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capítulo 20

Me preparo mentalmente para el día que me espera hoy. Hoy es uno de esos días donde me pesa hasta respirar, donde el tiempo se ralentiza y solo quisiera dormir hasta que el día acabe. Estoy para frente al espejo con unas inmensas ganas de llorar, pero me recuerdo que ya va siendo hora de ponerme los pantalones de niña grande y ser fuerte.

Respiro hondo, antes de salir de la habitación tratando de poner cara de entusiasmo a pesar de tener unas ganas inmensas de quedarme en la habitación y dormir.

—¿Lista? —pregunta, Miranda con una sonrisas radiante en los labios —. Esto es tan emocionante Emma, no puedo creer que estés a unas horas de anunciar tu compromiso.

—Ni yo —murmuro, por lo bajo.

—¿Qué?.

—Qué estoy lista, vamos.

—Solo déjame ir al baño hacer pis —hace un ridículo baile antes de desaparecer por el pasillo.

Ruedo los ojos al cielo, porque eso era algo que hacía desde que estaba pequeña y de lo que siempre me quejaba.

Carlos aparece en mi campo de visión cuando avanzo por el pasillo, vistiendo un conjunto deportivo.

—Emma, no quiero ser un entrometido pero estoy preocupado—dice, y de inmediato me alarmó pensando que algo le puede estar pasando a mi hermana.

Me acerco con rapidez hacia donde esta el volteando al pasillo asegurándome que Miranda no venga al tiempo que un nudo de anticipación se instala en mi estómago.

—¿Pasa algo con Mirada? ¿Ella está bien? —pregunto, preocupada y ansiosa al mismo tiempo.

—Sí, tranquila no es sobre Miranda —frunzo, el ceño extrañada.

—¿Entonces que es?.

—Es sobre Alexander Williams —suelta, y esta vez es mi corazón el que da un vuelco.

—¿Qué pasa con él? —digo, con desinteres.

—Él no es un buena persona, es peligroso y no quiero salgas afectada por él —la seriedad con lo que dice las cosas me llena de incertidumbre.

Alexander comentó lo mismo de él y Liam, pero nunca me dijo el porqué, por eso volteo hacia el pasillo verificando que no venga la cabra loca antes de encarar a mi cuñado una vez mas.

—¿Qué está pasando, Carlos? ¿De que me estoy perdiendo? —pregunto, en voz baja.

Carlos abre la boca contestar y yo estoy que me muero de los nervios antes de que la cierre de golpe y una voz bastante familiar llegue a mis oídos.

—Vámonos —anuncia, Miranda.

No insisto porque no quiero que mi hermana se preocupe, pero la zozobra se apodera de mi pecho mientras salimos del apartamento de su novio, quien nos deja en el centro comercial donde visitamos varias tiendas en busca de un vestido que convenza a mi cabra loca. Yo por otro lado solo me dedico a observar, la realidad es que me da completamente lo mismo lo que lleve puesto esta noche.

No es como que me importe mucho y esto solo es apariencia.

Estoy apunto de desfallecer de tanto caminar, antes de que el grito de mi hermana me haga voltear a verla cuando alza el vestido negro, largo y si mangas que sostiene sobre su mano. Tengo que reconocer que es hermoso y le hace bastante justicia acentuando las curvas del cuerpo.

—¿Cuál escogiste tu?—pregunta, distraída viendo más vestidos en exhibición.

Observo por unos momentos, los vestidos que nos están trayendo —sugeridos por Miranda— para escoger uno y no levantar sospechas.

—Este —señalo, el que se encuentra puesto en el maniquí —. Es rojo y combina con todo.

El vestido es hermoso, con un escote en V que llega hasta el ombligo, mangas transparentes con pequeñas flores en la tela, largo de una manera que lo hace ver elegante y al mismo tiempo sexy.

Miranda lo aprueba e insiste en que me lo pruebe en los vestidores de la tienda, la complazco porque no tengo ánimos de discutir con ella, estoy cansada y solo quiero irme a casa.

Claro que después de comprar los vestidos seguimos dando vueltas en el centro comercial buscando zapatos adecuados y accesorios que convienen con el atuendo que llevaremos. Paramos a comer algo a uno de los locales que se encuentran dentro del centro comercial.

—¿Qué pasa, Emma?—pregunta, mi hermana metiéndose uno de sus dumplings a la boca —. Estas extraña y hace días no te veo ponerte tu anillo de compromiso.

—Solo estoy nerviosa —tomo un sorbo de mi bebida —. Eso es normal ¿no es así?.

—No tienes de que preocuparte, yo este ahí para ti siempre —estira la mano sobre la mesa hasta que la coloca sobre la mía y me da un leve apretón.

Seguimos comiendo y la platica se dirige a un lugar más cálido… Seguro. Donde me empieza hablar de la universidad y me informa que ella y Carlos están planeando un viaje a Italia para que conozca a su familia.

El desazón que me genera su comentario me lo trago porque no quiero quitarle la ilusión con la que habla de poder conocer otro país y a sí familia política.

Volvemos al apartamento con el tiempo justo para arreglarnos y llegar a tiempo a la recepción que se llevara acabo en un lujoso hotel, la verdad no se quien o cuando la organizaron pero todo eso me genera incomodidad, jamás imagine que Alexander quiera llevar una mentira a estos extremos.

De solo pensar el hombre de ojos verdes mi corazón da un vuelco y me reprimo interiormente por eso. Miranda insiste en que no debo de estar nerviosa por el compromiso y es una suerte que piense eso.

Una vez lista me tomo unos momentos para observarme frente al espejo y la verdad es que el vestido acentúa perfectamente las curvas de mi cuerpo y la aventura que tiene hace ver mis piernas más largas y estilizadas.

¿En que momento llegue a esto? ¿Cómo paso una bola de nieve a ser una avalancha?.

Suspiro al tiempo que me coloco el costoso anillo, las sensaciones abrumadoras y apabullantes no se hacen esperar, sintiendo el momento exacto en el que un nudo de anticipación se forma en mi estómago.

Las imágenes de Alexander con si secretaria se repiten en mi cabeza una y otra vez, provocando que una punzada de irritación me atreviese, la imágenes no me dan tregua y eso de alguna manera —aunque no debería —me duele y, es que se que no tengo derecho que el no me debe nada pero no puedo evitar sentirme de esta manera: Dolida. Traicionada.

—Eres tan estúpida— murmuró, para mi misma.

El sonido de la puerta abriéndose me saca de mi ensimismamiento y me hace girar para encontrar a mi hermana parada en el umbral viéndose como una diosa como el cabello rubio peinado en un moño perfecto y el delineado que le hace resaltar sus bonitos ojos verdes.

—Te vez preciosa —dice, acortando la distancia entre nosotros envolviéndome en un abrazo.

Tardo un poco den devolverle el abrazo y es que me cuesta mucho tratar de deshacer el nudo en mi garganta, pero al final termino rodeando mis brazos alrededor de su cuello.

Dejo ir un suspiro lleno de pesadez que causa que Miranda se aleje para tomarme de por los hombros y observarme con detenimiento.

—No estés nerviosa, yo estoy aquí, contigo sosteniendo tu mano —los ojos se le ponen brillosos—. Nuestros padres estarían tan orgullosos de ti, de ver en la mujer que te haz convertido.

Sus palabras son como un gancho en el estómago, porque no creo que alguna vez ellos pudieran volver a sentirse orgullosos de mi. Quisiera poder contarle lo que esta pasando, que no estoy bien, que siento que me estoy hundiendo en un hoyo profundo y no se como salir, que todo esto no es mas que una maldita farsa y que justo en este momento no me apetece más que dormir y desaparecer.

Trago duro.

—Y-yo… no se que decir —tartamudeo, tratando de alejar las lágrimas de mis ojos.

—Tranquila, es normal —da un grito que me hace pegar un brinquito en mi lugar del susto —. ¡No puedo creer que ni hermana se va a casar —se entusiasma y eso me hace sentir culpa.

Como si no fuera sufienciete con la que ya cargo todos los días.

Me siento realmente mal por mentirle, pero es mejor así. Ella no tiene porque agobiarse por cosas como estas y sobre todo me aterra pensar la imagen que pueda llegar a tener de ni si se llega a enterar de que me preste para esto y que, además me están pagando.

Miranda chasquea sus dedos delante de mi cara para llamar mi atención.

—Ya no pienses tanto y disfruta. Es tu noche.

Abro la boca para responder pero todo muere en mi boca cuando Carlos entra avisándonos que si no nos damos prisa llegaremos tarde. Salgo del edificio acompañada de Carlos y mi hermana antes de subir a su auto y ponernos en marcha.

A medida que el auto avanza perdiéndose entre las avenidas atestadas de autos al tiempo que veo pasar la ciudad por la ventanilla del auto. El nerviosismo empieza aparecer con más fuerza en mi interior a medida que nos vamos acercando y aun me mantengo incrédula de que Alexander este montando todo este espectáculo, pero lo que me sorprende a un más es que yo este participando en esto. Yo que siempre he tratado de mantenerme lejos de los problemas.

El que no me tomará en cuenta para esto me molesta en demasía, como se iba a tomar la molestia de avisarme si esta demasiado ocupado con su nueva secretaria.

Cierro las manos en puños mientras ciento la las orejas calientes y la cara ardiendo.

Sacudo la cabeza en una negativa.

¿Qué es todo esto Emma? no puedes estas celosa o ¿sí?. Me cuestiona la vocellia en mi cabeza, sacudo la cabeza mandándola lejos últimamente se ha vuelto insoportable.

—Llegamos —anuncia, Carlos apagando el auto en el aparcadero.

Mi corazón da un vuelco y un nudo me atenaza las entrañas.

Nos apresuramos a salir de auto sintiendo como el pulso golpea con fuerza detrás de mis orejas, las manos me sudan y siento que es tanto el nerviosismo que emana de mi cuerpo. La mano de Miranda tomar la mía deteniendo mi andar y haciendo que voltee a verla solo para encontrarla con la nariz roja y los ojos brillos.

—No puedo imaginar si quiera lo contentos que estaría mamá por ti y lo celoso que estuviera nuestro padre de tener que dar tu mano —se le quiera la voz ligeramente y me da una sonrisa temblorosa.

Y maldita sea, eso se sintió como mi corazón rompiéndose, porque no hay forma en la que ellos estuvieran orgullosos de eso.

El nudo en mi garganta se aprieta otro poco y abriendo la boca ligeramente para tomar una bocanada de aire. No soy capaz de formular palabra.

El solo hecho de pensar que mis padres estuvieran con nosotras me deja sin aliento y estoy segura de que si ese fuera el caso nada de esto estuviera pasando. Una lágrima rueda por mi mejilla ante el pensamiento.

—No. No es momento para llorar —dice, limpiando sus propias lágrimas en el proceso.

Le doy un abrazo lleno de calidez, sentimiento y nostalgia, de pronto siento la necesidad de no soltarla nunca, cierro los ojos absorbiendo la calidez que me calienta el pecho.

Se escucha un carraspeo que nos hace separarnos.

Y ahí esta él, con su presencia arrolladora, viéndose tan imponente y poderoso como siempre, tan soberbio e inalcanzable. Viste un traje color gris que le queda a la perfección abrazando sus muy bien formados músculos.

No lleva corbata lo que le da un toque casual, el cabello lo lleva al natural y un par de hebras se enroscar en su frente, lleva una ligera capa de vello facial que forma perfectamente su barba.

Maldita sea ¿por qué tiene que ser tan guapo?. Todo sería más fácil si fuera feo, pero no. Y no puedo dejar de contemplarlo, lo repaso lentamente de la cabeza a los pies y de regreso hasta que mis ojos conectan con los suyos y una sonrisa de suficiencia se adorna su rostro haciendo que quiera apretar los muslos.

El hace el mismo recorrido en mi y veo en momento exacto en el que sus pupilas sus pupilas se dilatan ligeramente antes de pasar la lengua por sus labios. Da un paso hacia mi y luego otro hasta detenerse frente a mi acto seguido envuelve su brazo alrededor de mi cintura pegándome a su cuerpo, el olor a su perfume caro invade mis fosas nasales y siento que la respiración se atasca en mi garganta.

Pone su mano libre en mi barbilla para levantarla y hacer contacto visual antes de que sus labios estén sobre los míos en un beso que se me antoja tierno. Lo odio. Odio que me bese de esta manera que me desarmada por completo y me vuelve incapaz de reaccionar coherentemente, pese a que sigo enojada e indignada en partes iguales.

Mi corazón se llena de calma, dejándome besar por el mientras mi manos son prisioneras entre nuestros cuerpos, no se cuanto tiempo pasa mi boca siendo rehén de la suya, su mano en mi cintura se aprieta y un jadeo se me escapa lo que provoca que su lengua se abra paso en mi boca recorriendo cada centímetro.

Y en realidad no se trata de cuanto tiempo pase, se trata de él, de lo que me hace sentir y la manera en la que despierta todo tipo de sensaciones. ¿Cómo podre vivir después de esto? quiero decir como se superan los besos de Alexander Williams.

En la bruma del beso un carraspeo se escucha a su espalda.

—Lamento interrumpirlos pero los están esperando adentro —la voz del papa de Alexander hace que rompa el beso con brusquedad.

El brazo de Alexander impide que me aleje por completo ya que lo mantiene alrededor de mi cintura, él se gira a un lado y es solo entonces que la imagen de Richard Williams aparece en mi campo de visión —supongo— que Carlos y mi hermana entraron para darnos privacidad, ya que no los veo por ningún lado.

El parecido con su hijo es aterrador, es como un Alexander más viejo claro que eso no quita el aura imponente que también emana y a diferencia de Alexander que tiene los ojos verdes Richard tiene dos tormentas ambarinas. Viste un traje negro que le queda a la perfección y el cabello lo lleva perfectamente peinado.

Mi respiración es agitada, siento los labios hinchados y gracias a todo lo sagrado el labial es de esos que no manchan si no justo ahora pareceríamos el joker.

—En seguida vamos padre, solo estoy disfrutando un poco a mi prometida antes de compartirla con toda esa gente— la sonrisa de Alexander es tan amplia que se puede ver su perfecta dentadura y siento mi estómago revolverse.

Una carcajada ronca y llena de humor sale de la boca de el papá de Alexander.

—Recuerdo cuando pedí la mano de tu madre tampoco me quería separar de ella— dice, con nostalgia—. Me da mucho gusto y mucha paz que por fin has decidió sentar cabeza hijo con esta hermosa mujer.

Alexander toma mi mano —esa donde tengo el anillo — y la lleva a sus labios aun tibios por el beso que nos acabamos de dar.

—Querida Emma, se que serás una gran esposa, para este hijo testarudo que tengo, jamás lo había visto tan enamorado de nadie en mi vida. Haz hecho lo que creía que no viviría para ver, tienes mi admiración.

Alexander rueda los ojos fastidiado y divertido al mismo tiempo, como un niño al que tratan de dejar en vergüenza,  pero todo lo que resuena en mi cabeza es la palabra: Enamorado.

No,no,no Emma. No empieces a crearte castillos de humo en la cabeza una vez mas, esto es solo un acuerdo mutuo, un contrato.

—Bienvenida a la familia hija —dice, su padre haciendo amago de darme un abrazo pero Alexander me atrae posesivo hacia él. Su padre al darse cuenta sonríe encantado —. Lo dicho, no creí vivir para ver este momento.

—Muchas gracias señor —digo, tratando de disimuladamente deshacerme del agarre en mi cintura sin éxito alguno.

—Por favor llámame Richard —hace un gesto desdeñoso con la mano restándole importancia —. Ahora seremos familia.

No digo nada mas apenada, en su lugar asiento en gesto afirmativo dándole una sonrisa discreta.

—Vamos, los esperan— nos apremia.

—En un momento padre, quiero un momento mas a solas con mi prometida.– Alexander me da un apretón en la cintura antes de hacerme girar para quedar frente a él.

 —Esta bien, pero no demoren —sentencia, volviendo dentro.

Poco a poco Alexander empieza acortar la distancia entre nuestros rostros con toda la intención de besarme nuevamente, pero lo detengo poniendo mi mano en el centro de su pecho.

—Vamos, nos esperan a dentro — hablo, saliendo de sus brazos y caminando hacia la recepción.

No he dado más que unos cuantos pasos cuando siento una mano grande y fuerte posarse en mi espalda baja mientras sigo avanzando con él a mi lado.

—Te vez hermosa.—susurra, en un tono tan bajo que apenas creo haberlo escuchado.

Eso provoca que un escalofrío recorra mi cuerpo y le dedico una sonrisa irritada. Su mano se envuelve en mi muñeca y cuando me giro para ver que pasa me doy cuenta que se detuvo en consecuencia yo también lo hago.

Me observa por un par de segundos que se me antojan eternos mientras nos mantenemos parados a mitad del pasillo. Trato de controlar mi respiración y los latidos frenéticos de mi corazón, su presencia me abruma sobre manera.

—Te pasa algo — enarca una ceja en señal de confusión.

–¿Es enserio tu pregunta?— murmuró, mas indignada de lo que me gustaría.

—Es por lo que paso en la oficina... —hace una pausa —. Puedes olvidarlo por favor. Lo lamento no quise…

—Si las cosas hubieran sido al revés, ¿Tu lo olvidarías?—pregunto, con veneno.

La cara de Alexander se descompone por completo, su cuerpo se tensa y aprieta la mandíbula tanto que creo que se hará daño y el agarre en mi muñeca se prieta tanto que creo que me hará daño

—No te atreverías —sisea, furibundo en mi dirección.

—Emma los están esperando.—la voz de Miranda se escucha detrás de mi.

Alexander afloja un poco su agarre en mi mano pero su cara sigue reflejado el enojo que siente, no entiendo que fue lo que le pudo afectar tanto, pero a estas alturas tampoco me importa averiguarlo solo quiero que esto termine de una vez.

Tardes, porque buenas estan las teorías de Emma  y los celos de Alexander.

Aquí otro capítulo de Alemma, que lo disfruten un montón nos leemos mañana.

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