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capítulo 3


Dormir siempre ha sido la mejor manera de huir de mi realidad cuando esta se torna insoportable y es por eso que me niego a despertarme ahora que mi sueño se ve afectado por alguien que me mueve el hombro  y dice cosas que no logro escuchar con claridad. Están insistente y molesto que poco a poco la irritación empieza a invadirme.

Pero qué demonios...

—¿Qué quieres Mirada? Deja de joder —Pregunto, porque es la única persona que se atrevería a interrumpir mi sueño.

—Te buscan en la puerta —dice, entre divertida y sorprendida.

—Dile que no estoy, que morí lo que quieras pero déjame dormir —me tapo con la manta la cabeza.

Escucho un bufido antes de que me arrebate la manta.

—Te busca en la puerta —vuelve a decir.

—Si como sea que se vaya —no abro los ojos —¡¿Qué?!.

Me siento de golpe en la cama, parpadeo varios veces para espabilarme y ver si escuche bien lo que dijo.

—¿Qué hace aquí? —mi voz suena ronca por las horas de sueño.

—No se dime tu —se encoje de hombros.

—Miranda no le pudiste decir que estaba dormida.

—No. Anda levántate no lo vas a dejar ahí en la puerta toda la madrugada —le doy una mirada irritada o eso trato aun me siento adormilada—. Ve.

Me da una sonrisa complacida antes de salir de la habitación. Yo me tomo un par de minutos más antes de dignarme a dejar la comodidad de mi cama. Me froto los ojos antes de poner los pies descalzos en el piso frío. ¿Qué hora es? Volteo a ver el reloj de mi mesita de noche para darme cuenta que son las dos de la mañana.

—Porque a mi —me lamento.

Un bostezo escapa de mi cuando llego a la sala entonces lo veo. Ahí recargado en el marco de la puerta. El corazón se me detiene una fracción de segundo para reanudar su marcha a una velocidad antinatural sintiendo como toda la sangre se fuga de mi cuerpo para agruparse en mis pies.

Aun no a entrado y ya puedo ver como mi apartamento parece demasiado pequeño para alguien tan imponente como él. Debe de haber algo realmente malo en el para aparecerse a esta hora de la madrugada.

Y lo primero que viene a mi mente es eso último que me dijo antes de salir de su auto: quiero que sepa que usted si es una persona que follaría. Mucho.

Una corriente eléctrica recorre mi espina dorsal.

Tengo que frotar una vez más mis ojos porque no puedo dar crédito a lo que mis ojos están viendo. Un momento, algo no está bien, algo se siente erróneo en todo esto.

¿Esta ebrio?. Oh, claro que esta ebrio. Ahora que lo miro con atención puedo notar que su pelo negro viene revuelto y la corbata la olvido en algún lado.

—¿Señor Williams, que hace aquí?— digo, con más brusquedad de la que espero.

Y me importa una mierda. Estoy molesta por que interrumpir mi valioso sueño con lo que me cuesta conciliar el sueño. Mi cabeza trabaja a toda velocidad pensando que pendiente quedo en la oficina para que se haya tomado el atrevimiento de venir aquí a esta hora.

Pero cuando me acerco unos pasos más cerca de él, el aroma de su perfume caro mezclado con cigarrillos me invade lo sentidos y odio sentirme torpe a su alrededor porque que sea un idiota no le quita lo guapo ni lo caliente.

Sus ojos conectan con los míos y de inmediato un nudo se instala en mi estómago. Odio el efecto que últimamente tiene su mirada en mi.

Una nueva emoción se mezcla con mi torrente sanguíneo, una nueva, extraña y aterradora emoción que no logro reconocer pero parece abrumadoramente familiar.

Quisiera cerrarle la puerta en la cara al hombre poseedor de la mirada penetrante que no hace mas que ponerme de los nervios .

—Señorita Smith —inquiere, y no me pasa desapercibido lo arrastrado de sus palabras —Vine a devolverle su teléfono.

Pero es todo la confirmación que necesito para saber que tenía razón: esta ebrio. El asombro y la incredulidad se mezclan en mi interior.

¿No se puedo esperar hasta mañana?.

—No se hubiera molestado señor —tomo el teléfono cuando me lo extiende —.¿Quiere pasar?.

Digo eso último dándome cuenta de que es muy maleducado de mi parte tenerlo ahí parada, cuando se tomo la molestia de venir hasta aquí.

Niega con la cabeza y hace el intento de girarse lo que hace que se tambalear a tal punto que creo que se caerá y me apresuro justo a tiempo para evitar que se desplome contra el suelo.

Por obvias razones su peso es tanto, que termino cayendo de espalda contra el suelo frío con mi jefe sobre mi. El impacto hace que todo el aire escapa de mis pulmones.

El peso de su cuerpo sobre el mío me hace sentir extraña y aún más cuando empieza hacer soniditos por lo bajo.

—Que rico hueles —entierra la cabeza en el hueco de mi cuello antes de suspirar.

¡Madre mía!, ¡Madre mía!. La. Puta. Madre.

Pasos apresurados se escuchan por el pasillo cuando…

—¿Qué paso? Escuche un…

La voz de Miranda es lo primero que escucho antes de que una risa llegue a mis oídos

—Les recomiendo que la próxima vez traten de llegar a la habitación —dice, aun riendo.

—No es gracioso Miranda, ayúdame a quitármelo de encima.

—Pero se ve tan cómodo —se sigue burlando. Y si que esta cómodo con sus manos traviesas que empiezan a tocar mi cuerpo.

Un nudo se instala en mi vientre y un calor extraño y a la vez familiar me empieza a invadir el cuerpo. Trato de empujarlo con mis manos, pero es inútil.

—Ayúdame Miranda.

Y es entonces cuando mi hermana —la traidora —se apiada de mi y me ayuda a quitarme a un Alexander que murmura quien sabe que tantas cosas. Es una proeza poder levantarlo y arrastrarlo hacia el sofá de mi sala.

—Creo que voy a vomitar —balbucea, justo antes de que empiece a vaciar el contenido de su estómago.

Mi hermana de inmediato lo suelta, lo que hace que yo también lo haga provocando que caída de rodillas haciendo un desastre en medio de mi sala.

—Iré a preparar un café bien cargado y sin azúcar para él —anuncia, mi hermana detrás de mi.

No se cuanto tiempo demora vaciando su estómago, pero cuando termina se sostiene del sofá donde aparentemente pretende quedarse dormido.

No tardo en acercarme con un poco de duda para sostenerlo y con cuidado de no ensuciarme desastre, pero es demasiado para mí, así que sin más decido pedirle ayuda a Miranda, que observa divertida la escena desde la cocina.

Como podemos entre las dos y luego de varios intentos logramos alejarlo de lugar donde vomito, lo dejamos recargado en la pared del pasillo que da a las habitaciones, antes de que vaya por cosas de limpieza para quitar el desastre.

Miranda por otro lado intenta hacer que se tome el café que preparo. Puedo sentir la mirada penetrante de mi hermana a mis espaldas y puedo jurar que esta sonriendo.

—Pues quitar tu sonrisita comemierda ¿ya?.

—Creo que la mantendré un poco más —dice —. Vaya primera impresión que dio el cuñado.

—No digas estupideces y Me diceen ayúdame —la reprendo.

—No. Que asco. Tu visita, tu responsabilidad.

Me abstengo de contestarle y me apresuro a limpiar antes de que cualquier otra cosa suceda. Para cuando termino de limpiar todo el desastre y volver hacia donde esta mi jefe con mi hermana casi me da un paro cardíaco y eso se debe: a que mi querida hermana le a quitado la camisa al hombre ebrio que se encuentra sentado en el suelo, por lo que ahora esta desnudo de la cintura para arriba.

Los músculos marcados señal de entrenamiento contaste son lo que me hace repararlo, pero no es eso lo que llama mi atención, no. Lo que de verdad llama mi atención es toda esa tinta que le adorna el pecho y parte de los brazos. Jamás me imagine que a mi jefe fuera un hombre que le gustaran los tatuajes.

—¿Qué hiciste Miranda? —digo, alarmada.

—Nada. Solo le quite la camisa, no me iba arriesgar a ensuciarme.

Me dice con simpleza como si fuera lo más obvio del mundo lo que esta diciendo. La cara de la chica junto al hombre inconsciente se ilumina con picardía antes de mover las cejas subjetivamente.

—Ayúdame a levantarlo —ordeno.

—Que aburrida eres —espeta.

Tratamos de tomar de los brazos pero don ebrio no se deja ya que empieza a moverse.

—Vamos hombresote —lo toma Miranda del brazo después de una eternidad —coopera.

Lo llevamos a mi habitación ya que mi sofá tendré que mandarlo a lavar o en su defecto tirar. Cuando logramos llegar a mi habitación lo aventamos a la cama como podemos y por poco se cae de lo grande y corpulento que esta para mi pequeña cama.

—Deberías quitarle el pantalón —jadea, mi hermana por el esfuerzo, le dedico una mirada venenosa —esta embarrado vomito su pantalón y si se voltea en saciará tu cama.

Ay no, lo que me faltaba.

Después se decidir si eso sería una mala idea o no por fin empiezo a quitarle los zapatos para sacarle el pantalón.

—Espero que no me despida por esto —murmuró, para mi.

No puedo evitar fijarme que esta faceta de Alexander Williams me parece mucho más humano, más real incluso me atrevo a decir que vulnerable. Con el cabello negro azabache revuelto por la frente, su respiración está acompasada señal de que está profundamente dormido.

Me permito un momento más para detallarlo, la tranquilidad que emana y lo vulnerable que parece me hace pensar…

Nada. No me hace pensar nada.

Para cuando salgo de la mi habitación encuentro Miranda recargada sobre su hombro de la pared. La ignoro pasado de largo.

—¿Y bien? —inquiere.

—No tengo nada que decir al respecto, solo vino a devolver mi teléfono que se me quedó olvidado en su auto...

Maldigo interiormente cuando la mujer curiosa frente a mi alza ambas cejas y es entonces cuando me doy cuenta del error garrafal que he cometido.

—Tienes mucha cosas que explicar Emma Smith —me señala con un dedo.

—No. No tengo nada que explicar, porque no está pasando nada —cruza sus brazos a la altura de su pecho antes de darme una mirada desafiante —. Miranda deja de hacerte ideas en la cabeza y vamos a dormir, que mañana será un día muy largo.

Lo que sea que esta pasando por su cabeza estoy segura que no lo va a dejar estar y yo estoy al borde de una crisis nerviosa por todo lo que a pasado: Primero, mi jefe me dice que el si me follaría. Después aparece ebrio a mitad de la madrugada y como si eso no fuera poco la cereza del pastel es que ahora lo tengo durmiendo casi desnudo en mi casa y digo casi porque tiene el bóxer puesto.

—De eso nada —sentencia —. Aquí está pasando algo. ¡Dios! Emma, ese hombre teniendo todo el dinero que tiene se toma tantas molestias para con una empleada ¿en serio? ¿En medio de la madrugada?, eso no te lo crees ni tú.

—Tal vez estaba de paso —me encojo de hombros cada vez más nerviosa.

Rueda los ojos al cielo. Su comentario hace que mi corazón haga un baile extraño.

Alto ahí Emma, no puedes estar considerando tomar enserió lo que te dice esta cabra loca. Me reprendo mentalmente.

—Repite eso hasta que te lo creas —la ignoro, no puedo hacerme telarañas en la cabeza y menos con ideas guajiras.

Ni siquiera puedo creer que no se de cuenta de la diferencia abismal que hay entre nosotros. Él tan perfecto y yo tan invisible, insípida.

—Estoy cansada, me voy a dormir—dicho eso me adentro en su habitación.

Minutos después entra ella molesta por lo que me ignora y se acuesta quedando se dormida a los pocos minutos, yo por otro lado doy vueltas y vueltas en la cama sin lograr mucho en realidad, apenas puedo dormitar un par de minutos antes de darme cuenta que no podré volver a dormir.

Me quedo mirando el techo de la habitación de mi hermana hasta pasadas las seis de la mañana, las palmas me sudad debido a la ansiedad y el nerviosismo que se apodero de mi, la taquicardia tampoco ayuda y estoy por levantarme para ir por una de las pastillas —esas que había dejado de tomar —cuando un ruido me hace detenerme a medio camino.

Me quedo aquí quieta en el mismo lugar esperando algún otro ruido pero no se escucha nada más.

Creo que lo imagine. Olvido por completo la pastillas y como es muy temprano voy a la cocina a preparar el desayuno —para tres— ya que no podré dormir.

No se cuanto tiempo pasa cuando escucho pasos en el pasillo, pero estoy tan concentrada haciendo los panqueques que ni siquiera me molesto en voltear.

—Saca la miel de la nevera y ponla en la mesa —le digo a Miranda si voltear.

Volteo un lar de tiras de tocino antes de poner más mezcla para panqueques.

—El café ya está listo si…

Cualquier cosa que fuera a decir muere en mi boca cuando veo al hombre en bóxer junto a la nevera con la miel en la mano, lo que provoca que la espátula caiga al suelo con un ruido estruendoso.

Creo que ya puedo morir en paz. El hombre frente a mi trae el cabello revuelto —más que cuando llego —, los ojos los tiene ligeramente hinchados debido a las horas de sueño en mi cama y todo su cuerpo parece realmente firme.

Maldición.

No se cuantos segundos, minutos u horas pasamos mirándonos sin decir nada. La manera abrumadora en la que mis sentidos me hacen ser consciente de él es aterradora de una manera que nunca había sentido.

El sonido del tocino friendo es todo el sonido que se escucha porque creo que he dejado de respirar. Mis ojos hacen un recorrido bajando a su boca hasta llegar a su cuello y sus bíceps donde empieza hacer participe la tinta que en su piel, bajo por su muy bien marcado abdomen hasta que llego dejado de su cintura.

Un calor me invade el cuerpo y me hacer regresar de inmediato la vista a sus ojos que parecen ligeramente más grandes e imponentes. Esta vez es su turno para repararme y la mirada es tan intenta que me parece casi insoportable no apretar los muslos cuando sus ojos se detienen justo debajo de mi cuello donde mis pezones se alzar duros.

Es como si el mundo se hubiera detenido y en este momento sólo fuéramos Alexander y Emma… Creo que me gusta al mismo tiempo que me aterra.

Puedo sentir su mirada recorriendo mi abdomen hasta llegar a la punta de mis pies y luego volver a subir a mis ojos y la mirada que me dedica es como de: “nada impresionante en realidad”.

La vergüenza, indignidad y desconcierto hacen que me remueva en mi lugar. Jamás pensé que a un hombre como el podría parecer le atractiva, pero una cosa es pensarlo y otra comprobarlo. El olor a quemado me hace volar de inmediato a ver las orillas donde los tocino empezaron a quemarse. Los apago.

—Señor Williams —mi voz tiembla ligeramente y ya no se si es por la decepción de no parecerle atractiva o por la manera aterradoramente imponente que se ve solo con unos bóxer puestos —Yo… Usted… Su ropa…

El hombre que sostiene la miel me observan con una ceja enarcada.

—¿Dónde esta mi ropa? — Su voz ronca y pastosa por la falta de uso hacen que se me  ericen todos los vellos del cuerpo.

—No abuse de usted —el lo primero que digo y luego me doy cuenta de lo idiota que sonó mi comentario.

—Lo se —dice, seguro reparándome una vez más con la mirada —. Algo como eso lo recordaría.

Sus palabras hacen que un escalofrió me recorra la espina dorsal ante sus palabras, el rubor en mi rostro no se hace esperar al ser híper consciente de la poca ropa que llevo puesta. Y al mismo mi tiempo me hacen sentir miserable... pequeña e insignificante... tan poca mujer que apenas son capaz de verme al espejo todas las mañanas.

La vergüenza que me genera todo esto es tanta que empiezo a sentir que me falta el aire. El corazón se me estruja solo de pensar en que lo estúpida que soy al exponerme de esta manera frente a él.

Carraspeo la garganta antes de indicarle que su ropa esta en el cuarto de lavado donde se está terminando de secar debido a que tuve que lavarla porque esta sucia por su vomito.

Asiente y desaparece por donde vino una vez que le indico donde tiene que ir. Ese hombre debe de dejar de tomar de esa manera o un día algo malo puede pasarle.

Me precipitó a mi habitación a ponerme algo más decente olvidando por completo el desayuno y como tome una ducha antes de venir a preparar el desayuno opto por ponerme un traje de blaze negro con una falda del mismo color para la oficina. La sensación abrumadora que me dejo el momento extraño que tuvimos en la cocina me tiene al vilo de si decidirá despedirme o algo por el estilo. Decido que dejar de pensar en eso solo porque yo tengo mis propios demonios con los cuales luchar a diario.

Para cuando regreso a la cocina él aún no ha vuelto de el cuarto de lavado, retomo una vez más el desayuno sirviendo dos platos de comida, porque de pronto que mi jefe se quede a desayunar no parece la mejor de las ideas.

El ruido proveniente de la sala me hace que rompa el hilo de mis pensamientos, suena como un teléfono es por eso, que sigo el sonido hasta que sobre el brazo del sofá se encuentra sonando el teléfono del hombre que ha invadido mi casa.

Mi hermana adormilada aparece bostezando por el pasillo justo cuando el aparato deja de sonar.

—¿Hace cuanto te despertaste?—pregunta, tallándose un ojo.

—No mucho — miento.

—Iré a darme una ducha y vuelvo para que desayunamos.

No espera que conteste cuando desaparece por el pasillo pero parece recordar algo y vuelve sobre sus pasos.

—¿Ya se fue el hombresote? —pregunta, con curiosidad típica de ella —. Yo si me lo tiraba.

—¡Miranda! Deja de decir esas cosas, tienes novio.

—¿Y? No es como que lo vaya hacer. Dije que si yo si me lo tiraba en el caso de que no estuviera con Carlos. Pero creo que a la que quiere follarse es a ti, a demás tiene vibras oscuras seguro el diablo le enseñó a follar.

—Miranda ya —le advierto —. Eso dices porque no has visto la clase de mujeres con las que esta acostumbrado a rodearse. Todas hermosas, elegantes…

—Basta —me interrumpe —. Cualquier mujer que el se haya tirado no podría compararse nunca contigo —dice, con tanta seguridad que me calienta el pecho —. Tienes un montón de virtudes y un corazón que vale más que todo el maldito dinero del mundo, sin contar que eres hermosa no tienes nada que envidiar de esas mujeres pretenciosas y superficie… Y sí, se que me has dicho que no es bueno a juzgar a las personas sin conocerlas pero, vamos Emma no nos hagamos tontas. Te prohíbo que vuelvas e empequeñecerte por algo tan estúpido como eso.

Parpadeo varias veces tratando de ordenar la manera tan bonita en la que me percibe mi hermana y me gustaría verme igual que ella, no podrías estar más lejos de la realidad. No dice nada más en lugar de eso está vez desaparece por el pasillo y ya no vuelve.

El apartado vuelve a sonar con una llamada entrante, el la pantalla brilla el nombre de cuervo. Me muerdo el labio inferior mientras me debato si debo – o no – contestar su teléfono — tal vez —solo tal vez es importante. Estiro la mano para presionar el botón de encendido para que deje de sonar cuando una mano grande y áspera toma mi muñeca en el aire.

—¿Qué cree que está haciendo señorita Smith? —habla, cerca de mi odio.

Me alejó de inmediato como si su tacto quemara. Tengo ganas de azotar la cabeza contra la pared hasta quedar inconsciente ahora pensara que soy una entrometida.

Detallo su masculino rostro que parece tallado por el mismísimo lucifer. Si, por el simple hecho de que Alexander Williams grita tentación por todos los poros de su piel. Y aún así puedo reconocer la sensación de cansancio y fustigar que te acompaña todo el tiempo reflejado en su rostro.

Siento que mi cara arde, ante la vergüenza que me embarga ahora mismo y el corazón golpea con violencia mi caja torácica que tengo miedo que pueda escucharlo.

—S-señor yo... no era mi intención — tartamudeo — Sólo iba…

Me detengo porque ahora que lo pienso lo que iba hacer es un poco estúpido, por lo que lo mejor que puedo hacer es quedarme callada. El teléfono deja de sonar para volver hacerlo a momento siguiente, el hombre frente a mi apenas le da una mirada antes de mirarme por un largo instante en lo que yo —supongo — piensa que soy una entrometida o sabrá dios qué pensara.

Se mira tan sexy y caliente que lo odio. Por que no puede ser como las personas normales cuando se despiertan no el se tiene que ver caliente como el infierno y debo de dejar de pensar estas cosas en situaciones así o me volveré loca.

En definitiva volver a terapia. estoy nerviosa hasta la medula por si escrutinio, su semblante cuando reconoce el nombre de la persona insistente que llama se vuelve glacial, lacónico como si la persona del otro lado le fastidiara pero no pudiera ignorarla.

 Por alguna razón eso hace que una punzada de algo extraño me atraviese el pecho. Miro alrededor con detenimiento buscando la manera de salir de esta situación incómodo e incluso ruego que aparezca Miranda, pero nada pasa.

Se que se siente solo, que a veces no es necesario expresar con palabras que necesitamos ayuda y pese a su fallada egocéntrica y fría que lleva consigo todo el tiempo sus ojos en estos momentos dices tantas cosas que me abruman. Llevo años en terapia y se cuando una persona se está hundiendo y es incapaz de darse cuenta.

Pero claro que no me diera nada solo soy una simple secretaria que pidió un ascenso para poder ejercer su carrera, una persona reemplazable en el trabajo y en la vida de cualquier persona, al final del día no dejo de ser una asesina que tiene más de lo que merece.

Toma su teléfono con fastidio antes de dirigirse a la puerta sin decir una palabra y lo agradezco ya que las piernas me tiemblan y no se cuanto tiempo más podría aguantar de pie.

—Está de sobra decir que yo nunca estuve aquí —dice, parado frente a la puerta sin voltear.

—Claro —digo, sin aliento.

Entonces sale cerrando la puerta detrás de él dejándome más abrumada que cuando llego, más confundida de lo que estaba antes de lo de ayer en la madrugada y sintiéndome más miserable de lo que regularmente me permito sentir.

Hola!! Aquí otro capítulo de Alemma, espero que les esté gustado mucho la historia y mi plan es publicar un capítulo todos los días, así que ya saben estén pendientes.
Si les está gustado la historia me ayudarían mucho votando y recomendando para que llegue a más personas.

Y así empezamos el primer año 2024 para que no falten actualizaciones este año.

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