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capítulo 21

Mi corazón late deprisa dentro de mi caja torácica y golpea fuerte contra mis costillas, las puertas del salón donde se lleva acabo la recepción aparecen al fondo del pasillo y la música suave y delicada va en aumento mientras me acerco cada vez más.

Mis tacones repiquetean a cada paso que doy las me sudan las manos, mi respiración se atasca en mi garganta cada pocos segundos y un nudo de ansiedad mezclado con nerviosismo me hace pedazos el estómago.

En cuanto entramos al salón toda la atención se concentra en nosotros y estoy aterrorizada, el nerviosismo que siento en este instante es tanto que puedo escuchar el latido de mi pulso detrás de las orejas, Alexander que camina a mi lado y que nota lo nerviosa que  me encuentro empieza hacer pequeños movimientos con su pulgar en mi espalda baja —justo donde tiene apoyada su mano —mientras avanzamos al interior de la estancia.

Tranquila, no pasa nada. Solo son un par de horas. Me digo interiormente.

Las ganas de volver son tantas que se vuelven insoportables, sin embargo no lo hago, por el contrario —suspiro — y trato de caminan con toda la seguridad que puedo trasmitir en este momento con una gran sonrisa, barriendo todo el lugar con la mirada, solo para darme cuenta de lo hermosa y elegante que esta todo.

El techo está decorado con telas de color blanco con luces que lo hace ver maravilloso, las mesas redondas que están dispersas por todo el lugar cubiertas de manteles blancos con arreglos de rosas y velas que le dan un aire íntimo y elegante.

Al fondo del lugar hay una tarima que simula un escenario donde amenizan la velada. La música en vivo, el centenar de personas vestidas para la ocasión que están divididas en pequeños grupos empiezan aplaudir cuando llegamos a la mesa a la que me guía Alexander.

Y por un momento me siento como pez fuera del agua, fuera de balance y bastante abrumada por lo hermoso que es todo esto. Antes siempre fantaseaba con miranda de comí podrían ser nuestras bodas o pedidas de mano, pero esto rebasa completamente nuestras expectativas.

Una vez instalados en la mesa un mesero nos lleva dos copas largas con —lo que supongo es — Champagne, y Alexander se apodera de el micrófono para poder llamar la atención de todos para poder decir unas palabras.

Estoy temblando de pies a cabeza y me obligo a sonreír.

—Muchas gracias a todos por estar aquí hoy: amigos, familia, colegas. Quiero que todos ustedes sean testigos de la tan maravillosa mujer que camina de mi mano —hace una pausa —. Y que me a dado la dicha de aceptar ser mi compañera de vida.

Los aplausos no se hacen esperar al tiempo que mi corazón da un vuelco, un escalofrío me recorre entera y los vellos de la nuca se me erizan.

Alexander se gira en mi dirección antes de empezar meter su mano —esa con la que no sostiene el micrófono —dentro de su saco antes de empezar arrodillarse frente a mi sin perder contacto visual conmigo en ningún momento.

No me muevo, no parpadeo ni siquiera se si soy capaz de respirar con normalidad y es que Alexander a llevado esto a otro nivel. Todo esto se siente demasiado real mientras sus ojos verdes me observan con intensidad.

Vaya cínico. Dice mi subconsciente pero lo ignoro porque las emociones abrumadoras que me genera este momento me calientan el pecho.

—Mi querida y dulce Emma ¿me harías el honor de ser mi compañera de aventuras el resto de mi vida? —habla, abriendo la caja de terciopelo con un anillo.

Un anillo nuevo con un gran diamante.

Trago duro.

Quiero decir tantas cosas en este momento, pero no logran salir ya que se quedan estancadas en mi garganta, la presión de todos los ojos puestos en mi me hace sentir colérica.

Se lo que tengo que decir, lo he sabido desde que supe de esta fiesta y aún así me cuesta pasar el nudo en mi garganta antes de contestar.

—Sí —contesto, sin aliento.

Alexander no pierde tiempo al tomar la sortija en su mano y deslizarla por el dedo anular de mi mano izquierda, no sin antes quitar la que tenía puesta —esa que compre con su dinero acto seguido se yergue sobre su altura antes de tomarme nuevamente por la cintura en un gesto que se me antoja posesivo, antes de estampar sus labios sobre los míos sin darles tregua y aprovechándose de que no puedo alejarlo.

Y yo presa de todos estos sentimientos que me genera este momento entierro empuño las solapas de su saco aferrándome a él, los aplausos no tardan en hacerse presentes.

—Eres un aprovechado— siseo, una vez que nos separamos en un tono casi inaudible pero entendible para el y con una gran sonrisa pues todas las miradas están puestas en nosotros.

Alexander suelta una carcajada socarrona dejando un beso en mi sien, provocando que mi corazón de una voltereta.

Las personas empiezan acercarse a nosotros felicitándonos y deseándonos los mejor en esta nueva etapa que estamos apunto de empezar.

—Felicidades gilipollas —dice, con un asentó raro que nos hace voltear —. Nunca pensé que una mujer seria capaz de aguantarte toda la vida.

Se acerca para darle un abrazo masculino el que recuerdo como Noah Rothschild al tiempo que su esposa Jude me da las felicitaciones y dos besos en las mejillas.

—Sí te aguantan a ti yo soy cosa ligera — responde, Alexander molestándolo también.

Jude se ofrece a pasarme el número de una excelente wedding planners —sus palabras nos las mías — que la ayudo a organizar la suya. Mientras hablamos de cosas que no me importa porque sencillamente no voy a necesitar porque esto no es real.

Algo —alguien — llama mi atención porque me parece bastante familiar, pero no es hasta que esta unos cuantos pasos me doy cuenta que es la ex novia de Alexander, esa con la que estuvo comprometido antes.

El cuerpo de Alexander se tensa en cuanto la ve  y me sujeta con mas fuerza, como si presintiera que en cualquier momento podría salir corriendo. La manera cautivante de caminar enfundada en ese vestido blanco que le llega a la mitad del muslo la hace ver hechizante.

Noah y Jude se dan cuenta de que vienen hacia nosotros y supongo que saben quien es por lo que se disculpan antes de alejarse y dejarnos solos.

Se detiene justo frente a nosotros mirándome con desdén y condescendencia antes de ignorarme por completo y lanzarse a los brazos de Alexander con descaro.

—No pensé que esta aventura con tu secretaría llegara tan lejos—dice, en todo de burla, dándole un beso en la mejilla en de la comisura de la boca.

Ella le da un abrazo haciendo que me suelte como reclamando que fue, es y seguirá siendo suyo y puedo notar que el cuerpo de Alexander responde a su abrazo.

Una punzada de coraje me atraviesa, pero me las arreglo para disimularlo apretando la mandíbula. En este momento me siento como la mas grande de las estúpidas, por haberme prestado a este juego, a esta mentira, por haber sido tan débil.

—¿Que diablos haces aquí Ofelia?.—pregunta, en voz baja cabreado marcando su distancia y tratando de disimular el momento de debilidad que acaba de tener su cuerpo con ella —supongo— al percatarse que los observaba con detenimiento.

Este momento a pasado de ser incómodo a ser insostenible. Me siento fuera de lugar no sé cómo actúa o decir, me siento como si sobrara y pido con todas mis fuerzas que algo pase y me libre de este martirio.

—Muchas felicidades, Emma.—me sorprende Liam con un gran abrazo, que demora algunos segundos.

Siento la mirada asesina de Alexander en mi espalda y decido ignorarla al tiempo que un alivio insano recorre mi cuerpo.

—Gracias, me has salvado—susurro, en su oído aun abrazados.

Liam se aleja de mi y me dedica una sonrisa cálida que le devuelvo, me tomo de un trago la el contenido de la copa que tengo en la mano antes de dejarla sobre la mesa. La atención de todos esta sobre nosotros y no se cuanto tiempo aguante mi pobre alma.

No me es indiferente ver a Ofelia cerca de Alexander, me hace ver que ella es el tipo de mujer que él necesita a su lado: despampanante, exitosa de mundo, no una como yo de las invisibles, de las que siempre pasan desapercibidas.

—¿Estas bien, Emma?.—la voz de Liam me saca de mi ensimismamiento.

No respondo el nudo en mi garganta esta tan apretado que me impide hablar, en su lugar llamo a un mesero de los que se encuentra atendiendo a los invitados para tomar una ingiriendo el líquido de golpe antes de tomar otra y luego otra.

—Si sigues bebiendo así estarás completamente ebria antes de la cena.

Alexander toma del brazo a Ofelia de una manera brusca, puedo notarlo por la cara de sufrimiento que ella pone, para después encaminarse a una de las puertas que van a sabrá dios donde.

—Necesito salir de aquí —suelto, caminado hacia la salida dejando la copa en la mesa.

Liam viene detrás de mi puedo sentir sus pasos a mi espalda.

Necesito aire, siento que me estoy ahogando.

Tienes que dejar de confundirme con sus acciones, no puedo seguir nublando mi razón con su cercanía. Me digo a mi misma, pero mi inútil corazón no se detiene y el temblor en mi cuerpo no merma ni siquiera un poco, ya ni siquiera se si es por lo enojada que me siento o por las ganas de llorar.

Mis ojos empieza a cristalizar nublando mi visión y un nudo se instala en mi garganta para no irse.

El caminar por los pasillos del gran hotel hace que cada vez se escuche mas lejana la música, el taconeo de mis zapatillas me hacen sentir incómoda e inquieta y los pasillos están completamente solos.

Un extraño sabor amargo se instala en la punta de mi lengua y unas lágrimas traicioneras ruedan por mis mejillas, los pasillos se me empiezan a hacer largos y mis piernas se empiezan a poner pesadas pero a pesar de eso no me detengo ni un segundo.

Después de unos minutos que para mi parecieron una completa eternidad llego a la puerta de entrada, al tocar la acera con mis pies el aire frio golpea mi rostro y por instinto cierro los ojos absorbiendo la sensación sedante que me genera.

Inhalo y exhalo un par de veces, y poco a poco la tensión en mi cuerpo va bajando su intensidad.

—Caminas muy rápido.—habla, Liam a mis espaldas tratando de recuperar el aliento.

Por un momento me olvidé de Liam.

—Lo siento —las palabras no sales con fluidez de mi boca.

Y de pronto todo lo que en mi se había empezado a dispersarse vuelve con mas intensidad que antes, haciendo que me ahogue en mi propio nerviosismo, quiero grita. Gritar muy alto pero todo se queda detenido en mi garganta, Liam puede percatarse de mi estado y da un paso hacia mi y luego otro hasta estar justo enfrente de mi.

—Emma tranquila, estas empezando asustarme —ahueca mi cara en sus manos.

No puedo decir nada, porque las lágrimas se han apoderado de ni totalmente y no me permiten formular ninguna palabra, los sollozos es el único sonido que logra salir de mi garganta en este momento.

Liam me rodea con sus brazos en un abrazo. Un abrazo que me genera tanta paz, mientras el susurra cosas a mi oído, de pronto ya no soy capaz de escuchar mas que los sollozos que se me escapan y el sonido de mi respiración dificultosa.

No se cuanto tiempo a pasado desde que estamos aquí parados en medio de la acera pero es que su abrazo lo siento como mi búnker, como fortaleza, poco a poco mi sollozos van disminuyendo y mi respiración empieza volver a la normalidad.

—¿Se puede saber que demonios está pasando aquí? —sisea, Alexander con la voz enronquecida y eso hace que todo mi cuerpo se tense —. Quita tus malditas manos de ella Rinaldi, si es que quieres conservarlas.

—Quiero ver que lo intentes —suelta, desafiante el hombre que me abraza con fuerza.

Me separo de golpe cundo escucho los pasos de Alexander acercarse.

No quiero que Liam tenga problemas por mi culpa.

Puedo sentir lo cabreado que se encuentra incluso antes de verlo y el gesto furibundo que tiene en la cara me hace tragar grueso.

Liam se pone en medio de Alexander y yo lo que vuelve el ambiente aún más tenso y asfixiante.

—Voy hacer más que intentarlo —espeta, amenazante logrando que un vaivén de emociones me embarguen.

—Esta bien Liam, no quiero que tengas problemas por mi culpa —susurro, solo para que el me escuche poniendo una mano en su hombro.

La mirada penetrante que me dedica Alexander me hace estremecer y es entonces que el verdadero terror se asienta sobre mis huesos. El gesto inexpresivo que tiene es tan aterrador como inquietante y esa aura amenazante y oscura que emana me hace querer encogerme sobre mi misma.

—No te preocupes Em, no le tengo miedo a este imbécil —suelta, con veneno —. Con ínfulas de grandeza.

—Tal parece que no valoras tu vida en lo absoluto —escupe, con desdén.

Esta más que claro que me estoy perdiendo de algo. Y es algo importante, porque pareciera que están a punto de tener una pelea a muerte.

—Sólo quería tomar un poco de aire —explicó, y agradezco a mi voz por no temblar —. Liam me acompaño, así que no exageres y ve atiende a tu invitada especial…

—Emma —dice, Alexander con advertencia fulminándome con la mirada.

—Será mejor que te largues yo me haré cargo de mi prometida —espeta, con brusquedad.

—Estaré bien Liam, gracias por acompañarme —hablo, antes de que el pueda responder cualquier otra cosa que empeore la situación.

Llegados a este punto creo que le dará un aneurisma al hombre de ojos verdes que me taladra con la mirada, por la mera en la que palpita una vena en su cuello.

Liam se gira hacia mi antes de darme un beso en la mejilla que hace que Alexander de un paso más cerca en nuestra dirección haciendo que me alarme.

—Nos vemos luego —me da un beso más en la frente antes de alejarse, dejándome con un Alexander muy cabreado.

—No te quiero ver con ese imbécil.

—No eres nadie para prohibirme nada.

—Soy tu maldito prometido.

—Ahora si eres mi prometido, pero hace un momento cuando tu ex casi te besa frente a mi no —suelto, y de inmediato me arrepiento cuando una sonrisa se asoma en sus labios.

—¿Estas celosa, Emma?.

Aprieto los puños a mis costados.

—No —miento —. ¿Y tú?.

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