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capítulo 38


Desde hace un par de años lo único que anhelaba era morirme, quería dejar de recordar, de pensar... De sentir.

Estoy... Estaba entumecida, es como si la vida se hubiera drenado de mi cuerpo por completo hasta reducirlo a un monto de músculos, huesos y terminaciones nerviosas que todo lo que hacia era respirar. Despertar cada mañana con la idea de que hoy seria el día en que por fin todo acabaría, que esta vez no iba a fallar.

Pero todas y cada una de las veces que lo intente falle. Por que al tener las patillas o navaja entre mis manos fui cobarde… No puede, me decía que podía un día más, que lo haría mañana por Miranda... Por mi.

Y justo ahora cuando la posibilidad de morirme, de no volver a ver nunca mas a ver a Miranda, de no conocer a mis bebés, incluso de no volver a ver jamás Alexander me llena de un miedo aterrador que me atenaza las entrañas.

Intento abrir mis ojos pero mis párpados están demasiado pesados, incluso mi cuerpo se siente tan pesado que no puedo moverme en lo absoluto, intentó un poco más con más empeño abrir los ojos hasta que con lentitud logró abrirlos poco a poco, dos rostros que no conozco aparecen en mi campo de visión se que hablan, que me hablan a mi pero estoy demasiado aturdida, desorientada... Pérdida como para saber que me dicen.

No reconozco el lugar en el que me encuentro pero todo parece indicar que estamos en movimiento, intentó sentarme y una punzada de dolor me atraviesa de lado a lado… y es entonces que todo lo que paso me golpea con la fuerza de un camión demoledor.

 La audiencia de Daniel, la mujer que salió de entre la gente, el disparo... ¡Dios! Mis hijos.

Un grito ahogado se me escapa en un intento de coordinar mi cerebro con mi boca.

—Tranquila vas a estar bien, vamos a ayudarte —. Es lo que dice una de las perdonas que se encuentran en lo que supongo es una ambulancia.

La desesperación, impotencia y miedo se mezclan en mi interior haciendo que mi se vuelva dificultoso respirar. Escucho varios pitidos alterados de las máquinas que tengo comentadas y entonces, de un momento a otro todo se vuelve a oscurecer.

**

—Si algo les pasa jamás me voy a perdonar — la voz se escucha lejana, como si se tratase de que pasara por un túnel muy largo.

—Ella es fuerte, son fuertes ya veras —contesta, una voz desconocida que se escucha igual de lejana.

Intento abrir los ojos para ver de quien se trata pero me siento tan cansada, tan desorientada y tengo tanto sueño que me es imposible mover el dedo meñique si quiera.

**

Estoy en un lugar desconocido lleno de naturaleza y por extraño que parezca me llena de una paz inexplicable que me llena el pecho de calidez. Camino por el césped que se siente frío entre mis pies descalzos y me hace cosquillas. Llevo un hermoso vestido color lila que hace que resalte mi súper vientre abultado.

Camino por al menos quince minutos observando y maravillándome con todo alrededor, es todo tan verde y colorido… Lleno de vida… Hasta que los veo.

¡Dios mío! son ellos, no puedo creerlo.

Llevo mis manos a mi boca en señal de asombro al tiempo que siento como mi visión se vuelve borrosa debido a las lágrimas que se han empezado agolpar en mis ojos a una velocidad aterradora.

Mi corazón da un vuelco furioso y un escalofrío me recorre el cuerpo, porque justo en este momento y luego de tantos años… Es que no puedo creer que de verdad estoy aquí. Que estén hay de pie a unos cuantos pasos de mi.

Esto es demasiado creo que me dará un infarto, quiero correr a abrazarlos y al mismo tiempo tengo miedo. Miedo aterrador y crudo porque la última vez los vi estaban tan enojados… Tan decepcionados de mi, me da miedo como puedan reaccionar ¿y si me rechazan?.

Por mucho tiempo todo lo que siempre quise fue verlos, pedirles perdón por todo y ahora que están al alcance de mi mano, estoy petrificada en mi lugar con el corazón latiendo de una manera que siento que en cualquier momento podría salirse de mi pecho.

—¿No piensas venir a salir a mamá, cariño?—la voz dulce, suave y familiar de mi madre me hace salir de mi ensimismamiento.

Las lágrimas se desbordan por mis mejillas al tiempo que un sollozo se me escapa, pero no me muevo.

Mamá hace una mueca en su cara como si comprendiera todo el ciclón de emociones que esta llevándose acabo dentro de mi, como si comprendiera lo que significa para mí verlos. Me observa con ternura y añoranza al tiempo que poco a poco me extiende los brazos en una clara invitación para un abrazo, me toma unos cuantos segundos salir de mi estupor y encaminarme a paso apresurado hacia ella, hasta que mi cuerpo choca con él cuerpo cálido y familiar de mi madre.

Mi muy crecido vientre no me permite abrazarla por completo lo que provoca que suelte una risita por lo bajo mientras yo no me puedo creer que de verdad esté aquí… Conmigo.

—Oh, Emma. Mi hermosa, Emma— un sollozo escapa de mi. La extrañe tanto —. No llores mi niña, todo esta bien, estarás bien —musita, mi madre contra mi cabello estrechándome en sus brazos.

Las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas… Esto es demasiado. Verla es maravilloso pero al mismo tiempo tengo una revolución de sentimientos que ni siquiera puedo explicar, ni siquiera soy capaz de ordenar mis pensamientos. Tras unos minutos bastante largos donde todo lo que hago es llorar en los brazos de mi madre me separó un poco para observarla; sigue igual que la última vez que la vi, sólo que ahora luce mas feliz… En paz.

—Lo siento tanto mami...

—Shhh— me silencia —. Haz sido tan valiente mi niña, estas haciendo un trato excelente con Miranda, con tus bebés —me sonríe acariciando mi vientre abultado lo que ocasiona que los bebés se muevan bajo tu tacto.

Lo que me tiene sonriendo, todo esto se siente tan bien… Tan correcto. Cosa que me tiene riendo y llorando de una manera que cualquiera diría que me acabo de volver loca.

Mi corazón se estruja con violencia y un nudo se instala en mi garganta cuando papá se acerca a nosotros, porque lo último que lo escuche decir fue que estaba decepcionado de mi… Lágrimas nuevas y pesadas no dejan de caer por mis mejillas mientras entre sollozos  espero lo que sea que tenga para decirme.

Porque lo merezco. Merezco que aún este enojado y decepcionado de mi…

—Mi pequeña —pronuncia papá con esa voz tan suya con la que nos hablaba cuando me raspaba las rodillas o tenia miedo y que extraño todos los días de mi vida.

Mamá se hace aún lado y, antes de que pueda responder cualquier cosa me envuelve entre sus brazos en un abrazo que se siente como su uniera todas mis piezas y que me permite sentirme completamente plena, dichosa y en paz.

—Perdóname papi—logro formular entre sollozos —. Lamento tanto haberte decepcionado, lamento haber sido tan desobediente… No sabes cuanto lo siento, por mi culpa ustedes…

—Emma, mírame — acuna mi rostro entre sus manos de modo que puedo ver sus ojos verdes que heredo Miranda y los cuales me observa con tanto amor y ¿orgullo? —. Escúchame bien Emmy, sí,  estaba molesto pero jamás —recalca la última palabra —. Me sentiría decepcionado de ti, eres uno de mis mas grandes orgullos, haz sido tan valiente, tan fuerte que no me cabe en el pecho lo orgullo que estoy de ver en la mujer en la que te haz convertido.

No puedo parar de llorar, no puedo hacer otra cosa que no sea hipar y es que justo ahora no se que decir exactamente, porque quisiera hacer —decir— tantas cosas que no puedo mi siquiera pronunciar una.

Mis padres me abrazan y no se cuanto tiempo a pasado solo se que es demasiado porque siento los ojos hinchados. Les cuento cuanto los he extrañado todos los y cada uno de los días desde que no están, ellos por otro lado se encargan de hacerme saber lo mucho que me aman, el gran trabajo que he realizado desde que ellos no están y cuan orgulloso están de mi.

Papa le hace una seña a mamá y acto seguido ambos me observan con una sonrisa pintada en el rostro.

—Emma, cariño es momento de que vuelvas —informa, mamá en tono suave y de inmediato me alarmo porque no me quiero ir… No quiero dejarlos, no cuando me siento tan completa y segura después de tantos años.

—Yo no me quiero ir —musito, haciendo un puchero que los hace sonreír a ambos ¡Dios! extrañaba tanto estas sonrisas.

No puedo evitar reprochar porque esto no es tiempo suficiente, porque cuando desperté en aquel hospital mi vida había cambiado y nunca más volvería —volvió — hacer la misma.

Aun puedo recordar la mirada de tristeza de Miranda, la de dolor de mi abuela por haber perdido a su hijo y sobretodo todo aun puedo saborear el sabor de la culpa no solo por la muerte de mis padres, si no por él inocente que crecía dentro de mi y que por mi irresponsabilidad no puedo conocer este mundo.

—Yo no me quiero ir —reprocho —. No podría soportar volver a separarme de ustedes —se que sueno egoísta pero no me importa.

Papá me observa con ternura al tiempo que deposita un beso en mi frente como lo hacia cuando era pequeña, me sonríe y se mucho antes de que lo diga que me tendré que ir, que tendré que volver a vivir sin ellos y me negó a pasar por eso otra vez. Me niego hacerlo porque cuando ellos no están siento que el aire me falta, que un nudo permanente está instalado en mi garganta y esa sensación de ahogamiento no se va nunca.

Se que amo a Alexander, que Miranda me necesita aun… Pero quiero ser egoísta por una vez quiero serlo, por que no estoy dispuesta a volver a vivir — si es que se le puede llamar así — de esa manera.

—Mi niña grande, no tengas miedo de vivir, de ser feliz... de sentirte plena — comienza mamá —. No sientas culpa, lo que paso fue un accidente, NO ES TU CULPA... 

Una vez mas mis ojos se llenan de lágrimas que pronto empiezan a recorrer mis mejillas.

—Pero los extraño mucho...

—Nosotros siempre estamos contigo, con tu hermana, no hay un solo momento en el que no estemos con ustedes —informa papá —. Es momento de volver mi pequeña, Emma es momento de que vuelvas para dar vida a estas pequeñas personitas que habitan tu cuerpo.

No puedo evitar sonreír ante la mención de mis bebés, me limpio las lágrimas que pronto vuelven a caer y me digo a mi misma que puedo hacer esto, tomando la decisión más difícil que he tenido que tomar en toda mi vida: dejarlos ir.

Nos abrazamos los tres por tanto tiempo que siento mis brazos entumecidos.

—Cariño, es hora de irte.

—Nos volveremos a ver ¿verdad? —pregunto, con cautela.

—Por su puesto que si, cuando sea tiempo nos volveremos a ver. Aquí te estaremos esperando con todo el amor del mundo, por lo pronto se feliz — papá deposita otro beso en mi frente mientras murmura —: Te amo mucho.

—Eres tan fuerte mi bebe, no olvides que siempre estamos aquí — mamá señala mi pecho justo donde esta mi corazón —. Siempre que tu corazón lata estaremos contigo hasta el momento que volvamos a verlos.

Quisiera decirles tantas cosas pero los sollozos son tantos que no puedo pronunciar palabra alguna, respiro hondo tratando de ordenar mis ideas para poder decir algo pero lo único que logro pronunciar es un —:

— Los amo mucho...

—Te amamos mucho —dicen, retrocediendo.

***

Mis ojos se sienten pesados cuando intento abrirlos pero después de varios intentos lo logro, notando que estoy llorando, entonces recuerdo el hermoso sueño — que se sintió tan real —que tuve, una pequeña sonrisa surca mi rostro al recordar los brazos de ambos al mi alrededor y su voz diciendo lo mucho que me aman.

—Emma ¡Dios! estas despierta —dice, Miranda apareciendo en mi campo de visión, derramando un par de lágrimas.

Vagamente escucho que alguien dice que llamara al doctor, pero aun estoy un poco aturdida tratando de asimilar el sueño que tuve, estoy llorando y riendo al mismo tiempo lo que tiene a Miranda con cara de preocupación, seguramente piensa que me volví loca.

—Miranda ellos nos aman, están orgullos de nosotras y quieren que seamos felices —digo, medio riendo medio llorando.

Mi hermana parpadea por un momento desconcertada mientras me observa, pero luego de un momento parece caer en cuenta de lo que hablo y un jadeo se el escapa al tiempo que se lleva una mano a la boca.

—Emma nos tenías muy preocupad...

—Bonita, bonita estas despierta... Gracias, gracias, gracias —. La visión de un Alexander con ojeras, desalineado pero con un brillo en los ojos que no puedo explicar aparece frente a mi al tiempo que toma mi rostro en sus manos y lo llena de besos.

Poco a poco lo que sucedió hace eco en mi cabeza y una sensación de inquietud me embarga el cuerpo, estoy por pronunciar palabra cuando una punzada desde la mitad de mi espalda me atraviesa hasta llegar a  mi vientre, por lo que hago una mueca.

—¿Que pasa? —pregunta, alarmado.

Cierro los ojos con fuerza porque el dolor se repite al menos dos veces mas antes de que sienta un liquido correr por entre mis piernas justo al tiempo que el medico entra a la habitación. Habitación donde solo se encuentran Miranda y Alexander.

El doctor empieza a dar ordenes al tiempo que empieza a revisarme y hacerme preguntas estúpidas mientras que este dolor se vuelve insoportable. Con una pequeña luz revisa mis ojos que me mantener abiertos.

—Muy bien señora Williams ¿lista para conocer a sus bebés ¿—pregunta el doctor, y ante mi falta de respuesta prosigue —. A entrado en labor de parto, la trasladaremos al quirófano para realizarle una cesaría.

Escucho el jadeo de Miranda y volteo justo a tiempo para ver parpadear continuamente Alexander al tiempo que se pone pálido. 

—Pero ellos... Aun no es tiempo de que nazcan —siseo, ante la punzada de dolor que cada vez van aumentando de intensidad.

—Bonita —pronuncia Alexander saliendo de su estupor —. Estuviste inconsciente casi dos meses.

Ahora soy yo la que parpadea continuamente pero justo ahora no tengo tiempo de preocuparme por eso, porque el dolor me esta matando literalmente, jamás pensé que traer a un niño al mundo doliera tanto.

—Esto es tu culpa — siseo, hacia Alexander que sonríe —. Y quita tu sonrisita comemierda que justo ahora quiero partirte la cara.

—No me tomaré esto personal porque estas en labor de parto y acabas de despertar — dice, cuando empiezan a trasladarme hacia el quirófano.

Vagamente escucho como el doctor le ordena cambiarse para entrar conmigo y en el fondo agradezco porque pese a que no tengo miedo una sensación abrumadora y apabullante al mismo tiempo me invade el cuerpo porque al fin voy a conocerlos, por fin voy a tenerlos entre mis brazo y Alexander tiene derecho de presenciar su llegada al mundo. Por que este momento es tan suyo como mío… Es de ambos.

El doctor me hace sentarme y me explica que me encorve un poco lo que duele como el infierno y me visa que me podrán la epidural lo que después me explica que es anestesia. Un piquete en la columna vertebral que me hace maldecir mil veces a Alexander por no ser un hombre normal y hacerme solo un bebé, ¡ah, no! el señor tenia que hacerme cuatro.

Una vez terminan el procedimiento me acuestan con los brazos extendidos a los costados y justo en este momento Alexander llega a mi lado donde sostiene mi mano con la sonrisa mas grande que le he visto embozar desde que lo conozco.

—¿Sientes esto, Emma?—pregunta, el doctor atraves de la división que se encuentra entre nosotros.

—No —respondo, muerta de los nervios.

Entonces nos informa que procederá a traer a nuestros hijos al mundo, no se cuanto tiempo pasa pero parece una eternidad y al mismo tiempo no es suficiente porque el primer llanto furioso seguido de tres más. Los ojos de Alexander se llenan de agua mientras siento mis propias lágrimas deslizarse por mis mejillas.

—Esto realmente esta pasando —murmura, mas para el que para mi y secretamente yo me hago la misma pregunta.

 
El doctor se acerca con un pequeño envuelto en una sabana a entregárselo a Alexander al tiempo que tres enfermeras se acercan a mi alrededor para que pueda observar a los pequeños que acaban de conocer el mundo. La felicidad que me invade el pecho en este momento es inexplicable. Y me siento Feliz.

Temprano para que no se desvelen. Esto está por acabar chicos en total falta un capítulo y el epílogo ¿Quieren maraton el miércoles?.
O ¿se lo subo conforme vaya terminando?.
Los leo, los tecueme.

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