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capítulo 4

En el camino a la oficina trato de no pensar en eso, en él y en lo que acaba de suceder. ¿Cómo se supone que debo actuar frente va él?.

Sacudo la cabeza en una negativa por el hilo incoherente que están tomando mis pensamientos, es obvio el hará como si no hubiera pasado nada. Fue muy claro antes de salir de mi apartamento.

Como si mi nervios no tuvieran suficiente ya.

Una vez dentro de la caja de ascensor no puedo dejar de pensar en la manera desconcertante que llego a mi casa y las cosas que balbuceaba mientras estaba sobre mi cuerpo.

Un escalofrío me recorre el cuerpo de solo pensarlo. Y toda esa tinta en su cuerpo le da un toque rebelde e intimidante al mismo tiempo.

Cuando las puertas se abre en mi piso, todo se ve igual pero al mismo tiempo algo se siente diferente. Y como era de esperarse ahora que la propuesta que presente de los pañales ecológicos se aprobó un par de ojos se observan antes de votarse y hablar en voz baja.

Ignóralos Emma, tu sabes que no estas haciendo nada malo.

Y si tienes razón, tal vez mi propuesta no están buena, yo no tengo tanta experiencia como ellos. Si esto llega hacer un fracaso el corporativo perdería millones.

Lo mejor será que hable con mi jefe para agradecerle la oportunidad, pero no tomaré el proyecto. Prefiero seguir siendo secretaria nada más, es un lugar que ya conozco y aunque un poco complicado me las he apañado para hacerlo mío.

Cuando llego a mi escritorio a cómodo mis cosas, mi jefe a un no ha llegado es por eso que aprovecho para juntar todos los papeles de la campaña para que le entregue la información a quien el crea pertinente.

Estoy tan concentrada ordenado la información que no siento cuando alguien se acerca a mí escritorio.

—Pensé que de los privilegios que tenia follar con el jefe estaba poder llegar tarde —la voz de Jack me hace levantar la cabeza.

El castaño me regala una mirada desafiante antes de sonreír con suficiencia.

—Buenos días Jack —ignoro, sus provocaciones —. En que puedo ayudarte.

Trato de alejar la punzada de irritación y el impulso de mandarlo a la mierda por las estupideces que esta diciendo.

—En nada en realidad —dice con simpleza —. A menos que también quieras ser amigable conmigo también.

Me giña un ojo.

—Te voy a pedir por favor que si no tienes asuntos aquí te retires —sueno mas brusca de lo que pretendo.

—Enojada te vez más caliente —esta vez su sonrisa se vuelve lasciva —. Quiero me digas que día vuelve con exactitud el señor Williams.

Mi ceño se frunce porque no sé de qué me está hablando ¿volver? ¿De dónde? ¿Se fue?. Jack debe notar mi cara de desconcierto por que una risita satisfecha lo abandona.

—¿Cómo? No te lo dijo —parece extasiado —. Hoy hizo un comunicado para informar que estaría ausente unos días —su sonrisa se hace más grande y yo quiero estampar mi puño en su cara para borrársela —. Tan pronto y ya tienes problemas en el paraíso.

Trato de no me duela el hecho que yo no estuviera enterada de eso, pero fracaso enormemente y mientras Jack sigue hablando estupideces no puedo dejar de pensar en que tal vez me despida y por eso no me aviso a mi, tal vez ya tiene a alguien que me reemplace. ¡Dios! Me voy a quedar sin trabajo, ahora como pagaré la matricula de la universidad de Miranda.

Un millar de emociones colisionan entre si dentro de mi y me quedo sin habla ante la posibilidad de lo que estoy pensando se realice. Mi mente viaja a todo velocidad a lugares siniestros y oscuros —esos que mi psiquiatra quería que evitara a toda costa.

—Tranquila, si el te bota yo puedo ser bueno contigo también —hace una pausa —. Ya sabes, a cambio de un par de favores.

El pequeño coraje que sentía en mi interior se potencializa y crece en mi interior de manera aterrada mezclándose con el montón de emociones abrumadoras y apabullantes que me acechan desde las sombras.

La humillación, vergüenza, enojo… Todo se mezcla en mi interior con violencia y me escuece las entrañas, pero decido aferrarme a la ira porque si dejo que otra emoción me domine me voy a desmoronar delante de este imbécil.

—Si ya terminarte de decir estupideces lárgate —siseo, en si dirección poniéndome de pie.

Y parce ser justo la reacción que esperaba de mi ya que sonríe barriéndome con la mirada acto seguido se echa andar complacido por el pasillo.

El corazón me golpea fuerte contra las costillas y no se exactamente como sentirme al respecto de todo esto. Me permito un momento para tratar tranquilizar mi respiración. Pongo las manos sobre mi escritorio y me permito un momento para bajar la cabeza tomando una profunda respiración en el proceso.

—¿Emma? —la voz de Penny me saca de mi ensimismamiento —. ¿Estas bien? Te vez pálida.

—Sí estoy bien.

Me observa no muy segura de mi afirmación incluso entrecierra los ojos en mi dirección y yo solo le ruego al cielo que deje pasar el tema.

—El señor Brown te necesita, parece que tu jefe le dejó instrucciones al respecto —informa —. Vamos, hoy particularmente esta de un humor terrible.

—No imagino porque —murmuró, tomando la información de que ya tenía lista.

Sigo a Penny hasta la oficina de su jefe, una vez ahí toco antes de adentrarme en la estancia que es más pequeña que la de Alexander aunque eso no le quita el buen gusto ya que todo aquí grita: elegancia.

—Buenos días señor Brown, aquí tiene la información de la propuesta de ayer para que haga lo que usted vea pertinente —pongo la carpeta sobre el escritorio que se encuentra frente a mi —. Lamento mucho haberme toma la libertad de interferir en su trabajo.

El hombre mayor sentado detrás del escritorio me observa entre extrañado y divertido.

—Para que piensa que la mande a llamar señorita Smith —dice, con calma.

—No lo se señor.

Y no miento no se porque me mando a llamar.

—No le voy a mentir y decir que no me tomo por sorpresa lo sucedido en la reunión de ayer —dice, y me regala una mirada tranquilizadora —. Estuve revisando la propuesta toda la noche y en verdad es muy buena. Felicidades.

Parpadeo varias veces sorprendida de lo que me está diciendo. Que alguien como Harry Brown reconozca mi trabajo me toma totalmente con la guardia a bajo. No me lo esperaba y es que alguien con su trayectoria en la publicidad reconozca tu trabajo es un honor.

—Gracias —digo, porque es lo único que atino a decir en este momento.

—Sin embargo, no se confíe el campo de la publicidad es un estanque de tiburones y solo sobreviven los más fuertes —hace una pausa antes de continuar —: Alexander en persona me llamó para que empezarás a integrarte poco a poco a mi equipo de publicistas, solo hasta que consiga una secretaria que te reemplace.

No se ni porque una oleada de decepción me invade el cuerpo, no se si es porque de alguna manera se está desasiendo de mi o porque ni siquiera me lo dijo de frente. Me muerdo la lengua para preguntarle si el sabe cuando volverla.

—Entiendo.

—Bienvenida al equipo Emma —me extiende una mano que estrecho aún sin creerlo —. Ahora a trabajar.

**

Ha pasado una semana desde la última vez que vi Alexander Williams —desde que estuvo en mi apartamento — y con el pasar de los días y las montañas de trabajo que me han absorbido el sentimiento de decepción se ha ido diluyendo con el pasar de los días.

La verdad no se que es lo que estaba esperando en realidad, pero sea lo fuera ya no importa él es mi jefe y yo soy su empleada y no me voy a complicar la vida viendo cosas donde no las hay.

Hoy por fin después de mucho días sin tener tiempo me hice un espacio para ver a Carlos —él novio de Miranda — para terminar de ultimar detalles de su fiesta sorpresa.

Sigo trabajando en el mismo lugar —frente a la oficina de puertas dobles—, ¿Por qué? eso ni yo misma lo entiendo todavía.

Busco en Internet opciones para agenda una cita con un médico de confianza, definitivamente necesito retomar la terapia últimamente mis emociones son más intensas y cada vez más difíciles de contener.

La pantalla del ordenador suena anunciando la confirmación mi cita con la doctora Wilson para la siguiente semana. Soy consciente de lo débil que soy, y tengo que admitir que tengo miedo, miedo de mi misma, miedo de volver a lastimar a las personas que quiero —ha Miranda — y se sobre todas las cosas que tengo que volver a terapia o me voy a desmoronar en cualquier momento.

Estoy tan concentrada trabajando que no me doy cuenta de los pasos que se escuchan en esta dirección hasta que un olor aterradoramente familiar se hace presente, el inconfundible olor de cigarrillo mezclado con perfume caro inunda mi nariz y mi corazón da un vuelco antes de que levante la cabeza y lo vea.

Mi corazón da un vuelco furioso cuando se percata de su presencia y un puñado de piedras se instala en mi estómago cuando el levanta la vista percatándose de la mía.  Se ve tan imponente, soberbio y hay un deje sombrío en esa tormenta verdosa que son sus ojos que hace que un nudo se instale en mi estómago.

Me pongo en pie de inmediato cuando esta por llegar a donde me encuentro, apenas me dedica una mirada antes de pasar por mi lado en dirección al interior de su oficina.

De inmediato el teléfono en mi escritorio suena y un nudo de anticipación se instala en mi estómago.

—Señorita Smith venga a mi oficina. Ahora —la voz profunda de mi jefe me inunda los oídos y antes de que pueda contestar cuelga.

Respiro profundamente antes de ponerme de pie y echarme andar en dirección por donde acaba de pasar mi jefe hace unos minutos.

—Dígame, señor Williams —hablo una vez que estoy dentro.

—Mañana vendrá mi nueva secretaria, así que no será necesario que siga trabajando en ese lugar —dice, y toda la sangre se agolpa en mis pies.

El silencio que le sigue a sus palabras es tan abrumador como doloroso, siento que me esta echando porque ya ni siquiera soporta la idea de verme ahí sentada fuera de su oficina. De pronto los ojos se me llenan de lagrimas que no alcanzan a salir.

—Entiendo —mi voz suena herida, pero en este momento estoy demasiado ocupada tratando se no ahogarme en este sin fin de emociones.

—Si no tiene nada más que decir puede retirarse —dice, tajante.

Me siento tan abrumada que todo lo que puedo hacer es asentir en señal de afirmación antes de girarme sobre mis talones salir de la oficina. El resto de mi dia laboral es una total locura entre ultimar los detalles del la campaña y organizar toda la información para la nueva persona que trabaja aquí de ahora en adelante.

Cuando al fin termina el día mi animo esta un poco mejor. Al fin —por lo menos una cosa —esta marchando bien para mi.

Soy de las primeras en salir para no tener que toparme con un insistente Josua y sobre todo para evitar algún comentario lascivo por parte del idiota de Jack. Caminar por las calles atestadas de gente, me sienta relajante. Mi teléfono suena en el bolso como puedo me las apaño para maniobrar mientras busco el aparato y camino entre la gente. Es un mensaje de Carlos donde me avisa que ha llegado al lugar donde que damos, le contesto un rápido voy en camino y aprieto el paso.

Una vez que llego a la cafetería no me toma más que un par de segundos localizar al novio de mi hermana sentado en una de las mesas del rincón, me apresuro a tomar asiento frente a él no sin antes saludarlo con un beso en la mejilla.

—Hola Em ¿Cómo estas? —pregunta, una vez que me encuentro instalada en la silla.

—Excelente —miento —. ¿Y tu?.

—Emocionado —dice, con una sonrisa radiante pintada en el rostro.

—Ha Miranda le va a encantar la sorpresa.

Asiente antes de que un mesero se acerque a tomar nuestra orden.

—Te vez diferente —inquiere, una vez que el mesero se a alejado de nosotros.

—Más hermosa —bromeo,  y el ríe en respuesta.

—Sabes que puedes contar conmigo ¿verdad?. Si necesitas algo ya sabes que puedes acudir a tu cuñado favorito.

—Eres el único —digo, con un bufido tratando de no volver incomoda la conversación.

Una vez que traen nuestro pedido, empieza a explicarme como ya tiene la reservación para este fin de semana y es nada más y nada menos que el antro preferido de mi hermana —ese al que me a invitado infinidad de veces y que me he negado a ir.

—¿No sería mejor si le cocinas algo? eres un excelente chef y ella ama tu comida —el hace una seña con la mano restándole importancia.

—siempre le cocino — se encoje de hombros y sonrie socarrón —. Este es su cumpleaños y quiero que sea especial.

No puedo evitar rodar los ojos al cielo y sonreír de lo afortunada que es Miranda de tener a alguien como Carlos en su vida.

—Es tan afortunada de tenerte.

—No. Yo soy el afortunado de tenerla.

Esta apunto de decir algo más cuando un mesero —no el que nos atendió —se acerca en a nosotros. Él hombre de piel canela se detiene justo enfrente de mi.

—Disculpe señorita, mi amigo se pregunta si le puede pasar su número de teléfono para invitarla a salir —hace un gesto con la cabeza en dirección a la caja registradora.

Volteo hacia esa dirección observando al chico de cabello negro que esta atendiendo a un par de personas que están haciendo fila en este momento, el levanta la vista en nuestra dirección y me hace un saludo con la mano, el cual correspondo de manera torpe.

Regreso mi vista a Carlos para encontrarlo siendo por lo bajo lo que provoca que mi cara arda.

—¿Y bien? —vuelve a preguntar el chico que se encuentra parado a un lado de nuestra mesa.

Miro a mi cuñado en busca de ayuda, pero en lugar de ayudarme el parece encantado con la situación mientras se lleva a los labios la taza de café que pidió.

Tomo un profundo respiro antes de aclararme la garganta.

—Agradezco mucho su interés pero tengo novio —trato sonar despreocupada, pero la realidad es que estoy nerviosa hasta la médula.

El chico me mira durante un par de segundos más antes de que tenga que bajar la cabeza para jugar con la pajilla de mi bebida antes de que me haga más preguntas.

—Todo en orden —dice, Carlos en tono burlón que hace que el rubor se apodere de mi cara —. Oh, vamos Emma, sólo te estaba pidiendo tu número no matrimonio.

—No quiero una cita, relación ni nada que se le parezca por el momento.

Carlos asiente comprensivo y es todo lo que necesito para saber que va dejar ir el tema. Esa es una de las cosas que me gustan de él. Lo último de lo que quiero hablar es de mi catastrófica vida amorosa.

Me indica que voy hacer la encargada de distraer a Miranda mientras el se encarga de que todo este listo para cuando nosotros lleguemos. El tiempo se nos pasa volando entre los preparativos y cosas banales, se ofrece a llevarme a mi apartamento.

Una vez que estoy dentro de apartamento son cerca de las once de la noche y lo primero que veo al adentrarme a la cocina es una nota de Miranda donde me avisa que dejo comida en el refrigerador que la caliente y cené  seguido de un corazón mal dibujado.

Sonrío al pensar en lo feliz que se pondrá cuando vea la sorpresa que le esta preparando Carlos, porque no me puedo colgar el crédito cuando ha sido él el que se ha encargado de todo yo solo estoy ayudando.

Camino hacia el sofá con un vaso de agua en la mano y puedo ver la luz del cuarto de mi hermana encendida a de estar estudiando —supongo.

No puedo dejar de pensar en lo que a pasado estos últimos días, en la oportunidad que tengo de un mejor puesto y aunque aun siento esta sensación apabullante en el pecho por la actitud de mi jefe y dejado de lado los cotilleos que son cada vez más agresivos y molestos estoy feliz.

Estoy muerta de cansancio, mis ojos se cierran casi por si solos, me quito los zapatos de tacón de un punta pie y me permito recostarse un momento en el mullido sofá.

De pronto una serie de imágenes empiezan aparecer en mi cabeza: una discusión furiosa yo llora do en el asiento trasero del auto, yo pidiendo disculpas por las consecuencias de mis actos, el claxon de un camión y luego una luz cegadora.

Hay sangre por todos lados y luego gritos desesperados llenos de dolor, desgarradores. Mis gritos.

—¡Emma¡ ¡Emma! despierta — la voz angustiada de mi hermana me llama —. Es una pesadilla, no estas ahí. Todo está bien Emma.

Abro los ojos de golpe sintiendo el corazón latir de manera violenta contra mis costillas. La sensación de ahogamiento es tan poderosa como las ganas que tengo de gritar. Tan dolorosa como las ganas que tengo de decirle a Miranda que me perdone por haber arruinado su vida.

Lagrimas calientes, gruesas y pesadas se deslizan por mis mejillas sin que pueda detenerlas, parpadeo un par de veces sólo para poder enfocar a mi hermana que me observa con un gesto de preocupación marcando en su rostro.

—Otra vez, volvieron. ¡Hasta cuando me van dejar en paz! —gritó, desesperada en medio del llanto.

Miranda esta temblando o lo estoy haciendo yo no lo se y en este momento no podría importarme menos, los oídos me zumban y el aire empieza hacer insuficiente para mis pulmones. La habitación se empieza a volver cada vez más pequeña y por más que inhalo el aire no es suficiente.

—¡Mierda! Emma, no me hagas esto. Respira conmigo.

Escucho la voz de Miranda tan lejana como si esta pasara por un túnel muy largo. trato de respirar a la par de ella inhalo y exhalo un par de veces, mientras siento como me abraza por la espalda.

No se cuanto tiempo llevamos aquí, sólo se que a sido demasiado porque mis pies y manos están entumidos, tampoco se en que momento llegamos al suelo.

—Parece que la terapia no te esta sentado bien —la punzada de culpabilidad que me provoca esa declaración. Hace que se me encoja el corazón, no me gusta que se preocupe por mi, no de esta manera.

No me gusta mentirle y menos en esto, pero la realidad es que hace mucho tiempo que dejé la terapia.

—Sólo abrázame por favor —digo, con un hilo de voz tratando de deshacerme de la sensación abrumadora que me ha invadido.

Siento sus brazos apretarse a mi alrededor antes de que su voz llegue a mis oídos una vez más.

—Vamos —habla con suavidad —. Dormiré contigo.

Me levanta del soda y me guía a la habitación que no ayuda en nada a mi estado emocional al que huela a él. No puedo pegar el ojo en toda la noche sin embrago  o me levanto me quedo acostada con los brazos de mi hermana a mi alrededor.

La sensación abrumadora e insidiosa de culpa no me deja tranquila y llegados a este punto estoy segura de que jamás por mas que lo intenté, nada podrá ayudarme. Ni todo el tiempo que pase internada en la clínica, ni los meses y meses que estuve sometida a terapia van a poder hacer que las pesadillas desaparezcan.

**

Le soy un beso en la frente a mi hermana antes de salir a cumplir con mi jornada laboral pese a las pocas —por no decir nada —de ganas de ir a escuchar como de zorra no me bajan en la ofician.

La mañana en oficina es tortuosa y a eso hay que sumarle mis pocas horas de sueño. Las imágenes en la cabeza no se van y estoy tan desesperada que estoy considerando la posibilidad de azotarme la cabeza contra el escritorio con tanta fuerza que no pueda recordar nada nunca.

Así pese a mi pésimo estado emocional pasaron las hora entre el poco trabajo que pude hacer al no poder concentrarme en un carajo y el sin cesar de mi subconsciente que insiste en hacerme sentir miserable de maneras que ni siquiera sabía que era capaz de sentir.

—Emma —la voz de Penny llega a mis oídos antes de que su cabeza se asome por la puerta de mi nueva oficina —. Te estoy esperando para ir a comer, ¿te encuentras bien? estás pálida.

—Solo es estrés —le digo sin ánimos, tratando de sonar casual pero no logro en lo absoluto —. Hoy comeré aquí algo ligero, tengo mucho trabajo.

—¿Segura? —insiste, otra vez no muy convencida.

Yo en respuesta sólo asiento con la cabeza, y es que en este momento lo último que siento es hambre. Penny se despide entonces cierra la puerta de la oficina dejándome sola una vez más.

Un bostezo me hace levantarme para ir a la pequeña cafetería del piso por un café, aun faltan un par de horas para finalizar el día y necesito despejarme un rato. Una sensación de nerviosismo me invade el cuerpo y por un momento creo que me dará otra crisis antes de darme cuenta que alguien me observa al otro lado del pasillo.

No entiendo en el jodido infierno como logra ponerme tan nerviosa. Y ahí esta él parado frente al ascensor con un traje azul que le queda a la perfección y el cabello perfectamente peinado.

Esta guapísimo — como siempre — inalcanzable.

Aparto la mirada sintiendo una punzada de irritación viendo a la mujer —su nueva secretaria — entusiasta que esta a su lado. Ya ni siquiera voy por el café, regreso directamente a la oficina.

El resto de la tarde la paso sumida en trabajo y pendientes que vienen con el nuevo puesto. Como ayer soy la primera en irme, pero antes de llegar a casa paso por el supermercado para comprar algunas cosas que hacen falta y aprovecho para realizar unos pendientes que había dejado pasar por lo absorbente que era trabajar como secretaria del señor Williams.

—Hola —dice, Miranda en voz baja y suave cuando me ve entrar —. ¿Estas bien?

Una punzada de dolor me atraviesa el pecho cuando noto cuan preocupada se encuentra por mi y la crisis que tuve hace apenas unas cuantas horas atrás.

—No lo hagas por favor.

—Hacer ¿qué?.

—Tratarme con pinzas como si en cualquier momento me fuera a romper. No lo hagas, me haces sentir incomoda.

—Lo siento, Emma solo estoy preocupada.

Suspiro sintiendo culpa por ser tan brusca pero no soporto verla preocupada por mi. De hecho debería de odiarme… Yo me odio.

—Estoy bien —respondo —. Y tuve un día de locos.

—Iba a salir con Carlos, pero prefiero que pasar el tiempo contigo —se muerde el labio inferior insegura de mi reacción.

—No seas tonta estoy bien, anda ve y disfruta con tu novio —su gesto me hace saber que esta considerando la idea de quedarse solo para asegurarse de que este bien, así que agrego—: Además estoy muerta de sueño, creo que dormiré veinticuatro horas seguidas —dramatizo y una sonrisa adorna su rostro.

— Si necesitas algo cualquier cosa o si no te sientes bien me vas a llamar ¿verdad?.

Ruedo los ojos al cielo sólo porque a veces no se quien es la hermana mayo aquí.

— Si, ahora vete que se te hará tarde— le soy un beso en la frente y su sonrisa se ensancha —. Te quiero.

Una vez sola en el apartamento me encamino hacia mi habitación y por puro masoquismo tomo mi laptop para abrir la carpeta de fotografías viejas, donde éramos felices.

La culpa me esta matando lentamente, cada día que pasa, cada minuto, cada maldito segundo no deja de ser una maldita tortura. Hace ocho años vengo cargando con una culpa que me carcome por completo

Un escalofrío me recorre entera y las ganas de llorar — esas que usualmente me dan en las madrugadas — me invaden por completo.

Una nueva emoción me embarga, una nueva y a la vez tan familiar, en este momento mi cuerpo empieza a moverse en automático. Me encaminó hacia el baño para abrir el botiquín y sacar un frasco de tranquilizantes.

Lo sostengo en mis manos y lo aprieto con fuerza.

Tal vez deberías de acabar con todo de una vez. Le harías un favor a todos.

Sudor frio recorre mi cuerpo, mis manos empiezan a temblar, mi respiración se ha vuelto dificultosa. quiero acabar con todo este dolor que siento es la oportunidad perfecta Miranda no esta, esta vez no fallaría.

No lo hagas vas a estar bien tienes que estar bien Miranda te necesita, esto no es más grande que tú no lo es, no lo es. Las palabras de la doctora Wilson regresan a mi cabeza con brusquedad.

Inhalo y exhalo hasta poder tranquilizarme no puedo — quiero —  dejar sola a Miranda después de que por mi culpa perdió todo.

Tarde pero seguro. Nos leemos mañana en una nueva actualización. Para avances de esta y mis demás historias pueden encontrarme en redes sociales.

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