capítulo 34
No he estado aquí nunca y la sensación extraña que me genera este lugar me pone un poco inquieta, me siento como una idiota por nunca haber venido a verlos pero es que estaba demasiado ocupada sintiéndome culpable, miserable y siendo una completa cobarde como para hacerlo. Tomo profundas respiraciones intentando darme valor pero me esta costando mucho trabajo.
Ayer cuando llegamos luego de tres días de viaje nos quedamos en casa de la abuela y fue de lo más extraño volver a dormir en mi antigua habitación como cuando salí del hospital hace años, hoy muy temprano le informamos a la abuela que vendíamos al cementerio y aunque no dijo nada su mirada llena de preocupación no me pasó desapercibida.
No hizo preguntas sobre mi barriga bastante abultada o sobre el padre —lo cual agradezco —, ella siempre ha respetado todas mis decisiones desde que salí de la clínica donde me interno. De camino al cementerio pasamos a comprar un ramo de girasoles y tulipanes las favoritas de mamá y una orquídea las favoritas de papá, él decía que le recordaban a mi madre por lo delicadas y hermosas que son estas flores.
Un nudo se instala en mi estómago haciendo que las náuseas me ataquen de una forma feroz que me hace inhalar y exhalar repetidas veces buscando que el malestar se vaya un poco.
—No tenemos que entrar si no quieres Emma —sugiere, Miranda de manera comprensiva.
—Lo se, estoy bien. Quiero hacerlo, solo… Solo dame un momento.
Asiente con la cabeza en señal de acuerdo antes de quedarse en silencio esperando pacientemente que este lista.
Vamos, es momento de demostrar que todos estos años con el psiquiatra no han sido en vano. Trato de alentarme pero sirve de poco cuando pasan veinte minutos más y yo sigo en el parada en el mismo lugar.
Llevo puesto una blusa corta color verde con el overol de maternidad de mezclilla y unos converse blancos
—Muy bien Emma vamos, ya eres una niña grande, tu puedes — murmuró para mi misma antes de avanzar hasta donde se encuentra Miranda a unos cuantos pasos de la entrada—. Estoy lista, entremos.
La mirada inquisitiva de mi hermana conecta con la mía pero no dice nada sólo me hace un movimiento con la cabeza antes de ponerse de pie y echarse andar hacia dentro del lugar.
Caminamos en silencio con la ansiedad acechando desde que Miranda estacionó el auto aquí y ahora no hace mas que crecer a cada paso que doy sobre el césped, puedo escuchar el pulso latiendo detrás de mi oreja sintiendo que mis pies se vuelven pesados con el pasar de los segundos.
—Es aquí —anuncia, Miranda después de un par de minutos de caminata en silencio.
Me detengo un momento antes de girarme para quedar frente al par de lápidas donde descansa mis padres tratando de contener las lágrimas, porque no puedo dejar de pensar que fue mi culpa, si yo hubiera sido una buena hija aun estarían con nosotras.
La mano de mi hermana toma la mía dándole un apretón fuerte mostrándome así su apoyo y ahora me permito llorar porque se que ella esta aquí sosteniéndome, siendo mi roca como siempre lo ha hecho, porque a veces ella parece más la hermana mayo y esta es la primera vez que no me hago la fuerte para no preocuparla así que me dejo ir todo el dolor que no me a dejado avanzar, dejó de aparentar que soy fuerte y entonces me quiebro dejando que todo eso que guarde por años salga por cada poro de mi piel.
Dejo ir eso me consume lentamente; la culpa.
Les pido perdón por ser una mala hija, por haberme ido sin su permiso aquella fiesta y sobre todo les pido perdón por haberlos defraudado al salir embarazada a tan temprana edad cuando ellos no fueron más que unos excelentes padres y jamás pensé que no lo fueran. También les reprocho por no haber resistido, por haberse ido dejándonos solas, les digo lo mucho que los amo y la falta que me hacen. Como puedo me agachó —con la enorme panza que tengo— hasta quedar a la altura de su tumbas.
—Perdón por no haber venido antes, pero me es muy difícil reconocer que ya no están—digo, con la voz temblorosa —. Porque aquí sólo se encuentran sus restos físicos y quiero creer con todas mis fuerzas que se encuentran en una especie de paraíso, pero siempre los llevó aquí —me llevo la mano al pecho justo donde mi corazón late con fuerza—. Conmigo a donde quiera que voy. Saben van hacer abuelitos una vez mas—medio río, medio lloro —. Aun que yo se que eso ustedes ya lo sabían, ustedes se fueron y no sólo se llevaron parte de mi corazón con ustedes también se fue con ustedes su primer nieto o nieta.
Escucho los sollozos de Miranda, quien me ayuda a levantarme para acomodar las flores que trajimos.
—Les trajimos sus flores favoritas —les dice Miranda con la voz afectada y el rostro sonrojado por las lágrimas.
—No saben lo que daría por un abrazo de ustedes en este momento —llevó mis dedos a mi boca y precio mis labios en un beso para después llevar la mano hacia sus tumbas.
Dejó ir un sonoro suspiro al tiempo que empiezo a reír y llorar al mismo tiempo. Seguramente Miranda piensa que me volví loca por la manera en la que me observa tan fijamente con la nariz roja.
—Emma estas empezando a asustarme ¿estas bien?.
Y es aquí cuando entiendo que fui culpable de haber ido a esa fiestas desobedeciendo sus ordenes, pero fue su elección ir a buscar porque me amaban así como yo los amo a ellos.
—Sí, de hecho estoy mejor que nunca hermana—digo, entre lágrimas y risa —. Siento que me libero, como si estuviera liviana y por primera vez en años se que podré avanzar, que no iré por la vida en automático. Voy a vivir Miranda, ya no estaré mas entumecida y no espero que lo entiendas pero…
Miranda me abraza cortando lo que le estaba diciendo y sintiendo como su cuerpo se sacude con los espasmos, minutos después se separa para acunar mi rostro entre sus manos viéndome con ternura, amor, orgullo y… ¿Admiración?.
—No sabes lo feliz que me hace escucharte decir eso Em, eres la persona más admirable que conozco, la más fuerte y debes que te amo ¿verdad?.
Con sus pulgares limpia un par de lágrimas que ruedan por sus mejillas.
—También te amo cabra loca.
Estamos un rato mas con nuestros padres contándoles como es nuestra vida entre risas y lágrimas, hacia tanto tiempo que no me sentía así de bien, así de feliz.
—Ya nos vamos — les digo porque quiero creer que me escuchan donde quiera que estén —. Prometo volver pronto… Y se que tal vez no debería, pero les quiero pedir un favor—me quedó en silencio un momento tratando de encontrar mi voz para decir lo siguiente —: Se que ustedes son unos abuelos geniales y que mi bebe no le hace falta amor porque tiene a los mejores, pero denle muchísimo besos y abrazos de mi parte mientras llega el momento de reunirme con ustedes, háganle saber que mamá es fuerte y que va a seguir adelante por ustedes tres y por sus hermanos que crecen dentro de mi —la voz se me quiebra una vez más —. Quiero que sepa que aunque no lo sentí crecer dentro de mi lo amo y siempre va hacer el hermano o hermana mayor.
Limpio mis mejillas tratando de alejar la humedad de ellas, pero es inútil y así con la paz de haber dejado ir mucho de lo que traía cargando desde hace años nos despedimos de nuestros padres prometiendo volver a visitarlos más seguido.
—Tengo hambre —le digo a mi hermana cuando estamos en el auto una vez más.
—¿Quieres ir a comer a la pizzería donde nos llevaba mamá? —sugiere, poniendo en marcha el auto.
—Me encantaría.
**
—No puedo creer que estén aquí—es lo primero que dice Ruth cuando abre la puerta dándonos un beso en la mejilla a cada una —. Estas enorme Em, te vez hermosa. Pero pasen, no se queden ahí.
Se hace a un lado para que podamos pasar y cierra la puerta detrás de ella, se que estuvo llorando por que sus ojos están hinchados ligeramente y la conozco algo no anda bien.
—Cargar cuatro bebés no es fácil —digo, caminado hasta el sofá donde me siento ya que mis pies se hincharon.
—¡¿Qué?! me estas jodiendo ¿verdad?.
—No de verdad tendré cuatro bebés.
—Dime su papa tiene hermanos, no quiero encontrarme con uno nunca —finge un escalofrío y yo ruedo los ojos en cambio Miranda suelta una risita.
La casa de Ruth es muy bonita y esta en una buena zona de la ciudad, tiene unos hermosos sofás blancos y aunque se ven preciosos no podría comprarlos ya que tendré cuatro terremotos y algo me dice que los sofás blancos no serían blancos mucho tiempo. La decoración es hermosa, con clase pero al mismo tiempo tienen ese toque de hogar, los color son colores pastel que hacen que parezca una de esas casas de serie de televisión.
Ruth va a la cocina y vuelve minutos después con una charola con tres tazas de lo que huele como café por lo que me quedo viendo fijamente la taza humeante.
—¿Qué? ¿por qué vez así el café?.
—Aleja la taza de mi porque se me esta revolviendo el estómago —digo, llevando una mano a mi nariz para taparla.
Ruth la aleja de inmediato pareciendo alarmada.
—Lo siento, Em no sabía que no toleradas el café. Te ofrezco algo más de tomar.
—No te preocupes, estoy bien, sólo que estos bebés son un poco caprichosos.
Tanto Miranda como Ruth sueltan una risita en complicidad.
—¿Qué? ¿Por qué se ríen? yo no soy caprichosa —hago un mojin cruzándose de brazos.
—Claro —dicen al mismo tiempo con ironía.
—Estoy hablando enserio —advierto, fingiendo indicación.
—Nosotros también, cierto Miranda.
Mi hermana solo se ríe lo que provoca que ruede los ojos al cielo, a veces ellas logran ser desagradables.
—¿Hace cuanto están en Chicago?.
—Llegamos hace una semana, nos estábamos quedando en casa de la abuela y fuimos a ver a nuestros padres, hubiera venido antes pero mi presión arterial subió un poco hace unos días —informo, quitándome las sandalias.
Mi amiga esta por contestar algo pero el sonido del teléfono de Miranda empieza a sonar y de inmediato una sonrisa bobalicona se pinta en su rostro lo que me hace saber que es Carlos quien la llama.
—Ahora vengo tengo que atender esta llamada —informa, poniéndose de pie y camino hacia fuera de la casa.
—Aun no puedo creer que se vaya a casar, en que momento creció tanto esta niña, aún la recuerdo cuando lloraba por las historias de miedo cuando hacíamos pijamadas en tu casa — comenta, Ruth dándole un sorbo a su taza de café.
—Ni yo se en que momento creció tanto, pero Carlos es maravilloso con ella y eso mantiene tranquilo y feliz —me pongo una mano en la barriga para acariciarla —. Pero mejor dime que es lo que sucede y antes de que me digas que nada, se que pasa algo te conozco Ruth y porque lo hago se que algo no anda bien.
Ella suspira fuertemente antes de dejar caer sus hombros hacia delante un gesto derrotado lo que hace que las alarmas se enciendan en mi, porque eso solo quiere decir que algo realmente grave pasa.
—No se que hacer Emma, hace mas o menos dos meses estuve con un tipo que conocí en una antro y todo estaba bien…
—¿Pero? Porque por el tono de en el que me lo dices se que hay mas.
—Odio que me conozcas tan bien y si todo estaba bien pero hace un par de semanas empecé a sentirme rara e incómoda en mi parte íntima, así que fui al doctor quien me mandó hacer unos estudios que arrojaron que tengo una ITS.
La sorpresa que me genera sus palabras se mezcla con la angustia que me embarga al saber que eso no augura nada bueno.
—¿Que enfermedad?—pregunto, cautelosa.
—HPV — contesta en un susurro dejando que las lágrimas caigan por sus mejillas —. Estoy muy asustada, esta enfermedad es tratable pero no tiene cura.
—Ven aquí —le digo abriendo los brazos para que se acerque y la abracé lo cual hace.
Ruth siempre fue una mujer precavida en relación al sexo por eso me extraña que este pasando por esta situación, pero no voy a juzgarla todos estamos propensos a tener una equivocación y olvidar el condón en un momento caliente, prueba de ello son mis hijos.
—Debes pensar que soy una idiota —susurra, aun entre mis brazos.
—Claro que no, pienso que eres muy valiente y quiero estar para ti así como tu siempre haz estado para mi.
—Pero Emma…
—Pero Emma nada ¿quien estuvo para mi cuando mis papas murieron? ¿quien me decía que todo iba a estar bien cuando me raspaba las rodillas? ¿quien me enseñó a andar en bicicleta?.
—Yo —responde, sorbiendo su nariz.
—Entonces déjame estar para ti como tu haz estado para mi, no aceptare un no por respuesta.
Sonríe y es todo lo que necesito para saber que esta batalla la gane yo, aunque eso no quita que este muy asustada por ella.
—No se si es esto del embarazo es lo que te tiene toda mandona y segura de ti misma pero me gusta, me recuerda a la antigua Emma. La que era feliz— dice una vez que sale de mis brazos un poco mas animada.
—Me siento como la Emma de antes, creo que poco a poco esta volviendo —le guiño un ojo y ella sonríe aún más.
Nos mantenemos hablado un rato mas en donde le cuento parte de lo que han sido estos meses sin omitir detalles porque a ella si puedo contarle todo, lloramos, reímos y nos abrazamos mucho hasta que bostezo removiéndome en mi lugar.
La puerta se abre lo que me hace recordar que Miranda estaba afuera hablando con Carlos, a veces ellos llevan todo a otro nivel, la expresión de mi hermana es seria por lo que de inmediato me alarmó.
—Es tarde Em, creo que es hora de irnos—comenta viendo el reloj de su muñeca.
—De hecho me quedare unos días con Ruth, creo que me quedare una temporada aquí.
Mi hermana me observa expectante a que diga algo mas sopesando mis palabras hasta que sin decir nada se pone de pie, tampoco es como si me fuera a prohibir quedarme o algo por el estilo.
—Cualquier cosa no dudes en llamar—me recuerda —. Nos estamos viendo Em.
Se acerca y deja un sonoro beso en mi mejilla y cuando me abraza me es inevitable no susurrarle las siguientes palabras —. ¿Pasa algo? Te noto preocupada.
—No lo se, Emma, tú dime ¿Qué pasa?—es lo único que dice en tono decepcionado.
Se aparta de mi y no puedo hacer otra cosa que ver como se dirige hacia la puerta, una emoción de desasosiego me embarga. No puedo hacer otra más que sentir como el suelo se cimbre bajo mis pies y el medio de que ella sea consciente de lo que paso en el tiempo que estuvo lejos.
Horas después luego de haber cenado la sensación arrolladora que tengo en el pecho no se va, estoy inquieta y no puedo seguir manteniendo una conversación con Ruth por lo que me retiro a la habitación mientras ella se queda tomando un té en la cocina.
Me doy un ducha y cuando salgo no puedo evitar verme en el espejo de cuerpo entero que esta en la pared del baño, solo para darme cuenta cuán grande se a puesto mi vientre en estos últimos meses, me llevo una mano a el vientre para acariciarlo con suavidad.
Mis movimientos se detienen abruptamente luego de unos segundos cuando lo siento, primero creo que lo imagine pero a los pocos segundos el movimiento se repite y está vez es uno mas contundente provocando que mi una sonrisa aparezca en mi rostro mientras el pecho se me llena de una sensación cálida y maravillosa.
—Hola aquí, bebés —les digo haciendo movimientos circulares en sintiendo sus movimientos —. No sabes lo feliz que me hace tener el privilegio de sentir como crecen y se mueven dentro de mi. No tienen una día de las ansias y el amor con lo que los espero, se que su papá también los amara cuando saque la cabeza de su culo igual o mas ferozmente que como lo hago yo.
Sentirlos moverse hace que cualquier rastro de emoción negativa se fugue de mi cuerpo, mi estado emocional en este momento es bastante tranquilo en comparación de los últimos meses llenos de estrés, angustia y dudas en que toda las cosas que me guardaba para mi generaban, sin embargo no dejo de sentirme abrumada por la cantidad de sentimientos encontrados que han ido y venido desde hace una semana que llegamos aquí.
En algún punto he de haberme quedado dormida en la cama de mi amiga, porque lo próximo que se es que el timbre suena repetidas veces haciendo que me remueva abriendo un ojo solo para ver el reloj que descansa en la mesita de noche descubriendo que son cerca de las malditas tres de la mañana.
Giro hacia un lado solo para comprobar que estoy sola en la cama y en la habitación, la irritación del sonido incesante del timbre me hace ponerme de pie con el mal humor creciendo en mi interior ya que el sueño se me a esfumado por completo.
Camino por el pasillo hasta encontrarme con la figura de Ruth sentada en un sofá con una taza de lo que puede ser café o té, no lo sé. Estoy por pregúntale quien demonios toca de esa manera pero ella es más rápida llevando su dedo índice a los labios en señal de que guarde silencio, lo cual me hace mirarla extraña acto seguido ella palmea el lugar libre a su lado para que me siente y así lo hago.
El sonido del timbre se detiene pero ahora los golpes en la puerta son los que llenan el silencio entre nosotras.
—¿Por qué no abres? —pregunto, haciendo una mueca—. ¿Quién es?.
Mi amiga no me contesta de inmediato, en su lugar se lleva la taza a los labios dando un sorbo que me pone de los nervios porque los golpes solo se vuelven más frenéticos.
—¿Tu quien te imaginas que es?—dice, con calma.
Ruth debe de notar mi cara de desconcierto porque rueda la ojos al cielo antes de dejar la taza frente a la mesita de centro antes de contestar —:
—Es Alexander —me informa —. Contacto a Miranda, no se que le haya dicho ella Em, pero hace una hora Miry me mandó un mensaje avisándome que él venía para acá.
El corazón se salta un latido para reanudar su marcha a una velocidad abrumadora, ya ni siquiera me esfuerzo en tratar de mantenerlo a raya. No se como sentirme al saber que él está aquí, tampoco estoy segura de querer verlo luego de todo ese silencio entre nosotros. Luego se tantas verdades a medias de su parte. Luego de tantas mentiras por parte mía, de la falta de confianza por parte de ambos.
—Ella le dio mi dirección y desde que llego no aparado de tocar—continua, Ruth cuando ve que no contesto —. Le dije que se fuera y no lo hizo, tampoco espero que lo haga conociendo lo bestia que es a veces.
—Y me lo dices así tan tranquila —cuestiono, cuando encuentro mi voz. Todo lo que recibo de mi amiga es un encogimiento de hombros.
—Podemos no abrirle pero…
—Pero no nos va a dejar dormir —termino por ella que asiente en acuerdo.
Me pongo de pie con el pulso golpeando detrás de mis orejas, para asomarme por la mirilla de la puerta solo para comprobar que de verdad se trata de Alexander.
—No me importa tocar toda la maldita noche, no me iré hasta hablar con Emma —suena determinado, resuelto y se que lo hará.
Oh, no de nuevo. No voy a pasar por estos dramas otra vez.
—No tengo nada que hablar contigo, Alexander. Si tienes algo que decirme o alguna exigencia puedes pedirles a tus abogados que contacten al mío, ahora vete no me obligues a llamar a la policía —digo, lo sufienciete fuerte para que me escuche, con toda la seguridad que logro reunir en este momento.
—Tienes que escucharme —su voz suena ronca y profunda cuando habla esta vez y no me pasa desapercibido el dejo desesperado que hay en ella—. Hable con el oficial Brown… Y con Liam —eso último lo dice acabo de unos segundos.
Un escalofrío me recorre de pies a cabeza porque eso significa que ahora el sabe todos los detalles, pero aún con eso me las arreglo para tragarme el temor que me invade.
—Bien por ti, felicidades —pronuncio, con ironía —. Pero no quiero verte. Vete Alexander.
—Por favor —dice, y suena más a una suplica que a otra cosa —. Sólo quiero enmendar mi error.
No se irá y ya estoy cansada de toda esta situación de mierda. Todo mi cuerpo se tensa de anticipación cuando me obligo a tomar el pomo de la puerta para abrirla tomando una profunda inspiración cuando la figura imponente de Alexander Williams aparece en mi campo de visión.
Lleva un pantalón de vestir color azul oscuro y una camisa negra con los primeros botones deshechos, su cabello —siempre peinado a la perfección—luce desordenado y rebelde.
Su mirad aturdida y cansada se llena de asombro cuando me recorre de pies a cabeza deteniéndose un par de segundo en mi muy crecido vientre lo que hace que su la complexión de su piel se vuelva lívida al tiempo que sus ojos verdes conectan con los míos.
Alexander emboza una sonrisa trémula al mismo tiempo que se pasa una mano por las hebras negras de su cabello.
—¿Tú crees que esta es la mejor manera de hacer las cosas? Alexander solo estás haciendo más difíciles y complicadas las cosas entre nosotros —hablo con firmeza y agradezco a mi voz por no fallarme ahora.
Me siento incomoda. Incierta… Con todo esto y no me gusta esta sensación de caminar sobre un frágil cristal siempre que se trata de Alexander, nunca se que esperar de él pero estoy segura que llegados a este punto cualquier cosa que salga de la boca de cualquiera de los dos nos va a lastimar.
Su vista vuelve a bajar a mi vientre cuando esté se mueve por los movimientos de los bebés que no hicieron más que incrementar cuando empezaron a escuchar su voz como si la reconocieran. Alexander me observa sorprendido y maravillado en partes iguales antes de tener la osadía de estirar la mano con claras intenciones de tocarlo, pero soy más rápida y me alejo recelosa de su tacto.
—Se que no pero necesitaba verte, hablar contigo…
—No se cual es tu urgencia por verme, si hasta donde se no te provocó más que asco y repudio. ¿De que quieres hablar conmigo? si todo lo que sale de mi boca no son más que mentiras.
—Emma, por favor…
—Por favor tu, Alexander vete. No quiero verte, no me interesa nada de lo que tengas que decir y si quedo alguna cosa pendiente nuestros abogados los resolverán —la expresión de Alexander sigue siendo serena, pero hay un deje pesado y oscuro en su mirada. Algo que para ser sincera no estaba hay cuando abrí la puerta.
—Son mis hijos —no es una pregunta es una afirmación; y, lo único que puedo hacer yo es quedarme callada. Quedarme callada porque vuelve a mi cabeza la amenaza de alejarlos de mi y porque es la mejor respuesta que puedo darle.
Una risotada ansiosa, irónica y dolorosa se me escapa luego de eso y sacudo la cabeza en una negativa para no seguir mirándolo, porque no quiero que vea como los ojos se me llenan de lagrimas ante el pensamiento de el cumplido su palabra.
—Vete o llamaré a la policía —es todo lo que puedo decir, porque se siente erróneo la sola ida de contestar otra cosa. Se siente equivocada.
—Me iré sólo si me prometes que mas tarde hablaras conmigo —dice, y su voz suena rota y dolida.
—No esta en posición de exigir nada.
—Entonces no me iré, llama a la policía o has lo que creas conveniente pero no me iré sin que hablemos—tiene marcado un gesto de derrota en el rostros, pero la determinación en su voz es fuerte y clara.
Aprieto la mandíbula porque no puedo cree que luego de tanto tiempo venga hacerme esto. Será que no puedo tener un embarazo tranquilo. Alexander luce como si estuviera punto de echarse a llorar cual niño de tres años, como si el hombre imponente y fuerte que siempre le muestra a los demás se hubiera esfumado y eso hace que mi corazón se estruje con violencia.
—Estas siendo muy injusto cuando ya nos dijimos lo que teníamos que decir. No queda nada más inconcluso tu hiciste tus elecciones y yo las mías, tenemos que aprender a lidiar con eso. Lo que sea que haya sido esto —nos señaló —. Se acabó, no volverá a pasar y ellos —ahora señalo mi vientre en movimiento —. Son sólo míos, porque el que dudarán de que son un pedacito de ti solo me hace saber que nunca nos tuvimos confianza, que lo que sea que haya pasado no dejo de ser un farsa. Ahora no te moleste en disimular el asco que me tienes —vuelvo a recordarte porque eso de verdad me dolió—. Y vete porque yo no estoy dispuesta a soportar ni un insulto, desplante o señalamiento más.
Una vez término de hablar cierro la puerta sin dejarlo contestar sintiendo como el corazón me late de manera frenética, por su puesto no sirve de nada porque me sigue llamando aún con la puerta cerrada.
—¿Llamo a la policía? —pregunta Ruth.
—No, déjalo. Se va a cansar.
Es todo lo que digo antes de dirigirme a la habitación para acostarme con unos bebés inquietos y la cabeza llena de incertidumbre, contradicciones y debo de admitir que de alivió.
Aquí otro capítulo más de Alemma, espero que lo disfruten muchísimo. Nos leemos mañana.
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