché a Venti reírse mientras se iba corriendo. Maldito Venti, es un desgraciado cuando quiere.

En ese momento me encontré con la mirada de Zhongli, se sonrojó y luego me miró de arriba abajo, como pensando si hacer una pregunta. Me miré en el espejo en frente de mi cama y comprendí en ese momento que era hora de cambiarme. Otra vez el espectáculo... Me levanté de la cama y agarré mis ropajes de aventurera, sabía que iba a ser un momento incómodo por todos los comentarios de había hecho Venti, sin embargo... ¿A qué se refería con "No va a estar sola"? Una vez me saqué el pantalón y me puse el otro, me acerqué a él para tenderle mi camiseta. Me quitó la camiseta con delicadeza.

- ¿Entonces, no voy a estar sola? -. Le pregunté, en un tono burlón. Si así obtengo una respuesta... Él esta vez mantuvo la mirada fija en mí. Ahora Venti tendría muchos motivos para malpensar. Se sonrojó y carraspeó, con una sonrisa tímida.

- Amelia, no te burles de mí...-. Me puso la camiseta, y se separó de mí – Marchemos a comer, vamos...-. Había que intentarlo... Sin decir más, cogí mis cosas y él abrió la puerta de la habitación para mí.

Llegamos al restaurante de Sara y allí se encontraba Venti, que ya había pedido, así que nos sentamos a comer junto a él. El Arconte Anemo me preguntó sobre mi pequeña compañera, le comuniqué que iría a verla después. Zhongli y Venti mantuvieron una conversación distendida en la cual, de vez en cuando, este último le soltaba alguna indirecta sobre nosotros al primero. Cuando terminamos de comer, Venti pagó su parte y la de Zhongli, como le prometió en su día. Después, el bardo se despidió de nosotros. Nos dirigimos a la catedral, con el fin de ir a visitar a Paimon. Cuando llegamos, Bárbara parecía estar ocupada con otros pacientes, así que no la molestamos y me acerqué directamente a Paimon. Acaricié la cabeza de la adorable hada cuidadosamente y sonreí con algo de pena por verla así.

- Creo que voy a dejaros solas, iré a dar un paseo, volveré luego. Si no estás cuando vuelva, iré a la habitación -. Me dijo Zhongli, yo asentí y le vi marcharse. Parece que le apetece estar solo. Lo comprendo. Agradecí el tiempo a solas, necesitaba meditar todo lo que había pasado. Me senté en una silla al lado de la cama de Paimon y aún sentada me recosté en los pies de la cama, observando a mi amiga.

- Paimon, no tardes mucho en despertarte...no sé qué hacer sin ti. Todo se me está complicando. Además, me dijiste que ibas a guiarme en mi aventura, que tú me ayudarías a encontrar a Aether, ¿lo recuerdas? -. Suspiré, triste – No me hagas esperar mucho...-.

Me quedé en la sala de enfermos bastantes horas. De vez en cuando hablaba con Paimon, aunque sabía que no me escuchaba. Pude notar que los latidos y la respiración de Paimon eran bastante más regulares y calmados que el día de ayer. Parece que está mejorando. También Bárbara se pasó a hablar conmigo durante un rato, pero tuvo que irse a seguir atendiendo al resto de gente.

Ya bien entrada la tarde, alguien tocó mi hombro izquierdo. Por un segundo pensé que Zhongli había vuelto de su paseo, pero me giré y vi a Amber a mi lado, que me sonreía.

- Te veo triste, Amelia...-. Me dijo la muchacha. Yo le dediqué una sonrisa.

- Un poco, llevo aquí un rato. Echo de menos a este bichito -. Dije, en referencia a Paimon y vi a Amber reír.

- Yo también la echo de menos - Suspiró – Parece que se va a encontrando mejor, pero no quiere despertarse -. Asentí

Estuve durante un buen rato hablando con Amber, la cual se sentó junto a mí. Ella también era una buena amiga de Paimon, así que entendía que también se encontrara preocupada por ella. La arquera y yo nos quedamos en la catedral hasta que nos fijamos en que empezaba a anochecer, así que decidimos salir. Pasamos a pedir algo de comida en el restaurante de Sara y nos la comimos de camino a las habitaciones. Al llegar a la planta de arriba, ya en la academia, nos despedimos.

Dejé mis cosas en un rincón y me tiré en la cama. Zhongli todavía no ha vuelto, por lo que parece... Lo cierto era que después de la conversación que había tenido con él, ya no sabía cómo tratarle. ¿Cómo se suponía que debía tomarme sus palabras? ¿Qué quiso decir con que no iba a estar sola? Al fin y al cabo, fue él quien dijo que no podía cumplir con el contrato y sin embargo, le dijo eso a Venti. Este hombre me confunde demasiado...

Mientras pensaba en mi cama, escuché la puerta abrirse, de nuevo, esperaba encontrarme a Zhongli, pero fue Diluc el que entró a mi habitación.

- ¿Diluc? ¿Qué haces aquí? -. Le pregunté, curiosa

- Perdona que venga a esta hora, no he podido escaparme antes de la taberna -. Se cruzó de hombros – Solo quería comprobar que te encontrabas bien -. Asentí, sin mucha energía.

- Lo voy llevando -. El hombre me miró y se cruzó de hombros.

- No pareces muy convencida -. Miró a mi alrededor - ¿Y Paimon? -. Preguntó y mi rostro se ensombreció. Le aparté la mirada

- Aún no despierta -. Comprendió entonces el porqué de mi tristeza.

- ¿Y él? -. Preguntó, refiriéndose a Zhongli. Suspiré y me encogí de hombros

- No lo sé, dijo que se iría a pasear y aún no ha vuelto -. El pelirrojo frunció el ceño.

- Pues no sé qué hace paseando, estando tú así, pero bueno -. Reí ante el cabreo de Diluc.

- No te preocupes, Diluc, no necesito que me cuide nadie. Solo echo de menos a Paimon -. Él enarcó una ceja. Me hacía gracia cuando se ponía en modo paternal

- Si tu lo dices, te creeré, pero creo que me quedaré a hacerte compañía hasta que él llegue -. Se sentó en la cama de Zhongli y continuamos hablando, sin más.

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Mientras tanto, Zhongli...

Salí de la catedral y me fui a pasear por Mondstadt. Pasear por las calles de Liyue siempre me había calmado, así que, aunque no fuese Liyue, asumí que un poco de tranquilidad no me vendría mal.

Comencé a recordar la conversación que había tenido con Amelia y sentí algo de angustia. Sabía que no era capaz de corresponder a los sentimientos de la muchacha, pero también sabía que ella era mi debilidad. Tal vez mis traumas del pasado me impiden poder querer de nuevo, como solía hacerlo antes de la guerra, antes de perderlo todo. Me dediqué a dar vueltas por la ciudad, también salí de Mondstadt y rodeé la ciudad por fuera, perdido en mis pensamientos, sin ser consciente del tiempo que pasaba.

Cada vez que veía esa dulzura y luz que transmitía Amelia, no podía evitar recordarla. Guizhong...Si hubo una mujer a la que amé, fue aquella adeptus que vivió en lo que podríamos considerar mi adolescencia o juventud, aún cuando era un Dios. Ella era mi fiel ayudante, mi mano derecha y la alegría de todos los días, es por eso por lo que Amelia me recordaba a ella. Amelia tiene esa capacidad de alegrar mis días, incluso ahora, cuando pienso que la vida ya no tiene demasiado sentido, ella le da el sentido a mi vida mortal. Amarla sería mi perdición. Sabía que, si Amelia desaparecía tras haberla amado, no iba a ser capaz de perdonarme, así que prefería no acordar ninguna relación, prefería reprimir todo sentimiento antes que volver a vivir aquello, antes de que algún desastre se llevara de nuevo todo aquello que amaba. Prefería dejarla ir antes de tener que volver a vivir aquello.

Cuando quise darme cuenta, la noche había caído. Maldita sea, he dejado a Amelia sola todo este tiempo. Estaba seguro de que ya no se encontraba en la catedral, así que me apresuré directamente hacia la academia. Al llegar a la habitación, escuché voces dentro. Parece que está con alguien. Entré y encontré al tal Diluc sentado en la que era ahora mi cama junto a Amelia, parecían pasarlo bien. ¿Qué hace este hombre aquí tan tarde? Carraspeé.

- ¿Interrumpo algo? -. Pregunté, intentando tener el tono más amable posible.

- ¡Hombre! -. Dijo el pelirrojo – Por fin llega el noble de Liyue. Estaba esperando a que llegaras para irme - Miré a Amelia que parecía algo tensa por la situación – Para ser noble, tienes poca idea de lo que es cuidar a una dama...y eso que a mí nunca se me ha dado bien -. Me lanzó aquella indirecta, mirándome de arriba abajo – En fin... un placer, Amelia. Me lo he pasado bien contigo. Espero que te encuentres mejor durante estos días. Nos vemos -. El muchacho se fue y yo suspiré, conteniendo mi furia hacia él. Realmente quería despertar mi furia ese desgraciado...

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