capítulo 39
Estoy parada frente a la ventana de una pequeña casa lo sufienciete espaciosa para los bebés y yo, el recuerdo del sueño que tuve aún es palpable, tanto que al con solo recordarlo sonrío… Fue maravilloso volver a verlos. Fue liberador.
Y tienen razón no debo de tener miedo de ser feliz, de sentir… De dejarme llevar. Y, justo ahora no siento que no podría ser más feliz.
Poder traer a mis hijos al mundo fue la experiencia más maravillosa que he experimentado, es una sensación tan abrumadora como arrolladora que me llena el pecho de calidez, por supuesto no todo ha sido color de rosa la recuperación de la cesaría fue lenta y dolorosa dado el tiempo que había estado en coma por los disparos que recibí.
No pudo llegar a término mi embarazo pero según lo que dijo el doctor, eso es de lo mas normal en embarazos múltiples y es por eso que mis bebés pasaron una semana y media en la incubadora. Son tan fuertes y valientes siendo tan pequeños, por irónico que parezca ellos me dieron la lección más grande de mi vida.
En cuanto a la mujer que me disparo en el tribunal y después de ser aprendida por los oficiales resultó ser la pareja sentimental de Daniel, quien me culpaba por haberlo encerrado en prisión porque según ella yo estaba mintiendo y él solo era una víctima de las circunstancias. Ahora ella también está en espera de un juicio por intento de homicidio.
En lo que a Daniel respecta lo último que supe de él —y fue por el noticiero— fue que había sufrido varias lesiones graves a manos de otros presos, la nota era tan grotesca que ni siquiera tuve el valor de terminar de escucharla.
Miranda estaba tan indignada por todo que Carlos tuvo que tranquilizarla para que hiciera alguna tontería y ni se diga de Alexander, estaba tan enojado que llegué a pensar que en cualquier momento podría darle un infarto o algo por el estilo, dijo que no pararía hasta que se pudrieran en la cárcel.
Hace varios días recibí una notificación de prisión, Daniel quiere hablar conmigo —sabrá Dios de qué —y lo consulte con la doctora Wilson, ella piensa que puede ser una manera de que yo le de un cierre a esta etapa de mi vida, por otro lado cuando se lo dije a Alexander creí que le saldría un aneurisma y de inmediato obtuve una negativa de su parte. La realidad es que acepte ir a verlo, porque necesito seguir adelante con mi vida y aunque el me daño no quiero dejar algo inconcluso con él.
El verlo fue con completo shock, tuve que respirar varias veces antes de entrar a la sala donde estaban y es que el noticiero se quedó corto con, lo que le hicieron fue brutal: le cortaron ambas manos, lo castraron y abusaron de él tantas veces que le desgarraron el recto… Y sí, a pesar de todo no pude evitar sentir pena por él.
Me pidió perdón muchísimas veces por todo el daño que me hizo, y pese a que no pude perdonarlo —no aún — acepte sus disculpas y le desee una buena vida. También me dijo que me alejara de Alexander de una manera que podía notar el pánico y la desesperación en su voz al hablar, pero no dije nada sólo me fui.
En cuanto a lo que pasara entre nosotros hemos —yo — decidido darnos un tiempo, para enfocarnos sólo en nuestros hijos que demandan demasiado tiempo y que son nuestra prioridad, la verdad es que ahora que no quiero saltarle a Alexander cada que lo veo todo a sido un poco más fácil. No descarto que tal vez en un futuro podamos estar juntos, pero ahora estoy en un proceso donde me estoy enfocando en sanar y soltar todo aquello que no me hace bien, en ser feliz y ver felices a los que quiero.
Su madre no esta de acuerdo y lo a hecho saber en varias ocasiones, pero es mi decisión y si algo he aprendido estos últimos meses es a ser firme en mis decisiones. Alexander no lo a tomado del todo bien, pero entiende mis razones y lo acepta.
Por otro lado mi hermana se ofreció a que viviera con ella y Carlos en lo que tenía un panorama mas claro de lo que seria mi nueva etapa de vida como mamá, pero cuando le explique amablemente que la decisión de estar sola era porque ese era uno de mis más grandes miedos y quería —necesitaba —enfrentarlo. Aparte no iba a ir a incomodarlos ahora que están viviendo juntos y con boda en puerta, gracias al cielo ella entendió que todo esto es parte de mi crecimiento como persona.
El timbre de la casa suena y casi corro abrir porque eso podría despertar a los bebés que se encuentran tomando una siesta, la realidad es que la casa que compro Alexander para los bebés y para mi es espectacular. Cuando abro la puerta me encuentro de lleno con una Miranda muy sonriente, quien sin le indique que pase se abre paso al interior, lo que me tiene riendo por lo bajo.
—¿Lista para irnos? —pregunta, emocionada.
—Sí, solo estoy esperando que Alexander pase por los niños —reviso el reloj en mi muñeca —. Quien por cierto lleva quince minutos de retraso —le hago saber caminando hacia la habitación de los bebés, solo para verificar —por tercera vez —que todo este bien.
—Aún no pudo creer que estoy a unos cuantos meses de casarme con el amor de mi vida —dice, eufórica —. Me gustaría que papá y mamá estuviera aquí —esta vez lo dice con un hilo de voz.
Me giro a encararla al tiempo que le doy una sonrisa amable y camino en su dirección hasta tomarla de los hombros de modo que puedo verla directo a sus bonitos ojos verdes que heredo de nuestro padre.
—Estoy segura que donde quiera que estén, están orgullosos de ti y de la maravillosa mujer en la que te haz convertido —lo digo porque es cierto.
Tal vez algunos piensen que dejarme llevar por un sueño es algo loco, pero para mi no fue un sueño. No sé como explicarlo todavía, pero se que de algún modo puede estar con ellos.
Miranda abre la boca para decir algo pero cualquier cosa que estuviera apunto de decir muere en su boca porque justo en ese momento suena el timbre una vez más, haciendo que los bebés se despierten haciendo un puchero que me anuncia que están a instantes de llorar y pocos segundos después el llanto furioso inunda la habitación.
—Iré abrir, encárgate de mis sobrinos —dice, mi hermana huyendo de la habitación.
—Alguien despertó enojado —digo, con una voz ridícula cargando a Owen.
Quien por cierto llora mas fuerte cuando lo levanto de su cuna dirigiéndome a la de Harry y posteriormente a la de Gael para ubicarlos en el coche y darles su chupeta, claro que también comen de mi pero no es suficiente por mas que lo quisiera yo.
—Y la princesa de mamá, hoy esta de buen humor —digo, estando a pocos pasos de la cuna de mi hija quien observa con curiosidad todo a su alrededor.
Ciertamente Rachel es una niña un tanto caprichosa, pero justo ahora parece que estoy de suerte pues ella me da una de mis sonrisas favorita, esas donde a chica sus ojos y me enseña su encía aún sin dientes.
—No puedo creer que ya tengan cinco meses —pronuncia, Alexander a mis espaldas.
Tomo a Rachel en mis brazos antes de girarme a encararlo, donde me recibe una sonrisa que me quita el aliento y hace que algo dentro de mi se sacuda con violencia.
A diferencia de sus hermanos que tienen los ojos de un verde igual a de Alexander, Rachel tiene los ojos grises como los míos con pequeñas motitas verdes y mientras sus hermanos tiene el cabello castaño, ella lo tiene negro como su papá.
Si me lo preguntan, para mi son los bebés mas hermoso del mundo.
—La mejor vista del día —informa, Alexander tomando a la Rachel en sus brazos quien por cierto empieza a balbucear y gritar cuando la sostiene su papá —¿Esta lista está princesa para pasar la tarde con papá? — y es como si entendiera porque grita más fuerte y la sonrisa de Alexander amenaza con partirte el rostro en dos.
En tanto el toma a la pequeña caprichosa en sus brazos para salir de la habitación yo tomo el coche donde están los tres bebés malhumorado y Miranda nos ayuda con las mochilas con las pertenencias de los cuatro.
Una vez los ubica en las sillas para bebés que a instalo en su — ahora — camioneta yo me encargo de darles las indicaciones.
—Tranquila mamá oso, se como cuidar de nuestros hijos —no me pasa desapercibido como recalca el <<nuestros hijos >>.
—Lo sé, es solo que… —me corto de inmediato porque se que con él están seguros —. Paso por ellos mas tarde —digo, por fin dándole un beso en la cabeza a cada uno.
Una vez me despido de Alexander con un movimiento de cabeza este pone en marca la camioneta perdiéndose en la avenida.
—¿Lista para escoger tu vestido de novia?.
—Nunca me he sentido mas lista —responde, Miranda.
**
Es la tienda número cuatro que visitamos y a Miranda nada le convence. Penny, unas amigas de mi hermana y yo hemos estando ayudando con los preparativos de su boda y debo de admitir que a veces es bastante difícil complacerla.
Y es que es entendible que el día de su boda quiera lucir fabulosa, así que respiro hondo mientras le digo a la dependienta que volveremos en otra ocasión. Caminamos por las calles atestadas de gente hasta que el grito de Miranda nos hace sobresaltar a todas.
—¡Ese! ¡Ese es el vestido de mi sueños! — grita, señalando un vestido en el aparador de una tienda.
Ni siquiera me deja decir algo cuando se encamina hacia dentro de dicha tienda y pide que le muestren tan hermoso vestido. Es totalmente mente blanco, esponjoso y parece hecho a la medida de Miry se ve como una princesa, no puedo evitar llenarme de orgullos al ver que mi pequeña hermana esta apuntó de casarse.
—Y bien... No dirás nada —dice, poniendo sus manos en sus caderas.
—No tengo palabras — se me quiebra la voz —. Te vez preciosa...
—Seguro Carlos va a querer arrancártelo cuando te vea —dice, Penny moviendo las cejas de manera sugerente.
Las demás chicas empiezan a reír y bromear con eso y yo no puedo evitar preguntarme ¿en que momento creció tanto? que ahora esta apuntó de casarse.
—Oh, Emma no llores o me harás llorar también —se abanica el rostro con las manos y yo imitó su gesto.
—Lo siento, es sólo que no puedo creer que mi hermanita va a casarse —susurro, con la voz afectada.
—Lo sé, incluso yo aún no me lo puedo creer —suelta, limpiando una lágrima de su mejilla sonriendo.
—Recuerden que hermana quedada, hermana saltada—comenta, una de las amigas de Miranda y todas nos echamos a reír.
Una vez que indica que ese es el vestido de su sueños, lo pago — porque quiero ser yo quien le de esto — para que le hagan algunos ajustes y puedan empezar hacer el velo bordado a mano.
Una vez que salimos de la tienda departamental nos despedimos de las chicas y Miranda sugiere ir a comer algo mientras pasamos por las calles atestadas de gente que van y viene por todos lados. Entramos a un pequeño pero pintoresco lugar que vende comida china.
Una vez sentadas en una mesa y habiendo ordenado nuestros alimentos mi hermana pequeña me observa detenidamente.
—Deja de verme así —me quejo y eso la hace reír.
—Así ¿cómo? —pregunta, haciéndose la listilla.
—Tu sabes como, deja de ser fastidiosa —ruedo los ojos al cielo.
—Esta bien, esta bien —levanta sus manos en señal de rendición, pero ensancha su sonrisa y suelto un quejido porque se lo que eso significa —. Así que ¿tu y Alexander?
—No hay un yo y Alexander.
—Por favor, Emma hicieron cuatro hijos lo que implica mucho sexo por lo tanto…
—¡Miranda! — la reprendo —. Mi vida amorosa y sexual no es te tu incumbencia—increpó, luchando contra el calor que empieza a subir por mis mejillas.
—Que aburrida, desde que eres mamá te haz vuelto tan aguafiestas —se cruza de brazos fingiendo estar ofendida.
Muy a mi pesar suelto una risita por lo bajo lo que provoca que ella también se ría al tiempo que sube y baja sus cejas de manera sugerente.
—Y que me dices de Liam.
—¿Qué hay con él? —pregunto, picoteando la comida.
Miranda rueda los ojos al cielo y suelta un bufido como si fuera lo más obvio del mundo.
—Es guapo, esta interesado en ti y se ve que folla muy bien.
—¿A caso me vez desesperada por sexo?. Miranda, Liam es un buen amigo y nada más.
—Sí, un buen amigo que quiere follarte y empotrarte contra la pared —dice, como fuera la más obvio del mundo.
Soy muy conciencia de que le intereso a Liam en plan romántico pese a que sabe que mis sentimientos son hacia otra persona él los respeto y decidió que si lo único que podía ofrecerle era una amistad lo tomaría.
Lo que me dio un respiro porque yo de verdad lo aprecio mucho y estaré eternamente agradecida con él.
—Él sólo es un buen amigo, no podría verlo de otra forma. Lo quiero pero no de la manera en que tu estas pensado... Me ayudó en situaciones bastante difíciles en mi vida de las cuales le estaré eternamente agradecida.
Mi cabra loca se queda en silencio sopesando mis palabras acto seguido se pone a comer en silencio y yo hago lo mismo.
—Entonces Alexander…
—Bueno, creo que hoy amaneciste muy entrometida —me cruzo los brazos a la altura del pecho fingiendo estar enojada.
—Me preocupo por ti… Sólo no quiero que estés sola ahora que me case y esas cosas —dice, con un hilo de voz.
—Miry no estoy sola, tengo a mis bebés y a ti aunque te cases eso no hará que dejes de ser mi hermana—tomo su mano sobre la mesa —. Con Alexander las cosas son complicadas de acuerdo, estamos dejando que las cosas fluyan por si solas.
Ella frunce el ceño, se que es inútil fingir que no quiero que algo entre Alexander y yo su suceda, que no anhelo su toque, sus caricias... Su atención. Aún cuando fui yo la que decido que debíamos mantener distancia por todo lo turbio que estaba pasando en nuestras vidas y él lo entendió, después de tener a los bebés no me a vuelto a insinuar nada romántico, ni con otras intenciones supongo que él ya dio vuelta a la página, así que sólo me queda hacer lo mismo y seguir con mi vida.
Para mi no era una buen momento para una relación y todo lo que pasó entre nosotros fue tan confuso e incierto. No me arrepiento de nada y no seré hipócrita diciendo que no deseo sus manos sobre mi cuerpo recorriendo cada rincón de este... Es solo que…
—Emma te haz sonrojado —se burla Miranda.
—Claro que no —miento, sintiendo mi cara y cuello calientes.
—Oh, claro que si —insiste, ante mi negativa ella deja ir una carcajada.
—Ya Miranda no seas fastidiosa.
Por su puesto que ella insiste e insiste en el tema y yo solo trato de ignorarla a toda costa, es así como pasamos nuestra comida entre sus bromas pesadas debes en cuando y temas tribales.
Son cerca de la siete de la noche cuando pasó a dejarla a su ahora apartamento que comparte con Carlos su prometido —pronto esposo.
—Estaré pasando por ti mañana saliendo del trabajo para ir a comprar lencería caliente — digo, para molestarla una vez baja del auto.
Y mi sonrisa se ensancha cuando la veo sonrojarse.
—Emma, Dios que pasa contigo —habla con fingida modestia guiñándome un ojo.
—Seis en punto, espero estés lista —sin dejarla decir una palabra más pongo en marcha la camioneta.
**
Hace un par de meses estoy trabajando como publicista en una gran empresa —una que por cierto es la mayor competencia del corporativo Williams —, por su puesto Alexander no está para nada feliz con esto pero es algo que necesito.
El alegó que podría volver a trabajar en el corporativo de su familia, no acepté y no por hacerme la digna si no porqué no lo siento correcto, no después de todo lo que a pasado pienso que este espacio nos está haciendo bien a los dos.
Después de veinticinco minutos estoy aparcando en el estacionamiento subterráneo del edifico de Alexander, el vigilante me tiene en la lista de personas gratas por lo que me deja subir dándome un saludo amistoso.
Hace no mucho que vive en un apartamento ya que su casa la están remodelando para hacer algunas adaptación para los bebés y eso lo tiene muy emocionado. Una vez frente a la puerta indicada tocó el timbre, varios segundos pasan y nada sucede estoy por presionar el timbre una vez mas cuando la puerta se abre.
Lo que me tiene frunciendo el ceño, pues la imagen de una muy guapa mujer de miel morena me recibe lo que hace que el estomago se me revuelva, tiene el pelo negro a la altura de los hombros, sus ojos son de un color miel y tiene unas piernas de muerte.
Ante mi falta de respuesta ella se aclara la garganta y parpadeo varias veces antes de responder lo mas casual que puedo —:
—Esta Alexander —agradezco a mi voz por sonar casual.
Ella enarca una de sus cejas antes de cruzas sus brazos a la altura de su pecho y darme una mirada de arriba abajo.
—Eso depende ¿quien lo busca? —me da otra larga mirada de arriba a bajo.
Suerte que llevó unos vaqueros ajustados, con una camisa básica blanca, no es el gran atuendo pero por lo menos me veo decente ya por lo regular ahora que soy mamá siempre trato de andar cómoda.
—¿Emma?— dice, Alexander por detrás de ella lo que hace que ella suavice su rostro — pasa, te esperaba hasta dentro de una hora.
—Me imagino —murmuró, adentrándome a su apartamento.
Donde puedo tener una mejor vista de él, lleva una camisa de manga larga color vino de botones, junto a unos vaqueros color negro, la camisa la tiene doblada hasta los codos con los tres primeros botones desabrochados.
Caliente como el infierno.
—Ella es Leah, mi asistente —me presenta a la mujer que ahora se que se llama Leah.
—Si ya tuve el placer de conocerla — no quiero sonar venenosa, pero aún así lo hago —. No te quitaré mucho tiempo, seguro tienes pendientes para estar tratando temas de trabajo un domingo por la noche.
Casi quiero golpearme por sonar así, pero ya lo dije, ok lo dije.
—Sólo vine por los bebés...
—Están dormidos, puedes dejarlos quedarse, si quieres.
Me muerdo el labio inferior, sólo porque será la primera vez que pasaran una noche lejos de mi desde que nacieron y eso me genera cierta incertidumbre, se que es su papá y que con él estarán seguros pero eso no quita me mi pecho se estruje con violencia.
Dejar ir un gran suspiros solo porque no puedo ser así de egoísta Alexander también tiene derecho de pasar noches con ellos.
—Pasaré mañana por ellos luego del trabajo—digo, finalmente.
Leah se mantiene en silencio, sabiamente. Un par de palabras más y repitiendo constantemente que si necesita algo mas puede llamar a mi teléfono a la hora que sea lo que lo tiene rondado los ojos con fastidio y repitiendo mis indicaciones.
Me en camino a la habitación de los niños que Alexander adaptó —temporalmente — a su apartamento. Las paredes son de color gris claro con los nombre de cada uno de los bebés por encima de las cunas con letras grandes en azul y rosa.
Les doy un beso a cada uno mientras les susurro cuanto los amo y lo feliz que me hace de tenerlos en mi vida.
—Me acabas de dar la imagen que tantas veces he fantaseado en mi cabeza — la voz de Alexander me sobre salta —. Tú dándoles las buenas noches a nuestros hijos, para después pasar a la habitación y hacerte mía —volteo justo para encontrarlo recargado de el marco de la puerta con una sonrisa.
Una sensación extraña — y al mismo tiempo tan familiar— me recorre el cuerpo.
—Emma, mis sentimientos por ti no han cambiado en ningún momento — trago duro —. Quiero hacer esto y lo quiero contigo, sin un pasado... Sólo tu, nuestros hijo y yo. Empezar de cero sin un contrato que diga que tengamos que estar juntos.
—Alexander... — me aclaró la garganta — pero todo este tiempo...
—Te di tu espacio, eso fue lo que me pediste y eso fue lo que te di — da paso hacia mi —. Pero ya me case de esperar, de fingir que no te deseo, que no quiero arrancarte la ropa cada vez que te veo… De que no te pienso cada maldito segundo del día.
Da un par de pasos peligrosos en mi dirección y yo retroceso hasta chocar con una cuna.
—¿Y tu invitada?—apenas puedo pronunciar cuando su cercanía y el exquisito aroma que desprende me aturden.
El rueda los ojos al cielo acto seguido emboza una sonrisa comemierda, al tiempo que sus brazos me aprisiona entre su cuerpo y la cuna.
—Ya te lo dije, es sólo mi asistente.
—¿Por eso viene y te busca un domingo a las ocho de la noche? —reclamo.
—¿Acaso esta celosa Señorita Smith? —su sonrisa se ensancha.
Alexander siendo un egocéntrico y controlador hombre y eso me gusta, pero Alexander en su faceta de coquetería y seducción me vuelve loca por lo que se me dificulta pensar con claridad.
—Y-yo... Claro que no.
Él sacude la cabeza en una negativa sin perder su sonrisa, se que no me creer y que de hecho lo esta disfrutando pero agradezco que no insista.
—Entonces que dices Emma ¿lo intentamos?—pregunta, peligrosamente cerca de mis labios.
—Alexander, tal vez debas ir a atender a tu invitada —trató de cambiar el tema al tiempo que me remueva entre sus brazos.
—Al diablo Emma, no me interesa ella. Todo lo que me interesa en este momento esta en esta habitación.
Mi corazón se salta un latido para reanudar su marcha a una velocidad antinatural. No diré que no tengo miedo de intentarlo, de que en realidad lo de nosotros no funcione porque tu puedes amar mucho a una persona pero a veces el amor no es suficiente.
Las palabras de mamá vienen a mi cabeza, no tengas miedo de vivir... De ser feliz.
—Vamos a intentarlo—musito, con un hilo de voz—. Sin prisas, sin presiones... Sin contrato.
El sella sus labios en los míos en un beso que dice tanto y al mismo tiempo no es suficiente antes de separarse y susurrar sobre mis labios.
—Sin contrato.
Fin.
Y empezamos con el maratón, en el transcurso del día estaré subiendo lo demás.
Espero que la historia les haya gustado y disfrutando un montón.
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