Una nueva vida.
Ya medio año desde que paso eso, los primeros meses fueron un infierno, todas las noches lloraba, y no quería salir de mi habitación.
Mis padres preocupados trataron de hablar conmigo pero yo no quería preocuparlos, hasta que un día le platique a mi madre todo lo que pasaba, ella triste por verme a mi tan devastada me apoyo, preparo los papeles de intercambio y me fui de esa escuela, dejando todo atrás.
Tarde más de dos meses para poder sobrellevar las cosas, empecé a salir un poco más y los llantos se hicieron menos, empezaba a dejar mi vida atras y a Aomine Daiki también.
-Cariño, hoy tienes que ir a la tintoreria por los sacos de tu padre voy a ocuparme-
-Esta bien, no te preocupes- le sonrei.
Termine de desayunar mi cereal, fui por mi abrigo y agarre las llaves de la nueva casa, caminaria hasta la tintorería.
Hoy hacia más frio de lo normal, el cielo estaba totalmente nublado, salia algo de vapor de mi boca, la verdad no sabia a cuantos grados estábamos.
Subí un poco mas el cierre de mi abrigo y metí las manos a la bolsa, no quedaba lejos la tintorería, solo que al caminar hacia más tiempo que en carro.
Mis padres también habían cambiado de trabajo, ellos habían sido los mejores al comprenderme y no reprocharme nada, claro, al ser su unica hija solo quieren lo mejor, y yo también quería lo mejor.
Cuando llegue abrí la puerta y un par de campanas sonaron, alertando a la persona de que alguien había entrado.
-Buenos días, vengo por este pedido- le entregue la nota que mi madre me había dejado.
-Claro, deme algunos minutos-
-Si-
La persona que me atendió se fue hacia la parte trasera para darme los sacos de mi padre, mientras yo miraba alrededor.
El lugar era pequeño, pero aun y así muy limpio y pulcro, se notaba que a pesar de los años no dejaban que si tienda se viniera abajo, ademas era la única tintorería de por aquí.
Ahora mismo ya era una estudiante de segundo, pero ahora estaba de vacaciones, no tenia amigas o algo asi ademas de que por ahora no quería alguna relación.
-Aquí tiene, señorita- me asusto, voltee a mirar a la persona.
-Gracias- agarre los sacos los cuales estaban dentro de unas bolsas cuidando de no mancharse.
Eran solo dos, pero al ser de un hombre adulto estaban algo brumoso, y también algo pesados.
Camine de regreso a casa, algunas personas pasaban a mi lados, los niños muy bien abrigados por sus madres, tanto que parecían unos pequeños muñecos de nieve, sonreí.
Me pare en la esquina, el cemaforo estaba en rojo, tarareaba mientras esperaba el cambio de luces, mirando al frente.
Varios chicos salieron de la pequeña cafeteria sonriendo y jugando entre ellos, algunos de ellos se me hacían terriblemente conocidos.
-¡Aomime apúrate!- gritaron.
Mi corazón se detuvo en ese momento en que lo vi salir de la tienda, su mirada cabizbaja, su semblante algo mas serio de lo que lo recordaba y más alto, mucho más.
Solté lo que tenia en mis manos para cubrir mi boca de la sorpresa, las lagrimas invadieron mis ojos, Aomine giro la cabeza y al momento que sus ojos se encontraron conmigo pareció que su fachada desapareció para cambiar a una de sorpresa y tristeza.
Como pude salí corriendo de ahí.
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