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capítulo 9

Escucharla decir eso hace que un sudor frio recorra mímica cuerpo haciendo que los vellos de la nuca se me ericen, no estoy preparada para verlo. Ni en un millón de años.

No después de todo lo que a pasado.

—¡Qué! —digo una octava más alta de lo normal —. No puede ser ¿Qué voy hacer?, no quiero verlo. No puedes permitir que me vea —suelto, exasperada y suplicante al mismo tiempo.

Ruth me observa con un gesto de disculpa en el rostro aumentado la ansiedad y el nerviosismo que colisionan en mi interior. Camino de un lado a otro murmurando cosas sin sentido, tratando de encontrar una solución sin éxito. Mis manos inquietas no dejan ir mi cabello y como si fuera poco, mi respiración cada vez es más dificultosa.

Camino de un lado a otro murmurando cosas que de tanto en tanto yo tampoco logro encontrarles sentido y mis manos inquietas no dejan de ir a mi cabello una y otra vez. La respiración está siendo cada vez más dificultosa.

—Esta bien Emma, tranquilízate. Respira —si voz es apenas un susurro y lejos de poder tranquilizarme me pone peor.

El corazón me late con fuerza contra las costillas, mis pensamientos corren a toda velocidad mientras que, rato de el remolino de emociones apabullantes no me aplaste. Y es que, ultimando Alexander tiene el don de poner mis nervios en un punto límite.

Y esos sentimientos extraños y a la misma vez tan familiares que pensé que jamás volvería a sentir aletean cada vez que lo tengo cerca. Lo odio.

Trago duro, pero no logro deshacerme del nudo que se a formado en mi garganta.

No soy una mujer estable emocionalmente y me odio por eso, me odio por siempre necesitar un ancla para mantenerme aquí y ahora. Claro que tampoco es como que mi realidad esté alterada catastróficamente, se que todo esto de Alexander no es más que un sueño guajiro y que ni en diez años el podría voltear a verme como algo más que una simple empleada.

Aquí el problema es lo que yo he empezado —o no— a sentir. Y el hecho de que se haya atrevido a investigar algo tan privado para mi como lo es mi pasado.

—Tranquila Emma, me estas poniendo de los nervios —dice, Ruth sacándome del ensimismamiento en el que me encontraba.

—Necesito un baño —pronunció, más para mi que para ella, haciendo mi camino hacia el baño.

Sí. Un baño es lo que necesito.

Abro la llave de agua dejando que caiga sobre mi cuerpo teniendo un efecto sedante de inmediato. Me quedo así, bajo el agua por lo que parece una pequeña eternidad antes de que me decida a salir.

Tengo que dejar de ser así de paranoica, como se me ocurre pensar que él se iba a tomar la molestia de venir a buscarme. Me reprendo interiormente por el hilo enloquecido que tomaron mis pensamientos.

Necesito urgentemente regresar a terapia. En verdad lo necesito.

Treinta minutos después estoy fuera de la ducha, seca, cambiada y mucho más tranquila que cuando me adentre en el baño, vestida con un pijama de princesa de Disney.

—¿Y? ¿estás mejor? —pregunta, mi amiga en tono preocupado.

El deje de culpabilidad que me embarga al verla preocupada es abrumador.

—Sí, solo fue el calor de el momento —me encojo de hombros tratando de parecer desinteresada.

Asiente con la cabeza sin hacer más preguntas lo cual, agradezco enormemente. Hablamos un rato en la cocina de todo y nada mientras prepara café, dejando que el ambiente tenso se desintegre entre nosotras. Como ya es media tarde Ruth se pone manos a la obra para preparar algo para comer y por supuesto que no me deja hasta que termino todo lo que me pienso en el plato.

Mi estómago lo agradece internamente.

—Iré a la habitación por la portátil, para empezar a enviar currículos —aviso, antes de encaminarme a la habitación.

Estoy apunto de llegar a la puerta de la habitación que ha sido mi refugió estos últimos días, cuando el golpeteo de la puerta hace que me congele en mi lugar.

Siento que toda la sangre se fuga de mi cuerpo y se agolpa en mis pies, ante el pensamiento de quien podría ser. Vuelven a golpear la puerta con más insistencia y un nudo de anticipación se instala en mi estómago.

La persona del otro lado está tan afanado que ni siquiera se toma la molestia de tocar el timbre, si no que golpea la puerta directamente.

Giro sobre mis talones solo ver el gesto mortificado de mi amiga, haciendo que mi corazón de una voltereta.

Por un par de segundos no haces ruido, no nos movemos, incluso creo que no respiramos cuando los golpes en la puerta cesan.

—Ve a la habitación, iré a ver quien es —susurra, para que solo yo la escuche.

Asiento, sintiéndome  aliviada y aterrorizada al mismo tiempo.

Me toma un par de segundos espabilarme antes de echarme andar a toda velocidad hacia la habitación. Jamás este pasillo se me a hecho tan largo.

Estoy casi dentro de la habitación cuando la puerta es golpeada una ves más. Entonces, detengo mi andar apresurado.

No voy a correr. No voy a volver a huir como una cobarde.

Es que si eres una cobarde. La voz en mi cabeza habla y la ignoro pese a que se que tiene razón. No puedo dejar que las demás personas siempre den la cara por mi.

—¿Dónde está? —la voz de Alexander me llena los oídos y suena preocupado. Urgente.

La pregunta pese a no estar en un volumen alto suena bastante alterada.

Y eso provoca que mi corazón se salte un latido para reanudar su marcha a una velocidad aterradora.

—¿Dónde está quien? —fije, demencia y mi pecho se calienta con la calidez que me genera ver a mi amiga defendiéndome.

—No soy ningún idiota señorita Miller, se que esta aquí y no pienso ir a ningún lado hasta hablar con ella —contesta, glacial casi condescendiente y eso provoca que un escalofrío me recorra la espina dorsal.

Muévete Emma, haz algo maldita sea. Me ordeno pero de pronto siento los pies tan pesados que soy incapaz de moverlos.

Silencio.

—¡Emma! se que esta aquí y no me pienso ir hasta que hables conmigo —grita, haciendo que salga de mi estupor

—¡No me grites! —mi amiga imita si voz —. Ella no esta aquí y aunque lo estuviera, para mi esta más que claro que no quiere hablar con un imbécil como tu —brama, Ruth haciéndome jadear de la impresión.

El nudo de ansiedad se aprieta en mi estómago. Y ahora temo que Alexander se vuelva un hijo de puta y quiera tomar represalias contra ella.

Mierda, mierda, mierda.

Dudosa y con el cuerpo temblando le ordeno a mis piernas moverse, esta vez gracias a todo lo sagrado, empiezan a moverse hacia la puerta para encarar al hombre que tubo la osadía de investigarme.

No se exactamente que es lo que estoy haciendo, pero ya es demasiado tarde para arrepentirme porque ya estoy justo detrás de mi amiga.

Los ojos verdes de Alexander se cruzan con los míos y un escalofrío de puro terror me invade el cuerpo. Ruth parce notar la dirección que siguen sus ojos detrás de ella porque voltea.

—Emma —murmura, con preocupación.

—Estoy bien, no te preocupes —miento.

No muy convencida, asiente con la cabeza haciéndose a un lado de la puerta haciendo que tenga una mejor vista del hombre del que huía días atrás.

—Sólo tienes que decirlo y llamo a la policía —anuncia, antes de desaparecer por el pasillo.

El hombre frente a mi, se ve terrible, tiene ojeras como si no hubiera podido dormir en días y no me pasa desapercibido el golpe en su pómulo derecho, lo que hace que mi corazón se estruje con violencia y preocupación.

Su cabello que siempre va perfectamente peinado ahora luce desordenado. Hasta su ropa que siempre esta impecable se encuentra desalineada, tampoco me pasa desapercibido el rastro de barba en si mandíbula.

Así ya no parece el enigmático hombre de negocios que estoy acostumbrada a ver detrás del escritorio, si no el hombre rebelde al que podría darle la poca cordura que en mi se encuentra, al tipo de hombre por el que me volvería loca si yo se lo permitiera.

Sus ojos se iluminan al verme y una pequeña sonrisa de satisfacción tira se la comisura de sus labios.

—¿Qué quiere señor Williams? usted y yo no tenemos nada de que habla—pronunció, secamente y me sorprendo a mi misma por la seguridad con la que salen mis palabras.

—Hablar contigo, Emma —puntualiza lo obvio, y a mi no me pasa desapercibido el escalofrío que me recorre al escucharlo llamarme por mi nombre de pila.

—Por el contrario, yo no tengo nada de que hablar con usted. Así que le voy a pedir por favor que se retire.

Trato de sonar firme y mantener mi gesto inexpresivo, aunque no se si logro porque Alexander no se mueve.

—No me iré —dice, firme —. No hasta hablar contigo.

—Ya lo escuchaste, no quiere hablar contigo —la voz de Ruth suena furiosa —. Ahora mueve tu estúpido trasero fuera de mi casa.

La mortificación de que mi amiga se quede sin trabajo por mi culpa, es tanta que tengo que parpadear un par de veces para eliminar las lágrimas que se han empezado a juntan en mis ojos.

—Lo que teníamos que hablar, ya lo hemos hecho la última vez en su oficina —una emoción salvaje surca su rostro y yo aprovecho para hacer a mi amiga aún lado, antes de que esto se ponga feo.

El rostro del hombre que está parado en la puerta del apartamento de mi amiga, se contorsiona en una mueca antes de pasar su mano por las hebras negras de su cabello en señal de frustración.

No me pasa desapercibida la manera en la que su mandíbula se aprieta al tiempo que mueve la cabeza en negativa.

—Emma yo…

El que me llame de forma tan informal provoca una serie de cosas peligrosas en mi interior, es por eso que levanto la mano en señal de que quiero que se calle —y gracias al cielo — lo hace.

No voy a soportar volver a tocar ese teme con él, no delante de mi amiga y no porque no le tenga confianza o haya cosas que no sepa, si no por el simple hecho de que ya me a humillado demasiado.

—No me interesa en lo mas mínimo seguir con una conversación que no va a llegar a ningún lado. Así que por favor retírese señor Williams —inquiere, suplicante y llegados a este punto no podría importarme menos.

Solo quiero que se vaya.

Pero contra rodo pronóstico y lejos de irse, termina de adentrarse en el apartamento sin invitación. Casi puedo ver a mi amiga sacarse un machete de la raja del culo y darle con el en la cabeza.

Es por eso que cuando veo las intenciones de seguirlo la tomo del brazo llamando su atención.

—Esta bien —sueno resignada —. Déjalo

Ella duda un momento y después de un par de segundos termina por asentir girándose sobre si eje echándose andar hacia su habitación, déjame sola con él.

—¿Y bien? —lo afano —. Lo que tenga que decir dígalo ya. Para que así pueda seguir tranquilamente con mi vida.

El silencio que le sigue a mis palabras están largo y tirante, como incómodo y denso. No puedo dejar de reparar el pómulo amoratado que le adorna el rostro, y no dejó de preguntarme: que diablos le pasó.

—Primero: no acepto tu renuncia —inquiere, entonando los ojos en mi dirección —. Y si no regresas a trabajar a corporativo, me veré en la penosa necesidad de proceder legalmente —camina hasta llegar al sofá, donde se sienta como si esta fuera una charla de lo más casual.

Una punzada de irritación me atraviesa el cuerpo e inevitablemente le lanzó una mirada venenosa, su rostro sigue tan inexpresivo que me frustra en demasía.

—No se atreverías.

—Pruébame —dice, desafiante enarcando una de sus espesas cejas al tiempo que se acomoda en el sofá.

Coraje. Indignación. Frustración. Todo se arremolinan en mi interior ante el cinismo con el que habla. Aprieto los puños a mi costados con tanta fuerza que las uñas se me clavan en la piel blanda de mis palmas.

Me yergo en mi altura, cuadro los hombros y levanto ligeramente el mentón antes de caminar hasta ponerme delante de él, adoptando la posición mas amenazante que puedo, incluso cruzo mis brazos por encima de mi pecho y arqueo una ceja con arrogancia.

Alexander párese de lo más divertido con mi posición ya que se recarga del respaldo del sofá de manera despreocupada.

—Siempre pensé que usted era una persona de lo más razonable y sensata, pero justo ahora me puedo dar cuenta que lo que usted está es loco —digo, mirándolo directamente a los ojos —. Y para que le quede claro. Puede meterse su amenaza por donde mejor le parezca, no volveré a trabajar para alguien como usted—escupo, eso último con desdén.

Me doy palmadas interior mente por sonar así de firme. La carcajada sonora que suelta Alexander provoca que una punzada cargada de coraje me atraviese el cuerpo.

—Me puede explicar que en el infierno le parece tan gracioso—la irritación que siento ahora esta evidente, pero a el parece no importarle en lo mas mínimo ya que sigue con la estúpida sonrisa plasmada en el rostro.

—Te vez tan jodidamente sexy haciendo berrinche —me observa de manera extraña—. Por favor, Emma. No quiero seguir pelando contigo.

Ignoro al voltereta que hace mi corazón ante su declaración y me obligo a mantener mi gesto inexpresivo.

—¿Ah no?. Entonces dígame como quiere que tome el hecho de que prácticamente allanó el apartamento de mi amiga sin una explicación valida, y no conforme me amenazó— hablo, haciendo énfasis en mis últimas palabras.

Sus ojos verdes se oscurecen un par de tonos y la sonrisa de hace unos minutos ahora brilla por sí ausencia.

—Só… Sólo quiero hablar contigo —su voz se vuelve cálida, su mirada se queda sin brillo y echa los hombros hacia delante en un gesto derrotado.

—Aquí me tiene, hable —digo, mirándolo a los ojos.

Y la mirada que me da me hace sentir que las barreras que con tanto brío he levantado a mi alrededor se resquebrajan.

Alexander se levanta del sofá donde estaba sentado, para caminar en mi dirección y plantarse justo frente a mi pasándose una mano por la cara.

—Emma me tenias preocupado, después de la manera en la que saliste de mi oficina yo—sacude la cabeza en una negativa, antes de dejar ir un suspiro cansino —. Me estaba volviendo loco por no saber de ti —dice, y odio que suene tan sincero.

Un centenar de emociones apabullantes me golpean de lleno pero, me aferro al coraje porque es mas fácil sentir enojo que tratar de asimilar lo abrumador que todo lo que siento en este momento.

—¿Por qué? —pregunto, indignada—. Por que asume que estoy loca o porque dio por hecho que me gusta llamar la atención —suelto con sarcasmo —. No necesito su lastima señor Williams, ni la suya ni la de nadie. Ya me vio, estoy bien. Ahora váyase.

Llegados a este punto me vale un carajo si piensa o no que estoy loca, o lo que sea que esté pensando en este momento. Alexander estira la mano con intención de tocar mi cara, pero en el último momento me apartó rápidamente.

—No seas tonta, yo o siento lástima por ti —pega su cuerpo al mío, tan deprisa que no me da tiempo de reaccionar provocando que mi cuerpo empiece a sentir hormigueo.

Trato de apartarme pero él es más rápido y me rodea con sus brazos la cintura, de modo que ahora me tiene prisionera.

—Claro. Y pretendes que yo crea eso —mi voz es apenas un hilo de voz.

Nervios, ansiedad y desconcierto se arremolina en mi interior. Y el hecho de ser consciente de cada parte de su cuerpo pegado al mío no me deja pensar con claridad.

—Lo siento. Esta bien, reconozco que no debí haber invadido tu privacidad ¿de acuerdo? —en verdad suena arrepentido —. Sólo quería Comprender porque…

—Porque una mujer como yo necesita un psiquiatra o porque estuve internada en una clínica de salud mental —digo, con ironía. Quiere respuestas, bien le daré sus respuestas —. ¡Esta bien!, si eso no te deja dormir en paz te lo diré.

Alexander me observa en silencio. Expectante. Cada minuto que pasa su rostro dibuja más asombro que antes. Yo por el contrario me tomo un par minutos encontrar mi voz para poder pronunciar lo siguiente —;

—Tenía quince años… y estaba enamorada —una risa carente de humor se me escapa—. O creía que lo estaba. El punto es que mi novio en ese entonces era mayor que yo por cinco años, por su puesto mis padres jamás permitirían que si niñita saliera con alguien mayor—el recuerdo llega tan rápido a mi mente que una punzada de dolor me atraviesa el pecho —. Y claro, como lo iban a permitir si eran tan protectores —pronunció, dejándome envolver por los recuerdos —. El era el típico chico rudo, ya sabes el chico malo y desde la primera vez que lo vi llamo mi atención con su chaqueta de cuero, botas de combate, vaqueros ceñidos al cuerpo. Todas querían salir con él, pero era yo a la que quería. Después de varios meses es saliendo hable con mis padres, él no quería pero yo estaba segura de que al ver que estaba enamorada me apoyarían y se darían cuenta de que era un buen chico — esta vez la carcajada que suelto es más dolorosa que otra cosa —. Como era de suponerse mis padres se negaron rotundamente e incluso lo amenazaron con denunciarlo por salir con una menor de edad, yo termine castigada como si hubiera hecho el peor de los crímenes y me vigilaban a cada momento. Mamá se encarga de llevarme y traerme del colegio y, debido a eso dejé de verlo un par de semanas. La única comunicación que teníamos era atraves del novio de una de mis amigas.

Suspiro hondo, tratando de ahuyentar las lágrimas que se me han acumulado en los ojos, trago saliva pata tratar de disminuir El nudo en mi garganta pero es inútil. Alexander quien aún me mantiene prisionera entre sus brazos, se mantiene en silencio y yo no se si quiero que me suelte o me abrace por siempre.

Instintivamente hago puños su camisa en mis manos.

—En ese tiempo que pasamos separados pude darme cuenta —un suspiro roto dale de mi —. Qu… que no había llegado mi período. Esta preocupada, aterrorizada y sola. Después de mucho sobre pensar el tema lo hable con mi amiga Ruth que me ayudo a conseguir una prueba de embarazo casera, dos días después me la hice en el colegio y… salió positiva —en este momento detener lágrimas me resulta imposible, siento como si estuviera viniendo ese momento otra vez.

Me tomo unos minutos —que merezco —sintiéndome miserable, antes de limpiarme las lágrimas y alzar el mentón para hacer contacto visual con Alexander quien se mantiene en silencio con un gesto inexpresivo, escuchando todo lo que sale de mi boca.

—Yo de inmediato me cree castillos de humo en la cabeza: me veía con él y nuestro bebé, viéndolo crecer juntos. En fin estupideces que uno piensa a esa edad. Tenía que verlo, no podía esperar a contarle la buena noticia, tenía que encontrar la manera de verlo, entonces recordé que una compañera del colegio haría una fiesta a la cual por supuesto no me dejaron ir —mi voz es inestable, apenas audible entre los sollozos que ya me permito ocultar. Mi cuerpo tiembla entre sus brazos mientras mis recuerdos me golpea como un camión demoledor.

Mi corazón late con fuerza contra mis costillas que pareciera que en cualquier momento podría salirse de mi pecho y me hace maldecir mil veces al hombre que me acorralo hasta este extremo. De traer a mi presente todo eso que me hubiera gustado mantener enterrado, esto que solo psiquiatra.

—Convencí a Miranda de ayudarme a escapar mientras mis padres dormían, no sin antes prometerle que regresaría pronto. Para esto nada más yo y Ruth sabíamos del embarazo. Dos horas después llegué a la fiesta emocionada y nerviosa, no me tomo mucho tiempo localizarlo —ni siquiera puedo pronunciar su nombre en voz alta —. Estaba con sus amigos de siempre, pero en cuanto me vio los olvido para venir a mi encuentro, me dio un beso antes de decirme que la casa de uno de sus amigos tiene casa sola y que podíamos ir ahí para recuperar el tiempo perdido. Me negué, le dije que tenía que hablar con el, que estaba embarazada.

El sollozo que sale de mi es tan lastimero, que una risa sale de mi por lo idiota que fui al pensar que decirle eso seria la mejor de las ideas. Alexander seguro piensa que si estoy loca por llorar y reírme al mismo tiempo.

—Ya sabrás la desilusión que me llevé cuando su reacción no fue la que yo esperaba, ni siquiera cerca estuvo me dijo que estaba loca si pensaba que él me iba a creer que ese hijo era suyo, que seguro que así como había estado con él podría haberlo hecho con cualquiera. Dijo que poda hacer lo que quisiera mientras no lo molestara más, en ese momento supe que mis padres tenían razón al decir que el no era una buena persona.

》Llorando y con las ilusiones hechas mierda di media vuelta para volver a casa, aun no me había alejado lo sufienciete cuando llego la policía, todo se salió de control en un momento estaba regresando a casa y al sígueme estaba en la jefatura de policía porque alguien reporto que se estaba distribuyendo droga en a fiesta. Tuve que llamar a mis padres, papá pago mi fianza mientras mamá me llevaba al auto. El camino de regreso fue silencioso, sabía que estaban furiosos y yo no podía dejar de sollozar por mi insensatez, esa no era la manera en la que ellos me estaban criando.

Los brazos de Alexander se aprietan a mi alrededor y yo me pego más a él agradeciendo el calor que emana su cuerpo.

—No dijeron nada los primeros veinte minutos, no tenían que hacerlo sabia que estaban decepcionados de mi, que era —carraspeo la garganta —. Soy una mala hija, les dije que estaba embarazada y papá enloqueció. Me dijo tantas cosas que hubiera preferido que me golpeara, mamá solo lloraba y decía que yo no era la niña que ella había criado. Después de eso todo es como borrón inconexo en mi memoria.

》Recuerdo a papá gritando que renegaba de ser mi padre y a mamá llamándolo porque íbamos a toda velocidad hacia un camión de carga. Después de aquí no estoy muy segura de lo que paso. Recuerdo el impacto del auto, papá perdió el control, luego solo hay destellos de vidrios explotando, gritos, sangre… La voz se mamá pidiendo ayuda.

》Iba y venia de la inconsciencia, había escombros del auto destrozado, recuerdo a mi padre atravesado de la parte del estómago con una barra de metal, con la mirada perdida. Escuchaba la voz de mi madre llamarme pero no la veía por ningún lado. Yo trataba de moverme, gritar pero mi cuerpo no respondía, todo me daba vueltas y la desesperación, frustración no hicieron más que hacer que mi cuerpo colapsar.

—Desperté dos semanas después en un hospital, sola y sin familia — hago una pausa porque el llanto no me deja continuar.

—¿El bebé? ¿qué paso con el?—pregunta,  con la voz entrecortada y su rostro refleja lo aterrorizado que se encuentra por lo que acaba de escuchar.

—Lo mate. Yo que tenia que protegerlo, que mantengo con vida… Lo mate —susurro entrecortadamente—. Tenia ocho semanas y los médicos no pudieron hacer nada. Me volví loca.

Dejo ir un suspiro entre cortado.

—Mi abuela materna se hizo cargo de nosotras, pero yo no podía con la culpa y lo intente, muchas veces y con tanto ahínco que la última vez pensé que lo lograría. Intente suicidarme mas veces de las que puedo recordar, utilice todos lo métodos posibles… hasta que mi abuela se harto de lidiar con una adolescente que no podía con su realidad y decido internarme en una clínica mental por  miedo a que un día lograra acabar con mi vida —explicó, una vez que logró recuperar la compostura que había perdido —. Mi abuela siempre ha sido una mujer muy dura y yo había tocado fondo. Internarme en la clínica no sirvió de nada, porque si bien ya no había intentos de suicidio, me estaba dejando morir. Mi vida ya no tenía sentido para mí.

》Un día después de salir de terapia llegó de visita Lourdes Cox y me ofreció una carrera universitaria para mi y para Miranda en la universidad que nosotros quisiéramos, pero con la condición de vivir. Así que, después de mucho pensarlo acepte, porque se lo debía a mi hermana.

El gesto de Alexander se vuelve inescrutable, glacial al escuchar mis palabras, yo aprovecho ese momento para empujarlo y liberarme de su agarre. Necesito espacio. Respirar.

— Lo había perdido todo y tenía que aferrarme a algo o el sentimiento de culpa iba  acabar de volverme loca. Unos meses después salí de la clínica, estudie publicidad. Y lo demás ya lo sabes —silencio —. He pasado los últimos años de mi vida tratando de sobrevivir a mis demonios o eso traba hasta que decidiste que husmear donde no debías. Gracias —digo, sarcástica —. Eso es todo. Ya lo escuchaste, ya tienes una razón, un porque. Ahora lárgate y déjame tranquila.

Limpio mis lágrimas con el dorso de mi mano, sintiendo mis piernas lánguidas y no veo la hora en la que se largue para desmoronarme.

—No es tu culpa Emma.

—Ya le dije que no necesito su lastima señor Williams.

—Jamás podría sentir lástima por alguien tan valiente como —el tono severo en el que lo dice hace que mi ceño se frunza en confunción.

—Tampoco estoy para sus burlas —suelto, tajante.

—Esto —me señala con el dedo —. De va acabar. Y va hacerlo ahora mismo Emma. ¿sabes cual es tu maldito problema? —no me deja contestar porque continua hablado —. Que lo que tu interpretas en los demás como lastima, no es más que el reflejo de la autocompasión que te tienes —me termino de limpiar el resto de mis lágrimas sintiendo como el coraje se expande en mi interior—. Eres la persona mas fuerte, valiente y maravillosa que he conocido en toda mi vida.

—Alexander por favor vet…

No me da tiempo de terminar la oración cuando une sus labios a los míos con violencia y brusquedad en un beso que me sabe a gloria y perdición. Que me hace subir al cielo y bajar al infierno al mismo tiempo. Y se en este momento por sobre todas las cosas, que necesito alejarme de él o voy a caer.

Caer hondo de verdad por este hombre que me genera tantas cosas que me abruma. Este mismo hombre que piensa que soy valiente. Fuerte. Maravillosa. Y quiero creerle porque nunca lo había sentido tan real como ahora que esas palabras salieron de sus labios.

Feliz inicio de semana chicas, espero que estén muy bien, por poco y no actualizo donde vivo esta haciendo muchísimo frío y la luz va y vine, pero se logro.

Aquí otro poquito de Alemma.
¿Qué les pareció el capítulo?

Esta parte me dejó con sentimientos encontrados, ver a una Emma adolescente cayendo en las garras de un rufián, pobre mi bebé.
Nos leemos mañana chicas, gracias por todo y por tantísimo. Siempre leo sus comentarios (aja, todos) y me dan vida.

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