capítulo 32
Los días no han sido más que una espera tortuosa, la ansiedad no a hecho cosas buenas conmigo, eso sin contar que he estado demasiado hormonal por el embarazo, hay días que solo lloro y otros en los que todo me molesta, pero la cereza del paste es que parece que me he vuelto una caprichosa mandona.
Todo ha sido de lo mas caótico, la actitud de Alexander es tan sobreprotectora que me confunde y llena de remordimiento... Culpa, verlo tan comprometido con todo esto, tan al pendiente de nosotros.
Se positiva Emma, se positiva. Me repito interiormente porque llenarme de cosas negativas no nos hace bien. Claro, que no siempre puedo evitarlo porque esta incertidumbre me esta matando lentamente.
Para mi suerte y tranquilidad esta tortura se termina hoy. Hoy sabré por fin en mucho tiempo que camino debo tomar y es que desde que tenía quince años he andado por la vida a la deriva sin rumbo fijo, pero ahora no soy solo yo, ahora tengo a cuatro personitas que crecen dentro de mi.
No importa quien sea el padre son un pedacito de mi y no sabía lo feliz que me haría enterarme que ellos están conmigo, independientemente de quien sea el padre son míos, un pedacito de mi y ya los amo, solo no quiero seguir viviendo con mentiras por eso hoy también hablaré con Alexander.
Tengo aproximadamente una hora despierta y no hay rastro alguno de Alexander por ningún lado, con un poco de suerte tuvo que ir a la oficina. Desde que nos enteramos del embarazo su sobreprotección raya lo ridículo y eso lejos de hacerme sentir segura me asfixia un poco, sin contar que se me estruja el corazón cada que pienso que pueden no ser suyo y que después los rechace.
Me estiro sobre el mullido colchón antes de levantarme de la cama con dirección al baño, una vez echas mis necesidades básicas salgo en busca de alto para comer, porque últimamente parezco un agujero negro que arrasa con todo a su paso, por su puesto que Alexander siempre anda tratando de evitar que no cosas fuera de la dieta que me dieron y eso es una de las cosas que más me molesta.
Y es que tengo que aprovechar cuando puedo comer, ya que hay días en los que no logro hacer que ni el agua se quede en mi estómago, porque sí, así de caprichosos sin mis pequeños huéspedes.
Me detengo en medio del pasillo llevándome de forma casi inmediata las manos al vientre bastante más abultado que un embarazo de un solo bebé. Cierro los ojos y me muerdo el labio inferior tratando de contener una sonrisa que amenaza con invadir mi rostro, porque se que estamos en el primer trimestre aun lo que significa que estamos en zona de riesgo, pero eso no me impide sentir la emoción y alergia por mis pequeños huéspedes que crecen dentro de mi.
-Que hermosa te vez -la voz de Alexander me hace abrir los ojos dejándome sin aliento ya que solo lleva puesto un pantalón de chándal colgando en sus caderas.
Y es que no importa cuantas veces lo haya visto desnudo o sin camisa, siempre me va a parecer algo digno de admiras sus muy bien trabajado cuerpo. Le doy una sonrisa tímida al tiempo que se lleva una taza de lo que supongo es café a los labios.
-Pensé que no estabas -digo, porque enserio es raro que el este a esta hora en casa.
No me responde en su lugar deja la taza que tenia en las manos a un lado antes de acortar la distancias que nos separa hasta que sus brazos -desnudos -rodean mi cintura antes de que pueda inventar alguna excusa y es que he estado trabajando con la doctora Wilson sobre esto, el contacto íntimo con él.
Sus labios cubren los míos pero no es un beso apasionado ni exigente, por el contrario es un beso lleno de emociones, de cosas que tal vez no nos hemos dicho con palabras pero que sabemos que ahí están.
Mis manos abandonan mi vientre para enredarse en las hebras oscuras de su cabello profundizando el beso, su lengua busca la mía y de pronto me tenso al sentir el sabor del café en mi boca removiéndome el estómago. Alexander se aleja de inmediato al notarlo pegando su frente a la mía.
-Bonita abre los ojos -ordena, con delicadeza -. Se que algo pasa, no soy estúpido. Algo cambio, lo noto desde que llegue de viaje.
Abro los ojos para encontrarme con unos verdes que me tienen al borde de la locura, porque sí, llegados a este punto tengo que ser honesta conmigo misma y admitir que me enamore de Alexander, de ese hombre tierno, atento y caballeroso que se que puede llegar hacer.
-Dime que pasa... Por favor - su cara ahora es toda seriedad -. Prometo que cualquier cosa que este pasando lo resolveremos.
Las nauseas se intensifican volviéndose casi insoportables.
-Alexander yo... - silencio -. Aléjate que tu olor a café me esta dando náuseas-me tapo la boca con la mano.
El me observa por largos minutos, antes de alejarse con el ceño fruncido hasta desaparecer por la puerta del baño.
Tomo profundas respiraciones hasta que las náuseas pasan y es entonces que Alexander regresa oliendo a enjuague bucal.
-Que voy hacer contigo, Emma -susurra, dejando un beso casto en mis labios antes de ponerse de rodillas -. Hola pequeñitos, hoy están un poco caprichosos -levanta la blusa del pijama que llevo puesto -. No saben lo emocionado y ansioso que estoy por conocerlos -deja un beso en mi vientre descubierto y el corazón me da una voltereta al tiempo que los ojos se me llenan de lágrimas -. Pero no hay prisa alguna, papá esta aquí esperando paciente para cuando ustedes quien salir a conocerme-se ríe dejando un par de besos más -. No tienen idea de lo feliz que me hacen.
Me cubro la boca con la mano, pero esta vez es para evitar dejar estar un sollozo mientras Alexander susurra cosas que ya no logro escuchar.
-Lo siento, las hormonas me tienen toda llorona -digo, vuelta un mar de lágrimas cuando Alexander se da cuenta que estoy llorando.
No dice nada en su lugar se levanta bajando mi blusa antes de darme un abrazo tan largo que me empiezan a doler los pies.
-Vamos tienes que desayunar -dice, dejando me y empezando a caminar hacia la cocina con una mano en mi espalda para que lo siga.
Una vez sentada en el mesón Alexander se pone un delantal para empezar a cocinar lo que reconozco como tocino, lo que para nada es una buena idea ya que apenas el olor llega a mi nariz el estómago se me revuelve haciendo que corra al baño por las náuseas.
Primero vienen las arcadas, cuatro, cinco y nada.
-Vamos bebés no sean malos con mamá y déjenla vomitar -acarició mi vientre y tengo otra arcada hasta que lo poco que tengo en el estómago sale.
Siento una de las manos de Alexander sujetando mi cabello y la otra deslizándose por mi espalda de arriba a bajo en un gesto que tranquilizador. Después de que termina de salir el poco contenido de mi estómago me lavo los dientes, enjuago la boca para después girarme y recargar el cuerpo contra el lavamanos de modo que quedo frente a Alexander.
-¿Te sientes bien? -pregunta, extendiendo una botella de agua en mi dirección -. ¿Quieres ir al hospital? ¿llamo al doctor? dime que hago.
-Estoy bien, sólo son malestares matutinos -digo, cortando su diatriba y tomando profundas respiraciones -. Ya me está pasando.
Una vez el malestar se ha ido por completo camino hacía la habitación con Alexander detrás de mi, empiezo a seleccionar la ropa que me podré para ir a recoger los benditos resultados bajo la atenta mirada del posible padre de mis hijos, quien me observa connel ceño fruncido.
-¿Qué haces?.
-Me estoy cambiando- contesto, señalando lo obvio cosa que lo hace fruncir aún mas el ceño.
-Eso ya lo se Emma, lo que pregunto es para que te estas cambiando-esta vez el tono de su voz es mas firme al tiempo que su semblante se endurece.
-Saldré, tengo que hacer unas cosas -me encojo de hombros mientras me quito la blusa del pijama.
Alexander me observa por aproximadamente veinte minutos hacer un berrinche porque mi ropa ya no me queda en absoluto, es por eso que tomo una de sus camisas blancas, y me pongo unos vaqueros que compre por error en línea y que ahora están salvando mi vida porque me quedan perfectos. El resultado me gusta ya que no luce mal y el aumento de trasero y tetas por el embarazo hacen que me vea diferente... Me gusta.
-iré contigo, sólo dame...
-No.
-¿Qué?.
-No quiero que me acompañes Alexander.
Ahora su cara es todo un poema entre la incredulidad, el enojo y la preocupación.
-Te puede pasar algo si andas por ahí sola, ¿Qué pasa si te desmaya? ¿Si te mareas? O si...
Es tanto tierno y me rompe el corazón tener que negarme pero no se como vaya acabar todo esto en cuanto tenga los resultados en mis manos por lo que lo mejor es que se quede aquí y yo vaya sola a recogerlos.
-Basta - levanto la mano para que se calle cuando lo veo abrir la boca para responder -. Ya basta Alexander, estoy embarazada, no tengo una enfermedad mortal... Y por favor deja de tratarme como una inútil.
Alexander aprieta la mandíbula con tanta fuerza que temo que pueda hacerse daño y se que esta enojado porque desde aquí puedo ver como salta la vena de su cuello.
-Perdóname Emma por preocuparme por ti... Por mis hijos, porque estén bien -oh, el juega sucio sabe que decir porque sabe que me afecta.
Cuento del uno al diez me muerdo el interior de mi mejilla tratando de contenerme y no decir una estupidez porque en el fondo se que tiene razón y sólo lo hace porque en verdad esta preocupado.
-Alexander no puedes tenerme aquí prisionera me volveré loca -hablo exasperada porque esta situación me sobrepasa.
El hombre enfrente de mi camina de un lado a otro pasando repetidas veces las manos por su cabello y cuello en un gesto desesperado.
-Bonita - se detiene y clava sus hermosos ojos verdes en mi -. Sólo me preocupo por ti - camina hacia mi y acuna mi rostro entre sus manos -. Por ustedes, no me perdonaría que les pasara algo y...
-Basta. Para solo para- me suelto de su agarre -. Estoy bien, no me va a pasar nada solo iré a comprar unas cosas no necesito que me acompañes no tengo cinco años.
-Ah no, porque justo a ahora te estas comportando como una niña de cinco años.
-Vete a la mierda.
-¿Perdón?.
-Que te vayas a la mierda.
No lo dejo decir nada mas tomo mi bolso y salgo del apartamento lo más rápido que puedo mientras escucho como desde la distancia el grita mi nombre.
Se que tengo que estar en reposo, se que debo de ser cuidadosa la doctora dijo que el procedimiento era riesgoso, pero justo ahora necesito con todas mis fuerzas saber los resultados.
Busco un taxi como si mi vida dependiera de ello porque se que en cualquier momento Alexander vendrá detrás de mi, no me toma mucho abordar uno y una vez arriba del auto de servicio tomó mi teléfono y marco el número de Liam.
Una.
Dos.
Tres... Veces suena y la llamada me manda a buzón. Bueno Emma tendrás que hacer esto sola.
**
Hace diez minutos sostengo el sobre que definirá en rumbo de mi vida con las manos temblorosas, estoy sentada en la banca de un pequeño parque donde hay varios niños corriendo de aquí para allá, mi corazón late frenéticamente y un nudo de pura ansiedad se a instalado en mi estómago.
Tranquila Emma esto le hace daño a los bebés. Trató de recordarme para ver si así logro calmar un poco el nerviosismo.
El sonido de mi teléfono me hace pegar un brinco en mi lugar sacándome de mi ensimismamiento, me apresuro a buscarlo dentro del bolso que llevo conmigo sólo para descubrir que es Alexander el que está llamando una vez más, no ha dejado de llamar y enviar mensajes desde que salí de casa hace dos horas.
Dejo que la pantalla pierda iluminación lo que me indica que la llamada se perdió, estoy por volverlo aguardar cuando vuelve a sonar en mis manos esta vez anuncia la entra de un mensaje.
Alex
Esta bien, Emma ya entendí que quieres tu espacio. Solo quiero saber que están bien, si necesitas algo estaré en la oficina.
De pronto me invaden unas ganas inmensas de llorar, yo se lo atribuyo a las hormonas traicioneras y a mi idiota corazón que se enamoró de él sabiendo que esto si esto terminaba mal la única afectada sería yo.
-No seas cobarde -me susurro a mi misma sabiendo que nadie me escucha.
Tomo el sobre con las dos manos y juro que nunca había estado tan nerviosa y tan deseosa por alguna cosa como hasta ahora. Con las manos temblorosas rasgo el sobre sacando la hoja de papel que tiene demasiado términos que no entiendo pero al final de la hoja viene el resultado que hace que el mi corazón se salte un latido.
La vista se me vuelve borrosa por las lagrimas que empiezan a caer por mis mejillas sin que pueda evitarlo, arrugó la hoja de papel en un puño y me cubro la boca con la mano conteniendo mis sollozos.
Querías una respuesta, ya la tienes. Me reprende la vocecilla insidiosa de mi cabeza.
Hace un rato ya que deje de llorar, hace rato ya que tengo claro que tengo que hablar con Alexander y eso por eso que me levanto de la banca echándome andar en busca de un taxi que me lleve al corporativo. Tengo miedo de su reacción: sí, pero esto era una posibilidad y ahora no me queda más que enfrentar las consecuencias.
Estoy bajando del auto de servicio frente al corporativo cuando una voz a mis espaldas hace que todos los vellos del cuerpo se me ericen.
-Hola Emma - siento como toda la sangre se me agrupa en los pies.
Giro lentamente sobre mi eje solo para encontrarme una sonrisa de satisfacción al ver mi reacción.
-¿Qué pasa Emma? ¿Te comieron la lengua los ratones?-se burla.
Estoy tentada a subir nuevamente al taxi e irme pero mi cuerpo no responde a las ordenes que le da mi cerebro, Daniel me toma del brazo alejando mi cuerpo del carro de servicio y empieza moverme casi arrastras.
Reacciona Emma, maldita sea haz algo.
Libero mi brazo de un movimiento brucos cuando recupere el control de mi cuerpo dando un par de pasos hacia atrás poniendo distancia lo que hace que se gire a observarme con una sonrisa complacido.
-Creo que ahora te gusta que sea rudo ¿te excita? -dice, en tono lascivo haciendo que el estómago se me revuelva.
-¿Qué es lo que quieres Daniel? -agradezco a mi voz por no fallarme al tiempo que mis manos se cierran en puños tratando de hacer menos evidente el temblor de mi cuerpo.
La sonrisa que surca su rostros es de... Diversión, lo que hace que el miedo me invada. Observo a mi alrededor buscando cualquier cosa con la que pueda defenderme pero no hay nada.
Se positiva Emma, la calle se encuentra atestada de gente. Pienso mientras sopesa la idea de gritar por ayuda.
-No es obvio -el sarcasmo en su voz es evidente -. Ya es momento del estúpido con el que te revuelcas sepa que eres mía, estúpida porque te volviste a embarazar pero mía. No puedo dejar de pensar en la última vez que follamos.
-Eres un miserable. Un grandísimo hijo de puta...-no puedo terminar de responder pues las náuseas me invaden sólo de recordar lo que me hizo.
Trato de inhalar profundo para que se me pase las ganas de vomitar pero me es imposible es por eso que camino a toda velocidad hasta la orilla de la acera y dejó salir el contenido de mi estómago.
Veo unos zapatos llegar hasta mi y no necesito alzar la vista para saber quien es.
-Me pregunto que diría tu adorado prometido cuando se entere que eres una zorra que se revuelca conmigo -susurra en mi oído.
Otra arcada viene a mi la cual se mezcla con el llanto provocándome una sensación de ahogamiento. Para cuando pudo dejar de vomitar dejo ir un suspiro antes de encararlo.
La gente que transita de aquí para haya nos mira con curiosidad mientras pasan, seguro parecemos una pareja de futuros padres. El sólo pensamiento me vuelve a revolver el estómago.
-¿Qué daño te hice para que quieras destruir mi vida de esta manera? Déjame en paz, cualquier cosa que hubiera habido entre nosotros se acabó hace años-mi voz suena temblorosa.
Una carcajada sonora escapa de su garganta y es justo en este momento que me permito detallarlo las bolsas debajo de sus ojos son casi de un color morado por la falta de sueño, sus ojos rojos y esa mirada perdida, desencajada como la última vez que lo mire, se ve desalineado y parece que a perdido peso por los pómulos bastante marcados.
Abre la boca para decir algo - una vez que su ataque de risa esta controlado - pero es interrumpido por Liam que llega a mi lado.
-¿Estas bien Emma? - dice, notando el estado en el que me encuentro - ¿Emma?.
Es una suerte que le haya mando un mensaje diciéndole donde estaría por si las cosas se ponían mal con Alexander, y si, se que ellos no tienen una buena relación pero Liam es mi amigo.
-E... Es... Él - es lo único que logro formular con un hilo de voz.
Una vez las palabras salen de mi boca Liam me observa desconcertado pero al cabo de un par de segundos algo parece hacer clic en su cabeza ya que su cara se llena de entendiendo a to seguido el puño de Liam impacta en la cara de Daniel quien cae al suelo.
-Eres un miserable, poco hombre. Escorias como tu no deberían existes -dice, atestado puños una y otra vez contra él.
-No se que es lo que te haya dicho la zorra esta, pero ya sabes como ese tipo de mujeres que lo único que quieren es sacar dinero a imbéciles como tu -escupe, antes de darle una patada en el estómago a Liam que lo hace retroceder.
Todo se vuelve una lluvia de golpes entre ellos, la vente se empieza agrupar alrededor de ellos pero nadie hace nada por separarlos y yo estoy paralizada en mi lugar.
Muévete Emma, haz algo se van a matar.
Luego de unos segundos doy un par de pasos temblorosos e inestables hasta que estoy cerca de ellos acto seguido tomo a Liam por el brazo tratando de no recibir un golpe.
-Liam, por favor no vale la pena -jalo su brazo con las fuerza.
-Llama a la policía -ordena.
No logró si quiera sacar mi teléfono cuando una patrulla se estaciona aun lado de la calle por el desorden público. Escucho que hablan y hablan pero no logró entender lo que dicen. Un oficial esposa a Daniel al tiempo que Liam habla con él, lo se porque veo que su boca se mueve pero no logró escuchar lo que dice.
-¿Señorita, se encuentra bien? - pregunta un oficial sujetando mi brazo -. Necesita venir a dar su declaración.
-Necesito hablar con Alexander - es todo lo que digo caminando al interior del gran edificio que es el corporativo Williams.
Voy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta en que momento llegué al escritorio de su secretaria quien por cierto no está en su puesto, lo que provoca que la bilis me suba. Doy un par de pasos mas hasta que me doy cuenta que la puertas de su oficina están entre abiertas dándome una sensación se déjá vu y estoy apunto de entrar cuando escucho las voces que vienen desde adentro.
-¡Lárgate! -brama, Alexander furioso lo sé por el tono de su voz y porque lo conozco.
-Hasta cuando vas a seguir con esa farsa de compromiso, dime ¡¿hasta cuando? -grita, una mujer -. Oh es que acaso te enamoraste-dice, con ironía.
De pronto todo se queda en silencio y yo contengo la respiración a la espera de la respuesta de Alexander porque es obvio que hablan de mi.
-No lo puedo creer -dice, con la voz temblorosa la mujer desconocida -. Te enamoraste -esta vez cuando lo dice es una afirmación -. ¿Qué tiene ella que no tenga yo? ¿por qué ella es mejor que yo? -cuestiona, dolida.
-¡Basta! -ruge, Alexander -. Esto no tiene nada que ver contigo, lo nuestro de termino hace mucho tiempo entiéndelo. Nos hicimos mucho daño Ofelia, nos estábamos destruyendo.
-Eres un maldito cobarde, siempre lo haz sido. Después de estar contigo durante años apoyándote cuando te enredarse con los malditos austriacos, de estar contigo a pesar de lo que eso significaba y cuando las te necesite no estuviste -se escucha un sollozo y yo no entiendo una mierda -. Ya le dijiste que eres un maldito asesino.
-Tú tomaste la decisión de abortar a nuestro hijo Ofelia yo no te obligue, fue tu decisión no la mía.
-Nunca estabas, no querías esto y tal vez no me lo dijiste con palabras pero los hechos dicen más que mil palabras. Yo no iba a criar un hijo solaz a nuestro hijo.
-Nunca me dijiste del embarazo hasta que ya no estaba Ofelia porque tu supusiste cosas sin preguntarme primero.
-Y cuando te lo iba a preguntar ¿Cuándo cumplirá quince años? y te dignaras aparecer.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal y siento como el aire se atasca en mi garganta cuando exhalo, siento como toda la sangre se agrupa en mis pies.
¿Qué mierda es esto?.
-¡Cállate de una puta vez!-se escucha un golpe en lo que creo que es el escritorio -. Las cosas no son así y lo sabes.
-Tu me pediste que abortara con tus acciones -los sollozos de Ofelia ahora son mas evidentes.
La ira, indignación, decepción todo se mezcla en mi interior haciendo que el nudo en mi garganta se aprieta un poco más.
-Yo jamás... - se calla abruptamente cuando entro a su oficina -. Emma -no le doy tiempo de decir nada mas porque a corto la distancia que nos separa y estampo mi mano contra su cara con todas mis fuerzas.
Se que es hipócrita de mi parte sentirme ofendida porque no haberme contado algo así de importante cuando soy yo la que a cargado con secretos desde el día uno.
-No quiero volver a verte en mi vida -las lágrimas corren por mis mejillas al tiempo que todo mi cuerpo tiembla.
-¿Qué haces aquí?.
-¿Eso es todo lo que vas a decir?.
-Las cosas no son así Emma, tienes que escucharme.
-Ya oí lo sufienciete, no te quiero cerca de mi ni de mis hijos-la frustración es palpable en mi voz -. Maldita sea, te conté lo que me había pasado y no me dijiste nada, siempre querías que yo te contará todo de mi cuando yo no se nada de ti. Ahora entiendo porque esa sobreprotección absurda -el dolor que siento se filtra en mis palabras-. Pero no era porque de verdad te importáramos, tienes remordimiento.
El gesto severo del hombre detrás del escritorio se descompone por completo al tiempo que se pasa las manos por el cabello en señal de frustración, por otro lado Ofelia no hace mas que verme con los ojos muy abiertos.
-No somos tu caridad, no vas a expiar tus culpas conmigo, no somos tu maldito premio de consolación... Ojalá nunca me hubiera enamorado de ti.
Necesito salir de aquí, esto es demasiado para mi es por eso que giro sobre me eje y apenas he dado unos cuantos pasos cuando una punzada de dolor en el vientre me hace doblarme.
-¿Qué tienes? -pregunta, Alexander alarmado y puedo escuchar sus pasos venir hacia mi mientras mantengo ambas manos contra mi vientre.
-No te acerques -digo, con los dientes apretados sintiendo como el dolor se intensifican haciendo que el sonido de sus pasos se detenga.
En este momento la puerta se abre dándole paso a un Liam con la boca sangrando y un golpe en el pómulo derecho.
-Que mierda haces tu aquí -escupe, Alexander en su dirección.
-Estas sangrando, Emma -dice, Liam ignorando lo que le acaban de decir.
-Ni se te ocurra Rinaldi -advierte, cuando Liam empieza a caminar en mi dirección.
-¡Ah! -se me escapa un grito de dolor.
-Necesitamos llevarla al hospital imbécil -espeta, mi amigo llegando a mi y tomándome del brazo.
-No se te ocurra tocarla o me valdrá un comido su maldito tratado de paz -ruge, llegando a mi.
-No me toques, no te quiero cerca de nosotros nunca -grito, y otra punzada de dolor me atraviesa -. Sácame de aquí, Liam por favor.
-Eso no esta a discusión, Emma. Son mis hijos y tu mi mujer no voy a salir de tu vida.
Mi bolso cae al suelo pero justo ahora no podría impórtame menos.
-Siempre tu maldito ego arruinando las cosas-reclama, mi amigo -. Deja que me la lleve o esto va a terminar en una tragedia.
Liam me toma en brazos antes de caminar hacia la puerta y justo cuando estamos a punto de salir la voz de Alexander se escucha.
-Voy detrás de ti -amenaza, y salimos de la oficina.
Entonces como todas las otras veces en el pasado las lagrimas no se hacen esperar, creo que he llorado mas en los últimos meses que en toda mi vida pero es que es imposible no hacerlo, es como si no tuviera control de mis lágrimas.
Aquí otro capítulo de Alemma que lo disfruten.
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