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epílogo

Es increíble la rapidez con la que pasa el tiempo justo ahora estoy en casa preparando un par de tortas de cumpleaños para mis bebés, seguramente cualquiera que me viera creería que estoy loca, pues tener cuatro bebés queriendo caminar por toda la casa es demasiado complicado.

Tengo el cabello recogido en un moño mal hecho que deja algunos mechones rubios sueltos, un short de licra con una camisa que me va grande. No ha sido fácil, muchas veces Miranda o Alexander me han encontrado llorando junto con ellos, las horas para dormir son un privilegio y el olor a leche agria y vómito parece se a impregnado en mi piel por más que me bañe, con todo y eso no puedo evitar sentirme feliz por tenerlos conmigo, por ser su mamá.

Doy un profundo respiro cuando Gael es el último en dormirse. Últimamente no tengo tiempo para nada, pero todo lo vale cuando veo sus caras con mis sonrisas favoritas, esas donde se ven apenas unos pequeños dientes y se les achican los ojos, son justo esas sonrisas las que me llenan el alma y me calientan el pecho.

Todos piensas que la maternidad es todo miel sobre hojuelas pero ¡oh! sorpresa eso no podría estar más a lejos de la realidad. La verdad es que todo es difícil, desde las escasas horas de sueño, el agotamiento físico y mental, la contaste preocupación de sí lo estas haciendo bien, eso sin contar lo frustrante que es que lloren y no saber si les duele algo, tienen hambre o simplemente es una pataleta  y podría seguir por horas y horas, pero todo eso vale la pena cuando ellos me ven con el amor más puro, sincero e incondicional.

El timbre de mi casa suena haciendo que pegue un respingo, camino hacia la puerta pasando mis manos por el cabello tratando de arreglar un poco el desastre de cabello pero francamente no me importa estoy tan emocionada por el primer año de mis bebés que no me importa. Al llegar a la puerta, lo primero que hago es preguntar quién es, pero lejos de obtener respuesta el timbre vuelve a sonar.

Veo la hora en el reloj en forma de oso que tengo colgado en la pared y me doy cuenta que son cerca de las 2:30 de la mañana, lo que enciende las alarmas de inmediato en mi estoy por dar la vuelta para tomar el teléfono y llamar a la policía cuando una voz familiar ronca y pastosa llega a mis odios.

—Bonita, soy yo abre— suelto el aire que no sabía que contenía.

Tomo el pomo de la puerta y es hasta entonces que me doy cuenta que estoy temblando, me reprimo interiormente por aun sentir temor de que nos puedan hacer daño.

—Lamento la tardanza, todo se complicó...— Alexander sigue hablando, pero no soy capaz de seguir el hilo de la conversación estoy demasiado ocupada reparando en su aspecto.

Lleva unos vaqueros color negro y una ramera de color blanca que se le adhiere al cuerpo de una manera que no puede ser legal. Estoy tan distraída que no me doy cuenta cuando acorta la distancia entre nosotros, hasta que siento sus manos rodear mi cintura con sus brazos.

—¿sabes que te vez como una loca desesperada?— dice, y no me pierdo el tono juguetón en su voz. Hago una mueca a lo que él ensancha su sonrisa mostrando sus perfectos dientes ¡Dios! Amo tanto esa sonrisa. — Pero eres la loca desesperada más bonita y sexy que haya visto alguna vez.

Esta vez soy yo la que sonríe, relamo mis labios y él no se pierde el gesto. Paso mis brazos alrededor de su cuello hasta que mis manos llegan a su cabello acto seguido sus labios hacen contacto con los míos en un beso lleno de sensaciones que envía una corriente de energía eléctrica por todo mi cuerpo.

No se por cuanto tiempo nos besamos, pero cuando vuelvo a la realidad del efecto Alexander estamos en el sofá semidesnudos y no se cual sea cual sea mi reacción, pero Alexander ladea la cabeza hacia un lado observándome con anhelo... adoración.

Este tiempo que hemos sido una pareja real… Formal ha sido genial, no hay día en el que no venga a vernos y llenarnos de atenciones, pese a que somos una familia él no vive con nosotros y es, que a respetado el poco a poco que le dije al principio de nuestras relaciones o casi… Más o menos.

—Me encanta esa sonrisa — acuna mi rostro entre sus manos—. Pero me encanta más la idea de saber que esa sonrisa yo la puse en tu rostro.

—No podría ser de otra manera —alcanzo a responder, cuando una vez más sus labios están sobre los míos.

Y es justo en este momento donde Alexander esta apunto de hacerme el amor que me doy cuenta que soy feliz, ¡Feliz! que por primera vez en mucho tiempo me siento plena, sin miedo ni culpas. Y por fin acepto que merezco ser feliz no es malo y que lo merezco.

—Te amo — mi voz sale en un susurro, lo suficientemente alto para que él lo escuche.

—Te amo de vuelta. 

Jamás me voy arrepentir de haber firmado un contrato sin haber leído las letras pequeñas, fue la mejor decisión de mi vida y volver hacerlo solo para volver a llegar hasta aquí.

Gracias por haber llegado conmigo hasta aquí, por acompañarme en el camino. Por todo y por tantísimo muchas gracias.

Nos leemos pronto en otra de mis historias.

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