capítulo 6
De pronto las alamar se encienden en mí interior al ver al lujoso auto negro estacionarse justo frente a la acera donde me encuentro. Un escalofrío de puro terror me recorre el cuerpo y me paraliza.
Mi respiración empieza a volverse irregular y el alcohol no me deja pensar con claridad que es lo que tengo que hacer a continuación.
¿Grito?
¿Corro?
¡Haz algo Emma mueve!. Me pide mi cerebro con desesperación haciendo que voltee a ver la calle desierta.
El vidrio polarizado del auto empieza a bajar y yo siento la respiración atascarse en mi garganta. Y es, justo en ese momento que veo a la persona que se encuentra dentro del auto que una punzada de irritación se abre camino entre el pánico que estoy sintiendo.
Tal vez es una alucinación por los efectos del alcohol que he ingerido.
Me froto los ojos con las manos, pero el hombre no desaparece.
¿Enserio? ¿Dios? Tanto me odias para que justo ahora, en este estado me encuentre con Alexander Williams.
El hombre que se encuentra sentado dentro del auto me escanea de arriba a bajo con detenimiento antes de volver sus ojos verdes a las míos.
No se si es el alcohol o si me he vuelto loca, pero empezamos una especie de guerra de miradas durante un par de minutos y no es que no me intimide su penetrante mirada. No. Lo que está pasando es que estoy muy cabreada por la manera en la que han pasado las cosas estas últimas semanas.
Se que el no me debe ninguna explicación ni nada, pero no puedo evitar sentirme así irritada… incierta.
—¿Necesita que la lleven algún lado señorita Smith? —pregunta, cuando hemos permanecido demasiado tiempo en silencio.
Aprieto los puños y me obligo a mantener mi gesto inexpresivo —tanto como el alcohol en mi sistema me lo permite.
Vuelve a recorrerme con la mirada una vez mas y esta vez cuando sus ojos vuelven a los míos hay algo en ellos que no estoy segura de como interpretar.
Mi cuerpo tiembla y ya no se si es por el frío que me provoca el aire helado o por su presencia arrolladora.
Me debato entre seguir caminando, ignorarlo o contestar alto borde pero en última instancia decido que sigue siendo mi jefe que puede despedirme si así lo quiere.
—No, señor Williams. Estoy bien así —soy plenamente consciente de lo arrastrada que suena mi voz y de lo pobre del argumento que acabo de darle, cuando es más que obvio que me estoy congelando.
Con todo y eso me las arreglo para alzar ligeramente y el mentón acto seguido el hombre con el he estado enojada durante las últimas semanas abre la puerta del copiloto y baja del auto.
El pantalón negro que lleva puesto le abraza a la perfección las muy bien trabajadas piernas, la camisa que lleva sin corbata con los primeros botones desabrochados sin saco —que imagino —lo dejo olvidado en algún lugar.
Da un paso en mi dirección y por acto reflejo yo retrocedo uno hacia atrás él de inmediato se detiene y arquea una ceja interrogante.
—A caso a estado bebiendo señorita Smith —suena más a una afirmación que a una pregunta.
Trago duro.
Lo observo detenidamente y es que incluso, ahora se ve tan atractivo e imponente que quisiera golpearlo por lucir así todo el tiempo. Enigmático, arrollador e imponente.
—Muy guapo y todo pero ese no es asunto suyo —pero que se a creído para entrometerse en mi vida.
—¿Cree que soy guapo? —pregunta, divertido metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—No se venga hacer el modesto conmigo cuando sabe que tiene a cualquier mujer que quiera con solo chasquear los dedos —digo, con fastidio.
—No a todas —replica, y la mirada que me dedica me hace removerme incomoda en mi lugar.
Parpadeo confundida un par de veces sin entender como en El infierno estamos hablando de esto.
—Como sea— me encojo de hombros —. Su promiscuidad no es de mi incumbencia. Como dicen cada quien hace de su culo un papalote.
—Emma —dice, con advertencia y un escalofrío me recorre entera —. No es prudente que tome de esa manera.
—Sólo fue un poquito —hago un ejemplo con el índice y el pulgar haciendo referencia a que solo fue un poquito —. A demás que va hacer ahora ¿mandarme al departamento de contabilidad en el piso de abajo? ¿despedirme? —una risa carente de humor y llena de irritación me sale antes de que me gire para seguir avanzando tambaleante —.Váyase a la mierda Alexander Williams—me río porque se siente también decirlo en voz alta.
Le bastan solo un par de zancadas para alcanzarme y ponerse frente a mi, se yergue en toda su altura y puedo notar lo apretada que lleva la mandíbula, no puedo evitar sentirme intimidada por este hombre y todo lo que despierta —o no —en mi interior.
Tratado de dar otro paso atrás pero mis torpes pies se enredan entre sí y pierdo el equilibrio. Me preparo para recibir el impacto cerrando los ojos pero todo lo que siento son unas manos grandes y fuertes tomarme de la cintura evitando que mi cuerpo impacte contra el frío suelo.
Como en el infierno tengo tanta maldita mala suerte.
Mi mirada se encuentra con la tormenta verdosa que son sus ojos y un sonido estrangulado escapa de mi garganta cuando el olor a perfume caro mezclado con cigarrillos inunda mis fosas nasales y mi respiración se vuelve aún más dificultosa.
Mis manos automáticamente van a sus hombros cuando me mueve de manera que me deja sobre mis pies en la acera desierta. Sus manos se aprietan en mi cintura antes de atraerme hacia el por lo que puedo sentir lo duro de sus bíceps contra mi pecho.
La distancia cada vez empieza hacer mas escasa entre nuestros rostros de modo que nuestros alientos se mezclan y esta puedo notar el ligero olor alcohol que desprende de él.
No me gusta tomar, nunca me a gustado hacerlo y no porque sea poco tolerante o algo por el estilo, la verdad es que no me gusta porque me hace sacar valentía de donde no la hay como justo ahora. Que presa de un impulso envalentonado terminó de rodear mis brazos alrededor de su cuello antes de acercarme lo suficiente para que mis labios queden rosen los suyos.
1…
2…
3… Segundos pasan y cuando pienso que va a rechazar y vivir la peor humillación de mi vida uno de sus brazos rodea mi cintura pegándome aún mas a su cuerpo —si es que eso es posible —, haciendo que el beso pase de solo presiones a volverse voraz, desesperado… ¿hambriento?. Como si estuviera necesitado y no lo supiera.
Ahora él es el que esta al mando del beso y yo me dejo guiar gustosa. Una de sus manos—esa que no tiene alrededor de mi cintura —recorre mi espalda desnuda dejando una corriente eléctrica por donde pasa hasta llegar a mi cabello y enredar los dedos en el para girar mi cabeza hacia un lado y tenerme ahí. Justo como me necesita.
Un jadeo se me escapa en el proceso, lo que él aprovecha para introducir su lengua en mi boca y cuando lo logra un gruñido de satisfacción lo abandona. Yo justo ahora estoy demasiado ocupada absorbiendo todas estas emociones arrolladoras que me hacen sentir viva. Que no sabía que necesitaba sentir con desesperación y me hacen saber que hay algo más que el estado de entumecimiento con el que vivo día a día.
Me a arruinado. Alexander Williams me a arruinado con solo un beso ¿Cómo haré ahora para superar algo como esto?.
El corazón me da un tropiezo cuando mi lengua se vuelve una participante activa acariciando la suya gustosa y en respuesta el pega más su cuerpo al mío.
Maldita sea es que también tiene que besar como los putos dioses. ¿¡Que estas haciendo Emma!? Es tu jefe. Advierte mi subconsciente pero esta vez lo adormecido de mi cordura me impiden hacerle caso.
No se cuanto tiempo pasa antes de que me separe con brusquedad de su boca en busca de aire, sus ojos se ven más oscuros que hace unos momentos y los labios hinchados son una clara señal de la urgencia de nuestro beso.
Jadeo en busca de aire antes de él que vuelva acercar peligrosamente su boca a la mía.
—Creo que vomitare—balbuceo, cuando esta apunto de besarme.
—¿Qué?.
Y es todo lo que necesito para girarme con brusquedad entre sus brazos y doblarme por la mitad para vaciar mi estómago a mitad de la calle en los brazos de uno de los solteros más codiciado del país.
Humillación: eso es lo que siento en este momento.
El hombre detrás de mi toma mi cabello y lo sostiene haciéndome sentir más avergonzada y miserable de lo que estaba.
Una vez que termino de vaciar el contenido de mi estómago me sostengo de su brazo para pararme derecha antes de pasarme el dorso de la mano de manera nada femenina por la boca.
—Creo que esta vez si voy a morir.
Una risa ronca y profunda llega a mis oídos como si supiera la ironía de la broma privada que esconden mis palabras.
—No se vas a morir, tendrá una resaca de los mil infiernos pero no se vas a morir —no me pasa desapercibido la manera en la que me ha vuelto hablar de usted —. Será mejor que la lleve a su casa.
Entonces me libera del agarre que ejercía en mi dejándome tambaleante. Sus palabras golpean mi cabeza como un balde de agua fría y una punzada de dolor me recorre de los pies a la cabeza, haciendo que mi cuerpo entero se hiele y se estremezca debido a la sensación abrumadora de abandono que experimento en este momento.
Claro que se quiere deshacer de ti, tiene miles de mujeres al alcance de un chasquido como para estar perdiendo el tiempo con una mujer como tú y como si eso no fuera sufienciete ebria. Me recuerda mi subconsciente y esta vez la vergüenza y la humillación se trasforman en algo más oscuro y apabullante.
De pronto besarlo me hace sentir como la mas grande de las estúpidas.
—Lo mejor será que me vaya —llegados a este punto la vergüenza es tanta que no soporto verlo, no soporto estar en mi propia piel.
Doy unos cuantos pasos antes de que una mano grande y áspera se enrede en mi muñeca. Aprieto la correa de mi bolso con mi mano libre antes de girarme.
Me encuentro con una mirada incierta y divertida que no entiendo del todo, antes de que me suelte y pueda notar el labial color nude que lleva embarrado alrededor de toda la boca debido al beso que nos dimos.
Reprimo una sonrisa por lo ridículo que se ve.
—Esta de acuerdo que no puedo dejarla ir sola en ese estado ¿verdad? —esta vez su tono de voz es serio.
—Como si le importara —no quiero sonar resentida pero de todos modos lo hago —. Después de ignorarme por semanas después de lo que paso…
—¿Y que paso? —me interrumpe —. Que es lo que paso según usted.
¡¿Qué estupideces está diciendo Emma?!. Muévete antes de que pierdas la poca por no decir nula dignidad que te queda. Me dice la vocecilla en mi cabeza y siento el rubor subir por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas.
—Solo déjeme tranquila —digo, exasperada y suena más a una suplica que a otra cosa.
Su gesto inexpresivo y altivo al mismo tiempo me hacen querer tirar de mi cabello por la frustración que me hace sentir. Mi pulso golpea con fuerza detrás de mis orejas y siento como toda la sangre se agolpa en mis pies.
—No —dice, y suena tan sorprendido como yo por lo que acaba de decir.
—¿No?. Esto no es asunto suyo. Así que por favor déjeme tranquila y vaya hacer lo que sea que hacen los hombres pomposos como usted a esta hora —digo, irritada y asustada a partes iguales sintiendo mi voz quebrarse en el proceso.
Paso saliva varias veces tratando de deshacerme el nudo que se aprieta cada vez más en garganta pero es inútil ya que las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas y ya ni siquiera se porque lloro.
Me odio por dejarme ver vulnerable, tan expuesta ante él o por la vergüenza de reclamarle algo que no venía al cuento.
El que no diga nada y se mantenga observándome mientras yo trato de mantener todos mis pedazos juntos hace que quiera que la tierra se abra y me trague.
Cierro los ojos un momento tratando de contener el moustro de emociones abrumadoras que me genera toda esta situación. Al cabo de un rato siento sus manos acunar mi rostro entre sus manos y con los pulgares limpiar las lágrimas que se encuentran cayendo por mis mejillas.
Sus brazos hacen el amago de abrazarme pero me resisto: no lo merezco.
No merezco que el ni nadie me de un consuelo del que por sobre todas las cosas se que no soy digna. Trata de intentar abrazarme una vez más, pero es más rápido y me abraza con fuerza pese a que me resisto luchando no puedo liberarme de la prisión de sus brazos.
—Tranquila —susurra, contra mi cabello y no puedo evitar sentir la calidez de su cuerpo mientras acaricia mi cabello. Esta tan calentito que no quiero apartarme.
No se cuanto tiempo demoramos así —el envolviéndome en sus brazos a mitad de la madrugada en una calle desierta —pero parece una eternidad y al mismo tiempo no parece suficiente. Es como si hubiera creado un bucle en el tiempo donde sus brazos son un escudo que me mantiene protegido de todas esas sensaciones abrumadoras y apabullantes que me acechan todo el tiempo y que me arrastran hacia la oscuridad.
Quiero ignorar por un momento que mi mundo esta apunto de colapsar e ignorar como se está cayendo a pedazos frente a mis ojos sin que yo pueda detenerlo. No quiero que deje de abrazarme jamás.
—¿Está mejor? —su voz es como un golpe de realidad.
Odio sentirme una niña pequeña necesitada de cariño y lo odio. Odio sentirme de esta manera y odio aun mas que él este aquí haciéndome sentir segura.
Me separaron tan bruscamente de él que tan pronto sus brazos caen a sus costados siento el vacío que dejan en mí.
El haber llorado me generó un dolor de cabeza, eso sumado a que había bebido hace que todo se empiece a mover a una velocidad aterradoramente alarmante.
—Será que ahora puedo llevarla a su casa y darle un poco de paz a mis nervios —replica, con esa voz ronca tan suya que me eriza todos los pelos de la nuca.
—Todo da vueltas —informo, escucho una maldición por lo bajo salir de él, antes de cerrar lo ojos tratando de evitar que todo se siga moviendo —. No quiero ir a mi casa.
Lo digo porque es cierto, en este estado y justo como me encuentro ahora no seria la idea más brillante, podría llamar a mi hermana pero esta celebrando su cumpleaños así que no me queda más que llamar a la única persona que podría ayudarme en este momento.
—Necesito irme —murmuró, a nadie en especial pese a que se que el sigue aquí.
Me giro una vez más sobre mis talones echándome andar rebuscando en mi bolso mi teléfono con desesperación y la mirada borroso.
Estoy demasiado borracha.
Un gruñido de frustración se escucha a mis espaldas. Lo ignoro.
—Bien. Como cavernícolas entonces.
Justo cuando encuentro el contacto de la doctora Wilson unas manos se anclan a mis caderas antes de girarme con brusquedad, lo próximo que siento es que mis pies dejan de tocar el suelo y todo se pone al revés.
Ni siquiera tengo fuerzas para reclamar nada ya que el mareo se hace cada vez más intenso justo, cuando siento como mi cuerpo aterriza en el asiento de cuero de su auto acto seguido abrocha el cinturón de seguridad que me mantiene fija en mi lugar.
Lo último de lo que soy consciente es del ruido del motor volviendo a la vida antes de que todo se vuelva negro a mi alrededor.
**
Las ganas de volver el estómago hacen que me remueva en el mullido colchón, siendo vagamente consiente del peso que se encuentra alrededor de mi cintura, mi cerebro trata de ignorarlo y volver a caer en la bruma del sueño pero la respiración acompasada que me hace cosquillas en la nuca envía una alerta que me hace abrir los ojos de golpe.
La luz que entra por la ventana me hace parpadear varias veces para acostumbrarme a ella. Trato de sentarme pero el brazo alrededor de mi cintura se aprieta impidiendo que me siente sobre la cama.
De pronto las imágenes de la noche anterior empieza a llegar a mi cabeza abrumándome por la vergüenza que me embarga al saber que yo misma me deje en ridículo.
Hubieras aceptado que te llevara Liam. Mi subconsciente me reprende.
Cierro los ojos con fuerza y una punzada de dolor me atraviesa la cabeza.
Por favor que no sea lo que estoy pensado. Suplico a lo que sea que me escuche en este momento.
Tengo miedo de voltear y comprobar lo que me estoy imaginado, es por eso, que en lugar de eso bajo la cabeza para observar mi cuerpo y el grito silencioso que se construye en mi garganta al darme cuenta que solo llevo una ramera blanca que me va grande sin nada más que mis bragas debajo.
Madre mía, madre mía. La madre que me parió.
Me remuevo en mi lugar tratando deshacerme del agarre posesivo en mi cintura cuando lo escucho. Escucho.
—Deje de moverse señorita Smith. ¿Siempre es así de molesta por las mañanas? —la voz ronca y pastosa por la falta de uso de la persona que está detrás de mi me hace dar un respingo en mi lugar.
Me deshago de su mano que sujetaba mi cintura para levantarme como impulsada por un resorte de la cama y encarar al hombre con el que dormir. ¡Dios! dormí con mi jefe.
Debo confesar que el cabello negro azabache revuelto por la almohada le da un toque sensual.
Que estas pensado concéntrate Emma.
Sacudo la cabeza en una negativa y el me observa como si me hubiera vuelto loca. Su cara en este momento es un verdadero poema entre la diversión y la confusión.
—Usted… yo… quiero decir… hicimos… eso —me llevo una mano a la boca por la vergüenza que me genera esta situación.
La cabeza me va a explorar. El sonido de una carcajada particularmente ruidosa hace que la cabeza me retumbe, es bueno que por lo menos a uno de los dos le resulte graciosa la situación.
—Hicimos ¿qué? —pregunta, encantado.
Claro que sabe a que me refiero, solo se está haciendo El idiota.
—Ya sabe…
—No. No se a que se refiere, sea clara.
Lo odio. Justo en este momento lo odio con cada fibra de mi ser. La sonrisa socarrona que me regala antes de cruzar sus brazos sobre su pecho desnudo y enarcar una ceja hacen que quiera con todas mis fuerzas estampar mi puño en su cara.
Ahora puedo detallar la tienta que lleva sobre si pecho y lo que más sobre sale de todos los tatuajes que lleva es un camaleón que abarca casi todo si brazo izquierdo. El animal pintando en su piel pareciera como si estuviera apunto de atar a su presa.
Es impresionante y pese a ser un animal pequeño la manera en la que está dibujado en su brazo lo hace ver imponente.
—¿Y bien? Sigo esperando que me explique que hicimos o no —dice, extasiado con la situación cuando me atrapa comiéndomelo con los ojos.
—¡Sexo!. Lo dije vale ¿usted y yo tuvimos sexo? —no puedo de lo caliente que se siente mi cara.
—Si hubiéramos follado aun no saldría de esta cama —dice, con un tono tan seductor que siento que si sigue hablando podría arruinar mis bragas —. A mi me va más follar cuando la otra persona está consiente, así que no. No nada de lo que esta pasando por su cabeza.
Le doy una mirada venenosa.
—¡No estoy pensando nada! —digo, ofendida.
Se levanta de la cama viéndose como dios del olimpo vistiendo solo uno bóxer negro puesto que no hace nada por ocultar la nada inofensiva erección que tiene.
—Claro —su tono de voz me hace saber que no me cree nada —. Por si semblante verdoso me puedo imaginar la resaca del infierno que tiene, no debería tomar así.
Siento que la cara me arde ante el intimidante hombre casi desnudo frente a mi, luce tan caliente que de pronto me imagino a mi misma despertando un domingo por la mañana con el entre mis piernas…
No. No vayas ahí.
—¿Entonces que hacia en la cama con usted sin ropa? —cuestiono.
Esta vez la sonrisa juguetona y lasciva que emboza me hace apretar los muslos.
—Digamos que le regrese el favor por la hospitalidad que me brindo hace unas semanas.
¿Se está burlando de mi?. De pronto recuerdo como tuve que quitarle la ropa llena de vomito y en venganza el hizo lo mismo.
Entrecierro los ojos en su dirección.
—Se esta vengado —lo acuso.
—Por su puesto que no —se lleva una mano al pecho con fingida indignación.
—No es gracioso.
—Hable por usted misma.
Lo recorro con la mirada una vez mas y por supuesto que nota la manera inquisitiva en la que lo reparo. No es que nunca haya visto a un hombre desnudo, eso lo que nunca había visto a alguien tan impresionante como el.
—¿Le gusta lo que ve? —pregunta, soberbio y arrogante enarcando una de sus pobladas cejas antes de que una sonrisa de suficiencia me permita ver su perfecta dentadura.
Levanto el mentón viéndolo a los ojos y pese a que se que estoy roja hasta el carajo me las arreglo para hacer un gesto aburrido.
—Nada impresionante la verdad —digo, con simpleza y su sonrisa se borra.
¡Ja! Ahora ya no te parece tan graciosa la situación.
—No le creo.
—Eso suena mas a su problema que al mío —respondo, resuelta y aburrida.
Su mirada me estudia unos segundo y trato de mantener mi gesto aburrido, inexpresivo hasta que me doy cuenta de la dirección que tiene sus ojos. Por acto reflejo me llevó la mano a mis pechos.
Otra carcajada sale de su boca y es tan impresionante escucharla que algo extraño aletea en mi pecho. Da un paso en mi dirección y luego otro más hasta que me tiene acorralada entre su cuerpo y la pared de su habitación.
—No le creo una mierda —dice, a pocos sentimientos de mi cara —. Su cuerpo dice lo contrario que su boca.
Y en efecto mi traicionero cuerpo anhela con desesperación que lo toque. Mis pezones pueden verse erguidos por sobre la fina tela blanca de la ramera.
—Ya le dije que ese es su problema —sueno sin aliento.
Su boca se acerca peligrosamente a mía y cierro los ojos esperando el contacto de sus labios sobre los míos. Su aliento golpea la comisura de mi boca antes de arrastrar sus labios por mi mejilla y como si mi cabeza tuviera por voluntad propia se hace un lado dándole acceso a mi cuello.
El entierra la cabeza en el hueco de mi cuello antes de dejar una estela de besos ardiente por este hasta que se detienen cuando muerde el lóbulo de mi oreja haciéndome jadear.
—Mentirosa —susurra, en mi oreja y abro los ojos de golpe —. Ahora si me permite iré a tomar una ducha.
Dicho eso se separa de mi dejándome necesitada y jadeante.
Maldito engreído.
Me regala una sonrisa sabionda antes de girarse sobre sus talones triunfante, caminado con la seguridad de alguien que sabe que tiene la razón, hasta desaparecer de mi campo de visión en lo que supongo es el baño.
Se va dejándome con el corazón latiendo a una velocidad antinatural y un nudo de pura ansiedad instalado en el estómago, haciendo insoportable el dolor de cabeza.
A
quí otro capítulo más de Alemma espero que lo estén disfrutando muchísimo. Nos leemos mañana, no se olviden de votar y comentar si les está gustando la historia y porque no recomendarla.
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