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Capítulo 1🥀

Alexey

New York, Distrito metropolitano de Manhattan

Presente

La esperanza de ser salvados por otros es lo que nos hace débiles.

Incapaces de entender que el fin ha llegado, nos llenamos la mente de pensamientos de autocompasión y de que Dios permitirá que algo pasara para que los verdugos no hagan de las suyas.

Sonrío al hombre frente a mí. No es más que un pedazo de estiércol que no es capaz de mantener la boca cerrada para ganar un poco más de tiempo respirando y para que yo pueda dejar de escuchar sus asquerosas disculpas.

Día tras día me topo con gente como ésta. Mierdas humanas que deben dinero y esperan ser recompensados con una linda sonrisa y un plazo para cumplir. Todos creen que tienen salida hasta que se ven en el callejón estrecho y lastima para él, porque este verdugo quiere sangre y no descansará hasta sacarle la última gota.

«Zhalkiy»

—Amigo, te juro que pagaré, solo tienes que darme un poco más de tiempo... —se calla cuando dejo mi preciado cuchillo en la mesita de hierro frente a él.

—Shhh—susurro posando el dedo—He sido muy piadoso contigo, Javier. Te he dado mucho tiempo para que consigas mi dinero, pero no veo que lo hagas. Sabes más que nadie que nosotros no perdonamos fallas, ¿Me equivoco? —meto las dos manos en los bolsillos de mi chaqueta e inclino la cabeza a un lado estudiándolo.

Su cuerpo tiembla, no sé si es por el frío de la habitación—apodada cariñosamente la cueva—o por los nervios de saber que pronto morirá y que no será con piedad. Nunca es con piedad. Cuando te metes con gente de la mafia debes estar preparado para morir de la peor forma porque todo cuelga de un hilo.

—Un poco ma-más, tengo una familia que mantener—tartamudea y su cuerpo gordo se balancea. Las cadenas que lo sostienen del techo chirrían y lo hacen gritar cada vez que se mueve.

Una sonrisa se pinta en mis labios, porque, mientras más tira, más aprieta.

Siempre quieren poner de excusa que tienen familia. La familia. La familia. La familia. ¿Cuántas almas inocentes han dejado de existir por cabrones como él?, muchas. Uno de los trabajos que más me gusta emplear en la organización es cobrar con sangre a los que prometen con palabras y fallan con acciones.

El estúpido no solo incumplió los plazos que se le dio para pagar, sino que estuvo haciendo desorden en los casinos vociferando mierdas de la Bratva. Como dije antes, no te metes con la mafia y sales ileso.

«Lo último es lo divertido de todo»

Unos pasos se escuchan y pronto la puerta se abre dándole paso a mi hermano mayor, Anton. Es una montaña de músculos. Mide un metro noventa, piel bronceada, barba de algunos días y un rostro neutro en el que le resaltan los ojos azules de nuestra familia materna.

—¿Aún no terminas, eh?, Pensé en dormir un rato. Sin embargo, este no es un lugar tan cómodo para descansar—sonríe y ladea la cabeza mirando a mi víctima.

—Estoy dándole un poco más de tiempo para respirar a nuestro amigo, Javier. Unos minutos de gracia—respondo complacido con la mirada aterrada del susodicho.

«Es comprensible»

Me llaman la parca porque soy un puto sádico desquiciado a la hora de matar. Sin embargo, mi hermano puede llegar a ser igual o peor que yo. Es un pequeño hijo de puta del que hay que temer. Calculador y la mayor parte del tiempo callado. No sabes si está planeando tu muerte o si solo está gravitando en su mente retorcida.

—Javier, Javier, Javier—canturrea—Veo que no te has portado tan bien con los que fueron tan bondadosos a la hora de prestarte tanto dinero y con tanta amabilidad—toca su mentón escudriñando al pobre diablo—Es de mala educación traicionar la mano que te da de comer, ¿tu madre nunca te lo dijo?

La mirada de Javier se enciende de ira. Esto se pondrá interesante.

—Malditos locos, parece que la perra de su madre fue quien no les dijo que... —sus palabras son reemplazadas por un alarido, cuando mi hermano clava mi cuchillo en una de sus piernas.

—Mmm, malas palabras no—mueve el dedo índice de un lado a otro—No te metas con mamá. Ella no es tan paciente como nosotros. Créeme, te iría muy mal si estuvieras en sus manos.

La mención de mamá lo hace hacerse pipí en los pantalones. No es un secreto que en nuestra familia la única que es inocente es la última hija de Mijaíl, Natalya. La primogénita de nuestro consejero, Annika, es un pequeño demonio manipulador así que no cuenta. Esa chica está con nosotros desde pequeña y la hemos acogido como si fuera una más. La inestabilidad mental que arrastran en mi familia y que ella carga desde niña fue un punto a su favor.

—No creo que mamá esté tan feliz de que la llames perra, no niega lo que es, pero le gusta que la traten como a una dama—se burla el Boss de la mafia rusia.

Mijaíl decidió junto al consejo de la organización que dejar a la nueva generación desarrollarse no era tan mala idea—un movimiento que nadie esperaba y que para mí aún está en duda—fue el momento en el que posicionó a Anton como Boss y a mí como su mano derecha. A diferencia de lo que otros pudieron pensar, el puesto no nos ha quedado grande porque desde pequeños nos enseñaron que seríamos poderosos como nuestro padre y que nada que fuere de alto nivel sería un problema.

—¡No—!el grito de Javier es lo que me devuelve al ahora.

Con mi puñal clavado en la garganta, veo como se muere lentamente desangrándose y humillado. Aunque mi querido hermano me haya robado la víctima hoy, quitándole diversión al asunto, le agradezco. Javier no habría podido aguantar una de mis tantas técnicas de tortura. Suficiente tuvo con algunos latigazos que le propine con una cadena como para estar al borde la muerte.

—Lamento robarte tu momento, hermano. Ya me estaba hartando escuchar a esta basura hablar sandeces—dice mientras limpia una pequeña mancha de sangre en la camisa blanca que lleva debajo de su traje negro.

Tiene la puta creencia de que un buen mafioso debe llevar trajes para engañar al enemigo. No puedo evitar estar de acuerdo con él. Aun cuando me siento mejor llevando ropa cómoda que no me estorbe a la hora de enfrentarme a cualquier situación. Es una lástima rasgar un traje Armani.

—Mañana Dimitri vendrá por nuestro amigo Javier. Ahora, me iré al mejor club de New York y cogeré toda la noche. Tanta mierda ya me dio hambre—dice como el que no quiere las cosas.

Niego con la cabeza y chasqueo la lengua.

—Ya lárgate, bastardo.

Luego de una ducha, enciendo mi Harley y acelero por las nocturnas calles iluminadas por toneladas de luces provenientes de los altos edificios y los locales llenos de personas bullosas y sonrientes. Las personas van de aquí para allá sin prestarle atención a lo que está a su alrededor, el sonido de los cláxones y los gritos de los choferes resuenan demostrando una vez más que es cierto cuando dicen que New York nunca para.

Nunca descansa.

Es una de las razones por las que vine.

Me detengo en un semáforo y miro la pequeña cafetería de la esquina abierta. Una castaña de estatura esbelta es reprochada por una chica más baja y curvilínea mientras cierran el local, la castaña le hace muecas burlescas tomándose su enfado como algo sin importancia ocasionando que la otra chica se enoje aún más.

Acepto la llamada que entra en el audífono Bluetooth sin despegar la vista de la belleza de piernas largas con expresión altanera.

—Tienes que escuchar lo que tengo para ti. Ya sé cómo vamos a proceder—la voz de Ugo me recibe y sonrío porque ya es hora de tener a la lindura castaña entre mis brazos y a mi merced.

***

¡Holaaa amores de mi corazoncito!

Estoy infinitamente feliz con esta nueva versión de la historia de mis bebés.

Hasta el próximo capítulo y no te olvides de darle a la estrellita, comentar y compartir con tus amigos.

Hasta el próximo capítulo

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