capítulo 5
El fin de semana llego sin contratiempos y hoy sábado cinco de octubre es el cumpleaños de mi hermana, se que no tendrá un cumpleaños más feliz de los que tenía cuando estábamos con nuestros padres, pero hoy como cada año desde que no están me dispongo a prepararle su desayuno favorito.
Luego de un par de horas metida en la cocina, me apresuro a poner todo en la charola donde pongo el desayuno junto al jugo de naranja que acabo de hacer.
Camino a su habitación con cuidado de que no se derrame nada y una vez que llego entró con cuidado de no hacer ruido para no despertarla, hago una maniobra medio extraña cuando esta apunto de derramarse el jugo pero logro evitarlo.
Al entrar la imagen dormida de mi hermana es lo primero que veo y una punzada me atraviesa el corazón, no puedo evitar pensar en cuantos momentos felices le arrebate por mi insensatez. Con un suspiro cansino deja la charola sobre la mesita de noche que está sobre su cama antes de acercarme con cuidado y depositar un beso en su frente.
—¡Feliz cumpleaños a la mejor hermana del mundo! —gritó, antes de lanzarme sobre ella y abrazarla.
—Si no quieres que sea el último, quítate no me dejas respirar —musita, con voz extraña por la falta de uso pero corresponde a mi abrazo —. Tu eres la mejor hermana, no se que haría sin ti.
Sus palabras me estruja el corazón. Y muy seguramente sin mi sería mucho más feliz —si es que es feliz ahora—, los ojos se me llenan de lagrimas costando demasiado evitar que caigan.
Tomo el cupcake de vainilla —su favorito — antes de encender la única vela que se encuentra sobre el parecido.
—Sopla la vela —la aliento —. Y no se te olvide pedir un deseo.
Sus ojos se iluminan al tiempo que se lleva una mano al pecho haciendo un puchero en el proceso que me llena de ternura, saco mi teléfono con rapidez para capturar el momento de ella así: con el cabello rubio —igual al mío— alborotado por la almohada, las cara hinchada por las horas de sueño, los ojos iluminados y una sonrisa radiante pintada en su rostro.
—Anda, date prisa o el desayuno se va enfriar —la apresuro —. Y es tu favorito.
Miranda cierra los ojos antes de soplar la vela. Le giño un ojo antes de salir por la taza de café que deje olvidada en la cocina y estoy por llegar a la puerta cuando la voz de Miranda hace que me detenga.
—Emma espera —me giro para mirarla con los ojos llorosos —. Nunca te lo he dicho, pero gracias por cuidarme como si fueras ella.
No hace falta que diga a quien, se que se refiere a mamá y el nudo en mi garganta se aprieta un poco más. En este momento siento como algo golpea mi pecho con violencia y sin poder evitarlo las lágrimas se acumulan en mis ojos una vez más.
Parpadeo un par de veces para ahuyentar las lágrimas y asiento con la cabeza porque soy incapaz de confiar en mi voz.
—Pero no nos pongamos tristes —la animo cuando una lágrima rueda por su mejilla —. Hoy es tu día especial y te tengo una sorpresa, así que andando. A desayunar que nos vamos de compras.
Miranda pega un chillido de emoción desde su cama antes de que olvide el tema de mamá y sonría. Me encanta verla feliz, es de las pocas cosas que me calientan el corazón y me traen cierta paz.
Mis ganas de salir hoy no son mas grandes de las que tengo de quedarme en casa viendo alguna serie en Netflix, pero no puedo se hacer si de egoísta —no otra vez — cuando tenemos tanto tiempo planeado esto.
Estos últimos días han sido más que malos para mi, entre el estrés del trabajo, el acoso constante de Jack sumado a los cotilleos de pasillo y la contaste lucha que tengo contra la ansiedad —contra mi mente.
Estoy agotada.
Tal vez te haga bien salir y distraerte un rato, llevas mucho tiempo sin salir. La voz en mi cabeza me alienta y esta vez —en mucho tiempo — decido hacerle caso.
Los golpes en la puerta de mi habitación me hacen salir de mi ensimismamiento
—Estoy lista Em —la voz de Miranda llega a mis oídos desde el otro lado de la puerta.
—Voy en un momento —gritó, quitándome el pijama a toda velocidad.
Perdí demasiado tiempo sentado en la orilla de la cama mirando hacia la nada, es por eso que corro a mi pequeño armario a tomar lo primero que veo: una camisa básica color blanco y unos vaqueros color azul rasgados de las rodillas y, claro que no podían faltan más vans blanco que me encanta.
Me ato el cabello en un moño desordenado dejando sueltos varios mechones rubios y solo me pongo un poco de máscara para pestañas junto con un poco de brillo labial antes de salir de mi habitación topándome de lleno con la imagen de mi hermana menor.
Lleva unos vaqueros negros y una blusa de manga larga color vino con unas zapatillas deportivas a juego. El cabello —rubio y un poco ondulado — lo lleva suelto y se ve preciosa como siempre.
—¿Nos vamos?.
—Pensé que nunca saldrías de ahí —dramatiza, haciendo una señal con la cabeza hacia mi habitación.
Ruedo los ojos antes de sacudir la cabeza en una negativa y echarme andar hacia la salida, no sin antes tomar las llaves del apartamento.
**
—¿Puedo hacerte una pregunta?— dice, Miranda juguetona una vez que empezamos a caminar por el centro comercial.
Y es todo lo que necesito para saber que no me va a gustar lo que me va a preguntar y es que mi hermana es tan elocuente que no se que exactamente que esperar de ella.
—¿Puedo negarme? —intento, y ella gruñe en respuesta.
—No. No puedes negarte —replica sería —. Es mi cumpleaños y tienes que consentirme.
—Tramposa —la acuso —. Dale, dispara tu pregunta.
Ella hace un bailecito ridículo de victoria.
—¿Por qué no sales con nadie? después de lo que paso —eso último lo dice con cuidado —. Sólo te haz dedicado a estudiar y trabajar —trago duro ante su pregunta, pero ella continúa —: Yo se que te tengo a ti y también esta Carlos, no quiero que te conviertas en la tía solterona de mis hijos.
Esta vez no puedo evitar reír ante su declaración y es que solo ella puede convertir un momento incómodo en uno lleno de diversión y ocurrencias.
Tal vez ella no recuerde con exactitud que fue lo que paso hace años, tampoco tengo intención de explicarle algo que esta grabado a fuego lento en mi memoria.
—Supongo que no a llegado el indicado — me encojo de hombros tratando de sonar despreocupada.
Entrecierra los ojos en mi dirección y justo cuando creo que no se va a dar por vencido con la explicación tan pobre que le di asiente con la cabeza y yo dejo ir un gran suspiro de alivio.
Nos dedicamos a recorrer los pasillos del centro comercial entrando a un par de tiendas en el proceso sin encontrar nada que le guste, pese a que todas están repletas de vestidos hermosos.
Y por supuesto haciendo tiempo para que Carlos tenga todo listo.
—Y que hay de ese hombre de la otra noche —suelta, de repente mientras veo un vestido en el maniquí de la tienda donde estamos.
—¿Mi jefe? ¿qué hay con él? — Trato de sonar despreocupada, pero la punza de irritación que me provoca hablar de mi jefe me enoja.
Mi hermana por su puesto que lo nota ensanchando sus sonrisa que deja ver a la perfección su perfectos dientes blancos.
Mierda, mierda. Aquí vamos.
—No te hagas la desentendida —me señala con el dedo, dejando de lado el vestido que traía en la mano —. Me vas a decir que no esta interesado en ti.
Pone la manos en su cintura.
—Pues claro que no —suelto, escandalizada.
—Por favor Emma — habla, medio divertida medio irritada.
—Por favor tú. Como se te ocurre pensar algo así —la reprendo.
—Esta mas que claro que ese tipo esta interesado en ti —dice, finjo no escucharla y tomo un precioso vestido color rosa en un intento de cambiar la conversación —. No me puedes decir que no lo notas.
Por su puesto que ella no iba a dejar ir la conversación.
—Suponiendo que tengas razón —empiezo —. ¿Que es lo que el pueda ofrecerme Miranda? ¿ser su amante en turno? ¿calentar su cama hasta que encuentre otra que lo haga mejor que yo?. Se realiza ese hombre tiene mujeres de donde escoger, por supuesto que no se va a fijar en mi.
Su ceño se frunce en protesta pero no dice nada más, lo cual agradezco y se que no se quedo conforme con esta conversación incómoda —al menos para mi— plática. Y se que en cuanto pueda lo volverá a traer a colación.
Seguimos recorriendo tiendas departamentales hablando cosas de la universidad y que tiene un profesor que —según ella —la odia.
El grito de Miranda me hace voltear alarmada, solo para verla entrar a toda velocidad a una tienda.
—Casi me matas del susto —le informo llegado a donde esta apunto del entrar al probador con un vestido rojo.
—Sí. Aja, mira esta preciosidad de vestido Emma —medio me enseña lo que sostiene entre las manos antes de perderse dentro del vestidor.
Cuando sale enfundada en el vestido rojo que se le ve como una segunda piel, es corto pero no lo sufienciete para parecer vulgar, el pronunciado escote V de la parte de enfrente le da un toque sensual y estoy casi segura que su novio lo va amar.
Le alzo los pulgares en señal de aprobación y me responde con una sonrisa radiante.
Una vez que a elegido su vestido prácticamente hace una rabieta para convencerme de comprar un vestido negro no tan entallado, pero que marca a la perfección mi figura delgada con las espalda casi completamente descubierta —si no fuera por las dos tiritas que cruzan mis omóplatos que lo sostienen —hasta llegar justo arriba de la curva de mi trasero. Prácticamente es solo un pedazo de tela color negro que cobre justo los lugares correctos.
—No crees que esto es demasiado…
—No —me interrumpe —. Es perfecto. Así que por favor, por favor llévalo contigo.
Junta las manos frente a ella y hace un puchero al que no me puedo resistir, por lo que termino llevando el dichoso vestido.
Son las cinco de la tarde cuando terminamos de hacer las compras y mi estómago gruñe en respuesta por lo que pasamos a comer algo en el centro comercial.
Cuando llegamos a el apartamento y Miranda se mete a bañar primero porque le dije que hoy por ser su cumpleaños la acompañaría a una noche de antro y ella no parece sospechar nada ya que se va gustosa.
Yo por otro lado extiendo el vestido sobre mi cama antes de verlo por un par de segundos no muy convencida todavía, aun no se como le haré para no sentirme como una completa mujerzuela con eso puesto.
Busco mi teléfono que olvide esta mañana y cuando lo localizó me doy cuenta que lo deje cargando apagado por lo que presiono el botón de encendido haciendo que la pantalla se ilumina y suene con las notificaciones entrantes. Dos iconos de llamadas perdidas brillan en la pantalla y para variar son de mi jefe —Alexander—, lo que es raro porque es sábado y porque me ha evitado a toda costa desde que estuvo aquí.
**
El timbre de la puerta suena justo cuando estoy frente al espejo de cuerpo completo que está en mi cuarto estudiando el diminuto vestido y haciendo un par de movimientos para cerciorarme de que no se me vea nada de más si me muevo.
Llevo un maquillaje un poco cargado en comparación a lo que siempre uso, pero me encanta.
El timbre vuelve a sonar y está vez corro a la puerta porque quiero que también sea sorpresa para Carlos ver a mi hermana en el espectacular vestido que compro.
Cuando la puerta se abre la imagen de Carlos en un pantalón azul marino de vestir con una camisa blanca de maga larga y botones me recibe.
—¡Wow Em! —silva en asombro el exagerado —. Te vez muy hermosa hoy, seguro que no más que mi novia pero igual te vez bien.
Le doy un pequeño golpe en el hombro con el puño cerrado antes de rodar los ojos y hacerme a un lado para dejarlo pasar.
—Demore horas tratando de lucir espectacular —digo, con fingida indignación —. Pues tu no te vez para nada impresionante.
Entonces sin poder evitarlo ambos empezamos a reírnos, a reírnos de verdad.
—Es hora de irnos Miranda —gritó, para que ella sea capaz de escucharme.
—Un momento —grita de vuelta.
Ruedo los ojos al cielo sólo porque hay cosas que aunque pasen los años no cambian, como lo meticulosa que es Miranda en su arreglo personal.
Dejo a mi cuñado en la sala para volver a mi habitación y tomar mi pequeño bolso juego con el vestido y asegurarme de llevar todo lo necesario: llaves, cartera, teléfono. Una vez que tengo todo vuelvo a salir.
—Nos podemos ir —la voz detrás de mi me sobresalta y una risita se escucha.
A pesar de que estoy haciendo mi mayor esfuerzo mis ánimos no son los mejores. Toma todo de mi aparentar que todo va bien y con la promesa de estar un par de horas y luego volver a casa.
—Te vez espectacular hermana… Pero tu ojos.
Maldita sea. Odio que me conozca también. La tomo de los hombros y miro directo a sus ojos verdes.
—Hoy es tu día y no quiero que te preocupes, solo quiero que te diviertas. Prometo.
—Emma.
—Promételo —insisto.
—Lo prometo —dice, con fastidio antes de rodar los ojos.
Me da un abrazo antes de pasar por mi lado y dirigirse hacia su novio al que le da un beso en los labios antes de que el la levante en el aire y le de vueltas felicitándola.
Una vez que nos instalamos en el auto de Carlos nos ponemos en marcha hacia el lugar acordado. Miranda como siempre se apodera de la música poniendo su banda favorita —Nirvana — y cantando a todo pulmón sus canciones.
—Y a todo esto ¿A dónde me están llevado? —pregunta, curiosa después de un rato.
—Es una sorpresa —responde, mi cuñado provocando que mi hermana haga un mojín de niña pequeña.
El KSC es el antro preferido de mi hermana en toda la ciudad, así que estoy segura de que le encantara. Después de un rato más el auto de no puedo evitar pensar en todo lo que hubieran hecho nuestros padres hoy por su pequeña niña. Y por mi culpa ellos nunca podrán celebrar ninguno de sus cumpleaños, el día de su graduación o incluso el día de su boda.
Yo tenia que morir ese día, no ellos. No debiste haber venido, no después de que has empezado a tener crisis otra vez. Mi subconsciente me ataca pero trato de mandarlo lejos y ser fuerte. No puedo arruinarle esto también.
Al llegar al lugar no cabe ni un alma, esto está a reventar y gracias al cielo no tenemos que hacer fila ya que Carlos conoce al dueño —sin contar que hizo reservación —y, eso hace que el cadenero nos deje entrar en cuando se acerca a él.
Hacia muchísimo tiempo que no venía aún lugar como este, no desde que traté de retomar mi vida después de lo que paso y no lo logré. Carlos nos guía a la zona vip que reservo para esta ocasión. La realidad es que el novio de mi hermana viene de una familia muy poderosa de Italianos, él por motivos que desconozco se vino a vivir a Estados Unidos para independizarse, mientras más lejos de sus padre mejor —sus palabras no las mías.
Los señores Bianchi —suegros de mi hermana — solo la conocen por video llamada ya que parece ser que para ellos es muy importante la familia a diferencia de su hijo. Mi hermana está encantada de viajar a Italia a conocerlos aunque Carlos no tanto.
Cuando llegamos al lugar vip la mesa se encuentra llena de rostros desconocidos para mi y para Miranda no tanto por lo que me empieza a presentar a todos los presentes. Una vez echas las presentaciones pertinentes la primera ronda de tragos no se hace esperar para brindar.
El líquido quema al pasar por mi garganta. Todo empiezan a tomar haciendo ridículos juegos y yo hacía tango que no tomo alcohol que trato de hacerlo tan despacio para perder la conciencia. Observó todo a mi alrededor y la verdad es que todo quedo espectacular empezando por la decoración que pese a que nos encontramos en una zona exclusiva todo el lugar está decorado con temática de feliz cumpleaños y un número veinte, eso sin contar los globos de todos colores y las pulseras florecientes que les están dando a todos las personas.
No quiero ni pensar en la cantidad ridícula de dinero que debió de gastar en esto mi cuñado.
La música retumba por todo el lugar desde los altavoces y una a una la personas que están en la mesa empiezan a levantarse a bailar. Yo, por otro lado aún no me siento lo suficientemente ebria para ir a bailar y es que bailar nunca ha sido mi suerte. Solo me dedico a mover la cabeza y el cuerpo —sentada en mi lugar —al ritmo de la música.
El tiempo pasa tan deprisa que cuando me doy cuenta he perdido la cuenta de cuantos tragos he bebido, pero sé que suficientes y que debo detenerme. La respiración se me atasca en la garganta cuando mi cuñado viene hacia mi acompañado de un hombre que no estaba entre los invitados que hasta hace unos momentos atrás estaban en la mesa.
—Emma te quiero presentar a mi amigo de la infancia —dice, cuando esta lo suficientemente cerca para que lo escuche por sobre la música —. Él es Liam. Liam ella es mi cuñada Emma.
Liam me extiende una mano que estrecho por educación y le dedico una mirada de advertencia al novio de mi hermana, no le compro el cuento del amigo de la familia.
—Un gusto conocerte Liam.
—El gusto es mío — me da una sonrisa encantadora.
Seguro que esa sonrisa ha bajado muchas bragas. Tiro rápidamente de mi mano rompiendo el contacto con la suya.
—¿Puedo hacerte compañía? —pregunta —. La verdad es que no me apetece bailar. Por el momento
Llegados a este punto quiero matar a Carlos, fue lo primero que le advertí: no quiero que me presentes a nadie. Pero tiene esa idea metida en la cabeza desde el día de la cafetería.
—Yo me voy con mi hermosa novia —anuncia, mi cuñado antes de girarse sobre sus talones y perderse bailando entre la gente.
—Claro siéntate —le ofrezco, a Liam.
El pide una bebida al mesero que nos atiende antes de sentarse cerca de mi.
Liam empieza a hablar sobre todo y sobre nada al mismo tiempo y debo de admitir que si compañía me resulta agradable o tal vez solo es el alcohol en mi sistema no lo se. Tiempo después Liam me invita a bailar y de inmediato declino su oferta. De pronto me siento incomoda y no se porque me siento tan fuera de mi, de balance.
—Gracias por esto Emma. Me encanta —los brazos de Miranda me sobresalta cuando me rodea en un abrazo.
—No tienes nada que agradecer. Todos los méritos fueron de Carlos yo solo lo ayude. —digo, con simpleza.
Miranda pide tres rondas más de bebidas por lo que sigo bebiendo celebrando su felicidad.
Cuando vuelve a la pista de baile —porque parece que no se cansa — nos volvemos a quedar en la mesa solo Liam y yo.
—¿Quiere bailar Emma? —pregunta, nuevamente Liam llamando mi atención.
—No quiero ser grosera pero la verdad estoy muy cansada. En realidad quisiera irme ya— lo digo porque es verdad, ya quiero irme.
Justo en se momento todos vuelven porque a llegado la hora se partir el pastel, no sin antes cantar feliz cumpleaños a Miranda que se encuentra con un ridículo gorro de cumpleaños acompañada por una pista que pone el DJ. Brindamos con shots de tequila.
Deberías dejar de tomar de esta manera o te vas arrepentir. Me advierte mi subconsciente y decido que tiene razón y a llegado el momento de volver a casa.
Me acerco a la cumpleañera para informarle que me iré a casa, pero antes de que pueda decirle algo me envuelve en un juego donde termino tomándome tres caballitos de tequila más.
—¿Quieres que me vaya contigo? — dice, cuando logro informarle que me voy.
Sacudo la cabeza en una negativa ya que por la música tenemos que gritar para podernos escuchar. Levanto los pulgares haciéndole saber que estoy bien.
—¡Es tu noche! ¡diviértete!— la aliento y ella asiente no muy convencida antes de ser arrastrado por sus amigos a la pista de baile.
Al poner un pie fuera del lugar el aire frío me golpea de lleno en la cara haciéndome estremecer. Entonces la idea de revolver tequila y Vodka no suena como la mejor de las ideas cuando un manera me invade.
Me recargo en una de las paredes cerca de la puerta para rebuscar en mi bolso mi teléfono para llamar un taxi y me doy cuenta que son las tres de la mañana.
—¿Te vas sin despedirte? —la voz de Liam hace que se me escape un gritito antes de girarme.
—Lo siento, no te vi cuando salí. No quise ser grosera.
—No importa —hace un gesto con la mano restándole importancia —. Te acompaño es tarde para que vayas sola.
Busco a toda velocidad algo que decir, pero estoy tan mareada que el alcohol no me deja pensar con claridad y el no parece aceptar un no por respuesta.
—Bien —logro formular.
—Sólo voy por mi chaqueta y vuelvo en un momento.
¡Bingo!. Se que este es un impulso idiota producido por el alcohol en mi sistema pero cundo se gira adentrándose al lugar una vez más, corro como una niña jugando a las escondidas hasta que las piernas me duelen por los tacones y los pulmones me arden por el aire frío.
Y aquí en medio de la acera con la respiración dificultosa por la carrera empiezo a reír como loca por la adrenalina que acabo de experimentar. Estoy lo suficientemente lejos como para que nadie me haya seguido.
Lejos de sentir miedo por lo vacío de las calles el silencio me trae paz y tranquilidad. Seguramente parezco loca caminando a la mitad de la noche con el aire golpeando mi cuerpo hundida en mis pensamientos.
No de cuanto tiempo paso caminando pero supongo que no demasiado ya que el cuerpo empieza a temblarme, pero el terror se apodera de mi cuando un gran auto negro se detiene aún lado de la calle justo donde estoy yo.
Siento como el nerviosismo se apodera de mí y de pronto caminar sola, ebria y a la mitad de la noche no parece como la idea más brillante.
Temprano para no se desvelen. Espero que los disfruten, si les está gustado la historia me ayudaría mucho si recomiendan la historia para que llegue a más Personas.
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