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☠|CAPÍTULO DIEZ

Maratón 3/?

Aún no estoy seguro si la decisión que tomé fue la correcta, pero soy un hombre de palabra y lo que digo lo hago.

Firmé con Francesco y le aseguré que me casaría con su hija y le ayudaría a proteger a su familia, con la condición de que él debía firmar un documento donde me cedía dos rutas en Campania, el hombre no dudó en aceptar mis condiciones y firmó de inmediato.

Luego de dejar todo firmado regresé a Sicilia porque ya había descuidado durante mucho tiempo mis negocios y tenía que cumplir la promesa que le hice a mis hermanas.

—¿Estás seguro de que las quieres llevar? —me pregunta nuevamente mi madre y asiento.

—Siempre cumplo mis promesas y ellas decidieron ir allí, así que las llevaré.

—Pero esta promesa la estás cumpliendo con retraso —dice Pía mientras arrastra su maleta.

—Considero que eso es demasiado para tres días —señalo las dos maletas de mis hermanas.

—Están completamente vacías, así que debemos traerlas llenas.

—Nos lo debes —asegura Gia.

—¿Qué voy a hacer con ustedes? —pregunto poniendo los ojos en blanco.

—Consentirnos como dices que los has hecho desde que nacimos.

—Ahí tienes las consecuencias —acusa mi madre— y si mejor dejamos que Alessandro vaya a su casa a descansar y retrasamos este viaje —propone mi madre con preocupación en su rostro.

—Estoy bien —aseguro— además quiero pasar estos días con las gemelas.

—Pero apenas y has descansado, no creas que no noto todo el esfuerzo que haces —dice mi madre.

—Estoy bien —aseguro, beso su mejilla y me alejo de ella —descansaré en Catania, ya reservé todo y solo serán tres días.

Las gemelas eligieron Catania por quinta vez. Ya hemos ido allí un puñado de veces y aún siguen eligiendo ese lugar y como no, Catania lo considero una de las maravillas.

Tiene una villa lujosa donde nos quedaremos las gemelas y yo los próximos tres días.

—Cuando regrese debo confesarles algo.

Llevo dos semanas en la ciudad y aún no le he dicho a mis padres que me voy a casar. Seguramente a mamá no le agrade por el método que se está utilizando, ella es fiel creyente que se debe casar estando enamorado de tu pareja, todo lo contrario de papá que no le importa, pero debes saber que tienes que respetar a tu mujer.

—Sabía que te estabas guardando algo, conozco a mi hijo perfectamente.

—No te oculto nada, solo no he compartido aún esta información.

Las gemelas y yo nos despedimos de nuestros padres y nos dirigimos a Catania. El lugar está a dos horas de la mansión y agradezco que sea Andrea quien viene manejando, ya que así podré adelantar algunos asuntos de la empresa de tecnología y los casinos.

—Hermano —empieza a hablar Pía, lo que hace que deje el teléfono a un lado.

—Soy todo oídos.

—¿Te vas a casar? —preguntan ambas a la vez.

—¿Quién les dijo eso?

—Gia te escucho hablar con Tomasso, que no estabas seguro, pero ya las cosas estaban hechas.

—¿Le dijeron esto a alguien?

—No, queríamos asegurarnos de que fuera mentira.

—No es mentira.

—Te lo dije, Alessandro se casará, por eso ha estado tan ocupado.

—Yo que iba a saber, tú siempre eres tan mentirosa.

Empiezan una discusión entre ellas y las detengo antes de que empiecen a golpearse.

—¿La conocemos? —pregunta una de las gemelas.

—Estoy segura de que es Elettra —dice Pía con total seguridad.

Elettra es la hija de Karin Santini. El hombre que siempre ha estado al tanto de la seguridad de papá, por eso Elettra permaneció por mucho tiempo en casa, lo que le hizo creer a mi padre e incluso a las gemelas que ella y yo terminaríamos juntos.

Cosa que no es así, mi relación con Elettra se distanció al paso de los años después de que supe que yo le gustaba.

—No lo creo, Elettra ya no visita tanto la mansión como lo hacía antes.

—¿Es con Elettra con quien te casaras? —me preguntan ambas—. Si se trata de ella no la aceptamos, es un verdadero ogro.

Las gemelas hablan como si tuvieran veinte años y apenas están en sus catorce —bueno, esta es una edad lo suficientemente alta—, pero se creen lo suficientemente grandes como para opinar en decisiones como esta.

—No me casaré con Elettra así que pueden estar tranquilas y tampoco la conocen, ya que Viviana vive en Nápoles junto a su familia.

—Eso está muy lejos. ¿Cómo la conociste?

Creí que la etapa de preguntas terminaba a eso de los siete años.

—Está lejos, pero no es un impedimento para casarme con ella.

—¿La amas?

—Debe hacerlo, nadie se casa con alguien que no ama, madre siempre dice eso.

Realmente no amo a la pequeña, si hay un deseo, pero no pasa de ahí, aunque estoy casi seguro que puedo llegar a amarla, el problema es que no sé si ella llegue a amarme.

Pero hay algo que sí tengo completamente seguro. El matrimonio es para toda la vida, así que después de que mi anillo esté en su dedo jamás lo quitaré de ahí.

—Bueno, podemos ir a la playa en cuanto lleguemos y mañana vamos a las tiendas a comprar lo que quieran —cambio la conversación, ya que si no lo hago, las chicas hablarán de esto hasta que se cansen, cosa que jamás sucedería.

—Ok. Eso está bien.

Minutos después de finalizar la conversación, las gemelas se quedan dormidas y yo termino de responder algunos correos que tenía pendientes.

Cuando Andrea detiene el auto espero unos minutos para no despertar a las gemelas. Bajo del auto y me comunico con Tomasso —voy a interrumpir su tiempo libre, así que estoy seguro de que me va a maldecir—, necesito saber si pudo infiltrar el hombre en la organización de Davide.

Como si todo estuviera volviendo a la normalidad. Mis rutas fueron devueltas y como los hijos de puta quisieron hacer trato con otras personas, disminuí el valor que teníamos y aunque todo fue riesgoso, ya que me estaba jugando perder del todo, los hombres aceptaron.

—Te juro que deseo que esa mujer venga a Sicilia para que dejes de joderme los días libres —protesta en cuanto responde.

—Yo también me alegro de escucharte —digo con ironía— necesito saber si el hombre logró ingresar a la organización de Davide.

—¿Qué crees?

—Si supiera algo te juro que no te estaría llamando.

—El hombre apenas se dirige a Apulia y tenemos que esperar, sabes que no es tan fácil —dice—. Llevamos años intentando infiltrar gente allí, pero no se ha podido.

—Infórmame en cuanto el hombre llegue allí.

—Siempre lo hago —resopla antes de gritar la última palabra— ¡Se te ofrece algo más! Mi mujer me está esperando —no me paso desapercibido que la palabra mi mujer la dijo con burla.

—Tus días libres se terminan hoy —trato de bromear, pero no se me da.

—No lo creo, nos veremos cuando vuelvas de tus cortas vacaciones, salúdame a las gemelas y descansa, verdaderamente lo necesitas.

Finalizo la llamada y me dirijo nuevamente al auto donde veo que las gemelas ya salieron de el.

—Estamos perdiendo el tiempo, solo tenemos dos horas para aprovechar el sol —asegura Pía.

Estoy casi seguro que Pía es la que más habla de las dos.

—Podemos quedarnos hasta las seis —propongo.

—No, el sol de la tarde nos hace daño.

¿De dónde sacaron eso? En el tiempo pasado siempre se quedaban todo el día en la playa, pero debo entender que ya crecieron y hay cosas que les interesa más.

—Como quieran.

Al entrar a la villa las gemelas se dirigen a lo que se convertirá en la habitación de ellas durante los próximos tres días, yo por mi parte subo a la habitación principal y dejo mi equipaje para poder cambiarme por un bañador que me llega hasta la mitad del muslo.

—¿Están listas? —pregunto mientras bajo las escaleras.

Me paro frente a la ventada de la villa que da directo a la playa.

Este lugar es especial, debo traer a Viviana cuando nos casemos.

Niego con la cabeza, no debería estar pensando en ella o en traerla aquí.

—¿Vas a salir con camiseta?

—Sí, no es que necesite que el sol broncee mi cuerpo —digo.

—Ujum, nunca te quitas la camisa cuando estás rodeado de personas.

—No puedo exhibirme —miento.

Las cicatrices de mi cuerpo me impiden poder mostrar mi torso.

—¿Vas a abrir la maldita boca? —dice un hombre que no logro reconocer.

Siento como la piel de mi espalda se abre con cada latigazo que dan.

—Podemos retrasar esto tanto como quieras.

Siento que voy a morir, pero no lo puedo hacer, debo volver a ver a papá y mostrarle que fui fuerte.

—Alessandro, habla —una voz femenina que no logro identificar, me suplica que hable, pero no tengo conocimiento de nada.

Apenas y papá me lleva a alguna de las entregas, ya que soy muy pequeño para entrar al negocio.

—No sé qué me estás pidiendo —mi voz es apenas un susurro agonizante.

Los recuerdos vuelven esporádicamente y más cuando estoy solo, allí se hacen agonizantes.

Tenía trece años cuando los enemigos de mi padre me secuestraron y me hicieron vivir un infierno por información que no tenía. Mi padre demoró cinco días en encontrarme y cuando lo hizo yo estaba casi muerto.

Muevo mi cabeza para que los pensamientos se vayan, hoy es un día que debo disfrutar y olvidarme de toda la mierda.

Salgo de la villa seguido de mis hermanas y tres de los guardias que nos ayudarán con la seguridad los próximos tres días.

Mientras mis hermanas salen corriendo al agua, yo me dirijo a una tumbona para relajarme un poco sin perder de vista a las gemelas.

Mis ojos se cierran por un momento, pero los abro cuando siento una mano descendiendo por mi pecho. La mujer se lleva un susto de muerte cuando llevo mi mano a su garganta.

—Oh, dios —murmura, aunque estoy seguro de que quería gritar.

—En tu puta vida me vuelves a tocar —ejerzo presión en su cuello hasta el punto donde la mujer empieza a toser.

—Y-yo lo siento.

Uno de mis hombres se acerca y me hace caer en cuenta donde estamos y las personas que me miran.

—Vete —ladro, la frustración empieza a invadirme.

No debió tocarme, mucho menos acercarse a mí.

—¿Está bien? —pregunta Andrea y asiento.

—No dejes que nadie se acerque a mí o a las gemelas.

Le doy una mirada a mis hermanas que están entretenidas en el agua carente de lo que acaba de suceder.

Me recuesto nuevamente en la tumbona, pero esta vez no soy capaz de cerrar los ojos.

Unas horas después las gemelas se acercaron y al parecer duraron en el agua más tiempo de lo planeado.

—Estamos listas para ir a cenar —dicen ambas.

Tienen la piel llena de tierra y el cabello hecho un desastre.

—Creo que primero deben ducharse, ningún restaurante nos recibirá con ese aspecto de ustedes.

—Ya tenemos todo solucionado, vamos a cenar en el restaurante que hay ahí —señalan una pequeña cabaña.

—No otra vez —suplico.

Debí prepararme mentalmente. Vamos a cenar en el lugar de siempre, donde solo sirven pescado. Odio el pescado.

—Una sola vez al año, hemos comido suficiente pasta, pizza y sopa.

—Nunca me cansaría de las pastas, la pizza y la sopa.

—Nosotras cenaremos allí y tú cenarás en la villa.

—Esta vez voy a aceptar su trato.

Subimos a la villa y las gemelas se cambiaron de inmediato para poder asistir a la pequeña cabaña donde se atragantarán de pescado toda la tarde-noche.

Hace un par de semanas volví con las gemelas de nuestras cortas vacaciones en Catania y tal como ellas lo dijeron, trajeron sus maletas abarrotadas de cosas, aunque una trajo ropa, la otra trajo cosas de arte —estoy seguro de que Pía podrá ser una muy buena artista—, cuando mamá las vio las regaño y luego lo hizo conmigo, pero no puedo resistirme a los pedidos de mis hermanas.

—Davide atacó la mercancía que venía de Rusia —me informa Tomasso.

—Hijo de puta.

—Tampoco hemos podido infiltrar al hombre.

—¿Se perdió toda la mercancía?

—Sí, la pólvora se mojó y no hubo cómo recuperarla.

—Me comunicaré con el ruso, mientras hago eso comunícate tú con el hombre que está intentando infiltrarse y dile que no entre directamente a la casa, sino que inicie en uno de los almacenes más pequeños.

Abandono el edificio mientras llamo al ruso, el cual me contesta al instante.

—ruso.

—Alessandro, ¿en qué puedo ayudarte?

—Necesito doscientos kilos de pólvora para esta semana.

—¿Ya vendiste tan rápido la que te envié?

—Se echó a perder por una emboscada que nos hizo el hijo de puta de Davide.

—Mátalo —propone. Si fuera tan fácil, hace mucho lo hubiera hecho.

—El bastardo está muy bien protegido, su ejército duplica el mío.

—Si necesitas ayuda, no dudes en pedirla.

—Estás a días de comenzar una guerra, así que no creo que te sobren hombres en el momento.

—Puedo hacer que Dritan te envié hombres.

—No lo mataré aún, voy a destruirlo poco a poco.

—Haré el pedido y te lo enviaré esta misma noche, procura no perderla —dice—. Aún no soy la cabeza aquí y empezaran a sospechar.

—Te pagaré el doble.

—Eso espero.

Jasha finaliza la llamada y guardo mi teléfono.

Con esta parte resuelta solo me queda contarles a mis padres que me voy a casar, ya que debo viajar a Campania en los próximos días para tener una cita formal con la pequeña.

Nápoles:  Es la ciudad más poblada del de sur de Italia, capital de la región de Campania.

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