capítulo 2
Hubo un tiempo en el no me hubiera incomodado esa declaración, pero esa Emma hace muchísimo tiempo que no se muestra en la superficie y dudo que en algún momento lo haga.
Y sobre todo creo que mi jefe está ahogado en alcohol si piensa que si quiera soy un poco atractiva, teniendo en cuenta la clase de mujeres con las que suele enrollarse. Es por eso que me toma con la guardia completamente abajo su ¿halago?.
Lo observo con detenimiento y esta vez en comparación a las otras preguntas, parece genuinamente interesado por mi respuesta.
No se que hacer, que contestar o decir me ha dejado totalmente en blanco.
Muévete Emma, di algo no te quedes ahí parada como estatua. La vocecilla en mi cabeza me ordena hacer algo, pero estoy tan abrumada por el montón emociones que me provoca escuchar después de tanto tiempo decir que soy bonita e inteligente.
—Y yo ¿y yo le parezco atractivo? —pregunta, cuando ve no respondo algo tan sencillo como un sí o un no.
¿Pero que clase de pregunta es esa?, es más que obvio que él es el más consciente de su atractivo para con el sexo opuesto. Sólo quiere alimentar su ego… Hombres.
—Es atractivo sí. Incluso me atrevo a decir que es el sueño de cualquier muj…
—Sí. Y también tengo mucho dinero —sonríe sin ganas —. Eso es lo que todas esas mujer buscan. Yo no quiero una mujer que me vea como un cajero automático.
Bueno esto ya se puso raro y no creo que sea correcto que estemos hablando de estas cosas a esta hora de la madrugada en la oficina.
Creo que justo ahora estoy en modo: quédate como una completa tonta mirando a tu jefe.
Él al no ver reacción de mi parte, se levanta con una elegancia que me dan ganas de gritar ¿es que acaso hasta algo tan simple como levantarse de la silla tiene que hacerlo perfecto?.
Rodea el gran escritorio para detenerse frente a mi y sentarse justo frente a mi sobre el escritorio, yo por acto reflejo me pongo de pie al instante ya que su presencia tan imponente me hace sentir pequeñita.
La sonrisa socarrona que me da me provoca una sensación de incomodidad en mi interior.
¿Se esta burlando de mi?.
Toma todo de mi guardar mis emociones así, con todo y eso me yergo en mi altura cuadrando los hombros obligándome ha sostenerle la mirada.
—Tal vez, solo tiene que escoger bien a la mujer que esté a su lado. Claro que si solo busca mujeres superficiales no espere que ellas vean más allá de su gran billetera. ¿Si quiera se a enamorado alguna vez?—digo, y al instante me siento como una completa estúpida, desde cuando yo voy por ahí dado consejos de temas que no tengo idea.
No responde en su lugar mueve ligeramente la cabeza hacia el lado derecho con el ceño fruncido.
—Que hay de usted ¿se ha enamorado?.
Me debato entre sí contestar —o no— su pregunta, y es que no es como que seamos amigos íntimos ni siquiera a Miranda. Igual esta ebrio seguro ni se acuerda después de lo que le diré.
Que más da.
—Por su puesto, ¿Quién en esta vida no se ha enamorado alguna vez?— me detengo unos segundos estudiando su perfecto rostro—. Pero estar enamorado no es lo mismo que sentir amor por alguien. Dicen, que en la vida se tiene tres clases de amor. El primer amor: ese que te hace soñar despierto, el que hace que sientas mariposa en el estómago y hacer toda clase de locuras. El segundo: que te enseña que no todo es color de rosa, te enseña la paciencia y te hace vivir un amor tan intenso que no puedes creer que sea de este mundo. Y el tercero: el incondicional, el que se queda contigo a pesar de lo malos tiempos.
El huracán de emociones que se ha empezado a formar en mi interior no se compara con el bombardeo de recuerdos que me vienen a la mente e inevitablemente un nudo se empieza a formar en mi garganta. Parpadeo en repetidas ocasiones para ahuyentar las lágrimas que se han acumulado en mis ojos.
—Entiendo —se pone una mano en la barbilla pensativo —.¿Y usted cree eso, que dicen por ahí?—estoy por contestar porque continua —. ¿Ah amado a alguien alguna vez señorita Smith?
Toda su atención ahora está puesta en mi, con un deje curioso que me provoca una sensación que no se como explicar.
No sé en qué momento la conversación tomó este rumbo, hacia muchísimo tiempo — más del que me gustaría admitir — que no hablo de esto con nadie, que trato de mantener enterrado todo aquello que me atormenta. Porque el amor en la misma forma que das destruye dejando ceniza y escombros a su paso. El amor tiene la habilidad de convertir un lugar lleno de vida en un lugar desolado y gris.
—Sí— digo, porque es verdad — me he enamorado y he amado a alguien y como a cualquier humano me han roto el corazón. Y sí, creo que si hay diferentes tipos de amor, no se puede amar de la misma forma dos veces.
La naturalidad con la que lo digo hace que un escalofrío me recorra entera, en cambio él mantiene su gesto inexpresivo.
—Eso quiere decir que tiene novio —una punzada de irritación me embarga. El rumbo de la conversación ya llegó demasiado lejos.
Sus ojos se llenan de una emoción desconocida para mí y no puedo evitar preguntarme que es lo que le pasa por la cabeza, me muero de curiosidad por saber que piensa un hombre como el de algo tan banal como lo es el amor.
—No. Soy soltera.
Llegados a este punto no puedo seguir sosteniendo su mirada así que agachó la cabeza para ver el reloj de mi muñeca dándome cuenta que llevo más tiempo del esperado aquí, en la oficina de mi jefe.
—¿Aun está enamorada señorita Smith?—pregunta, con genuina curiosidad que por un momento me sorprende.
De pronto todo parece más interesante de mirar excepto él, la incomodidad de hablar con él de esto. Como si no fuera suficiente vergonzoso encontrarlo follando, ahora también estamos hablando de mi patética vida amorosa. Rehúyo se su mirada a toda costa, claro que eso no quita que su imponente presencia sea asfixiante.
—Señor Williams sin parecer insolente, no creo que esos sean temas de los que le interese hablar a usted —comienzo —. No es el lugar ni el momento. Y le voy a pedir que si no son temas relacionados con el Corporativo se abstenga de indagar en mi vida privada. Si ni me necesita para otra cosa me retiro.
Con una falsa seguridad que no tengo idea de donde salió me giro sobre mi eje echándome andar a toda velocidad hacia la puerta. Mi pulso golpea con fuerza detrás de mis orejas y el ligero temblor en mi cuerpo me hace sentir… Después de muchos años de vivir entumida estoy sintiendo algo que es muy diferente a la ansiedad y el pánico que me acompañan siempre.
La idea de irme a mi casa en este momento parece muy tentadora y por un momento casi tomo mis cosas casi. No. Él no va a poner en tela de juicio mi profesionalismo, es por eso que aún que me siento inestable emocionalmente en este momento retomo el trabajo.
~*~
Las puertas del ascensor se abren haciéndome saber que la jornada laboral está apunto de comenzar y solo tengo que imprimir la propuesta para dársela a mi jefe —quien por cierto tampoco se fue a su casa— después de la incómoda conversación que tuvimos en su oficina.
Me muerdo el labio inferior decidiendo si es buena idea entrar a entregarle el proyecto, pero la realidad es que no puedo —quiero— pasar otra situación tan incomoda.
—Dime por favor que acabas de llegar y no que pasaste toda la noche trabajando aquí —la voz llena de reproche de Penny me hace salir de mi ensimismamiento.
Le doy una sonrisita como la que los niños ponen cuando son atrapados haciendo una maldad.
—Era trabajo urgente —me defiendo o eso trato.
Ella rueda los ojos al cielo.
—Ve a lavarte la cara, tomarte un café y ver si puedes hacer algo por ese cabello tuyo.
Pese que su tono es desaprobatorio el pecho se me calienta porque se que esta es una manera de decir que se preocupa por mi.
—Eres un sol Penny —le hago saber —. Pero no puedo, aun no termino…
—Tranquila —me interrumpe—. Yo te cubro. Ahora anda y ve a espabilarte que te vez horrible.
No se cuantas veces le agradezco a Penny, no se como siendo oscuridad y tristeza puedo rodearme de personas tan buenas y llenas de vida como ella.
No se cuanta tiempo me lleva verme medianamente decente, pero cuando regreso a mi lugar de trabajo Penny tiene lista la carpeta con la información.
—Gracias Penny, no sabes lo que haz hecho por mi.
—Bueno, puedes recompensarlo aceptado una invitación a tomar algo un día de estos —prueba.
Le sonrío.
—Lo pensare.
—Lo acepto. Por el momento, no dejare de insistir Smith —me señala con el dedo —. Ahora me voy o mi jefe se podrá como energúmeno y tu deberías de entrar a dejar eso parece que el señor Williams ya esta ahí.
Casi quiero reír. Si supieras Penny.
—Gracias —vuelvo a repetir.
Ella me hace un gesto con la mano para restarle importancia antes de echarse andar por el pasillo hasta su lugar de trabajo. Me preparo mentalmente para enfrentar el señor Williams antes de caminar hacia las puertas dobles, donde tocó antes de entrar.
—Pase —la voz profunda y ronca llega a mis odios.
Puedes hacerlo, solo vas a entregar la carpeta y te vas.
Dejo ir un suspiro.
La imagen que me recibe no es ni la mitad del desalineado hombre de hace un par de horas ¿pero que clase de pacto con el diablo tiene este hombre?. Como es posible que se vea fresco como una lechuga después de pasar toda la noche en la oficina, el indicio de que todo fue verdad y no me lo imagen son las bolsas que lleva debajo de los ojos, una clara señal de que no durmió. Fuera de eso se ve como si acaba de salir de su casa después de a ver dormido ocho horas.
Lleva la misma ropa de ayer, solo que esta vez el saco y la corbata esta en su lugar, el cabello está perfectamente peinado y me molesta que el parezca tan relajado cuando yo siento que le paso con camión por encima.
Esta al teléfono por eso me hace una seña desdeñosa para que lo espere un momento y puedo notar que ya se encuentra sobrio.
—Buenos días, señor Williams —hablo cuando su llamada termina.
—Doy por hecho que tiene lista la presentación —no es una pregunta es una afirmación.
Una punzada de irritación me invade cuando ni siquiera por educación responde mi saludo. Que le den. Le extiendo la carpeta que revisa muy por encima antes de poner en su escritorio.
—Señor quisiera pedirle permiso unas horas para ausentarme —la irritación en mi voz es palpable y ni siquiera se que me molesta más, si el hecho de que no respondiera el saludo o que no le toma importancia al trabajo que demore toda la noche en hacer —. Sólo iré a cambiarme la ropa y vuelvo.
Su mirada me repara de una manera tan intensa que me parece insoportable sostenerla más de unos cuantos minutos, una corriente eléctrica me recorre de los dedos de los pies a los cabellos de la cabeza.
—Imposible —dice, lacónico sin dejar de mirarme —. La necesito en la presentación en veinte minutos.
Silencio.
—Si no se le ofrece nada más la veo en la sala de juntas.
Ahhh! Maldito hijo de puta. Aprieto los puños a mis costados clavándose las unas en las palmas.
—Claro.
Entonces sin decir nada más salgo de la oficina, con la ira corriendo por mi torrente sanguíneo, pobre de la mujer que se cae con el energúmeno ese.
¡Dios! Es insufrible
Me encamino hacia la cafetería para tomar un café, no es bueno hacer corajes con el estómago vacío. Tomo mi bolso para buscar algo con que hacerme una cola alta cuando mi mano choca con un frasco de pastillas. Pastillas que hace más de un mes que no me tomo.
El estómago me da un vuelco ante la posibilidad de vivir dependiendo de un medicamento, es por eso que las deje y me a sentado bien. Es cierto que ahora la mayoría del tiempo siempre estoy enojada o me irrito con más facilidad, pero no me han dado ninguna crisis y eso ya es un avance.
Todo las ganas de tomar un café se van cuando mi animo de cae debido al nudo de emociones que me embarga al ver el frasco de pastillas.
Los ejecutivos empiezan a pasar a la sala de juntas y es todo lo que necesito para saber que es hora de que yo también entre. Tomo las carpetas que mande a imprimir que se encuentran sobre mi escritorio antes de levantar en dirección por donde van los ejecutivos.
—¡Emma!, ¡Emma! —una voz malditamente familiar me hace apretar el paso —. Por poco no te alcanzo, te estaba llamando.
Josua me alcanza cuando estoy por llegar a la puerta de la sala de juntas. Josua es coordinador de marketing y desde que llego hace unos meses a insistido en invitarme a salir cada que tiene oportunidad y cada una de las veces he rechazado su oferta de la forma más educada posible.
Cierro los ojos un momento antes de girarme y encarar al moreno que me recibe con una sonrisa radiante.
—¿Tú sabes a que se debe esta reunión de última hora?
—También me notificaron hace un momento —digo, con ironía.
Caminamos juntos lo que resta del camino hasta llegar a la puerta de la sala de juntas, entonces me detiene.
—Emma —y es todo lo que tengo que saber para darme cuenta que me va a invitar a salir otra vez —. ¿Te gustaría ir a comer conmigo?.
—Josua yo…
—Como amigo, sin ningún compromiso. E cierto que me pareces una mujer hermosa, pero por el momento podemos empezar por ser amigos y si se da algo más adelante ya veremos que pasa.
No es que Josua no me parezca atractivo o que sea una mala persona, cuando no a sido más que amable conmigo desde que me conoció y estoy segura que más de una en la oficina moriría por salir con el… Pero yo no, no puedo. No me siento lista para involucrarme de ninguna manera con el sexo opuesto, si Penny prácticamente me obligo hace su amiga. Solo le falto secuestrarme y amenazarme para que aceptara salir con ella a comer.
El pelinegro de ojos miel me observan como un cachorro, me muerdo el interior de la mejilla buscando una manera de ser lo más educada posible al rechazarlo.
—Si no te gusta te prometo que no vuelvo a insistir —se pone serio y levanta una mano en señal de juramento.
Su gesto me resulta divertido por lo que muy a mi pesar sonrío.
—Lo pensare.
—Perfecto, ya es un avance — levanta el puño al aire en señal de victoria antes despedirse y adentrarse en la sala de juntas.
—Las relaciones entre empleados están prohibidas —La voz iracunda de mi jefe me hace llevarme la mano al pecho solo para comprobar que mi corazón sigue dentro de mi pecho.
—No tenemos una relación —me defiendo.
—Como sea, solo se lo recordaba.
Hijo de…
—Se va a quedar ahí parada —espeta, por encima del hombro en mi dirección cuando ve que no lo sigo al interior.
Una vez que entro puedo ver que están casi todos los departamentos reunidos, la verdad no se de que vaya la junta pero seguro será larga.
—¿Por qué tanto misterio Alexander?.
Harry el jefe de Penny le habla con tanta familiaridad a mi jefe que es inevitable no darse cuentas de que hace mucho tiempo se conocen: según Penny el señor Brown trabajo con el papá de mi jefe casi desde que se fundó la empresa.
Mi jefe ni se inmuta ante su cuestionamiento en su lugar camina con la elegancia que lo representa y toma asiendo a la cabeza. Me indica que reparta la carpeta en los que se encuentran sentados y así lo hago.
—Los cite aquí para presentarles las propuesta de los pañales ecológicos —informa, glacial.
—Esa presentación aun no ha sido aprobada—habla el diseñador.
—Emma, tiene una propuesta lista.
—¿Tu secretaria?— dice, con desdén el departamento de planeación de estrategias.
Me congelo en mi lugar sintiéndome abrumada por todos los ojos que ahora están puestos en mi. No me puede estar haciendo esto. Malditamente no puede.
—Alexander este proyecto es importante para la compañía, no podrías designaron a alguien con más experiencia —Sugiere el señor Brown antes de posar su atención en mi—. No me lo tome a mal señorita Smith, pero tengo publicistas más capacitados en mi equipo.
Las lágrimas pican en el interior de mi garganta, como se atrevió a exponerme se está manera. Como se atreve a burlarse de mi de tal manera, los hombres que se encuentran en la sala —aja, solo hombres —me observan a que diga algo.
—Puede empezar señorita Smith —la voz de mi jefe me hace voltear a verlo dedicándole una mirada venenosa.
Mantiene si gesto lacónico, glacial aburrido y yo estoy aquí parada con estúpida tratando de contener el nudo de ansiedad que se ha instalado en mi estómago.
Me toma más tiempo del que me gustaría carraspear la garganta antes de que tenga todo listo el proyector y empezar con una presentación que conozco a la perfección, pero que no estaba preparada para presentar.
Quieres jugar Williams de mierda. Bien, te voy a enseñar como se hace.
Y solo me toma un par de minutos sentirme cómoda con la atención de todos mientras explico todo detallada y profesionalmente. Para cuando termino la sala se queda en silencio y la ansiedad aunque a mermado un poco no se ha ido.
—No creo que sea una buena propuesta —dice, el Jack el idiota de planeación y estrategias.
—Pues yo pienso que es una idea muy rentable—levanto ligeramente el mentón —. Lo que las mamis buscan en un pañal es calidad, absorción de larga duración y comodidad de movimiento para sus pequeños, que sean ecológico y no dañen el planeta es un plus. Además el diseño de dinosaurios con los irán estampados esos pañales serán llamativos tanto para los pequeños, como para las mamis.
—¿Tiene usted hijos como para saber que eso es lo que buscan una madre para sus bebes?—vuelve a preguntar Jack.
—No —le respondo más golpeado de lo que imágenes —. ¿Y usted? —esta vez es su turno de apretar la mandíbula y negar —. Lo imagine. Pero que no tenga hijos no quiere decir que sepa de lo que hablo, hace cerca de dos semanas hice una encuesta en línea y los puntos que acabo de mencionar fueron los que más resaltaron en la encuesta. Así que sí, Si se de lo que hablo.
¡Ja! Chupete esta Jack.
La mirada asesina que me dedica no me intimida ni un poco.
—Aunque no niego que es una buena propuesta, es arriesgado Alexander — el señor Brown es el que habla ahora —. Es mucha inversión, si me dieras unos días para que mis publicistas presenten otra propuesta…
—¿Está diciendo que la propuesta de la señorita Smith no tiene bases comentadas?.
—Por su puesto que no he dicho eso. Solo que es muy arriesgando, porque ella está proyectando las ventas virtuales no las reales.
Mi jefe esta por contestar pero lo yo hablo primero.
—Ahora todo se mueve por las redes sociales, el noventa porciento de las personas, por no decir todas, pasan por lo menos de dos a tres horas en línea al día, donde atraeríamos justo al publico que queremos que son las mamis…
—Nos a quedado claro a todos señorita Smith —mi jefe interrumpe mi diatriba —. Yo no encuentro ningún pero a la presentación. Muy buen trabajo —me mira—. Vayan a trabajar quiero este producto lanzado a la brevedad.
Dicho eso se levanta así como llego y sale de la sala de juntas. El corazón me golpea con fuerza contra las costillas, los oídos me zumbar por la manera tan abrumadora en la que ocurrieron las cosas.
Estoy tan absorta tratando de procesar la bola de emociones apabullantes que me embargan que no me doy cuenta que ya empezaron a salir los demás.
—Buena presentación Emma—Josua alza sus dos pulgares en señal de apoyo.
—Su presentación no es buen, tirándose al jefe cualquiera consigue una cuenta que dirigir —la punzada de enojo que me atraviesa el pecho al escuchar semejantes sandeces es tanta que siento que me asfixia.
—Yo no me acuesto con nadie.
—Oh, vamos Emma. Todos sabemos como las de tu tipo escalan tan rápido.
La ira y la indignación sobre salen por encima del montón de emociones que experimento y justo ahora estoy a nada de estar mi puño en la cara de este imbécil.
—Ya basta Jack —el moreno se pone enfrente de mi —. No te permito que hables así de ella enfrente de mi.
Una sonrisa come mierda surca el rostro del rubio.
—Ya veo, también te enrollas con él —suelta con veneno—. Te mano mi número por correo y quedamos el fin.
Me giña un ojo antes de salir de la sala de juntas.
—No le hagas caso, tu presentación fue increíble y lo saben, solo les diste en el ego porque esa cuenta será tuya y no de uno de ellos.
No respondo porque no confío en mi voz para hacerlo, debido a la irritación por haberme rebajado a algo tan ruin como acostarse con el jefe para obtener preferencias. Le doy un asentimiento de cabeza a mi compañero y salgo por la puerta con dirección a mi lugar de trabajo sintiendo mi sangre hervir.
—Emma ¿qué paso?, mi jefe tiene a todos sus publicitas en su oficina y hasta fuera se escuchan sus gritos.
—Nada, solo que ahora la oficina piensa que me tiro al jefe.
—¡¿Qué?!.
Procedo a contarle lo que pasó con lujo de detalle, Penny solo asiente cada tanto e intervine cada que lo cree necesario.
—Pero es más que obvio que no te lo estas tirando.
—¡Gracias! —alzo las manos al cielo con frustración.
—Si te lo estuvieras tirando te haría socia.
—¡Penny!.
Ella levanta las manos en señal del rendición, pero no me pasa desapercibida la sonrisita que no puede contener.
—Ya. Lo siento... Pero si tuvieras la oportunidad…
—No. En ninguna circunstancia, bajo ningún concepto y aunque mi vida dependiera de ello —espeto, contundente —. Es más, si él fuera y una piedra fueran lo único que queda en el mundo: me follo la piedra en lugar de Alexander Williams.
La cara de la chica frente a mi pierde color con cada palabra que digo y estoy apunto de preguntar el porque, cuando un carraspeo se escucha detrás de mi.
—¿Es él verdad? —le pregunto en un susurro.
—Sí.
Mierda. Mi estómago da un vuelto y siento como el calor sube por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas por la vergüenza.
—Señorita Smith, si ya termino de hablar de lo poco follable que le parezco puede venir a mi oficina.
Cierro los ojos un momento antes de abrirlos y ver a Penny desaparecer a toda velocidad. Traidora.
—Sí señor.
Y el jodido día apenas esta empezando. Suspiro con pesadez antes de llamar a la puerta.
El rostro inescrutable que me recibe, solo aumenta el bochorno. La mirada que me dedica antes de desplegar una sonrisa arrogante me hace sentir como si pudiera leer mis pensamientos.
Maldita sonría moja bragas.
—Felicidades por la presentación —empieza, lacónico —. No esperaba menos de usted.
—Gracias se…
Alza la mano para que me calle y estoy demasiado avergonzada para sentir irritación por lo grosero que es al interrumpirme.
—Tiene el dia libre, fue una noche larga. Cancele todos los pendientes para hoy y luego puede irse. Puede retirarse.
Me apresuro a salir y solo cuando estoy fuera de su oficina tomo un profundo respiro que llena mis pulmones de aire. Dios, su me pagaran por tener momentos bochornosos con ese hombre fuera yo millonaria.
Me apresuro hacer lo que me ordeno y media hora después ya tengo la agenda despejada, las puertas detrás de mi se justo cuando estoy apagando el computador.
—¿Lista?.
—¿Perdón? —le digo al señor Williams que se encuentra parado frente a mi escritorio.
—Que si esta lista para irnos.
Por un momento no soy capaz de moverme, mi mente no es capaz conectar las palabras que a dicho con su boca.
—No entiendo—logro formular.
—¿Trae auto?.
Parpadeo varias veces tratando de agarrar el hilo de su conversación. Niego con la cabeza.
—Entonces vamos, la llevo.
Las alarmas se encienden en mí interior. Si de por sí todos piensas que nos enrollamos si dejo que me lleve los rumores solo se harán más fuertes.
—Le agradezco, pero prefiero tomar un Uber— su ceño se frunce como si lo que acabo de decir fuera la ofensa mas grande de la vida.
—Yo la llevare —vuelve a ofrecer, esta vez su semblante se torna relajada al tiempo que lo observo incrédula.
Creo que aún sigue ebrio. ¿Desde cuando es tan amable?, en todo caso no puedo escoger otro día para convertirse en don amabilidad.
—No se moleste…
—No es una pregunta, no trae auto así que muévase.
¿¡Que?!. Así de rápido se esfumo la amabilidad de hace un momento.
Odio la manera tan demandante de pedir y hacer las cosas. La odio.
Sin tener alternativa —y de muy mala gana— me apresuro a tomar mis cosas.
—¿Lista? —vuelve, a preguntar con impaciencia.
Que hombre más irritante.
Asiento con la cabeza en señal afirmativa acto seguido me hace una seña con la mano para que camine y dirigirnos al ascensor. La mayoría de ojos curiosos que están en el pasillo nos observan y es todo lo que tengo que saber para darme cuenta que esto se va a convertir en cotilleo.
Bajamos directo al estacionamiento donde me pone una mano en las espalda baja para guiarme. Su mano sobre mi ropa envía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Aplasta el botón del mando y un hermoso auto azul deportivo parpadea la luces.
—¿A dónde la llevo? —inquiere, una vez que nos instalamos el interior del auto.
Hace rugir el motor a la vida antes de que eche andar el auto para salir a la calle.
—Al sur, yo le indico.
Asiente conforme y no puedo evitar pensar en lo caro y lujoso que parece el auto, en lo rico que huele: es una combinación entre nuevo y el perfume caro que siempre usa.
El silencio que se instala en es sepulcral y no puedo dejar de pensar en la conversación que tuvimos en la madrugada, en que parece tan infeliz y solitario.
Nos toma alrededor de cincuenta minutos llegar al edificio que, si bien no está en una zona exclusiva, es una zona segura y me permite pagarle la universidad a Miranda y ahorrar un poco en caso de cualquier emergencia.
—¿Aquí vive? —pregunta, pero suena más para él que para mí, observando el edificio por el vidrio frontal del auto.
Su escrutinio para el lugar donde vivo me hace sentir incomoda, tampoco es como si el edificio se estuviera cayendo o algo por el estilo. De pronto la irritación empieza hacerse presente en mi interior.
—Gracias por traerme —musito, una vez que decido que no le debo ninguna clase de explicación.
Me quito el cinturón de seguridad que me mantenía sujeta al siento de cuero para tomar la manija que abre la puerta.
—Espere —la seriedad en su voz me hace Congelarme en mi lugar —. Quiero que sepa que usted si es una persona con la que yo follaria. Mucho.
Trago duro.
En este momento siento como todo el aire escapa de mis pulmones, justo ahora me gustaría que la tierra se abriera y me tragara. Por supuesto que no lo iba a dejar ir. Mi bolso se riega en el piso del auto de lo nerviosa que estoy.
Maldita sea.
—Y-yo… Yo no…
—Nos vemos mañana señorita Smith.
—Cla-ro —balbuceo, levantando a toda velocidad las cosas esparcidas en el auto.
Cuando mis ojos conectan con la tormenta verdosa que son sus ojos, su ceño se frunce ligeramente lo que me hace reprimir una palabrota porque no sé qué rayos está mal conmigo… con él.
Vuelvo a mi tarea de recoger todo, una vez que creo que tengo todo salgo balbuceando un gracias. Apenas cierro la puerta, se pone en marchar para perderse entre la avenida y es, solo entonces que suelto el aire que no sabía que contenía.
Cuando voy entrando al edificio me topo a la señora Scavo —una inquilina del piso de abajo, que se queja por todo — viéndome con desaprobación y no necesito preguntar que vio porque esta más que claro que me vio bajarme del auto de mi jefe.
La ignoro. No estoy para cotilleos de mi.
Cuando abro la puerta de mi apartamento, me doy cuenta de que es muy temprano para que Miranda haya llegado de la Universidad.
No me gusta estar sola, no me gusta el silencio que eso provoca, me hace pensar cosas negativas… me da miedo.
Mi estómago gruñe de hambre, por lo que dejando el bolso en el pequeño sofá de la sala antes de ir a la cocina por algo de comer. Mientras como —cereal— en la mesa no puedo evitar pensar en todo lo que a pasado en estas últimas horas. Casi quiero reírme de lo caótica que puede resultar mi vida a veces.
Cuando termino lavo el cuenco antes de ir a sentarme al sofá y tratar de digerir el montón de rumores que encontré mañana en la oficina.
Un nudo se forma en mi vientre cuando recuerdo sus palabras y la forma en la que me miro cuando dijo que él sí follaría mucho conmigo.
¡¿Qué está mal con ese hombre?!.
La última vez que tuve un momento íntimo con un hombre fue… retazos de recuerdos empiezan a invadir mi mente.
—No, no vayas ahí —me digo, sacudiendo la cabeza para ahuyentarlos o esto podría no acabar bien.
Bostezo.
Estoy muerta de cansancio es por eso que camino hacia mi habitación, una vez dentro me deshago de la ropa que traigo para ponerme algo más cómodo: un short de licra que me queda un poco más arriba de medio muslo y un top sin sujetador. Una cambiada deshago la coleta alta sintiendo el alivio que eso le provoca a mi cuero cabelludo.
Me siento sobre la cama con mi portátil sobre mis piernas pata tontear un rato, si duermo ahora no podré hacerlo en la noche.
Después de un trato navegando en Internet siento los ojos pesados, es por eso, que apago la portátil y me recuesto solo un momento y estoy por quedarme dormida cuando recuerdo que no le avisado a Miranda que estoy en casa para que no se preocupo.
Y es así, que pese a morir de sueño me levanto a buscar mi teléfono. Lo que me faltaba que perdiera el teléfono.
Trato de hacer memoria recordando donde puede haberlo dejado y una emoción furiosa cruza mi pecho con la sola idea de que lo puede a ver olvidado en el auto de mi jefe.
Una maldición me abandona justo cuando una sensación incómoda me llena el cuerpo.
Necesito descansar. Cuando vuelvo a mi habitación la cama me llama con tantas ganas que ya ni quiera me interesa mandarle un mensaje a mi hermana en este momento.
En algún punto debo de quedarme dormida porque lo próximo que se escucho son susurro a lo lejos seguidos de movimientos bruscos.
—¿Qué pasa? —murmuró, con los ojos cerrados.
—¿Es enserio Emma? ¿qué pasa? ¿eso es todo lo que tienes para decir? — la molesta y la irritación es notable en su voz —. Tengo toda la maldita mañana llamándote y no me contestabas, pensé… —se detiene y una punzada me atraviesa el pecho —. Estuve apunto de llamar a la policía maldita sea.
La culpabilidad que siento en este momento es tanta que un nudo se forma en mi garganta, no me gusta que se preocupe así por mi, no me gusta que se alarme de esa manera cuando le prometí no volver hacerlo nunca y aunque, tengo días muy difíciles cumpliré mi promesa.
El gesto furioso que le adorna el rostro en lugar de hacerla ver amenazante la hace ver tierna hasta la mierda.
—Lo siento, creo que perdí el móvil —le hago un puchero.
—Maldita sea Emma, llame Carlos para que moviera sus influencias para hacer un operativo si no te encontraba en casa.
Esta vez la carcajada que se me escapa la hace poner las manos en jaras sobre sus caderas.
—No lo hiciste —digo, riendo pero ella no cambia su gesto enojado —. Lo hiciste. ¡enserió lo hiciste!.
—Me asuste.
Esta vez se encoge de hombros avergonzada antes de decir —: Creo que exagere un poco. ¿Hace mucho que llegaste?.
—¿Qué hora es? —pregunto, cuando veo que a oscurecido.
—Las ocho de la noche. Llamare a Carlos para avisarle que no te secuestraron y encerraron en un sótano.
Dicho eso sale de mi habitación. El regusto amargo que me dejo lo que dijo Miranda no se va, aun me cuesta adaptarme un poco al vaivén que de emociones que se a convertido mi vida desde la últimamente vez…
Suspiro.
Estas vez las cosas no se me saldrán de las manos.
Tal vez deba retomar la terapia. La voz en mi cabeza me reprende y sé que tiene razón, sé que dejar la terapia fue una mala idea, que aún hay cosas de las que no he hablado con nadie y esa carga se ha vuelto más difícil y tortuosa de llevar desde que la deje.
Pánico, terror y ansiedad me invaden cuando no puedo detener los sucesos que empiezo a recordar, cuando la culpa de mis malas decisiones me recuerdan que no sólo destrui mi vida si no la de todas las personas a mi alrededor.
Cierro los ojos con fuerza tratando con todas mis fuerzas de mandar lejos los recuerdos que amenazan con consumirme una vez más y más dar por tierra todo el progreso que he tenido como las recaídas anteriores.
Luego de lo que parece una eternidad, la tranquilidad empieza asentarse en mi sistema, una vez que logró que todos los recuerdos vuelvan al lugar oscuro y recóndito de mi memoria. El agotamiento emocional me hace quedarme dormida una vez más.
Solo paso rápido a desearles feliz año nuevo y que deseo que todos los deseos de su corazón se cumplan. Mañana no se si subiré capítulo.
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