capítulo 37
El corazón me golpea con fuerza la caja torácica, las manos me sudan a eso tengo que sumarle el nerviosismo y la ansiedad que no dejan de crecer pero todo es por una buena razón, y es que, hoy por fin nos dirán el sexo de los bebés.
Hoy en cuanto desperté ya tenia un mensaje de Alexander —porque él se tomó la amabilidad de llevarme a comprar uno —, donde me informaba que pasaría por mi para ir a la consulta del mes.
Las cosas entre nosotros después de la noche-mañana que pasamos juntos han estado un poco tranquilas decirlo menos, la realidad es que siento que solo lo estoy usando para satisfacer mi deseo sexual, él por otro lado no se a quejado ni una sola vez, si no todo lo contrario insiste en que estemos juntos, que es una tontería estar separados dado que follamos más de lo que hablamos.
Independientemente de todo yo necesito tiempo para procesar todo lo que me dijo, porque no soy una hipócrita de mierda como para juzgarlo. Necesito tiempo para sanar mis propias heridas tantos físicas como emocionales y estoy luchando por salir de la espiral de auto desprecio en la que viví por años. Tengo muchísimo camino que recorrer, pero quiero —necesito — hacerlo sola, sin depender emocionalmente de nadie.
Renee dice que es un gran paso el haber tenido el valor de enfrentarme a un pasado que dolía —duele—, aunque ya no de la misma manera. Aún no puedo alzar mi puño al aire en señal de victoria, pero estoy convencida de que esta vez si llegare a la meta. Voy a sanar.
Justo ahora estoy sentada en la sala de espera de una clínica —que se encargo de encontrar Alexander — en Illinois, como dije no podía dejar a mi amiga sola en una situación como esta, fue un total reto que el padre de mis hijos aceptara mi decisión y lo hizo solo con la condición de que ellos nacerán en Seattle ya que debido al tipo de embarazo que llevo él se sentirá más tranquilo con nosotros haya.
Eso, y que el no puede venir a instalarse aquí ya que a diferencia de mi él que estar a cargo de el corporativo de su familia. Las demás personas en la sala de espera son parejas que también se encuentran en la dulce espera, soy la única que se encuentra sola…
—Te vez bastante nerviosa—dice, la mujer que se encuentra a mi derecha—. ¿Eres mamá primeriza?.
Me regala una sonrisa tranquilizadora.
—Sí, estoy muy nerviosa. Hoy sabré el sexo de los bebés —le doy una sonrisa tímida —. Y sí, soy madre primeriza.
—¿Tendrás gemelos? —pregunta —. El mes pasado nos enteramos que tendríamos una niña —se toca el vientre abultado y no me pasa desapercibida la argolla de matrimonio en su dedo —. Soy Wendy y el es mi esposo Bob.
—Cuatrillizos en realidad —digo, con una sonrisa radiante —. Soy Emma, un gusto Wendy, Bob.
—Vaya eso si son muchos bebés —dice, sorprendió Bob —. Suena bastante intimidante.
—Lo es —aseguro —. Yo aun no puedo creer que de verdad tendré cuatro bebés.
Charlamos un poco más antes de que digan su nombre indicando que es su turno, ambos se despiden deseándome suerte. Siento un suave apretón en la pierna seguido se una corriente eléctrica que me recorre entera y no necesito voltear para saber de quien se trata, su tacto me afecta demasiado y culpo al embarazo por ello, por la manera en la que no puedo verlo de otra forma que no sea como mi muñeco sexual personal que me hace de desearlo como una ninfómana.
—Hola —digo, sin aliento girando la cara para encararlo. Sus ojos se oscurecen varios tonos y sus labios se entre abren un poco.
—Estoy nervioso —susurra, con la voz enronquecida solo para que yo lo escuche.
La única respuesta que le puedo dar es una sonrisa de labios apretados, dándole un suave apretón a su mano—esa que se encuentra sobre mi pierna — ya que estoy demasiado ocupada tratando de controlar las hormonas que me hacen querer saltarle encima.
Luego de quince minutos me indican que es mi turno. Alexander me ayuda a ponerme de pie y aunque es bastante vergonzoso no poder hacerlo por mi misma no me acomplejo pues cada vez estoy mas enorme y se que mientras más pase el tiempo más ayuda necesitare ya que me canso al más mínimo esfuerzo y los pies se me hinchan cada nada.
Una vez dentro del consultorio el doctor se presenta dándonos la bienvenida y nos dice que esta al tanto de mi expediente médico.
—¿Listos para conocer el sexo de sus bebés?—pregunta, haciendo que una emoción calidad me invada el pecho ante sus palabras, le echo una ojeada a Alexander solo para comprobar que tiene una sonrisa radiante pintada en el rostro.
El doctor me indica que me recueste sobre la camilla y así lo hago —con ayuda —, una vez recostada me levanto el vestido dejando al descubierto mi vientre.
El padre de mis hijos se para aún lado de mi al mismo tiempo que el doctor esparce el gel frío sobre la zona descubierta, lo que me hace dar un respingo.
—Lo siento, esta un poco frio —pronuncia, en voz baja el doctor —. ¿Listos?.
Incapaz de confiar en mi voz debido al cumulo de emociones que me embargan en este momento asiento en acuerdo, Alexander abre la boca para contestar cuando el sonido de su teléfono nos hace voltear a mi y al doctor en si dirección.
Él toma el aparato en sus manos antes de dedicarnos un gesto lleno de disculpa antes de contestar y poner el alta voz.
—¡Ya!. Ya saben si tendré nieto o nieta, Grace esta volviéndome loco —la voz del papa de Alexander me inunda la oídos y no me puedo sentir más bendecida al percibir la emoción en su voz—. Si Alex ya di algo —ahora es Grace la que habla.
inevitablemente una sonrisa se forma en mi rostro y los nervios me atenazan el cuerpo aun más. La sonrisa de Alexander no flaquea ni un momento.
—Aún ni papa, en eso estábamos antes de que llamaras —dice, eufórico e incrédulo de lo que estamos apunto de saber —. ¿Quieren que los llame por videollamada?.
— ¡Sí!—contestan, al unísono su padre y su hermana.
Alexander dice un par de palabras mas antes de colgar la llamada al tiempo que levanta la cabeza y mis ojos se encuentran con el verde de los suyos, es una pregunta silenciosa pero la entiendo muy bien, quiere saber si estoy de acuerdo en compartir esto con su familia.
No puedo estar más contenta porque mis hijos sean tan amados aun antes de nacer, no puedo evitar la felicidad arrollador y apabullante que me genera el saber que crecerán rodeados de amor.
—Ya puede empezar, doctor —informa, Alexander una vez que la videollamada es conectada.
—¡Que emoción!—grita, Grace atraves del teléfono. El doctor pone el aparato en mi vientre.
—Eso que escuchan es el sonido de los corazones de sus bebés —señala, el medico pero yo estoy demasiado aturdida escuchando el sonido furioso de sus latidos.
El sonido que se produce es como música para mis oídos, es una sensación que me llena el pecho de una emoción nueva, apabullante y abrumadora al mismo tiempo.
—Espera un momento —la voz del abuelo de mis hijos se escucha incrédula —.¿Ha dicho bebés? ¿cómo que bebés? ¿de qué están hablando?.
Le dedico una mirada acusadora al hombre que está parado a mi lado y este se lleva una mano —esa con la que no esta sosteniendo el teléfono —a la nunca antes de apretar los ojos con fuerza.
—Lo siento papá, entre tantas cosas no había tenido la oportunidad de decirte que tendremos cuatrillizos —suelta, Alexander sin tacto.
Me paralizó un momento antes de girar mi cabeza justo para ver el momento exacto en el que las caras de Grace y Richard Williams palidecen por completo. El silencio se extiende por un par de segundos por los que lo único que se escucha es el latir de los corazones que crecen dentro de mi y siento que el mío se detiene una fracción de segundo porque se que una noticia así de pronto puede llegar hacer aterradora.
Uno.
Dos.
Tres... Segundos pasan antes de que el grito eufórico de la hermana menor de Alexander se escuche rompiendo el silencio haciendo que suelte el aire que no sabia que contenía.
—No tendrás otra noticia sorpresa que darme y termine de provocarme un infarto —dice, aún incrédulo su padre—. ¿Cómo es que se te olvidó decirnos algo tan importante? —Richard Williams se pasa las manos por el cabello entre cano en un gesto de desconcierto.
Alexander sacude la cabeza en una negativa antes de que su padre se pase la mano por la cara, el alivio que viene a mi cuando sonríe es casi enfermizo, pero me recuerdo que al final del día él es su abuelo… Son su familia.
—Aquí tenemos al bebé número uno —anuncia, el medico haciendo un par de movimientos con el aparato sobre mi abdomen—. Veamos, que tenemos por aquí… él bebe número uno es un niño.
Lágrimas gruesas y pesadas se deslizan por mis mejillas, siento que no podría ser más afortunada que la vida me esta premiando de una manera que no puedo explicar… Esta sensación de felicidad es tan intensa que casi es dolorosa. Le echo una mirada Alexander quien parpadea continuamente tratando de alejar la humedad de sus ojos, incluso su padre y hermana tienen los ojos enrojecidos.
—Bebé dos y tres… Sí aquí claramente se puede ver que también son niños —hace zoom a la pantalla del monitor para que podamos ver sus pequeños penes, que señala con una flecha en la pantalla.
Una solitaria lágrima rueda por la mejilla de Alexander, pero tan rápido como sale el la limpia con el dorso de la mano y yo siento que el pecho me va a explotar de felicidad.
—Tres niños — susurra, más para si mismo que para nosotros.
Tiene los pómulos sonrojados, los párpados un poco caídos y hay una leve capa de sudor en la frente, se ve igual de pálido que la primera vez que nos enteramos que sería un embarazo múltiple y justo ahora temo que esta vez si vaya a desmayarse.
—Y por último, bebé número cuatro… Es una niña —el doctor aún no termina de hablar cuando el gritó de la hermana pequeña de Alexander nos hace voltear a ver al teléfono.
—¡Una niña! Dios… Esto es… Wou hermano… Eres realmente potente…
—¡Grace!—la reprende su papá, pero esta sonriendo también.
—Es cierto, papá ¿como embaraza a alguien con tantos bebes? —el señor Williams carraspea un poco incómodo.
—No voy hablar de la vida sexual de tu hermano, Grace—la corta de tajo.
—Felicidades, tendrán tres niños y una niña —habla El doctor interrumpiendo los cuestionamientos de Grace. El médico limpia el gel de mi barriga —. Todo parece ir en orden, los fetos tienen buen tamaño el bebé número tres y cuatro son un poco más pequeños pero es normal en los embarazos múltiples —explica —. Debes evitar las emociones fuertes, las actividades que requieran mucho esfuerzo físico y el estrés.
Alexander me da el teléfono para sentarse un momento, mientras su padre y su hermana discuten sobre todo lo que harán cuando los bebés nazcan.
—Creo que voy a vomitar —murmura, una ves que se sienta en la silla —. Esto es… Es más de lo que esperaba… ¡Dios! esto es maravilloso.
—¿Él estará bien? —pregunta, su hermana divertida.
—Claro que estará bien —dice, su padre —. Y a ti Emma —su voz se quiebra ligeramente —. Gracias por darme la dicha de ser abuelo, no sabes las ansias con la que los esperamos. Pensé que no viviría para ver a mi testarudo hijo convertirse en padre, felicidades a los dos. Cuentan conmigo para lo que necesiten.
No puedo responder nada porque los sollozos no me dejan ni hablar, después de una despedida muy emotiva el papá de Alexander y su hermana cuelgan la llamada, no sin antes felicitarnos una vez más. Para cuando Alexander me ayuda a levantarme de la camilla el doctor a vuelto a darnos indicaciones de los cuidados y vitaminas que debo tomar.
Una vez dentro del auto de Alexander él se queda inmóvil… En shock. No habla, no se mueve sólo está hay sentado con las manos apretando el volante con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos.
—¿Te encuentras bien? —pregunto, con cuidado.
—Sí, es solo que… todavía me parece increíble que vayamos hacer papás y que tendremos cuatro bebés. No me lo tomes a mal, solo estoy sorprendido pero de una buena manera—Se aclara la garganta —. No puedo dejar de pensar en que Ofelia me arrebato todo esto hace años… Tengo sentimientos encontrados.
Me mantengo en silencio, solo porque no se exactamente que decir, este es un tema muy delicado del cual me siento como intrusa porque es muy privado para él y nosotros no estamos precisamente en una relación sólo somos los papás de cuatro personas que hemos creado juntos.
Lo sé, lo sé nos hemos involucrado sexualmente un par de veces pero eso no es pecado ¿cierto? él cuerpo es débil y las hormonas me tiene como una depredadora sexual que todo el día quiere estar follando y su cercanía no ayuda en nada a tener control de mi apetito sexual.
—Vamos— dice, al tiempo que el motor ruge a la vida —. Vamos a comprar una cámara de vídeo, no quiero perderme nada de este proceso —. Acaricia mi vientre poniendo el auto en movimiento.
Y así con un Alexander muy emocional, junto a la noticia de que tendremos tres niño y una niña nos perdemos en la avenida mientras una emoción de júbilo me llena por completo.
**
— No puedo creer que ya tengas siete meses —dice, el señor Williams acariciando mi muy pero muy abultado abdomen.
Tenía dos meses y medio que no venía a Seattle, estos meses no han sido del todo buenos entre el los malestares del embarazo que si bien algunos disminuyeron un poco, otros se intensificaron, ejemplo: mi vejiga no hace nada por mi, literalmente tengo que estar yendo al baño cada quince minutos si no quiero tener un accidente.
Por otro lado el futuro papá se ha vuelto un chicle desde que supimos el sexo de los bebés, no deja de ser paranoico en cuanto a todos los chicos que intentarán romperle el corazón a su princesa y todas esas cosas de las que no tiene que preocuparse en el próximo par de años. Luego de comprar la cámara de vídeo todo lo que hace es grabar toda la evolución que tiene el embarazo, hay veces que en verdad me harta pero cuando veo los videos que captan todos los movimientos de nuestros bebés dentro de mi cuando les habla todo vale la pena. Aún no puedo creer todo lo que mi abdomen a crecido, a penas y puedo caminar.
Él viaje de Illinois a Seattle no es por justo, si no todo lo contrario este viaje es porque mañana después de tanto tiempo será el juicio de Daniel y el abogado que contrato Alexander dijo que era de suma importancia mi presencia en la audiencia, aunque eso al padre de mis hijos no lo tenga para nada contento y eso no hace mas que ponerme de los nervios.
—Sí, cada vez falta menos para conocerlos —la voz de Alexander suena extasiada.
Contra todo pronostico él no se como pero se instaló en Illinois haciendo viajes a Seattle esporádicamente y siempre trata de no tardar más de dos días en volver, llamando como mínimo cinco veces al día.
—Pasemos almorzar y así me ponen al día de la evolución de mis nietos—sugiere, el futuro abuelo.
Mi estómago gruñe en respuesta lo que los tiene riendo a ambos.
—Vamos, el embarazo me tiene como un hoyo negro. Justo ahora podría comerme una vaca —informó, tomando la mano que me ofrece Alexander para ayudarme a poner de pie.
Pasamos la tarde entre risas y conversaciones banales, en algún punto de está se una Grace y la señora Renata —madre de Alexander — lo que es un poco extraño ya que han sido muy pocas veces las que he convivido con ella, no es que sea grosera o me trate mal pero a dejado muy claro su descontento ante el hecho de que no estemos casados ahora que estamos a pocos meses de convertirnos en padres, pese a eso la tarde-noche pasa tranquila.
**
El pulso me late con fuerza detrás de las orejas, el corazón me late con fuerza contra las costillas, he pasado las últimas horas envuelta una retahíla de negatividad consumiéndome poco a poco mientras pienso en que pasaría si llegan a dejar libre a Daniel.
Los pensamientos densos y maliciosos me han rondado la cabeza el último par de días más de lo que me gustaría admitir y, a pesar de toda la felicidad de que el embarazo marcha bien no deja de angustiarme y aterrorizarme.
Las náuseas — esas que habían disminuido — ahora no hacen mas que incrementar las ganas que tengo de volver todo el desayuno que me preparo esta mañana Alexander.
Estoy tratando de hacer lo que me recomienda la doctora Wilson: buscando la manera de eximirme de todo aquello que me atormenta, a prender de mis errores y continuar.
A estas alturas lo único que me importa es eso: poder continuar con mi camino y ser una buena madre…
Miranda esta a mi lado tomando mi mano, claro que aún está molesta por no haberle contado lo que paso antes pero este es un tema que aun me hace sentir vulnerable, sucia y asqueada de mi misma. Liam y Alexander están hablando con el abogado en tanto yo me encuentro sentada tratando de calmar los mareos y nauseas que me atacan.
No se que a pasado con la enemistad que tenían pero es clara la tensión que aun se percibe entre ellos.
—Emma te vez pálida, no creo que estar aquí sea buena idea —inquiere, Miranda por tercera vez en los últimos veinte minutos.
—Estoy bien! puedo hacer esto —es mas una pregunta que una afirmación.
Para cuando Alexander vuelve con Liam tiene el rostro inexpresivo, glacial y nos indican que entremos porque la audiencia va a comenzar.
—Denme un momento, ya entro —informó tomando repetidas respiraciones.
—Vayan entrando yo me quedare con ella —les dice mi hermana a los dos hombres que nos acompañan.
No muy convencidos y a regaña dientes ellos empiezan a caminar hasta desaparecer por el pasillo, todo dentro de mi pasa a ser ansioso y nervioso en una fracción de segundo y, de pronto siento tantas ganas de vomitar que se vuelven insoportables.
—Todo va a estar bien, Em —dice, mi hermana con voz pausada.
La miro a los ojos y su gesto mortificado solo hace que mi corazón se estruje con un poco más violencia
—L-o s-se, es sólo que estoy muy nerviosa.
Ella me regala una sonrisa — que mas buen parece un mueca — que trata de ser tranquilizadora. Me ayuda a ponerme de pie y entonces nos echamos andar en dirección al interior de la sala donde será la audiencia.
La ansiedad y el pánico se detonan en mi sistema en cuestión de segundos y, durante un instante no soy capaz de hacer otra cosa que no sea escuchar sonido de mi pulso contra mis orejas. Mis piernas —temblorosas, débiles y torpes —a penas me permiten avanzar.
Para cuando entramos a la sala donde será la audiencia temo que en cualquier momento el contenido de mi estómago pueda vaciarse. La sala está medio llena o medio vacía no lo sé muy bien, los oídos me zumban tanto que creo que me van a reventar.
Estoy tan aturdida que el abogado tiene que darme un toquecito en el brazo para decirme que es mi turno de subir al estrado a dar mi declaración, y así lo hago, cuento entre lágrimas y sollozos todo lo que sucedió desde que Daniel apareció nuevamente en mi vida, cuento como extorsión y todo lo que paso aquella noche. Él abogado de Daniel alega que debido a esa noche yo estoy embarazada —lo cual hace que por poco encierren a Alexander por querer golpearlo —pero, mi abogado presenta la prueba de maternidad quitándome validez a sus palabras comprobando que el padre es Alexander.
Todo pasa como un borrón inconexo en mi mente, es un milagro que a estas alturas no me haya dado un infarto, las manos no me dejan de temblar por lo que las cierro en puños sintiendo como mis uñas se clavan en la piel blanda de mis palmas mientras Liam rinde su testimonio de cómo me encontró esa noche.
Para cuando el jurado tiene su veredicto el juez nos hace ponernos de pies y llegados a este punto todo da vueltas a mi alrededor.
Daniel es declarado culpable y siento como mi alma vuelve al cuerpo, pero eso no dura demasiado ya que una persona —una mujer —se levanta de entre las personas con una mascada cubriéndole el cabello y lentes oscuros que apenas me permiten reconocer sus rasgos.
Toda la sangre de mi cuerpo se agolpa en mis pies cuando dicha mujer saca un arma y apunta en mi dirección, todos están muy ocupados celebrando la sentencia como para darse cuenta de lo que esta pasando, la mujer habla —lo se porque mueve los labios— pero soy incapaz de registrar lo que esta diciendo, demasiado sorprendida… Demasiado aturdida.
Le ordenó a mis piernas moverse pero estoy petrificada en mi lugar, sintiendo como todo se ralentiza a mi alrededor. En algún punto todos se dan cuenta de lo que esta pasando y empieza a movilizarse, los policías que se encuentran presentes tratan de llegar a la mujer que me apuntan, están casi por llegar a ella y yo estoy jadeando en busca de aire cuando siento como algo impacta contra mi sintiendo casi al instante como mi algo caliente se esparce por mi blusa.
Mis piernas me fallan y como si de un trozo de carne se tratara impacto contra el piso en un sonido sordo, estoy en shock y balbuceo en busca de decir algo... Lo que sea pero no puedo. La cara de un Alexander preocupado y aterrado aparece en mi campo de visión, se que dice cosas pero no comprendo que es exactamente que es lo que trata de decirme.
—¡Emma!, ¡Emma! No te duermas, mírame vas a estar bien. Van a estar bien ya viene la ayuda —dice, acunando mi rostro entre sus manos.
Mis párpados se vuelven pesados, tanto que me cuenta un esfuerzo descomunal mantenerlos abiertos, cuando alguien — no se quien — presiona la zona donde la bala impacto un grito sale mi y el dolor se dispara en todas las direcciones haciendo reaccionar a mi cuerpo.
Gritó tanto y tan fuerte que la garganta me arde.
—L-los... Be... Bebés —logró formular.
Entonces pierdo la batalla, ya no puedo aguantar un segundo mas, entonces todo se empieza a poner negro a mi alrededor y me dejó ir.
Buenas noches!! espero que disfruten muchísimo el capítulo.
Ojalá y Emma este bien y que todos los bebés sobrevivan.
Nos leemos pronto.
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